28 marzo 2007

El puto café

El problema no es que el presidente del gobierno no conozca el precio de un jodido café. De nuevo se yerra al poner el acento en la anécdota de corto recorrido y poco calado. El problema es que ante una de las únicas preguntas importantes, directa e insistente, a la que fue sometido (referida a la pérdida de poder adquisitivo del español medio) se encontró sin recursos, sin capacidad de improvisación, mostrando la realidad de una política y unos políticos desconectados de la sociedad y de los ciudadanos, mostrando la mediocridad intelectual de aquél que se da cuenta que tiene que dar una respuesta pero cuya debilidad de carácter, el miedo al error, el miedo al fracaso, le impiden utilizar los recursos que cualquier conferenciante de medio pelo posee para no sólo salirse por la tangente si se desconoce la respuesta, sino para ofrecer una alternativa apabullante y densa con la que parezca que se contesta a la pregunta aunque en el fondo no se tenga ni puta idea.

A mí me importa un carajo que sepa o no el precio del café, de hecho la elevación de la anécdota a noticia sí que debe preocuparnos como un nuevo ejemplo de la "infomación analítica y sesuda" que estamos recibiendo. A mí lo que me preocupa, es recordar esos dos segundos de duda, esa cara de desconcierto del presidente del gobierno, esa incapacidad de solucionar ese miniconflicto planteado que le apartaba de la senda habitual de la jerigonza política, del lenguaje de las palabras grandilocuentes y de los discursos escritos por otros. Dos segundos que quedan clavados en mi memoria televisiva, que me hicieron sentir esa vergüenza ajena que a uno le invade cuando observa como alguien va a cometer indefectiblemente una tontería mayúscula fruto de su incompetencia.

Dos segundos, y después: "80 céntimos... aproximadamente"

Joder. Lo peor es ese adverbio final... Todavía retumba en mis oídos...

16 marzo 2007

Un mundo paralelo

Me cuentan unos amigos que la mensualidad de la hipoteca les ha subido en los últimos tiempos 200 euros. Estamos hablando de una vivienda situada no precisamente en el centro de Madrid, por la que estaban ya pagando más de 1200 euros mensuales. Aún no hay rebelión, ni cabreo, sólo un poco de miedo y hastío. Las subidas aún son asumibles para bolsillos (siempre que sean bolsillos de pareja) con sueldos por encima de 1500 euros mensuales. Pero comienzan a exigir contención en el consumo diario: en las copas, en el cine (bendito emule, dirán muchos), en los viajes, en la compra de regalos...

He escrito que son asumibles... Es lo que tiene la fuerza de la costumbre, terminamos aceptando tantas cosas que carecen de sentido... Pagar 1400 euros mensuales por una casa cualquiera de menos de 100 metros cuadrados...

Estos días, en las páginas de interior de los periódicos, alejadas de los gritos y riñas de patio de colegio sobre algo que llaman política que pueblan las primeras páginas, se podía encontrar la brusca caída de las bolsas de EEUU provocada por el enfriamiento del mercado inmobiliario y el miedo a una mayor morosidad hipotecaria. Sin ser en absoluto especialistas, sabemos las interrelaciones que existen entre las distintas economías del mundo occidental. Estas semanas atrás las bolsas españolas han sufrido enormes fluctuaciones, los expertos hablan de la retirada de fondos del negocio del ladrillo, incapaz ya de seguir ofreciendo los beneficios que los grandes capitales desean obtener. Todo esto queda apartado de los grandes titulares, sólo se cuenta para especialistas en tertulias especiales. A los demás, pobres mortales, nos mantienen entretenidos contando y recontando manifestantes en las calles y ¿analizando? cuestiones sociales tan interesantes y vitales como las que anoche se discutían en las diferentes tertulias radiofónicas: Un juez no ve condenable circular a 260 Km/h por las autopistas (SER), indignación católica ante las fotos pornográficas y blasfemas subvencionadas por los socialistas extremeños (COPE) o la ¿vital? manifestación en Navarra que permite a todos repetir hasta la saciedad los argumentos políticos plenos de anorexia intelectual que llevamos escuchando cada día en esta legislatura (SER, COPE, ONDA CERO...)

El miedo a la inflación en la zona euro seguirá haciendo subir el euribor. Otro cuarto de punto, otro cuarto de punto... Tal vez en algún momento se invierta la tendencia pero sólo para recordarnos que la amenaza siempre estará ahí. Porque los sueldos no tienen pinta de que vayan a mejorar y que se sepa las hipotecas ya son casi todas a más de 25 años. ¿Cuándo llegarán los primeros casos serios de morosidad hipotecaria? ¿Qué pasará si ante ellos los bancos comienzan a endurecer las condiciones de préstamo de hipotecas?

Mientras tanto seguiremos preocupándonos y manifestándonos por lo verdaderamente importante : excarcelación con 15 meses de antelación de un terrorista que cumplía una condena por escribir dos cartas, cuarto aniversario de la invasión de Irak (también llamada "recordemos todos lo malo y facha que era Aznar, así no nos preocuparemos en solucionar los problemas actuales") y sigamos crispándonos un poquito más.

08 marzo 2007

Sólo cine

Con este corto se homenajea al cine. Al estilo del montaje de besos que el entrañable Alfredo hiciera al niño que fue, Salvatore, en Cinema Paradiso, en el corto aparecen (o eso dicen) 470 cortes de películas, todos o casi todos perfectamente reconocibles. Ganador del óscar en 1986, fue revisado por el propio director (Chuck Worman) en 1994 para conmemorar los cien años del cine. Un disfrute.

06 marzo 2007

Sexo, mentiras y Hollywood

boomp3.com

Hace pocos días finalicé el extenso libro que Peter Biskind escribiera hace un par de años sobre los entresijos y las entrañas del cine independiente norteamericano. Partiendo del punto de inflexión que supuso el triunfo y el éxito de Sexo, mentiras y cintas de video en el Festival de Cannes de 1989, y tras hacer un breve repaso a los años oscuros y radicalmente coherentes de los 80, Biskind vertebra su relato mediante la descripción minuciosa del ascenso imparable de Miramax y la evolución, desde la nada, del festival de cine independiente de Sundance. A su alrededor hace desfilar ante el lector infinidad de personajes, productores y ejecutivos (generalmente casi desconocidos, pero algunos verdaderas almas o asesinos, de muchas de las películas que más nos han emocionado en los últimos casi veinte años), comenta la creación, el desarrollo y en algunos caso la muerte, de una decena de distribuidoras y productoras independientes que pretendieron emular o enfrentarse al monstruo Miramax, y se relatan multitud de anécdotas laborales, algunas brutales, otras divertidas e incluso muchas totalmente surrealistas, extraídas de cientos de conversaciones que Biskind hiciera a directores, guionistas, productores y humildes trabajadores de la que ha sido sin duda la época más brillante y popular del cine independiente americano.

Igual que hiciera con su espectacular (y más fácil de leer, por centrarse principalmente en la figura de los directores) trabajo sobre el cine norteamericano de los 70, Moteros tranquilos, toros salvajes, Biskind se apoya en infinidad de datos y detalles, mediante los cuales en este caso, intenta explicar y dar su visión de los porqués de la evolución del término independiente en el cine estadounidense. Desde cuando significaba una alternativa radical, en temática y presupuestos, al cine convencional y meramente comercial, y tenía tan sólo pretensiones de ser un cine de autor, sabiéndose minoritario y especial, hasta que termina convirtiéndose en una parte más del pastel de las grandes corporaciones del mundo del cine, un apéndice que no hay que despreciar pues aporta prestigio y sello de calidad. Es decir, hasta que se empieza a producir y distribuir bajo el paraguas de las grandes productoras, con la consigna de que el producto debe tener ese estilo artístico (e incluso social) de las películas independientes clásicas, debe tener esa voz personal del director, pero suavizando las posibles aristas, endulzando en definitiva el producto final, con la aquiescencia de muchos directores jóvenes, que comenzaron a ver la creación de sus primeras y polémicas películas como meros escalones iniciales para después plegarse y acondicionarse a la industria clásica de Hollywood.

Leído transversalmente, el libro es la biografía laboral y personal de los hermanos Weinstein, los fundadores de Miramax, y principalmente del motor emocional de ellos y de la empresa: Harvey Weinstein. De entre las páginas del ensayo emerge su figura titánica, carismática, malencarada, manipuladora. Un tipo brutal a veces pero dotado de una pasión desmedida por el cine y los negocios, una dualidad que lo terminan haciendo comparable a alguno de los míticos productores de la época dorada de Hollywood como O´Selznick. Igual que sucedía con el personaje de Kirk Douglas en Cautivos del mal, todo el mundo odia y aborrece a Miramax y a Harvey, a lo que representan, pero nadie es capaz de negar su enorme importancia en la distribución, difusión y popularización del cine independiente, y todos terminan por tener que admitir, aunque sea con la boca pequeña, que nadie nunca había arriesgado y apostado tanto por ese otro tipo de cine.

Partiendo del mítico y sobrevalorado festival de Sundance y de su figura clave, Robert Reford (que no sale muy bien parado en las páginas del libro), Biskind describe cómo el cine independiente pasó de las oscuras y pequeñas salas de arte y ensayo a convertirse en un fenómeno social y mayoritario gracias principalmente a las agresivas tácticas de promoción de Miramax y de empresas como October que siguieron su senda. Pero al mismo tiempo se convirtió pronto en un mercadillo de egos y fama, un caladero donde las grandes compañías rápidamente comenzaron a echar el anzuelo para renovar su nómina de directores con nuevas voces personales de jóvenes que estaban más que dispuestos a ser domados y se mostraban deseosos de labrarse una carrera como directores de películas convencionales. Entre los ejemplos más evidentes, Bryan Singer (director de la estimable Sospechosos habituales, tras la cuál ha terminado haciendo Xmen o Superman returns) y Christopher Nolan (tras hacer Memento fue contratado para dirigir Batman begins). Otros, que creyeron firmemente que sus películas no podían ser convertidas en meros productos, quedaron varados a la orilla del éxito, ninguneados y olvidados, mientras que algunos como Richard Linklater (Antes del amanecer, A Scanner darkly), lograron sobrevivir a duras penas manteniéndose lejos de los oropeles y el dinero de Hollywood.

¿Cuál fue el principio de todo? ¿Dónde se originó esta dinámica un tanto indecente y desde luego negativa para la calidad del cine norteamericano? Dos puntos de inflexión marca Biskind en su ensayo. El premio en Cannes a Steven Soderbergh por Sexo mentiras y cintas de video, que puso a lo indie en el escaparate comercial, supuso el comienzo de la gran fama de Sundance y dejó entrever las posibilidades económicas de este tipo de películas; y la irrupción de Tarantino, principalmente con Pulp fiction (también ganadora de la Palma de oro de Cannes), película que significó el espaldarazo definitivo a Miramax y el comienzo de una nueva etapa en su fulgurante carrera, en la que pasó de distribuir en EEUU pequeñas joyas extranjeras (Cinema Paradiso, Delicatessen, Mi pie izquierdo, Juego de lágrimas) o independientes norteamericanas (Reservoir dogs, Clerks), a convertirse en productora de éxito con películas oscarizables pero ya menos arriesgadas, mas edulcoradas, como Shakespeare in love, Chicago, Cold Mountain o las historias almibaradas dirigidas por Lasse Hallström.

El resumen lógico de todo lo que pasó tal vez esté en estas palabras que dice con cierta melancolía Allison Anders, directora y amiga de Tarantino, perteneciente como él a la que se llamó clase del 92, porque habían estado juntos en Sundance ese año presentando sus primeros filmes: “Cuando Pulp Fiction tuvo ese primer fin de semana escandalosamente bueno todos pensamos que era bueno para Quentin y sería bueno para nosotros. Pero en realidad esa victoria fue en cierto modo, el principio del fin para los demás, porque son pocas películas independientes que pueden competir de la misma manera.”

Lo cierto es que a partir del enorme éxito mediático de Tarantino muchos jóvenes cineastas norteamericanos dejaron de soñar tan sólo con hacer su película, con mostrar su voz, con contar lo que tenían dentro al mundo. De repente quisieron convertirse en los nuevos Tarantinos, en los nuevos Kevin Smith, la idea estaba clara, el camino definido: hacer una película de bajo presupuesto pero que tuviera algo especial que llamara la atención de los magnates de la industria. El efecto tal vez fue un poco perverso, se perdió seguramente la naturalidad y la tranquilidad de saber que lo que hacían no iba seguramente a tener mayor trascendencia que algún paupérrimo estreno en alguna sala de cuarta categoría. Ahora la alfombra roja del festival de Sundance, por ejemplo, es un escaparate mediático que llega a todas partes del mundo.

Como ya pasara con su anterior ensayo, el nuevo libro de Biskind se lee con una extraña mezcla de admiración por la pasión que demuestran tantos talentos en sus comienzos, y de cierto asco cuando las cuestiones económicas y comerciales adquieren una excesiva preponderancia que hace atenuar e incluso perder voces personales y películas valiosas. Se acaban sus páginas como en aquél, con la sensación inexorable de que los sueños y la pasión terminan sucumbiendo al tiempo, al dinero y al ego.

04 marzo 2007

Cinco años

Las diez de la mañana. El teléfono. La voz desencajada de Migue... Cinco años...

Sensaciones

La inquietante presencia de la ausencia
que persiste en gritar en silencio,
obteniendo victorias aparentes,
envolviendo a una casa ya cansada
en un pesado pasado tan presente.

La inquietante presencia de la imagen
que se empeña en revelar engaños,
mostrando replicantes sonrientes,
transmitiendo al ahora un pasado
que para nadie nunca fue evidente

La terrible ausencia de un futuro
que se pierde entre recuerdos inventados,
recortes absurdamente enmarcados,
por aquellos que antes despreciaron
pero hoy en conversos transmutaron

La terrible ausencia de un mañana
alentada por suicidios colectivos,
enfangada en tristezas mantenidas
por aquellos que llorosos hoy admiran
lo que ayer provocaba sólo huida

Marzo 2003