14 agosto 2009

Postales (veraniegas) 3: alimento friedmanita

Masticaba dinero. De reojo y mientras disfrutaba de un tumbet mallorquín noté como una niña, en la mesa de al lado, se llevaba una y otra vez a la boca, con evidente placer, un billete grande, de los de 500 euros pero en tamaño maxi. Tras un segundo de estúpida confusión comprendí que era una golosina, una chuchería tipo cucurucho de helado a la que habían dado forma de billete y que se había convertido en el postre de la escuálida niña que anteriormente lloriqueaba porque no quería terminar su plato. Al rato, a unos 50 metros, observé cuál era la procedencia de tan capitalista manjar: una caravana de las que marchan de feria en feria y de pueblo en pueblo que parecía haber naufragado en ese pueblo del interior de Mallorca y que, como le pasara al barco de Chanquete, parecía destinada eternamente a la inmovilidad, integrada e invisible a primera vista en el paisaje urbano de la plaza del pueblo. Delante de ella cinco o seis niños conversaban alegremente mientras engullían con fruición más billetes de diferentes tamaños, recortándolos con sus pequeños dientes, dándoles formas extrañas, tal vez codiciando lo que podrían comprar con aquello que comían si fuera real…

Hace ya casi un mes de este suceso y de vez en cuando me encuentro a mí mismo recordando el suceso, divertido. Es como una pesadilla marxista, una metáfora irónica de cómo el capitalismo se nos introduce en vena desde pequeños (como aquellas monedas de chocolate, doradas por fuera, que comíamos en nuestra infancia), y se mama, y se respira en el ambiente, y se huele, y se acepta, se fomenta. Siempre presente. En cualquiera de nuestras acciones. El dinero. Sirviendo incluso como alimento. Nuestro soylent green.

Coda: "¡Enséñame la pasta!"

Cuba Gooding Jr. Jerry Maguire