31 octubre 2012

Nada que contar

¿Cómo construir un post cuando no tengo nada que decir? ¿Por qué escribirlo?  ¿Cómo se narra la rutina? Resetear, limpiar las entrañas de la maquinaria que nos conforma, es tan difícil que, como la quimioterapia, te deja seco, sin nada, en fuera de juego, destruye todo, lo bueno y lo malo, sin sufrimiento que transmitir pero sin nada interesante que contar. Los días pasan, despacio, uno a uno, sintiendo cada hora de cada uno de ellos, tan tranquilos que no parecen reales, no recuerdo ya si en algún momento fueron así. Pequeñas sorpresas, grandes rutinas, nivel de sufrimiento mantenido y soportable, Sevilla en la lejanía, tan lejos, sin ganas de pasarme por ella, ni acercarme, tan sólo traerme a lo fundamental que allí habita hasta aquí. Puro egoísmo. Es lo que toca. Es curioso como la nada te invade cuando no tienes presión, Como en ese mundo de Fantasía de Ende. Va apoderándose de uno, te atrapa, penetra en ti, la sientes dentro, te inutiliza, destruye aspiraciones y ambiciones, te da igual, la aceptas, vives con ella, casi la agradeces, siempre preferible al horror de la inconsciencia donde los fantasmas campan a sus anchas provocando un dolor insoportable. Las lecturas se hacen complicadas porque dispones de demasiado tiempo para hacerlas, el cine pasea por el precipicio de la irrelevancia, las series son un pasatiempo que te escupen a la cara su papel de entretenimiento inocuo. ¿Y entonces? Entonces sólo queda seguir, mantenerse, resistir. Atender a los detalles, a los indicios, reconstruir el castillo de naipes que es finalmente la vida de cada uno de nosotros, mezcla de ficción, esperanza y deseo. Y esperar, seguir esperando, a la espera, a la espera de uno mismo. Sabiendo que sigues por ahí.

07 octubre 2012

Tiempo

Tirar hacia delante, dicen, hay que seguir, afirman. Afirmo. Lo repito continuamente, de hecho. Para evitar la compasión, el momento tenso de la empatía que no deseo. Pasan los días, y ríes, y vuelves al mundo, ése que nunca dejó de girar, pero algo falla, no funciona, nada es como debiera, tal vez sean esos sueños que nunca tuviste, que te despiertan temblando, entre fantasmas que se aparecen, entre zombies que se multiplican, entre enfermos infinitos y situaciones surrealistas, manifestación subsconciente de un dolor que sólo se manifiesta en soledad, en las horas muertas, en los vacíos, en los intersticios de la vida. Siento el paso del tiempo, a veces creo envejecer por segundos, en cada inspiración, en cada espiración. Y nada me reconforta, nada de lo que antes lo consiguiera, el desconcierto es total, nada tiene sentido, todo parece dar igual. Lo da, pero sabes que tampoco debe hacerlo. O sí. Has perdido las coordenadas de la isla, que se mueve en el espacio-tiempo sin control alguno. El tiempo. A eso te aferras, al tiempo. Que diluye los recuerdos, que prioriza al presente y especula sobre el futuro, sin pararse en el pesado pasado, en las fotografías que muestran lo que ya no existe. La habitación verde sólo sirve como refugio en la tormenta pero es un ancla que impide el movimiento. No ha pasado ni un puto mes. A veces parece que fue un año, a veces parece que fue ayer.