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08 junio 2010

No hago huelga pero...

No hago huelga pero… considero que el recorte de los sueldos de los funcionarios que impone el decretazo del gobierno “socialista” de Zapatero es injusto, equívoco y mezquino. Injusto porque quita el dinero a un colectivo que nunca vio aumentar su poder adquisitivo en época de bonanza, y que es el único que asegura la limpieza fiscal de sus nóminas. Equívoco porque sirve para colocar en el centro del problema económico del país a un colectivo que no supone más que un 9.5 % del total de la población trabajadora, índice éste muy por debajo de la media europea y que no justifica la inquina y la persecución moral que sufre. Y mezquino porque hace pagar parte de los costes de la crisis a quienes por su labor y sueldo nunca tuvieron posibilidad de participar en el festín financiero especulativo al que otros sí acudieron a devorar con ansia.

No hago huelga pero… considero que la reacción social del resto de los trabajadores ante el recorte de sueldo de los funcionarios ha sido, en general, miserable y cicatera, fruto de una animadversión de fuerte raigambre fomentada por el imaginario popular, por una inexplicable envidia que surge fundamentalmente en épocas de crisis como ésta y por los poderes económicos que tratan siempre de introducir sus zarpas en el pastel de los servicios sociales que ofrece el Estado. Esta actitud sólo es entendible si analizamos críticamente la evolución social de los últimos años, el auge del individualismo y la idea del “sálvese quien pueda” que tan útil resulta para mantener a la masa asalariada trabajadora paralizada, sin capacidad de lucha colectiva, expectante. Cada trabajador parece sólo preocuparse por sí mismo, pendiente del movimiento de los cercanos para evitar zancadillas o ponerlas él mismo para medrar y mejorar y, de manera imbécil, sólo parece despertar de su letargo reivindicativo para despotricar de los funcionarios, cerrando los ojos de manera infantil y necia a la necesaria labor que casi todos nosotros realizamos. Ahora no es el momento pero llegará el día donde se tenga que volver a revindicar nuestro trabajo, aún a costa de sacar a la luz y denunciar las miserias de los trabajos de otros y de los beneficios de los de siempre. Será la hora de conseguir el respeto de nuestros iguales, de diferenciarnos y no dejar que nos presenten como funcionarios sin mentar nuestra labor específica y lo que nos costaría esa labor, esos servicios que prestamos, si los realizaran empresas sin competencia pública que nos cobraran por cada uno de esos servicios. No es el momento.

No hago huelga pero… considero que sería bueno recordar que el problema de déficit de España (que no es sólo público sino también de carácter privado) no es posible que haya sido provocado (ni siquiera en un bajo tanto por ciento) por nuestros sueldos. Unos sueldos que en su gran mayoría se sitúan en la media (tirando a la baja si nos atenemos al nivel de formación de muchos empleados públicos) de la del resto de españolitos de a pie. Sería el momento, ahora que tantos tertulianos liberales parecen “olvidar” premeditadamente el origen meramente especulativo de la crisis, de recordar la ayudas millonarias a bancos que siguen sin dar créditos a Pymes que se ahogan ante la cínica mirada del capital global, recordar el gasto en mantener en precario equilibrio los puestos de trabajo del hiperinflado sector de la construcción mediante inyecciones de dinero público a través proyectos como el del Plan E, recordar la pérdida de recaudación a través de los impuestos por la quiebra de la burbuja inmobiliaria y la incapacidad para limitar el fraude fiscal (también el legal, tipo SICAV) o recordar el coste de las ayudas sociales destinadas a paliar la horrorosa plaga del paro que asola el país. Recordar y no olvidar.

No hago huelga pero… espero que los funcionarios no olviden las circunstancias en las que se produce esta bajada de sueldo: la traición de una Administración incapaz y contaminada por infinidad de asesores de confianza política, un Gobierno que raya la ineptitud y no es capaz de tomar medidas alternativas y socialistas a las ya manidas liberales, siempre relacionadas con recortes sociales, pérdidas de derechos laborales y privatización (que son las que tomaría, sin duda, la oposición), y la certeza de que cómo no reaccionemos y reactivemos las luchas colectivas el futuro se presenta desolador.

No hago huelga porque... soy incapaz de salir a la calle a reclamar sólo por lo mío y sólo por mi sueldo y mis condiciones laborales, eludiendo una realidad que nos muestra que los más afectados por la crisis no somos nosotros sino los casi cinco millones de parados, las familias hipotecadas que son incapaces de salir adelante, la gente que trabaja sin cobrar por las deudas que acumulan sus empresas (muchas de estas deudas son impagos de la propia Administración), la gente que ha visto reducido su sueldo unilateralmente bajo amenazas de despido o Expedientes de Regulación, o aumentadas sus horas de trabajo y se mantienen callados, amedrentados al no disponer de paraguas sindicales que los defiendan.

No hago huelga porque… no nos podemos permitir seguir luchando por separado para después mordernos los unos a los otros. Y por ello espero que por una vez los sindicatos cumplan con su parte o seamos capaces de movilizarnos sin ellos para encontrar la manera de descubrir alguna vía de ataque que sirva para canalizar esos sentimientos entremezclados de cabreo, rabia y perplejidad que tienen la gran mayoría de los trabajadores españoles. Estoy a la espera de huelgas generales, globales, indefinidas donde los trabajadores nos unamos de una puñetera vez y levantemos la voz contra este Gobierno débil e inútil, contra una oposición canalla y ventajista, contra un sistema que nos ha dado de lado y ha provocado las mayores brechas en la historia de las sociedades modernas entre ricos y pobres, y contra los poderes fácticos económicos que ejercen de supragobiernos convirtiendo nuestros parlamentos en meros gestores de temas intrascendentes y transformando nuestras democracias en dictaduras blandas gobernadas por el capital.

Y realmente levantemos la voz para hacernos oír.

31 enero 2010

Perlas boloñesas 2

"El rol de la escuela en la sociedad debe modificarse. Hasta ahora se le ha exigido que formara en valores y transmitiera conocimientos. La educación en valores es un asunto controvertido en el que el Estado debiera dejar plena libertad a los padres y los centros para buscar lugares de encuentro y colaboración. Respecto a los saberes sería necesario desterrar un currículo heredado del siglo XX, y reescribirlo a la luz de las competencias imprescindibles en el siglo XXI"

[...] En cuanto al modelo tradicional de transmisión de conocimiento, es una tarea anacrónica en el siglo XXI: el conocimiento ya no pertenece a los profesores, está en internet.

Nieves Segovia (directora general de la Institución Educativa SEK)
Las negritas son mías

Esto de desterrar currículos y tradición, de presentar el presente como la única luz que ilumina las vidas y el aprendizaje, de abandonar lo escrito anteriormente y conformar una sociedad nueva y sin prejuicios, libre (en principio) del pasado aunque presa de la familia y sus aliados, sin faros ni guías educativas, abandonada a un yo débil y desolador, para ser moldeada a imagen y semejanza de las necesidades del poder (sea éste político, religioso, económico o una asociación de ellos) ya se ha intentado muchas veces en la historia. Precisamente el siglo XX contiene buenos ejemplos que no deberíamos olvidar.

Una última perla que la autora nos deja al final del artículo publicado en El Mundo:

"[...] ¿Qué papel juega la sociedad? Por desgracia el actual sistema de financiación de la enseñanza, directamente a los centros en vez de a las familias, dificulta la exigencia y sentido de la propiedad respecto del sistema educativo."

11 enero 2010

Perlas boloñesas 1

"El aprendizaje cooperativo […] es una pedagogía para la democracia que otorga el poder a los estudiantes y no tanto a una figura autoritaria (el profesor)"


Pinchar en la fotografía para verla de mayor tamaño


Extraído de un manual de formación de profesores
para el nuevo sistema universitario


En el segundo dibujo-esquema: "control emocional, aprender a negociar, aprender a perder"

Lo curioso del constructivismo pedagógico es que tras el mensaje primario que enaltece el conocimiento y el aprendizaje grupal y colaborativo, y critica la enseñanza clásica centrada en la autoridad (¿autoritaria? ¿Por qué la autoridad debe ser autoritaria?) del profesor para ceder el protagonismo a un pretendido dinamismo del alumno, no se empeña demasiado en ocultar "ese segundo nivel de trabajo": conductismo de manual para el disciplinamiento de individuos necesarios, adecuados y conformados al sistema socioeconómico vigente

14 diciembre 2009

Perlas boloñesas: presentación

Sobre el constructivismo y su manoseado slogan: "aprender a aprender"

"El objetivo es configurar individuos “necesarios” a la nueva economía, moralmente adecuados con el orden establecido e instruidos en el manejo de las máquinas."

"La psicología constructivista se presenta como revolucionaria y rupturista con los métodos tradicionales de educación pero ideológicamente neutral. Este carácter ambiguo le permite vaciar los contenidos educativos de la tradición y abrazar las vacías leyes del mercado."

"El aprendizaje es definido como la interiorización de estructuras vacías, donde los conocimientos únicamente sirven para ilustrar los procedimientos."

"…al consolidarse como la única teoría válida sobre el aprendizaje,(el constructivismo) se presenta bajo el despotismo de una verdad científica y reconoce la posibilidad de aplicar las teorías constructivistas poniendo al alumno en contacto con una constelación de conceptos arbitrariamente privilegiados por la cultura establecida, o bien podemos proponer cuestiones socialmente relevantes, urgentes, críticas y alternativas."

"El constructivismo adolece de una profunda contradicción interna. Relativiza todo el conocimiento y, sin embargo pretende establecer sus teorías como verdades absolutas, aplicables a cualquier contexto y situación."

El aula desierta. Concha Fernández Martorell

Algunas lecturas de lo últimos tiempos me obligan a comenzar esta nueva sección. Las perlas boloñesas intentarán recoger el profundamente estúpido espíritu de las modernas tesis constructivistas de la educación, que llevan un par de décadas intentándose aplicar en Primaria y Secundaria, y que como un virus se extienden ahora a la Universidad mediante el Plan Bolonia, al tiempo que redoblan sus esfuerzos para conquistar definitivamente la Educación Secundaria mediante la implantación de las llamadas "competencias educativas" como método de evaluación, dejando de lado el conocimiento estricto de los contenidos como criterio final de dicha evaluación.

No todo es malo en estos nuevos métodos. En absoluto. Suponen en parte una renovación de anquilosadas estructuras de aprendizaje a las que les vendría muy bien una reflexión sobre su propia utilidad y su (calculada) pasividad. Lo que me parece un acierto de Fernández Martorell es señalar que el problema es la consolidación, aceptación y fomento general por parte de los poderes políticos y económicos, de que es “la única teoría válida de aprendizaje”. Aterra.

Estamos viviendo tiempos de cambio educativo con evidentes repercusiones sociales. La Escuela (para regocijo de muchos idiotas) pierde autonomía y la Universidad se somete a caprichos pedagogos sin prever las posibles consecuencias. Además “como decíamos ayer” más peligrosa que una mala ley es una ley inaplicable. Hay pues que ponerse en lo peor si pensamos entonces en la implantación de una mala ley inaplicable: el Plan Bolonia

En esta sección intentaré mostrar aspectos “curiosos” de los métodos, tesis o estudios que ciertos pedagogos con mucho tiempo y dinero público han “creado” para justificar su existencia y terminar de enloquecer el ya de por sí caótico y decadente mundo de la enseñanza