27 noviembre 2011

Un relato digital: la vida de Cecilia

Hace unos meses, dentro de una de las asignaturas del Máster en Comunicación y Educación en la red, participé en la elaboración del siguiente relato digital. Cada uno de los los componentes del grupo de trabajo (Marga Serrano, Israel Vacas, Amaia Arroyo, Lucía Camarero y yo) se encargó de construir retazos de las distintas etapas de la vida inventada de una científica, futuro premio Nobel, llamada Cecilia Arbesa, a partir de los cuáles se podría intentar conocer su trayectoria vital. No tengo aún bien definida mi opinión sobre este tipo de obras "interactivas" que permiten cierta libertad al receptor a la hora de navegar y dilucidar los itinerarios a tomar. No les encuentro el punto y creo que aunque pueden ser muy estimulantes para los creadores (como fue en nuestro caso) el resultado es más bien superficial y plúmbeo para el receptor que sólo lo "disfruta". En todo caso aquí lo dejo.

Pinchando en la foto se llega a una web que simula el obituario de Cecilia y se encuentra información sobre las cinco etapas de su vida: infancia, adolescencia, juventud, madurez y vejez. Yo me ocupé de la adolescencia utilizando un video y un blog (a los que se accede pinchando en los enlaces que se señalan), aunque la arquitectura básica del relato y de lo que íbamos a plantear se pueden considerar, sin lugar a dudas, una construcción colectiva.


Pd: un saludo a mis compañeros de "relato". Sin ellos (y otros con los que trabajé en otras asignaturas) hubiera sido mucho más complicado superar la primera etapa de este Máster. Ahora, inmerso en la soledad que provoca un TFM (Trabajo de Fin de Máster) que nunca parece que tenga tiempo de empezar, añoro su constante presencia y los ánimos que me infundaban.

19 noviembre 2011

Reflexiones (agrias) para estos tiempos (cutres)

Tiempos cutres.  Una definición perfecta. Un buen amigo, mirando al infinito, y tras un segundo de reflexión, se refería así a los momentos que vivíamos, mientras nos evadíamos de una cansina cháchara discutiendo en voz baja la viabilidad (económica) de tomarnos una segunda copa.
  • Grecia e Italia han mostrado el camino. Tecnocracia, lo llaman. Golpe de Estado de guante blanco, más bien. Al final el pavo éste va a tener razón cuando decía que Goldman Sachs controla el mundo. Así, de repente, tres de sus hombres controlan directamente Grecia, Italia y el BCE. Indirectamente… dejemos volar la imaginación conspiranoica.
  • Una de las consecuencias más importantes de no tener hijos: no tengo tan fácil justificar patéticas decisiones personales que entren en contradicción con mis discursos. Los hijos como gran excusa para no hacer lo que se debe hacer. Seguido muy de cerca por la hipoteca. Y creen que cuela. Y que los tienes que entender. Por los cojones.
  • Veamos el futuro panorama televisivo de Madrid: TVE (en manos del PP… ¿Volverán Urdaci y Buruaga? ¿O se traerán a Nacho Villa desde Castilla La Mancha?), Antena3 (su directora de informativos está casada con Piqué, antiguo ministro de Aznar, y la empresa matriz edita La Razón…¿Hace falta saber más?), T5 y Cuatro (en manos de uno de los mayores crápulas de las últimas décadas, representante real de la esencia del capitalismo: “todo para mí y que se jodan los demás”), La Sexta (que tras las elecciones le quedarán dos telediarios. Pretende pasar por crítica y de izquierda porque hace humor con los tópicos más tontos de la derecha liberal y conservadora. Con qué poco se conforman algunos), Intereconomía (la caverna: delirante, ridícula, extremadamente nociva), Telemadrid (bastión de La Marquesa: jamás vi un canal público menos plural y tan manipulado como éste), Veo TV (El Mundo más casposo en manos del púgil de los medios Carlos Cuesta… El careto de este tío mientras ejerce de imposible moderador en las tertulias no tiene precio), 13 TV (puro y cutre conservadurismo moral. Canal propiedad de la iglesia católica española. Poco que añadir, salvo que entiendo que parte de su presupuesto lo pago yo con mis impuestos), Libertad Digital (lo que empezó como un proyecto liberal moderno se ha convertido en un lugar de rencor, miseria y abyección moral)… Más allá de estos canales están los de echadores de cartas, pitonisos, concursos amañados y demás morralla…
  • Dicen que hay libertad de prensa en España. Yo miro los medios televisivos por los que se informan los madrileños y me descojono. Libertad del capital para comprar medios y no de los ciudadanos para informase críticamente comparando voces. Y luego vendrá el tonto elitista de turno y diré que no ve la tele y que en esta época de Internet ya no es tan importante. Idiotas.
  • Los mercados aprietan a España junto antes de las elecciones. No tengo dudas, es el último empujón del capitalismo financiero para amedrentar a la población y que la derecha liberal arrase en las elecciones
  • Llevar una camisa verde defendiendo la educación pública hace que expedienten y sancionen a dos limpiadoras de un colegio público. Mientras, muchos de mis compañeros bajan la cabeza y se arrugan como pasas ante mis ojos.Y son funcionarios con el puesto laboral mucho más seguro que ellas.
  • Una mujer termina muriendo mientras ejerce de pelota de ping pong entre distintos hospitales catalanes. Hace falta recortar, dicen. Que se corten ellos las pelotas y nos dejen a los demás en paz.
  • Los silencios del café. No querer molestar. La autocensura. La discreción. Siete profesores de huelga de veinte posibles… Tanta educación… Venga, no me jodas
  • Ante las elecciones de mañana: las gaviotas genovesas acechan. Los tiempos cutres serán oscuros

Sí, estoy encabronado... ¿Algún problema?

09 noviembre 2011

Guía didáctica de Gattaca

Hace unos meses preparé esta guía para trabajar en clases con los alumnos diferentes conceptos relacionados con el cine, la ciencia y la sociedad. Se puede acceder directamente a ella pinchando en el siguiente enlace (desde donde también se puede descargar para leer con mas facilidad)
Guía didáctica de Gattaca

22 octubre 2011

Días feos

Hay días feos, en los que uno sabe que no hará lo que tiene que hacer, en los que no estará donde tiene que estar ni junto a aquellos con los que desea caminar. Hay días en los que luce un sol luminoso pero uno se deja puesto el pijama y baja las persianas, dejando que pasen las horas, sin esperar nada puesto que nada puede ofrecer. Días de transición que enfangan el espíritu y derrotan hasta al más luchador, porque ni siquiera son lo suficientemente negros para rebelarse contra ellos pero invaden con su tediosa tonalidad gris cada una de sus minutos. Mientras el tiempo avanza ominosamente buscando la llegada de la noche.

Habrá que autoanimarse un poco. Los diferentes apelativos con los que el profesor que sustituye al profesor Keating/Interino intenta hacer bajar de las mesas a los alumnos me han hecho sonreír

05 octubre 2011

Ni respeto, ni comprendo

Tal vez sea porque la gente confunde el significado de las palabras, pero llevo unos días escuchando decir a algunos compañeros, profesores como yo, que hay que respetar a aquellos que toman la decisión de no hacer huelga en el que es uno de los momentos más críticos para la supervivencia de la educación pública (tal y como la conocemos) de la historia de la democracia. Yo no comparto esa idea, yo no respeto a todos aquellos que no hacen huelga. Ni los respeto, ni soy comprensivo con sus posturas, ni tampoco voy a aceptar como válidas o razonables algunas justificaciones que se dan sólo porque hay que ser correctos para no romper la (supuesta) armonía de los claustros. Cuando empezamos a trabajar en la educación aprendemos rápido que el respeto no se impone ni se exige a los alumnos actuales. El respeto hay que ganárselo. Pues lo mismo sirve para este caso. Me explico.

A pesar de que pueda sonar extraño sí me parece respetable y lógico que aquellos profesores que se alinean con las tesis del PP no se adhieran a las huelgas convocadas. Son compañeros que en su alienación consideran que en momentos de crisis los profesores deben trabajar más horas lectivas auque eso contravenga las leyes y redunde en una peor calidad de las clases impartidas; que creen que las consecuencias académicas de que un excesivo número de profesores no especialistas se haga cargo de materias que no domina puede ser suplido con voluntad y esfuerzo (aunque ellos tampoco vayan a esforzase demasiado, al fin y al cabo tienen un alumnado que, según ellos, no lo merece); que defienden (o no les molesta) la parcial privatización de la educación, porque en el fondo trabajan en la educación pública como mercenarios infiltrados y nunca han creído en la importancia de este tipo de oportunidades generales; que están siempre dispuestos a volcar sobre los alumnos y las familias la responsabilidad de la mala calidad que la educación pública dicen que ofrece, obviando siempre su propia responsabilidad y la de la Administración que defienden. Es normal que no hagan las huelgas, han hecho una elección ideológica, han tomado una postura cuya existencia se debe respetar, aunque ello no signifique que haya que respetar sus argumentos manipulados y falaces. Porque estas huelgas las hacemos también contra ellos, ya que son el caballo de Troya del Gobierno de Aguirre en el seno de los claustros.

Pero a los que no respeto ni comprendo son a los que sí consideran que la educación pública se degrada a posta en Madrid; sí entienden que las nuevas normas significan un ataque directo a la educación pública; sí son conscientes del caos organizativo que se está generando en los centros educativos; sí participan activamente en los corrillos de los pasillos o en la cafetería mostrando su indignación por lo que se está haciendo… Pero con el paso de los días, cuando han de volver a definirse, a mojarse, a actuar como parte de un colectivo laboral ejerciendo su legítimo derecho a huelga contra estas políticas educativas, cuando llega el momento de defender sus derechos laborales y los derechos a una educación digna de sus alumnos, no dan el paso al frente y reculan cobardemente. Nadie está obligado a hacer una huelga, lo sé, pero por higiene mental y por dignidad deberían al menos evitarnos escuchar sus peregrinas excusas a los que sí las hacemos. Suelen hacerlo con el gesto contrariado, aludiendo siempre a oscuras abstracciones que nunca se pueden constatar, utilizan el supuesto derrotismo de otros para justificarse, y ejercen de falsos profetas anunciando un seguro fracaso al que precisamente aboca su propia actitud. Por supuesto, siempre encuentran responsables del fracaso de las huelgas y de la no obtención de los objetivos deseados en otros grupos de compañeros: sin son profesores con plaza arremeten contra los equipos directivos porque deberían haber dimitido o acusan a los interinos (sin pruebas) de ser poco participativos en las reivindicaciones, sin ser capaces de mirarse ellos mismos al espejo para no encontrarse con su triste realidad; si son profesores interinos se lavan las manos y dejan que sea el rencor el que hable por su boca para acusar a sus compañeros con plaza de insolidaridades pasadas con las que justificar su miserable y suicida inacción presente. Cuando algún otro compañero les desmonta algunas de estas tesis o apela a la necesidad de mantenerse unidos en estos momentos de lucha, el gesto anteriormente crispado desaparece y deja paso a un gesto lastimero, casi lacrimoso, adecuado para aportar la última y definitiva excusa, ésa que la corrección social obliga a aceptar sin hacer preguntas y con un gesto de comprensión: “no me puedo permitir perder el dinero de los días de huelga”. No es políticamente correcto decirlo, ya lo sé, pero para mí es la más miserable de las excusas, la menos respetable de todas ellas. Cuando algunos profesores empiezan a cabecear, compungidos, con la mirada perdida, aludiendo a que no pueden mantenerse en huelga por una cuestión económica siento como me hierve la sangre. De media cada día de huelga supone una pérdida entre 75 y 100 euros.  Llevamos tan sólo cinco días de huelga  en casi mes y medio de curso, y si se cumple lo que proyectan los sindicatos en total serán seis días de huelga los convocados para los meses de septiembre y octubre. Seis puñeteros días en dos meses. Menos de 600 euros de un total de entre 3500 y 4000 euros netos.

Desde el principio le hemos explicado a la sociedad que estas huelgas y estas reivindicaciones no eran por motivos salariales sino por mantener unas condiciones de trabajo que permitan alcanzar una mínima calidad en la enseñanza pública. Pero estos compañeros, curiosamente, sí priorizan el dinero y su propia calidad de vida, y encima pretenden que les comprendamos por ello. Apesadumbrados terminan afirmando con firmeza que cuentes con ellos para las manifestaciones y las concentraciones (aunque evidentemente esto tampoco suele ser verdad) pero que no harán huelga (o que se lo pensarán, porque tampoco les gusta soportar la presión de grupo) porque no se lo pueden permitir. Es cuanto menos sorprendente, lo reconozco, sin acritud (o con ella): no era consciente de que hubiera en Madrid tantos profesores de Educación Secundaria que vivieran al borde de la indigencia. Pobrecitos. Sobre todos los que ya tienen su plaza fija. Algunos de ellos son los mismos interinos que años anteriores no hicieron las huelgas porque no podían perder ese dinero puntual de un día, ya que tenían que pagar la hipoteca u otras historias… ¿Cómo estarán pagando ahora esas hipotecas? Con el dinero del paro no puede ser, porque no les llegaría, tal era su grado de endeudamiento por entonces (o al menos lo que sugerían sus palabras). Otros son los mismos que, sin darse cuenta, semanas antes de estas jornadas de lucha, te relataban alborozados sus aventuras veraniegas por Asia o Europa. Seguro que no les escuché con la suficiente atención y estos viajes los hicieron en plan mochilero, haciendo autostop y comiendo frutos salvajes de los bosques que atravesaban. Porque está claro que estos viajes realizados de manera turista convencional no son precisamente baratos, y es imposible que los disfrutaran los mismos que hoy tratan de apelar a mi comprensión hablándome de estrecheces económicas. Y por supuesto habrá casos (los menos, seguro) de compañeros que tienen problemas reales por diversas circunstancias personales y la pérdida del dinero de estas huelgas realmente les supone un gran perjuicio…Los hay, claro, pero no creo que nadie pueda aducir que por hacer estas huelgas sus hijos se van a quedar sin comer. Simplemente durante un par de meses se tendrían que apretar el cinturón un poco más fuerte de lo habitual. Es más, casualmente conozco al menos tres casos de este tipo (dos de ellos son amigos personales), que a pesar de encontrarse en situaciones realmente apuradas están al pie del cañón, son honestos con sus discursos y participan activamente de las huelgas y movilizaciones

Por lo tanto, lo dicho: ni respeto, ni comprendo. Por supuesto sí respeto a la persona y mantengo la necesidad de ser educados entre nosotros como  premisa fundamental para poder vivir en sociedad. Pero que no me vengan con más milongas, que no me vengan con sus dudas interesadas, que no me vengan con su derrotismo calculado, que no pretendan mi empatía. No la van a tener. Sólo mi indiferencia y mi desprecio.

29 septiembre 2011

No pienso dar las gracias

Sí, ya estoy trabajando. Tras cinco años dando clases de manera ininterrumpida con vacantes de curso completo (y tras tres oposiciones aprobadas), este año sólo he conseguido una sustitución de tres meses. De momento. Pero ya estoy trabajando. Ya debería estar más tranquilo O eso parece que piensan muchos. “Al menos trabajas”, me dicen antiguos compañeros bienintencionados, cuando se me acercan en las concentraciones y manifestaciones que seguimos realizando. “No te puedes quejar, fíjate como están los profesores interinos de otras materias”, comentan otros con mirada intensa. “Ya les gustaría a otros estar en tu situación”, escucho en tono de regañina si empiezo a expresar algunos de mis argumentos en contra de este tipo de planteamientos. “No pasa nada por sustituir”,  me reprenden algunos, “yo me tiré muchos años así, es lo que hay si eres interino”. Pues vale, me digo, como si no supiéramos cómo se ha llegado a esta situación y no supiéramos lo mal que están las cosas. Parece que debiera estar alegre y feliz, agradecido por tener trabajo y no verme abocado a las fauces del paro. Debería bajar la cabeza, ser más humilde y consecuente, tolerante, casi melifluo. Sonreír con gratitud. Pero no lo hago. No me sale. No lo siento. No lo entiendo. No lo acepto. Lo han conseguido. Han conseguido que tener un trabajo, el que sea, con las condiciones laborales que sea, sea un privilegio. El mayor de los privilegios. Y cuando trabajar es un privilegio, el objetivo final y último del trabajador, cuando no se tienen más opciones, cuando no se encuentra ningún canal mediante el que reivindicar los más básicos derechos, cuando la amenaza del despido es una constante porque la precarización permite disponer de otros cuya desesperación coloca más cerca del abismo y los hace aún más maleables y dóciles que tú, entonces, en ese momento, el trabajador ya sabe que ha perdido antes de comenzar su labor; ha vuelto a ser derrotado. Como tantas veces a lo largo de la historia: porque ha perdido su derecho a la dignidad, a mantener su orgullo, a expresarse en libertad, a no ser el esclavo que tan sólo puede acatar, otra vez, la voz de su amo.

No pienso hacerlo. No pienso dar las gracias por trabajar. Trabajar es un derecho, no una dádiva caritativa. No nos hemos formado y demostrado nuestra capacitación para andar ahora agradeciendo a nuestros empleadores el mero hecho de tener un sueldo mensual. Mediante la labor que hacemos se obtienen beneficios. Ahí es donde se mide nuestro valor. En el campo de la empresa privada esos beneficios que se obtienen gracias a nuestra productividad se los lleva un empresario. En el campo de lo público  pagamos entre todos, mediante los impuestos y la justicia social, a unos trabajadores para que nos eduquen, curen o protejan, obteniendo unos beneficios que no por no ser mensurables de manera económica podemos olvidar valorar y defender. Ya está bien de minusvalorarnos. Ya está bien de no entender nuestro papel en la sociedad. Ya está bien de no comprendernos entre nosotros mismos y equivocar de manera continua las prioridades de nuestros discursos político y social.

Porque lo están consiguiendo. Desde hace varios años, dentro de la propia clase trabajadora, se escuchan cada vez con más asiduidad insultos e improperios dirigidos hacia otros trabajadores. En el fondo, sin darse cuenta, se insultan y menosprecian a ellos mismos, o a sus familiares, o a sus amigos. Insultos e improperios que se hacen dolorosamente más patentes durante las jornadas de huelga que los distintos colectivos se ven obligados a convocar ante el acoso constante a sus derechos. La comprensión y la solidaridad de antaño se han convertido en una irracional inquina rencorosa que no tiene ninguna base ni justificación: los funcionarios son unos vagos insolidarios y privilegiados que deberían ser castigados sólo por levantar la voz; los conductores de metro, unos salvajes sin derecho a la queja y la protesta porque “disfrutan” de un trabajo estable; los empleados de la limpieza son unos irresponsables porque no recogen la basura dejándonos las calles sucias y malolientes; los trabajadores de AENA amenazan nuestra imagen internacional provocando caos aéreos propios de países tercermundistas. Siempre hay una excusa, una justificación que pretende ser objetiva, casi científica, siempre económica, que invalida todas y cada una de las protestas sociales aunque estén perfectamente justificadas. Y lo más doloroso, lo más extraño, lo más injustificado, lo más imbécil es que al final los primeros que censuran la defensa de los derechos laborales de los trabajadores son precisamente los propios trabajadores. Y así nos va.

No, no pienso dar las gracias por trabajar. Trabajar supone un esfuerzo mediante el que se consigue una contraprestación. Es un contrato de dos que debería beneficiar siempre a las dos partes. Dejemos que sea nuestro trabajo y rendimiento el que avale el juicio que se haga sobre nosotros. Dejemos de agradecer lo que es un derecho y comencemos a defenderlo como tal, como nuestro único patrimonio. Derecho a trabajar y a mantener el estado de bienestar social como el único garante de una mínima igualdad de oportunidades. Como la única posibilidad de alcanzar cierto grado de libertad dentro de nuestra sociedad.

Escuela pública de tod@s, para tod@s

15 septiembre 2011

Telemadrid y su manipulación torticera

Aclaración: ante el número inusitado de visitas y tras el comentario que me hace un amigo parece ser que tal vez los datos que ofrecía la televisión eran tan sólo de los SMS, llamadas y mails mandados en directo. No los datos de la encuesta en la web.  En tal caso no habrían invertido los resultados sino tan sólo habrían ocultado lo que se estaba votando en la web. No se podría hablar de manipulación. Valga esta aclaración como rectificación porque no pienso caer en lo mismo que critico.  Borro Cambio la entrada y dejo la aclaración para aquél que entre aún en el blog buscando la información.

Sabemos que Telemadrid es la televisión más partidista, manipuladora y casposa de España.

Sabemos que sus telediarios sirven para hacer una loa constante a la lideresa y para ocultar o minimizar cualquier posible error que cometa, así como ocultar o ridiculizar cualquier acción o movilización que vaya en contra de sus designios

Sabemos que sus programas de debate, tanto los diurnos, cutres y cochambrosos, como los nocturnos, con una puesta en escena pretenciosa y grandilocuente, son espacios donde sólo se escucha una solo voz política monocorde, levemente matizada por alguna voz pretendidamente socialista que sirve de contrapunto (in)útil.

El otro día, en uno de estos programas de debate (Madrid Opina), decidieron hacer una encuesta sobre si se estaba de acuerdo o no con aumentar las horas lectivas de los profesores. Para ello se pedía que se mandaran mensajes SMS o se llamara a unos determinados números de teléfono. Al mismo tiempo, una encuesta en los mismos términos estaba colgada en la página web de la cadena

En un momento dado del programa se hizo una primera aproximación de cómo iba la encuesta. Se puede ver en este pantallazo (como los demás los he cogido de un compañero que lo colgó del Foro de la sur). Parece claro, por los datos, que los encuestados que votaban estaban a favor de las medidas de Aguirre. Eso sí, no se daba ningún dato de participación.

 
Al final la brecha se amplía. Ningún dato de participación. Por supuesto.


Mientras tanto, a la misma hora en que se estaban publicando estos datos en la televisión, éstos eran los datos que ofrecía la propia web de Telemadrid (se puede ver la hora y los tantos por ciento en el pantallazo, al pinchar en la foto)



Los resultados eran casi exactamte inversos a la encuesta televisiva. Curioso. No les importó. Al parecer esta información no era relevante para darla en directo y complementar los datos de la otra encuesta. Al fin y al cabo, con los primeros datos se transmitía a la audiencia que las conclusiones a las que los "distinguidos" contertulios estaban llegando en el plató, eran compartidas en una "encuesta imparcial"... Eso sí, con un dato del 3,4% de audiencia, no hubiera esta mal conocer el número de personas que había participado en esa encuesta en directo… Debió ser un número tremendo…

Pues eso. Poco más que añadir.

Bueno, sí, una cosa: ¿si en lugar de preguntar acerca de las dos horas lectivas de los profesores hubiesen preguntado si se estaba de acuerdo o no con los recortes llevados a cabo en la educación pública, mientras se beneficia a la educación privada no concertada con desgravaciones fiscales, cuyo importe es superior al pretendido ahorro que se va a conseguir… qué hubiera pasado?

Bueno, claro... Estamos hablando de Telemadrid... Vaya tontería... Como si esa pregunta pudieran siquiera habérsela  planteado.


11 septiembre 2011

Un viejo amigo


Su mensaje llegó a mi móvil de improviso, en la calle, entre otros que requerían mayor inmediatez, en medio de la marea verde que el miércoles comenzó a rugir en la calle contra los recortes aplicados a la educación pública por el Gobierno de Aguirre. Hacía mucho tiempo que no sabía nada de él y de repente nos convocaba, a Carol a y mí, a tomar algo el sábado, en Madrid, donde estaba de visita. En otras épocas de mi vida he mantenido un discurso cínico sobre las amistades y lo efímero de las mismas. No soy de los que ha sido capaz de mantener el contacto con los amigos de la infancia o la adolescencia. Ni tampoco lo he pretendido con mucha intensidad. Con el tiempo incluso, casi he perdido a los de la universidad. Nunca me ha importado demasiado porque siempre he creído que las amistades responden a una especie de ciclo vital, en el que inicialmente se consolidan gracias a que diversas personas confluyen en un lugar, en un tiempo y en un contexto específico; posteriormente se convierten en un eje gravitacional alrededor del cuál gira gran parte de la vida emocional de cada uno de los que disfrutan de ellas; y finalmente, en muchas ocasiones, se diluyen lentamente cuando las distancias personales de los proyectos vitales se acentúan, aparece cierto grado de aburrimiento o alguna otra circunstancia puntual varía. Nunca me ha parecido algo triste, ni motivo de enorme pena o desazón, porque en general el hecho de que en mi vida algunas amistades pasasen a segundo plano ha significado la aparición de otras nuevas con las que disfrutar de diferentes experiencias que siempre me han hecho crecer. Pero en algunos casos, en los mejores casos, nunca mueren del todo. Han sido demasiado importantes, demasiado significativas para que eso les suceda. Tan sólo permanecen en estado latente, congeladas, sustentadas en un cariño indisoluble y sobreviviendo gracias a pequeños contactos esporádicos. Son aquéllas sin las que uno es consciente que no podría escribir su biografía emocional. Este amigo, el del mensaje, es uno de esas amistades. Mis primeros (y excitantes) años en Madrid giran fundamentalmente en torno a dos personas: la primera fue (y sigue siendo) Carol. La segunda, sin duda, fue él. Tardes y noches de sueños, conversaciones, alcohol, risas, cine e incluso algo de teatro permanecen en mi memoria con enorme nitidez, dando forma y sustancia a una parte muy importante de mi vida. Fue una época de absoluta libertad, caóticamente extraña, salvaje y plácida a la vez, en la que el tiempo parecía dilatarse y no había ninguna necesidad de doblegarse a ningún compromiso social ni laboral, por nimio que pareciese. Después, por supuesto, el tiempo pasó y cada uno de nosotros comenzó a transitar por caminos cada vez más alejados, desde los que cada vez costaba más trabajo salir para volver a encontrarnos, para recobrar sensaciones y atmósferas anteriores. Finalmente marchó con su mujer hacia tierras templarias, autoimponiéndose un exilio rural, construyendo un discurso anti-ciudad que necesariamente no podíamos compartir. Da igual. He compartido muchas de sus alegrías, sus miedos, sus fracasos, sus victorias, su búsqueda constante de encontrar su lugar en el mundo sin ceder a lo que parecía ser su destino por estudios o familia. Lo he admirado por eso. Durante los últimos años, cada vez que nos hemos vuelto a ver, una nube oscura sobrevolaba todas sus historias, ensombreciendo su vida injustamente, haciendo que perdiera poco a poco parte de esa jovialidad que siempre le ha caracterizado. La naturaleza nunca se ajusta plenamente a nuestros deseos y cuando éstos son tan intensos la no obtención del objetivo termina pasando inevitablemente su factura. Pero el sábado su cara era diferente. Su sonrisa volvía a ser más plácida. Su mirada, limpia de preocupaciones. Mientras nos contaba la buena nueva y su mujer nos confirmaba la noticia con una leve caricia a su barriga, sentí cómo un extraordinario sentimiento de felicidad me embargaba. Por él. Por su búsqueda. Por sus desvelos. Por las tristezas sufridas. Por los años pasados. No sé si eso se lo pude transmitir con el fuerte abrazo que le di. O sí. Pero desde aquí, ahora, se lo quiero decir de nuevo:

Un fuerte abrazo, viejo amigo. Muchas felicidades y que todo vaya bien. Te lo mereces. Os lo merecéis los dos.

20 agosto 2011

Desconcierto

De lejos lo escucho. Un sonido que creía olvidado. Las trompetas procesionales. Son casi las cuatro de la mañana. Se han parado. Silencio. Igual son imaginaciones mías. Carol ya se ha acostado. Esta noche, al llegar a casa, nos hemos encontrado las imágenes de un policía abofeteando indecentemente a una menor y a otro dando golpes sin sentido a un chico que con enorme dignidad, tan sólo intentaba escapar de la emboscada con su bicicleta. Una manifestación espontánea caminaba en esos momentos por las calles de Madrid protestando contra la violencia policial. Todavía no eran conscientes de que su objetivo de llegar a Sol era imposible de alcanzar. Las imágenes de una cámara fija que TVE nos ofrecía desde su web, nos mostraban cómo esa plaza se había convertido en coto privado de los católicos y se impedía el paso a los demás ciudadanos, a aquéllos que no esgrimían ese pasaporte vaticano en el que se ha convertido la mochila de las JMJ(C). Nunca había visto tantas “lecheras” de la Policía Nacional en un mismo plano, situadas estratégicamente en cada punto de acceso a la emblemática plaza madrileña. A través de Twitter hemos seguido con sorpresa cómo una guerra de guerrillas, nerviosa e imprevisible, se establecía entre los manifestantes que querían acceder a Sol y los policías que a cada paso se lo impedían. Los manifestantes, como si fueran velocirraptores de un parque jurásico, fueron tanteando las múltiples posibilidades de acceder a la plaza. Sin conseguirlo. Finalmente asumieron que el objetivo era imposible y fueron dispersándose sin grandes incidentes, hasta que su pequeño número permitió a la policía hacerles una pequeña demostración de fuerza. Pero el movimiento de los indignados sigue encontrando poros imposibles por los que seguir respirando, y sin que la policía pudiera evitarlo una miniasamblea de católicos e indignados se creaba en Sol sin que nadie se atreviera a disolverla. A través de esa cámara de TVE asistíamos en directo a la misma y nos convertíamos en testigos incómodos de cómo una decena de policías la rodeaban de manera intimidatoria y procuraban que nadie más se incorporara a ella (no siempre con éxito). ¿Por qué razón? ¿Qué molestaba de esta reunión? Eran casi las doce de la noche. Algo estaba pasando. Nos hemos vestido y hemos marchado hacia Sol Sin saber muy bien por qué. Ni para qué. Pero sentíamos que queríamos estar allí. Craso error. Al llegar el desconcierto ha sido mayúsculo. El contexto había cambiado. El impacto ha sido brutal. Ya no había asamblea. Por supuesto, no había manifestantes. Los católicos habían hecho de nuevo suya la plaza. Los policías (profesionalmente) a su servicio habían abierto un pasillo, que no se podía cruzar, por el que desfilaba una de esas vírgenes sevillanas que invaden Sevilla cada primavera. Y como en una de esas malas películas, nos encontrábamos en la parte equivocada del conflicto. Es decir, al otro lado. De hecho ni siquiera parecía que estuviésemos en Sol. Parecía otro lugar, parecía otro tiempo. Los cánticos religiosos resonaban en nuestros oídos. Era evidente que nada teníamos que hacer allí. Había que largarse. Pero no iba a ser tan fácil. Intentamos varias veces atravesar el pasillo sin éxito. La policía nos impedía regresar al siglo XXI, escapar del bucle espacio-temporal en el que nos habíamos metido. No me lo podía creer. Tantos años después, de manera increíble, de nuevo estaba envuelto en el irrespirable ambiente de la semana santa. Por fin conseguimos escapar. Como ratas, por las cloacas, como Harry Lime, utilizando los pasadizos del metro para alcanzar el otro lado y correr hacia el hogar. Para no ver más. Para no caminar más por mi ciudad. La que considero propia, la única que he elegido, la que esta semana ha sido invadida a costa del erario público… Hace ya un par de horas que estamos en casa. El helicóptero de la policía sigue dando vueltas, identificando potenciales peligros inexistentes. No se escucha otro sonido. Parece que era una falsa alarma. No resuenan más trompetas. El silencio va envolviendo Madrid. Es hora de acostarse. Los peregrinos siguen caminado por las calles. Mañana será otro día.

14 agosto 2011

¿Siglo XXI?

Vivimos en un Estado que se declara aconfesional. Vivimos en una sociedad moderna donde la religión debería ya haber sido desplazada del ámbito del poder al ámbito de lo privado. Vivimos en lo que creemos una sociedad democrática donde las instituciones nos deben representar a todos los ciudadanos. Pero en Madrid estos días parecemos vivir en otra época. Para muestra estas fotos que pertenecen al blog de SoyPública, una plataforma de profesores y maestros de nuestra Comunidad que pretende dar voz a los que no creemos que las políticas educativas que se están siguiendo sean las adecuadas. En este caso no se trata de hablar de recortes o de privatizaciones. No. Tan sólo de imagen. De la imagen que ofrece la fachada de la Consejería de Educación de Madrid. No hace falta comentar mucho más