03 enero 2015

Un año de cine (2014). Primera parte

Estas son las películas nuevas (no tengo en cuenta las revisiones) que vi durante el año que acaba de finalizar. Aclaro, mediante la palabra cine, las que vi en pantalla grande. Están ordenadas cronológicamente, según las fui viendo. Separo la lista en dos partes para hacer más digerible su lectura. 
  • El lobo de Wall Street (2013) ­– Martin Scorsese (cine). Un Scorsese pata negra. Su mejor película en muchos años, tal vez desde Casino. Absolutamente frenética y con un Di Caprio volcado. El espectador queda apabullado ante el cinismo que destila la historia, el desenfreno, el descontrol y la falta de escrúpulos y de raciocionio de cierta parte del mundo de las finanzas. Un apunte:como siempre pasa con el cine de Scorsese, a pesar de la dudosa moralidad de los personajes y de los delitos que cometen defraudando tanto a ciudadanos individuales como al fisco, el director parece no poder evitar sentir simpatía por estos hijos de puta individualistas, miserables y egoístas, y conseguir que nosotros hagamos otro tanto. Al final terminamos convertidos los simple mortales en meros espectadores patéticos de las andanzas de "los que se arriesgan" a vivir de otra manera.  Y Scorsese "nos filma". Dos veces. Cuando muestra al tipo del FBI en el metro. Y como asistentes imbéciles de la charla motivacional que al final imparte el personaje que interpreta Di Caprio. 
  • Riddick (2013)David Twhoy. Tras el fracaso y desatino con ínfulas que supuso la secuela (Las crónicas de Riddick) de la simpática película de serie B orginal (Pitch Black) el director, con mucho menos presupuesto, vuelve a las premisas modestas de los inicios sin conseguir más que entretener a duras penas repitiendo patrones y fórmulas desgastadas. Lo mejor: volver a ver Kate Sackhoff (la inolvidable Starbuck de Galáctica) con un personaje a su medida
  • The grandmaster (2013)Wong Kar Wai (cine). Una decepción de uno de los mejores y más sugestivos directores de los últimos 30 años. O tal vez sea mi problema habitual con los biopics y mi incapacidad para aceptar sus premisas. Me aburrí. Visualmente tan hermosa como finalmente irrelevante.
  • La gran belleza (2012) Paolo Sorrentino. Una auténtica gozada. Sorrentino, transmutado en un Fellini del siglo XXI nos traslada con mano firme la decadencia y el vacío que rodean a las élites presuntamente intelectuales de una Roma desconcertante y onírica. Peliculón.
  • Blue JasmineWoody Allen (cine). Una Cate Blanchett antológica sostiene casi en soledad la mejor película de Allen en años. Un retrato demoledor sobre la condición humana en la que nadie se salva y los ricos se comportan de manera tan miserable, egoísta y estúpida como los pobres. Aunque, por supuesto, las consecuencias nunca sean las mismas para todos. Y eso le importe un carajo a Allen.
  • Scoop (2006)Woody Allen. Emocionado por volver a ver una película de Woody Allen potable (Blue Jasmine) me lancé a ver esta otra que tenia en la agenda desde hacía años debido a la desconfianza que me generaba. Un error. Un auténtico bodrio del que apenas se pueden salvar destellos de un viejo maestro al que su hiperactividad le ha hecho engendrar demasiada mierda intrascendente durante la última década. Si hay alguien que tiene todo el puto derecho a hacerlo, por cierto, es él.
  • La gran familia española (2013)Daniel Sánchez Arévalo. Un aburrimiento absoluto con momentos bochornosos que provocan vergüenza ajena en un guión que parece construido a retazos, con retales ingeniosos pero sin continuidad ni inteligencia. Una película fallida de un director cuya ópera prima me encantó y que película a película se aleja de lo que prometía ser.
  • La herida (2013)Fernando Franco. Excelente película sobre el día a día de una borderline que intenta sobrevivir a los desastres que provoca su enfermedad a los que la rodean y a ella misma. Consigue trasladar al espectador todo el dolor y la angustia que provoca esa enfermedad a través de una brutal interpretación de Marián Alvarez, su protagonista, a la que el director, en su opera prima, cede toda la responsabilidad de sostener una historia dramática sobre el daño y la incomprensión que provocan las enfermedades mentales. Una auténtica joya de  ese cine español que nunca ve el gilipollas ese que suele comentar que en España sólo se hacen película sobre la Guerra Civil. Pero claro, qué se puede esperar de él, si es eso, un gilipollas.
  • Nebraska (2013)Alexander Payne (cine). Un director en mi opinión sobrevalorado que consigue aquí su película más auténtica, emocionante, humana y sincera con el relato de un viaje en el que padre e hijo terminan finalmente reencontrándose y volviéndose a conocer. Hay momentos impagables como el de esos primos paletos de la América más profunda riéndose de la duración del viaje en coche o esa familia (masculina) al completo viendo la televisión en silencio mientras beben cerveza. Muy recomendable
  • Fantástico Mr. Fox (2009)Wes Anderson. Adaptación animada utilizando la técnica de stop-motion de un relato del inevitable (en EEUU) Roald Dahl. Sin ser ni de lejos la película que más me gusta de Anderson, sus obsesiones y su manera de ver el mundo son absolutamente reconocibles y nos permiten disfrutar a sus seguidores de esa manera tan particular que tiene de entender las relaciones humanas y de aceptar las desgracias sobrevenidas. Para fans.
  • Bienvenidos al fin del mundo (2013)Edgar Wright. Un despiporre. Por fin conseguí encontrarme con la pareja Wright- Pegg (director-actor principal) en la última película de su particular trilogía sobre las difíciles relaciones adultas entre hombres, enmarcadas en delirantes historias que utilizan las convenciones habituales de los géneros clásicos del cine (norteamericano) para trastocarlas. Con ese humor tan particular de los ingleses lo que empieza siendo el reencuentro adulto de un grupo de amigos de la adolescencia termina convirtiéndose en una revisión delirante, enloquecida y muy divertida de La invasión de los ladrones de cuerpos. Muy grande.
  • Leningrad cowboys go America (1989)Aki Kourismaki. Surrealista y divertida road movie en la que un grupo de música finlandés con atuendos y modos de rockers viaja de Finlandia a EEUU con el objetivo de triunfar mientras su manager vive a costa de ellos. Nada de lo que se pueda contar haría justicia a una película episódica y fragmentaria que no subraya su humor sino que tan sólo parece enunciarlo, como posibilidad. Extraña y fascinante
  • Her (2013)Spike Jonze (cine). Venga, va. El hipsterismo y los modernitos adoptaron a esta película como su himno cinematográfico del año. Es inexplicable. A pesar de lo mucho que me gustaron anteriores película de Jonze, Her es una auténtica basura, de principio a fin, sin nada que la salve. Desde la propuesta de un futuro con una sociedad sin conflictos en la que el tedio impera y las emociones se dibujan con trazo grueso, hasta la falta de verosimilitud en el desarrollo de una inteligencia artificial tan idiota, superficial y vacía como el personaje que interpreta Phoenix. Y con secuencias que provocan vergüeza ajena como el "momento de sexo" con final fundido a negro. Superficial, grandilocuente e intrascendente a pesar de sus penosos deseos de parecer profunda. Un producto típico de nuestro tiempo. Ideal para amantes de Apple y para hipsters en proceso de encontrar un sentido a su vida.
  • Thor 2: el mundo oscuro (2013)Alan Taylor. Convencional secuela de la que fuera convencional película original. Más de lo mismo. Más de la misma épica forzada. Más grandilocuencia marveliana. Más de los mismos intentos por convertir aburridos conflictos familiares en motor de decisiones absurdas. Más de la misma capacidad para aburrir. Soberanamente. Y de la misma capacidad para construir personajes planos a los que se trata de dotar de cierto interés con giros de guión inexplicables. Un coñazo.
  • The bling ring (2013)Sofía Coppola. La hija del gran jefe continúa su carrera ajena a críticas maldicientes. Se ha convertido en la cronista oficial de los padecimientos emocionales que sufren los que ninguna penuria física padecen porque son ricos. Por ser hijos de ricos o por ejercer trabajos triviales que el capitalismo premia con desmesura. Y más allá de juicios de valor imbéciles lo cierto es que sus películas son un testimonio fílmico de calidad que nos acercan a la triste realidad de personas crecidas con todas las comodidades (putos pijos, sí) que se enfrentan al mundo sin entenderlo, educados por familias de tarados o abandonados afectivamente mientras crecen alienados por la moda y la necesidad de encajar en un entorno hostil y cruel.
  • El gran hotel Budapest (2014)Wes Anderson (cine). Una gozada. Un gustazo. Delicioso homenaje a los viejos maestros de la comedia americana, filtrados por la personalidad de un Anderson en estado de gracia que tiene el don de conseguir que el espectador abandone su realidad para aceptar dócilmente las premisas argumentales de un universo, tan excéntrico como extraordinario, de uno de los directores más especiales de los últimos años.
  • Dallas Buyers Club (2013)Jean Marc Vallée. Lo que no deja de ser un biopic que podría ir destinado a las tardes de sábado Antena3 se convierte, gracias al esfuerzo de Matthew McConaughey, en una película medianamente digna que denuncia el abandono social y médico que durante años sufrieron los enfermos de SIDA. Como película nunca termina de levantar el vuelo, incapaz de trascender el drama de la historia personal para convertirse en algo más.
  • Tres bodas de más (2013)Javier Ruiz Caldera. Simpática aunque inofensiva comedia que enmascara tras cierto espíritu transgresor heredado del cine de los Farrelly el habitual conservadurismo social que parece obligar a las mujeres a buscar con desesperación una pareja masculina que las “termine de completar” en su camino vital. Cansina.
  • Enemy (2013)Dennis Villeneuve (cine).  Partiendo de una extraña y atractiva premisa (encontrar que existe una persona que es físicamente exactamente igual que tú viviendo en la misma ciudad) la película intenta explotar el juego de los espejos sin terminar de funcionar. Tal vez porque el director termina obsesionándose demasiado con la recreación de atmósferas, con la ciudad, con los sonidos, con la puesta en escena, sin comprender que debe ocuparse de la verosimilitud de una historia que no avanza, que se queda sin agarraderos y que termina despeñándose.
  • Stockholm (2013)Rodrigo Sorogoyen. Una sorprendente propuesta que presenta en la misma historia dos caras bien diferenciadas: una que parece amable y convencional, un flirteo bobalicón entre dos jóvenes dirigido por el chico. Y otra oscura, subversiva y rebelde. Una historia de espejos que deforman la realidad, de intercambio de roles, de visiones alternativas del cuento que siempre nos contaron. Cine inteligente que no deja indiferente. Muy recomendable.
  • Vivir es fácil con los ojos cerrados (2013)David Trueba. Para mí resulta inexplicable ciertos consensos artificiales que a veces consigue cierto tipo de cine español. La película de Trueba no sólo es aburrida sino que es deslavazada y absurda. Cine de buenas intenciones, blandito y difuso, que nada puede transmitir porque en el fondo poco hay tras el ornamento (también en la fotografía, de una calidez artificiosa y molesta). Más que aburrir irrita por insustancial
  • After Earth (2013)M. Night Shyamalan. Aburrimiento colosal. No digo que sea una basura completa porque a la película la salvan destellos de dirección y una música eficaz. Pero lo cierto es que estamos ante un auténtico peñazo intragable a mayor gloria de los Smith (padre e hijo), con demasiados fallos, sin emoción y sin grandeza. Con una secuencia final entre padre e hijo que provoca molestias intestinales durante horas. Joder, vale, sí: menuda puta mierda.
  • 8 apellidos vascos (2014)Emilio Martínez Lázaro (cine). Sé que lo que corresponde es denostar a esta película para así mostrarme como uno de esos seres espiritualmente elevados que sobrelleva a duras penas convivir con los gustos miserables del poblacho. Vale, pero no. La película no deja de ser una colección de tópicos, por supuesto, mediante los que a duras penas se sostiene un hilo argumental entre sketchs montados de una manera bastante pobre. Pero el conjunto se deja ver, con personajes que resultan simpáticos y reconocibles, cercanos al esperpento. Para pasar el rato
  • Byzantium (2012)Neil Jordan. Un acercamiento adulto al mito vampírico. Se agradece entre tanta birria adolescente. Excelentemente dirigida por un Jordan al que siempre se le echa de menos, los problemas existenciales clásicos del vampirismo son presentados a través de una puesta en escena suntuosa y decadente. Buen recuerdo de esta película.
  • Guadalquivir (2013)Joaquín Gutiérrez Acha . Documental que ha despertado numerosas alabanzas y que, lamentablemente, terminó convirtiéndose para mí en un auténtico suplicio. No solamente por lo artificial de su propuesta narrativa sino también por el equivocado uso de una voz en off descriptiva (la de Estrella Morente) que, por pomposa, afectada y relamida, termina convirtiendo lo que debiera ser un hermoso documental de naturaleza en un indigesto artefacto audiovisual
  • Snowpiercer (2013)Bong Joon-Ho. Una inteligente distopía enmascarada tras una convencional película de acción con toques asiáticos. Una de las películas más recomendables del año cuya carga política pasará desapercibida porque ni los unos, creadores y distribuidores, se atrevieron a explicitarla más, ni los otros, los espectadores, estarán dispuestos o capacitados para ver más allá de la acción convencional y reflexionar sobre un final violento que apuesta por una solución radical al viejo conflicto marxista.
  • Con la pata quebrada (2013)Diego Galán. Documental que repasa el papel de la mujer en el cine español a lo largo de su historia para constatar su rol sumiso, secundario y complaciente. A pesar del enorme valor de la propuesta se echa a faltar un montaje y un planteamiento mucho más radicales para construir un discurso más combativo con el que remover conciencias en nuestra sociedad.
  • Robocop (2013)José Padhilla. Funciona a ratos, no molesta, pero se olvidará con facilidad. Como todos los remakes de películas de los 80. A todos les falta la mala baba de entonces, el cinismo con el que aquellos directores analizaban la sociedad americana. Ya no están esas comisarías llenas de humo y de café, ni esas calles que respiraban violencia, ni ese lenguaje soez. Mientras, por el contrario, a todas estas películas les sobra asepsia, les sobran efectos digitales, les sobra contención. Como le pasaba también al remake de Desafío total de hace un par de años.
  • Al filo del mañana (2014)Doug Liman (cine). Producción de calidad que sirve para pasar un buen rato. Durante la primera hora resultan entretenidas las idas y venidas en el tiempo del protagonista, muriendo una y otra vez para aprender a pasar “las fases” de la batalla (la película copia el esquema clásico de superar fases de un videojuego mediante prueba y error). Después el director pretende ponerse más intenso y dramático y la película pierde toda su gracia. Hay que reconocer que Tom Cruise es una de las pocas estrellas de verdad que le quedan a un Hollywood sin recambio generacional
  • Saving Mr. Banks (2013)John Lee Hancock. Sólo recomendada para los que, como yo, disfrutaron en su infancia viendo una y otra vez Mary Poppins. El más bien aburrido relato de cómo convenció Walt Disney a la autora de las novelas de la niñera más famosa de la historia, se enriquece con la recreación de la construcción de las famosas canciones del musical y por la emocionante historia de la triste infancia australiana de la autora. Música conmovedora de Thomas Newman
  • Frozen (2013)Chris Buck y Jennifer Lee. Refrescante y curiosa película de Disney. La más casposa y conservadora de las productoras de Hollywood parece aquí querer dar un carpetazo a su propia historia ridiculizando algunas de las convenciones narrativas que siempre usó para articular la historia de amor en torno a dos hermanas (mandando al carajo a los putos principes) que necesitan aceptarse y conocerse para poder seguir con sus vidas y dotarlas de sentido.
  • La LEGO película (2014)Phillip Lord y Chris Miller. Divertida e irreverente recreación del mundo de LEGO en torno a la clásica historia de superación de alguien que debe descubrir su valor para poder cambiar su mundo. Lo mejor: las apariciones de un Batman muy particular. Entretenida
  • X-Men: días del futuro pasado (2014)Bryan Singer (cine). Más de lo mismo. Mucho ruido, muchas explosiones, mucha pretendida intensidad emocional, muchos (muchísimos) superhéroes que pasan por allí sin que tampoco sepan muy bien por qué, ni para qué. Mientras sufren de la hostia, eso sí. Para pasar el rato. Al menos no aburre del todo.
  • Estación lunar 44 (1990)Roland Emerich. Madre mía, menudo engendro. Lo único bueno para Emerich es saber que ya era muy malo cuando empezó, que no fue que Hollywood le convirtiera en un  director de mierda, que siempre fue así. Ciencia ficción de serie Z que intenta colocar todos los clichés del género que tan bien habían funcionado en la década anterior en un batiburrillo sin ton ni son donde nunca se entiende la trama del todo y que en el fondo pronto reconoces que te importa un carajo. Basta con fliparlo ante la "calidad" de las interpretaciones, de la puesta en escena, de la historia y del montaje de ciertas secuencias. El momento del ascensor, ya al final, está entre lo más bochornoso que jamás vi en pelicula alguna. Basura cósmica.
  • Spring breakers (2013)Harmony Korine. Pretende ser subversiva, diferente y transgresora. Pero al final el nihilismo adolescente de un grupo de niñatas que terminan aliándose con un gilipollas de medio pelo para dejar atrás sus aburridas vidas en pos de emociones alternativas termina convirtiendose en un mero ejercicio de estilo, vacío y superfluo, incapaz de aportar nada en un momento histórico donde ya resulta complicado colar juegos de artificio como si fueran reflexiones importantes sobre la sociedad actual. Innecesaria.
  • Colonia V (2013)Jeff Renfroe. Ciencia ficción de serie B postapocalíptica que retoma la manoseada idea del enfrentamiento entre un grupo de humanos que sobrevive a duras penas refugiado del eterno invierno que lo rodea y otro grupo de humanos que se han convertido en bestias caníbales. Más de lo mismo sin mucha imaginación y poco talento. Para una tarde de domingo sin nada que hacer.
  • La gran estafa Americana (2013)David O. Russell. Producción de calidad, director de moda, actores solventes, una clásica historia de pillos jugándosela entre sí… Pues sí, vale, pero un auténtico coñazo, vamos. De principio a fin. No puedo entender el prestigio de películas zombis como ésta que nada cuentan, que a nadie parecen dirigirse. Porque nadie en un par de años la recordará.
  • El amanecer del planeta de los simios (2014)Matt Reeves (cine) El reboot de El Planeta de los simios está resultando muy interesante. Tras una primera película muy digna esta segunda parte se adentra en el enfrentamiento entre una civilización, la simia, en los albores y otra, la humana, en decadencia, tras sufrir los estragos de una enfermedad que la ha diezmado hasta casi la desaparición. Con evidentes lecturás sociopolíticas la película no pierde el pulso casi en ningún momento, alternando la acción con la reflexión en un entretenimiento de alto nivel. Recomendable
  • El abuelo que saltó por la ventana y se largó (2013)Felix Herngren (cine). Curiosa producción sueca que sigue los pasos de un tipo al que la casualidad y su manifiesta imbecilidad hacen que interactúe con personalidades políticas y sociales claves del siglo XX en momentos trascendentes de la historia. Un Forrest Gump con más mala leche al que le falta cohesión narrativa. Una pena, porque termina acusando la incapacidad del guión para encontrar una continuidad lógica entre los sketchs que finalmente desconecta al espectador del historia.

13 diciembre 2014

Vergüenza

Resopla. Mientras lo hace en su cara se dibuja una extraña mezcla de rabia, vergüenza y cansancio existencial. El tren acaba de llegar a la estación. Abre la puerta y sale al andén, dispuesto a subir al próximo vagón de ese mismo tren para repetir de nuevo su discurso, para volver a humillarse mientras los demás bajamos la mirada y hacemos como que no lo escuchamos, mirando de manera distraída nuestros móviles o desviando nuestra atención hacia un punto ciego del espacio en el que nada hay y en el que en nada nos convertimos. Hace ya demasiado tiempo que viajar cada día en el metro de Madrid supone asistir a una o varias de estas performances: una mujer o un hombre, joven, de mediana edad o anciano, articula "el discurso de la miseria" frente un público cautivo que, incómodo, preferiría no escucharlo. De manera mecánica describe algún tipo de situación límite e infernal que lo obliga a pedir dinero para poder alimentar a sus hijos, a su pareja y a sí mismo. Pero conseguir que lo que se cuenta termine calando entre nosotros cada vez es más complicado. A pesar de que nadie lo mire directamente a la cara, a pesar de que parezca que se ignora su presencia, se nota que todos en el vagón estamos evaluando lo que se dice, cómo se dice, cómo viste quién lo dice, cómo se articula lo que se dice… Durante unos segundos somos los jueces de una perversa variante de “Los juegos del hambre” en la que decidimos si esa persona merece o no nuestro puto euro. Un breve intervalo de tiempo en el que descubrimos que más allá de ideologías de salón la realidad termina convirtiéndonos en basura, en unos mierdas, aunque pretendamos no serlo. En esta ocasión el tipo en cuestión posee un aura terrible de autenticidad y de necesidad. Con voz clara, sin concesiones al drama y de manera breve, pide comida o dinero. No funciona. Apenas consigue una moneda, un jodido euro en un vagón con más de veinte personas. Es lo que hay. Es lo que toca. Pero lo más patético, lo que más asco produce es saber que esa moneda depende tan sólo de la credibilidad de su discurso, de que un tipo sentado en un asiento del metro, después de haberse gastado 20 euros en comer y 6 euros en un whisky, decida ejercer la caridad con alguien en base a un juicio arbitrario, injusto y despreciable que determina que esa persona dice la verdad y merece ser ayudada. Nada de todo eso parece importar. El tipo coge el euro, da las gracias, camina por el vagón por si alguien más se equivoca pero nadie más levanta la mirada. Se acerca a la puerta de salida mientras el tren frena. Es entonces cuando puede dejar de actuar, cuando cree que nadie lo mira, casi de espaldas a todos. Es entonces cuando resopla. Cuando en su cara aparece esa extraña mezcla de rabia, vergüenza y cansancio existencial. Es entonces cuando sin ser consciente de ello, sin pretenderlo, a través de su gesto, ese tipo resume el momento histórico que vive este país. Y nos avergüenza.

27 julio 2014

La generación mileurista comienza a salir de la habitación oscura

Una de las más importante novedades que ha traído consigo Podemos ha sido que, por primera vez, la que en algún momento fue denominada generación mileurista, formada por los nacidos en España alredeor de los años setenta, se siente no sólo representada sino partícipe de un proyecto político real de transformación social. Esta generación a la que con justicia se la ha acusado de infantilizada, blanda, individualista, poco luchadora y conformista, ha sido la gran perdedora de una crisis, la del capitalismo de casino, que destruyó para siempre todos sus sueños egocéntricos, infantiloides y absurdos que se sustentaban sobre los cimientos endebles de un trabajo precario que el sistema de manera indecente intentó convertir en singularidad de un nuevo contrato social low cost, en el que el consumo siempre sería posible y la estabilidad laboral era una rémora del pasado fordista. Se procuró que una generación llamada a ser trascendente por su número dejara a sus mayores preocuparse por “el rollo político” y se dedicara en cuerpo y alma a una evasión lúdica, consumista y despreocupada, propia de una eterna adultescencia con la que el capital estaba entusiasmado. Todo estaba permitido, todo valía, nada era imposible mientras durara una burbuja inmobiliaria que en nuestro país, es necesario señalar que presentó un matiz extraordinariamente miserable, ya que sirvió para que nuestros mayores, nuestros padres, esos que nos daban lecciones morales y nos abrumaban con discursos grandilocuentes sobre integridad ideológica, nos vendieran a precio de oro viviendas con cuyas hipotecas una gran mayoría de nosotros se verá enfangado el resto de sus días. Pero esta generación ya había dado muestras de cierta evolución, casi de una mutación, cuando sorprendió a todos (a mí el primero) con la marea social, reivindicativa y solidaria que supuso el 15M. Pero ese tsunami, tras el impacto inicial, no asustó a las castas gobernantes porque su evidente imposibilidad de organización y transversalidad social parecían impedir cualquier tipo de asalto al poder. Los jóvenes entonces parecieron volver a dar un paso atrás, parecieron dar de nuevo la razón a sus mayores respecto a su incapacidad de implicación política en cualquier proyecto a largo plazo, pero algo había cambiado por entonces sin que nos diéramos demasiado cuenta de ello: la política se volvió tema de conversación y desde entonces fue imposible no sentirse afectado por ella en todos los ámbitos de nuestras vidas. La generación mileurista se estaba haciendo mayor a base de hostias, maduraba a marchas forzadas y empezaba a mirar a los partidos políticos tradicionales no sólo con la desconfianza habitual sino con un asco profundo, con distancia, evaluando sus debilidades, sus contradicciones, criticando sus componendas y su hipocresía. Se atrevía a dejar atrás el discurso oficial que debiera hacerle defender a unos u a otros dependiendo de cual fuera su ideología trasplantada y comenzaba a hacerse preguntas y a buscar otros modelos, otras soluciones. Comenzaba a organizarse.

Podemos ha conseguido ilusionar a los jóvenes porque utiliza un lenguaje comprensible, directo, creíble, argumentado y parece estar formado por gente como ellos y no por clones prematuramente envejecidos crecidos bajo el abrigo de la partitocracia. En pocos días las jóvenes promesas del PSOE que se presentaban a la secretaría general pasaron de ser ejemplos de renovación a parecer algo rancio, antiguo, como si fueran personajes sacados de un episodio de Cuéntame. Podemos ha construido un discurso social en el que a los menores de 40 años no les cuesta reconocerse porque más allá de ideologías de cartón piedra, los mileuristas hace tiempo que se dieron cuenta que no quieren perder, ni para ellos ni para sus hijos, lo que pensaron que era para siempre. En un sentido estricto podría decirse que son conservadores, pero al modo que postulaba con enorme lucidez Tony Judt: defensa cerrada del Estado de Bienestar, de los derechos sociales, de la educación pública, de la sanidad pública y del establecimiento de unas mínimas condiciones para poder vivir con dignidad. Son ya absolutamente conscientes de que bajo los adoquines no hay nada y que solo apoyando con firmeza sus pies sobre esos adoquines y uniéndose con fuerza entre ellos podrán intentar contener  la marea neoliberal que amenaza con dejarlos sin la mínima protección social que les permita intentar ser medianamente libres. Desde diferentes esferas, tanto a la izquierda como a la derecha del espectro político y mediático, se acusa a Podemos de populismo. No deja de ser gracioso ese calificativo en los labios de una casta cínica que ha usado todos los medios a su alcance para mantener a la ciudadanía ensimismada en el sueño capitalista. Las críticas desde la izquierda son las más descorazonadoras. A algunos parece preocuparles más la pulcritud de los dogmas ideológicos convencionalmente aceptados que la consecución de objetivos sociales concretos que consigan cambiar el estado de las cosas. 

Hace ya un tiempo que se observa cómo muchos de esos menores de 40 años, que en principio parecían predispuestos a optar por partidos tradicionales inclinados hacia la derecha más liberal e individualista, empiezan a tener claro que por encima de cuentos económicos más propios casi del pensamiento mágico resulta imprescindible vivir en una sociedad donde los derechos sociales básicos estén garantizados. Curiosamente son ahora sus hermanos mayores, pertenecientes a la generación inmediatamente anterior, con vidas acomodadas y discursos aparentemente izquierdistas, esos que les daban lecciones morales, los que terminan defendiendo por pragmatismo y conveniencia la prevalencia de la gestión concertada o privatizada de la educación o la sanidad, la necesidad de ciertos recortes, de los rescates a la banca o de una austeridad que a ellos sólo les afecta colateralmente. Parecen temer perder eso que les permite diferenciarse del resto de la población y obtener significativas mejoras en los servicios que reciben gracias al pago de cantidades económicas minúsculas respecto a sus sueldos y patrimonios (pero inaccesibles para los que se mueven en el mileurismo o por debajo de él), olvidando interesadamente que el grueso del coste de esos servicios se sufraga con los impuestos que todos pagamos mientras que los copagos y los costes adicionales limitan el acceso de muchos a servicios esenciales, destruyendo la equidad social.

Inmersos en este aparente caos ideológico y político los mileuristas empiezan a querer influir políticamente en su presente y en su futuro. Han visto desaparecer antiguas certezas como los partidos y los sindicatos tradicionales, corrompidos por el poder económico y atracados por los piratas de lo público, han dejado de sentirse cohibidos por las batallitas de sus mayores, a los que han visto contradecirse demasiadas veces y ser demasiado incoherentes como para que les puedan mantener el viejo respeto y buscan su espacio, pretenden construir su propio discurso, un discurso político, social y económico distinto, con el que sentirse identificados y que realmente contenga sus prioridades. Y ahí están, finalmente dispuestos a presentar batalla política contra los viejos poderes y las castas corruptas justo cuando parecía que la historia se los tragaría y su papel político y social terminaría siendo irrelevante. Habrá que esperar para ver su evolución pero los zombis mileuristas parecen despertar de nuevo a la vida


06 julio 2014

Oligopolio mediático en España: cómo unos pocos se reparten todo

Se rasgan las vestiduras, nos hablan de dictaduras, denuncian que "regular" (como si no se hiciera ya) los medios de comunicación es un retroceso democrático, puro fascismo, o comunismo, les da igual cómo descalificar cualquier intento de mostrar a la gente una realidad mediática putrefacta en la que unos pocos con mucho dinero y poder se reparten los medios a través de los cuales establecen su agenda e imponen su relato del mundo. Un relato que continuamente prostituye la realidad social, la esconde, la convierte en anécdota pintoresca para sus telediarios... ¿Libertad de prensa? ¿Independencia? ¿En España? Nadie con dos dedos de frente puede ya no saberlo, se puede engañar, puede mirar a otro lado. Habrá personas a las que les puede dar más miedo otros modelos, otras alternativas, la radicalidad que a veces conllevan los cambios, la tentación de arrasar con todo para empezar desde cero. Eso lo entiendo, estaré en primera linea para criticar a iluminados totalitarios cuando realmente aparezcan pero ya basta de política de salón, de juegos de manos intelectualoides, algo hay que intentar, aunque fracasemos, porque no se puede defender ni aceptar bajo ningún concepto el modelo actual de concentración de medios en unas pocas manos en nombre de un liberalismo falaz y mentiroso que realmente es parasitario, un modelo que solo los gilipollas o los cínicos pueden a estas alturas apoyar. Y yo ando ya muy cansados de ambos. Por si alguien se quiere hacer una idea del nivel de corrupción y clientelismo al que están sometidos nuestros grandes medios, en manos de quien están desde el franquismo y el grado de dependencia que tienen de la banca y el gran capital aquí cuelgo un artículo escrito hace ya tres años. Desde entonces, con las fusiones y las ventas de medios, nada ha mejorado. Incluso ha empeorado

30 mayo 2014

Los perros rabiosos de la casta mediática se revuelven contra Podemos y Pablo Iglesias

Salen de las cloacas del poder, transpiran terror, se les nota inquietos, nerviosos, les ha sorprendido el vendaval de un movimiento ciudadano que de momento, por mucho que se empeñen, va mucho más allá de Pablo Iglesias y de su impacto televisivo. Pero no pretenden razonar, ni desean comprender las razones últimas por las que una parte de la ciudadanía, harta de los juegos florales de partidos claramente sometidos a través de sus caducos aparatos a los poderes económicos establecidos, ha decidido romper la baraja y participar en otro modelo político. Están asustados, rezuman incomprensión y rabiosos sólo despiertan de su letargo lisérgico para morder con furia a aquellos que amenazan su privilegiada posición social al servicio de sus amos. 

Podemos ha terminado por colocar en la agenda ciudadana lo que desde hace años ya era un clamor: la vergüenza de una casta política mediocre a la que nunca le afectan los problemas sociales del país y que está situada económicamente muy por encima de sus verdaderas cualidades  profesionales. Por no hablar de las famosas y obscenas puertas giratorias entre la política y el mundo empresarial, que permiten que políticos que tuvieron responsabilidad directa en la regulación de las actividades de ciertas empresas terminen incorporándose años después a sus consejos de administración con sueldos millonarios. Pero en España (como en muchas otras democracias occidentales) no se puede desligar esa casta política de esa otra casta superior, la de los poderes económicos, que es la que la corrompe y selecciona en su propio beneficio. Ni tampoco se puede olvidar señalar a ese tercer pilar del poder que termina siempre por destruir cualquier expresión de rebeldía: el periodismo servil de la casta mediática. Esa casta que estos días se está destapando en toda su esencia, con toda su podredumbre, mostrándose tal y como realmente es.

Los que desde muy jóvenes decidimos beber cada día de fuentes diversas de información y estar al tanto de las plumas y las voces del periodismo patrio conocemos perfectamente las carreras, las lealtades obligadas, los sueldos desorbitados, los favores debidos y el servilismo de una gran mayoría de periodistas que se han hecho mayores (tan mayores) haciendo como que informan de manera independiente y haciendo como que opinan libremente mientras sirven como altavoz mediático a políticos y grandes empresarios en una cruenta batalla sin fin para mantener el status quo vigente. Y esta semana he visto a muchos de ellos por primera vez en mucho tiempo asustados. Desorientados. Ofuscados. Nunca los vi tan rabiosos. Nunca tan maniqueos, tan demagógicos, tan descolocados, tan desatados en sus ataques. Nunca fue tan evidente que los años pasados conspirando en aviones, restaurantes o reservados de hoteles de lujo, intercambiando favores con políticos y empresarios mientras comían de la mano de sus señores y se disputaban las migajas del poder los han debilitado, los han convertido en ineptos, en torpes incapaces ya de tomar de nuevo el pulso a la calle y conseguir estructurar discursos que calen en los ciudadanos. Se han destapado, han tenido que mostrar su verdadera cara, esa que ocultaban tras ajadas máscaras de integridad profesional y trayectorias supuestamente intachables. Han recurrido al insulto personal, a la mofa y al escarnio, alimentados por un enorme rencor contra aquellos que vienen a poner en peligro su posición social. Son los mismos que se enriquecían haciendo por la tarde publicidad para los bancos y por la mañana “periodismo crítico” contra los que denunciaban los desahucios y las ayudas injustas a bancos como el que le pagaba. Sí, esos, seguro que ya les pones cara.

En el fondo no temen al programa político de Podemos, que desmenuzan para intentar demonizarlo o convertirlo en parodia. Al fin y al cabo es prácticamente el mismo que el de IU y otras fuerzas estables de la izquierda a las que nunca han prestado la menor atención. Lo que temen es la fuerza y la claridad con la que Podemos desnuda sin componendas las contradicciones de un sistema corrupto en el que poderes económicos, partidos políticos caducos y periodistas serviles se reparten el poder y construyen un discurso totalitario y hegemónico que trata de diluir las revueltas sociales y enmascarar la brutal asfixia en la que vive actualmente una gran parte de la sociedad española. Tienen miedo a Podemos porque representa una articulación real de la indignación ciudadana y saben que su ascenso popular chocaría directamente con sus privilegios de casta. La casta mediática siempre creyó y defendió ferozmente la vigencia del principio lampedusiano: “todo debe cambiar para que todo siga igual”. Y ahora se dan cuenta de que algunos realmente quieren cambiarlo todo para que todo por fin pueda ser diferente. Y eso, claro, los asusta.


Enumerar las descalificaciones de índole personal recibidas por Pablo Iglesias y sus votantes desde el día de las elecciones es prácticamente imposible. No ha habido tertulias de radio en cadenas como Onda Cero, la SER o la COPE, o columnas y editoriales de diarios como El Mundo, La Razón, ABC o El País (además de las televisiones, claro) en las que no se haya insultado, menospreciado, ridiculizado y humillado a Pablo Iglesias y a Podemos. Hay decenas de ejemplos: como ese tertuliano de la SER que abrumado intentaba relacionar de manera bochornosa a los votantes de Podemos con los seguidores de Belén Esteban; o ese otro famoso plumilla de la derecha echando bilis por la boca mientras escribía sobre “El coletas”; o ese otro tipo, sí, Felipe González, intentando atemorizar al personal con referencias casposas a la posibilidad “catastrófica” de existencia de una alternativa bolivariana en España (él evidentemente prefiere ese otro sistema en el que gracias a pertenecer durante dos décadas a la casta política uno se hace millonario gracias a desconocidas habilidades profesionales para “aconsejar” a grandes empresas energéticas).

El torrente de mierda lanzada sobre Podemos y su líder electoral es de tal magnitud que en gran medida se está volviendo en contra del propio sistema y está destruyendo los resto de credibilidad de la casta mediática. Estoy convencido que tras esta primera reacción virulenta que en muchos casos ya sólo provoca risa la segunda opción será procurar el silencio e impedir que los mensajes políticos de renovación que lanza Podemos lleguen con facilidad a los ciudadanos. Y que ese silencio sólo se romperá en los grandes medios cuando surjan noticias que parezcan mostrar incoherencias dentro de un movimiento en formación o cuando surja cualquier circunstancia que pueda ser utilizada para atacar con saña tanto en lo personal como en lo político a sus dirigentes, con el objetivo último de tirar por tierra sus subversivos planteamientos de regeneración política y social. Se escuchan ya voces indignadas en los medios de comunicación tradicionales clamando contra La Sexta y Cuatro, porque, según ellos, han servido de altavoces y han dado proyección pública a Podemos y sobre todo a su líder, Pablo Iglesias. Es increíble como la derecha más reaccionaria y los poderes neoliberales que son los dueños de la totalidad de los medios de comunicación más relevantes del país aún tengan la indecencia de quejarse de que Pablo Iglesias ha sido mimado por esos mismos medios. Es de chiste. O más surrealista aun escuchar a tertulianos quejarse de que al PP o al PSOE no se le ha dado la misma cancha en las tertulias políticas de los medios cuando la realidad es que los dos partidos principales de la casta política siempre están a todas horas presentes en los grandes medios lanzando sus mensajes. Pero claro, el problema es otro, el problema es que ya nadie se para a escucharlos un solo minuto porque nunca dicen nada, absolutamente nada, y no tienen credibilidad alguna para unos ciudadanos que terminan choteándose de ellos. Porque ejercen de charlatanes, porque ya no saben ser otra cosa que charlatanes y ni ellos mismos se creen ya aquello que dicen.

Pero estos “adalides” de la libertad de prensa (que en nuestras democracias significa tan sólo libertad de prensa para millonarios, que son los que se pueden pagar periódicos, radios y televisiones) que sólo encuentran en la censura la solución final tienen un par de problemas importantes. En primer lugar la comunicación ya no está tan jerarquizada como en el pasado y a pesar de la enorme fuerza de los medios de comunicación tradicionales han surgido nuevas formas de comunicación horizontales que el poder aún no tiene tan controladas y que hace más complicado que hace unos años dejar sin voz a quien estorba a las castas, así como mentir y manipular con la impunidad de antaño. Y en segundo lugar se olvidan de la clave fundamental de cualquier acto comunicativo: por mucho que controlen los canales de comunicación para así censurar la difusión de ideas alternativas, olvidan que para poder comunicar tiene que haber algo que comunicar y un receptor que confíe en aquel que emite el mensaje. Y eso ya lo han perdido. Porque no tienen mucho más con lo que engañarnos. Y porque cuando levantemos la cabeza y veamos a los de la casta mediática en las televisiones, los leamos en los periódicos o los escuchemos en las radios ya sabremos quiénes son, a quiénes sirven y cuáles son sus intereses. Por mucho que generen ruido, por mucho que nos llamen, que nos busquen y que intenten congraciarse de nuevo con nosotros muchos vamos a buscar la información en otra parte, vamos a participar en la comunicación de otras maneras, vamos a comprar y a promocionar otro periodismo crítico que informe y opine de manera honesta aunque no tengamos que estar necesariamente de acuerdo con lo que cuente, y vamos a intentar seguir construyendo de manera horizontal una información, una opinión y una forma de participación política diferente a la que ellos nos imponen. Para que cada de nuestros actos comunicativos en la red y en nuestro día a día sirva como contrapeso a las grandes fuerzas de la casta mediática. Inmersos de lleno en una guerra de guerrillas.

Así se repartían los grandes poderes económicos los medios de comunicación en España en 2011. A día de hoy la situación respecto a la pluralidad es aun peor. Pincha en la foto para verla en un tamaño mayor

18 mayo 2014

Un video casero

Un video casero que tal vez opte a peor grabación de la historia. Hora y media de imágenes sin editar, sin discurso, sin que nadie articule una sola idea sobre lo que en cada momento se graba, sin porqués. Sólo una cámara en las manos de mis hermanos, en las manos de unos inconscientes audiovisuales que no sabían que estaban componiendo un impresionante fresco familiar, el único existente, el definitivo, que rezuma autenticidad debido precisamente al mar de continuo artificio por el que navega.  

El evento-excusa era la comunión de mi sobrino, allá por mayo del año 2000, durante mi primer año estudiando Astrofísica en Tenerife. Evidentemente no era mi intención viajar a tierras andaluzas para asistir a ella y a alguien se le ocurrió que nada mejor que grabar los fastos para que posteriormente yo pudiera ver esas imágenes. A mí entonces todo lo relacionado con la familia me daba igual. Literalmente. Me la sudaba. Vivía inmerso en esa primera y especial burbuja de libertad alucinógena que la huida del nido familiar construye. Vivía en ese momento en el que equivocadamente uno considera que nunca le va afectar nada de lo que quede atrás, en ese momento en el que la llamada de la sangre no parece más que otro puto artificio cultural, en ese momento en el que por primera vez se descubre que uno puede sacudirse el sometimiento indecente que impone la estructura de poder familiar y viajar libre según los propios deseos y motivaciones

He visto ese video dos veces. Sólo dos. Con una distancia temporal de casi 14 años. En el 2000. Y en 2014. Son enormes las diferencias entre las emociones que una y otra visión me provocaron. La primera vez lo vi en VHS, meses después de la comunión, estando aún Tenerife. Recuerdo asistir a la impúdica desnudez emotiva de mi familia con una mezcla de agrado condescendiente y distanciamiento. Aquello que veía ya no era mi presente, era parte de mi pasado. Y esos que interpretaban aquella cinta (mis padres, mis hermanos, mis cuñados circunstanciales)  poco tenían que decirme por entonces, apenas era capaz de escucharlos, apenas sentir por ellos un cariño calculado y egoísta. Difícilmente podía no juzgar (tal vez con injusta acritud) sus palabras, sus actitudes y sus comportamientos. Igual porque el pasado inmediato es aquello de lo que con más fuerza uno se quiere desprender cuando necesita intentar aprender a volar sin ataduras.

La segunda vez fue hace un par de meses. Durante más de una década ese VHS que contenía la única copia existente de esa fiesta se perdió. Varios viajes, dos o tres mudanzas y el habitual desorden que me rodea hicieron que fuera incapaz saber donde andaba esa cinta. Llegó un momento, hace un par de años, en el que pensé que realmente la había extraviado para siempre, aunque siempre me rondara la idea de que una búsqueda profunda haría que finalmente la encontrara. Así fue. En navidades recopilé varias cintas que andaban escondidas en casa de mi madre dispersas entre viejos recuerdos. Una vez en Madrid, dos meses después,  le quité las telarañas al viejo reproductor de VHS y durante una tarde estuve probando una tras otra cada una de las cintas hasta que por fin di con ella. El primer impacto fue brutal: a pesar de la distorsión de la imagen provocada por el deterioro de la cinta lo primero que vislumbré fue a mi padre, muerto hace ya doce años, atravesando el paso de cebra que une Ciudad Aljarafe con Los Alcores. Apagué el video, nervioso. Saqué la cinta y sin más dilación caminé hasta un negocio cercano que ofrece la posibilidad de transformar cintas VHS en DVD.  Tres días después recogí el DVD. Lo guardé. Esperé aún una semana más hasta que una noche, ya de madrugada, y en soledad, me decidí a ver la grabación completa.

Sin deudas que cobrar, sin rencores, desde la distancia, con paradigmas familiares en plena transformación, durante hora y media contemplé en silencio a mi familia, a mis hermanos, a mis ocho hermanos, a mis padres, a mi madre, expuestos, sin filtros, como eran, como siguen siendo en muchos casos, sin edulcorantes, sin concesiones al engaño. Y reconozco que sentí una enorme simpatía por ellos. Sonreí contemplando sus excesos, su grandilocuencia, me sorprendí observando las enormes diferencias que ya entonces se vislumbraban entre unos, "los mayores”, y los otros, “los pequeños”, identificando con facilidad sus dobleces, sus miedos, sus debilidades, sus ansias de libertad, sus enormes ansias de felicidad, sus defectos, la imposibilidad de comunicación entre ellos. Una familia numerosa, la mía, tan compleja. Y tan convencional. 

Los Almeida nos estamos haciendo mayores. Año tras año. Golpe tras golpe. Una familia más, como tantas otras. Con ínfulas, traiciones, alianzas, lealtades, verdades lacerantes mal digeridas. Con mucho dolor acumulado. Tanto dolor. Un dolor que no se puede compartir pero que hace daño, mucho daño. No, la familia no es una mierda. Pero es un coñazo, un verdadero coñazo emocional. Algo de lo que no te puedes desprender aunque lo intentes, que te alcanza, que te afecta, que te cambia para siempre. Y ahí seguimos. Siempre de alguna forma jodidos. Sin solución.



19 abril 2014

Gotas de cine (3): Centauros del desierto

 
Ethan cabalga lentamente, con su sobrina entre sus brazos. Se dirige al rancho de los Jorgensen. Tal vez el último lugar en el mundo que pueda considerar un refugio, triste remedo del que durante un instante pensó que podría volver a ser su hogar, el rancho de su hermano, el rancho de Martha, antes de que primero el pasado y después la violencia destruyesen para siempre lo que nunca fue otra cosa que un sueño equivocado, tan ingenuo como doloroso. Tal vez durante un instante es capaz de vislumbrar la verdad, de asumir que su tiempo llega a su fin. Que su existencia carece ya de ningún sentido. Nada tiene que hacer, nadie a quien querer, nadie que lo necesite, sólo le resta dejar pasar los días recordando lo que se fue, lo que dejó marchar, lo que nunca se atrevió a intentar. Se siente viejo, terrible y desesperadamente viejo, se sabe ya de otra época, pertenece a una realidad que ha de desaparecer para que sus huesos sirvan como abono legendario de un país que le debe tanto como tanto se siente ya avergonzado de él. Ha cumplido con su obsesión. Ha recuperado a Debbie. Su enfermiza búsqueda del paradero de la última hija de la que fuera el amor de su vida, la mujer de su hermano, Martha, ha llegado a su fin. No siente satisfacción alguna, no puede sentirla, está muerto por dentro, desde hace mucho tiempo, desde que miró con horror los restos ennegrecidos de aquellos cuerpos humeantes. Años han pasado desde entonces, años de búsqueda perturbada, años persiguiendo a una sombra que se le escapaba siempre entre los dedos, años rastreando a Scar, siniestro reflejo de sí mismo. Ahora todo ha acabado. Scar está muerto. Como él. Aunque aún respire. Baja del caballo y camina hacia la puerta del rancho con Debbie aún entre sus brazos. La deposita con delicadeza en el suelo para que el matrimonio Jorgensen pueda hacerse cargo de ella y acompañarla a través de la puerta, con cariño, hacia el hogar, hacia ese hogar fuera de plano, oscuro, en negro, que no vemos pero que como espectadores percibimos trascendente. Esa puerta es la divisoria final, la frontera entre el pasado y el futuro, entre un tiempo que se fue y otro que está llegando. Ethan se aparta, deja paso a Martin y a Laurie, jóvenes dispuestos a dejar atrás traumas de generaciones pasadas, que ni notan su presencia, que parecen haber olvidado ya su existencia. El tiempo se dilata. Es entonces cuando Ethan parece mirarnos, desafiante, durante un instante, a nosotros. Nos mira desde el pasado y no espera nada, nada nos pide, no le importa nuestro juicio, en absoluto. Nos da la espalda y se aleja, bamboleante. De vuelta a un pasado que ya no existe.

08 abril 2014

Contramanifiesto por el cierre de nueve canales de la TDT (o por qué las leyes y las sentencias están para cumplirse)

España, el país de las libertades amenazadas… ¿Está usted de acuerdo? Imagino que sí, pero igual, cuando piensa en las amenazas a esas libertades ni se le ocurriría considerar que según la visión apocalíptica de Vertele, una de esas terribles amenazas que nos acecha es la pérdida de una serie de canales de la TDT que están en manos, fundamentalmente, de A3Media y Mediaset, esos adalides de la pluralidad mediática, esos campeones de la información objetiva e imparcial. Aquí transcribo y comento el manifiesto mediante el que la web en cuestión clama, desesperada, por una movilización ciudadana que obligue a dar marcha atrás al Gobierno y lo obligue a revocar esta decisión presuntamente liberticida. Los pelos como escarpias, la emoción desbordada, la indignación a flor de piel… Sí, lo entiendo, se ha despertado finalmente en usted el animal que lleva dentro, ésta es la gota que desborda el vaso, hasta aquí podíamos aguantar: ni los desahucios, ni la precarización del empleo, ni el rescate bancario, ni el paro sistémico, ni la dramática reducción del estado de bienestar… Nada, nada es comparable a esto… ¡Maldita sea!  ¡Malditos sean!... En fin, analicemos en profundidad el manifiesto:

Vertele se manifiesta en contra del cierre, instado por el Gobierno, de nueve canales de TDT que deben desaparecer, como muy tarde, el próximo seis de mayo.

Según lo anunciado por el Ministerio de Industria, tras una sentencia judicial del Tribunal Supremo, Atresmedia tendrá que clausurar tres canales, Mediaset deberá cerrar otros dos, al igual que Veo TV y Net TV. Por ello corren peligro de desaparición canales como Nitro, Xplora, laSexta3, LaSiete o Nueve entre otros.

Pues mal empezamos… ¿Qué significa eso de “cierre instado por el Gobierno […] tras una sentencia del Tribunal Supremo”? Resumamos para el lector interesado lo que puede leer aquí y aquí con detalle: el Gobierno, si termina cerrando esos canales (algo que hay todavía que ver) se limitaría a cumplir una sentencia del Tribunal Supremo que establece que la adjudicación que hizo en su momento el Gobierno de Zapatero sin concurso público de estos canales de la TDT fue ilegal. Vamos, que se trató de un dedazo indecente que contravenía la legislación vigente. Pero claro, igual esto no le importa una mierda a Vertele (parece lógico pensar que en este caso ejerce de marioneta sin complejos de Mediaset y A3Media) que ignorando decisiones judiciales y el obligado cumplimiento de las leyes en vigor parece preferir que sus lectores consideren que los canales se cierran por una decisión arbitraria del Gobierno… Detallitos intrascendentes…

Por todo ello Vertele ha decidido liderar un movimiento contra el cierre de canales, para evitar el apagón, basado en los siguientes razonamientos:

Venga, va,  reconózcalo, lo de “liderar un movimiento contra el cierre de canales” le ha llegado, lo ha emocionado, se ha sentido usted embargado por el poder de la subversión de una simple web que, como un Espartaco digital, se levanta contra el poder totalitario de un Gobierno intervencionista y fascista que se arroga el derecho de limitar las voces libres que el ciudadano puede escuchar… Suspiro profundo, mirada al infinito, tremenda satisfacción interna. Es evidente, se constata, es usted un libertario. Y A3Media y Mediaset son sus profetas.

- Los ciudadanos usuarios de televisión verán reducida la oferta actual en un 37,5%, perdiendo una oferta gratuita de contenidos televisivos como documentales o películas.

Ya se sabe que lo bueno de las estadísticas idiotas es que uno después puede interpretarlas como le de la gana. Para Vertele el cierre supondría la pérdida de casi el 40% de la oferta actual. Un terrible drama. Para la mayoría de españoles supondría la desaparición de una serie de canales que sobreviven a base de refritos, reposiciones, material enlatado, películas repetidas hasta la extenuación, teletienda e infames programas de tarot. Canales que habitualmente apenas duran unos segundos conectados antes de que el sano ejercicio del zapping decida dejarlos atrás una vez más. Con razón.

- Los espectadores, que tuvieron que hacer un gasto económico para hacer la transición hacia la TDT y modernizar sus televisores o receptores, ven ahora cómo la oferta se reduce sin que se disponga de ninguna información de las intenciones futuras del Gobierno.

- La desaparición de estos canales reduce también la pluralidad en los medios de este país.

Hay que reconocerlo: hay que tener mucha jeta para defender lo anterior y mantener la compostura como si de verdad se creyese lo que se dice. Descojone general… ¿Que "la oferta se reduce"? ¿Pero de qué oferta están hablando? ¿Que se pierde pluralidad? ¡Pero si casi hay ya hoy menos diversidad y pluralidad informativa en la televisión que a principios de los 90! ¿Dónde están los nuevos formatos? ¿Dónde está el riesgo empresarial? ¿Dónde está la inversión en nuevas ideas? ¿En qué canales tiene cabida la pluralidad de voces que conforman nuestra sociedad? ¿En qué canales se emite otra cosa que no sea entretenimiento huero e insustancial? Los de Vertele deben estar de coña. Estos canales que se mencionan (salvo alguna saludable excepción) sólo sirven para encontrar un hueco a producciones y programas convencionales que en general entrarían dentro de cualquier definición amplia de telebasura. 

- La industria de la producción y de los servicios de televisión, golpeada con dureza por la crisis, volverá a verse afectada por esta medida.

- La desaparición de cadenas de televisión provocará la pérdida de puestos de trabajo, tanto directos como indirectos, en productoras, estudios de grabación, grafismo, doblaje, montaje, atrezzo, maquillaje, estilismo, guión, realización, operación de cámara y limpieza.

Utilizar la potencial pérdida de puestos de trabajo debido al cierre de estos canales como elemento de presión social supone tal vez la mayor vileza de este manifiesto cínico, hipócrita y manipulador. Porque no recuerdo que Vertele ni los que ahora difunden (¿e impulsan?) dicho manifiesto (A3Media y Mediaset) hayan utilizado ninguno de sus altavoces mediáticos para denunciar la terrible precarización del periodismo y la industria audiovisual de nuestro país. Ni para denunciar los despidos, las reducciones de sueldo, las horas extras no pagadas. Ni para mostrar el miedo, ese puto miedo que el Gobierno, ése al que ahora critican, ha provocado con sus reformas laborales en todos los trabajadores privados de este país.

-Por estas razones nos manifestamos contra el apagón de los canales de TDT y pedimos a las autoridades competentes:

- Que se subsane, por una vía distinta a la del cierre total de canales de televisión, los errores formales que provocarán la desaparición de estos nueve medios de comunicación, tal como ha hecho ya el Gobierno en otras ocasiones.

Invitamos a todas las personas afectadas a sumarse a esta iniciativa. También lo hacemos a entidades, empresas y colectivos sociales a los cuales rogamos que apoyen esta petición.

¿"Errores formales"? Al dedo de dios (aka Zapatero) lo denominan errores formales, eludiendo de manera tramposa el trasfondo de la sentencia ya comentada del Tribunal Supremo, que obliga al cierre de esos nueve canales porque fueron adjudicados sin el obligado concurso público. Si hay pocas dudas ya de algo en este país es de lo bien que funciona el  nepotismo, las influencias y el poder de las grandes empresas para conseguir prebendas de las Administraciones públicas. Y ahora, además, apelando de formar torticera a las emociones primarias, pretenden que los ciudadanos las ayuden a saltarse las leyes y las sentencias judiciales sirviendo como soldados rasos en la defensa de sus intereses privados

Final: tal vez lo más deporable del manifiesto es cómo obvia que el cierre de estos canales por mandato judicial no conlleva la irremediable desaparición de la posibilidad de nuevos canales. Lo que hace es abrir la puerta a la convocatoria de un nuevo concurso público en el que las empresas interesadas podrían pujar en igualdad de condiciones por unas licencias televisivas que estaban hasta ahora, según el Tribunal Supremo, ilegalmente en manos de A3media, Mediaset, Veo TV y Net TV. De manera que, si usted es capaz de sobrellevar el ruido mediático que Vertele va a conseguir gracias a la difusión "casual y desinteresada" de su manifiesto por todas las televisiones privadas, tendrá que pararse a reflexionar sobre la estomagante capacidad que tienen los poderes mediáticos para conseguir que sus intereses económicos parezcan también  algo fundamental por lo que la ciudadanía debe luchar. Hasta este momento ya llevan 4000 firmas...  ¿En serio que usted también los va a apoyar?

29 marzo 2014

Preguntas sin respuesta (marzo, 2014)

  • ¿Por qué los medios hablan de salvar autopistas (con dinero público) porque al parecer están en la ruina y no exploran cuáles son las concesionarias de esas autopistas y sus beneficios empresariales en los últimos años para comprobar la realidad de esa “quiebra” en relación a sus beneficios totales?
  • ¿Queda por ahí algún ciudadano español que vote por convencimiento ideológico al PSOE y no tan sólo para oponerse al PP? ¿Queda alguno por ahí? ¿Lo conocéis? ¿Cómo se llama?
  • Enlazando con la pregunta anterior… ¿Quién compra hoy El País diariamente y por qué?... No, venga, en serio… ¿Quién compra hoy El País diariamente y por qué?... No, en serio…
  • ¿Por qué nadie parece preguntarse el porqué de la ingente información crítica que los medios tradicionales dedican a países como Venezuela mientras apenas se preocupan por la situación social de otros como China o Arabia Saudí? ¿Y por qué nadie se para a investigar la trayectoria de los periodistas que escriben desde hace años sobre ese país en periódicos como El Mundo o El País?
  • ¿Por qué las mismas acciones violentas son para medios como ABC y La Razón una “valerosa defensa de la libertad” en Venezuela y en Ucrania mientras se consideran casi como “actos terroristas” en España? ¿Y cómo consiguen que esta mierda cuele entre sus lectores?
  • ¿Cómo es posible que cierta izquierda española defienda sin prejuicios principios excluyentes y maximalistas de los nacionalismos regionalistas y se eche las manos a la cabeza cuando esos principios los usa de manera grosera y cerril la derecha conservadora y reaccionaria española?
  • ¿Cuando Montoro niega los datos de pobreza en España porque “no los ve” es porque nunca se baja del coche oficial, porque es así de necio o porque vive inmerso en “estadísticas objetivas” (las suyas) que no soportan verse confrontadas con “estadísticas subjetivas” (las de los otros), a pesar de que todas se construyan bajo los mismos principios de esa “ciencia exacta” que es la economía?

07 marzo 2014

Historias del Cubata Mecánico


Despierta chaval, que ya es domingo, apenas has dormido esta noche y tienes que desayunar. Hoy no vas al campo, no al menos a ese campo familiar, hoy no pasarás el día en la prisión rural, hoy libras, hoy toca fútbol, aunque para deporte el que ya hiciste anoche, los 1500 metros aljarafeños, desde San Juan, desde Los Comerciales, a toda prisa, a la carrera, con el whisky amenazando con salir en cualquier momento por el gaznate en tu loca carrera de regreso a casa, antes de que las puertas de Mordor se cerrasen. Llegaste a tiempo, a duras penas, el cancerbero se bamboleaba en su sillón con la mirada fija en el reloj, en ese reloj. Migue ya estaba en casa, me alegró verlo, como siempre, desde siempre, aunque jamás se lo dijera, miserias de hermano mayor. Te acostaste como pudiste, fingiendo torpemente dignidad, agradeciendo que ya en la cama los posters de Star Wars colgados en la pared parecieran esta noche respetarte a ti y a las leyes de la física, manteniéndose en su sitio, sin moverse, sin que la mareante luz de sables láser incontrolados te condujera a indeseables epílogos etílicos. La noche pasó y llegó la mañana. No hay resaca, no puede haberla. Hoy toca fútbol, hoy juega el glorioso, hoy jugamos nosotros, el único nosotros que conocí durante mi adolescencia, esa adolescencia que estaba a punto de acabar aunque yo aún no lo supiera, aunque aún no fuera consciente de ello ni estuviese preparado, el nosotros de una amistad que parecía eterna. Hoy juega El Cubata Mecánico, hoy tenemos partido en la liga más importante de Sevilla, la que no jugaba ni el Betis ni el Sevilla, la liga de distritos, la de fútbol sala, a las once de la mañana, en las instalaciones deportivas de ese descampado cuyo nombre ya ni siquiera recuerdo. Coincido con Migue en la cocina para desayunar, the others deambulan por la casa, fantasmas sin rostro, aún sin historia ni leyenda; nosotros nos miramos: el Cañitas del equipo parece en forma, con ganas, las tostadas desaparecen con rapidez, vamos tarde, hemos de prepararnos y la habitación nos espera. Con el respeto debido al ritual nos enfundamos en el traje blanquinegro de superhéroe futbolero mientras dejamos que la música de Jerry Goldsmith para Desafío total, grabada en cinta de casette TDK, nos envuelva e inunde la habitación. Terminamos de atarnos las botas en completo silencio, mientras la música nos prepara para la batalla. Hoy jugamos al futbol, hoy somos futbolistas, hoy somos superhéroes. Sin ser conscientes de lo poco que nos queda para dejar de serlo. Sin comprender que en poco tiempo la magia desaparecerá para siempre.

Caminamos con prisa hasta el punto de reunión. El Magalla y El Conejo (Manolo y Javi), nos esperan en la calle. Hoy vamos en dos coches. Nosotros montamos en el de Magalla, con El Conejo; los hermanos Aguayo, montan en el de Luis (El Pato, también conocido por El Palillo). Nosotros recogeremos a Manolito en su casa. Su  estado es lamentable. Hace pocas horas que se acostó. Es evidente que la noche fue larga para él pero eso no le ha impedido cumplir con su obligación superior, con su compromiso futbolero, con nosotros, con el equipo.

Porque somos un equipo Mecánico, como un Cubata, con cambios establecidos cada cinco minutos para que nadie se cabree, sin preocuparnos por las necesidades reales que demanda el partido. Pocas veces se vio un equipo de fútbol en ninguna competición tan apasionado como el nuestro, tan emocional, tan comprometido y tan, tan, tan terriblemente malo. Joder, qué malos éramos. Desde un portero con miedo al balón hasta un tipo que se marcaba solo regateando siempre hacia la banda hasta cerrarse el espacio. Desde un mediocentro defensivo que poco barría hasta defensas hermanos con tendencias depresivas. Desde un tipo tan delgado que carecía de fuerza para proteger un balón hasta un delantero con ínfulas que tenía miedo a golpear con fuerza el balón. Y por allí también corría como pollo sin cabeza un Manolito todo pasión, todo emoción, con tan poca calidad como mucho corazón. Somos muy malos, sí, tal vez, pero no lo aceptamos, nos negamos a asumirlo, no nos lo creemos, eso nos hace grandes, muy grandes, por eso corremos como cabrones. Y hoy, aunque parezca increíble, vamos ganando. Y yo estoy crecido, he metido el 1 a 0.  Tal vez sea el primer partido de la liga que podamos ganar. Estamos empezando la segunda parte. De pronto, intentando llegar a un balón dividido, con el miedo que siempre sentí al enfrentamiento físico, siento un terrible dolor en la uña del dedo gordo del pie. Grito por el daño, siento como si me clavasen cristales en la piel, pido el cambio, me voy a la banda, me saco la bota y miro el desastre. Con tanto sufrimiento como rabia veo cómo la uña del dedo en cuestión está medio levantada, observo cómo la sangre se acumula en un dedo que se amorata por momentos, pero siento cómo el dolor racional es amortiguado hasta casi desaparecer por el chute de adrenalina que me está provocando ese puto partido intrascendente. Me quedo fuera, no debiera volver a salir al campo, parece que hoy ya no volveré a jugar. Nos empatan, mala suerte, o no, es la historia de siempre. Manolito está fuera del campo, allí, al fondo, junto a la banda, vomitando el whisky de la anoche anterior. Ya no hay más cambios, uno de los Aguayos se ha ido, encabronado, en una de sus arrancadas emocionales, tan sentidas y siempre tan incomprensibles. A estas alturas perdemos 2 a 1 y yo ya quiero volver, yo ya quiero jugar una vez más, otra vez más, la última que recuerdo, la uña ya está jodida, qué más da joderla un poco más, qué más da sangrar, qué más da sufrir. Pido volver a entrar, nadie se niega, al fin y al cabo qué más da. Quedan poco más de 10 minutos, seguimos jugando con tan poca cabeza como siempre pero de repente, tras una jugada aislada y colectiva, logro el empate, sin forzar, empujando el balón a puerta vacía. Casi no puedo apoyar el pie. El partido va muriendo, parece que el empate será el resultado final, de repente me llega la pelota a la altura del mediocampo, un bicho viene hacia mí como si fuera una locomotora, de manera instintiva lo eludo con el único regate que en mi vida aprendí, el que patentara Laudrup y mejorara Iniesta, ya corro hacia la portería y con un amago, en carrera, me quito de en medio a un segundo defensor, sólo me queda ya el portero, y la portería, no tengo cojones para tirar, siento cómo la uña tiembla, siento dolor en cada zancada, regateo también al portero, ya no queda nadie para defender, acabo de hacer la jugada de mi vida, a puerta vacía, con el interior del pie, sin fuerza, sólo empujando el balón, marco el gol de la victoria.

Me vuelvo loco, salto de alegría, como si hubiera ganado una liga, o un mundial, y ellos también, los veo a todos correr hacia mí: a Luis, El Palillo, el dandi del grupo, el entrañable ligón, el tipo al que la vida obligó demasiado pronto a aceptar responsabilidades vitales demasiado trascendentes; a Javi, El Conejo, el portero que, como en un cuento de Cortázar, un día cogió miedo al balón, el amigo capaz de interpretar sin atisbo de duda el diálogo de Greedo con Han Solo en aquella cantina de Tatooine; a Manolo, El Magalla, que me abraza riéndose, tan injustamente acosado en su infancia, una persona sin dobleces, un tipo esencialmente feliz, un rocker, incapaz de traicionarte; corren hacia mí también Los Aguayos, tan diferentes: uno tan contradictorio, otro tan sensible, los dos siempre tan dispuestos, tan amables; me agarra del cuello Manolito, el fichaje final de nuestra amistad adolescente, tan pasional y tan  intenso, un grande, un tipo fantástico, siempre tan insatisfecho; y Migue, por supuesto, qué decir de Migue, El Cañitas del equipo, el pulmón de mi vida infantil, adolescente y adulta, mi hermano pequeño, mi confidente, mi amigo. Todos rodeándome, todos tan idiotas, todos tan absurdamente felices…

Ya no sueño por las noches con el fútbol. No sé cuando dejé de correr enfundado en las trece barras verdiblancas sorteando contrarios desde el centro del campo, en un Benito Villamarín a rebosar,  hasta conseguir un gol maradoniano contra el Sevilla que ponía al estadio en pie. Era un sueño recurrente desde que era niño, que a veces yo mismo provocaba segundos antes de caer en la inconsciencia nocturna, paladeándolo con placer, hasta que un día, hace ya unos años, voló, desapareció, casi sin darme cuenta, sin despedirse. Tal vez por eso recurro hoy a la memoria, al artificio del recuerdo reconstruido, antes de que ella también se haga mayor, madure y olvide gestas idiotas como la narrada, tan intrascendente como heroica.

Fue un gran día. Cuando éramos grandes, los más grandes, cuando El Cubata Mecánico perdía partido tras partido en una liga intrascendente de futbol sala sevillano y nosotros entrenábamos para esos partidos de fin de semana como si la vida nos fuera en ello. Historias del Cubata Mecánico, historias de fútbol que no son más que historias de amistad. Hace ya mucho tiempo.