Siempre fue una noche especial, repleta de expectativas,
vivida con ilusión, llena de risas, llena de gritos, llena, repleta de
hermanos, nadie más, nada menos. A veces mis recuerdos se deslizan por el
territorio espacial y sentimental que reconstruye la incombustible Cuéntame y
me encuentro sonriendo ante imágenes sueltas que pululan a su antojo por mi
memoria: las siestas preparatorias, el despertar ante el grito ahogado de un
pavo que perecía a manos de mi madre ante los ojos horrorizados de mis hermanas,
el olor a sabrosa comida que inundaba perezosamente la casa a medida que avanzaba la
tarde, el discurso del rey que sentaba a mi madre, frenética durante todo el
día, junto a mi padre, que plácidamente fumaba intentando encontrar el detalle
que diferenciaba lo dicho ese año de lo dicho el anterior, los hermanos
sentados a su alrededor, en silencio, intentando comprender la importancia de
esas palabras… Es curioso. Posteriormente, a medida que pasan los años, vamos
desapareciendo todos de ese fotograma emocional, lentamente, al tiempo que
crecemos, que pasamos a ser adolescentes primero, protoadultos después y ya
adultos al final, nos diluimos como en esas elipsis cinematográficas que marcan
penosamente el paso del tiempo. Hoy ya sólo queda mi madre, allí sentada, escuchando
al rey, mientras los demás huimos a la cocina e intentamos reencontrarnos y
reconocernos mediante conversaciones intrascendentes. Lo que una vez fue
subversivo hoy es trivial y esa imagen solitaria de mi madre me produce ahora
una extraña tristeza. El 24 es la navidad. Siempre lo fue, lo demás era
secundario. Ese día, con su noche incorporada, marcaba el principio de una
época gozosa, sin clases, con eventos especiales, con normas que alegremente se
rompían y la sensación de que el tiempo se dilataba para siempre. Cenábamos y
hablábamos. Bueno, en realidad engullíamos y gritábamos… El tiempo casi todo lo destruye o tergiversa,
pero aquellas cenas de navidad donde aún estábamos todos, antes de diásporas y
ausencias, voluntarias o desgraciadas, se resisten al olvido. Por ahí siempre
anda mi hermano pequeño, Migue, y esas pataditas que nos dábamos bajo la mesa
cuando alguna situación nos divertía o advertíamos que alguno de los demás
hermanos, debido a su incontinencia verbal, iba a ser el fatal destinatario del
comentario irónico o ácido de mi padre. Tras los postres aparecía el champán,
el momento tenso del corcho suicida, las copas que entrechocaban y la
maquinaria de la limpieza general que se ponía en marcha para poder
trasladarnos al salón y disfrutar allí del resto de la velada. Era el momento
que más disfrutaba. Había que correr para situarse estratégicamente, alrededor
del brasero, mientras la mesa se iba llenando de dulces, bebidas y chucherías, conformando
una orgía cromática que hace que aún hoy salive pensando en ello. La cosa
empezaba fuerte, las pullas y los puñales de fogueo seguían volando a mi
alrededor, mi madre montaba su teatrillo de cada año en torno al cigarro que
ceremoniosamente mi padre le entregaba, nosotros la jaleábamos gozosos e
incluso a veces, se nos permitió una calada iniciática que nos cogía por
sorpresa y nos generaba a los pequeños emoción y nerviosismo. La noche iba
avanzando, decayendo, mi padre se iba durmiendo tumbado por la bebida y uno a
uno terminábamos desfilando hacia las camas. Los años pasaron, el niño que fui
se convirtió en adultescente, el ambiente familiar se enrareció y el 24 de diciembre se convertió cada año en un
punto de encuentro incómodo aunque necesario. Las tensiones hacían irrespirable
la convivencia familiar, tensiones idiotas que fueron mal gestionadas y que
dinamitaron en parte durante años estos encuentros, pero que también marcaron
en muchos casos las trayectorias de cada uno de nosotros. Los recuerdos de esa
otra época son diferentes. La brecha tal vez la marque la noche del anís. Otro de mis
hermanos, Juanma, ya vivía fuera de casa y aquella nochebuena, cuando todos se
acostaron, nos quedamos solos, charlando y bebiendo, hasta acabar una botella
de anís, que era lo único con alcohol que teníamos a mano. Aquella noche vimos,
más allá de las cuatro de la madrugada, ¡Qué bello es vivir! de Frank Capra.
Fue la última vez que recuerdo haber visto una película de Capra y tener la
sensación de que estaba viendo algo excelente. Fue la primera nochebuena de
muchas otras (fordianas) que se llenaron de whisky y conversación hasta el
amanecer.
Me gustan los ritos. Siempre me han gustado, Mantener
pequeñas ceremonias que se repiten en el tiempo y a las que acudo sabiendo a
priori lo que va a pasar. No suelo ser esclavo de convenciones sociales impuestas
desde fuera, pero en cambio sí lo soy de algunas mis obsesiones rituales. Hasta
que el paso del tiempo hace imposible mantenerlas. De momento mañana vuelvo a
Sevilla. A casa de mi madre. Con mis hermanos, cuñados y sobrinos. A pasar la
nochebuena. Faltarán algunos. Demasiados. Mala suerte. Pero yo estaré de nuevo
allí. Y me vuelve a apetecer.
Hoy estoy fuera del circuito educativo. Me han echado, me han enseñado la puerta de la calle, me han apartado y dejo de ser profesor (de momento) por este año. He de agradecérselo al dúo dinámico madrileño, ése que componen Aguirre y Figar, que están dejando la educación en Madrid como un solar sin esperanza, arrasado, destruido. Y estoy tocado, es cierto. Cómo evitarlo cuando tantos chicos y chicas te despiden con el cariño, el respeto y la lealtad que me han mostrado. Ha sido especial por sorpresivo, lo reconozo. Tan poco tiempo. Sé que algo debo hacer bien cuando recibo todo lo que hoy he recibido. Es lo que me llevo. Tres meses, un trimestre, un pueblo de la sierra de Madrid. Jodido pero contento. Ha sido un placer. Hasta otra. Hasta siempre.
¿Cuál es el valor de un escritor? ¿Qué significa triunfar? ¿Quién
ganó el último premio de esta semana (que nunca leeré)? Los premios, las
trincheras, el mundillo literario, la decepción... Entender que es importante,
entender que no lo es, comprender la vanidad, comprender la frustración, trasladar
el cariño, transmitir la admiración, trascender a la familia, compartir la
emoción, desayunar con quien está a punto de dormir… Y qué más da, y qué
importante es, y recordar, y recordarle, aquellas líneas metálicas que escribió,
hace mucho tiempo, tanto tiempo, y esas otras, perrunas, no hace tanto, la
emoción que provocaron, y las que no terminan de convencer, sí, pero están al borde
del aplauso, como sólo lo están las que escriben aquellos a los que se les
exige porque se sabe lo que pueden ofrecer. Como Dostoievski. Dicen. Los años. Pasan. Conectas con quién
antes ni siquiera reparabas. Demasiados obstáculos. Demasiados prejuicios. Mutuos.
Los años. Hay gente que merece la pena. El tiempo. La familia. Un abrazo.
Mañana 29 de noviembre estaremos de nuevo en huelga. Pasan los días. Pasan los meses. Ves como la gente se desinfla a tu alrededor. Ves como algunos de los que más soliviantados estaban hace algunos meses ahora parece que ya nada les molesta. El silencio sobre la huelga de mañana en mi centro es ensordecedor. Llevo días valorándolo, entendiéndolo, analizándolo. Poniendo pequeñas piedras en el camino de algunos compañeros para ver su reacción, para ver cómo sortean el problema, cómo silencian su capitulación. Porque nada se ha conseguido y por tanto tiene tanto sentido dejar de luchar ahora como no haber empezado en septiembre. Ninguno. Y por tanto la misma calificación me merecen los que abandonan ahora el barco como los que entonces ni siquiera embarcaron. Pero hoy prefiero centrar mi atención en los espartacos. En la resistencia. En los incansables. En lo que no fallan. Tengo la suerte de que varios me rodean, son cercanos, amigos. Y mañana seguirán dando por saco en distintos centros de distintos puntos de la Comunidad de Madrid: Rafa seguirá luchando denodadamente contra todo y contra todos, contra el desánimo que generan los que se quedan atrás y contra la incomprensible incoherencia de tanto profesor melifluo; un Alberto estará presente en espiritu desde Jaén, desde la pausada certeza de seguir haciendo lo que hay que hacer más allá de ruidos y visceralidades; el otro Alberto seguirá siendo el faro que ilumina la pobredumbre de su
centro, el profesor que dignifica un claustro cavernario al que se
enfrenta sin dar un paso atrás; Manuel superará una vez más su propio derrotismo y seguirá formando parte de las filas de los rebeldes, afirmando tal vez que lo hace por nosotros pero sin comprender que por mucho que lo pretenda no vamos a dejar de pensar que su batalla es la nuestra no sólo por lo emocional, sino también por su propia necesidad de ser coherente y presentar batalla; Fernando, como buen astur, seguirá luchando como hicieron sus ancestros, caminado de frente y sin dudas, riendo mientras cae, cayendo mientras se levanta y levantándose mientras lo vuelven a tirar.
Y también seguirán formando parte de nuestras huestes Laura, Bea, Pilar, Marian, Vanesa, Honorio, Rubén y tantos otros que, aunque no nombre, seguro que persistirán por dignidad y coherencia.
Y por supuesto, Carol y yo
Mañana los fríos números tal vez digan que fracasamos. Pero si miro a mi alrededor seguro que será difícil no sentirme, al menos, orgulloso de estar donde tengo que estar y hacer lo que tengo que hacer.
Hace unos meses, dentro de una de las asignaturas del Máster en Comunicación y Educación en la red, participé en la elaboración del siguiente relato digital. Cada uno de los los componentes del grupo de trabajo (Marga Serrano, Israel Vacas, Amaia Arroyo, Lucía Camarero y yo) se encargó de construir retazos de las distintas etapas de la vida inventada de una científica, futuro premio Nobel, llamada Cecilia Arbesa, a partir de los cuáles se podría intentar conocer su trayectoria vital. No tengo aún bien definida mi opinión sobre este tipo de obras "interactivas" que permiten cierta libertad al receptor a la hora de navegar y dilucidar los itinerarios a tomar. No les encuentro el punto y creo que aunque pueden ser muy estimulantes para los creadores (como fue en nuestro caso) el resultado es más bien superficial y plúmbeo para el receptor que sólo lo "disfruta". En todo caso aquí lo dejo.
Pinchando en la foto se llega a una web que simula el obituario de Cecilia y se encuentra información sobre las cinco etapas de su vida: infancia, adolescencia, juventud, madurez y vejez. Yo me ocupé de la adolescencia utilizando un video y un blog (a los que se accede pinchando en los enlaces que se señalan), aunque la arquitectura básica del relato y de lo que íbamos a plantear se pueden considerar, sin lugar a dudas, una construcción colectiva.
Pd: un saludo a mis compañeros de "relato". Sin ellos (y otros con los que trabajé en otras asignaturas) hubiera sido mucho más complicado superar la primera etapa de este Máster. Ahora, inmerso en la soledad que provoca un TFM (Trabajo de Fin de Máster) que nunca parece que tenga tiempo de empezar, añoro su constante presencia y los ánimos que me infundaban.
Tiempos cutres. Una
definición perfecta. Un buen amigo, mirando al infinito, y tras un segundo de
reflexión, se refería así a los momentos que vivíamos, mientras nos evadíamos
de una cansina cháchara discutiendo en voz baja la viabilidad (económica) de tomarnos
una segunda copa.
Grecia e Italia han mostrado el camino. Tecnocracia, lo
llaman. Golpe de Estado de guante blanco, más bien. Al final el pavo éste va a
tener razón cuando decía que Goldman Sachs controla el mundo. Así, de repente,
tres de sus hombres controlan directamente Grecia, Italia y el BCE. Indirectamente… dejemos volar la imaginación conspiranoica.
Una de las consecuencias más importantes de no tener hijos:
no tengo tan fácil justificar patéticas decisiones personales que entren en
contradicción con mis discursos. Los hijos como gran excusa para no hacer lo
que se debe hacer. Seguido muy de cerca por la hipoteca. Y creen que cuela. Y que los tienes que entender. Por los cojones.
Veamos el futuro panorama televisivo de Madrid: TVE (en
manos del PP… ¿Volverán Urdaci y Buruaga? ¿O se traerán a Nacho Villa desde
Castilla La Mancha?),
Antena3 (su directora de informativos está casada con Piqué, antiguo ministro de Aznar, y la empresa
matriz edita La Razón…¿Hace
falta saber más?), T5 y Cuatro (en manos de uno de los mayores crápulas de las últimas
décadas, representante real de la esencia del capitalismo: “todo para mí y que
se jodan los demás”), La Sexta
(que tras las elecciones le quedarán dos telediarios. Pretende pasar por crítica
y de izquierda porque hace humor con los tópicos más tontos de la derecha
liberal y conservadora. Con qué poco se conforman algunos), Intereconomía (la
caverna: delirante, ridícula, extremadamente nociva), Telemadrid (bastión de La Marquesa: jamás vi un canal público menos plural y tan manipulado como éste), Veo
TV (El Mundo más casposo en manos del púgil de los medios Carlos Cuesta… El
careto de este tío mientras ejerce de imposible moderador en las tertulias no
tiene precio), 13 TV (puro y cutre conservadurismo moral. Canal propiedad de la
iglesia católica española. Poco que añadir, salvo que entiendo que parte de su presupuesto lo pago yo con mis impuestos), Libertad Digital (lo que empezó como un proyecto
liberal moderno se ha convertido en un lugar de rencor, miseria y abyección
moral)… Más allá de estos canales están los de echadores de cartas, pitonisos,
concursos amañados y demás morralla…
Dicen que hay libertad de prensa en España. Yo miro los
medios televisivos por los que se informan los madrileños y me descojono. Libertad
del capital para comprar medios y no de los ciudadanos para informase
críticamente comparando voces. Y luego vendrá el tonto elitista de turno y diré
que no ve la tele y que en esta época de Internet ya no es tan importante. Idiotas.
Los mercados aprietan a España junto antes de las
elecciones. No tengo dudas, es el último empujón del capitalismo financiero
para amedrentar a la población y que la derecha liberal arrase en las
elecciones
Llevar una camisa verde defendiendo la educación pública
hace que expedienten y sancionen a dos limpiadoras de un colegio público. Mientras, muchos de mis compañeros bajan la cabeza y se arrugan como pasas ante
mis ojos.Y son funcionarios con el puesto laboral mucho más seguro que ellas.
Una mujer termina muriendo mientras ejerce de pelota de ping
pong entre distintos hospitales catalanes. Hace falta recortar, dicen. Que se
corten ellos las pelotas y nos dejen a los demás en paz.
Los silencios del café. No querer molestar. La autocensura.
La discreción. Siete profesores de huelga de veinte posibles… Tanta educación… Venga,
no me jodas
Ante las elecciones de mañana: las gaviotas genovesas acechan.
Los tiempos cutres serán oscuros
Hace unos meses preparé esta guía para trabajar en clases con los alumnos diferentes conceptos relacionados con el cine, la ciencia y la sociedad. Se puede acceder directamente a ella pinchando en el siguiente enlace (desde donde también se puede descargar para leer con mas facilidad)
Hay días feos, en los que uno sabe que no hará lo que tiene que hacer, en los que no estará donde tiene que estar ni junto a aquellos con los que desea caminar. Hay días en los que luce un sol luminoso pero uno se deja puesto el pijama y baja las persianas, dejando que pasen las horas, sin esperar nada puesto que nada puede ofrecer. Días de transición que enfangan el espíritu y derrotan hasta al más luchador, porque ni siquiera son lo suficientemente negros para rebelarse contra ellos pero invaden con su tediosa tonalidad gris cada una de sus minutos. Mientras el tiempo avanza ominosamente buscando la llegada de la noche.
Habrá que autoanimarse un poco. Los diferentes apelativos con los que el profesor que sustituye al profesor Keating/Interino intenta hacer bajar de las mesas a los alumnos me han hecho sonreír
Tal vez sea porque la gente confunde el significado de las
palabras, pero llevo unos días escuchando decir a algunos compañeros,
profesores como yo, que hay que respetar a aquellos que toman la decisión de no
hacer huelga en el que es uno de los momentos más críticos para la
supervivencia de la educación pública (tal y como la conocemos) de la historia
de la democracia. Yo no comparto esa idea, yo no respeto a todos aquellos que
no hacen huelga. Ni los respeto, ni soy comprensivo con sus posturas, ni tampoco voy
a aceptar como válidas o razonables algunas justificaciones que se dan sólo porque
hay que ser correctos para no romper la (supuesta) armonía de los
claustros. Cuando empezamos a trabajar en la educación aprendemos rápido que el
respeto no se impone ni se exige a los alumnos actuales. El respeto hay que
ganárselo. Pues lo mismo sirve para este caso. Me explico.
A pesar de que pueda sonar extraño sí me parece respetable y
lógico que aquellos profesores que se alinean con las tesis del PP no se
adhieran a las huelgas convocadas. Son compañeros que en su alienación
consideran que en momentos de crisis los profesores deben trabajar más horas
lectivas auque eso contravenga las leyes y redunde en una peor calidad de las
clases impartidas; que creen que las consecuencias académicas de que un
excesivo número de profesores no especialistas se haga cargo de materias que no
domina puede ser suplido con voluntad y esfuerzo (aunque ellos tampoco vayan a
esforzase demasiado, al fin y al cabo tienen un alumnado que, según ellos, no
lo merece); que defienden (o no les molesta) la parcial privatización de la educación,
porque en el fondo trabajan en la educación pública como mercenarios
infiltrados y nunca han creído en la importancia de este tipo de oportunidades
generales; que están siempre dispuestos a volcar sobre los alumnos y las
familias la responsabilidad de la mala calidad que la educación pública dicen
que ofrece, obviando siempre su propia responsabilidad y la de la Administración que
defienden. Es normal que no hagan las huelgas, han hecho una elección
ideológica, han tomado una postura cuya existencia se debe respetar, aunque
ello no signifique que haya que respetar sus argumentos manipulados y falaces.
Porque estas huelgas las hacemos también contra ellos, ya que son el caballo de
Troya del Gobierno de Aguirre en el seno de los claustros.
Pero a los que no respeto ni comprendo son a los que sí
consideran que la educación pública se degrada a posta en Madrid; sí entienden
que las nuevas normas significan un ataque directo a la educación pública; sí son
conscientes del caos organizativo que se está generando en los centros
educativos; sí participan activamente en los corrillos de los pasillos o en la
cafetería mostrando su indignación por lo que se está haciendo… Pero con el
paso de los días, cuando han de volver a definirse, a mojarse, a actuar como parte
de un colectivo laboral ejerciendo su legítimo derecho a huelga contra estas
políticas educativas, cuando llega el momento de defender sus derechos
laborales y los derechos a una educación digna de sus alumnos, no dan el paso
al frente y reculan cobardemente. Nadie está obligado a hacer una huelga, lo
sé, pero por higiene mental y por dignidad deberían al menos evitarnos escuchar
sus peregrinas excusas a los que sí las hacemos. Suelen hacerlo con el gesto
contrariado, aludiendo siempre a oscuras abstracciones que nunca se pueden
constatar, utilizan el supuesto derrotismo de otros para justificarse, y
ejercen de falsos profetas anunciando un seguro fracaso al que precisamente
aboca su propia actitud. Por supuesto, siempre encuentran responsables del
fracaso de las huelgas y de la no obtención de los objetivos deseados en otros
grupos de compañeros: sin son profesores con plaza arremeten contra los equipos
directivos porque deberían haber dimitido o acusan a los interinos (sin
pruebas) de ser poco participativos en las reivindicaciones, sin ser capaces de
mirarse ellos mismos al espejo para no encontrarse con su triste realidad; si
son profesores interinos se lavan las manos y dejan que sea el rencor el que
hable por su boca para acusar a sus compañeros con plaza de insolidaridades
pasadas con las que justificar su miserable y suicida inacción presente. Cuando
algún otro compañero les desmonta algunas de estas tesis o apela a la necesidad
de mantenerse unidos en estos momentos de lucha, el gesto anteriormente
crispado desaparece y deja paso a un gesto lastimero, casi lacrimoso, adecuado
para aportar la última y definitiva excusa, ésa que la corrección social obliga
a aceptar sin hacer preguntas y con un gesto de comprensión: “no me puedo
permitir perder el dinero de los días de huelga”. No es políticamente correcto
decirlo, ya lo sé, pero para mí es la más miserable de las excusas, la menos
respetable de todas ellas. Cuando algunos profesores empiezan a cabecear,
compungidos, con la mirada perdida, aludiendo a que no pueden mantenerse en
huelga por una cuestión económica siento como me hierve la sangre. De media
cada día de huelga supone una pérdida entre 75 y 100 euros. Llevamos tan sólo cinco días de huelga en casi mes y medio de curso, y si se cumple
lo que proyectan los sindicatos en total serán seis días de huelga los
convocados para los meses de septiembre y octubre. Seis puñeteros días en dos
meses. Menos de 600 euros de un total de entre 3500 y 4000 euros netos.
Desde el principio le hemos explicado a la sociedad que
estas huelgas y estas reivindicaciones no eran por motivos salariales sino por
mantener unas condiciones de trabajo que permitan alcanzar una mínima calidad
en la enseñanza pública. Pero estos compañeros, curiosamente, sí priorizan el
dinero y su propia calidad de vida, y encima pretenden que les comprendamos por
ello. Apesadumbrados terminan afirmando con firmeza que cuentes con ellos para
las manifestaciones y las concentraciones (aunque evidentemente esto tampoco
suele ser verdad) pero que no harán huelga (o que se lo pensarán, porque
tampoco les gusta soportar la presión de grupo) porque no se lo pueden
permitir. Es cuanto menos sorprendente, lo reconozco, sin acritud (o con ella):
no era consciente de que hubiera en Madrid tantos profesores de Educación Secundaria
que vivieran al borde de la indigencia. Pobrecitos. Sobre todos los que ya
tienen su plaza fija. Algunos de ellos son los mismos interinos que años
anteriores no hicieron las huelgas porque no podían perder ese dinero puntual
de un día, ya que tenían que pagar la hipoteca u otras historias… ¿Cómo estarán
pagando ahora esas hipotecas? Con el dinero del paro no puede ser, porque no
les llegaría, tal era su grado de endeudamiento por entonces (o al menos lo que sugerían sus palabras). Otros son los
mismos que, sin darse cuenta, semanas antes de estas jornadas de lucha, te relataban
alborozados sus aventuras veraniegas por Asia o Europa. Seguro que no les
escuché con la suficiente atención y estos viajes los hicieron en plan
mochilero, haciendo autostop y comiendo frutos salvajes de los bosques que
atravesaban. Porque está claro que estos viajes realizados de manera turista
convencional no son precisamente baratos, y es imposible que los disfrutaran
los mismos que hoy tratan de apelar a mi comprensión hablándome de estrecheces
económicas. Y por supuesto habrá casos (los menos, seguro) de compañeros que
tienen problemas reales por diversas circunstancias personales y la pérdida del
dinero de estas huelgas realmente les supone un gran perjuicio…Los hay, claro, pero no creo
que nadie pueda aducir que por hacer estas huelgas sus hijos se van a quedar
sin comer. Simplemente durante un par de meses se tendrían que apretar el
cinturón un poco más fuerte de lo habitual. Es más, casualmente conozco al
menos tres casos de este tipo (dos de ellos son amigos personales), que a pesar
de encontrarse en situaciones realmente apuradas están al pie del cañón, son
honestos con sus discursos y participan activamente de las huelgas y
movilizaciones
Por lo tanto, lo dicho: ni respeto, ni comprendo. Por
supuesto sí respeto a la persona y mantengo la necesidad de ser educados entre
nosotros como premisa fundamental para
poder vivir en sociedad. Pero que no me vengan con más milongas, que no me
vengan con sus dudas interesadas, que no me vengan con su derrotismo calculado,
que no pretendan mi empatía. No la van a tener. Sólo mi indiferencia y mi
desprecio.
Sí, ya estoy trabajando. Tras cinco años dando clases de
manera ininterrumpida con vacantes de curso completo (y tras tres oposiciones
aprobadas), este año sólo he conseguido una sustitución de tres meses. De
momento. Pero ya estoy trabajando. Ya debería estar más tranquilo O eso parece
que piensan muchos. “Al menos trabajas”, me dicen antiguos compañeros
bienintencionados, cuando se me acercan en las concentraciones y manifestaciones
que seguimos realizando. “No te puedes quejar, fíjate como están los profesores
interinos de otras materias”, comentan otros con mirada intensa. “Ya les
gustaría a otros estar en tu situación”, escucho en tono de regañina si empiezo
a expresar algunos de mis argumentos en contra de este tipo de planteamientos. “No
pasa nada por sustituir”, me reprenden
algunos, “yo me tiré muchos años así, es lo que hay si eres interino”. Pues
vale, me digo, como si no supiéramos cómo se ha llegado a esta situación y no
supiéramos lo mal que están las cosas. Parece que debiera estar alegre y feliz,
agradecido por tener trabajo y no verme abocado a las fauces del paro. Debería
bajar la cabeza, ser más humilde y consecuente, tolerante, casi melifluo.
Sonreír con gratitud. Pero no lo hago. No me sale. No lo siento. No lo
entiendo. No lo acepto. Lo han conseguido. Han conseguido que tener un trabajo,
el que sea, con las condiciones laborales que sea, sea un privilegio. El mayor
de los privilegios. Y cuando trabajar es un privilegio, el objetivo final y
último del trabajador, cuando no se tienen más opciones, cuando no se encuentra
ningún canal mediante el que reivindicar los más básicos derechos, cuando la
amenaza del despido es una constante porque la precarización permite disponer
de otros cuya desesperación coloca más cerca del abismo y los hace aún más
maleables y dóciles que tú, entonces, en ese momento, el trabajador ya sabe que
ha perdido antes de comenzar su labor; ha vuelto a ser derrotado. Como tantas
veces a lo largo de la historia: porque ha perdido su derecho a la dignidad,
a mantener su orgullo, a expresarse en libertad, a no ser el esclavo que tan
sólo puede acatar, otra vez, la voz de su amo.
No pienso hacerlo. No pienso dar las gracias por trabajar. Trabajar
es un derecho, no una dádiva caritativa. No nos hemos formado y demostrado nuestra
capacitación para andar ahora agradeciendo a nuestros empleadores el mero hecho
de tener un sueldo mensual. Mediante la labor que hacemos se obtienen
beneficios. Ahí es donde se mide nuestro valor. En el campo de la empresa
privada esos beneficios que se obtienen gracias a nuestra productividad se los
lleva un empresario. En el campo de lo público
pagamos entre todos, mediante los impuestos y la justicia social, a unos
trabajadores para que nos eduquen, curen o protejan, obteniendo unos beneficios
que no por no ser mensurables de manera económica podemos olvidar valorar y
defender. Ya está bien de minusvalorarnos. Ya está bien de no entender nuestro
papel en la sociedad. Ya está bien de no comprendernos entre nosotros mismos y
equivocar de manera continua las prioridades de nuestros discursos político y
social.
Porque lo están consiguiendo. Desde hace varios años, dentro
de la propia clase trabajadora, se escuchan cada vez con más asiduidad insultos
e improperios dirigidos hacia otros trabajadores. En el fondo, sin darse cuenta,
se insultan y menosprecian a ellos mismos, o a sus familiares, o a sus amigos.
Insultos e improperios que se hacen dolorosamente más patentes durante las
jornadas de huelga que los distintos colectivos se ven obligados a convocar
ante el acoso constante a sus derechos. La comprensión y la solidaridad de
antaño se han convertido en una irracional inquina rencorosa que no tiene
ninguna base ni justificación: los funcionarios son unos vagos insolidarios y
privilegiados que deberían ser castigados sólo por levantar la voz; los conductores
de metro, unos salvajes sin derecho a la queja y la protesta porque “disfrutan”
de un trabajo estable; los empleados de la limpieza son unos irresponsables
porque no recogen la basura dejándonos las calles sucias y malolientes; los trabajadores de AENA amenazan
nuestra imagen internacional provocando caos aéreos propios de países
tercermundistas. Siempre hay una excusa, una justificación que pretende ser
objetiva, casi científica, siempre económica, que invalida todas y cada una de
las protestas sociales aunque estén perfectamente justificadas. Y lo más
doloroso, lo más extraño, lo más injustificado, lo más imbécil es que al final
los primeros que censuran la defensa de los derechos laborales de los trabajadores
son precisamente los propios trabajadores. Y así nos va.
No, no pienso dar las gracias por trabajar. Trabajar supone
un esfuerzo mediante el que se consigue una contraprestación. Es un contrato de
dos que debería beneficiar siempre a las dos partes. Dejemos que sea nuestro
trabajo y rendimiento el que avale el juicio que se haga sobre nosotros.
Dejemos de agradecer lo que es un derecho y comencemos a defenderlo como tal,
como nuestro único patrimonio. Derecho a trabajar y a mantener el estado de
bienestar social como el único garante de una mínima igualdad de oportunidades. Como la única posibilidad de alcanzar cierto grado de libertad dentro de nuestra
sociedad.
Aclaración: ante el número inusitado de visitas y tras el comentario que me hace un amigo parece ser que tal vez los datos que ofrecía la
televisión eran tan sólo de los SMS, llamadas y mails mandados en
directo. No los datos de la encuesta en la web. En tal caso no habrían invertido los resultados sino tan
sólo habrían ocultado lo que se estaba votando en la web. No se podría hablar de manipulación. Valga esta aclaración como rectificación porque no pienso caer en lo mismo que critico. Borro Cambio la entrada y dejo la aclaración para aquél que entre aún en el blog buscando la información.
Sabemos que Telemadrid es la televisión más
partidista, manipuladora y casposa de España.
Sabemos que sus telediarios sirven para hacer una
loa constante a la lideresa y para ocultar o minimizar cualquier posible error
que cometa, así como ocultar o ridiculizar cualquier acción o movilización que
vaya en contra de sus designios
Sabemos que sus programas de debate, tanto los
diurnos, cutres y cochambrosos, como los nocturnos, con una puesta en escena
pretenciosa y grandilocuente, son espacios donde sólo se escucha una solo voz
política monocorde, levemente matizada por alguna voz pretendidamente
socialista que sirve de contrapunto (in)útil.
El otro día, en uno de estos programas de debate (Madrid Opina), decidieron hacer una encuesta sobre si se estaba de acuerdo o no
con aumentar las horas lectivas de los profesores. Para ello se pedía que
se mandaran mensajes SMS o se llamara a unos determinados números de teléfono. Al mismo tiempo, una
encuesta en los mismos términos estaba colgada en la página web
de la cadena
En un momento dado del programa se hizo una
primera aproximación de cómo iba la encuesta. Se puede ver en este pantallazo
(como los demás los he cogido de un compañero que lo colgó del Foro de la sur).
Parece claro, por los datos, que los encuestados que votaban estaban a favor de
las medidas de Aguirre. Eso sí, no se daba ningún dato de participación.
Al final la brecha se amplía. Ningún dato de
participación. Por supuesto.
Mientras tanto, a la misma hora en que se estaban
publicando estos datos en la televisión, éstos eran los datos que ofrecía la propia
web de Telemadrid (se puede ver la hora y los tantos por ciento en el
pantallazo, al pinchar en la foto)
Los resultados eran casi exactamte inversos a la encuesta televisiva. Curioso. No les importó. Al parecer esta información no era relevante
para darla en directo y complementar los datos de la otra encuesta. Al fin y al cabo, con los primeros datos se transmitía a la
audiencia que las conclusiones a las que los "distinguidos"
contertulios estaban llegando en el plató, eran compartidas en una
"encuesta imparcial"... Eso sí, con un dato del 3,4% de audiencia, no
hubiera esta mal conocer el número de personas que había participado en esa
encuesta en directo… Debió ser un número tremendo…
Pues eso. Poco más que añadir.
Bueno, sí, una cosa: ¿si en lugar de preguntar
acerca de las dos horas lectivas de los profesores hubiesen preguntado si se
estaba de acuerdo o no con los recortes llevados a cabo en la educación
pública, mientras se beneficia a la educación privada no concertada con
desgravaciones fiscales, cuyo importe es superior al pretendido ahorro que se
va a conseguir… qué hubiera pasado?
Bueno, claro... Estamos hablando de Telemadrid...
Vaya tontería... Como si esa pregunta pudieran siquiera habérsela
planteado.
Su mensaje llegó a mi móvil de improviso, en la calle, entre
otros que requerían mayor inmediatez, en medio de la marea verde que el
miércoles comenzó a rugir en la calle contra los recortes aplicados a la
educación pública por el Gobierno de Aguirre. Hacía mucho tiempo que no sabía
nada de él y de repente nos convocaba, a Carol a y mí, a tomar algo el sábado,
en Madrid, donde estaba de visita. En otras épocas de mi vida he mantenido un
discurso cínico sobre las amistades y lo efímero de las mismas. No soy de los
que ha sido capaz de mantener el contacto con los amigos de la infancia o la
adolescencia. Ni tampoco lo he pretendido con mucha intensidad. Con el tiempo
incluso, casi he perdido a los de la universidad. Nunca me ha importado
demasiado porque siempre he creído que las amistades responden a una especie de
ciclo vital, en el que inicialmente se consolidan gracias a que diversas
personas confluyen en un lugar, en un tiempo y en un contexto específico; posteriormente
se convierten en un eje gravitacional alrededor del cuál gira gran parte de la
vida emocional de cada uno de los que disfrutan de ellas; y finalmente, en
muchas ocasiones, se diluyen lentamente cuando las distancias personales de los
proyectos vitales se acentúan, aparece cierto grado de aburrimiento o alguna otra
circunstancia puntual varía. Nunca me ha parecido algo triste, ni motivo de
enorme pena o desazón, porque en general el hecho de que en mi vida algunas
amistades pasasen a segundo plano ha significado la aparición de otras nuevas con
las que disfrutar de diferentes experiencias que siempre me han hecho crecer.
Pero en algunos casos, en los mejores casos, nunca mueren del todo. Han sido demasiado
importantes, demasiado significativas para que eso les suceda. Tan sólo
permanecen en estado latente, congeladas, sustentadas en un cariño indisoluble
y sobreviviendo gracias a pequeños contactos esporádicos. Son aquéllas sin las
que uno es consciente que no podría escribir su biografía emocional. Este
amigo, el del mensaje, es uno de esas amistades. Mis primeros (y excitantes)
años en Madrid giran fundamentalmente en torno a dos personas: la primera fue
(y sigue siendo) Carol. La segunda, sin duda, fue él. Tardes y noches de
sueños, conversaciones, alcohol, risas, cine e incluso algo de teatro permanecen
en mi memoria con enorme nitidez, dando forma y sustancia a una parte muy
importante de mi vida. Fue una época de absoluta libertad, caóticamente
extraña, salvaje y plácida a la vez, en la que el tiempo parecía dilatarse y no
había ninguna necesidad de doblegarse a ningún compromiso social ni laboral,
por nimio que pareciese. Después, por supuesto, el tiempo pasó y cada uno de
nosotros comenzó a transitar por caminos cada vez más alejados, desde los que
cada vez costaba más trabajo salir para volver a encontrarnos, para recobrar
sensaciones y atmósferas anteriores. Finalmente marchó con su mujer hacia
tierras templarias, autoimponiéndose un exilio rural, construyendo un discurso
anti-ciudad que necesariamente no podíamos compartir. Da igual. He compartido
muchas de sus alegrías, sus miedos, sus fracasos, sus victorias, su búsqueda
constante de encontrar su lugar en el mundo sin ceder a lo que parecía ser su
destino por estudios o familia. Lo he admirado por eso. Durante los últimos
años, cada vez que nos hemos vuelto a ver, una nube oscura sobrevolaba todas
sus historias, ensombreciendo su vida injustamente, haciendo que perdiera poco
a poco parte de esa jovialidad que siempre le ha caracterizado. La naturaleza
nunca se ajusta plenamente a nuestros deseos y cuando éstos son tan intensos la
no obtención del objetivo termina pasando inevitablemente su factura. Pero el
sábado su cara era diferente. Su sonrisa volvía a ser más plácida. Su mirada,
limpia de preocupaciones. Mientras nos contaba la buena nueva y su mujer nos
confirmaba la noticia con una leve caricia a su barriga, sentí cómo un
extraordinario sentimiento de felicidad me embargaba. Por él. Por su búsqueda.
Por sus desvelos. Por las tristezas sufridas. Por los años pasados. No sé si
eso se lo pude transmitir con el fuerte abrazo que le di. O sí. Pero desde
aquí, ahora, se lo quiero decir de nuevo:
Un fuerte abrazo, viejo amigo. Muchas felicidades y que todo
vaya bien. Te lo mereces. Os lo merecéis los dos.
De lejos lo escucho. Un sonido que creía olvidado. Las trompetas procesionales. Son casi las cuatro de la mañana. Se han parado. Silencio. Igual son imaginaciones mías. Carol ya se ha acostado. Esta noche, al llegar a casa, nos hemos encontrado las imágenes de un policía abofeteando indecentemente a una menor y a otro dando golpes sin sentido a un chico que con enorme dignidad, tan sólo intentaba escapar de la emboscada con su bicicleta. Una manifestación espontánea caminaba en esos momentos por las calles de Madrid protestando contra la violencia policial. Todavía no eran conscientes de que su objetivo de llegar a Sol era imposible de alcanzar. Las imágenes de una cámara fija que TVE nos ofrecía desde su web, nos mostraban cómo esa plaza se había convertido en coto privado de los católicos y se impedía el paso a los demás ciudadanos, a aquéllos que no esgrimían ese pasaporte vaticano en el que se ha convertido la mochila de las JMJ(C). Nunca había visto tantas “lecheras” de la Policía Nacional en un mismo plano, situadas estratégicamente en cada punto de acceso a la emblemática plaza madrileña. A través de Twitter hemos seguido con sorpresa cómo una guerra de guerrillas, nerviosa e imprevisible, se establecía entre los manifestantes que querían acceder a Sol y los policías que a cada paso se lo impedían. Los manifestantes, como si fueran velocirraptores de un parque jurásico, fueron tanteando las múltiples posibilidades de acceder a la plaza. Sin conseguirlo. Finalmente asumieron que el objetivo era imposible y fueron dispersándose sin grandes incidentes, hasta que su pequeño número permitió a la policía hacerles una pequeña demostración de fuerza. Pero el movimiento de los indignados sigue encontrando poros imposibles por los que seguir respirando, y sin que la policía pudiera evitarlo una miniasamblea de católicos e indignados se creaba en Sol sin que nadie se atreviera a disolverla. A través de esa cámara de TVE asistíamos en directo a la misma y nos convertíamos en testigos incómodos de cómo una decena de policías la rodeaban de manera intimidatoria y procuraban que nadie más se incorporara a ella (no siempre con éxito). ¿Por qué razón? ¿Qué molestaba de esta reunión? Eran casi las doce de la noche. Algo estaba pasando. Nos hemos vestido y hemos marchado hacia Sol Sin saber muy bien por qué. Ni para qué. Pero sentíamos que queríamos estar allí. Craso error. Al llegar el desconcierto ha sido mayúsculo. El contexto había cambiado. El impacto ha sido brutal. Ya no había asamblea. Por supuesto, no había manifestantes. Los católicos habían hecho de nuevo suya la plaza. Los policías (profesionalmente) a su servicio habían abierto un pasillo, que no se podía cruzar, por el que desfilaba una de esas vírgenes sevillanas que invaden Sevilla cada primavera. Y como en una de esas malas películas, nos encontrábamos en la parte equivocada del conflicto. Es decir, al otro lado. De hecho ni siquiera parecía que estuviésemos en Sol. Parecía otro lugar, parecía otro tiempo. Los cánticos religiosos resonaban en nuestros oídos. Era evidente que nada teníamos que hacer allí. Había que largarse. Pero no iba a ser tan fácil. Intentamos varias veces atravesar el pasillo sin éxito. La policía nos impedía regresar al siglo XXI, escapar del bucle espacio-temporal en el que nos habíamos metido. No me lo podía creer. Tantos años después, de manera increíble, de nuevo estaba envuelto en el irrespirable ambiente de la semana santa. Por fin conseguimos escapar. Como ratas, por las cloacas, como Harry Lime, utilizando los pasadizos del metro para alcanzar el otro lado y correr hacia el hogar. Para no ver más. Para no caminar más por mi ciudad. La que considero propia, la única que he elegido, la que esta semana ha sido invadida a costa del erario público… Hace ya un par de horas que estamos en casa. El helicóptero de la policía sigue dando vueltas, identificando potenciales peligros inexistentes. No se escucha otro sonido. Parece que era una falsa alarma. No resuenan más trompetas. El silencio va envolviendo Madrid. Es hora de acostarse. Los peregrinos siguen caminado por las calles. Mañana será otro día.
Vivimos en un Estado que se declara aconfesional. Vivimos en
una sociedad moderna donde la religión debería ya haber sido desplazada del ámbito
del poder al ámbito de lo privado. Vivimos en lo que creemos una sociedad
democrática donde las instituciones nos deben representar a todos los
ciudadanos. Pero en Madrid estos días parecemos vivir en otra época. Para muestra
estas fotos que pertenecen al blog de SoyPública, una plataforma de profesores
y maestros de nuestra Comunidad que pretende dar voz a los que no creemos que
las políticas educativas que se están siguiendo sean las adecuadas. En este
caso no se trata de hablar de recortes o de privatizaciones. No. Tan sólo de
imagen. De la imagen que ofrece la fachada de la Consejería de Educación
de Madrid. No hace falta comentar mucho más
Escribo una vez superada la sorpresa inicial. Escribo tras ir
metabolizando lentamente las noticias sobre los recortes en la educación
pública que iban llegando desde la Consejería de Educación de Madrid. Escribo tras
dejar que la conmoción y el desánimo iniciales fueran siendo sustituidos
lentamente por la rabia y la indignación. La indignación. Llevo años
defendiendo que era ése el sentimiento que debía ser invocado y canalizado para
contrarrestar la actual situación de crisis social permanente en la que nos han
colocado. El sentimiento que había que fortalecer y alimentar para hacernos visibles, dejando atrás el
maldito miedo que nos vuelve conservadores (de la nada) o el melifluo e infecto
pensamiento positivo, que pretende hacernos creer que siempre somos los responsables
últimos de todo lo que sucede invalidando cualquier planteamiento
reivindicativo ya que el problema está en uno mismo. Pero hay un desgaste evidente
en el término indignación. Se ha manoseado demasiado. Todo el mundo lo utiliza
para casi todo. Hay que buscar algo nuevo. Hay que inventar algo nuevo. Algo más
castizo, más propio, que refleje mejor mis sentimientos: yo escribo desde el
más profundo, sincero y radical encabronamiento. Profesores encabronados. Ése
será el título del post. Porque ése debe ser el sentimiento que guíe nuestras
próximas acciones. Aunque la derrota sea casi el único resultado posible.
Porque así es como me siento: absolutamente encabronado.
Esperanza Aguirre, a través de su consejera de Educación, Lucía Figar, y su viceconsejera, Alicia
Delibes, ha acometido, de manera alevosa, en pleno mes de julio, la parte final
de su plan de destrucción sistemática de la educación pública en Madrid. Con la
excusa de la crisis (de nuevo) y utilizando mentiras cobardes, han aumentado (retorciendo
la ley de manera torticera) la carga lectiva semanal de cada profesor de
Educación Secundaria entre dos y tres horas. Los que están fuera del ámbito
educativo, los imbéciles en general y los que rumian una estúpida y miserable
envidia esquizofrénica hacia el trabajo de los profesores (esquizofrénica porque
los mismos que te dicen que estás loco por trabajar con adolescentes
“asalvajados” son los que siempre
critican los dos meses de vacaciones) no entenderán cuál es la queja por pasar
de 18 horas semanales de atención directa a los alumnos a 20 o 21. Hasta que
les toque a sus hijos, claro, ser pasto de estos experimentos.
Lo intentaré
explicar brevemente: ese cambio supone que un profesor puede pasar de dar clase
semanalmente a 120 alumnos a dar clase a 150. De golpe. Y entre esos 150 nunca estarán, claro,
los hijos de Figar. El error (interesado) consiste además en confundir estas
horas lectivas con las totales trabajadas semanalmente. Eso sólo lo hace con
intereses espurios la susodicha Figar, consejera de Educación de la Comunidad de Madrid, cuando
miente miserablemente en las televisiones de Vocento o Intereconomía ante una panda de periodistas indocumentados que
no son más que estómagos agradecidos. La jornada semanal de un profesor en
España es de 37,5 horas semanales, de las que 27 son de obligada presencia en
el centro; hasta 30 se cumplen con las reuniones extraordinarias de
evaluaciones, claustros, reuniones con padres, etc; y el resto se asume que se hacen en casa (o en
el centro) y todo el mundo (que no sea imbécil) puede comprender cómo se
completan con tan sólo recordar los trabajos de los alumnos que hay que leer,
exámenes que preparar y corregir, preparación de clases, atención de blogs o
wikis, formación permanente y un largo etcétera. Pues bien, al aumentar las 18
horas de atención directa con alumnos a 20 o 21, sumadas a las horas de guardia
(esas horas en las que ejercemos no de profesores, sino de guardias de seguridad
de los alumnos cuando alguna baja médica obliga a un profesor a no acudir al
centro; algo que es inimaginable por ejemplo en Francia), y a las reuniones
obligadas de coordinación, se cubren las horas obligatorias de estancia en el
centro sin que se deje tiempo para cosas tan elementales como preparar unas
prácticas de laboratorio. No hay problema. Ningún problema. La Consejería de Educación
lo tenía todo bien pensado. No pensaba limitar sus decisiones a algo que
finalmente repercutiría sólo en una mayor carga de trabajo a los profesores,
pero no serviría finalmente para devaluar aún más la educación pública. El objetivo
era más ambicioso.
Ese aumento de carga lectiva del profesorado podría haber
significado que con el mismo número de profesores se podrían ciertamente haber
mejorado las ratios de alumnos en los grupos (formando grupos de 15 o 20
alumnos, los ideales para la enseñanza) y por ende habría mejorado la atención
educativa (por lo que el problema de aumento de la carga lectiva de los
profesores se hubiera convertido en un mero problema de derechos laborales,
pero no en un problema de calidad educativa), pero como la idea central era la
de recortar gastos en la educación pública y devaluarla al tiempo, no sólo no se han mejorado las
ratios sino que para este curso han aumentado. Y además se han eliminado los
desdobles (grupos que se separan en dos más pequeños para realizar prácticas, conversación
de inglés, etc); se ha eliminado por tanto la posibilidad de realizar prácticas de laboratorio; se ha eliminado la
hora de tutoría (en la que el profesor tutor podía dialogar con sus alumnos
acerca de los problemas que surgen, tratar aspectos no directamente
relacionados con la instrucción pero sí con la educación, acercarse
personalmente a ellos, orientarles para el futuro…Sólo hay que pensar lo que va a pasar este año con los
niños de 1º de la ESO
que saltan del colegio al instituto y no van a poder tener ese ancla emocional
que en muchas ocasiones es la figura del tutor para ellos); se han recortado
los programas de compensatoria (para alumnos con problemas familiares y
socioeconómicos que tenían una atención más personalizada y ahora entrarán en
los grupos normales, en los que por una parte será imposible atenderlos como se
debe y por otra parte ellos mismos se convertirán en alumnos disruptivos,
objetores educativos que harán imposible la convivencia en las aulas y por
supuesto, la correcta impartición de las clases); se eliminan las horas de
reducción para los coordinadores TIC (por lo que el uso de las nuevas
tecnologías en los centros va a sufrir un duro retroceso); se eliminan las
horas de reducción para la organización de las actividades extraescolares (con
lo que al no haber tiempo para organizarse seguro que se reducen dramáticamente
las salidas culturales)… Un ejemplo práctico que será entendido por todos: este
año en muchos centros públicos de Madrid habrá grupos de 1º de Bachillerato con
37 o 38 alumnos que verán como no pueden desdoblarse para aprender inglés,
utilizar la sala de ordenadores o para realizar una puñetera práctica de
Química o Biología. Y no harán salidas culturales porque nadie tiene por qué
disponer de su tiempo privado para organizárselas. Aguirre busca conseguir una educación
de varias velocidades en Madrid, en la que a la cola esté una educación pública
que, aún contando con buenos profesionales (que los hay, y muchos), no podrá
competir en ofrecer una calidad educativa acorde con lo que nuestra sociedad
nos exige. Y en la que lentamente se irán introduciendo las empresas u
fundaciones privadas para ofrecer esos servicios que ahora se van a impedir realizar
a los funcionarios públicos con sueldos dignos y que ellas, subcontratadas,
realizarán a un menor coste (que evidentemente se consigue a través de ofrecer
sueldos miserables a jóvenes precarios), inoculando además ideología neoliberal
en los alumnos. Un ejemplo que pone los pelos de punta en la fundación que
dirige la hija de Botín, Empieza por educar, con sus “profesores
transformacionales” (sic) "líderes" que actúan como "embajadores" de un misión superior: acabar con el fracaso escolar. La terminología que usan, con influencias claramente sectarias, está a disposición de todos a través de su web en la que afirman pertenecer al movimiento "Teach for America", un movimiento educativo estadounidense de marcado carácter liberal.
La consecuencia de estos desmanes va a ser que el año que
viene se ahorrarán los sueldos de otros 3000 profesores (a añadir a los más de
1000 del año anterior y a los 400 del anterior) en la Educación Secundaria,
lo que supone no sólo la no contratación (hasta ahora habitual) de todos esos
profesores interinos (que ocupaban plazas completas y necesarias hasta ahora, que no
salían en las oposiciones precisamente para poder tener margen para realizar
barrabasadas como ésta), sino desplazar a otros cientos de sus centros
definitivos y dejar en el limbo a otros tantos (hay más de 1200 profesores que
aún a día de hoy, habiendo obtenido plaza en las últimas oposiciones, no tienen
centros donde trabajar). Supone también que para que cuadren horarios y
plantillas, y a pesar de ese excedente de profesores cualificados existente, el
curso que viene será habitual ver profesores de Filosofía impartiendo Inglés,
de Educación Física impartiendo Ciencias Naturales o de Latín impartiendo
Francés. Profesores que se enfrentarán a clases de 30 alumnos de media, en los
que no se habrán filtrado los alumnos con problemas educativos y sociales que
generan enorme conflictividad, en los que se encontrarán alumnos con
necesidades educativas especiales a los que no se les podrá atender debidamente
(casualmente no suelen ir a la concertada, sino que son siempre derivados a los centros
públicos) y que generan también, lógicamente, cierto caos en las aulas por el desfase existente. Grupos de alumnos a los
que intentarán enseñar algo de una materia que no han estudiado jamás ni en la
que, evidentemente, se han formado como
profesores. Un panorama estupendo. Motivador.
Como España está llena de expertos economistas que opinan
con tranquilidad desde el conocimiento etéreo que les da Sálvame o los
telediarios de Telemadrid, habrá gente que podrá entender que estos recortes
son necesarios en un escenario de crisis económica en la que las
administraciones tienen que apretarse el cinturón. No voy a entrar a discutir
aquí que si queremos que este país salga de las burbujas inmobiliarias, que se
aleje del ladrillo y el sector servicios como ejes de nuestra economía, y
redirija el sector económico y productivo hacia el I+D, debe fortalecer la
formación y la educación de los más jóvenes, y no sólo debe evitar reducir los
presupuestos para educación sino que debe reforzarlos (algo que por ejemplo
EEUU ha realizado en los últimos tres años, los de mayor impacto de la crisis). Estoy demasiado encabronado para
seguir intentando convencer. Prefiero hacer aquí el siguiente cálculo que
cualquier idiota podrá entender: el sueldo medio bruto anual de un profesor en
Madrid es de unos 30000 euros. Si multiplicamos por los 3000 profesores que se
dejan de contratar para este curso salen unos 90 millones de euros de ahorro al
año. Podría parecer una cifra a valorar. Podría. Lo que sucede es que si
pincháis en este enlace leeréis la previsión que hace ACADE, la asociación de centros
privados (no concertados) de Madrid, respecto a la cantidad que ahorrarán los
padres de la educación privada madrileña (sólo la privada, no la concertada)
gracias al aumento de la desgravaciones aprobadas por Aguirre: casi 65 millones
de euros. Esta es la cantidad que no ingresa la Comunidad de Madrid en
impuestos porque ha decidido “ayudar” a los pobres padres que llevan a sus
hijos a los colegios privados. Al fin y al cabo, ya hacía un tiempo que los
centros privados reclamaban su parte del pastel de dinero público que veían
fluir indiscriminadamente hacia los centros privados concertados… ¿No hay motivos
para encabronarse?... ¿En serio?... ¿Todos los padres están de acuerdo con todo
esto? ¿El encabronamiento no debe ser de todo aquél que quiera una educación
digna y sufragada con sus impuestos para sus hijos?... ¿De verdad alguien puede
creer con honestidad que estos recortes son obligados por la crisis y ésta no
sirve más que como excusa para realizar los tratamientos de choque neoliberales de los que hablaba Naomi Klein en La doctrina del shock?
¿Cómo hemos llegado a esta situación? No es una pregunta
retórica. Se responde con facilidad y es muy fácil repartir culpabilidades y responsabilidades.
Desde luego el gobierno de Aguirre tiene la mayor responsabilidad, aquí en
Madrid. Pero sindicatos educativos, padres, profesores y sociedad civil en general
tienen una parte muy importante de responsabilidad por olvidar en los años de
bonanza de donde venimos y qué significaba haber construido un tejido educativo
público como el que teníamos (que evidentemente era mejorable) y que
lentamente unos han destruido y otros, con idiotas elitismos, han dejado
destruir.
Sólo queda hacer lo que hay que hacer.
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Un análisis de las nuevas formas de control que ejercen los padres sobre sus hijos adolescentes a través de las redes sociales. Pichando en el siguiente enlace se puede leer el artículo con mayor comodidad o descargarlo
La reflexión y los ejemplos, como indica el título del post, los limitaré prácticamente al ámbito de la televisión, uno de los medios que hasta hace muy poco ha sido indiscutiblemente el canal clave de la información que llegaba a los ciudadanos, ejerciendo un papel preponderante en la conformación de la opinión pública de las sociedades occidentales. Este rol lleva años siendo discutido en ambientes académicos debido al imparable ascenso de Internet y la influencia de las redes sociales, pero no este hecho no debe ser sólo achacable al papel de las nuevas tecnologías, la inmediatez que permiten y la pluralidad de voces que aportan, sino por el propio suicidio de un medio anquilosado en formas de informar, opinar y entretener de otro siglo, que aún pretende mantener encadenado a un receptor pasivo al que se le ofrecen periódicamente unas mínimas novedades que simulan interactividad sin serlo, que sólo sirven para ahondar más la brecha entre las demandas de uno y la oferta del otro.
Si nos limitamos al papel esencialmente informativo de los medios televisivos como servicio público (que también lo son, aunque cada vez cueste más reconocerlos como tal), hay que poner encima de la mesa la agotada e infausta fórmula tertuliana. Ya hace varios años que en los medios audiovisuales españoles se adoptó el formato de tertulias como forma de análisis de las principales noticias del día, convirtiéndose en paradigma informativo. En ellas, periodistas y supuestos expertos, que en la gran mayoría de casos carecen de suficiente formación para poder opinar debido a la amplitud de lo tratado, se han terminado convirtiendo en una voz que distorsiona de manera partidista la realidad para acomodarla torticeramente a sus intereses. Estos intereses ni siquiera son ideológicos, sino que están directamente relacionados con su supervivencia mediática en el difícil escenario periodístico actual: actúan como portavoces cuasioficiales del partido que apoyan, una vez que han filtrado dicho interés por el mucho más trascendente de la empresa matriz propietaria del medio en cuestión. Estamos hablando de ese grupo de periodistas que transita de la mañana a la noche por diferentes medios, repitiendo cuatro ideas en voz de grito. Esos a los que hace unos años definí como megatertulianos, cuyo modelo de análisis de la realidad social toma cada vez más elementos de la telebasura, con el objetivo de espectacularizar los supuestos conflictos entre ellos mismos y con las propuestas políticas de turno, convirtiendo las discusiones y los monólogos en ejercicios de expresión agria, soez, insultante y en ocasiones rayanos en la indecencia moral. Un caso que ejemplifica esto último sucedió hace ya un tiempo en la tertulia de El Gato al Agua, en Intereconomia. El impresentable (no se le puede calificar de otra manera) es Eduardo García Serrano, tertuliano y presentador de informativos de la cadena, y sirve como ejemplo de lo que se puede llegar a decir impunemente en las televisiones españolas una vez que se manipula la información y se convierte en propaganda:
A pesar del evidente agotamiento de la fórmula tertuliana como método para analizar la sociedad, los últimos años se caracterizan por la proliferación increíble de este fenómeno, que en lugar de aportar datos y opinión mesurada y reflexiva para que los ciudadanos puedan hacerse su propia composición de las más importantes noticias diarias, se utilizan para inducir estados de ánimo incendiarios y agresivos, en un peligroso juego que acerca a estas tertulias a la telebasura del corazón, con el agravante de ofrecer munición a muchos ciudadanos que confían en la verdad de lo que estos “acreditados periodistas” cuentan. No olvidemos la fuerza que aún tienen afirmaciones como “lo he visto en televisión” o “lo he escuchado en la radio”.
Como ya comenté en el anterior post, los medios audiovisuales ignoraron casi por completo la manifestación del 15 de Mayo en la que los participantes intentaron hacer patente su rechazo a la putrefacción del sistema. El seguimiento de lo que iba sucediendo durante el domingo 15 de mayo y el lunes 16 de mayo en estos medios sirve para entender por qué en España durante los últimos años muchas de las justas reclamaciones sociales de tantos colectivos han pasado inadvertidas por la falta de atención mediática. Las distintas empresas multimedia que controlan dichos medios están mucho más preocupadas por obtener beneficios de sus negocios, imponer su propia agenda informativa al servicio de los partidos que los financian mediante publicidad institucional y no molestar a los poderes financieros con los que han establecido oscuras alianzas (como ya intenté poner encima de la mesa en este otro artículo) que por aportar información veraz sobre los problemas sociales que deberían preocupar a los ciudadanos. Aparecieron minúsculas entrevistas editadas, declaraciones pintorescas y, algunos átomos de información fragmentaria que era imposible contextualizar y dimensionar. Rápidamente se intentó presentar la movilización ciudadana como un fenómeno mayoritariamente juvenil, para así por un lado alegrarse cínicamente de que los jóvenes dieran alguna muestra de indignación y contestación social, pero también al mismo tiempo poder presentar estas movilizaciones como un juego de niños sin mayor trascendencia. Cuando la policía, por orden la Delegación de Gobierno de Madrid, desalojó la acampada de la Puerta del Sol en la madrugada del 17 de mayo, pocas voces críticas se alzaron en los programas informativos de las televisiones. El asunto estaba ya finiquitado. Podían volver a su mundo. Ese mundo de campañas políticas que no interesan a nadie, donde los políticos no dicen nada, los programas se ocultan tras consignas vacías y los expertos periodistas siguen dando por hecho que la ciudadanía sólo se informará mayoritariamente a través de ellos, por lo que pueden seguir retorciendo la realidad a su antojo sin que nadie les pueda poner en su sitio. Esta vez erraron. Gravemente. La primera crítica se le podría hacer a RTVE, sufragada mediante los impuestos de los ciudadanos y en cuya radio se permitieron hacer chanzas costa de las ilusiones de cambio de algunos de esos mismos ciudadanos, atreviéndose incluso a etiquetarlos jocosamente. Entonces llegó Cristina, de Burgos, una oyente de RNE que enrabietada por el desdén y la profunda falta de respeto de unos tertulianos que hablaban sobre el desalojo de la acampada en el programa En días como hoy, llamó para intervenir y (re)apropiarse durante de unos minutos de la frecuencia de la cadena, del canal de comunicación ciudadana que debieran ser los medios públicos. La intervención de Cristina rápidamente se convirtió en un poderoso viral en la red, una manera de intentar explicar a los amigos, a la familia y a los cercanos porque esta vez sí, porque no nos podíamos dejar de pisotear de nuevo:
A partir del miércoles 17 de mayo los medios y los políticos ya no podían obviar lo que sucedía. Las plazas de muchas ciudades se convirtieron en un foco de contestación y de rebeldía. La Puerta del Sol en Madrid vivió una concentración multitudinaria y espontánea por la noche, como protesta al desalojo de los acampados y para seguir expresando su repulsa ante la situación económica y política del país. Pero una cosa era dar información y otra cosa dejar de lado las viejas costumbres. En las plazas los gritos contra la manipulación de los medios se multiplicaban ante la sorpresa y el malestar de los mismos, que siguen pretendiendo ejercer el rol de informadores independientes. Comenzaron por dar la mínima información posible y continuaron intentando convertir las concentraciones en dramas humanos muy del gusto de la banal telerrealidad con la que suelen rellenar sus parrillas. Pero se encontraron un problema: la gente, de repente, lo que quería era hablar de política, en serio. Discrepando, discutiendo, proponiendo, debatiendo… Querían que se hablara de Política con mayúsculas, en España. Por fin. Sucedió una cosa curiosa. No fueron las televisiones que en principio podría considerarse ideológicamente cercanas a las tesis propuestas por los concentrados las que empezaron a cubrir continuamente el que ha sido el fenómeno social más importante de los últimos años. TVE ha ninguneado lo que sucedía tanto en Madrid como en el resto de España (tal vez las críticas de los manifestantes al PSOE y sus políticas liberales de recorte social podrían tener algo que ver con esta pobre cobertura). Antena3 y Tele5 han continuado con su modelo de televisión de entretenimiento vacuo y alienante (como se trataba de un movimiento no violento, sin cadáveres que mostrar ni lágrimas que inducir no tenía cabida en ese modelo televisivo). Por otro lado este fenómeno social ha sido el primero que ha mostrado el daño a la pluralidad informativa que suponen las concentraciones de poder mediático. Esto se ha podido ver con el papel inane de Cuatro y la imposibilidad de información 24 horas al día que ofrecía CNN+. Uno de los casos más curiosos (y que en el futuro habrá que analizar) es el de La Sexta. Con tres canales a su disposición que rellena con series y reportajes varios que se repiten hasta el hastío, la cadena no ha encontrado hueco en su parrilla para hacer un seguimiento al minuto de las concentraciones. Sólo la noche del viernes 19 de mayo dedicó un par de horas al análisis político (dentro del marco tertuliano diario que tiene) de las protestas, mientras ofrecía imágenes en directo de Madrid y Barcelona. Esta extraordinariamente pobre cobertura informativa fue, paradójicamente, fue muy celebrada en las redes sociales, en lo que es una muestra más de la falta de representatividad de un extenso segmento social en los medios actuales y lo poco con lo que se conforma.
Una vez hecho este recorrido por la nada informativa podría parecer que en la televisión nadie ha informado seriamente y de manera continua sobre el asunto. No es verdad. Ha habido una cadena que lo ha hecho. De hecho se ha volcado. Intereconomia, la cadena de más orientada a la derecha en espectro ideológico televisivo, ha permitido a los ciudadanos asistir al fenómeno social de la Puerta del Sol de manera constante. Otra cosa a discutir sería el enfoque sesgado que ha dado a su información y el nivel intelectual y moral de las opiniones vertidas en sus programas. Aunque inicialmente trataron de interpretar el fenómeno social del 15M como una rebelión contra el Gobierno de Zapatero y por tanto algunos de sus tertulianos intentaron adoptar como propias algunas de las reivindicaciones que se escuchaban, las horas y los días fueron pasando y la farsa no pudo continuar. Los jóvenes que estaban en esas asambleas, las propuestas críticas con el neoliberalismo que se escuchaban, y la crítica feroz tanto al PP (además de al PSOE) como a la propia cadena por parte de los concentrados, hizo que poco a poco se girara la posición de ésta hasta acabar sin vergüenza alguna manipulando, criticando y desprestigiando a aquellos que participaban en las acampadas. Sin pudor, sus tertulianos y presentadores hablaban despectivamente de su aspecto, sus vestimentas o de las (infundadas) ansias de fiesta y alcohol que en cualquier momento estallarían convirtiendo las concentraciones en megabotellones incontrolables. Dio igual que la realidad tozuda les viniera mostrar cada día el pulcro civismo y autocontrol de los asistentes. Cuando uno se acostumbra a imprimir la mentira resulta complicado atender a estrictamente a la realidad. Se mofaron de manera rastrera de los concentrados calificándolos de perroflautas o chusma, al tiempo que nos dejaban impagables piezas de periodismo amateur como esta entrevista manipulada con un supuesto asistente a las concentraciones de Barcelona, donde el discurso del "ciudadano anónimo" parece previamente preparado (como se observa al leer los labios de la reportera recitando lo que dice su entrevistado entre los segundos 40 y 50 del siguiente video)
Otra televisión pública como es Telemadrid apenas ha hecho una mínima cobertura de estas concentraciones de protesta, que superan en número y en relevancia social a otras a las que ha dedicado horas y horas en directo dentro de su programación, y que servían como punta de lanza contra las políticas del Gobierno socialista de Zapatero ya que representaban al espectro ideológico que permite gobernar con mayoría absoluta a Esperanza Aguirre en Madrid. Aquí tenemos un ejemplo de lo que, según un comentarista del informativo nocturno de Telemadrid, se podría hacer con los manifestantes madrileños debido a su escaso (según él y faltando a la verdad conscientemente) número:
Hay que reseñar también las muchas horas de debate y conexiones en directo dedicadas a este asunto en Veo7, la televisión del grupo editor de El Mundo, donde el inefable Carlos Costa, ejerciendo de imposible moderador, interrumpía constantemente a los tertulianos que se atrevían a defender algún aspecto de las peticiones de los concentrados mientras que, siguiendo al dictado el espíritu de su grupo mediático, intentaba sembrar dudas en su audiencia sobre los “oscuros” inductores reales de este movimiento social:
Por último no se puede dejar de señalar las surrealistas contribuciones de Libertad Digital a enmarañar aún más la posibilidad de comprensión de los ciudadanos, como se puede escuchar en esta muestra de intuición conspiranoica de César Vidal:
Es evidente que estas movilizaciones han cogido desprevenidos a políticos y periodistas, que fueron incapaces durante varios días de entender las claves del fenómeno, intentando torpemente contextualizarlo dentro del viejo modelo explicativo de “estás conmigo o contra mí”. Con el paso de los días se hizo patente que éste era un fenómeno social contestario y plural que se alimentaba de una profunda desafección de la población en general hacia la clase política y los poderes financieros, que de manera conjunta han sumido a España en una crisis social cuyo origen nunca estuvo en la clase trabajadora pero cuyas consecuencias están destrozando la vida de miles de familias cada día. Esta idea, que se ha hecho muy fuerte en el imaginario colectivo español, permitió que más allá de partidos y medios, gente muy diversa simpatizara con la indignación general que transpiraban estas manifestaciones populares. Los medios y los políticos no han sabido canalizar este grito de angustia y rebelión del pueblo porque son conscientes de que escucharlo significaría cambiar las estructuras de poder que posibilitan su propia supervivencia. Con el paso de los días ya no se les puede achacar falta de comprensión del fenómeno sino desinterés por colocarlo entre las prioridades de la agenda política y social. Las elecciones locales van a intentar ser utilizadas por el sistema para acallar y minimizar las voces de protesta. Se ha dado la paradoja que tanto participar en ellas como no hacerlo iba a servir en todo caso para que los indignados perdieran relevancia social, puesto que la pretendida legitimidad de los vencedores de las mismas intentará ser utilizada ahora en contra de los que precisamente explican que no se sienten representados por el modelo político actual. Este tipo de argumentos permitirá expulsar a los indignados del sistema y llevarlos a sus arrabales para que allí, ninguneados, perdiendo fuerza por su invisibilidad y por la rutina, cometan algún error programático (o terminen provocando algún conato de violencia) para entonces volverlos a llevar al primer plano y destrozar sus restos frente a la audiencia.
Esto sería lo previsible. Lo que se pretenderá hacer. Lo que las ecuaciones de Matrix predicen que pasará.
Pero a veces, pocas, las cosas no salen como parece que deberían salir…