Jerry Goldsmith ha
sido uno de los grandes compositores de música de cine modernos. En mi opinión
juega en la misma liga que John Williams y Ennio Morricone, ya casi retirados.
Tenía un don especial para componer una música que iba mucho más allá de lo atmosférico
y que terminaba entrelazándose fuertemente con la historia, convirtiéndose en un elemento
fundamental de la narración. No se puede explicar el impacto de películas como
La Profecía (1976) o Alien (1979) sin la música de Goldsmith. En otro nivel,
más popular, en esa década de los 80 tan fértil hoy para la nostalgia, ¿quién mayor de 40 años no es capaz de reconocer (y de sentirse apelado
emocionalmente) por las melodías de Poltergeist (1982), Gremlins (1983) o
Desafío Total (1989)?
La música de Goldsmith
se hizo popular durante las décadas de los 70 y de los 80 pero era un tipo que
había empezado a componer música para cine a principios de los años 60 y,
ya en esa década, había recibido tres nominaciones a los Oscars. Era un grande. Uno de los grandes. Y cuando empezaba la
década de los 90 parecía un compositor consagrado pero, tras 30 años trabajando y
60 años cumplidos su marca, su sello, pareció dejar de ser tan apreciado por un
Hollywood que buscaba nuevos sonidos y jóvenes talentos. La industria
empezó a dejarlo de lado, relegándolo, poco a poco, a películas
"menores". Esas películas que yo, musicalmente, tanto disfruté durante esa década en la que el cine se convirtió en uno de los motores de mi vida.
Jerry Goldsmith era
un compositor de la vieja guardia, había crecido en el antiguo Hollywood, aquel
en el que dejar de trabajar por cuestiones de ego no era una opción. ¿Tocaba formar parte de otro tipo de producciones? No pareció importarle. De esta manera, durante esos años, casi sus últimos
años, en los 90, siguió en la brecha, con tres, cuatro, cinco o incluso seis películas por año, componiendo auténticas
joyas musicales (y también alguna basura, para qué nos vamos a engañar) para
películas "intrascendentes", generalmente de aventuras o fantásticas.
Con esta lista de Spotify le rindo homenaje a esos años, a la música para películas de los 90 que Jerry Goldsmith compuso.
La Casa Rusia,
Durmiendo con su enemigo, Los últimos días del edén, Instinto básico (brutal),
Matinée, Eternamente joven, 4 mujeres y un destino, Río salvaje, El primer
caballero (qué maravilla de música), Congo, Star Trek: primer contacto,
Reacción en cadena, Congo, Los demonios de la noche (espectacular), L. A.
Confidential (estupenda), Air Force One (temazo), El desafío, Pequeños guerreros, Mulan, El Guerrero número 13 (una auténtica gozada de BSO, la adoro),
La momia (fantástica)... Goldsmith era la hostia. Y su música hizo mucho mejor todas estas
películas.
Los que me conocen
saben que soy poco dado a la mitomanía militante. Ni siquiera con mi Betis. Nunca, ni siquiera de niño, me pareció trascendente en mi vida tener el
autógrafo de nadie. Pero sí tengo que decir que aquellos conciertos de música de cine que Goldsmith dirigiera en aquella Sevilla de 1998, cuando apenas había yo cumplido los 20
años, permanecerán en mi memoria para siempre. El cine siempre gana, a pesar de todo. Esta es la historia.
El primero de aquellos
conciertos giró en torno a la música de Bernard Herrmann, el maravilloso
compositor de música de cine que siempre terminará asociado a las
mejores películas de Alfred Hitchcock. Al acabar el concierto, espoleado por mi hermano
mayor y sus amigos, con los que había asistido (un tanto cohibido) a dicho
concierto, me dirigí al camerino de Jerry Goldsmith para que me firmara este CD
que aquella misma tarde había comprado (¿o me habían devuelto?).
Ese tipo, esa
leyenda, con su coleta de pelo gris, ya tan mayor, ya tan lejos de aquello que alguna vez ambicionó, ya tan cerca (sin saberlo) de su propio final, me sonrió mientras me firmaba
una de sus BSO´s más personales y experimentales (también de la más difíciles de
escuchar fuera de la película). Recuerdo mis nervios, mi inseguridad y el subidón mientras me alejaba de él. Cada uno decide lo que lo emociona.
El segundo
concierto que dirigió en Sevilla, al que ya asistí solo, en tercera fila,
sin nadie que me acompañara mientras "levitaba" con aquella experiencia musical y
cinematográfica que trascendía a mi vida diaria, estaba dedicado a la propia música
de Goldsmith. A su cine. A las películas que habían servido para alimentar su mito. Qué emoción. Cuántos recuerdos. Aquellos "Encuentros de
Música de Cine" que durante tantos años se organizaron en Sevilla fueron muy grandes.