10 diciembre 2007

Zombis

Corre tío, corre, ya te lo dije una vez, que no llegas, ¿adónde? y que más da, tú corre, acelera, trabaja, folla, come, emborráchate, no olvides que hay que volver a trabajar, y mucho, paga, nunca dejes de pagar, no te pares, nunca, imagina que te das cuenta de la futilidad de la carrera, nadie entenderá tu desesperación, para eso estamos, y vuelve al camino, siempre en el camino, no descanses, no mires atrás, sal de casa a primera hora, vuelve, el fútbol, hay que ver el partido, y un poquito de deporte, ¡hay que leé, eh! ¡hay que leé!. Un día, tras otro, y otro día. Y otro. Y se acaba la veintena, ya estás en la treintena, se acabó el jugar, dicen, con la mirada vacía, los zombis, toca ya la hipoteca, el finde en casa de la familia, los niños allí juegan, las horas pasan, ¿qué tal el finde? No sé, soy un zombi, me contestan, las horas pasan, todo bien, todo tranquilo, esperando, ¿qué? y yo que sé me dice, ¿para cuándo los hijos? más responsabilidades con ellos, o menos, todo depende, los niños te agarran de los huevos, algunos escapan, otros se someten, todo es felicidad, aunque miran a los que no los tienen con envidia... no, no, eso es mi mirada sucia, son lo más, inversión de futuro, ¿no es todo capitalismo? ¿por qué eso no? Volvemos a charlar, aún queda algo nuevo que decir, pero cada vez menos, la vida se llena de conversaciones vacías, los compañeros, pero siempre quedan los de siempre, menos mal, pero se van, siempre son más los otros, triste zombies, pasan sus horas, pasan las mías...

27 noviembre 2007

Reflexiones en torno a la ciencia democrática

En el siguiente artículo que enlazo Daniel Inneraty, filósofo y ensayista español, Premio Nacional en la modalidad de ensayo 2003, reflexiona sobre la ciencia, su construcción y su papel en la sociedad


http://www.elpais.com/articulo/opinion/ciencia/todos/elpepiopi/20071120elpepiopi_5/Tes

El artículo entra a fondo en el clásico debate de la responsabilidad científica de la sociedad. Dicho debate tal vez debiera suscitarse sólo después de que la sociedad adquiriera una base cultural científica de la que desgraciadamente aún carece y con la que, una vez adquirida, debiera hacerse corresponsable de las decisiones científicas que nos afectan a todos como ciudadanos... ¿después?... ¿sólo después?... La interminable discusión en torno a cuándo estamos preparados para ejercer los derechos y deberes que debe poseer un ciudadano responsable emerge de nuevo con toda su fuerza: ¿Hay que esperar? ¿Cuánto? ¿Eternamente? ¿Y quién lo decide? ¿Esperamos en el pasado a que la mujer estuviese "preparada" para que ejercieran su derecho al voto? ¿O se les dio ese derecho aún a sabiendas de que en sus primeras fases muchas estarían mediatizadas por su santo matrimonio, o por la iglesia? ¿No se entendió entonces que el mero ejercicio de ese derecho facilitaría una mejor maduración de la mujer como elemento social constituyente y participativo? ¿Era menos balbuciente políticamente el hombre, estaba realmente menos mediatizado? ¿Y ahora?

Y a pesar de ello... ¿Me siento cómodo ante ciudadanos de a pie, desde los Rajoys de turno hasta señoras que pueden ser mi madre, que no sólo dan opiniones sino que emiten juicios científicos sin ninguna base para apoyarlos? ¿Qué hablan sin dudas, desde las tinieblas de su ignorancia? ¿Puede su voz valer tanto como la del experto? ¿Y si el experto es el "nobel" Watson y con su " expertitud" suelta que los negros son inferiores genéticamente a los blancos, sin matices y escupiendo bilis por la boca?... preguntas... dudas y más dudas...

"Desde hace algunos años han hecho aparición en el escenario público una serie de temas y problemas que eran insólitos en la agenda política: conservación de la naturaleza, seguridad de la alimentación, clima mundial, código genético, contaminación, enfermedades, salud en general"

Se me hace extraño que los temas científicos centrales sean tan ajenos a la física; el siglo XXI, parece que será el siglo de la biología, de la genética; la física parece quedar arrinconada en siglo XX, donde tan decisiva, brillante y destructora fue. Se me hace extraño...

"...la ciencia ha perdido el monopolio del saber asegurado. La ciencia no puede sino decepcionar la expectativa de procurar un saber fiable, cierto y exento de riesgo"

Este argumento sin embargo suena caduco, e innecesario. Sólo los ignorantes pueden sentirse decepcionados por algo que la propia ciencia no pretende. Las expectativas deterministas y el uso de la ciencia como saber absoluto son ideas, en general, abandonadas por los científicos. Las expectativas siempre son generadas desde una doble fuente: la de los sumos sacerdotes (en este caso serían de la ciencia, como podrían serlo de cualquier secta religiosa) que quieren perpetuarse en el poder y utilizan sus saberes para realizar un ejercicio de oscurantismo que los haga para siempre necesarios; y la de los incautos o creyentes que prefieren depositar las responsabilidades en los otros y seguir sus dictados a rajatabla, para no compartir el peso de esa responsabilidad y sí disfrutar de las ventajas inmediatas que se generen de tal sistema. Pero las expectativas no la produce la ciencia, bastante bien curada de sus ataques megalómanos del pasado.

Precisamente la física del átomo, la cuántica, la de las posibilidades, la de la ausencia de certezas, la del gato de Shrödinger, la del Principio de incertidumbre de Heisenberg, la que se relaciona con las matemáticas del Teorema de Göedel... esa física aporta al ser humano y a sus sociedades la enseñanza más importante y radical de todas: la imposibilidad de conocer a la perfección un fenómeno físico, el restablecimiento de la duda como mejor método de acercarse a la comprensión de dichos fenómenos, el abandono de la prepotencia determinista newtoniana y la increíble certeza de que la ciencia no pierde un ápice de su interés, ni de la posibilidad de encontrar nuevos resultados, tanto abstractos como tangibles, con esta nueva forma de entender la ciencia.

Ahora hay que mostrarle esa certeza, tan asentada en el mundo científico, al resto de la sociedad. Educación y aprendizaje de nuevo. ¿Y democracia?

"Nuestro gran problema consiste en cómo llevar a cabo la reintegración social de la ciencia cuando sabemos que están en juego asuntos demasiados importantes como para dejarlos únicamente en manos de los especialistas"

"ecologismo, los movimientos antiglobalización o las organizaciones de consumidores responden a esta exigencia de participación, con una lógica muy similar al combate que se libró, en otro tiempo, contra las monarquías absolutas para dejar de ser súbditos y pasar a codefinir el mundo común. Lo que menos ha cambiado es que se trata precisamente de la misma batalla por reducir las voces autoritarias a una conversación democrática"

¿En manos de especialistas? ¿Y quién dice que está en manos de especialistas? Yo desde luego no lo creo, al menos en manos de especialistas científicos. Estará en manos de ese "comité de sabios", de esa élite económica y política al que nuestros paupérrimos sistemas democráticos ceden la gestión y el poder. Y que, como un amigo me decía el otro día, aparecen como el verdadero elemento perturbador de la democracia real. Los especialistas científicos tan sólo son utilizados por ellos, como todos los demás. No es cuestión de expulsar a los especialistas de la batalla, es cuestión de hacerlos ingresar en esa lucha social que el autor cita en las últimas palabras de su artículo, de enfrentarlos a aquéllos que los utilizan para validar y ratificar sus posiciones, de reconocer sus voces, no de hacerlos decidir, no de darles ese poder, sino de saber utilizar sus conocimientos para después, con ellos bien asimilados, poder decidir de manera colectiva

08 noviembre 2007

El Arca de Su Puta Madre

España, finales del siglo XXI. El jodido cambio climático ha convertido al país en una zona desértica donde a duras penas sobrevive una quinta parte de la población que tenía hace menos de cien años. La emigración, la mortandad infantil, la cada vez más reducida esperanza de vida y la incapacidad de los dirigentes político han destruido y colapsado un país que no hace mucho tiempo se consideraba como uno de los privilegiados integrantes del rico Occidente. Los conflictos armados entre distintas regiones y grupos locales se han sucedido sin descanso en los últimos treinta años destruyendo las pocas esperanzas de los exhaustos españoles que quedan. El agua se ha convertido en la sustancia vital, la especia, y el control de los pocos ríos que discurren como hilillos sobre la tierra yerma es el centro de todas las actividades ilegales, así como de los conflictos territoriales anteriormente mencionados. España se muere de sed. Y con ella ha traído al Tercer Mundo hasta las mismas puertas de la siempre asustada y cobarde Europa.

Mientras tanto China, tras su reconversión industrial de mediados de siglo, se ha erigido por fin en la primera potencia del mundo, dejando en un discreto segundo plano a unos EEUU obligados a ceder ante el empuje y la fuerza de la nueva sociedad china, que se despoja con rapidez de los harapientos vestidos de su milenario pasado y adopta con facilidad los nuevos ropajes capitalistas y consumistas, acordes con la nueva posición dominante que detenta. Una de las características que mejor define la evolución de China y las nuevas preocupaciones de su rica sociedad, es la aparición de múltiples ONG’s financiadas por capital chino, ya sea público o privado, que se han distribuido con enorme rapidez por todo el mundo, como si de un virus se tratasen, llevando la caridad y la ayuda por todos aquellos lugares donde creen que la necesitan.

Una de ellas, llamada El Arca de Su Puta Madre, decidió hace unos meses que la situación de conflicto permanente entre los castellanos y los leoneses que había convertido la zona en una de las más deprimidas del Hemisferio Norte, hacía necesaria su presencia y su ayuda en dicha zona. Aprovechando la debilidad del Gobierno español, y la pobreza y descontrol reinante en la región de conflicto decidieron, de manera unilateral, que lo mejor sería que algunos de los niños castellano-leoneses fueran adoptados por familias acomodadas chinas que esperaban ansiosas la llegada de sus nuevos hijos. Pero conseguir su propósito no era sencillo. La gran mayoría de estos niños vivía en el seno de familias con muy pocos medios de subsistencia pero aún muy orgullosas y ligadas a la tierra: jamás hubieran dado el visto bueno a una cesión encubierta de sus hijos. De modo que, con enorme "decisión y valentía", los responsables de la ONG decidieron seguir con fidelidad los principios que regían su labor, basados en la idea de la necesidad de radicalizar el humanitarismo por el bien de los más desfavorecidos, principios éstos que proclamaban desde hacía años en su página neoweb. Dichos responsables mandaron a sus voluntarios a hablar con las familias de los niños escogidos, para rogarles que les permitieran que se llevaran a sus pequeños a una casa-refugio que tenían en Madrid, donde se les proporcionaría educación y comida durante los próximos años, y en donde, por supuesto, los padres podrían visitarlos con asiduidad hasta que las condiciones del conflicto mejorasen y pudieran volver a vivir con ellos. Aleatoriamente eligieron unos cien niños de entre todos los que vivían en la región dándose la curiosa circunstancia que ninguno de ellos poseía ninguna tara ni enfermedad especial, algo muy poco probable dada la mala nutrición y la pobreza de las familias. Casualidad. Seguro. Como estaban tan seguros de lo honesto de sus actos envolvieron a los niños en falso vendajes para hacer creer a las autoridades centrales españolas de la necesidad de evacuarlos, algo que consiguieron, llegando así finalmente hasta el mismo aeropuerto de Vallecas donde les esperaba un avión francés que habían contratado para volver a Pekín con los niños. Sólo un chivatazo de última hora a la policía española, impidió que el avión despegara del país tercermundista. La policía detuvo en el mismo avión a los miembros de la ONG, acusándoles del secuestro de los de los niños, y a la tripulación francesa del avión por complicidad en el secuestro.

Hace unos días, en un vuelo relámpago al país español, el presidente chino consiguió que parte de la tripulación francesa fuera liberada. A su vuelta a China hizo escala en Francia donde un patético presidente francés, Zaparkozy, le esperaba a pie del avión para hacer una declaración conjunta en la que prometieron a sus escandalizadas sociedades que sus compatriotas retenidos en ese miserable país subdesarrollado serían puestos rápidamente también en libertad. El presidente chino, lacónico en su alocución, sólo dijo las siguientes palabras:"Hayan hecho lo que hayan hecho deben volver a China

La sociedad china respiró aliviada. Las imágenes del sufrimiento de los pobres voluntarios de El Arca de Su Puta Madre que habían sido detenidos por las autoridades españolas habían escandalizado al país. Las lamentables condiciones de higiene y la inseguridad judicial en un país tan atrasado como el español habían indignado a las familias de los pobres voluntarios que llorosas hablaban en radios y televisiones. Tras unos primeros momentos de hipócritas condenas al tráfico de niños del Tercer Mundo, la fingida decencia política y social dejó paso a la más realista y cínica certeza de que de todas formas eso chinos y esos franceses debían ser devueltos a sus países de origen , aunque el delito lo hubieran cometido en España.

Al fin y al cabo quién carajo era España para retener a nadie.

Al fin y al cabo no iban a dejar los chinos y los franceses que los putos españoles juzgasen y encerrasen a una veintena de los suyos.

Al fin y al cabo qué más daba el delito. Todo el mundo sabía que lo importante era dónde se cometía ese delito. Y quién lo cometía

Siempre fue así. Desde hacía siglos... Al menos uno.

27 octubre 2007

Sobre la agresión del chimpancé

Ahora pasea libremente por los salones de las casas de los españoles. El chimpancé (Ángel Martín dixit) entra sin pedir permiso, ya sea desde programas teóricamente informativos o desde la telemierda del corazón. Se convierte así, de la noche a la mañana, en personaje público a este desgraciado, gracias a la indecencia hipócrita de nuestras televisiones privadas, ávidas de carnaza con la que rellenar sus programas, y a periodistas (interesadamente) equivocados que confunden la necesidad de información con el placer que encuentran refocilándose entre la morralla de la sociedad.

Lo significativo del miserable y cobarde ataque del chimpancé a la pobre chica ecuatoriana es la escandalera que todo el mundo ha montado, la indignación y sorpresa que la gente de tu entorno muestra, la forzada integridad que sus palabras demuestran, el juicio inflexible sobre el otro pobre cobarde que se queda sentado sin intervenir en la agresión (sólo algunos como Javier Ortiz han presentado una diferente interpretación de los hechos). La hipocresía desborda todo lo que veo y escucho, pero junto a la hipocresía no se puede dejar de detectar una especie de sensación de verdad en todas esos discursos. Esos discursos demuestran que es falso que no sepamos lo que está bien y lo que está mal a un nivel básico, que no se sepamos cuáles son las pequeñas acciones que podemos realizar en nuestro entorno para que la convivencia mejore y la sociedad sea más humana y menos fría; pero al tiempo se descubre una realidad cínica, porque en el fondo nos importa un carajo todo lo que no sea inmediatamente beneficioso para nosotros mismos, aunque nos enferme la posibilidad que los demás lo sepan, se den cuenta, y mantengamos esa artificiosa dignidad a la que hacía antes referencia en los discursos. Mientras no quedemos demasiado al descubierto eso sí, mientras nuestras miserias no las puedan conocer nuestro vecinos, amigos y familiares, mientras el youtube no nos golpee en el rostro y nos muestre a la cara nuestras propias mezquindades. Porque sin necesidad de haber golpeado a nadie o insultar como hace el chimpancé del tren... ¿quién no ha sido alguna vez testigo de alguna acción similar y no ha actuado mirando para otro lado? ¿o ha saltado por encima de un mendigo medio muerto en la calle aterido por el frío? ¿o ha hecho oídos sordo a los gritos que se escuchan en la casa del vecino? ¿o ha dejado alguna vez que insulten y pisoteen a un compañero de clase en los lejanos tiempos del instituto, o que ninguneen y acosen a algún compañero en el trabajo? ¿o que algún capullo incomode a alguna chica “piropeándola” zafiamente?... Cientos de estas situaciones y más que ahora no se me ocurren suceden cada día en nuestro país, y siempre hay testigos mudos que, como hace el pobre infeliz del tren, vuelven la cabeza hacia otro lado, y esperan que la cosa no se ponga tan tensa como para tener que mojarse e intervenir. Pero no los graban.

El problema es que esta vez todo este triste espectáculo ha quedado registrado, una lamentable obra de teatro de la realidad, una obra social, con sólo tres actores: el chimpancé violento y repugnante, la víctima débil e indefensa, y el cobarde observador. Afortunadamente pocos en proporción (aunque demasiados en numero) son los que actúan como el primero, pero el problema es que el cobarde observador no es más que la viva imagen de todos nosotros, de nuestra sociedad inoperante y enferma, de nuestras miserias y mezquindades ocultas, de nuestra indiferencia, nuestro individualismo, nuestro carácter social.

Y tras el impacto inicial, vine la hora del lodazal: muchos de los que inicialmente reaccionaron con lógica indignación y desasosiego ante tan lamentable suceso, ante la acción violenta y racista del grotesco chimpancé cabrón, se asoman con los ojos vidriosos, entre asqueados y ansiosos, a su televisión, a la espera de que traigan al chimpancé a su casa, balbucee sus torpes y patéticas justificaciones, muestre su sonrisa desafiante y sirva así para exorcizar todos nuestros demonios sociales y se erija en el único culpable de una acción permitida por todos. Porque ese tipo es un mierda. Lo es. Como todos aquello responsables de programas que están como locos persiguiéndole con una cámara como si fuera alguien relevante, y todos aquéllos que en los salones de sus casas dejan el mando del televisor sobre la mesa para no zapear, y poder escuchar con avidez los aullidos locos de un chimpancé.

23 octubre 2007

Mi primo, el físico

Es descorazonador el nivel medio del político de nuestro país. Y peor es pensar que en otros países la media no mejora lo que aquí tenemos. Rajoy se ha despachado a gusto, se ha quedado tranquilo, y alguna de las pocas neuronas científicas que le quedaban en el cerebro se le debe haber suicidado, angustiada y avergonzada, al escuchar las palabras que salían por la boquita de nuestro atrevido climatólogo nacional:

"Yo de este asunto sé poco, pero mi primo supongo que sabrá. Y entonces dijo: 'Oiga, he traído aquí a diez de los más importantes científicos del mundo y ninguno me ha garantizado el tiempo que iba a hacer mañana en Sevilla'. ¿Cómo alguien puede decir lo que va a pasar en el mundo dentro de 300 años?"

Vaya pedazo de par de cojones. Como el primo es físico algo del tema sabrá, ¿no? Pues no don Mariano, pues no, podría saber algo del tema si durante su carrera científica hubiera trabajado en asuntos relacionado con el clima y su evolución, y no es el caso. El primo de don Mariano, Javier Brey, resulta que es uno de los físicos españoles más brillantes en su campo, la física estadística, además de profesor de la Universidad de Sevilla, donde yo estudié. Pero, salvo que la evolución del clima en el planeta sea su afición desconocida, no es un experto climático, y sus opiniones carecen de valor añadido, más allá de que lo que diga sea tan respetable como lo que dicen otros miles de científicos, no expertos en el tema, de este país.

La sociedad aparta a los científicos, no hay espacio ni prestigio social para ellos ni para el desarrollo de una cultura general científica en la población, no se hace ningún esfuerzo en la formación de una opinión adulta sobre los temas científicos que nos afectan globalmente, pero cuando se necesita una figura relevante, o una opinión, que confirme cualquier estupidez política, siempre existirá la voz de algún científico de cámara, afín al poder y a sus favores, dispuesto a contradecir o apoyar lo que le venga en gana. Es el problema de considerar a los científicos como voces autorizadas para todo, como una especie de magos o gurús de una nueva religión que deposita en ellos una fe ciega basada en la ignorancia general de todos en temas que a todos nos afectan.

“...Si no se puede saber el tiempo de mañana en Sevilla, ¿cómo se va a saber lo que pasa de dentro de 300 años?... Qué atrevida es la ignorancia. Bastaría con leerse alguno de las decenas de libros divulgativos que han salido en los últimos años para saber que una cosa es predecir con exactitud el tiempo local y puntual de un lugar, y otra cosa es conocer la evolución global del clima, su tendencia, en una zona determinada del planeta. Qué simple. Qué fácil. Qué difícil para un analfabeto científico.

Yo soy licenciado en Física. De modo que ya sabéis, cuando queráis conocer por qué se extingue la rana dorada en Panamá, no lo dudéis, preguntadme, seguro que tengo una opinión muy científica y muy válida que lo explique. Soy una voz autorizada, un experto en la materia, mis estudios astrofísicos así lo acreditan.

10 octubre 2007

Sábado por la tarde, maniféstandonos por la vivienda

Sábado por al tarde. Manifestación por la vivienda. Parece que de repente todo el mundo se ha dado cuenta del problema que supone para este país el tema de las hipotecas. Hipotecas imposibles para toda la vida. La vida misma hipotecada por una jodida casa. ¿De repente?... En fin... Mejor sería decir que al mundo financiero y político le entró el miedo ante el posible contagio de la crisis generada por las hipotecas basura norteamericanas. Y los medio encontraron el filón, el euríbor llegaba al 5% y se acababa el silencio cómplice sobre la peor lacra de la sociedad española de principios de siglo. Durante un rato. Nada permanece demasiado tiempo expuesto al aire libre en el mercado de la comunicación. Sólo lo fresco, lo inmediato, lo impactante. Siempre tratado de manera superficial y coyuntural. Ayer la SER en su informativo nocturno de economía nos tranquilizaba: “no hubo crisis, no hay crisis, no habrá crisis”. Hay que ver lo capullos que somos. Y nosotros angustiados. El tío de la voz robótica continúa y me explica que no me he de preocupar, que sólo nos tocó de refilón, poco más, el escollo parece salvado, los indicadores son buenos, los bancos respiran gracias al dinero público que se les ha regalado a un tipo de interés irrisorio para que tengan la liquidez que perdieron especulando con las casas que se vendían a preciso imposibles, permitiendo a la gente joder sus vidas comprando lo que no podían casi pagar. Aprovechando el optimismo reinante. Uffff, menos mal, ya respiro tranquilo, no hay crisis...

Sábado por la tarde. Yo es que soy un poco torpe y ando espeso. No me he enterado de que el problema de la vivienda ya está en vías de solución. Ya no subirá más el euríbor, eso dicen. Pues ya está, debería estar tranquilo, qué felicidad, todo solucionado, planes gubernamentales que no suenan mal, tranquilidad en los mercados. Joder, ¿qué me pasa? ¿Por qué no dejo que todo fluya? Nada, me entran los picores subversivos y me largo para la manifestación, como en mis tiempos mozos, me largo hasta la Puerta del Sol; lo he leído en los carteles que pegaron el metro: a las seis, concentración por la vivienda, simultáneamente en toda España. Bueno, en los pasquines sólo una pega, tonta eso sí, ortográfica, pone “...precios exajerados...” Y esa jota me hace daño cada día cuando entro en la estación de metro. Qué tiquismiquis soy, ya se sabe, que más da la ortografía cuando uno es un revolucionario. Un defecto burgués el mío, ya lo extirparé.

Sábado por la tarde. Una tarde preciosa. Otoñal, luminosa, perfecta para juntarse y revindicar. Al fin algo que nos une a muchos españolitos de a pie: la vivienda. Todos los mileuristas debieran estar allí. El 58 % de los asalariados españoles son mileuristas según los datos de la Agencia Tributaria, cincuenta y ocho de cada cien asalariados viven con menos de 1100 euros al mes... ¿dónde coño viven? ¿cómo coño sobreviven? ¿dónde están esta tarde? ¿quiénes son ésos que se concentran conmigo por las calles de Madrid? A mi alrededor veo adolescentes con ganas de juerga, viejos nostálgicos de viejas reivindicaciones, izquierdistas trasnochados embutidos en camisas rojas con el emblema de CCCP, fotos de Che, pañuelos palestinos... Todo parece ser susceptible de ser convertido en ideología actualmente. Se consume todo. Todo. Pero resulta patético llegar a ver a los restos putrefactos de la ideología del ayer convertida en icono consumista hoy, en pose superficial, en una actitud que grita a la sociedad: “cómo me molo a mí mismo, soy la puta ostia

Camino entre ellos, pero no entiendo qué pasa, somos menos de 2000 personas. ¿No hay nadie más preocupado por este tema? ¿dónde están los tristes mileuristas? ¿acaso nadie les ha avisado? Mirad que son muy despistados e igual no se han enterado... Pienso en ellos y me estremezco, estoy seguro que muchos de ellos están tan alienados que estarán en sus casas, ésas que no pueden pagar, temblando, rezando para que casi mejor que no les toquen el tema de la vivienda, que el gobierno no intervenga, no vaya a ser que otros, los que vienen por detrás, puedan verse beneficiados por políticas sociales de vivienda, con precios razonables en alquiler, con precios que no ahoguen sus vidas como se están ahogando las suyas. No, piensan, que se jodan como nosotros, si yo desperdicio mi vida trabajando como un burro para poder pagar una casa, los demás también. Salgo de mi ensimismamiento gracias a las creativas rimas que comienzan a escucharse a mi alrededor, la masa me rodea. ¿Masa? Qué optimista soy. Mis ideas muestran ya a esa altura de la tarde una tendencia claramente esquizoide, no comparto nada con los que camino, no me gusta el tono y la forma de sus reivindicaciones; no entiendo a los que se quedan en casa, ni a los que se aferran al manido y deplorable “esto es lo que hay, para qué vamos a intentar cambiar las cosas”. La realidad me saca de nuevo de mis pensamientos. Una tía de pelo rojo libertario, que roza los cincuenta y porta todo tipo de pancartas se pone a nuestra altura. Sin presentación y a bocajarro nos comienza a hablar, más bien monologa con ella misma: el capital, la jerarquización de la sociedad, la toma del poder, la concienciación de las masas... Todo el discurso parece coherente, engarzado, suena a antiguo pero parte de bases lógicas. Dura unos cinco minutos, la dejamos hablar sin meter baza, sólo escuchamos, entonces termina, nos mira, nos pregunta si no tiene la razón, se la damos, asiente, se le ha acabado el carrete, no tiene nada más que decir, se le acabó la argumentación, seguro que había resumido en eso cortos minutos las lecturas de su vida, el silencio se hace incómodo, seguimos andando, sin más baja la cabeza y acelera, la vemos llegar hasta un grupo de chavales que caminaban por delante nuestro y se habían parado para encender un cigarro, se pone a charlar con ellos, no los conoce de nada, seguro, al adelantarlos pongo el oído: “el problema es la jerarquización de la sociedad ...

Sábado por la tarde, a la altura de Sevilla, antes de llegar a Cibeles un tío se sube a un especie de monolito enclavado junto a la estación de metro, lleva una bandera enorme, republicana, de la segunda república se entiende, empieza a ondearla con gran esfuerzo, la tensión se refleja en su cara, nos paramos a su altura, todos le miramos, desde hace un rato arrecian los gritos contra el Rey y la monarquía, la muchedumbre estalla en aplausos ante el heroico portador de la bandera, la emoción se palpa, a mi lado ondean cinco o seis banderas de Cuba, y otras tantas republicanas, El tío por fin desfallece y se queda quieto, con la cabeza gacha manteniendo a su lado el mástil de la bandera que oscila levemente a merced del viento. Momentazo. Seguimos andando. Banderas cubanas, banderas republicanas, camisetas rojas donde se lee CCCP (¿sabrá su portador que significa?), o está dibujado el Che, todo el kit del progre-revolucionario me rodea, el fervor de la lucha contra la opresión empieza a apoderarse de mí, los gritos a favor de la tercera república se escuchan cada vez con más fuerza a mi alrededor, yo siempre he sido republicano y paso del rey, entonces, ¿por qué no termino de sentirme a gusto? Lo recuerdo de golpe, yo no he ido a una manifestación a favor de la república, ni en contra de la monarquía, ni a favor del comunismo, ni en defensa de la dictadura castrista. No, para nada, error, de eso no iba hoy la cosa.

Sábado por la tarde, tras dos horas caminando, nos separamos de la gente y terminamos tomando un café reparador. La manifestación ya ha acabado. Oficialmente claro, ahora llega la fiesta para muchos, lo importante. Al volver a casa me ahoga la rabia. ¿Cuándo y cómo vamos a comprendernos los unos a los otros? ¿Cuándo seremos capaces de aunar esfuerzos en pos de conseguir objetivos que nos beneficien a todos más allá de la ideología y la pose que hemos adoptado cada uno de nosotros? Coño, el mensaje estaba claro, era una concentración para recordar a los poderes públicos un problema social, la vivienda, un problema transversal al espectro ideológico español.

Domingo por la mañana, nos levantamos temprano para dar un paseo. Nuestra calle colinda con el Rastro, un grupo de cinco o seis chavales con iconografía revolucionaria están sentados en la esquina de la calle bebiendo unas birras. Son la diez de la mañana, un par de pancartas sobre la vivienda y su problema nos informan de dónde vienen, de lo larga que ha sido su noche, de lo que significó para ellos la manifestación de ayer: un after hours reivindicativo. Mola. Pásame el porro.

Leo los periódicos, las noticias sobre las concentraciones en toda España ocupan un cara de una página en El Mundo. En El País, no llega a tanto. Leo que en Sevilla se concentraron “medio centenar de personas”. El redactor fue benévolo, escribió medio centenar, quedaba menos duro que escribir “cincuenta personas” o incluso “cincuenta idiotas”... Joder, cincuenta.

26 septiembre 2007

Público, un periódico de y para mileuristas

El primer número de Público deja una extraña sensación, una mezcla de ilusión por la aparición de un nuevo medio en papel que viene a sacudir las telarañas del estancado panorama actual y, por otro lado, una sensación agridulce al constatar en sus páginas algunas lagunas que deben mejorarse y pulirse para no convertirse en un remedo de pago de la prensa anoréxica gratuita.

La primera impresión al ver el periódico es el, ya por muchos comentado, parecido diseño a periódicos como El Economista, El Periódico o incluso el gratuito ADN. Con esa nueva forma de presentar las noticias que se está convirtiendo en dominante en el mercado del papel, recurriendo a grandes fotografías y titulares impactantes, al tiempo que se utiliza un lenguaje más simple y una argumentación menos densa. Un formato que lleva al lector educado a la antigua usanza a un cierto rechazo inicial, propio de la defensa inconsciente de las costumbres asentadas. Pero está claro que es éste el nuevo paradigma en el que se va mover la prensa de papel en los próximos años, en consonancia con el nuevo lector, esporádico, ocasional, sin mucho tiempo en sus días laborales para leer de manera reposada, que busca la inmediatez de la noticia y una información completa y variada sobre diferentes asuntos. Evidentemente el perfil descrito y el target buscado es principalmente el de jóvenes urbanitas, jóvenes mileuristas a los que se tienta también con un precio inicial de risa, y que realmente se habían alejado casi por completo de los medios de papel. Uno jóvenes a los que se intenta enganchar con la interactividad y cercanía que supone la aparición conjunta de la web www.público.es con todos los contenido del periódico expuestos de manera gratuita bajo licencia copyleft.

Entre lo que más me ha gustado de este primer número destacaría la preocupación por acercarse a temas sociales ajenos a la mera actualidad política (el reportaje de los traficantes de obreros); la aparición de nuevas secciones con tratamiento novedoso, más cercano y participativo; la conexión internet-papel que aparece en los artículos de mayor interés, para obtener más información en la red sobre el asunto planteado en el periódico (lo cuál acaba con una idea cerrada de la prensa escrita como fuente última diaria de la información, haciendo que el lector interesado obtenga una puerta desde la que asomarse al tema con mayor profundidad); las páginas dedicadas a ciencia, que suponen un soplo de aire fresco en el asfixiado y anoréxico mundo de la divulgación científica, resaltando lo novedoso y tremendamente útil que resulta que, junto a la típica noticia impactante de ámbito científico, aparezca la opinión no ya de un periodista, sino de un especialista en el asunto, un científico, que de forma amena, clara y rigurosa explica lo que realmente significa el descubrimiento de turno y la situación actual de la investigación en esa rama de la ciencia. Ése es el camino y no otro, científicos divulgando, haciendo que sus voces se escuchen entre tanto analfabeto científico. También me ha gustado el número de columnistas variopintos que presenta el periódico, siendo muy importante que no sólo se dediquen a la cansina actualidad que marca la agenda política, aunque de su calidad hablaremos luego. Y por último no me parece nada mal que se aparquen los deportes al final del diario, con su portada propia incluida, así como que en un día normal, sin grandes noticias deportivas, no le dediquen más que cuatro o cinco páginas (hoy por ejemplo El Mundo le dedicaba nueve) dejando así espacio a otras secciones como la de cómics, música o libros.

En la parte negativa resaltaría que las noticias de nacional parecen más bien escasas, poco diversificadas y con muy poca atención por lo que pasa en otras zonas de España que no sean Madrid, Cataluña y País Vasco (como todos los demás periódicos). A pesar de que sea tal vez el nuevo modo de hacer un periódico a mí todavía me cuesta entrar y confiar en uno con tan enormes y agresivos titulares, que además presenta las típicas chorraditas, tan propias de los gratuitos, que aparecen en la zona superior de páginas como las de ciencias (por ejemplo: “un niño despierta de una operación con acento pijo”) y que parecen servir sólo como relleno. Me parece algo poco serio que perjudica la credibilidad de un periódico. Tampoco me gusta la ausencia de editoriales, otra cosa en la que se asemeja a lo gratuitos. Y no me sirve la explicación de Ignacio Escolar respecto a ello, aludiendo a que las empresas no tienen que opinar sino informar, para que el ciudadano se forme su propia opinión. Me parece un argumento falaz y un tanto cínico: la selección y tratamiento de las noticias es la primera forma de editorializar un periódico. Todo periódico tiene una línea editorial, quiera hacerla expresamente visible o no (como es el caso). Me parece una manera aviesa de ocultar las propias ideas y de manipular al lector. Prefiero ver cómo se moja por ejemplo El País con los últimos editoriales contra Zapatero por intereses espurios, a que sólo ofrecieran noticias tendenciosas sobre los diferentes asuntos que afectan al Gobierno que pueden hacer que el lector despistado se trague sin más noticias cargadas con munición de empresa. Por último el tema de los columnistas es algo a lo que hay que dejar un tiempo para valorar. Junto a plumas prometedoras o consagradas como Reig, Labordeta, Javier Ortiz, o colaboradores tan interesantes como Javier Sádaba, aparecen otros de los que inicialmente desconfío que puedan ofrecer opinión de calidad, como el Gran Wyoming (es muy difícil trasladar al papel un humor como el suyo, en el que la mirada y la pose son casi tan importantes como lo que dice). De todas formas, como decía, no se puede valorar por lo leído hoy donde los columnistas sólo se presentaban, pero temo que el principal defecto de las columnas sea la utilización de ese lenguaje cercano y simplificado que quiere ser el motor del periódico, y que desde luego en la sección de opinión a mí no me interesa. Hay muchos blogueros por ahí dando opiniones muy interesantes sobre muy diversos temas, pero en prensa, pagando, quiero leer columnas de opinión diferentes, con un estilo propio y un lenguaje cuidado. Sorbitos de literatura, al estilo del mejor Umbral, Millás o Raúl del Pozo. Pero que sean nuevos. Tampoco me convence el escaso espacio físico de algunas de estas columnas, que no deja lugar a desarrollar argumentos con una mínima profundidad.

Y no se puede pasar por alto algo muy importante, que es lo que más me ilusiona y me acerca a este nuevo proyecto. Público puede conseguir cubrir un hueco, un vacío. Pretende intentar conseguir despertar y atraer hacia los temas sociales, políticos, que nos afectan a todos, a una generación que se estaba descolgando del devenir de los tiempos: la generación mileurista. Esta generación toma su nombre de la situación precaria en lo laboral y lo económico en la que muchos de sus componentes sobreviven pero, en una definición más amplia, como ya escribí en el enlace anterior, agrupa a muchos treintañeros que se sienten extrañamente ajenos a la toma de decisiones que afectan a su presente y a su futuro. Interesadamente infantilizados por la generación de sus padres y perezosamente acomodados en la inanidad política y social, la llegada de este periódico puede conseguir que sus voces, sus preocupaciones y sus responsabilidades sobre cuanto sucede comiencen a hacerse notar, y les sirva al tiempo de acicate. Para ello no hay mejor ejemplo y mejor noticia que la de que el director de Público, Ignacio Escolar, no haya aún cumplido 32 años y se haya hecho con las riendas de este proyecto tras una fructífera etapa bloguera y fogueándose en otros medios escritos. Su meteórica carrera supone una excelente carta de presentación, y un reflejo de que los mileuristas pueden y deben hacerse presentes en nuestra sociedad. Un mileurista dirigiendo un periódico... ¿algo está cambiando?

25 septiembre 2007

Espectacular Gabilondo

Al césar lo que es del césar, abriendo el telediario con verdades como puños, el mismo día que El País arremetía en su editorial contra el plan de vivienda en alquiler para jóvenes. Sin medias tintas, sin una sola palabra de más. Muy clarito. Para quién se quiera dar por aludido.

18 septiembre 2007

¿En la columna de Umbral?

Lo que parecía una buena idea cuando se formuló va demostrándose día a día, columna tras columna, que no lo era tanto. Pedro J. quiso homenajear a Umbral dejando que todos los articulistas del periódico pasaran por esa última página de El Mundo (excesivamente deseada) durante cien días de luto tras la muerte del escritor. De esta manera parecía conseguir dos objetivos al mismo tiempo: por un lado homenajear al fallecido sin hacer tan traumática su desaparición, y por otro darse un tiempo para elegir al periodista que ocupará su lugar. Los días van pasando, las columnas se suceden y la cosa se está poniendo cada vez más turbia. David Gistau pareció entender la perversa cara oculta de lo que parecía una buena idea: la secuenciación de columnistas parecía más un casting un tanto humillante que un homenaje al fallecido. Los vivos sólo pueden perder ante la alargada sombra del muerto célebre y divinizado. Y si encima se suicidan con columnas imposibles el asunto se torna ya preocupante.

Escribo esto último porque tanto la columna de Pedro G. Cuartango de ayer 17 de septiembre como la de hoy 18 de ese engendro periodístico llamado Jaime Peñafiel son sencillamente infumables. La del primero por cursi, relamida y rebuscada (lo de Umbral pagando a Caronte y “fundiéndose en un abrazo fuerte con su hijo” estomaga y da cierta grima ante tanta trascendencia); y la de Peñafiel es para directamente, tras leerla, tirar el periódico y exigir a Pedro J. la devolución del euro gastado, por destruir en un solo día lo que significaron 18 años umbralianos de entender la última página. Después de lo de hoy me pensaré mucho darle la vuelta al periódico por lo que me pueda encontrar. Peñafiel, además de repetir argumentos de otros (el tema de los castings, que ya desgranara con maestría Gistau) termina comparándose a Umbral, comparando las obras por ellos escritas desde el terrible dolor por la muerte de un hijo, y usando obscenamente durante dos largos párrafos al hijo perdido de Umbral y al suyo propio para así mostrarse ante el lector como colega fraternal de desdichas, con derecho a sentarse a la derecha de dios.

Y me pregunto yo que por qué esa manía, ahora que ya no está Umbral, de utilizar a su hijo muerto como recurso para hablar de él. Un tema que el propio escritor mantuvo en la más estricta intimidad desde aquel arrebatado Mortal y rosa, escrito hace más de treinta años. Y de apelar a encuentros post mortem de un tío que decía a las claras que tras la muerte no había nada, y que yo sepa en la nada ni se habla, ni se abraza ni se folla. Aunque eso sí, tampoco se podrá leer a Peñafiel. Lo cuál evidentemente será un alivio.

Ya está bien de recursos baratos de malos escritores. O un poquito de dignidad, al menos.

Que se dejen ya de tonterías y den la contraportada al único que puede sustituir a Umbral en El Mundo. Me refiero claro, a Raúl del Pozo. Y si no, que hagan circular a sus mejores columnistas por esos lares, pero por favor, no nos jodan más. No más Peñafieles y Cuartangos. No más. Por favor.

10 septiembre 2007

Conversaciones

Conversaciones que se superponen, que interesan, que aburren hasta el hastío, que hacen reír. Conversaciones sobre cine, sobre mujeres, sobre literatura, sobre compañeros ausentes, sobre política. Conversaciones que descubren facetas desconocidas, a veces incluso incómodas; o incompatibilidades manifiestas enmascaradas por la superficialidad inicial de las relaciones. Conversaciones que llegan tarde, al final de todas las cosas, que dejan a uno con la tristeza de saber que no se volverán a producir. Conversaciones que se alargan sin sentido, que son demasiado cortas, que generan impaciencia, que son interrumpidas por el maldito sonido de un móvil. Conversaciones en las que se habla, en las que se escucha, en las que se piensa lo contrario de lo que se dice, en las que se dice justo lo que se piensa, en las que te muestras tal y como eres o te escondes tras una máscara silenciosa. Conversaciones que abochornan, que te indignan, de las que no sabes como escapar, ruidosas a veces, o mantenidas mediante susurros y miradas. Conversaciones en las que te reinventas, que abren puertas anteriormente nunca atravesadas, que son brillantes durante un rato; o que suenan a antiguo, a algo ya leído, conversado, cansinas sin solución. Conversaciones que nunca acaban, o que nacen abortadas, que duran años, o sólo segundos. Conversaciones alcoholizadas en las que se consigue un momento especial, o en las que se balbucean estupideces sin sentido. Conversaciones de dos, íntimas o forzadas, en grupo, a gritos, desaforadas o contenidas. Conversaciones con uno mismo, las más largas, durante toda la vida.

Conversaciones infinitas, siempre inacabadas, incompletas. Las conversaciones nunca mueren pero se renuevan. A veces se acaban los interlocutores, se agota la conversación, muere por inanición. La muerte de la conversación es la muerte de la amistad. Y en el silencio los caminos divergen. O el silencio como evolución final, última piel de la conversación, sólo conseguida por los elegidos. Conversación muda.