29 junio 2008

Game over

Se acabó el curso. Por fin llegan unas vacaciones, merecidas y valoradas, que significan un descanso mental y físico que necesitaba. Las oposiciones acabadas, con el resultado incierto de siempre. Incierto no porque no vaya a probarlas, no, sino porque mientras la asignatura de física y química dependa para su mantenimiento y ampliación de la pléyade de perezosos universales y de analfabetos científicos funcionales de la que están poblados las altas esferas decisorias y los claustros de profesores, nunca podrá ser resucitada y reimpulsada al verdadero lugar que merece, y tendremos que matarnos entre nosotros y con los interinos de larga duración, “los pata negra”, por obtener alguna de las miserables plazas con las que intentaremos minimizar el asesinato científico, la eutanasia activa a la educación científica de la población general, a la que está abocada nuestra pretenciosa sociedad de la información y del conocimiento... ¿conocimiento?

Asegurarnos que lo alumnos comprendan que la ciencia es un producto cultural de la sociedad en la que se desarrolla, fruto de ella y al tiempo motor de cambio e influencia de dicha sociedad”. Esto aseguraba yo hace pocos días delante de un tribunal. Creo en ello y lo defiendo, pero esta idea no parece tener la suficiente fuerza para atravesar las endurecidas, utilitaristas y encorsetadas mentes ¿pensantes? que rigen los destinos educativos. Como escribe Merchán la escuela ha pasado de hablar de reforma a hablar de gestión eficiente, y como si de una empresa se tratase, en los últimos años se está imponiendo un discurso economicista y capitalista referido a la educación, que nos habla de optimizar resultados, obtener dividendos tangibles, gestionar con eficiencia, conseguir a toda costa resultados positivos, y cotizar esos resultados entre la acrítica y embebida opinión pública.

Pero tras las oscuridades y los malos augurios respecto a nuestra educación a nivel general, surge el brillo de un año trabajado con placer, disfrutado intensamente, con tensión y responsabilidad. Un año escolar que acaba y que supone de nuevo partir, dejando atrás algunas semillas que espero que no sean pisoteadas por profesores ciegos y sin empatía, ni por familias incapaces de educar en el estudio y en la vida. Un año en el que de nuevo he sido tutor y en el que espero no haber defraudado a mis alumnos, y que ellos hayan comprendido que estudiar no está reñido a veces con disfrutar, y que la asignatura de física y la química no es ese ogro deformado y terrible en la que la están intentando convertir (con la impagable ayuda de profesores avejentados, o sin ilusión, o con ínfulas extrañas) para promocionar materias más técnicas, menos racionales, más pragmáticas, buscando poblar el mundo de epsilons y boicoteando la formación de posibles alfas, incontrolados e innecesarios. Donde espero (aunque es difícil conocer los resultados tan a corto plazo) que también hayan recibido el mensaje de que los profesores (como a otro nivel los padres) no son tan importantes ni tan trascendentes, que pasan por sus vidas jodiéndoles un año, o si tienen suerte le hacen más interesante y divertida alguna asignatura en particular, pero que al final su educación, su formación, la conseguirán través de sus lecturas, de sus vivencias, de sus amigos, de sus ilusiones y de su capacidad de ambicionar lo que quieren sin dejarse cerrar puertas por los vampiros energéticos y los parásitos estancados que los rodearán, y sin abrir más puertas que las que ellos en cada momento estén dispuestos a cruzar.

Fin de curso. Game over.

21 mayo 2008

De nuevo, huelga

Y hoy volvemos a la calle, exigiendo lo que ya escribía hace dos semanas, exigiendo que se deje de privatizar la educación, exigiendo el fin de la concertación. Porque motivos hay.

Al menos parece que otras voces se empiezan a alzar. Aquí, enlazo el artículo que Belen Gopegi escribió ayer en Público sobre nuestras reivindicaciones, que debieran ser las de todos. Un magnífico artículo.

Por cierto, una muestra más de por qué este periódico, a pesar de todos sus defectos, es útil e interesante. La sección de Dominio público es de lo mejorcito de la prensa nacional escrita.

06 mayo 2008

Motivos para una huelga en defensa de la educación pública de Madrid

Hoy, como profesor de Educación Secundaria de Madrid, estoy en huelga. No pido una mejora de sueldo. No quiero mejorar mis condiciones laborales personales. Ni siquiera exijo un reconocimiento social que ciertamente no necesito. De hecho no estoy en huelga para reivindicar que mi estatus personal inmediato mejore. No, nada de eso. Estoy en huelga por otros motivos, estoy en huelga para intentar defender que la educación en este país, y particularmente en la Comunidad Autónoma de Madrid, vuelva a ser pública, sufragada con los impuestos de todos lo contribuyentes y gestionada por la Administración correspondiente mediante los necesarios controles que la permitan ser lo más independiente y justa posible. Porque la educación pública en Madrid se desangra desde hace años, muere de inanición, asesinada lentamente para favorecer unos intereses ideológicos y económicos que, de manera perversa, aprovechando y fomentando los peores miedos y los instintos más conservadores de los padres, se han implantado en las cabezas y las voluntades de los ciudadanos, haciendo del proceso de privatización y desmantelamiento de la educación pública algo inevitable, una imperiosa y extraña necesidad, abriendo así de una manera que parece casi irreversible la puerta el sector privado. Un sector privado que a través de empresas y/o cultos religiosos está decidido a hacer negocio y sacar beneficios económicos con la educación, desde luego sin intentar convertirla en un semillero de futuros ciudadanos educados en libertad y pensamiento crítico.
Yo, en definitiva, estoy en huelga en contra de la concertación de la educación por múltiples motivos que intento resumir a continuación:
  • Los contribuyentes no deberían aceptar que el dinero de sus impuestos vaya a manos de empresas privadas que gestionan la educación de los niños como si fuera un negocio más. Hace muchos años algunos países europeos entendieron que la gestión de cierto asuntos delicados como la sanidad y la educación debía estar en manos del Estado para intentar fomentar y promover sociedades más justas, y que todos los ciudadanos tuvieran una mínima formación de calidad que les permitiera competir en nuestra complicada sociedad con una mínima igualdad de oportunidades. Parece que se nos ha olvidado.
  • Ya que parece defenderse con tanto entusiasmo el modelo capitalista carece de sentido que la empresa (la Administración, nuestros representantes votados democráticamente) que paga a los empleados (los profesores) no sea la encargada de seleccionarlos mediante los criterios que considere más justos. Esto es precisamente lo que sucede en la educación concertada donde los profesores son contratados por la empresas concesionarias de los colegios e institutos sin pruebas selectivas, mediante criterio subjetivos, a pesar de que sus sueldos los pagamos todos los contribuyentes. A esta incongruencia hay que sumarle la cesión gratuita de suelo público a empresas privadas para que construyan nuevos centros educativos concertados en lugar de construirlos directamente públicos, puesto que son necesarios. De nuevo renuncia de la Administración a responsabilizarse de la educación . Y sospechosa sumisión a intereses privados.
  • No se puede negar que la educación obligatoria es un asunto delicado que conlleva inevitables consecuencias por el hecho de tratar a seres humanos en desarrollo. Su ejercicio sirve finalmente para formar e instruir a personas, y no se puede obviar ni eludir que es imposible, completamente imposible, educar ni instruir en su totalidad desde el miedo a que tus prácticas en el aula no sean consideradas por la dirección del centro adecuadas a lo exigido por sus criterios ideológicos o morales, a pesar de que dicha labor se adecue a los principios de libertad que nos otorga la Constitución que rige este país. No se puede educar desde el miedo y la coacción.
  • Al ritmo de concertación y privatización que lleva la Comunidad de Madrid ser joven e intentar entrar en la educación pública como profesor se va a convertir en algo imposible en demasiadas ramas del saber (Física y Química, Filosofía, Biología y Geología...) por lo que mientras esta educación va a ver cómo sus plantillas envejecen sin un repuesto natural, los colegios e institutos concertados se están llenando de recién licenciados jóvenes que son utilizados, exprimidos y explotados hasta que revientan y sus ilusiones se agotan, para ser después sustituidos por nuevos obreros de la educación. Trabajadores sin voz, sin experiencia, sin posibilidad de oponerse a las injusticias que genera la educación que les da de comer, sin posibilidad de escapar del círculo vicioso que les lleva a defender un tipo de educación (la privada-concertada) en la que muchos no creen, y que luchan denodadamente (pero en silencio, para no comprometer sus puestos actuales) por entrar en la “denostada” educación pública.
  • Con el tiempo, si continúa la tendencia actual, la educación pública se convertirá en una educación residual, propia sólo de las clases más desfavorecidas y de aquéllos que antepongan su propia ideología a la educación de sus hijos. Este hecho no debiera ser deseable por nadie cuyos hijos deban educarse en los próximos veinte o treinta años, aunque desde luego será un chollo para los que hacen negocio con ella. ¿Alguien cree que cuando la educación pública no sea competitiva los precios de la concertada-privada se mantendrán en los niveles actuales? ¿Se dan cuenta aquéllos que defienden y se les llena la boca con lo de la “libertad de los padres” a la hora de elegir la educación de sus hijos que están hipotecando parte de las rentas futuras de éstos, cuando tengan que pagar, de verdad, y mucho, para meter a los que serán sus nietos en colegios e institutos decentes?
  • En Madrid más del 80% de los centros concertados son católicos. Desde luego no parece que ese tanto por ciento signifique que más del 80% de los padres que llevan a sus hijos a concertados son católicos practicantes que desean que sacerdotes y afines sean los encargados de gestionar el presente y el futuro inmediato de sus hijos. Mi amplia experiencia dando clases particulares antes de ser profesor de instituto me lo demostró. La realidad es otra. Muchos padres, atemorizados por los mensajes mediáticos que le llegan desde el exterior, desconocedores por completo de la realidad educativa de infinidad de centros públicos de Madrid que funcionan a la perfección, y confundidos ante la idea de dar a sus hijos “un poquito más” que lo que el vecino le da al suyo, optan por el camino más rápido, más fácil, más seductor, y en lugar de exigir una pública competitiva, que mejore y no se estanque, priorizan otros intereses como son la selección del alumnado, la segregación del alumnado inmigrante (sobre todo del conflictivo y del que llega a lo largo del curso) y se engañan (¡es falso, totalmente falso!) creyendo que sus hijos reciben además una educación de mayor calidad y con mayor disciplina.
  • El profesorado de la pública, tampoco está haciendo las cosas demasiado bien en muchos aspectos. Mis propios compañeros, adormecidos mediante regalos envenenados consistentes en pequeñas subidas salariales o zarandajas similares, demasiado tranquilos por la estabilidad de su empleo hasta su jubilación, son incapaces de asumir la responsabilidad que su posición social exige y liderar la defensa y mejora del servicio público que ofrecen. Un detalle sorprendente y clarificador de la falta de compromiso del actual profesorado, apático y apoltronado, sería conocer con exactitud cuántos de estos trabajadores de la función pública meten a sus hijos en la educación concertada o privada. Sería un dato terrible. ¿No estás incapacitado para ejercer tu labor como profesor de la educación pública si desconfías de los propios servicios que tú ofreces?
  • Tampoco se puede olvidar citar críticamente la labor de los sindicatos de educación de la Comunidad de Madrid, incapaces de defender de manera constante y firme unas pocas ideas coherentes y lógicas sin ceder a los chantajes y las prebendas que tanto la Administración actual de Madrid como la anterior les han ido haciendo en forma de poder sindical y fondos para estúpidos cursos de (des)formación del profesorado. Han permitido por acción o inacción, por miedo o complicidad, llegar a una situación dantesca como la actual escudándose en la desidia de la plantilla de profesores de Madrid y de la sociedad madrileña en general, sin hacer en ningún momento una autocrítica seria sobre sus métodos de representación y sus intereses espurios ocultos; así como sus múltiples liberados, objetores de tiza que se distancian del día a día de los centros y sólo aparecen como fantasmas ocasionales para convocar a huelgas que desconvocan a su antojo según llegan a acuerdos de mínimos miserables, que en nada tienen que ver con las exigencias de sus afiliados, ni por supuesto de los demás trabajadores que nos sumamos a ésta y otras huelgas sin pertenecer a ningún sindicato. En estos días no se puede olvidar mencionar la actitud pesebrera y miserable de ANPE y CSI-CSIF, verdaderos quintacolumnistas infiltrados por la Administración actual de Madrid para boicotear y desactivar los posibles brotes de rabia incontenible que surgen de vez en cuando entre los profesores. Brotes provocados por decisiones políticas privatizadoras y liberales, y cínicas declaraciones que denigran nuestra labor y la desprestigian socialmente. Tampoco se puede olvidar que CCOO y UGT, aún manteniendo todavía la convocatoria de huelga, no tienen demasiada credibilidad: es conocido que tras estas movilizaciones se esconden también luchas intestinas intersindicales en busca de mayores cuotas de poder (habría que salvar a algunos sindicalistas que trabajan y creen realmente en lo que hacen aunque son continuamente prostituidos en pos de oscuros “acuerdos políticos). Si los sindicatos fallan, detrás tenemos que estar todos los ciudadanos, presionándolos a ellos y a nuestros representantes públicos para que no se olviden que todos están ahí para defender nuestros derechos, no para subastarlos al mejor postor.
Hay motivos. Por supuesto. Hoy yo estoy en huelga para intentar aportar mi granito de arena a la defensa de la educación pública universal y gratuita... ¿Y tú?

28 abril 2008

Lucidez inconsciente

Olvidan que no olvidamos. Se piensan que no pensamos. Desean que deseemos. Deseos físicos, tangibles y productivos. Les gusta la uniformidad, el rebaño, la igualdad de fines y objetivos, incluso de medios, y la mínima diversificación, tan sólo aquélla que nos hace sentir diferentes en medio de tantos seres iguales, con vidas clónicas y aburridas. Juegan y manipulan nuestros sueños para convertirlos en bienes de consumo que gustosos cedemos en pos de mayores cotas de felicidad impuesta. O autoimpuesta. La felicidad como fin, un valor en sí mismo, ser feliz como meta inalcanzable. O alcanzable por días a base de visa o crédito. La familia como refugio, como motor social desde la que salir al mundo ya maleado, ya alienado por lo correcto e incorrecto. El tiempo como forma de atemperación. La moderación del miedo. Y no hablo de una corrección moral, ni de una incorrección libertaria, no. Lo correcto e incorrecto sobre lo que has de hacer en el mundo, sobre hasta dónde puedes llegar, hasta dónde dar y, fundamental, desde dónde cobrar. La adolescencia es el paraíso corrupto, la gran mentira, el único momento donde parece que se ejerce la libertad. Una libertad parasitaria de la esclavitud de los adultos que la permiten. Pero eso no lo saben. El único momento donde se puede un portazo, conscientemente inconsciente, a lo que parecen convenciones sociales inaceptables, gilipolleces de adultos que jamás serán aceptadas, verdades asentadas que no son más que carne de perro putrefacta que no se quiere comer. El único momento luminoso donde la lucidez trágica del parásito social descubre la realidad de los adultos, lo que estaba oculto bajo el manto ideal y heroico que con el que la niñez recubre a sus mayores; y entonces si se aguza el oído, si estás atento a la jugada, si aún eres capaz permitirte discernir cuando emerge el titán destructivo y arrasador de entre la capa de roña idiota, hedonista y aún afortunadamente infantil que configura al adolescente, podrás escuchar al niño que fue antes de convertirse en el adulto que no es decir verdades terribles, sin vendas, sin paños calientes, sin limitaciones morales, sin sentido de la piedad (pues suele desconocer la piedad a la hora de enjuiciar salvo si la aplica sobre sí mismo). El adolescente que no opina sino que emite juicios morales sin parar en la autocrítica. El adolescente que lanza una mirada descuidada al mundo que lo rodea y verbaliza las contradicciones que los asustados adultos tratamos de ocultar bajo capas y capas de buena educación y comprensión al prójimo. El adolescente que suelta sus verdades, marcadas por su falta de responsabilidad personal, aún en desarrollo, pero que no por eso son menos ciertas; y te dejan sonriendo, recordándote. O anonadado tal vez por la dureza, o por la lucidez momentánea, dura, pragmática, inmisericorde, que bordea la brutalidad. Y lo que es peor de la que no es consciente siquiera él mismo.

O algo más simple, menos trascendente si se mira de manera superficial, pero más terrible si se analizara en profundidad.:”la verdad, tío, es que las reuniones de adultos me parecen cada vez más ñoñas. No se dice nada, sólo tonterías

15 abril 2008

En defensa de una educación pública para todos

Otra vez estoy aquí. Y otra vez escribo desde el cabreo. Qué le vamos a hacer. Prefiero advertirlo para que los pocos que me leen y que no les gusta el tono crítico esperen a otros posts más floridos y menos visceralmente encabronados que éste.
Vuelvo a casa después de pasar la tarde manifestándome delante de la Consejería de Educación de la Comunidad de Madrid. Éramos muy pocos, demasiado pocos, había más representantes sindicales que profesores no adscritos a ninguna organización reglada Demasiados objetores de tiza. ¿Por qué? ¿Qué pasa? ¿Por qué esta dejadez, esta inercia? Además, ¿por qué coño sólo había profesores en esta primera concentración? ¿Dónde están los padres? ¿Dónde está el grueso de nuestra adormecida sociedad que letalmente se infantiliza y deja que las administraciones tomen decisiones relevantes que afectan al futuro de nuestros hijos y para los que no se les ha votado?
Soy profesor. Soy interino. Hoy estoy trabajando pero puede que mañana decida dejar esta profesión. O no consiga una plaza, a pesar de aprobar la oposición una y otra vez. Puede que mañana ya no haya educación pública en la que optar trabajar. No elegí ser profesor para ser funcionario. Me importa un carajo serlo. Me gustan mis condiciones laborales y me encanta mi trabajo. Me gusta enseñar. No quiero aumentos salariales, ni por supuesto quiero procesos especiales que favorezcan mi ingreso en la docencia mediante mecanismos que no sean las de una oposición justa (justa precisamente porque es injusta para todos por igual). Lo que no quiero es que los futuros (y actuales) profesores de los niños de mi sociedad sean elegidos a dedo, por su opción religiosa, por su enchufe, por su ideología, por su capacidad para aguantar injusticias, por su capacidad para aguantar jornadas laborales imposibles. Cuando el próximo mes haga huelga no será por dinero, ni por privilegios, no será para obtener mejores horarios, ni para trabajar menos. La haré por conciencia, a sabiendas que a la gente le importará un carajo, que infinidad de imbéciles comentarán de manera despectiva que ya están otra vez los profesores de huelga, se preguntarán con media sonrisa cínica qué es lo que querrán éstos si ya tienen “tres meses de vacaciones”. Pues muy simple. No quiero nada, nada para mí. De hecho lo que defenderé es el futuro de sus hijos. Tan sólo defenderé la supervivencia de “mi empresa” que es la de todos, y de una forma libre (lo más posible) de entender la educación. Porque el problema no es citar las carencias y errores en los que cae la educación pública, sino entender cuál es la alternativa privada-concertada a ella. Critiquemos a la pública (tiene tanto que criticar...), pero para mejorarla, no para hacerla desaparecer o convertirla en residual. Ya está bien. Claro que hay personajes despreciables que trabajan como profesores, que se aprovechan de su situación, que son incapaces de entender a los adolescentes...¿y?... la densidad media de ineptos indeseables es parecida en todas las profesiones. Todos hemos tenido profesores inútiles, verdaderos mendrugos incapaces de enseñar, no se puede negar la realidad. Y los seguirá habiendo. Sea la educación privada, concertada o pública. Pero el dilema en Madrid es otro. Es la punta de lanza de lo que puede pasar en toda España tal y como se vuelve de conservador y clasista este país. Y no hablo sólo de los conservadores oficiales de la derecha.
Hoy no saldremos en los medios de comunicación. Éramos demasiado pocos para ser relevantes y demasiado civilizados para quemar contenedores y al menos hacernos notar.
No entiendo qué nos pasa. La llegada de la democracia y el torbellino social que arrastró a este país nos puso educativamente a las puertas de una verdadera educación de calidad financiada con fondos públicos, con los impuestos de todos. Mi generación, la generación mileurista, ha sido educada en su gran mayoría en la escuela pública, y ha sido en número la que más estudios superiores ha desarrollado. Había además la sensación entonces, en los 80 y primeros 90, que sólo los hijos tontos de los ricos iban a la privada para conseguir aprobar. ¿Cómo se nos ha olvidado tan pronto? ¿Cuál ha sido el motivo de tal amnesia colectiva? Y no me vales las excusas logsianas. Los motivos son mucho más profundos y complicados. ¿Cómo no vemos los lastres que la escuela concertada trae consigo? ¿Cómo no vemos que un profesor sin libertad de expresión está lastrado e inutilizado para educar e instruir? ¿Cómo pretendemos que la educación se compartimente en asépticas asignaturas en las que sólo se hable de física, matemáticas o lengua? La educación es abrir puertas de manera continua, aunque sean equivocadas, ¿cómo trabajar con miedo?
En Madrid capital el 60 % de los colegios e institutos de secundaria son privados o concertados.
Según el sindicato STEM, en los últimos años el 70% del nuevo alumnado que en la Comunidad de Madrid empieza a cursar 1º de la ESO lo hacen en centros privados o concertados.

01 abril 2008

Resonancias

"Los jóvenes hoy en día son unos tiranos. Contradicen a sus padres, devoran su comida, y le faltan al respeto a sus maestros"

Sócrates (470 aC-399 aC) Filósofo.

"La mayor parte de ellos (los exámenes) eran incalificables; sin ortografía, sintaxis ni nada parecido; en unas letras ininteligibles, revelando que llegaban a las aulas universitarias, después de seis años de bachillerato, sin la preparación más elemental de la escuela primaria"

Odón de Buey. Catedrático de la Universidad de Barcelona en el siglo XIX

Y hay que recordar los porcentajes de población que podían acceder a la educación en épocas pretéritas. En el caso de los tiempos en los que Odón de Buey era catedrático en Barcelona sólo estudiaba un 1% de los que acceden a la educación en la actualidad (dato extraído de un artículo de Jordi Serrano i Blanquer en el diario Público).

No sé, a mí me parece que esto ya lo había escuchado yo antes en los labios de gente que no está muerta todavía... ¿no?

26 marzo 2008

La adolescencia interrumpida

Adolescentes que ya son viejas, maridos que todavía son niños, jóvenes que apenas superan la treintena y que ya son abuelos de unos nietos a los que deben criar como hijos. Los secuencias vitales de hace más de un siglo se asoman a nuestra modernas ventanas, el tercer mundo aparece detrás de alguna esquina de alguna de nuestras ciudades. Da igual que sea Madrid, Sevilla o Las Palmas de Gran Canaria. Hasta allí se acercan los reporteros de Repor, ese remedo de Callejeros que parece que se ha inventado TVE, y a traición, cerca de la medianoche, me sumergen en esos otros mundos que están dentro del nuestro, coexistiendo, invisibles los unos para los otros, universos paralelos que sólo a veces se rozan para demostrar la futilidad de las ideas perezosamente asentadas; y me muestran unos de esos barrios donde la miseria y la pobreza no proviene tan sólo de la falta de dinero y trabajo, sino que alimentándose con fruición de dicha falta aparecen la dramática ausencia de proyectos vitales, la carencia de estructuras familiares y la inexistencia de una educación básica que desde luego nuestra burguesa escuela de clase media es incapaz de dar a aquellos que más la necesitan.

Y las niñas... a las niñas sólo se les ocurre utilizar el sexo como vía de escape, como parche a su desarraigo existencial, como extraña e inconcebible manera de acortar etapas para ser adultas de pleno derecho, y así de paso eliminar los que son sus reales deberes adolescentes, esos que les perturban, como ir a la escuela cada mañana. Mejor follar. Mejor reír. Mejor jugar. Y entretanto, sin darle mucha importancia, parir. Fin de trayecto. Lo que ellas consideraban deber se transforma en derecho no ejercido; niñas que se regocijan por ser madres, tan sólo para que unos años después se arrepientan de lo que no estudiaron y lamenten que su escasa formación haga de ellas carne de cañón laboral. O para que continúen su ciega carrera y con veintipocos años anden teniendo su tercer o cuarto hijo mientras te cuentan como apenas tienen para subsistir, y son sus padres, los abuelos, los que a costa de sus vidas mantienen el desaguisado. Ser madre primeriza, muchas veces, como lo fueron las suyas, con trece, catorce o quince años. Pero con mentalidades aún más infantiles. Soltar las muñecas con las que jugaron hasta ayer para dedicarse a follar y después parir. Cojonudo. Engendrando hijos que debieran ser sus hermanos, que son educados a veces con dos madres y casi siempre sin ningún padre. Porque eso sí, el hombre que es un niño que folla como un hombre, abandona con demasiada facilidad sus deberes parentales para seguir jugando a que es adulto mientras parasita a sus padres trabajadores, apuntalando así la imagen que nos llega de ellos, la imagen de una microsociedad residual y perezosa, dependiente de subsidios y ayudas. La imagen perfecta que permite tranquilizar conciencias y nos ayuda al resto de ciudadanos a pensar que la culpa de su situación es suya y sólo suya, pues no aprovechan la teóricas oportunidades que se les ofrecen para salir del agujero, del abismo, y permanecen en él solazándose en su miseria, mostrando impúdicamente su atrofia intelectual, regodeándose en el vacío.

Pero la estadística no miente. No hay más tontos entre los pobres que entre los ricos, no es cuestión sólo de capacidades sino que el entorno sociocultural y familiar, ése que quieren eliminar de nuestro vocabulario los adalides de la puñetera cultura del esfuerzo, los liberales de pacotilla que desde el biberón vivieron con las facilidades que da la cuna (ya sea una cuna económica o una cuna que signifique una casa repleta de libros y un ambiente que refuerza el estudio), ese entorno, es un escollo terrible y casi insuperable para demasiados. Y sin duda hay tomarlo en consideración, siempre (siempre), a la hora de hacer políticas educativas efectivas, y crear soluciones laborales reales.

Aunque siempre venga el capullo de turno para recordarnos que él conoce a alguien que superó todas las trabas del mundo para convertirse en lo que es, y eludir el destino que le esperaba. O, incluso él mismo, qué coño. Y si él puede, ya se sabe, todos pueden.

Ya se sabe. Qué bien nos vendemos. Qué cojonudos somos.

17 marzo 2008

Desconexión

Ya está. Hasta dentro de cuatro años no volveremos a tener la ilusión de que la política nos pertenece, y que los que la ejercen como representantes de los ciudadanos están pendientes de nuestras inquietudes, miedos y deseos; de nuestras sensibilidades sociales, de nuestros verdaderos problemas, personales y colectivos. Inclusos aunque sepamos que es mentira, y que sólo les interesa nuestro apoyo en las urnas. Para desarrollar sus propias ideas. O las que se les deja poner en práctica.

Se acabaron las elecciones. Se acabó nuestra pobre acción política. Sólo quedan los foros privados, las barras de bar, las discusiones internas, los gritos en la blogosfera. El ámbito de acción es tan pequeño. Y potencialmente tan grande mediante las redes colectivas...

Y tras la calma llegará la tempestad. El día a día, la zancadilla mediática, las guerras internas que sacudirán a la derecha, las acusaciones, los odios, las discusiones, las mentiras repetidas hasta que parezcan verdad, las nuevas mochilas, las nuevas rupturas de España, el socialismo tan liberal, las solbesoluciones que votaron los que durante años despotricaron de las medidas neoliberales...

¿Estamos preparados? ¿Volvemos a la lucha? ¿Creemos todavía que las cosas pueden ser de otra forma? ¿Seguiremos diciéndolo aún a costa de que los amigos se quejen de las malditas formas? ¿Nos vamos cansando?

No. Tan sólo una desconexión temporal.

02 marzo 2008

Contra el bilingüismo. Contra la segunda lengua extranjera

Cuentan que cuando le dijeron a Ortega que Salvador Madariaga hablaba a la perfección en cinco idiomas, comentó despectivamente: “Eso sólo quiere decir que es tonto en cinco idiomas”. Sin entrar a valorar la figura de Madariaga, o si era tonto o no, la afirmación anterior es un brillante ejercicio crítico que encierra una potente carga de profundidad contra el abuso y el prestigio del aprendizaje de idiomas.

Los idiomas. Si Ortega hubiera hecho la misma afirmación en la España de hoy, los políticos de todo el espectro político, los profesores de idiomas, las asociaciones de padres y las fuerzas del mercado se le hubieran echado encima como lobos hambrientos en busca de carne fresca de intelectual incómodo para llevarse a la boca. En educación no se suele llegar a consensos fáciles entre los grandes partidos políticos de nuestro país, ni entre la facciones conservadores y progresistas de la sociedad, pero curiosamente hay dos aspectos educativos en los todos parecen querer llevar la delantera para colgarse la medalla de la supuesta modernidad: los idiomas y las nuevas tecnologías.

La moda de los idiomas y la importancia que se le da a su aprendizaje ni son casuales, ni están poco meditadas. Son consecuencia directa de un modo práctico y meramente instrumental de entender la escuela, así como de las reformas ocultas que se están haciendo en el currículo educativo de nuestros jóvenes. El bilingüismo copa las portadas de los periódicos, es utilizado como publicidad, sirve como demostración de modernidad y de nivel, prestigia a las entidades públicas y privadas que lo fomentan, además de servir para anestesiar otras posibles reivindicaciones de los padres respecto a la enseñanza de sus hijos. Junto a las matemáticas (con un peso excesivo en el currículo que no se ve reflejado en resultados concretos) y la lengua, el bilingüismo se apodera del discurso educativo: “más matemáticas, más lengua, más idiomas...”, y es que algunos han tomado ya la decisión final de reivindicar sin complejos una escuela utilitarista y pragmática, alejada de “caducos” ideales de otra época, y son conscientes que para que este tipo de escuela impere nada mejor que podar drásticamente aquellas otras asignaturas “inútiles” para el inmediato futuro laboral de los jóvenes. Se busca así hacer prevalecer los saberes meramente técnicos e instrumentales que formen a nuestros chicos para lo que realmente se necesita: trabajadores consumistas que no se compliquen demasiado la vida, y que carezcan de opinión y de criterio. Pero que hablan en varios idiomas. Eso sí. O eso parece.

En ese camino la ayuda del idiota prestigio que trae consigo el bilingüismo y la obsesión que se ha inoculado a los padres con él, reporta funestas consecuencias tanto para la educación integral de los jóvenes como para la igualdad real de los chicos en los centros. Seamos claros, es el momento: el bilingüismo está siendo utilizado en los centros públicos para segregar a su alumnado, para poder formar grupos de élite compuestos por los hijos de los blancos progres de clase media que quieren mantener a duras penas su discurso en defensa de la educación pública, pero que no quieren ver mezclados a sus hijos con los problemas derivados de la inmigración o la pobreza tercermundista que salpica a nuestras aparentemente opulentas sociedades occidentales. No debiera ser necesario comentar que los sectores sociales más conservadores y económicamente poderosos ni siquiera se plantean esos dilemas morales respecto a la educación, se sienten mejores sin más y reivindican su derecho a serlo, por lo que directamente matriculan a sus vástagos en la educación privada o en la privada concertada (dependiendo de diferentes factores socioeconómicos), ya que entienden que la diferencia no está en la calidad de lo que se les enseña sino en el mero hecho de que donde se les enseñe no sea accesible para todos.

Nos encontramos pues con una progresiva estratificación de nuestra educación (pública y privada) que ve como se va difuminando la universalidad y gratuidad de la que partía (y la ingenua idea de igualdad de oportunidades que ofrecían dichos aspectos), y observa cómo comienza a germinar de nuevo una perspectiva individualista e insolidaria de ella que perpetúa y acrecienta las diferencias sociales. Esa realidad es la que este artículo quiere denunciar, particularizando en el bilingüismo que se promociona en nuestras escuelas, y la opción del segundo idioma extranjero para nuestros jóvenes. Esas opciones enmascaran una realidad dramática en la que, a pesar de que muchos de los chicos apenas saben redactar y expresarse en su lengua materna y junto a la excesiva segmentación de saberes que aparece ya en la primaria y que se manifiesta con todo su horror en la secundaria (un alumno de 3º de ESO de la Comunidadde Madrid estudia 12 asignaturas, con sus 12 profesores, en un curso normal), se ofrece la posibilidad de que asignaturas como Ciencias Sociales o Ciencias Naturales se les impartan en inglés. ¿Sólo en inglés? No, en absoluto, los centros de secundaria que no consiguen ser centros bilingües en inglés optan a serlo en francés. O en alemán. Al ruso no optan, de momento. Tiempo al tiempo.

La razón de esta moda es evidente cuando esos centros se viven desde dentro: el bilingüismo permite segregar al alumnado. Los mejores alumnos se agrupan con la excusa de recibir una educación bilingüe, separándoles así de la problemática social de los alumnos con peores entornos sociofamiliares que evidentemente, desestiman esa posibilidad que sólo en teoría (sólo en teoría) se les ofrece. Pero además la formación de grupos sigue segmentándose mediante la posibilidad de estudiar un segundo idioma extranjero (francés) además del obligatorio inglés. Así, la tan cacareada y aplaudida optatividad de ciertas asignaturas se convierte en el mejor y más perverso método posible de selección de alumnado: si a un alumno de 3º de ESO se le ofrece la posibilidad de optar por Francés o por Taller de Artesanía, adivinen... ¿Por qué asignatura optará el chico de la familia normal, sin problemas, que conoce el funcionamiento interno de los centros, que se informa y se preocupa por la educación de ese chico? ¿Y el chico de la familia desestructurada que no tiene interés inmediato por sus estudios, el chico cuyos padres es imposible convocar a una reunión con el tutor porque se desentienden de la educación de su hijo, o porque no pueden permitirse el lujo de pedir un par de horas libres de su trabajo por el miedo de que les echen del mismo? Una vez realizada la elección nada más simple para la dirección del centro que formar los grupos mediante las “inevitables” necesidades organizativas, y así hacer una “selección natural” absolutamente inmoral que determina el futuro de los que ya se señala como desechos sociales. ¿Cómo puede funcionar bien un grupo donde se mezclan alumnos de integración, alumnos repetidores, alumnos con gravísimos problemas familiares y alumnos inmigrantes desarraigados? ¿Le gustaría que su hijo estuviese en él?

Pocas opciones parecen quedar ante esta realidad tácitamente aceptada por todos: por padres, profesores, directivas de los centros, administración... Los únicos que no se dan cuenta de ello son los perjudicados y sus familias, y su inopia permite mantener el tinglado. Contarlo tal vez sólo sirva para hacer un poco de ruido o provocar alguna reflexión, pero mientras tanto la rueda sigue su marcha, carente de sentimientos de culpa, pragmática, sin que nadie se dé por aludido...

21 febrero 2008

Crematorio, el fin del sueño

Crematorio es la última novela de Rafael Chirbes, uno de esos autores ninguneados por los poderes mediáticos de la literatura de nuestro país, un autor comprometido con su tiempo, dueño de una prosa poderosa e hipnótica ajena a artificios innecesarios, un escritor que no pertenece a ninguna de las cuadrillas planetarias o prisaicas que atascan el mercado literario y reciben la promoción necesaria para ser conocidos por el gran público, convirtiendo así sus cansinas y mediocres voces en las únicas que parecen valiosas, incluso en las únicas que existen. Se fomentan autores de medio pelo, escritores que utilizan una literatura superficial, repetitiva y plana, creando la sensación de que, en palabras del propio Chirbes,en España, la novela sea un arte inane, una cosa como de vasito de agua y ansiolíticos en la mesilla de noche”.

Crematorio ha supuesto para mí todo un descubrimiento, un viaje desolado y desolador por nuestra sociedad y por nuestro país, una novela que retrata los paisajes más oscuros de una serie de personajes a los que un impacto emocional los obliga a reflexionar sobre su pasado, sus contradicciones, sus sueños frustrados, su soledad existencial. Al tiempo describe sin concesiones el contexto social e histórico en el que se ha construido la sociedad española actual, el largo camino desde la Transición hasta nuestros días, un camino desagradable y frustrante para aquéllos que sin notarlo siquiera envejecieron, mientras escondían las pruebas de sus pasados (supuestamente) revolucionarios y se convertían en adalides del librecambismo y el capitalismo, sin poder abandonar del todo sus discursos progresistas, demasiado arraigados en su interior como para ser arrojados al exterior sin que esa acción les arrasara sentimentalmente por completo.

La novela nos cuenta las reacciones que produce en su familia y amigos la muerte de Matías, un antiguo comunista partidario de la acción directa y la revolución social en los lejanos sesenta y setenta españoles, que termina reconvertido en sus últimos años en un neoecologista de diseño en la costa valenciana, tras haber pasado por el pesebre socialista de los 80 y haber abandonado toda idea de que la política pueda servir para salvar al mundo. Su muerte nos permite conocer a las personas que le rodearon en vida y mediante los cuales reconstruiremos la vida de Matías y la de sus familia: su hermano Rubén, verdadero eje de la historia convertido con los años, tras compartir brevemente los discursos revolucionarios de Matías, en constructor y especulador inmobiliario; la hija de éste, Silvia, que desprecia profundamente el trabajo de su padre aunque se beneficia miserablemente de él, y que representa a una generación perdida, hija de la Transición, que se quedó sin espacio y no tuvo vitalidad para desarrollar nuevas ideas propias, que renunció a cambiar el mundo y por tanto no pudo nunca fracasar (algo que curiosamente sí le recuerda continuamente de manera cínica a su padre, que los que sí fracasaron fueron ellos), sin reflexionar nunca sobre su propia adaptación y connivencia con el régimen establecido, y la carencia de proyectos vitales colectivos; y Brouard, escritor de éxito minoritario pero muy respetado en los ambientes universitarios, sobre cuya obra el marido de Silvia está escribiendo una tesis, y que fuera gran amigo de juventud de Rubén y en menor medida de Matías, que se encuentra en plena decadencia física e intelectual y que rompió relaciones hace años con Rubén debido al urbanismo salvaje que este último impuso con los años a los paisajes costeros de su añorada adolescencia.

Crematorio es una novela creada a base de monólogos y recuerdo interiores de los personajes. Esas voces internas que Chirbes nos muestra con maestría nos llevan a conocer los pensamientos más profundos de un grupo de personas derrotadas por la vida, que viven en una perpetua ruina sentimental y que atraviesan unos paisajes emocionales arrasados por el tiempo, por las contradicciones, los fracasos personales y las expectativas incumplidas, pero que siempre terminan defendiendo sus posiciones con la seguridad de haber hecho lo correcto, o al menos lo que podían hacer, y reservan las visiones más negativas para los otros, los demás, salvando así finalmente los restos de su propio naufragio, buscando alguna salida imposible de encontrar y reflejando perfectamente una naturaleza humana que casi nunca termina de destruirse, pero no deja nunca de autolesionarse.

El gran acierto de Chirbes, lo que convierte a su novela en una bomba de relojería entre las manos del lector, es su capacidad de indagar en las razones que ofrecen cada unos de estos personajes y conseguir ser honesto con cada uno de ellos, que resulten creíbles, convincentes, verosímiles, y que sólo reconstruyendo finalmente la amalgama de voces, acusaciones y justificaciones de todos (incluidas las de los tres o cuatro secundarios que también transitan por la novela), aparezca el terrible panorama final, al tiempo terrible y lógico, pero sin ser apocalíptico. No hay destrucción, la vida sigue siempre, y sólo queda la constatación final del fracaso total de la generación de la Transición (la del autor), que se enfrenta a una vejez con demasiados fantasmas en el armario, que no encuentra comprensión en la generación de sus hijos (generación a la que por otro lado desprecia porque ha sido incapaz de recoger su testigo y se ha instalado en un individualismo defensivo y apático), que siente que su éxito en la transformación (innegable) de nuestra sociedad le ha apartado de su discurso original, que el éxito hizo que ya no hicieran falta los grandes ideales, que la inercia transformó a muchos de sus miembros en lo que nunca creyeron posible, que, en palabras del autor, “han renunciado a ser alfareros del mundo”. Una generación que va recogiendo velas y que entiende que fuera de este mundo, que de manera no del todo consciente ha ayudado a construir, hace demasiado frío y se está demasiado solo como para mantenerse mucho tiempo. Y considera, no sin razón, que al fin y al cabo todo está mejor de lo que estaba antes. Mucho mejor. Aunque esté tan lejos, tan lejos, de lo que se soñó.