07 julio 2013

Internet nos hace superficiales... (1 de 2)

Nos está pasando a muchos, lo hemos tenido que ir reconociendo a pesar de que al principio nos lo negábamos incluso a nosotros mismos. Nos ha ayudado que por fin sea algo que se ha puesto encima de la mesa, algo de lo que se habla ya abiertamente, que se puede valorar y discutir y que, por supuesto, ya somos conscientes de que no es un problema sólo nuestro. Desde hace un tiempo se escriben artículos sobre el asunto, aparecen sesudos ensayos expresando honda preocupación y es un problema que los que estamos conectados mucho tiempo a Internet, a las redes sociales, a la Web 2.0 en general, no podemos ni debemos eludir: Internet está afectando a nuestra capacidad lectora. Cada vez es más dificultoso mantener la concentración fijada durante horas en una lectura pausada, comprensiva y reflexiva. Y esas son las características fundamentales que pueden hacer que dicha lectura suponga un aprendizaje significativo y trascendente, una experiencia con poso y con sustancia. Por lo tanto nos deslizamos peligrosamente hacia una experiencia lectora superficial, intensa y agotadora de textos consecutivos y paralelos cada más breves, más extremistas y con menor profundidad, en los que lo emocional y la ausencia de matices se hacen preponderantes y lo reflexivo y lo analítico desaparecen. 

Vivimos inmersos en un carrusel desquiciado de noticias que cada hora parecen suponer un punto de inflexión definitivo en lo político, lo social o lo económico. Noticias sobre las que nos volcamos con ansiedad leyendo y escribiendo radicales juicios apresurados, navegando como posesos en busca de nuevos artículos que nos ayuden a clarificar el nuevo escenario que dichas noticias han dibujado, para tan sólo obtener una riada de datos descontextualizados que no tenemos tiempo de hilar ni de darles forma racional porque de repente aparece la nueva noticia que todo lo cambia. Las opiniones se entrecruzan, aparece la confrontación, se discute con quien no es el enemigo pero al menos tiene una cara (virtual), se abandona la idea de convencer a nadie, se grita, se insulta, escupimos al ciberespacio parte de la rabia que acumulamos en el día a día. Y cuando nos cansamos de discutir dejamos aparecer el sarcasmo, jaleamos el cinismo y elevamos a los altares durante unos segundos el pretendido ingenio de los que se erigen en poetas mínimos del fracaso colectivo social en el que vivimos. Tal vez sea en Twitter y en los comentarios a los artículos de los medios digitales donde se manifiesta con mayor virulencia aquello que describo.

Actualmente Internet ofrece lo que parece una ilimitada oferta de información y de conocimientos que están ahí esperando tan sólo a que el interés de cada uno de nosotros nos permita acceder a ellos. Podemos mejorar nuestra formación mediante un aprendizaje continuo hecho a la medida de cada uno de nosotros. Podemos confrontar opiniones, profundizar en asuntos que antes estaban vedados por los grandes medios de comunicación, aclarar ideas, entender nuevos conceptos. Pero la realidad es otra, muy diferente. El último ensayo de Pascual Serrano, La comunicación jibarizada, trata sobre ello, como antes lo había hecho Nicholas Carr en Superficiales, ¿qué está haciendo Internet con nuestras mentes? La realidad es que tras la promesa de acceso a una información ilimitada, de un acceso infinito a diferentes voces y puntos de vista sobre cualquier tema que nos ocupe, la Web 2.0 se ha convertido en un enorme patio de vecinos en el que el que el ruido ensordecedor provocado por la opinión continua sin filtro de todos nosotros nos termina arrastrando por el camino de la irrelevancia, de la búsqueda del titular, del reconocimiento en un otro que casi no se conoce, a través de una lectura diagonal que apenas supone un escaneo insustancial del contenido escrito pero con el que creemos, erróneamente, dotarnos de datos con los que finalmente terminamos reafirmándosonos en nuestras posturas previas. Abrimos decenas de enlaces que nos llevan a decenas de artículos que a su vez nos direccionan a decenas de nuevas páginas en un bucle infernal que, generalmente, tras una lectura superficial y apresurada, dejamos abiertos como pestañas en el navegador, durante un rato, hasta que de manera displicente los cerramos sin reflexionar mucho sobre ello. En todo este proceso consumimos tiempo, mucho tiempo, un tiempo que podríamos dedicar a realizar lecturas en profundidad sobres esos temas que decimos que tanto nos preocupan. Pero la tendencia es otra, la multitarea se impone, la capacidad de hacer varias cosas al mismo tiempo es alabada como una mejora evolutiva, como una forma de aprovechar el tiempo, de abrirse a diferentes estímulos que nos enriquecen intelectualmente. Y son tachados como conservadores y retrógrados los que señalan que diversificar nuestra atención, intentar estar a muchas cosas al mismo tiempo puede impedir la profundización y la reflexión sobre cada una de esas tareas que se realizan, y que por ello, tal vez, nuestros aprendizajes tiendan a ser menos significativos.

03 julio 2013

Los ilusos: por qué el cine sigue vivo


No se puede llegar a otra conclusión: la belleza y la importancia del cine no se sustentan ni siquiera mínimamente en la construcción de una trama compleja o un argumento trascendente. Ni siquiera en la modelación detallista de personajes poliédricos. El cine se hace eterno en la imagen, en la secuencia, en el montaje. El cine trasciende cuando esa imagen o esa secuencia se niegan a desaparecer tras su visión, permanecen flotando en tu cabeza, como la nube que persigue al coche en la carretera, acompañándote durante horas, a veces durante días, en las mejores ocasiones durante toda la vida. Jonás Trueba ha hecho una película hermosa, una película bella, pequeña, diríase intrascendente, pero importante, tan importante que estoy seguro que casi nadie la verá y pocos, muy pocos la apreciarán, habituados como estamos a ese trasunto del cine que son las series de televisión, con sus interminables temporadas, con sus trillados personajes carismáticos y con la necesidad continua del giro (el puto giro de guión) para que las tramas no se anquilosen.

Jonás Trueba suspende el tiempo y la vida en un Madrid fantasmagórico, reconocible, sí, pero extraño, con un punto de misterio, un Madrid sucio, cansado, muy cansado, que se resiste a dormir, que nunca desconecta, tal vez alimentado por la promesa del instante mágico que puede estar a punto de suceder, ese momento, esa belleza perdida a los ojos de los que siempre transitan con prisas. Esa imagen. Esa secuencia. Por esa ciudad deambulan los ilusos: actores, directores y gente del cine en periodo de entreguerras, entre proyecto y proyecto. Nos muestran sus dudas, que son las de todos, sus miedos, que compartimos, su indecisión vital, que es la de toda una generación. Sin saber hacia dónde caminar, sin saber siquiera por qué narices caminar. Desnudándose ante la cámara, tan lejos del glamour, mostrando sus miserias, sus limitaciones, su angustia. Y su vitalidad, y sus sueños. Que es lo que los sostiene. Aunque se rían de ellos, aunque nos riamos de ellos. O de nosotros. Al tiempo que nos lloramos. Porque sin sueños sólo sobrevivimos, pero sabemos que casi siempre el que sueña, el diferente, el que arriesga, el que lo intenta de manera distinta a la convencional, es el que se lleva finalmente las hostias. Y no sólo son las hostias, también tiene que cargar después con las miradas de compasión, con la cruel condescendencia del mediocre, con el “ya te lo decía yo” del adaptado, ése que nunca se atrevió siquiera a pisar la línea que marcaba la frontera del camino marcado.

Cine de guerrillas, a contracorriente, desenfocado. Hecho por perdedores intensos, recibido (seguro) con los brazos abiertos por algunos modernitos con pretensiones, pero que más allá de su repercusión inmediata, de los que lo ataquen o lo defiendan, tiene alma, un alma frágil de imágenes deshilachadas que desfilan con delicadeza delante de los ojos del espectador. Asistimos con cierto pudor al grito de rabia contenida de un autor que reniega de la muerte del cine, que lo ama, que lo filma y nos lo transmite. Que homenajea y respeta a sus mayores mostrando un exhaustivo conocimiento de la historia, sintiéndose deudor de una tradición cinematográfica de la que se reconoce como heredero, con la que dialoga, a la que exprime, de la que toma recursos para narrar el presente contradictorio y caótico en el que se encuentra. Para filmar de nuevo, como si fuera la primera vez, el desencanto y la crisis, deteniendo el tiempo y dejando que su cámara mire e indague a su alrededor con ojos curiosos. Y al mismo tiempo, en otro plano, para transmitir pasión por el cine entendido como arte, como elemento para la reflexión, para el gozo sensitivo e intelectual, aunque se ruede sin medios, aunque no se sea capaz de determinar si existirá un público potencial para la obra que se construye. Jonás Trueba se niega a aceptar los llantos cansinos de los viejos plañideros que creen que con ellos morirá el cine que amaron. Tal vez por eso filma esta película desgarrada, un alegato visceral que nos explica por qué el cine sigue vivo. Y por qué los muertos son los demás.



01 julio 2013

La memoria olvidada

La memoria es un lugar incómodo, seductor, siempre extraño, tan personal como ajeno, tan real, tan falso como las noticias de un telediario, tan íntimo como subjetivo. La memoria es un refugio, el último refugio, tan incontestable, tal vez por ello tan tramposo, el espacio donde siempre se puede encontrar una razón, esa razón, con la que apropiarse de la legitimidad, con la que creer que el pasado sirve para justificar un presente incoherente. Domesticarla, reconfigurarla, apropiarse de ella para construir un yo diferenciado, especial, distinto. En su normalidad o en su excepcionalidad. Es el objetivo. A veces envidio a aquellos que aseguran que no son capaces de recordar las cosas que les pasaron hace años. A los que no se reconocen en las personas que vivieron en sus cuerpos en otros momentos de su vida. A veces los envidio, sí.  A  veces, en cambio, lo siento por ellos. Por la orfandad emocional e intelectual en la que viven. O en la que han decidido vivir. Para evitar conflictos y contradicciones. Para evitar que a la inflexible realidad que supone que el paso del tiempo nos vaya derrotando cada día, se le una además la insoportable carga de un pasado con el que tener que rendir cuentas.

Mi memoria, la misma que olvida casi todos los sueños que mi cerebro penosamente filma cada noche, la misma que decidió hace tiempo hacerme un inútil para reconocer las caras de los que pasaron por mi vida, me ofrece como contrapartida una capacidad extraordinaria para recordar con absoluta nitidez mi pasado y el de aquellos con los que conviví. O, siendo justos, para regalarme los detalles suficientes como para poder reconstruirlo de manera verosímil. Da igual. En todo caso siempre siento que cabalgo a lomos de lo que hice o dije, sin poder engañarme, aceptando las contradicciones, recordando las alegrías tanto como las penurias, siendo incapaz de inventar ni añorar estadios mitificados de esa infancia o esa adolescencia que parecen haber marcado a fuego a mi generación, tal vez como contrapeso a las miserias de ese día a día adulto tan cabrón, tan complicado, tan alejado de lo que una vez soñaron. La memoria como herramienta nostálgica sólo sirve para hacer la derrota más digerible, para constatar que el presente de tantos se ha convertido en un gris perpetuo, que las responsabilidades adultas lo llenan todo y que sólo podemos escapar adentrándonos en el recuerdo de lo que fuimos, de lo que ya no es, de lo que tal vez nunca fue pero se resiste a desaparecer.

Durante años renegué de la memoria, de mi memoria, de mi pasado, me cerré a todo lo que significara necesitar recordar ese ayer, innecesario y paralizante. Luché por aprovechar el día, el momento, el intenso presente que hacía de cada instante el más significativo, el más importante, el que todo determinaba y respecto al cual todo debía girar. Creo que el modelo aún me sirve y aún soy capaz de utilizarlo. Por ello casi nunca me encuentro mirando hacia atrás, casi nunca me encuentro solazándome en la felicidad pasada ni reconstruyendo ficticias arcadias perdidas, a pesar de la tentación que ello supone, a pesar de comprender la enorme capacidad de atracción que ello posee. Aún así con los años he aprendido a soltar las riendas, a dejar fluir mi memoria, a dejar que mi pasado retorne sin los condicionantes de entonces, sin que ello signifique un problema, sin que suponga sumergirme en la niebla y perder el paso. Tal vez sean los muertos que vuelven en sueños, tal vez sean los años que uno va cumpliendo, tal vez sea la necesidad de no olvidar cuáles fueron los fundamentos mediante los que me construí. Ni las personas junto a las que caminé. Tal vez.

Tan importante como no permitir que la memoria te paralice es no olvidar aquello sin lo que no te puedes explicar a ti mismo. Tan importante como impedir que la nostalgia te destruya es recordar la importancia de los que a tu lado estuvieron y sin los que jamás podrías entender quién eres hoy. Tan importante como evitar que el pasado te marque indeleblemente es acordarse de los primeros pasos mediante los que decidiste convertirte en la persona que hoy eres. A pesar de todo. Y precisamente por eso.

11 junio 2013

Juego de tronos en Madrid

Madrid, la tierra codiciada. La sede de la capital, el centro del poder, el núcleo del que todo se nutre. Poseer Madrid, dominarlo, someterlo y convertir su gobierno en el modelo a utilizar en el resto de los Reinos. Madrid es hoy el centro de una de las batallas soterradas más brutales de los 17 Reinos. Las diferentes familias que se reparten el poder en ellos desde hace décadas han decidido mostrar todas sus cartas y recurrir a todo tipo de artimañas con el objetivo de posicionarse de manera ventajosa para dar el golpe final y hacerse con El Desembarco del Rey patrio. Después de que durante años La Casa de la Gaviota (“los carroñeros”) dominara con puño de hierro Madrid sin que se vislumbrase cambio posible, la sorpresiva renuncia de la poderosa Esperanza Aguirre, “La Dama de Hojalata”, tras una serie de encontronazos con el actual jefe de la Casa, Mariano Rajoy, “El Rey Plasmao”, incómoda por los corsés que su propia familia le imponía y molesta por el fracaso de sus desmedidas ambiciones, ha desencadenado un efecto dominó con consecuencias imprevisibles. Los carroñeros llevan más de dos décadas controlando la alcaldía y la Comunidad en un sinergia terrible para los derechos sociales ciudadanos, pero justo cuando tras años de oscuridad parecían conseguir su resurrección a escala nacional gracias la elección del cabecilla de la Casa, Rajoy, como Rey de los 17 Reinos, la crisis en el que parecía su feudo más seguro ha abierto una brecha importante en su seno. En este momento el delfín de Aguirre, su chico de los recados, Ignacio González, “Áticus Man”, ha heredado la Comunidad sin que su nuevo liderazgo sea visto con agrado por los leales a Rajoy (al que ya intentó una vez traicionar), mientras que la alcaldía, durante años en manos de Gallardón (“Dos Caras”, íntimo enemigo de Aguirre), quedó tras su marcha en manos de Ana Botella, “La Enchufá”, esposa de Aznar, “ El Rey Loco”, el que fuera líder carismático de La Casa de la Gaviota, que la sacó de décadas de oscuridad para terminar abdicando en un inseguro Rajoy que ahora, traicionando la memoria de su antiguo jefe, no ve nada claro que Botella sea capaz de sostener la alcaldía. Por esa razón parece que desde su entorno han comenzado los movimientos para hacerla caer y sustituirla por otra candidata para las siguientes elecciones. Suena mucho para ese puesto Cristina Cifuentes, “La Rubia de Hielo”, cuyo trabajo sucio desactivando la fuerza inicial de las mareas sociales mediante la represión y la amenaza parece haberla colocado en una excelente posición dentro la Casa. Estos movimientos han despertado la ira del viejo león. Aznar, ha contraatacado dinamitando con discursos demagógicos las bases sociales que han de sostener en el futuro a un Rajoy hoy día muy debilitado.

Mientras tanto, en la antaño poderosa Casa del Puño y la Flor (“los metaprogres”) los sucesivos fracasos electorales, así como las mutuas recriminaciones han generado un enfrentamiento total entre el actual regente de la casa, Alfredo Rubalcaba, “El Caminante Blanco”, con Tomás Gómez, “El Espectro”, el verso libre (que nadie lee) de la Casa, actual líder de la familia en Madrid, que sigue sin darse cuenta de que pocos se lo toman en serio, ya no dentro de su propia Casa, sino entre la propia ciudadanía. En los últimos tiempos Gómez, viéndose acorralado dentro de su propia familia, ha decidido pasar al contraataque y construir un artificioso discurso de izquierdas con el que atacar sin disimulo a su líder, "El Caminante Blanco", Rubalcaba, a pesar de no contar con ningún respaldo dentro de la Casa. Incapaz de conseguir apoyos externos más allá de las fronteras madrileñas ha resuelto reforzar su posición de puertas hacia dentro promoviendo el ascenso de unos de sus hombres fuertes, Antonio Miguel Carmona, “La Marioneta” como posible candidato a la alcaldía. Con este movimiento ataca directamente a Rubalcaba amenazando la posición de uno de los más viejos y leales servidores de éste, Jaime Lissavetzky, “El Insulso”, actual hombre fuerte de la Casa a nivel local. A nadie podría extrañar, por tanto, conociendo la trayectoria de Rubalcaba y su extraordinaria habilidad para transitar por las cloacas del poder sin mancharse, que finalmente él estuviese detrás de la grabación hecha a Carmona en un mitin interno para miembros de la propia Casa, en la que quedaba a los pies de los caballos al confesar que en las tertulias en las que participaba en la televisión iba, en ocasiones,“teledirigido” por otros miembros fuertes de la Casa para hablar de asuntos que desconocía.

Por otro lado nos encontramos con La Casa Roja (“los trasnochaos”) cuya federación madrileña sigue inmersa en otra de sus interminables disputas internas, de esas que le sirven para impedir toda posible renovación intelectual y generacional que pudiera permitirles que se abrieran a nuevos caladeros de apoyos. Los jóvenes de izquierda asisten desolados y consternados a la autodestrucción de una Casa que sigue en manos de los viejos y domesticados lobos, Ángel Pérez y Gregorio Gordo, “Los Fósiles Vivientes”, que han colocado a un tipo del que nadie sabe nada, Eddy Sánchez, “El Hombre de Paja”, como líder nominal de la Casa mientras refuerzan su discurso conformista y anticuado, incapaces de abrirse a los movimientos sociales que se están gestando en el Reino, mientras permiten que un tipo tan indeseable como Miguel Reneses, “El Jeta”, continúe formando parte de sus estructuras de poder.

Finalmente, en los últimos años, ha surgido con fuerza una nueva familia, La Casa del Todocentrismo Populista (“los trepadores”), liderada por Rosa Díez, “La Transformista Iluminada”, antigua aspirante a dirigir La Casa del Puño y la Flor que, tras fracasar en su intento, ser desterrada y tratada como una apestada, rumió durante años su venganza hasta que levantó, piedra a piedra, en torno a su carisma y a su discurso populista, una nueva Casa aprovechándose del desencanto general de parte del pueblo hacia las viejas familias. El rumor de que podría ser la propia líder de “los trepadores” la que se presentase a la alcaldía madrileña ha puesto en jaque la política de la capital de los 17 Reinos, ha enrarecido aún más el ambiente dentro de todas las Casas y han empezado a escucharse en todas ellas ruidos de sables, previos a la gran batalla que se avecina en 2015.

Todo puede suceder. La lucha entre las Casas promete ser brutal pero la que previamente se ha desarrollar dentro de cada una de ellas será fratricida. El miedo puede hacer que El Rey Plasmao decida finalmente prescindir de La Enchufá para colocar a La Rubia de Hielo en un movimiento que enloquecería aún más al Rey Loco. Mientras, El Caminante Blanco intentará usar alguna de sus legendarias artimañas (si aún sigue regentando su Casa para entonces) para denostar a La Marioneta y conseguir que El Espectro se autoinmole antes de llegar a las elecciones para así imponer una vez más su criterio a los metaprogres, que se están hundiendo sin remisión lastrados por su irrelevancia y la falta de discurso propio. Los trasnochaos y los trepadores seguirán al acecho para recoger los frutos del descontento general aunque los primeros aún sean incapaces de decidir a quién presentarán y los segundos sueñen con que su jefa dé por fin el paso adelante y se presente a la alcaldía para por fin catar el poder que ansían.

Pero todos estos enfrentamientos se quedarán en nada si finalmente La Dama de Hojalata se decide a dar el zarpazo final a su propia familia y apoyada por sus leales propone su candidatura (a la que ni El Rey Plasmao podría negarse) a la alcaldía de la capital de los 17 Reinos… Aguirre en la alcaldía y González en la comunidad… El sueño húmedo de ciertos periodistas de la caverna... La Dama de Hojalata vería así como su modelo político, que siempre dijo que se inspiraba en el liberalismo se parecería más, en realidad,  al modelo implantado por el exKGB, Putin, en Rusia. Todo el poder del Reino en sus manos, sin importar el puesto ocupado, manejando todos los hilos, experimentado nuevas políticas privatizadoras, y tal vez, por fin, amenazando el liderazgo del Rey Plasmao 

Winter is coming… to Madrid


07 junio 2013

Megatertulianos, mentiras y tampodkas de riesgo

Hace un par de noches tuve el “placer” de asistir a un nuevo episodio protagonizado por algunos de esos megatertulianos que recorren incansablemente cada día las radios y televisiones españolas, iluminando al mundo con su singular sapiencia y preparación. Desbordados por su propio conocimiento e incapaces de contenerlo en los límites de sus cerebros, se ven en la obligación de compartirlo con nosotros tratando sin ningún problema lo divino y lo humano, lo político y lo social, lo económico y lo deportivo, lo cultural y lo científico. Saltando de un tema a otro con una facilidad pasmosa. Sin jamás permitirse un atisbo de duda, un momento de debilidad, un segundo de reflexión interior, de honestidad intelectual que les permita reconocer que hay algunos asuntos que no pueden tratar, de los que no pueden opinar porque, simplemente, no tienen ni puñetera idea. Pero hay que reconocer que es cuando aparece la ciencia, cuando se ven obligados a hablar de asuntos con ramificaciones científicas, cuando el chiringuito renacentista que tan dificultosamente intentan construir se les derrumba sin compasión encima de sus cabezas. Cuando de improviso, a traición, aparece en la tertulia algún tema de este tipo, se les nota que son incapaces de cambiar la plantilla que usan para debatir los demás asuntos y se precipitan al vacío sin posibilidad de salvación. Es, curiosamente, cuando mejor podemos advertir su impostura habitual, sirviendo además de reflejo del deplorable analfabetismo científico en el que vive inmersa nuestra sociedad.

Situémonos: estamos ya finalizando la tertulia de La Brújula, en Onda Cero, el programa que dirige Carlos Alsina, que ha pedido opinión de un último asunto a sus megatertulianos a cuenta de una propuesta del Ministerio de Sanidad para que se multe a los padres cuyos hijos adolescentes tengan intoxicaciones etílicas con cierta asiduidad. Después de haber arreglado la economía, la política y la judicatura de nuestro país, nuestros chicos están crecidos y no tienen duda alguna de que también pueden solucionar el problema del alcoholismo juvenil. Ese problema que cada año “sorprende” a los españoles. Desde hace más de veinte años.

Tras haber sentado las bases sobre cómo debe arreglarse este problema para siempre, Carlos Alsina lee sobre la marcha un tuit o mail enviado por una seguidora del programa que nos advierte sobre la (según ella) “moda que se ha extendido entre los adolescentesde emborracharse introduciéndose tampones empapados en alcohol en su cuerpoAlsina que, pudoroso, omite donde se introducen estos tampones, no sólo lee el mensaje, no sólo no cuestiona la información un segundo, no sólo no duda sobre la posible veracidad de lo afirmado, sino que da la información por buena de inmediato, la convierte por lo tanto en verdad mediática para sus miles de oyentes y le lanza el hueso a sus chicos, que no vacilan en lanzarse sobre él, hambrientos, deseosos de dar su opinión y de llegar a terribles conclusiones sobre la deriva social de un imperio occidental en evidente decadencia.
 
 
Después de que Alsina abra la puerta advirtiendo de “la moda” alcohólica juvenil actual, comienza el espectáculo. El hueso está en el aire y la jauría se lanza a por él: 

Megatertulianos (a coro): “sí, sí…

Por supuesto, son expertos, saben de todo, también de tampones, faltaría más, y sin son mojados en vodka, especialistas, incluso…

Megatertuliano1: “es una moda desgraciada que, efectivamente. […] sirve para acelerar…" 

Carlos Alsina: “…el efecto es inmediato, pasa directamente el alcohol a la sangre…

A ver, a ver, centrémonos, señores… ¿En serio saben de lo que están hablando? ¿No han oído hablar nunca de las leyendas urbanas, de los bulos que corren por la red? ¿Ni un vistazo rápido a informaciones serias como ésta, de Magonia, que nieguen la realidad del fenómeno? ¿No se pueden parar a plantearse un momento qué significa meterse un tampón con alcohol? ¿El dolor inmediato que debe producir? Algunas personas lo han hecho, para experimentar y contar lo que se siente (algo no demasiado satisfactorio, claro). Otras han recurrido a algo tan antiguo como el método científico y han hecho un experimento que demuestra la dificultad que supone introducir ese tampón en ningún sitio una vez absorbido el alcohol. Pero la experiencia no interesa cuando de lo que se trata es de construir noticias sensacionalistas que alarmen a la sociedad. Molan más. La ciencia les aburre. 

Megatertuliano2 (se da cuenta de que su compañero le está restando protagonismo, sabe que debe intervenir rápidamente, diciendo lo que sea, lo primero que le venga a la cabeza, rápido, rápido, alguna cosa que parezca inteligente, un apunte con sello propio…): "¡¡Esto en el caso de la chicas!!"

Qué capacidad la del tipo. Los tampones, aunque sirvan para emborracharse, deben ser sólo para las chicas… No parece poder imaginarse que tal vez un chico también se lo puede meter por el ano en busca de esa borrachera legendaria que están ellos mismos, los megatertulianos, divulgando (promocionando) sin base alguna. Tal vez pensarlo le genere alguna molestia inasumible en público a través de las ondas… ¡¡¡Ayy!!!, los tabús...

Megatertuliano1 (el tío la caza al vuelo… Al carajo el tema que se está tratando, en el fondo se la suda, pero si el comentario de su compadre sirve para atizar a las sociatas…):  …¡las jóvenas!...” (se ríe…).

Qué agudeza. Cuánta inteligencia. Qué fino sarcasmo… Volvamos a los tampones…

Carlos Alsina sigue a lo suyo y empieza a meterse en un berenjenal de cuidado: “…se introducen el tampón y la embriaguez es casi inmediata…

¿¿¿Cómo???  Era de esperar, cuando uno no sabe de lo que habla y no se informa termina diciendo tonterías… Al Introducirse tampones impregnados en alcohol en la vagina o en el ano es cierto que ese alcohol pasaría más rápido a la sangre que a través del aparato digestivo (como cuando se bebe), pero para embriagarte, para emborracharte, necesitas la misma cantidad de alcohol de siempre. El hecho de que pase más rápido a la sangre no significa que la concentración de alcohol en sangre vaya a ser mayor. Y eso, megatertulianos, es lo que te provocará la borrachera… Vamos, que el chico o chica que quiera disfrutar de semejante “fiesta alcohólica” va a tener que introducirse un montón de tampones en su cuerpo para llegar a la fase de la “exaltación de la amistad”… Si por el camino no acampa en el baño, claro, que es donde se va a pasar la mitad de la noche... Tampoco es cuestión de colocarse el tampón en público, ¿no?

Megatertulianos (a coro): “claro, claro… pasa a la sangre” (recordemos que según ellos,  eso provoca ya una borrachera inmediata).

Megatertuliano2 (de fondo, casi inaudible, ha tenido una ocurrencia y la quiere compartir): “…te metes el tampón en la nariz…"

Claro que sí, eso es rigor informativo y los demás son tonterías… El tío ha descubierto que no será por el ano pero que él mismo, tal vez, por la nariz, pueda conseguir un pedo interesante... Lo de que un tampón le quepa a alguien en los orificios de la nariz… En fin, ya sería cuestión de que haya existido un trabajo previo de zapa durante muchos años haciendo pellas en los semáforos…

Carlos Alsina se crece y se le empieza a ir el asunto de las manos: “...tu familia no te puede ver beber porque no has bebido…

Lo cual parece razonable. Sería complicado que te viesen beber (incluso agua) si no es porque realmente la bebes… Otra cosa es que se refiera a que no te ven beber alcohol, pero teniendo en cuenta que los adolescentes no suelen hacer los botellones en la calle de la casa de sus padres, me parece a mí que el comentario se desmorona por sí mismo…

Carlos Alsina: ...puedes hablar y no se te nota que estás bebida porque en el aliento no se te percibe...”

Joder. De lo mejor del corte. Están los tíos hablando de conseguir una borrachera de leyenda “acelerada e inmediata” y no se le ocurre a Alsina otra cosa que decir que la borrachera no se te notaría porque no te huele el aliento. En serio, qué nivel. Me parece a mí que cuando estás borracho hay otros muchos indicios que harían sospechar a cualquiera que llevas una encima de cuidado… ¿De verdad que hace falta que alguien te huela el aliento para comprobar que estás borracho?” Ufff... Tal vez los miembros de La brújula debieran ver este vídeo 

Carlos Alsina: “…esto tiene un riesgo elevadísimo…

Y tanto que lo tiene, pero no por lo que él piensa.… El riesgo es creerse estas historias sin reflexionar sobre el contexto científico que debe sustentarlas. El riesgo es más bien similar a pensar que comiendo chirimoyas te vas a curar de un cáncer. El riesgo es caer en el pensamiento irracional, en el pensamiento mágico, mediante el que se termina creyendo que las cosas ocurren misteriosamente, sin que haya explicación, o asumiendo falsas explicaciones fruto de una pobre formación científica. En siglo XXI. El riesgo del tampodka es físico por las lesiones que puede producir el alcohol en zonas muy sensibles del cuerpo humano. Lo demás son tonterías. Lo que sucede es que tampoco parece que sea verdad su historia, ni que sea una moda, ni que el fenómeno esté extendido. De hecho la información que la oyente da al principio y que Alsina reproduce sin contrastar (periodismo en estado puro), en relación a los casos que los hospitales de Asturias han tratado, ha sido desmentida por el Servicio de Salud del Principado de Asturias mediante un comunicado.

Megatertuliano1 (asevera, peloteando al jefe): “¡¡Elevadísimo!!...

Jajaja… ¡Qué crack! 

Megatertuliano1 (continúa): “…además es una aberración que suprime el posible factor placentero que puede tener la bebida, que es degustarla... es directamente ir… 

Megatertuliano2 (ahí, al quite, golpeando a placer la pelota que le ha dejado su compañero): "...¡¡¡Al coloque!!!..." 

El surrealismo invade las ondas. Casi da pena que alguno no esté lo suficientemente lúcido para parafrasear a Tierno Galván: “el que no esté colocado, que se coloque (el tampón)... y al loro”. En todo caso, los apuntes del megatertuliano2 aportan siempre un punto de intelectualidad abrumador.

Megatertuliano1 (empieza a forzarlo, desfallece, no sabe ya qué más decir, los recursos se le agotan…): “…es la utilización del alcohol como droga en estado puro

No te jode. Y cuando nos dan barra libre en las bodas estamos utilizando el alcohol como una infusión contra la ansiedad…

Carlos Alsina asiente, ya sin mucho entusiasmo… Está ya en otra cosa, ahora toca pasar a las noticias más relevantes de la prensa del día siguiente. La labor de servicio público ya está hecha. En minuto y medio han ayudado a divulgar una falsa noticia sobre un fenómeno que no parece que se esté produciendo en España y que, en todo caso, no se ajusta a ninguna de sus ideas preconcebidas que ellos tienen en relación a cómo afectaría al cuerpo humano. Periodismo de calidad. Periodismo al servicio ciudadano. Alarmismo barato sin base científica. Con dos cojones.

31 mayo 2013

Periodismo basura al servicio del Poder

Llevamos ya muchos años asistiendo a discusiones viscerales acerca de cómo podrá sobrevivir la prensa escrita tradicional, el periódico de papel, al inevitable empuje de Internet, que ha (mal)acostumbrado a muchos ciudadanos a acceder a una gran cantidad de información (ya sea relevante y de calidad, ya sea anoréxica y por tanto sin valor) sin aparente coste alguno. A pesar de lo que los dueños de los grandes emporios mediáticos suelen proclamar en sus vacíos y ampulosos discursos acerca de la necesidad de pervivencia del periodismo de pago, lo cierto es que desde hace años asistimos en España a un insoportable deterioro de la calidad de los contenidos que nos ofrecen los grandes periódicos tradicionales. Desde hace ya demasiado tiempo, y no sólo por la crisis y los despidos, las grandes cabeceras parecen no querer retener ni dar importancia a sus lectores más preparados, a los que siempre estuvieron dispuestos a pagar por una información interesante y de calidad, más allá de las públicas ideologías de los medios en cuestión. Inmersos en sus luchas de trincheras, preocupados por la inmediatez de las ventas a corto plazo, ahogados por las deudas de sus empresas matrices a estos periódicos se les ha olvidado, en el peor momento para ellos, el valor añadido que supone construir noticias con cierta densidad y bien documentadas. Y digo en el peor momento porque justo es en esta época, gracias a Internet, cuando las informaciones que publican y los mensajes ocultos que con ellas quieren transmitir son más fácilmente analizables. Cuando más sencillo es desvelar la pobreza intelectual y la miseria de lo que tratan de hacer pasar por información y tan san sólo es rancia ideología o defensa de las políticas de políticos junto a los que han cavado profundas e interesadas trincheras. Hace poco Daniel Ruiz escribía de manera muy acertada acerca de cómo pequeños medios, cuyo negocio se desarrolla fundamentalmente en la red, estaban aportando aire fresco al periodismo español a base de volver a dar importancia a los contenidos, utilizando el medio pero no convirtiendo a éste en el protagonista. Si los periódicos de papel no terminan de entender que ése es el único camino posible para sobrevivir vamos a ver como mueren muchos de ellos en el inevitable tránsito final a lo digital.

Hace un par de días, en El Mundo, en el periódico de papel, me encontré con esta noticia (que no he conseguido encontrar en la web) firmada por Luis F. Durán:



El Mundo dedicaba toda una página, una página completa, una página sin publicidad, una de sus escasas 70 páginas (que ya vienen repletas de anuncios y de información huera y sin valor) a una noticia que no es noticia, a una información que de nada informa, a una construcción argumental delirante sustentada en el más absoluto vacío a partir de unos datos estadísticos que decían haber sido recopilados por el Gobierno de la Comunidad de Madrid. Los que llevamos años leyendo periódicos, cualquier aficionado a la fotografía o analista de del lenguaje periodístico, o simplemente alguien que no lea de manera despistada el periódico puede comprender que esa noticia que no es noticia, que esa información que de nada informa, está construida tan sólo como objeto propagandístico de la Consejería de Educación de la Comunidad de Madrid. Los motivos por los que esto es así habría que preguntárselos a Pedro J. La mitad de la página es ocupada por una enorme foto de la Consejera de Educación, Lucía Figar, con una tiza en la mano, envarada,  en una postura antinatural, dentro de un aula (seguramente pública, de las que sólo ha pisado en los últimos años, ya que nunca se educó en ellas), remarcando en la pizarra la “importancia” de la ley de autoridad del profesorado, en un gesto que es reforzado por la potencia de un titular simplificador, maniqueo y tramposo:

A más autoridad, menos castigos

Lo que el artículo pretende transmitir (el escaneo no es el mejor y no se puede leer la noticia al completo) es que el supuesto descenso de la conflictividad en las aulas madrileñas es debido única y exclusivamente a la insustancial e irrelevante ley de autoridad del profesor, aprobada por la Comunidad de Madrid en junio de 2010. Para alguien como yo, que lleva trabajando más seis años en el ámbito de la educación pública madrileña, no puede haber mayor disparate que esa correlación argumental que el artículo trata de imponer sin pruebas al lector. La ley de autoridad del profesor no existe en los centros educativos. Ni se respira, ni se siente, ni está presente en el día a día educativo. Cualquier profesor de cualquier instituto madrileño podría confirmar esto a poco que se hicieran las preguntas de manera adecuada (saber qué preguntar y cómo hacerlo, no para obtener lo que uno quiere escuchar sino para que el entrevistado se exprese, es clave para realizar un periodismo de calidad). Es una ley fantasma, ni siquiera me atrevería a calificarla de errónea. Tan sólo puedo asegurar que es absolutamente intrascendente en la labor de la gran mayoría de los profesores. Entiendo que en algún caso puntual, gracias a la dichosa “presunción de veracidad”, haya podido servir para proteger a algún profesor denunciado  (otra cosa es que eso sea en sí mismo positivo), pero de ahí a hacerla responsable y causante de la disminución de la conflictividad de la educación madrileña es algo tan necio que uno jamás esperaría encontrárselo en las páginas de un periódico supuestamente serio como El Mundo. O lo esperaría encontrar como argumento del poder establecido, contrarrestado por un trabajo serio de investigación periodístico que lo mande al basurero intelectual del que surgió.

Pero como lo lógico es que lo que se publica a página completa en un diario tan importante como El Mundo no sea ni casual ni poco reflexionado lo único que se puede considerar es que el diario ha decidido por motivos espurios hacer de de gabinete de comunicación de la Consejeria de Educación de Madrid, engañar a sus lectores y prostituirse de manera obscena para permitir que Figar y su controvertida política educativa (que le ha hecho enfrentarse a toda la comunidad educativa) encuentren una vía de escape, un falso argumento en el que atrincherarse para promocionar entre los suyos que su labor aporta efectos positivos a la educación. Efectos que, aunque no sean reales, aunque sean objetivamente indemostrables, aunque tal vez puedan ser debidos a otras causas completamente diferentes, puedan ser utilizados para obtener una repercusión positiva en la opinión de los futuros votantes. Siempre que haya un periódico de gran tirada dispuesto a utilizar sus páginas como soporte publicitario institucional sin advertir de ello a sus lectores.

Investigando por la red, intentando descubrir el origen y las repercusiones de una noticia como ésta, me sorprendió encontrar esta pieza del telediario de Telemadrid. Utiliza los mismos datos, los mismos argumentos, las mismas ideas. El mismo día. Información clonada de la publicada por El Mundo, Sin matices ni controversias. Tan sólo enunciando el dogma, de manera incuestionable. Casualidades.


Llevaba mucho tiempo sin acercarme a la cadena de televisión pública madrileña. Los recortes, el puño de hierro con el que el PP madrileño controla todo lo que allí se emite, la imposibilidad de reconocerme como madrileño a través de sus ondas. Todo hace recordar casi con nostalgia el mismo canal autonómico que conocí hace ya más de diez años. Al mismo tiempo, he de reconocer que su increíble nivel de complacencia con el Gobierno madrileño nos proporciona en este caso, de nuevo, una pieza periodística impagable. No sólo muestra un nivel de sometimiento a dicho Gobierno bochornoso, sino que también muestra la indigencia de recursos con los que cuenta hoy la cadena de televisión: la pobreza del reportaje es lastimoso. La manipulación mediante la edición de lo dicho por la profesora, la entrevista con el chaval para intentar refrendar una idea preestablecida y el cierre final, apoteósico, con alusión al PSOE y a IU como opositores a esta arcadia educativa que se nos presenta, en la que los conflictos se han solucionado por la existencia de una ley mágica, son pruebas irrefutables del catastrófico nivel que ha alcanzado la televisión autonómica. Todo es tan lamentable, provoca tanta pena, tanto asco, que si no fuera porque lo pagamos entre todos, sólo serviría para provocar unas risas.

No tengo datos suficientes que me confirmen si realmente la conflictividad en las aulas madrileñas ha descendido o no. Mi experiencia me dice que no, pero por supuesto ésta es limitada a unos pocos centros. No tengo ni idea de si hoy los profesores están poniendo menos sanciones. Puedo incluso asumir que esos datos presentados por la Consejería de educación a través de sus medios institucionales, El Mundo y Telemadrid, son reales. Lo que no sería capaz, como ellos, es de establecer una teoría simple e interesada de por qué estos hechos, si es que son verdad, se han producido. Podría especular, claro, con una mayor base de verosimilitud que la presentada por estos medios, que este descenso de la conflictividad contable podría ser debido por un lado a las huelgas del curso pasado (que provocaron que los posibles conflictos educativos pasaran a un segundo plano) y por otro lado a la mayor presión a la que está sometido un profesorado al que, además de aumentarle las horas lectivas, le han impuesto en muchos centros que sea él y no la jefatura de estudios el que gestione los potenciales conflictos que se generen con los alumnos, lo que significa una sobrecarga laboral inasumible para gran parte de los profesores, que prefieren dejar pasar pequeños conflictos y provocaciones de alumnos antes que tener que gestionar ellos mismos las consecuencias de denunciar tales comportamientos. En todo caso, más allá de los datos y de las especulaciones, es necesario trasladar a la opinión pública que es absolutamente falso que la ley de autoridad del profesor haya significado alguna mejora en el clima educativo. Y que noticias como la de El Mundo son una mera traslación escrita de la voz política de sus amos, fruto del envilecimiento de un tipo de periodismo institucionalizado y decadente que crece a la sombra del poder, reflejo de un tipo de información anoréxico, que es dañino por inane. La expresión más evidente del grave problema que acucia a un periodismo basura que no sólo no informa, sino que desinforma a los ciudadanos por intereses ocultos.

18 mayo 2013

Orgullo de profe

El viernes por la tarde me encontré encima de un escenario siendo inesperado protagonista de algo en lo que apenas pretendía ser secundario sin frase. Un escenario algo destartalado, con recuerdos de viejas obras anteriormente representadas, un escenario sin el aroma de los centros educativos donde la élite suele llevar a sus cachorros, un escenario de instituto público, una sala multiusos acogedora y sencilla donde un joven director hacía de maestro de ceremonias en un humilde festejo de graduación de los alumnos de Bachillerato del centro. Uno alumnos a los que en una gran mayoría les había dado clases hacía ya dos años, dos cursos, cuando estaban en el último año de la ESO. Fui el encargado de introducirles en las primeras nociones serias de la Física y la Química y además, me hicieron tutor de ellos. Todavía recuerdo el encargo con cierta angustia. 32 alumnos conformaban aquel grupo de 4º ESO, una ratio imposible para intentar enseñar con una mínima garantía de éxito. Y mucho menos para intentar ser un tutor adecuado para ellos. Al final lo lograron, culminaron el año con éxito, fundamentalmente gracias a su esfuerzo y sin las facilidades que debiera haberles puesto una Administración educativa que sólo parece dedicada a poner trabas a la enseñanza de todos, a la enseñanza pública. De los 32 alumnos, 31 de ellos consiguieron titular. Recuerdo mi enorme satisfacción entonces por ello. Pocos saben el trabajo que para un tutor supone llevar hacia delante un grupo tan numeroso como éste, con tan diferentes perfiles, intentar estar ahí para todos, no sólo como el profesor de una asignatura (que también) sino como una figura en la que puedan confiar para apoyarse y confiar para impulsarse hacia el futuro. Con máxima exigencia, viendo como algunos sufrían con mi asignatura, mientras yo mismo relativizaba su importancia para que tuvieran una visión global sobre sus estudios y sus posibles itinerarios y no sólo focalizaran todo a través de un fracaso particular. Recuerdo con especial cariño las clases con aquel grupo, que contaba con una serie de alumnos especialmente brillantes, con hambre, dispuestos siempre a aprender algo nuevo y abrir nuevas vías desde las cuales caminar hacia nuevos conocimientos. Y recuerdo con especial satisfacción que todos los demás, en lugar de quejarse o asustarse,  intentaban también llegar a las nuevas complejidades planteadas, desde sus capacidades y sus limitaciones, pero siempre con buen talante, tirando hacia delante. Sin rendirse y confiando en mi criterio respecto a lo que les podía exigir. Fue un placer. Después terminó el curso y con él crees que también finaliza la relación con esos alumnos. Sabes por sus reacciones que todo ha marchado bien, por algunos comentarios de los padres que éstos también están satisfechos con tu labor y en tu interior sabes que lo has dado todo, que tal vez podías haberlo hecho mejor pero que tu conciencia está tranquila, entiendes que el esfuerzo tuvo resultados y que el trabajo ya está terminado. Y caminas en dirección a otro centro. Con otros alumnos. Diferentes. Ni mejores ni peores. Tan sólo diferentes. Y eso, a pesar de todo, a pesar de echar de menos aprovechar los réditos del trabajo ya realizado, también estimula y provoca excitación.

Hace poco más de un mes recibí un email de uno de ellos, uno de los mejores (y no hablo de notas) invitándome por sorpresa a su graduación de Bachillerato. Dos años después. Curiosamente era la segunda vez que me pasaba. Antes fue en otro instituto, en otro entorno, con otro grupo, completamente diferente. Igual que la vez anterior me sentí halagado, sorprendido, contento y orgulloso. Por la invitación, claro, pero sobre todo por el recuerdo. Eso es lo importante, ahí está la clave. En que te recuerden con cariño. Al fin y al cabo, durante un curso el tiempo pasa rápidamente, parece acelerarse y aunque creas sentir que existe cierto feeling con tus alumnos no dejas de saber que ellos tienen muchas asignaturas, muchos profesores y tú eres uno más, otro más de los que entra por la puerta del aula para intentar enseñarles. O para demostrar tu ignorancia al hacerlo. Mientras, ellos te evalúan. Les confirmé que intentaría ir a su graduación. Me hacía ilusión estar presente. A a estas alturas ya soy consciente que este acto tiene gran importancia para ellos.

De repente. Estaba al fondo de una sala repleta de familiares, alumnos y profesores. El director entonces, sorpresivamente, apeló directamente a nosotros: “antiguos profesores”, dijo, (no sabía quiénes éramos, él no estaba en el centro por entonces), “antiguos profesores que estén presentes y quieran participar de la entrega de diplomas a los alumnos”. Miro a Luis. Primero sube él, profesor de inglés, que fue con ellos al viaje de fin de la ESO, a Praga, del que tienen excelentes recuerdos. Aplaudo. Me alegro por él. Entonces escucho mi nombre en la sala, en boca de algunos de ellos: “Pepe, venga... ¡Pepe!…” Los que me conocen saben lo reacio que soy a estas historias, lo que me cuesta convertirme en protagonista de un acto como éste. Mi primer impulso fue negarme, claro, pero al final… qué coño… sonreí, los miré y los recordé hacía ya dos años, sus gestos, sus risas, sus sufrimientos, las horas compartidas…  Subí al escenario, a ese escenario algo destartalado, tan de instituto público…

Allí estaba, con mis vaqueros y mi camisa negra, rodeado de trajes elegantes y corbatas, saludando y felicitando a chicos y chicas emocionados, algunos llorosos, recibiendo besos, apretones de manos o intensos abrazos de antiguos alumnos a los que mi memoria, de manera defensiva, había ido dejando atrás.  Me sentí, de repente, el profe más orgulloso del mundo, mientras los saludaba, entre sonrisas cómplices y abrazos espontáneos, mientras los aplaudía, mientras veía su sincera emoción. Una emoción  que ellos habían decidido compartir conmigo. Chicos y chicas estupendos, cada uno con sus particularidades, con sus capacidades, con su idiosincrasia, con sus ideas y sus inquietudes. Reflejo de la sociedad en la que vivimos, sustancia de esa educación pública en la que creo y por la que trabajo. Un motivo más para seguir en la brecha, luchando. Y disfrutando.

15 mayo 2013

De nuevo dentro de la bestia

Es el olor. Al final es ese olor, que se adhiere de manera nauseabunda a tus ropas, que termina apoderándose de cada centímetro de tu piel, que te acompaña durante días sin posibilidad de eliminarlo ni enmascararlo, mientras obligado sigues transitando por las entrañas del monstruo. Cada noche, mientras aceptaba sumiso volver a ser devorado, mientras paseaba por sus entrañas con la cabeza agachada para no enfrentarme de nuevo directamente a él, para eludir mi reflejo en sus frías paredes y negarme a confiar en su impostada asepsia, camino a esa habitación palpitante aún de vida que significaba el único refugio posible frente al dolor que transpiraban las paredes del monstruo, levantaba levemente la mirada, lo justo para mirar sin ser observado. Los pasillos de la bestia son como un agujero negro, un punto singular, un aleph del cual el dolor, como la luz, intenta escapar sin conseguirlo, regresando siempre, incapaz de ir más allá de los límites físicos que lo constriñen, incapaz de superar su particular radio de Schwarzschild, distribuyéndose a su vuelta de manera despiadada e indiscriminada entre sus cautivos, lo que hace que algunos que aún albergaban alguna esperanza esa noche, como aquella noche, de aquel puto septiembre, terminen derrotados frente a un cadáver irreconocible mientras otros saludan la mañana con la buena nueva de una respiración acompasada en un cuerpo que por fin deja de temblar. Corres entonces, empaquetas tus cosas y las de ella, sales con prisa de la habitación que fue refugio y ahora se ha convertido en prisión, atraviesas de nuevo los pasillos sintiendo como se posan sobre ti las miradas cargadas de envidia insana que te lanzan los que aún deben permanecer en el estómago de la ballena. Atraviesas por fin la puerta de salida, el coche acelera alejándote del monstruo de hormigón, ves como su tamaño disminuye en pocos segundos hasta por fin desaparecer pero, a pesar de ello, a pesar de que por fin lo pierdes de vista, crees escuchar una risotada sarcástica, lejana, casi inapreciable. Suena como una promesa. Promesa de un reencuentro que aunque no deseas sabes que inevitablemente se volverá a producir. Promesa de dolor. Promesa de sufrimiento. Sonríes por primera vez en días. Que se joda. Que espere. Todavía no es la hora. Queda tiempo. Tanto tiempo.

12 abril 2013

El funcionario escindido: otro tonto útil

Leo la anécdota en el ameno y clarificador ensayo Keynes vs Hayek, escrito por Nicholas Wapshott. Friedrich Hayek, el que se convertiría en adalid de la rebelión contra el intervencionismo del Estado en los asuntos económicos de los ciudadanos, recién llegado a EEUU, con apenas 24 años y sin posibilidad de contactar con la persona que iba a contratarlo para una universidad norteamericana estuvo a punto de trabajar como friegaplatos en un restaurante para poder mantenerse en EEUU sin que lo deportaran. Finalmente el problema se solucionó y entró a trabajar en la universidad, pasando así a ser un empleado público, uno más, uno de de tantos, de índole intelectual, sí, profesor universitario, de acuerdo, pero un trabajador público más al fin y al cabo cuya labor sólo podría desarrollarse (entonces y ahora) bajo el paraguas del Estado, de su arquitectura institucional. No era la primera vez que trabajaba en el ámbito de lo público, ni fue la última. Ni mucho menos. En diferentes países. En su caso, durante toda su vida. En sus 92 años el famoso economista jamás trabajó para el sector privado (habría tal vez que descontar los poco más de diez años en la Universidad de Chicago, que el autor del libro parece obviar que era privada). Su caso es paradigmático. Es la gran figura, el Messi ultraliberal, aquél al que idolatran todos los liberales dogmáticos, todos los que creen en la posibilidad utópica de un libre mercado ajeno a las interferencias políticas, los que defienden la existencia de un Estado mínimo que no interfiera en el equilibrio “natural” de los mercados. Cuando hablan de Estado mínimo no es difícil establecer a qué mínimo Estado se refieren, claro. Al que los proteja a ellos, a la élite, de los miserables que peleen por su supervivencia.

06 abril 2013

Resonancias cinematográficas

El cine. El arte en el que todo cabe, en el que nadie ya se detiene, sobre el que todos se permiten opinar. Finalmente convertido para tantos ciegos tan sólo en la destreza de narrar una historia audiovisual. La misma historia. Una y otra vez. Hasta que alguien advierte que no siempre es igual. Que lo que se cuenta difiere sustancialmente de lo ya contado, aún pareciendo que se cuenta de nuevo lo que anteriormente ya se contó. Hasta que alguien comprende que merece la pena reflexionar sobre las diferencias, discutir sobre las influencias y entablar un diálogo entre películas que parecen narrar lo mismo Un diálogo entre directores dispares con sensibilidades diferentes. Universos independientes construidos a imagen y semejanza de artistas que se sentían capaces de volver a contar lo ya contado bajo su prisma. De volver a contar lo mismo para volver a contarlo por primera vez
 
Sólo se vive una vez - Fritz Lang (1937)


Los amantes de la noche - Nicholas Ray (1948)


Malas tierras - Terrence Malick (1973)