El primer número de Público deja una extraña sensación, una mezcla de ilusión por la aparición de un nuevo medio en papel que viene a sacudir las telarañas del estancado panorama actual y, por otro lado, una sensación agridulce al constatar en sus páginas algunas lagunas que deben mejorarse y pulirse para no convertirse en un remedo de pago de la prensa anoréxica gratuita.
La primera impresión al ver el periódico es el, ya por muchos comentado, parecido diseño a periódicos como El Economista, El Periódico o incluso el gratuito ADN. Con esa nueva forma de presentar las noticias que se está convirtiendo en dominante en el mercado del papel, recurriendo a grandes fotografías y titulares impactantes, al tiempo que se utiliza un lenguaje más simple y una argumentación menos densa. Un formato que lleva al lector educado a la antigua usanza a un cierto rechazo inicial, propio de la defensa inconsciente de las costumbres asentadas. Pero está claro que es éste el nuevo paradigma en el que se va mover la prensa de papel en los próximos años, en consonancia con el nuevo lector, esporádico, ocasional, sin mucho tiempo en sus días laborales para leer de manera reposada, que busca la inmediatez de la noticia y una información completa y variada sobre diferentes asuntos. Evidentemente el perfil descrito y el target buscado es principalmente el de jóvenes urbanitas, jóvenes mileuristas a los que se tienta también con un precio inicial de risa, y que realmente se habían alejado casi por completo de los medios de papel. Uno jóvenes a los que se intenta enganchar con la interactividad y cercanía que supone la aparición conjunta de la web www.público.es con todos los contenido del periódico expuestos de manera gratuita bajo licencia copyleft.
Entre lo que más me ha gustado de este primer número destacaría la preocupación por acercarse a temas sociales ajenos a la mera actualidad política (el reportaje de los traficantes de obreros); la aparición de nuevas secciones con tratamiento novedoso, más cercano y participativo; la conexión internet-papel que aparece en los artículos de mayor interés, para obtener más información en la red sobre el asunto planteado en el periódico (lo cuál acaba con una idea cerrada de la prensa escrita como fuente última diaria de la información, haciendo que el lector interesado obtenga una puerta desde la que asomarse al tema con mayor profundidad); las páginas dedicadas a ciencia, que suponen un soplo de aire fresco en el asfixiado y anoréxico mundo de la divulgación científica, resaltando lo novedoso y tremendamente útil que resulta que, junto a la típica noticia impactante de ámbito científico, aparezca la opinión no ya de un periodista, sino de un especialista en el asunto, un científico, que de forma amena, clara y rigurosa explica lo que realmente significa el descubrimiento de turno y la situación actual de la investigación en esa rama de la ciencia. Ése es el camino y no otro, científicos divulgando, haciendo que sus voces se escuchen entre tanto analfabeto científico. También me ha gustado el número de columnistas variopintos que presenta el periódico, siendo muy importante que no sólo se dediquen a la cansina actualidad que marca la agenda política, aunque de su calidad hablaremos luego. Y por último no me parece nada mal que se aparquen los deportes al final del diario, con su portada propia incluida, así como que en un día normal, sin grandes noticias deportivas, no le dediquen más que cuatro o cinco páginas (hoy por ejemplo El Mundo le dedicaba nueve) dejando así espacio a otras secciones como la de cómics, música o libros.
En la parte negativa resaltaría que las noticias de nacional parecen más bien escasas, poco diversificadas y con muy poca atención por lo que pasa en otras zonas de España que no sean Madrid, Cataluña y País Vasco (como todos los demás periódicos). A pesar de que sea tal vez el nuevo modo de hacer un periódico a mí todavía me cuesta entrar y confiar en uno con tan enormes y agresivos titulares, que además presenta las típicas chorraditas, tan propias de los gratuitos, que aparecen en la zona superior de páginas como las de ciencias (por ejemplo: “un niño despierta de una operación con acento pijo”) y que parecen servir sólo como relleno. Me parece algo poco serio que perjudica la credibilidad de un periódico. Tampoco me gusta la ausencia de editoriales, otra cosa en la que se asemeja a lo gratuitos. Y no me sirve la explicación de Ignacio Escolar respecto a ello, aludiendo a que las empresas no tienen que opinar sino informar, para que el ciudadano se forme su propia opinión. Me parece un argumento falaz y un tanto cínico: la selección y tratamiento de las noticias es la primera forma de editorializar un periódico. Todo periódico tiene una línea editorial, quiera hacerla expresamente visible o no (como es el caso). Me parece una manera aviesa de ocultar las propias ideas y de manipular al lector. Prefiero ver cómo se moja por ejemplo El País con los últimos editoriales contra Zapatero por intereses espurios, a que sólo ofrecieran noticias tendenciosas sobre los diferentes asuntos que afectan al Gobierno que pueden hacer que el lector despistado se trague sin más noticias cargadas con munición de empresa. Por último el tema de los columnistas es algo a lo que hay que dejar un tiempo para valorar. Junto a plumas prometedoras o consagradas como Reig, Labordeta, Javier Ortiz, o colaboradores tan interesantes como Javier Sádaba, aparecen otros de los que inicialmente desconfío que puedan ofrecer opinión de calidad, como el Gran Wyoming (es muy difícil trasladar al papel un humor como el suyo, en el que la mirada y la pose son casi tan importantes como lo que dice). De todas formas, como decía, no se puede valorar por lo leído hoy donde los columnistas sólo se presentaban, pero temo que el principal defecto de las columnas sea la utilización de ese lenguaje cercano y simplificado que quiere ser el motor del periódico, y que desde luego en la sección de opinión a mí no me interesa. Hay muchos blogueros por ahí dando opiniones muy interesantes sobre muy diversos temas, pero en prensa, pagando, quiero leer columnas de opinión diferentes, con un estilo propio y un lenguaje cuidado. Sorbitos de literatura, al estilo del mejor Umbral, Millás o Raúl del Pozo. Pero que sean nuevos. Tampoco me convence el escaso espacio físico de algunas de estas columnas, que no deja lugar a desarrollar argumentos con una mínima profundidad.
Y no se puede pasar por alto algo muy importante, que es lo que más me ilusiona y me acerca a este nuevo proyecto. Público puede conseguir cubrir un hueco, un vacío. Pretende intentar conseguir despertar y atraer hacia los temas sociales, políticos, que nos afectan a todos, a una generación que se estaba descolgando del devenir de los tiempos: la generación mileurista. Esta generación toma su nombre de la situación precaria en lo laboral y lo económico en la que muchos de sus componentes sobreviven pero, en una definición más amplia, como ya escribí en el enlace anterior, agrupa a muchos treintañeros que se sienten extrañamente ajenos a la toma de decisiones que afectan a su presente y a su futuro. Interesadamente infantilizados por la generación de sus padres y perezosamente acomodados en la inanidad política y social, la llegada de este periódico puede conseguir que sus voces, sus preocupaciones y sus responsabilidades sobre cuanto sucede comiencen a hacerse notar, y les sirva al tiempo de acicate. Para ello no hay mejor ejemplo y mejor noticia que la de que el director de Público, Ignacio Escolar, no haya aún cumplido 32 años y se haya hecho con las riendas de este proyecto tras una fructífera etapa bloguera y fogueándose en otros medios escritos. Su meteórica carrera supone una excelente carta de presentación, y un reflejo de que los mileuristas pueden y deben hacerse presentes en nuestra sociedad. Un mileurista dirigiendo un periódico... ¿algo está cambiando?
La primera impresión al ver el periódico es el, ya por muchos comentado, parecido diseño a periódicos como El Economista, El Periódico o incluso el gratuito ADN. Con esa nueva forma de presentar las noticias que se está convirtiendo en dominante en el mercado del papel, recurriendo a grandes fotografías y titulares impactantes, al tiempo que se utiliza un lenguaje más simple y una argumentación menos densa. Un formato que lleva al lector educado a la antigua usanza a un cierto rechazo inicial, propio de la defensa inconsciente de las costumbres asentadas. Pero está claro que es éste el nuevo paradigma en el que se va mover la prensa de papel en los próximos años, en consonancia con el nuevo lector, esporádico, ocasional, sin mucho tiempo en sus días laborales para leer de manera reposada, que busca la inmediatez de la noticia y una información completa y variada sobre diferentes asuntos. Evidentemente el perfil descrito y el target buscado es principalmente el de jóvenes urbanitas, jóvenes mileuristas a los que se tienta también con un precio inicial de risa, y que realmente se habían alejado casi por completo de los medios de papel. Uno jóvenes a los que se intenta enganchar con la interactividad y cercanía que supone la aparición conjunta de la web www.público.es con todos los contenido del periódico expuestos de manera gratuita bajo licencia copyleft.
Entre lo que más me ha gustado de este primer número destacaría la preocupación por acercarse a temas sociales ajenos a la mera actualidad política (el reportaje de los traficantes de obreros); la aparición de nuevas secciones con tratamiento novedoso, más cercano y participativo; la conexión internet-papel que aparece en los artículos de mayor interés, para obtener más información en la red sobre el asunto planteado en el periódico (lo cuál acaba con una idea cerrada de la prensa escrita como fuente última diaria de la información, haciendo que el lector interesado obtenga una puerta desde la que asomarse al tema con mayor profundidad); las páginas dedicadas a ciencia, que suponen un soplo de aire fresco en el asfixiado y anoréxico mundo de la divulgación científica, resaltando lo novedoso y tremendamente útil que resulta que, junto a la típica noticia impactante de ámbito científico, aparezca la opinión no ya de un periodista, sino de un especialista en el asunto, un científico, que de forma amena, clara y rigurosa explica lo que realmente significa el descubrimiento de turno y la situación actual de la investigación en esa rama de la ciencia. Ése es el camino y no otro, científicos divulgando, haciendo que sus voces se escuchen entre tanto analfabeto científico. También me ha gustado el número de columnistas variopintos que presenta el periódico, siendo muy importante que no sólo se dediquen a la cansina actualidad que marca la agenda política, aunque de su calidad hablaremos luego. Y por último no me parece nada mal que se aparquen los deportes al final del diario, con su portada propia incluida, así como que en un día normal, sin grandes noticias deportivas, no le dediquen más que cuatro o cinco páginas (hoy por ejemplo El Mundo le dedicaba nueve) dejando así espacio a otras secciones como la de cómics, música o libros.
En la parte negativa resaltaría que las noticias de nacional parecen más bien escasas, poco diversificadas y con muy poca atención por lo que pasa en otras zonas de España que no sean Madrid, Cataluña y País Vasco (como todos los demás periódicos). A pesar de que sea tal vez el nuevo modo de hacer un periódico a mí todavía me cuesta entrar y confiar en uno con tan enormes y agresivos titulares, que además presenta las típicas chorraditas, tan propias de los gratuitos, que aparecen en la zona superior de páginas como las de ciencias (por ejemplo: “un niño despierta de una operación con acento pijo”) y que parecen servir sólo como relleno. Me parece algo poco serio que perjudica la credibilidad de un periódico. Tampoco me gusta la ausencia de editoriales, otra cosa en la que se asemeja a lo gratuitos. Y no me sirve la explicación de Ignacio Escolar respecto a ello, aludiendo a que las empresas no tienen que opinar sino informar, para que el ciudadano se forme su propia opinión. Me parece un argumento falaz y un tanto cínico: la selección y tratamiento de las noticias es la primera forma de editorializar un periódico. Todo periódico tiene una línea editorial, quiera hacerla expresamente visible o no (como es el caso). Me parece una manera aviesa de ocultar las propias ideas y de manipular al lector. Prefiero ver cómo se moja por ejemplo El País con los últimos editoriales contra Zapatero por intereses espurios, a que sólo ofrecieran noticias tendenciosas sobre los diferentes asuntos que afectan al Gobierno que pueden hacer que el lector despistado se trague sin más noticias cargadas con munición de empresa. Por último el tema de los columnistas es algo a lo que hay que dejar un tiempo para valorar. Junto a plumas prometedoras o consagradas como Reig, Labordeta, Javier Ortiz, o colaboradores tan interesantes como Javier Sádaba, aparecen otros de los que inicialmente desconfío que puedan ofrecer opinión de calidad, como el Gran Wyoming (es muy difícil trasladar al papel un humor como el suyo, en el que la mirada y la pose son casi tan importantes como lo que dice). De todas formas, como decía, no se puede valorar por lo leído hoy donde los columnistas sólo se presentaban, pero temo que el principal defecto de las columnas sea la utilización de ese lenguaje cercano y simplificado que quiere ser el motor del periódico, y que desde luego en la sección de opinión a mí no me interesa. Hay muchos blogueros por ahí dando opiniones muy interesantes sobre muy diversos temas, pero en prensa, pagando, quiero leer columnas de opinión diferentes, con un estilo propio y un lenguaje cuidado. Sorbitos de literatura, al estilo del mejor Umbral, Millás o Raúl del Pozo. Pero que sean nuevos. Tampoco me convence el escaso espacio físico de algunas de estas columnas, que no deja lugar a desarrollar argumentos con una mínima profundidad.
Y no se puede pasar por alto algo muy importante, que es lo que más me ilusiona y me acerca a este nuevo proyecto. Público puede conseguir cubrir un hueco, un vacío. Pretende intentar conseguir despertar y atraer hacia los temas sociales, políticos, que nos afectan a todos, a una generación que se estaba descolgando del devenir de los tiempos: la generación mileurista. Esta generación toma su nombre de la situación precaria en lo laboral y lo económico en la que muchos de sus componentes sobreviven pero, en una definición más amplia, como ya escribí en el enlace anterior, agrupa a muchos treintañeros que se sienten extrañamente ajenos a la toma de decisiones que afectan a su presente y a su futuro. Interesadamente infantilizados por la generación de sus padres y perezosamente acomodados en la inanidad política y social, la llegada de este periódico puede conseguir que sus voces, sus preocupaciones y sus responsabilidades sobre cuanto sucede comiencen a hacerse notar, y les sirva al tiempo de acicate. Para ello no hay mejor ejemplo y mejor noticia que la de que el director de Público, Ignacio Escolar, no haya aún cumplido 32 años y se haya hecho con las riendas de este proyecto tras una fructífera etapa bloguera y fogueándose en otros medios escritos. Su meteórica carrera supone una excelente carta de presentación, y un reflejo de que los mileuristas pueden y deben hacerse presentes en nuestra sociedad. Un mileurista dirigiendo un periódico... ¿algo está cambiando?