El esquirol lúcido es uno de los peores enemigos internos al
que debe enfrentarse el profesor cuando intenta construir una estrategia de
movilización contra las políticas que atentan a la educación pública. El
esquirol lúcido es absolutamente consciente de la gravedad de la situación en
la que se encuentra la enseñanza pública, del punto de inflexión que las
políticas actuales van a suponer para el futuro de miles de jóvenes de hoy y
del futuro. El esquirol lúcido conoce de primera mano las injusticias que genera
la doble red pública/concertada así como que, lentamente, a base de recortes,
parches, decretos, instrucciones y enmiendas se está atacando desde todos los
frentes el principio de igualdad de oportunidades en que debiera basarse una
democracia, dejando morir desangrada por cientos de heridas supurantes a la otrora
orgullosa educación pública, la que fuera emblema de una sociedad que salía del
oscurantismo de la dictadura y quería encaminarse con esperanza hacia el futuro,
apoyándose en una enseñanza igualitaria y gratuita (gracias a los impuestos) de
niños, adolescentes y jóvenes que, en poco tiempo, se convirtieron en los que
hoy nos sanan como médicos, construyen como ingenieros, imparten clases como profesores
o descubren como científicos. El esquirol lúcido no participa jamás en la
ingrata tarea de organizar asambleas, informar a compañeros, distribuir
información por las redes sociales o elaborar estrategias. Su capacidad
intelectual y cultural le permite estar al tanto de todo lo que va sucediendo y,
por ende, de encontrar siempre alguna razón por la que finalmente no debe
juntarse a la infantería que, con sus propias dudas y contradicciones, es
consciente de la necesidad de actuar y participar secundando las huelgas. El
esquirol lúcido asienta su argumentación sobre dos o tres recias ideas
construidas siempre desde una posición de seguridad laboral (nunca será un
interino) que le permiten no terminar de ensuciarse las manos (ni perder su
tiempo, ni su dinero) con huelgas a las que predice nulo futuro. A diferencia
de otras especies de esquirol no se escuda en el miedo (esquirol pusilánime),
ni en el dinero (esquirol ruin), ni en la necesidad de los recortes (esquirol
ideológico), ni en su propio adocenamiento intelectual (esquirol inane). El
esquirol lúcido es consciente de que debería, por dignidad y justicia, secundar
las huelgas, por lo que suele aceptar superficialmente las críticas que provoca
su, en principio, incomprensible posición. Pero contraataca refugiándose en abstractos
ético-estéticos basados en la necesidad de ser más contundentes con las
acciones a realizar, y como esa necesidad no es satisfecha con días puntuales
de huelga, predice el fracaso de las acciones propuestas, profecía autocumplida
que él mismo se encarga de ayudar a que se cumpla acudiendo finalmente el día
de huelga a trabajar, como un esquirol más, mientras los demás (idiotas
idealistas, según su postura) se dejan los cuernos volviendo a fracasar en las
calles. Inteligente y cínico, ejerce de profeta y advierte lúcidamente que todo
esto no servirá de nuevo para nada y tan sólo servirá para seguir haciendo el
juego a la Administración
(aunque asume al mismo tiempo que su propia postura es la que más beneficia a
esa Administración, contradicción ésta que no parece quitarle el sueño). El
esquirol lúcido se refugia en la utopía de una huelga indefinida que, como
nunca llega, impide contrastar la verosimilitud de sus afirmaciones, pero
mientras tanto ejerce de peligroso agente desmovilizador en los claustros de
profesores ya que su opinión suele ser escuchada y respetada, por lo que su
decisión anunciada de no participar en las huelgas permite encontrar la excusa
final a muchos otros (que suelen sufrir una acusada anorexia intelectual) que tan
sólo esperan la ocasión perfecta para escabullirse de sus responsabilidades
ciudadanas. En general, el esquirol lúcido de manual nunca secunda ninguna
huelga, pero su bando aumenta de número gracias a muchos profesores que se ven
tentados por esa opción en alguna ocasión. Así, equivocando el objetivo de sus
iras, de sus frustraciones, eligen erróneos compañeros de viaje que le
acompañan encantado por el mar de las excusas esquirolas que se ponen encima de
la mesa a la hora de tomar el más miserable de todos los cafés tomados en un
instituto: el del día de la huelga, cuando la ausencia de alumnos permite cobrar
al esquirol sin dar un palo al agua.
Por último merece la pena detenerse en un tipo de esquirol
que antes no he mencionado. Podríamos denominarlo el esquirol hipócrita. A los de este tipo reconozco que no los puedo
soportar, tal es el grado de indecencia que sus acciones suponen. Son los
profesores que en el día de huelga van a trabajar, sin vergüenza alguna,
enfundados en su camiseta verde, comprometidos ellos que son, o que quieren
parecer, claro, como queriendo distinguirse del resto de esquiroles y crear una
nueva clase que genere mayor simpatía, sin entender que lo único que producen
es mayor aversión. El esquirol hipócrita o indignadito (porque no llega a
indignado) supone egoísta y miserablemente que es el único con problemas
económicos, familiares o personales, considera que no puede permitirse perder un
solo día de sueldo (o varios) y aún manteniendo artificialmente un discurso
crítico hacia los recortes asume que los demás tenemos que entender que su
contribución a la causa es manifestarnos públicamente su apoyo mediante la
dichosa camiseta, mientras también se ocupa de desmovilizar aduciendo cuando se
le presiona, que las huelgas no son la salida a nuestros problemas… ¡Sin aportar
jamás alguna alternativa creíble que no pertenezca a sus mundos de Yupi! Igual,
si se tercia, no llueve y no le viene muy mal, se paseará por la tarde por la
calle en la manifestación de turno (siempre en las numerosas, porque en las que
permiten semanal o mensualmente que la lucha no decaiga ni aparece ni se le
espera). El esquirol hipócrita asume con desparpajo que él también está
luchando a su manera, aunque nunca le encontrarás jugándose un euro de su bolsillo
o un ápice de su seguridad laboral mediante algún acto subversivo contra
aquellos que asfixian la educación pública. A lo más que llegará será a hacer encendidas
y pueriles defensas abstractas del valor de la enseñanza pública y en su perfil
de Facebook colgará lacitos verdes, vídeos empalagosos y demás chuminadas con
las que cree contribuir a la causa.
Hoy era un día de huelga en la educación pública. Y huelga
significa paralizar el funcionamiento normal de una actividad laboral para
reivindicar aquello que los trabajadores consideran justo. En esta ocasión además
significaba la confluencia de la defensa de unos derechos laborales
determinados con la defensa de un derecho social que se nos escapa de las manos.
Da igual que hoy un profesor hiciera huelga por un motivo, por otro o por
ambos. Lo que es impresentable es que sabiendo la que nos está cayendo encima
hoy demasiados hayan decidido ir a (no) trabajar.
Muy buen texto. Hasta las narices estoy de toda esta panda que no se merecen ser llamados profesores si no piensan en sus alumnos ni en la sociedad, sino en un egoísmo a corto plazo. De esto se aprovecha el Gobierno y éstos son los que toma la ciudadanía como representante de un colectivo que nada tiene que ver. Especial tirria tengo a los que tan bien has calificado de hipócritas, que van con su camiseta verde o ponen lacitos (incluso emplean mucha verborrea) pero -a la hora de la verdad- entran por el aro de regalar notas (sabiendo que atontan a los niños) o no luchan por la sociedad con la moral en alto.
ResponderEliminarLos "buenistas", Patry, son a la larga tan perjudicales para la educación como los que se aferran a la tradición y a la nostalgia artificial para enmascarar su mal hacer profesional
EliminarTe has olvidado de dos, el esquirol cansado, el que secundo las manifestaciones, pero se hartado de ser el pringado de turno en un centro donde es el único o los dos o tres, y el esquirol novicio que en mi centro ya hay varios que no han ido nunca, pero que hoy hablan de dignidad y muchas otras cosas, porque esta es estatal y las otras no.
ResponderEliminarjaja... Me ha encantado lo del esquirol novicio. Me lo quedo con tu permiso para próximas clasificaciones: esos tipos que creen descubrir la pólvora cuando ellos deciden que es el momento de empezar a mojarse.
EliminarSaludos
Un artículo redondo, Pepe, enhorabuena. Muy bien señalado lo que durante algunos años llegó a ser la enseñanza pública y lo que, por lo que se ve, fuerzas muy poderosas han decidido que debe dejar de ser. Acertada y graciosa la darwiniana taxonomía que haces de los esquiroles, así como el análisis en profundidad de algunos de sus tipos. Encuentro, por último, un asunto que tocas y que va a ser cada día más delicado: el de la huelga indefinida. Puede que hoy aún les sirva como argumento desactivador a los esquiroles lúcidos, pero todos sabemos que está ahí en el horizonte y que esta vez va a ser una cuestión muy difícil de eludir. De fuentes muy fiables, me ha llegado que CCOO se está planteando convocarla a partir de septiembre y entonces ya va a ser otra cosa. De mí puedo decirte que, si se convoca, la secundaré, pero, si se convoca otro tipo de huelga, lo más probable es que no la siga, por aquello que te conté de que la considero la única vía de posible victoria. Creo que la huelga indefinida (si no cambian mucho las cosas) va a ser un asunto clave y conflictivo entre el profesorado de cara al próximo curso.
ResponderEliminarPuedo entender tu postura, Pablo, pero en mi caso, si las huelgas me encuentran trabajando, celebraré y secundaré la indefinida pero secundaré también cualquier otra alternativa que signifique un pulso a una Administación ciega al problema que ha generado. Aunque me suponga poca cosa y me recuerde por qué una vez di un paso (fracasado) para crear una alternativa que pudiese plantar cara la la cobardía habitual de los sindicatos tradicionales. Eso sí, déjame pecar de ambicioso... ¿por qué dejar para septiembre lo que de podría hacer en junio?
EliminarSaludos
Lo de septiembre lo digo porque es lo que está circulando y tiene cierta lógica, porque la huelga indefinida es una convocatoria muy fuerte. En los momentos actuales, ya parece que hay gente que se está borrando de la fiesta por cansancio (más otros motivos que tú analizas muy bien), de manera que no sería buen momento para arriesgarse con una convocatoria exigente. Otra cosa que va a suceder es que van a salir los típicos brindis al sol de no firmar actas y todo eso, cosas que ni merecen ser tomadas en consideración, porque serían inviables y acabarían volviéndose crudamente contra nosotros. En realidad, no sé qué harán los sindicatos de aquí a julio y en septiembre, pero me sorprendería mucho que se decantasen por la huelga indefinida.
ResponderEliminarEn Madrid hemos agotado la pólvora y la paciencia de una gran parte del colectivo de profesores.
ResponderEliminarEsta última huelga era la jornada 13ª de paro para mí y los compañeros de mi centro. Mientras que en las anteriores convocatorias el seguimiento se acercó al 90%, en esta ocasión nos hemos quedado en un raquítico 32%.
No hay cuerpo que aguante el ritmo y el tipo de estrategia que han llevado a cabo los sindicatos, y eso finalmente ha hecho mella.
Siento ser tan pesimista, espero que el verano nos recargue y volvamos en septiembre con ganas de guerra, pero al menos en Madrid lo veo muy difícil.
No nos damos cuenta de que ellos golpean unidos contra el corazón de la educación pública y en cambio nosotros, con los sindicatos a la cabeza, seguimos jugando a los "paisitos". Esto es un despropósito que acabaremos pagando.
Un saludo y gracias por tus artículos, algunos preciosos, todos de provecho.
Suerte en las oposiciones.
Ya veremos hasta dónde nos lleva esta evidente desmovilización de final de curso. No auguro nada bueno de un Gobierno que ha tenido que reconocer el doble de deuda de la que tenía y que buscará de nuevo en áreas como sanidad y educación recortar para mantener su discurso.
EliminarSaludos