27 febrero 2016

5 cuñadismos (y 1 tontá)

1) Cuñao: Sí, sí, muy valiente la Rita Maestre poniéndose en tetas en una capilla católica, ¿por qué no hace lo mismo en una mezquita si tiene ovarios?
: Porque lo que se critica es la presencia de capillas católicas en universidades públicas, espacios en los que no tiene sentido que no se respete la aconfesionalidad del Estado...
Cuñao: Bah, gilipolleces, lo que pasa es que no se atreve, a la pijaprogre esta la mandaba yo a algún país árabe una semana para que se le pasase la tontería...

2) Cuñao: Tanto criticar a Rato, a la Púnica, a la Gürtel, al blanqueo de dinero para financiar  al PP, al desfalco de los ERE en Andalucía, todo el puto día con la casta en la boca y ahora viene el alcalde de Zaragoza y compra gomina a cargo del erario público...¡¡Lo ves!! ¡¡Si es que son todos iguales!!
: ¿En serio? ¿Sabes que comparar hechos cuyas consecuencias son absolutamente diferentes para el mantenimiento de este sistema corrupto distorsiona cualquier intento de comprensión y que...?
Cuñao: Que sí, que sí, que lo que tú digas, podemita tenías que ser, pero que vamos, que me da igual, que son todos iguales, son todos unos hijos de puta...

3) Cuñao: Bueno, sí, vale, te lo acepto, Rato habrá defraudado a Hacienda, pero, ¿tú no lo harías si pudieras? Si es que al final todos si pudiéramos lo haríamos, lo que pasa es que cada uno roba en función de lo que puede...
: Pero qué dices, imbécil, intentar responsabilizar globalmente a toda la sociedad de la corrupción estructural del sistema en beneficio de los grande poderes económicos no es más que una manera de distraer la atención, de distorsionar la comprensión de la realidad. Claro que la sociedad debe reflexionar, que las leyes deben ser más contundentes castigando los pequeños fraudes pero estos grandes fraudes significan algo más, nos muestran la misma esencia del sistema...
Cuñao: Aghhhhhh (sonido gutural, despectivo), , , tú que eres un jodido rojo, anda que si no fuera porque a mí me tienen cogido de los huevos con la nómina iba yo a pagar impuestos, y tú igual, no te creas... 

4) Cuñao: Con el paro que tenemos y seguimos aguantando que los putos inmigrantes vengan a quitarnos el trabajo a los españoles. Así no se puede, aceptan salarios de mierda, los cobran en negro y después colapsan los centros de salud... ¡No hay derecho!
: Pero no te das cuenta, tontolaba, que muchos de ellos aceptan trabajos y condiciones laborales que tú, en tu puta vida, aceptarías... Además, si el problema es cobrar en negro y no cumplir los convenios, ¿por qué no te quejas de los empresarios explotadores y de un Gobierno que lo permite?
Cuñao: ¡Anda ya!, pero si vienen nada más que a chupar del bote. Al final siempre se las apañan para que todas las ayudas sociales se las den a ellos, y muchos viven de puta madre, si yo te contara... El otro día me contaba un conocido del hijo de un amigo del cuñao de mi padre que...

5) Cuñao: ¡¡Una injusticia, un escarnio, un robo!! Ningún abuso mayor que el impuesto de sucesiones, qué hijos de puta, ¿cómo es posible tener que pagar dos veces por el mismo patrimonio? Hacienda me roba, me quita lo que es solo mío, lo que mis padres sufrieron tanto por reunir...
: Lo tuyo no tiene cura, cuñao, qué coño vas a pagar tú dos veces nada... Aclaremos la cuestión: mientras vivieron tus padres acumularon un patrimonio y pagaron los impuestos correspondiente por él, sí, claro, pero también gracias a esos impuestos disfrutaron de una sanidad de calidad, tuvieron una jubilación digna, tú pudiste estudiar una carrera... Ahora se han muerto y tú, de la nada, sin ningún mérito (de esos que os molan tanto a los liberales) vas a cobrar una pasta, más de 200000 euros para ti solito... ¿Y te vas a quejar de pagar un impuesto mínimo sobre ese ingreso brutal que te llega sin ningún esfuerzo? ¿Por qué no te quejas también del IVA? ¿O del impuesto de matriculación de tu coche? Vamos, que ese impuesto no tiene nada de especial, es uno más...
Cuñao: Que no, que no, que eso es mío, que eso es lo que mis padres me dejan, toda una vida trabajando y ahora ME lo roban estos cabrones de mierda, para dárselo después a los inmigrantes, a los vagos...


La tontá

Cuñao: ¡A la Luna! ¡Qué coño vamos a llegar a la Luna! Eso es un invento de los americanos, lo sé de buena tinta, si hasta hicieron un documental en el que salía el Kissinger ese diciendo que todo había sido un montaje...
: Ofú, cuñao, que tú no eres real, que eres un cliché en ti mismo, que ese documental era un docufake, un mockumentary, vamos que era mentira, que lo hicieron precisamente para denunciar las conpiranoias de tarados como tú, hay decenas de pruebas de la llegada del ser humano a la Luna...
Cuñao: Jajaja... si es que eres un crédulo, tío, ahora me dirás que lo del cambio climático también es verdad, con el frío que ha hecho esta semana, o que  la homeopatia no vale para nada cuando a mí me funciona de puta madre y la semana pasada me curó de un catarro, o que lo de las vacunas no es una forma de matarnos a todos poco a poco...  ¡¡Ayyy!! Menos mal que hablas conmigo para que puedas escuchar verdades no contaminadas por lo políticamente correcto...

30 enero 2016

Felipe y José María: la vieja casta contraataca

 

Felipe y José María. José María y Felipe. Surgen como ajadas momias de un pasado ya lejano y superado. No es casualidad que sus voces, tantas veces enfrentadas, se coordinen esta vez con enorme precisión para atacar con saña a Podemos. ¿Contra sus propuestas? No, eso es lo que menos les importa, no son tan imbéciles como para creerse las conpiranoias que propagan. Eso no es más que la excusa que necesitaban para volver a ese ruedo mediático que tanto echaban de menos. No, lo que no soportan es a Podemos como nuevo actor sociopolítico que los arrincona ya para siempre en el cajón de la historia. Eso los destroza por dentro. De repente han sentido el gélido hálito del desdén que anuncia su destierro final, y la desmemoria de esa parte del pueblo que representa Podemos lacera dolorosamente a unos egos que hace tiempo ya que solo se sostienen en el vacío de un pasado permanentemente reconstruido. Sus lastimosas declaraciones representan el alarido de rabia final de una generación, la de la transición, que ha sido profundamente desleal con sus hijos y ha pretendido entronizarse en el poder hasta su muerte, construyendo una agenda social y política a su medida que iba dando respuesta tan solo a sus necesidades, a medida que sus miembros envejecían y la revolución dejaba de ser compatible con sus carteras. Las palabras de ambos destilan rencor, exudan decrepitud intelectual y los retratan como líderes de una generación que prefiere mirar a otro sitio mientras sus hijos y sus nietos siguen revolcándose en el lodazal laboral.

Felipe y José María. José María y Felipe. Ellos lo que desean es que la sociedad española continúe por los senderos que ellos desbrozaron. Senderos que parecían muy distantes entre sí pero que, con los años, descubrimos que discurrían ambos paralelos, siguiendo el cauce del río del capitalismo parasitario, ese que naciera en las faldas del franquismo. Las mismas familias, los mismos poderes, los mismos amigos... todos enriqueciéndose a costa de un Estado que los dos fueron vendiendo a precio de saldo. Pero ellos eso no lo recuerdan, tampoco lo aceptan, ¡ellos modernizaron el país!, no se hacen responsables de la gangrena moral que fue desarrollándose en la sociedad española, ni del encanallamiento artificioso que hizo carne en todos nosotros, mientras aprobaban leyes que, una tras otra, iban devaluando nuestros derechos sociales. Quieren morirse escuchando lo grandes que fueron, los importantes logros que alcanzaron, la fuerza y el carisma que tuvieron. Que la sociedad no solo no los olvide en vida sino que los eche de menos al tener que soportar la mediocridad de sus sustitutos, esos a los que aconsejan con desprecio. Y cuentan para ello, para elaborar esa narrativa heroica, esa ficción trascendente que los eleva a los altares de la excepcionalidad, con el apoyo de su numerosa generación, que necesita ese relato para poder justificar su propia evolución ideológica. Por eso han reaccionado con esa virulencia contra Podemos. Porque representa el primer intento de la generación de sus hijos de liberarse del yugo sociológico que les impusieron. Una generación a la que tuvieron adocenada en sus casas hasta los 30 años. Formándose, decían. Una generación a la que nunca criticaron seriamente su indolencia política y social. Porque eso les permitía seguir al mando de todo. Una generación de la que se reían con condescendencia por su debilidad y por su falta de compromiso. Lo que les permitía a ellos seguir manteniendo la ficción de ser los garantes del compromiso social con la democracia mientras la corrupción alimentaba sus cuentas bancarias. Y de repente, tras tantos años de humillación y de desidia, de mileurismo hedonista e imbécil, hartos de hostias, paro y precariedad, algunos de sus hijos, levantaron la cabeza, se miraron los unos a los otros, se encontraron y empezaron a hablar entre ellos de sus verdaderos problemas, de sus ilusiones, de sus prioridades. Y de los cauces políticos para abordarlos, de los nuevos senderos que había que desbrozar para encontrar nuevas soluciones. Dejando por fin atrás ese pasado mitológico que desde la transición habían ido forjando durante décadas sus padres.

Felipe y José María. José María y Felipe. El tiempo los dejó ya atrás. Saben que sus nietos, los nacidos a partir de los 90, los miran y los escuchan con el asombro y la extrañeza con la que ven una vieja película en blanco y negro. Pero se resisten a que los hijos de su generación, esos que nacieron en los 70 y los 80,  renieguen de ellos, no sigan sus consejos, no acaten sus directrices. Ellos que tanto les dieron. Ellos que lo dieron todo por España. Su España, claro. El rencor les corroe las entrañas. No van a rendirse fácilmente. Van a intentar someternos de nuevo, como tantas veces. Quieren seguir controlando las políticas sus viejos partidos zombificados para seguir manejando los hilos de nuestra sociedad del miedo, inmovilista y conservadora. Les gusta así, no quieren que nada cambie y por eso vuelven a la escena, al debate público, a las televisiones, a los periódicos, para dar munición a sus coetáneos, que por primera vez se han visto intimidados por el menosprecio intelectual de las nuevas generaciones, que exigen esta vez estar ellas al timón del cambio social sin la supervisión condescendiente de sus mayores.

Felipe y José María. José María y Felipe. No quieren darse cuenta. Se resisten a aceptarlo. Pero en el fondo ya lo intuyen. El tsunami de la nueva historia política de este país se originó 2011, se hizo movimiento organizado hace solo dos años y aunque fracase, la única certeza es que va a terminar  haciendo añicos a los viejos, caros e inútiles jarrones chinos de nuestra democracia.

21 enero 2016

Un año de libros (2015)

Estos fueron los libros nuevos (sin contar relecturas) que leí durante 2015. Fueron más de 40 y, desgraciadamente, no dispongo este año del tiempo suficiente como para hacer un comentario de cada uno de ellos. No ha sido un mal año de lecturas.
  • El precariado, la nueva clase social (2013)Guy Standing. Ensayo (sociología)
  • El cura y los mandarines (2014)Gregorio Morán. Ensayo (historia y cultura de España)
  • Pensar la historia del cine (2014)Valeria Camporesi. Ensayo (cine)
  • Combates cotidianos (2004)Manu Larcenet. Novela gráfica
  • Alabanza (2014)Alberto Olmos. Novela
  • Sobre la charlatanería (2005)Harry G. Frankfurt. Ensayo (filosofía).
  • Sobre la verdad (2006)Harry G. Frankfurt. Ensayo (filosofía).
  • Nada se opone a la noche (2011)Delphine de Vigan. Novela.
  • Oligarquía financiera y poder político en España (2012)Manuel Puerto Ducet. Ensayo (economía política)
  • ¿Dónde está mi tribu? (2013)Carolina del Olmo. Ensayo (maternidad)
  • Todo está bien (2015)Daniel Ruiz García. Novela.
  • Gracias, Finlandia (2013)Xavier Melgarejo. Ensayo (educación).
  • Provocación (1982)Stanislaw Lem. Novela.
  • El comité de la noche (2014)Belén Gopegui. Novela.
  • Contra los hijos (2015) Lina Meruane. Ensayo (maternidad).
  • Crítica a la nueva sociología de la ciencia (1998) Mario Bunge. Ensayo (filosofía de la ciencia).
  • Sumisión (2015)Michel Houellebecq. Novela.
  • Parecía un buen fichajeMiguel Gutiérrez. Ensayo (fútbol).
  • Imposturas científicas, los malentendidos del caso Sokal (2003)Baodouin Jurdan (coord.). Ensayo (filosofía de la ciencia).
  • Mis almuerzos con Orson welles. Conversaciones entre Henry Jaglom y Orson Welles (2014)Peter Biskind. Ensayo (cine).
  • Esperando a Godot (1952)Samuel Beckett. Teatro.
  • Cicatriz (2015)Sara Mesa. Novela.
  • Medicina sin engaños (2015)J. M. Mulet. Ensayo (ciencia).
  • Nada es crucial (2010)Pablo Gutiérrez. Novela.
  • El hombre detrás de la lluvia (2015)Luis Quiñones. Novela.
  • Notas sobre el cinematógrafo (1975)Robert Bresson. Ensayo (cine).
  • No tan incendiario (2014)Marta Sanz. Ensayo (literatura).
  • Lo que me está pasando. Diarios de un joven emperdedor (2015)Miguel Brieva. Novela gráfica.
  • ¡Está ardiendo una papelera! (2015)Pilar Montero. Ensayo (educación).
  • El bar de las grandes esperanzas (2005)J.R. Moehringer. Novela.
  • Acontecimiento (2015)Javier Moreno. Novela.
  • El impostor (2015)Javier Cercas. Novela.
  • La prensa que se vendió (2015)Luis Santos. Ensayo (periodismo).
  • Manhattan Transfer (1925)John Dos Passos. Novela.
  • La colmena (1951)Camilo José Cela. Novela.
  • La familia de Pascual Duarte (1942)Camilo José Cela. Novela.
  • Idiopatía (2013)Sam Byers. Novela.
  • Bodas de sangre (1933)Federico García Lorca. Teatro.
  • La casa de Bernarda Alba (1936)Federico García Lorca. Teatro.
  • En el enjambre (2013)Byung-Chul Han. Ensayo (filosofía).
  • Psicopolítica (2014)Byung-Chul Han. Ensayo (filosofía).

18 enero 2016

Un año de cine (2015). Segunda parte

Aquí comparto la segunda tanda de películas nuevas que vi durante 2015. Aclaro, mediante la palabra cine, las que vi en pantalla grande. Están ordenadas cronológicamente, según las fui viendo.  
  • Galaxia prohibida (1978)Allan Holzman. Es lo que tiene el verano. Al final siempre caigo en el fascinante mundo de la ciencia ficción más abyecta. Pura carne de perro, sí, pero tan disfrutable para su análisis descacharrante... Cine trash, copia barata de Alien, hecha con dos duros y con situaciones y personajes delirantes. Para fans taradetes del género.
  • Genesis II (1973)John Llewlyn Moxey. Tras un holocausto nuclear, un científico queda en hibernación accidental hasta despertar en el año 2133, y encontrarse con un mundo involucionado en el que sus conocimientos son perseguidos por dos pueblos enfrentados: Pax y Tyrania (tela con los nombrecitos, se comieron la cabeza, vaya). Pues lo peor es que lo mejor de este bodrio es su premisa. Lo demás es pura cochambre. Piloto producido por Gene Roddenberry (el creador de Star Trek) para una serie que nunca llegó a realizarse. No me extraña. La puesta en escena es bochornosa. Y no tiene un ápice de humor, sorprendentemente se toma en serio a sí misma. Y ese es su gran error.
  • La escopeta nacional (1978)Luis García Berlanga. Enorme película del maestro Berlanga. Todo lo bueno que se ha dicho sobre ella está absolutamente justificado. Incisiva, lúcida y cínica radiografía de las relaciones de poder de las clases dominantes en esa España que estaba a punto de alumbrar a la democracia. Reveladora.
  • Phase IV (1974)Saul Bass. La única película que dirigió el creador de algunos de los títulos de créditos más extraordinarios de la historia del cine es una inquietante e imaginativa historia, que plantea qué sucedería si el ser humano se tuviese que enfrentar a una hormigas que hubiesen evolucionado intelectualmente. Rodada como si fuese un documental durante gran parte de su metraje consigue mantener una tensión creciente que desemboca en un final abrupto y abierto, en el que cobra sentido el extraño título de la película. Gustará mucho a los amantes del genero.
  • Outlander (2008)Howard McCain. Un tipo viene de otro planeta para justo caer entre vikingos en el siglo VIII. Y encima se le escapa un bicho-alien acojonante que traía consigo y que joderá por completo la vida de sus anfitriones. Una premisa imbécil no tiene por qué siempre derivar en una película estúpida. En este caso, desgraciadamente, sí fue así. Absurda y tediosa. Ofú, qué mala.
  • Map to the stars (2014)David Cronenberg. Desasosegante y malsana indagación de un Hollywood poblado por estúpidos vanidosos, tan inseguros como superficiales. Personajes con densidad (Julianne Moore borda su papel de estrella incapaz de asumir que su fulgor artificial comienza a apagarse) que terminan estando por encima de una trama que, cuando llega el momento de explotar todo su escabroso potencial, opta por un conservadurismo formal y narrativo que hace colapsar la película hasta la irrelevancia final. Interesante en todo caso.
  • Fuerza mayor (2014)Ruben Östluod. Una avalancha en una estación de esquí mientras una familia almuerza al aire libre en un resturante. El padre que al verla abandona sin pensarlo a su mujer y a sus dos hijos para salvarse. Finalmente la avalancha pierde fuerza antes de llegar a donde ellos estaban. Falsa alarma. El padre vuelve a la mesa. Todos siguen comiendo. No se miran a la cara. Un detalle, una situación que jamás debería haberse producido desencadena una enorme crisis de pareja en la que lo que parecía firme y seguro debe reconfigurarse. La influecia de Haneke es evidente pero la pelíucla tiene personalidad propia y diluye la tensión a través del humor. Película sorprendente con un final polémico, abierto a múltiples interpretaciones
  • Red (2010)Robert Scwentke. Otro ejemplo más de ese zombie-cine comercial americano, puramente alimenticio, cuya única baza es la reunión melancólica de viejas estrellas de los 90. En ese caso Bruce Willis y compañía se ven embarcados en una historia pseudocómica de espías retirados que deben volver a la acción. Se ve con más pena que interés.
  • El beso de la muerte (1947)Henry Hathaway. Cine negro clásico de muy alta calidad, al que solo le pesa dar el papel de protagonista a un soso Victor Mature, incapaz de insuflar vida al personaje repleto de matices, dudas y vacilaciones que interpreta. Significó el primer papel en el cine de Richard Widmark, en la piel de un personaje recordado para siempre por los amantes del séptimo arte por encarnar el mal y el cinismo absolutos. Muy buena.
  • La doctrina del shock (2009)Michael Winterbottom. Documental que trata de trasladar a la pantalla (sin el éxito esperado) las ideas y reflexiones que expusiera con clarividencia Naomí Klein en su ensayo con el mismo nombre. La necesaria simplificación de las tesis de Klein acerca del uso del miedo y el caos por parte de las élites económicas, para imponer su plan de recortes y privatizaciones de lo público, se ve agravada por una rutinaria puesta en escena y un abuso de los clichés habituales del género documental que terminan haciendo encallar la propuesta.
  • El último lobo (2015)Jean Jacques Annaud. Había que intentar recuperar la magia de aquel oso que, a finales de lo 80, significara mi primera experiencia emocional real dentro de un cine. El mismo director vuelve a intentar recuperar ese tono pseudodocumental, elegíaco y preciosista, para contarnos la relación entre un lobo y un joven en el marco de la revolución cultural china. Desafortunadamente la magia no aparece, la historia es desarticulada, el ritmo resulta fatigoso y la película es incapaz de despegar en ningún momento. Una pena. Al menos los bellos paisajes y las hermosas imágenes de lobos son realzadas por una emocionante música compuesta por James Horner, en uno de sus últimos trabajos antes del fatídico accidente en el que murió.
  • Los último días de Marte (2013)Ruairí Robinson. Ciencia ficción sobria que, sin estridencias, transita desde la especulación científica hasta el terror, con una historia muchas veces ya vista pero que, en este caso, es defendida con honradez y honestidad. Me gustó.
  • Deliverance (1972)John Boorman. Una de las mejores películas que vi este año. Extraordinaria. Una reflexión terrible sobre el equivocado y ensoñador romanticismo que envuelve siempre a la idea de la vuelta a la esencia del hombre, del retorno a la naturaleza, dejando atrás una civilización pretendidamente alienante. Los actores colaboran con unas interpretaciones excepcionales a una película en la que, desde el principio, el espectador siente que algo va a ir muy mal en ese viaje "artificial" por la salvaje naturaleza. La tensión crece de manera imparable hasta desembocar en una brutal muestra de salvajismo y animalismo humanos, rodada con una frialdad lacerante. A partir de ese momento, ese grupo de amigos se confrontarán de verdad con la naturaleza y comprenderán finalmente por qué el ser humano tuvo que buscar mejores (y más civilizadas) formas de convivencia. Un clásico imprescindible
  • Ilusión (2013) Daniel Castro. Una extravagancia patria que se disfruta durante todo su corto metraje con la sonrisa en la boca. Un idealista, un eterno perdedor pretende hacer una película musical sobre los Pactos de la Moncloa para recuperar el espíritu y la ilusión de la Transición. Y lo que se podría entender como la ridícula propuesta de un loco deja en el aire una pregunta colectiva, una duda trascendente, sobre si también aquello, sobre lo que hemos construido la leyenda de nuestra democracia no era más que una ilusión. Más allá de eso se trata de un comedia amarga sobre la necesidad de encontrar tierra firme en la dura realidad para poder sobrevivir, aunque ello conlleve sacrificar algunos sueños y parezcan traicionarse algunos principios. Muy recomendable.
  • La visita (2015)M. Night Shyamalan (cine). No significó la redención (de bajo coste) de Shyamalan que algunos quisieron vender. Pero al menos tampoco es un bodrio como sí lo era After Earth. Entretenida, con un punto de misterio tenso gracias a un uso inteligente del generalmente cargante found footage, termina convirtiéndose en una convencional historia que no aporta nada al género y te deja con cara de tedio. Intrascendente.
  • A quemarropa (1967)John Boorman. Estupenda muestra de ese cine negro moderno y revisionista que se hizo en los 60, con un Lee Marvin implacable en la caza de aquél que lo traicionara y lo dejara por muerto. Ritmo, dirección firme y tensión narrativa en una película que escarba en lo peor del ser humano y deja finalmente un amargo sabor de boca.
  • Frances Ha (2012)Noah Baumbach. Cine indie, hipster y neoyorkino, que nos muestra a una veinteañera perdida, sin rumbo y con una alarmante incapacidad para tomar decisiones de futuro que, lentamente, va comprendiendo que es imposible refugiarse para siempre en un modo de vida juvenil tan estimulante y libre como precario y un tanto artificial. Me gustó, a pesar de ciertos tics modernitos que harán que más de uno arquee la ceja.
  • Young adult (2011)Jason Reitman.  Basura infecta. Reitman une sus fuerzas de nuevo con Diablo Cody para, en este caso, construir un personaje femenino desagradable, egoísta, ambicioso, envidioso y superficial. Revestida con el falso disfraz de comedia, la película es otra muestra más del tipo de cine que nos ofrecen estos dos "creadores". Tras la aparente subversión se esconde el más rancio conservadurismo moral. Y, por supuesto, la única explicación posible que se les ocurre para explicar el carácter miserable de esta mujer es una maternidad frustrada convertida en trauma irresoluble. Vomitiva.
  • El corredor del laberinto, las pruebas (2015)Wes Ball (cine). Palomitera y entretenida continuación de esta saga adolescente cuyo mayor valor es la falta de pretensiones. No recordarás nada especial de ella al terminarla. Solo sirve como pasatiempo.
  • El secreto de Adaline (2015)Lee Toland Krieger. Empalagosa e indigesta historia de corte fantástico en la que una joven, tras un accidente, no puede envejecer. Recorrerá la segunda mitad del siglo XX ocultándose de las autoridades para, finalmente, caer rendida en los brazos del hijo de un antiguo amor. Todo muy romántico (aunque por supuesto no se enamora de un obrero, no, qué va, el tío tiene pasta por castigo), todo muy de clase media-alta sin conflictos, todo muy absurdo, todo ello una basura envuelta en cutre celofán sentimentaloide.
  • Mientras seamos jóvenes (2014)Noah Baumbauch. Tal vez sea la película que más me convence de este director. Radiografía de manera incisiva pero con humor, la crisis de los 40 de una pareja sin hijos que viven en una ciudad como Nueva York, para la que empiezan a ser demasiado mayores. Al mismo tiempo disecciona con cinismo las hipócritas relaciones que se establecen en el mundo del arte (cineastas, en este caso), las envidias, el parasitismo disfrazado de amistad y la vanidad disfrazada de falsa modestia. Interesante.
  • Regresión (2015)Alejandro Amenábar (cine). Menudo pinchazo el de Amenábar. Yo me declaro desde hace años desencantado del cine de un director que me parece más artificio que realidad, y cuyas películas se desmoronan en mi memoria con el paso del tiempo. En esta ocasión, su acercamiento a las iglesias fanáticas de la América profunda deriva en un pastiche desconcertante. Los actores, desnortados, son incapaces de insuflar alma a unos personajes mal construidos, que deambulan por una historia que subraya lo innecesario y arriesga muy poco . Una pena.
  • La hora incógnita (1964)Mariano Ozores. Una de esas rarezas del cine español que nuestro habitual desconocimiento de nuestro propio cine mantenía en el limbo de la historia. Una ciudad española es desalojada por completo (en una secuencia inicial realmente conseguida) durante la noche, debido a la inminente caída de una bomba nuclear. Pero algunas personas, por motivaciones diversas, se quedarán en ella y durante las horas previas a la explosión sus vidas se entrecruzarán en un relato coral, humano y sincero. Interesante.
  • El club (2015)Pablo Larraín  (cine). Tal vez sea la película más dura jamás filmada contra la iglesia católica. Porque no ataca a su ornamento, ni a las altas jerarquías de sus estamentos, sino a su propia esencia. El terrible retrato de las miserias humanas de esos sacerdotes que conviven en una casa de retiro, tras ser expulsados de los hábitos por comportamientos delictivos, y que no dudarán en hacer lo que sea para sobrevivir, no es menos demoledor que el de esa nueva iglesia que representa el cura joven que viene a evaluar su situación, cuyo acto final lo convertirá en el mayor hipócrita de todos, haciendo imposible cualquier atisbo de salida digna para ninguno de ellos. La sutileza en el tratamiento formal (despojado por completo de artificios), el feísmo de las imágenes, las difíciles interpretaciones, el tono aséptico y la critica acerada a la doble moral tanto de la vieja como de la nueva iglesia, convierten la visión de esta descarnada película en una experiencia desoladora. Impresionante.
  • San Andreas (2015)Brad Peyton. Qué cosa más mala, joder. Copiando el viejo esquema que tan ridículo ya pareciera en Parque jurásico 3, nada mejor que una crisis (un hijo perdido entre dinosaurios entonces, una hija perdida en una ciudad en la que se produce un terremoto ahora) para que el hombre de la familia marque sus huevazos y vaya recuperando el respeto y el amor de su ex mujer, mientras el nuevo novio de esta se comporta con un gañán, cobarde patético sin matiz alguno. Personajes principales que actúan como idiotas, idiotas que actúan como idiotas secundarios y un fuerte hedor a idiocia generalizada en la producción. Mala hasta hacer daño.
  • Requisitos para ser una persona normal (2015)Leticia Dolera. Dolera construye una película indie a la española que, aunque por momentos te hace sonreír y consigue que sus personajes resulten simpáticos, finalmente encalla en la irrelevancia a causa de la falta de densidad de su historia. Una comedia puede ser liviana pero tiene que tener algo detrás que consiga sostenerla durante más de media hora.
  • The martian (2015)Ridley Scott (cine). Años hace que considero a Scott un director más que amortizado. Su último acercamiento a Alien fue un desastre de proporciones épicas. Tal vez por eso me sorprendió tan agradablemente el dinamismo y la falta de pretensiones estilísticas de su dirección de esta adaptación de la novela de Andy Weir, en la que un astronauta se enfrenta al reto de sobrevivir aislado durante un largo periodo de tiempo en condiciones extremas. La historia, en lugar de centrarse en los aspectos mas dramáticos y manidos de su lucha, prefiere enfocar la trama a partir del optimismo y de la confianza en la ciencia básica para ir resolviendo los problemas que van surgiendo. No hay maniqueísmos, las controversias políticas en relación a su posible (o no) rescate son verosímiles, los personajes secundarios están bien desarrollados y brilla especialmente Matt Damon, en la piel de ese astronauta que tendrá que apelar a todos sus conocimientos científicos y a su espíritu de lucha para sobrevivir. Me lo pasé muy bien viéndola.
  • Air (2015)Christian Cantamessa. Ciencia ficción de serie B, con solo dos personajes en un refugio nuclear que deben despertar de su criogenización periódicamente para controlar el buen funcionamiento de las instalaciones, ya que en ellas se mantienen criogenizados importantes científicos a la espera de que la vida en la superficie del planeta vuelva a ser posible. Un accidente provocará que la desconfianza surja entre esos dos hombres. El miedo y la locura serán el motor de una historia aseada con ritmo cansino. Regulera.
  • It follows (2014)David Robert Mitchell. Impecable película de terror deudora del cine de los 70 y 80, con una puesta en escena gélida y sin concesiones. El uso del plano abierto, donde el vacío asusta por lo que no se puede ver, es todo un acierto. La música otorga atmósfera y densidad y se usan de forma inteligente muchas de las convenciones del género para construir una película que te atrapa y te mantiene en tensión. Muy buena.
  • Los minions (2015)Pierre Coffin y Kyle Balda. Solo para críos muy pequeños. Es una sucesión de gags sin hilo ni continuidad (ni tampoco mucha gracia). Lo más divertido de la película era lo mostrado en el trailer. El resto, un soberano aburrimiento.
  • John Wick (2014)David Leicht y Chad Stahelski. Cine de acción desprejuiciado y esteticista, con un Keanu Reeves que cumple a la perfección en su papel asesino implacable encabronado porque matan a lo último que lo unía a algo parecido a la humanidad. Aunque la historia está muy vista la película entretiene, pero tampoco es esa película revitalizadora del género que algunos han querido vender.
  • Loreak (2014)José María Goneaga. Aburrida y pretenciosa historia centrada en tres mujeres a las que la ausencia de un hombre marcará sus vidas durante años. Con un ritmo  pausado que pretende ser trascendente transmite más mentira que emoción. Puro artificio melodramático despojado de aristas sociales, en el que tan solo se salvan los matices del personaje de la madre.
  • Las últimas supervivientes (2015)Todd Straus-Schulson. Una curiosidad muy recomendable para los amantes del cine de terror adolescente de los 80 y 90. Unos jóvenes actuales se encuentran de repente en el interior de una película de terror de culto de los 80 (como en La rosa púrpura del cairo, pero a la inversa) en la que trabajó la madre ya fallecida de una de ellos y, aun conociendo lo que va a suceder, son incapaces de evitar que el asesino psicópata de turno los vaya matando uno a uno, mientras presenciamos una divertida deconstrucción de muchas de las convenciones del género. Divertida.
  • El año más violento (2014) J. C. Chandor. Una de las mejores películas que vi durante el año. Las mafias del transporte y una investigación policial son la excusa para presentarnos a Abel Morales, interpretado por un Oscar Isaac en estado de gracia, un hombre con un enorme volcán interior, siempre al borde del arrebato de ira, que pretende mantener su integridad aun siendo consciente de que será imposible si quiere ver cómo se cumplen sus enormes ambiciones. Un personaje inolvidable en la estela del mítico Michael Corleone. Sensacional película que recuerda al cine del mejor Lumet.
  • Negociador (2015)Borja Cobeaga. Inclasificable película que narra en clave de humor negro (nunca demasiado graciosa y tampoco lo suficientemente negra) las conversaciones de paz entre un enviado del gobierno y miembros de la cúpula de ETA. Se salvan algunos gags bien construidos (aunque recurre demasiado a los clichés vascos) pero al finalizar le deja a uno una sensación general de vacío, de intrascendencia total.
  • Frank (2014)Lenny Abrahamson. Delicada, extraña y sugestiva. La historia de ese grupo de música, liderado por un cantante que esconde su cabeza debajo de una enorme máscara que jamás se quita, se convierte en un poético alegato en defensa del respeto al diferente. Hermosa película.
  • Ant-Man (2015)Peyton Reed. Un historia sobre un superhéroe marvelita de segunda división parecía la excusa perfecta para escapar del cada vez más asfixiante universo compartido por el resto de superhéroes de Marvel, y experimentar con otras formas narrativas. Tal vez por eso contrataron a Edgar Wright para dirigirla. Lamentablemente, la visión más conservadora de Disney y de Marvel, se impuso finalmente y despidieron a Wright para terminar filmando una película frankenstein, en la que se intuye el alma gamberra e iconoclasta de Wright en algunas de las secuencias más divertidas, pero también tenemos que aguantar insertos mal rodados que sirven para introducir a Ant-Man en el abigarrado universo de Los Vengadores. Pasable.
  • Ted 2 (2015) Seth MacFarlane. Todo lo que hacía gracia y sorprendía en la primera desaparece en esta innecesaria continuación de las aventuras de ese oso de peluche cabrón con vida propia. Sus burradas ya no impresionan y bajo el envoltorio subversivo del lenguaje soez se esconde una trama carca y moralista. Un coñazo.
  • Patrimonio nacional (1981)Luis García Berlanga. Estupenda continuación de la saga de los Leguineche que nos sitúa en Madrid, tras la llegada de la democracia. El marqués y su hijo llegan a la capital con la intención de instalarse en el palacete donde vive la mujer del primero y madre del segundo, acérrima franquista, pero ella no les dará una bienvenida calurosa precisamente. El humor y la mala leche de un Berlanga en plena forma están presentes en una película muy bien rodada, que continúa mostrándonos una galería de personajes inolvidables que representan a la perfección la caspa de nuestro país. Muy divertida.
  • Sin límites (2011) Neil Burger. Sin límite de hedor. Basura infinita. Una droga que expande la mente le sirve al personaje encarnado por Bradley Cooper para convertirse en alguien aun más gilipollas de lo que ya era anteriormente. Sus nuevas capacidades intelectuales le sirven, fundamentalmente, para follar, ganar pasta y hacer el imbécil. También escribe un libro. Además, tenemos que aguantar a un director con ínfulas que pretende ir de innovador en lo visual, en una película mal contada, con una trama ridícula y un guión al que se le notan demasiado las costuras.
  • Sicario (2015)Denis Villenueve (cine). De vez en cuando Hollywood recuerda que también puede hacer cine adulto, complejo, de calidad. Sicario es una película que no emociona pero sí estremece. La atmósfera es asfixiante y la lucha contra el tráfico de drogas no es más que un recurso para profundizar de manera sincera en algunas de las emociones humanas más indeseables: el rencor, la falta de empatía, la desidia moral... En las cloacas de la sociedad civilizada nada bueno puede crecer y nadie bueno puede sobrevivir. Excelente.
  • A cambio de nada (2015)Daniel Guzmán. Película sobre la adolescencia que transmite con verosimilitud las dificultades emocionales por las que tienen que atravesar miles de jóvenes, incapaces de encontrar en sus hogares guía moral alguna. Jóvenes que, indefensos, se enfrentan a un mundo real hostil, que tratará de aprovecharse de su ingenuidad y de su fuerza. Los actores jóvenes están muy bien pero la historia, en ocasiones, se tambalea. Situaciones que emocionan por honestas y humanas (la anciana que acoge al chaval es un personaje maravilloso) alternan con otras más flojas, menos pulidas, casi inverosímiles y fuera del buen tono general de la película (un ejemplo sería la secuencia de la fiesta. Toda ella al borde de ridículo). Aun con esos peros el resultado final es satisfactorio.
  • Sinsajo. Parte 2 (2015)Francis Lawrence (cine). Y cuando por fin la historia llega a su fin ha pasado tanto tiempo desde que empezó, se han degradado tanto las posibilidades iniciales de la historia y se ha abusado tanto del drama superficial y de la acción superflua que nada con sustancia queda en el recuerdo. Y eso que dicen que es la mejor de las distopías adolescentes de la época.
  • La revolución de los ángeles (2015) Marc Barbena. ¿Qué sucedería si de manera secuencial, a partir de un primer caso mediático, algunos enfermos terminales sin relación alguna entre ellos, decidiesen ir asesinando a los políticos que han permitido y defendido (además de enriquecerse con ello) el capitalismo clientelar y parasitario que nos llevó a la ruina y a los recortes de derechos sociales? A partir de esta premisa volcánica se construye una película digna que, con muy poco presupuesto, te deja pegado a la pantalla, manteniendo su tesis, sin desfallecer, hasta sus últimas consecuencias. Una rareza sorprendente.
  • El Mundo sigue (1963)Fernando Fernán Gómez. Dura, cínica y terrible historia encuadrada en el submundo urbano de la España negra del franquismo. Al borde de la pobreza y sin esperanza alguna de un futuro inmediato mejor, en esa sociedad enferma y depauperada solo sobrevivirán los miserables y los crápulas; y los que no se preocupen por las cuestiones morales. Una película imprescindible. Desde un punto de vista sociológico y artístico. La secuencia en la que a través de imágenes inconexas se nos cuenta el crecimiento de una niña, vista desde los ojos de su madre, mientras sube corriendo unas escaleras, es una genialidad.
  • El puente de los espías (2015)Steven Spielberg (cine). Spielberg se ha hecho muy mayor. Sus dramas cada vez parecen más antiguos. Y lo que digo no es un halago. Permanecen la maestría a la hora de colocar la cámara para elegir siempre el encuadre más inteligente y los elegantes y maravillosos movimientos sutiles de cámara. Pero la calidad técnica se pone al servicio de una historia cobarde, que intenta usar el pasado para defender un débil punto de vista liberal, propio del clásico progre de salón actual. El diferente uso de tonalidades de color para mostrar a EEUU y a la Europa comunista, la patética demagogia al mostrar el diferente trato dado a los presos por parte de rusos y americanos, o metáforas visuales pueriles como la del salto de la valla terminan hundiendo una película en la que tanto Tom Hanks, como, sobre todo, Mark Rylance realizan unas interpretaciones magníficas. Y encima falta la música de John Williams.
  • Eternal (2015)Tarsem Singh. Empieza pareciendo un mal remake de Seconds (de Frankenheimer), se desliza despues, a media película, por un terreno de nadie, para finalmente terminar siendo una historia digna que se deja ver con cierto interés. Poca cosa, vaya.
  • Star Wars, el despertar de la fuerza (2015)J. J. Abram  (cine). Me declaro absolutamente incapaz de realizar una crítica en términos racionales de esta película. A la nueva película de Star Wars solo le pedía que me diera nuevas dosis de emoción sincera por el reencuentro con este universo de ficción que tan feliz me ha hecho durante años. Y cumple con creces lo exigido. Nuevos jóvenes personajes, carismáticos y con recorrido, se unen a los legendarios Han, Luke y Leia en esta nueva aventura que respeta al máximo el legado de la trilogía inicial.
  • Mistress America (2015)Noah Baumbauch. La pareja Baumbauch-Gerwig vuelven a trabajar juntos en esta comedia dramática que, en ciertos momentos, homenajea con acierto al screwball más clásico. Ambos construyen una historia en la que sobrevuela de nuevo el problema de la madurez y la incapacidad de ciertas personas para avanzar en sus vidas. Con una vuelta de tuerca suplementaria para la protagonista: ¿cómo dejar atrás una parte de su vida si todos los que la rodean necesitan que se mantenga así, estancada en el tiempo, inmadura, vitalista, irresponsable y divertida, para así poder recordar la esencia de lo que ellos en algún momento fueron? Me gustó la película.

09 enero 2016

Un año de cine (2015). Primera parte

Estas son las películas nuevas (no tengo en cuenta las revisiones) que vi durante el año que acaba de finalizar. Aclaro, mediante la palabra cine, las que vi en pantalla grande. Están ordenadas cronológicamente, según las fui viendo. Finalmente fueron casi 100, de manera que separo la lista en dos partes para hacer más digerible su lectura.
  • Hermosa juventud (2014)Jaime Rosales. Radiografía fría y sin sentimentalismo de esa juventud perdida del extrarradio de cualquier ciudad, sin motivaciones ni proyecto vital. Jóvenes que, sin presente ni futuro, reciben las hostias finales de un crisis cuya perversión final es hundirlos en el barro, estigmatizándolos socialmente con el apelativo despectivo de ninis. Sirve para descubrir una actriz estupenda como Ingrid García Jonsson y su estilo casi documental cala en el espectador, hace daño. 
  • Yo maté a mi madre (2009)Xavier Dolan. Es una barbaridad que con 19 años se pueda hacer una primera película como ésta. Con hondura, densidad y estilo propio. Dolan nos cuenta la conflictiva relación de un hijo único adolescente con su madre a través de una historia creíble, en la que los malentendidos se convierten en irresolubles y los conflictos que debieran ser irrelevantes se magnifican por la incapacidad de gestionar correctamente las emociones. Me gustó mucho.
  • Locke (2013) Steven Knight. Tour de force de lo que dan suelen prestigio a actores y directores. Un solo personaje, un único escenario (el interior de un coche) y 80 minutos en los que presenciamos cómo una vida construida sobre el control meticuloso de todas las pulsiones se derrumba para reconstruirse (o no) desde la asunción de las emociones. La película funciona por su complejo tratamiento de la verdad y de la mentira y por la excelente interpretación de Tom Hardy, pero me dejó un regusto agridulce por el artificio innecesario que el guion tramposo construye con la figura del padre del protagonista. Interesante.
  • Birdman (2014)Alejandro Iñárritu (cine). Un ejercicio cinematográfico de primer nivel, con unos actores desatados que dan lo mejor de sí y una cámara ágil y libre que, a través de ese maravilloso falso plano secuencia, nos permite bucear en el atormentado interior de un actor de cine venido a menos mientras ensaya para una obra de teatro que considera que debe significar su redención profesional. Excelente. Peliculón.
  • Todos queremos lo mejor para ella (2013)Mar Coll . Me encantó la opera prima de esta directora catalana (Tres días con la familia) por lo que me resulta inexplicable que todo lo que allí rezumaba verdad (el retrato de familia acomodada)  aquí nunca resulte creíble. Todo es impostado, las situaciones son forzadas, y el viaje emocional de la protagonista para reencontrarse consigo misma carece tanto de verosimilitud como de interés. Decepcionante.
  • Whiplash (2014)Damien Chazelle. Parece increíble que una historia centrada en una orquesta, las vicisitudes de un batería en ella y su relación con un director despótico y acosador pueda tener la fuerza y la garra brutales que esta tiene. Con un ritmo salvaje está rodada con pasión e inteligencia. El montaje, por momentos, te deja sin respiración y el perverso juego de vanidades y expectativas con el que se construye la trama te atrapa. La disfruté enormemente.
  • Jupiter ascending (2015)Hermanos Wachowski (cine). El mayor espectáculo kitsch visto en el cine desde John Carter. Visualmente hermosa y con una BSO estupenda, sus principales problemas son una trama ridícula y unos personajes de chiste, con menos profundidad que Espinete. Hay que reconocerlo, es un bodrio. Pero no sé, es tan apasionadamente naíf que me resultó hasta simpática. No os acerquéis.
  • Ida (2013)Pawel Pawlikowski. Una soberbia fotografía en blanco y negro y unas interpretaciones contenidas y poderosas sustentan una historia sombría, en la que el pasado terrible de un país, Polonia, impide cualquier posibilidad de presente para una sociedad y unos personajes marcados por la brutalidad heredada. Intensa y profunda.
  • Agosto (2013)John Wells. Drama familiar americano de altura, con unos personajes femeninos con múltiples capas que se enfrentan a su pasado como forma de intentar sobrevivir en un presente pleno de insatisfacciones. Destaca una Meryl Streep en el papel de matriarca familiar que devora la pantalla cada vez que aparece. Buena película.
  • The imitation game (2014)Morten Tyldum (cine) Blandito y convencional acercamiento a la figura gigante de Alan Turing en el que prevalece el clásico tratamiento de genio inadaptado, carente de conflicto real y desideologizado, obviando los aspectos más controvertidos de la historia real. Ejemplo de un cine miserable, que arrebata al espectador la posibilidad de reflexión obligándole solo a sentir emociones primarias.
  • The babadook (2014)Jennifer Kent. Excelente película de terror que profundiza de manera inteligente en el infierno de la depresión y en los conflictos emocionales que provoca una maternidad desencantada, hastiada por el día a día de un hijo agotador y déspota. Cine de género, en principio sin pretensiones, con mayor profundidad que películas de supuesto prestigio.
  • Coherence (2013)James Ward Byrkit. Extraña y compleja historia de multiversos. A partir de una premisa más bien estúpida unos amigos quedan encerrados en una casa durante una cena, aislados de la realidad, en un espacio y en un tiempo compartidos con otras versiones de sí mismos con las que tendrán que lidiar, descubriendo cosas de sí mismos que no esperaban. Entretiene y provoca debate.
  • Fresas salvajes (1957)Ingmar Bergman. Una maravilla. una auténtica obra maestra. Una amarga reflexión sobre la nostalgia, la juventud y el doloroso paso del tiempo. Cine de verdad.
  • Kingsman (2015)Matthew Vaughn (cine). Menos subversiva de lo que pretende parecer y más aburrida de lo que se esperaría. Me quedo con la enloquecida y genial secuencia de la iglesia pero no compro el pack completo de una película que resulta pesada y convencional.
  • Divergente (2014)Neil Burger. Un absoluto "pa qué". No es solo que sea mala, es que molesta. Distopía adolescente que desaprovecha algunas buenas ideas para conformar un espectáculo sobrecargado y desmañado en el que prima el ruido, la acción mal narrada y el romance intensito.
  • Mortadelo y filemón contra Jimmy el cachondo (2014)Javier Fesser. Fesser vuelve al universo de Ibáñez. Con el mismo respeto por el detalle y por el espíritu de la creación del viejo maestro que en su anterior película. Funciona a ratos. Pero tal vez, para los que pasamos tantas horas de pequeños leyendo Mortadelos, le falte algo de magia a esta historia. Quizás lo que echamos de menos es aquel sulfato atómico. Quizás sea a nosotros a los que nos falte ya algo.
  • Foxfire, confesiones de una banda de chicas (2012)Laurent Cantet. Durante una hora la historia de esas chicas adolescentes que fundan una banda mediante la que canalizar su rabia social tiene garra, ritmo y dinamismo. Provoca al espectador. Después se hunde sin motivo alguno al derivar en un drama más convencional de traiciones y sueños rotos.
  • El misterio de la Puerta del sol (1929) Francisco Elías. Una rareza de los orígenes del cine español. Se la considera la primera película española sonora y cuenta con una ingeniosa trama de pícaros y asesinatos a la que perjudica en su desarrollo la presencia de innecesarios números musicales que ralentizan la historia. Había que vender la nueva cualidad sonora del cine, claro. Muy curiosa.
  • Jack Ryan, operación en la sombra (2014)Kenneth Branagh. Absolutamente intrascendente precuela que nos lleva a los inicios del personaje que interpretaran en los 80 y 90 Alec Baldwin y Harrison Ford. Puesta en escena sin personalidad para una historia que avanza a duras penas, a trompicones, mientras el espectador mira su reloj hasta en las secuencias con mayor acción. Cine irrelevante.
  • Insurgente (2015)Robert Schwentke (cine). Pues sí. El problema es mío por repetir. Si la primera película de la saga Divergente ya me pareció mala esta segunda es un insulto a la inteligencia. Ejemplo perfecto de lo peor del cine actual: más ruido, más acción, más confusión. Nulo espacio para la reflexión social. Lo político y social de la trama como adorno, al servicio del romance hormonado. Un desastre. Un coñazo.
  • Seconds (1966)John Frankenheimer. Fantástica y sorprendente película dirigida por un Frankenheimer en plena forma (él y Lumet,  en mi opinión, son los mejores directores de aquella llamada "generación de la televisión"). El delirio que propone la trama en torno al trasplante de consciencia y recuerdos de unos cuerpos a otros se ve acentuado por una dirección imaginativa, muy física, plena de recursos técnicos. Peliculón
  • Under the skin (2013)Jonathan Glazer. Una delicia sensitiva. La trama es mínima: en una Escocia plomiza y fantasmagórica un alien asume el cuerpo de una mujer con el objetivo de atraer a los hombres mediante un ritual sexual. Magnética y poética, su ritmo es pausado. Será en la reiteración de situaciones, donde solo algunos detalles trascendentes irán evolucionando, donde cobrará sentido esa búsqueda imposible por conectar con las emociones humanas de ese alien con cuerpo de Scarlett Johansson. Cine experimental y diferente.
  • Hombres, mujeres y niños (2013)Jason Reitman. Lo mío con Jason Reitman empieza a ser puro vicio. Sí, veo las peliculas de Reitman porque odio visceralmente su cine. Y, sorprendentemente, este tío jamás me "decepciona". Su cine es un absoluto fraude, una basura fraudulenta que juega siempre a la provocación más hipócrita, para finalmente terminar masacrando a aquellos personajes de sus películas que intentan pobremente convertirse en alternativa a la moralidad dominante. Rancio conservadurismo social envuelto en celofán indie y alternativo que vuelve a estomagar en esta película de relaciones familiares modernas. Asco.
  • Almas de metal (1973)Michael Crichton. Un parque temático con robots humanoides que se rebelan contra sus imbéciles visitantes. Todo lo que disfruto de la ciencia ficción de serie B americana los 70 está presente en esta película. Su frialdad y la distancia desde la que se narra permite centrarse más en la reflexión sociológica que plantea. Las limitaciones presupuestarias la llevan al borde del ridículo en varias ocasiones pero el resultado final es satisfactorio.
  • El capital humano (2014)Paolo Virzi (cine). Esta película es como una bomba de efecto retardado. Crece en el recuerdo. Hace daño. Todos sus personajes, cada uno en su escalafón social, actúa bajo una única premisa: su propio beneficio. Los dilemas morales son presentados como artificios sociales que se mantienen solo mientras el peligro no nos alcanza. Puro nihilismo social: todos somos unos mierdas y, finalmente, en condiciones limite actuaremos como tales. Película destroyer lastrada tan solo por una irregular trama y algunas pobres interpretaciones. Muy recomendable.
  • The zero theorem (2013)Terry Gilliam. Lo mejor del cine de Gilliam aparece en la primera media hora de metraje. Después desaparece la magia y nos queda una historia simplona, sin fuste, irrelevante en lo visual y muy pobre argumentalmente. Una pena.
  • Un condenado a muerte se ha escapado (1956)Robert Bresson. Cine con mayúsculas que recuerda lo que este medio puede ofrecer en manos de artistas. La austeridad de la puesta en escena, el respeto por el silencio o la ausencia de música son cuestiones morales para Bresson. Y sufres con su condenado porque nada te distrae de ello. Fantástica.
  • Mad Max 2, el guerrero de la carretera (1981) George Miller. Miller convierte aquí a su antihéroe en leyenda. Es en el prólogo y en el epílogo donde se comprende a la perfección la evolución de Max. Ya no es el policía puteado de un mundo en decadencia de la primera película, sino una leyenda del pasado que sobrevive en un mundo postapocalíptico y enloquecido. Estupenda.
  • Mad Max, Road Fury (2015)George Miller (cine). Brutal. Increíble. Una experiencia adrenalítica, visualmente apabullante. Miller con setenta años le da una lección a todos esos jóvenes directores que confían en los efectos digitales y en un montaje epiléptico para construir un ritmo desenfrenado. La nueva película de Mad Max es uno de los acontecimientos cinematográficos de 2015 y con seguridad la mejor película de acción de lo que llevamos de siglo. Imprescindible.
  • Los vengadores 2 (2015)Joss Wheddon (cine). Mucho ruido, muchos (muchísimos ) superhéroes, mucha acción trufada de mucha, demasiada superflua y chorra. Poca o ninguna emoción. Estas películas están construidas para funcionar por acumulación pero la pena es que esta vez el toque humano que siempre le da Wheddon a sus personajes apenas se intuye, ahogado por las cada vez mayores constricciones que el universo cinematográfico marveliano está imponiendo para que todas sus franquicias funciones y se interconecten. Me aburrí.
  • Scott Pilgrim contra el mundo (2010)Edgar Wright. Wright es uno de los creadores cinematográficos más irreverentes y frescos de los últimos años, claramente influenciado por el cine americano de lo 80 pero con una gran capacidad para desmontar y deconstruir esas referencias de manera inteligente En este caso adapta la típica historia de amor adolescente con chico perdedor y chica guapa y la transforma en una delirante locura trufada de referencias y lenguaje de cómic. Muy divertida.
  • Tomorrowland (2015)Brad Bird (cine). Un fracaso enormemente digno. Se intuye en esta historia y en estos personajes otra película diferente que hubiera sido hermosa, ensoñadora y dolorosa. Una historia original de corte fantástico que termina enredada en sí misma. Se le nota a la película un remontaje final, pero a pesar de ello es incapaz de cerrar interesantes líneas de guión abiertas. Y le pesa una absurda infantilización de última hora que la película no merecía. Una pena. Una auténtica pena.
  • Jurassic world (2015)Colin Treverrow (cine). Tan disfrutable en una primera visión como olvidable a medida que pasan los meses. Simpática, recurre acertadamente a la nostalgia con guiños muy medidos al tiempo que intenta construir una historia alejada de lo ya visto. Interesante la reflexión que contiene en relación a la necesidad de construir dinosaurios nuevos cada vez más terroríficos para que el público siga llenando el parque temático (metáfora evidente de cómo Hollywood necesita construir películas cada más infladas y abigarradas para excitar a un espectador yonqui, que reclama mayores dosis de cinecaína). Más allá de eso un buen pasatiempo palomitero.
  • Perdiendo el norte (2015)Nacho G. Velilla. Descafeinada y excesivamente blanca comedia que se enmarca en el exilio de jóvenes españoles a Europa, con el objetivo de ganarse la vida. Desemboca en una previsible y empalagosa historieta de amor que carece de gracia alguna e imposibilita esa perspectiva más caústica que la trama demandaba. ¿Molesta? Pues no. ¿Vale para algo? Pues tampoco. Una pérdida de tiempo
  • Nightcrawler (2014)Dan Gilroy. Inquietante aproximación al mundo de los periodistas de sucesos. Jack Gyllenhaal se calza en los zapatos de uno de los personajes del año: un periodista mediocre, manipulador y sin escrúpulos que empieza a construirse una reputación por las imágenes macabras que consigue filmar en accidentes y asesinatos. Retrato de las miserias de la sociedad del espectáculo (mediático).
  • The fake (2013)Sang-ho Yeon. Tal vez el personaje principal de esta película animada coreana sea uno de los más complejos y ricos de los que he visto en el cine de los últimos años. Una película despiadada que aprovecha la animación para sobrepasar los límites habituales de las ficciones cinematográficas. Una historia sobre la fe, la ira, el poder y el control. Fantástica.
  • Ex machina (2015)Alex Garland. Una joya. Una de la mejores  películas del año. Ciencia ficción de calidad. El acceso a los sentimientos humanos de un robot está contado con enorme inteligencia y perturbadora verosimilitud. Un Oscar Isaac desatado vuelve a dejar muestras de lo enorme actor que es en un rol solo secundario sobre el papel.
  • Autómata (2015)Gabe Ibáñez. Fallida propuesta de ciencia ficción trascendente con una temática similar a Ex machina (robots que adquieren conciencia de su existencia, que intentan evolucionar) aunque con una trama diferente, más detectivesca (y cansina). Se ve con simpatía porque se le nota que está hecha con mimo pero la trama no se sostiene, las problemas existenciales de los robots no llegan al espectador y el soporífero ritmo de la historia termina llevando a la película al fracaso. Una pena
  • Big hero 6 (2014)Chris Williams y Don Hall. Lo único que se salva de este coñazo animado es una banda sonora estupenda y la presentación inicial de Baymax. Después todos los tópicos habituales del cine infantil más conservador se dan cita en una historia sobre egos científicos desatados que aburre hasta el hastío.
  • White god (2014)Kornél Mundruczó (cine). Una película sorprendente. Rodada desde el punto de vista de un perro consigue transmitir la angustia que le genera a animal la cacería a la que se ve sometido. Lentamente, con un giro de guión extraño, la película se convierte en una versión fantástica (de corte realista) de la nueva de El planeta de los simios, y el perro termina liderando una revolución canina que pondrá en jaque la ciudad mientras el animal se va vengando de todos lo que le hicieron daño. El plano final es antológico.
  • Chappie (2015)Neil Blomkamp. Esperaba tan poco de ella, tanto por su premisa como el precedente del director (Elysium, qué mala era joder), que  he de reconocer que el regusto final que me dejó fue positivo. Lo que empieza siendo una mala copia de Cortocircuito va adquiriendo poco a poco densidad y hondura, personalidad propia, para finalmente articular un duro discurso sobre la ambivalencia moral del ser humano y su tendencia a aprovecharse de los más débiles. Película rara e inclasificable.
  • Lo que hacemos en las sombras (2014)Taika Waititi. Una delicia. Una auténtico disfrute. Y un festín para los que sean amantes desprejuiciados del género vampírico. Un (doblemente) falso documental que nos introduce en clave de humor en las plácidas y aburridas vidas centenarias de un grupo de vampiros de una ciudad neozelandesa. Personajes con carisma a los que se les coge cariño al instante. Si no la has visto corre a verla porque no te arrepentirás. Muy divertida.
  • La señal (2014)William Eubank. Típica producción de ciencia ficción de bajo presupuesto que vuelve a tocar temas trillados con poca originalidad. Para pasar el rato. Prescindible
  • Electric Bogaloo, la loca historia de Cannon films (2014)Mark Hartley. Un documental genial sobre la loca productora Cannon y sus enloquecidas  producciones de bajo presupuesto que colonizan nuestros recuerdos (gracias a aquellos videoclubes de los años 80). Cuando aparecía el logo de Cannon ya sabías, sin duda, lo que te ibas a encontrar: carne de perro. Y sonreías mientras te acomodabas en el sofá....
  • Asalto al poder (2013)Roland Emmerich. Un ejemplo de ese cine de acción nefasto que está produciendo Hollywood. Exento del humor que destilaban aquellas películas que con la misma temática se hicieron en los 80, ahora son espectáculos repletos de disparos y explosiones sin sentido. O es que nos hemos hecho mayores para estas mierdas.
  • Terminator Genisys (2015)Alan Taylor (cine) Durante media hora la salva una medianamente ingeniosa revisión de los momentos más icónicos del primer Terminator de Cameron. Después, cuando ya tiene que volar sola, se deshace en pedazos con una historia absurda y ridícula. Solo Schwarzenegger salva los muebles en un reparto en el que los jóvenes actores son absolutamente sobrepasados por unos personajes icónicos que exceden sus capacidades. Basura.
  • Inside out (2015)Pete Docter (cine). Un Pixar de calidad que, a pesar del consenso que genera y de las críticas tan positivas que recibió, a mí no me llegó a convencer. En mi opinión, una vez presentada su genial propuesta, la película pierde fuelle por la reiteración de situaciones. Poco se ha hablado también de la pobreza argumental de ese "mundo real" que provoca la explosión emocional de la niña. Aun así tiene valores innegables, set pieces maravillosas y momentos de humor geniales. Eso sí, es la película de Pixar que menos van a disfrutar los menores de 10 años. En el cine se los veía aburridos a los veinte minutos.
  • Capitán Harlock (2014)Shinji Aramoki. Un anime de gran calidad visual y compleja historia cuyos atractivos personajes se diluyen en una trama morosa que termina convirtiendo la película en un artificio ampuloso y aburrido.
  • Puro vicio (2014)Paul Thomas Anderson. Una enorme decepción de uno de los directores americanos vivos que más admiro. Comprendo lo que intenta hacer, intento seguirlo en su propuesta, pero por más que lo intento los absurdos giros de guión y la pretenciosidad de lo narrado consiguieron que me saliera por completo de una película tan extraña como abstrusa

14 diciembre 2015

10 años de Discursiones

Pues sí, parece mentira pero el domingo 13 de diciembre este blog, Discursiones, cumplía diez añitos. Teniendo en cuenta que la constancia nunca ha sido, desgraciadamente, mi mayor virtud, me siento muy contento y satisfecho por haber llegado hasta aquí manteniendo con vida este proyecto.

Discursiones nacía allá por 2005 (explicando aquello de discursos y discusiones), como una prolongación natural de una serie de cuadernitos azules que me habían acompañado durante los años de carrera y en los que había escrito o bosquejado cuentos, pensamientos, ideas y emociones. Por entonces aun ni siquiera era profesor, apenas llevaba tres años viviendo en Madrid y tampoco tenía muy claro para qué me iba a servir aquello de un blog, ni cómo lo iba a usar, ni si alguien lo leería. Hoy, diez años después, tras casi 300 posts publicados, todavía sigo sin tener muy claro para qué sirve esto de un blog, cómo lo uso y tampoco si realmente se lee lo que escribo.

Discursiones nació en plena burbuja bloguera, cuando parecía extraño no conocer a alguien que en ese momento no estuviese empezando un blog o se plantease tenerlo. De aquella explosión inicial queda poco. Casi todos los blogs que empecé a leer con interés hace 10 años fueron cerrando o abandonándose. La burbuja bloguera explotó y las nuevas redes sociales, primero facebook, después twitter y finalmente toda la miríada de aplicaciones de móvil que permiten transmitir mensajes, fotografías y emociones, parecieron matar a los blogs. ¡El blog ha muerto!, clamaban lo agoreros cibernéticos. Cada año los gurús de turno matan "viejas" formas de comunicación en la red mientras que hacen como que descubren otras "nuevas" que vienen a sustituirlas. Es tan aburrido... Porque lo cierto es que ni aquellas mueren del todo ni estas son tan revolucionarias como pretenden parecer. Al final, todo esto de la web 2.0 trata sobre la necesidad de comunicación, sobre la posibilidad de expresarnos, de contarnos cosas los unos a los otros, por escrito, mediante imágenes, como sea... Y de mantener ese extraño punto de vanidad que supone pensar que a alguien le va a interesar lo que haces.

Desde que empecé mi aventura bloguera he leído o escuchado todo tipo de consejos (baratos) sobre cómo se debía escribir en los blogs, sobre cómo se debían construir los posts para que tu página tuviera muchas más visitas, para adecuar lo escrito a las supuestas expectativas del lector zombi y disperso de la web 2.0. Había que impactar, había que escribir con frases cortas, nada de grandes párrafos, nada de entradas demasiado largas, había que modificar el diseño del blog cada cierto tiempo para hacerlo más atractivo, terminar las entradas apelando a la opinión del lector, provocándole para que respondiera, intercalar texto con fotos y videos... Intenté en ocasiones poner en práctica alguno de estos consejos pero siempre me aburrió esa forma tan artificiosa de bloguear; con los años solo quedó intacta la esencia por la que abrí este blog: escribir. Expresarme por escrito. De lo que me interesara. Con la profundidad y la extensión que a mí me parecieran bien. Al fin y al cabo, para epatar, simplificar y trivializar ideas ya tenemos facebook y twitter, ¿por qué no dejar los blogs para otra cosa?  Por no cumplir los preceptos blogueros no fui ni siquiera capaz de adecuarme al que decían que era el más importante: un blog debe ser temático, debe estar centrado en algún aspecto reconocible para el lector. Pues nada, lo dicho, incapaz. En Discursiones se han mezclado, como en propia vida, lo personal con lo político, lo social con mi trabajo, mi ideología con mis aficiones, mis lecturas económicas con las novelas escritas por amigos, la educación con el cine. Un totum revolutum, una extraña amalgama de ideas y emociones que yo mismo a veces no he sido capaz de desentrañar. Al final, como decía, lo único cierto es que lo que me lleva a seguir escribiendo y publicando es lo mismo que al principio: mis obsesiones particulares, mis miedos, mi rabia política. A veces, mi dolor.

Tal vez por todo esto le tengo tanto cariño a este blog. Porque, por un lado, expresar lo que pienso por escrito me ha ayudado a aclarar muchas ideas, a mejorar los argumentos de aquello que defiendo, a profundizar sobre lo que escribía porque sentía que me faltaban lecturas. Pero también, por otro lado, me ha servido como paño de lágrimas, como espacio de participación política, como una forma de presentarme al mundo menos comedida de lo que las convenciones sociales nos obligan en el día a día. Es cierto que nunca he escrito con la asiduidad que me hubiera gustado tener (algo que con los años va a peor), y que se cuentan por decenas los posts iniciados y nunca finalizados. Escribir no es algo sencillo para mí, me cuesta decidirme por estructuras, lenguaje y tipo de argumentación. Y me disperso con una mosca que pase. Pero eso ya no me angustia como al principio, ya he asumido que nunca podré escribir 50 entradas al año y he dejado de pretenderlo. Tal vez por eso ha dejado de rondarme la idea de cerrar el chiringuito y dejar este blog atrás. Hace un año pensaba que nada mejor que el décimo aniversario para cerrar Discursiones. Ahora ya no lo tengo tan claro. Ya lo iré viendo. De momento, esta ventana a mi vida y a mis ideas seguirá abierta. Y, por supuesto, esperando siempre que haya alguien por ahí al que le interese lo que escribo.

11 diciembre 2015

Tu voto a la casta legitima sus políticas (y su corrupción)

Rivera y Ciudadanos no pueden venir a cambiar nada del sistema porque precisamente son la respuesta del sistema a la amenaza que suponía la crisis social. Son sistema. Y es ese sistema que los creó el mismo que cultiva con mimo la corrupción política como eje central de la economía capitalista.

Estaban jodidos, el miedo empezaba no dejarles respirar, ya no era solo de un bache, una crisis pasajera, un problema financiero extranjero, primero, un problema financiero nacional, después, una epidemia que solo afectaría al sector de la construcción, más tarde, o al menos que solo alcanzaría a los trabajadores menos cualificados, a los inmigrantes, a los menos preparados, finalmente... Solo quedaba culpar de todo a la inutilidad de Zapatero y sus mediocres ministros. 2011 llegaba a su fin, el 15M había sido nuestro pequeño mayo francés y, por tanto, los españoles "de orden" decidieron que nada mejor que hacer lo mismo que entonces los franceses: mandar a tomar por saco la utopía y darle el poder a la derecha más rancia. Llegaba Rajoy, ese tipo, ese crack, campechano2, Plasmaman, y con él los miedosos y los pragmáticos de esa particular clase media española (con ínfulas) esperaban que llegara la tranquilidad, la "normalidad", es decir, el puteo de los de siempre atemperado por un estado de bienestar cada vez más frágil. Muchos, como antes cuando votaron a Aznar, dejaron de lado cínicamente sus engolados discursos sobre la necesidad de justicia social y volvieron presurosos y acongojados a echarse en los brazos de esa derecha que se promete liberal pero que solo es siempre elitista, conservadora, injusta y sumisa con el poder económico. Asumían sin vergüenza (desde el silencio de su voto secreto) que ese PP, en ese momento, sería terrible para lo social, sabían que laminaría derechos, que intentaría imponer leyes retrógradas y que sería servil con los poderes financieros. No les importaba. Aterrados ante la posibilidad que el contagio les alcanzara por fin y el país quebrara, sólo esperaban una cosa: que Rajoy  los salvara en lo "económico". A ellos, claro, a esa particular clase media (con ínfulas), a esa extraña mezcla de funcionarios, profesionales liberales, trabajadores con estabilidad de grandes empresas, autónomos sin problemas y acojonados con rentas altas en general... Pero resultó que no. Ni de lejos. Sucedió lo contrario. Todo empeoró: se seguía destruyendo empleo, esa clase media (con ínfulas) sufría y menguaba, nuestra deuda pública se disparaba, se producían dolorosos recortes sociales, se anunciaban otros peores y para lo único que había dinero era para salvar al sistema financiero. Cojonudo. Fue entonces, solo entonces, cuando la inicial estéril indignación del 15M cristalizó por fin en una rabia constructiva, política, en un encabronamiento organizado: había que echarlos, a todos, el problema era el sistema, tenía que haber otra manera de organizar las cosas, y ya no servían los partidos nacidos al amparo de la transición, partidos estructuralmente corrompidos hasta la médula, aciagos instrumentos del poder económico. No sería mediante las siglas enfangadas y putrefactas del PP y del PSOE como se produciría la metamorfosis moral. El instante de lucidez, alimentado por la desesperación, sirvió para que muchos ciudadanos dejaran de lado durante un segundo el miedo y volaran libres, tal vez como nuestros mayores tras aquel carpetovetónico golpe de estado en 1981. Se miraron a las caras, buscaron alternativas, se encontraron con Podemos, escucharon a Garzón, descubrieron economistas alternativos, apoyaron nuevas medios de comunicación, dejaron de lado viejos intelectuales colectivos, discutieron, conversaron... No todos, claro, pero sí los suficientes. Era el momento de intentar algo diferente, ¿no? Porque además, con los sueldos congelados o jibarizados, con la amenaza de que al final también ellos caerían, los integrantes de esa clase media (con ínfulas), que hasta esos momentos habían vivido conscientemente en la inopia, vieron que igual ya tampoco tenían tanto que perder. Pocas cosas más peligrosas para el poder capitalista que una clase media sin expectativas, que se sienta desamparada por el sistema, porque su razonamiento no por cínico es menos peligroso para el sistema:"Vale, normal que si la cosa va mal le toque a los otros hundirse en la miseria, durante un tiempo, sí, a los otros, a los pobres, a los de siempre, pero, ¿cómo es posible que nosotros podamos vernos también finalmente en el arroyo? ¿Cómo es posible que tampoco nuestros hijos, ¡"con estudios"!, no tengan posibilidad alguna de futuro?".

Así fue como en muchas casas, en reuniones familiares, a la hora de la comida, no se pudo mantener por más tiempo ese pragmatismo egoísta, revestido de candor ideológico, con el que se minusvaloraba la importancia de las corruptelas políticas de unos y se criticaba superficialmente las de los otros, para después seguir como siempre, como si nada pasase y nada importase. Ya no, el miedo hacía carne en el cuerpo de los mayores mientras que una rabia lúcida arraigaba entre los más jóvenes: los telediarios y los periódicos, según intereses bastardos, deambulaban desde personajes de Ibáñez como Bárcenas (y un presidente que lo apoyaba a través de indecentes mensajitos de móvil), hasta leyendas socialistas de putas y cocaína; desde catalanes honorables con cuentas millonarias en Andorra y Suiza, hasta socialistas andaluces convencidos de que la justicia social era posible siempre que el dinero público recayera entre los suyos; desde comunistas miserables que disfrutaban de tarjetas black, hasta la pléyade de políticos, afines a Aguirre, corrompidos hasta la médula por Gürtels y Púnicas.... El hedor era asfixiante, y padres y abuelos, durante un breve intervalo de tiempo, fueron incapaces de seguir imponiendo sus hipócritas discursos a unos hijos y nietos que, aspirando poco más que a ser mileuristas temporales, cayeron por fin en la cuenta de que su precariedad iba a ser para siempre. No, ya no servía entonar el discurso progre mientras se votaba con la cartera, era un ellos o nosotros, sin matices. Muchos de los hijos y nietos de esa clase media impostada vieron la luz, por necesidad (solo a hostias aprenden algunos), se dieron cuenta de que su posición y su futuro dependía mucho más del estado de bienestar de lo que su ego y el de sus padres les había permitido hasta ahora aceptar socialmente. Y empezaron a escuchar a tipos como el coletas. A algunos parece molestarles hoy recordar el soplo de aire fresco que Iglesias significó. Por fin alguien era capaz de contrarrestar esa falsas verdades neoliberales que pitufos intelectuales como Marhuenda o Inda intentaban hacer pasar como verdades dogmáticas. Las tertulias políticas televisivas parecieron ser, por un instante, algo más que un pudridero intelectual, parecía que había verdad y dialéctica en ellas, que la controversia iba más allá del espectáculo que augurara Debord. Y lo padres, y los abuelos, tuvieron que bajar la cabeza. Sin argumentos, sin alternativas, dieron la razón a sus hijos y nietos: los que estaban no servían. Todo tenía que cambiar.

Pero el tiempo pasó, y en España hemos descubierto durante esta última legislatura que los meses parecen años, y que los años del PP iban a ser más difíciles de resistir de lo que se imaginara el Wyoming:



Nada peor que el paso del tiempo para convertir en rutina el discurso de excepción y para que las ansias de cambio se pudrieran en muchos antes de conseguir nada. Otra vez. Porque el ser humano es capaz de dar lo mejor de sí en el instante, pero a la larga, con el tiempo, su condición miserable y cobarde suele ser la que gobierna sus acciones. El poder económico y político (no solo en España sino en Europa, porque, ¿qué sería de nosotros y de nuestra economía, y de nuestra prima de riesgo, sin la intervención decisoria del BCE protegiendo a "uno de los suyos"?) lleva un año dedicado a construir una realidad artificial para nuestro país a través de la mejora de nuestro números macroeconómicos. ¡Ya crecemos! ¡Ya creamos empleo! ¡El paro dejó de aumentar! ¡Vuelve el consumo interno! ¡Paren las rotativas! Y aunque la realidad nos diga que tenemos casi tantos parados como cuando se fue Zapatero, que hay menos afiliados a la seguridad social que entonces y que el trabajo que se crea es una mierda que solo permite vidas de supervivencia, muchos integrantes de esa particular clase media española (con ínfulas) empezaron a darse cuenta de que ellos no estaban tan mal, que seguían dentro del sistema, que finalmente la epidemia había pasado de largo sin afectarles y dejaron de tener ese miedo cerval que la cercanía al abismo les había provocado. Y sin ese miedo, ¡ay!, sin ese miedo la rabia abandonó sus cuerpos y surgió de nuevo el más rancio conservadurismo, la desconfianza por el cambio y el hipócrita pragmatismo político. En algunas de esas casas donde se había pedido el cambio a voz en grito se empezó a pedir un cambio, sí, pero diferente, mejor un cambio homeopático, sin contraindicaciones. Pero, claro, había que amansar también a sus jóvenes cachorros. No había problema. Estaban tan acostumbrados por educación a la docilidad que ellos mismos ya empezaban a creerse el discurso de la recuperación, empezaban a pensar que tal vez la cosa realmente estaba mejorando, que a lo mejor ese trabajo precario de mierda se convertía en el futuro en algo más: "no sé, igual es verdad  y me puedo salvar, yo, claro, tal vez ahorrando y esforzándome me puedo comprar un cochecito, yo, claro, tal vez, con el tiempo, incluso una casa, al fin y al cabo el aval de papá y de mamá ya no peligra, no sé, mejor no liarla más, además los otros se han radicalizado demasiado, ya no son como al principio, tal vez ese partido nuevo... ¿Ciudadanos se llama, no? Ese Rivera parece un tío con las ideas claras, además tiene estilo, es joven, habla bien, ¡si hasta le gusta a la abuela! Con su chaqueta, bien vestido, más formal que el coletas... Porque yo a Rajoy no le puedo ya votar, a ver, que al final no lo ha hecho tan mal, entiendo que mis padres lo vayan a volver a votar... ¿la corrupción? ¿los recortes? ¿los parados? ¿el brutal aumento de la deuda? ya, ya, vale, por eso yo no le votaré, ni mis amigos, pero el Rivera éste sí me sirve, sí nos sirve, o incluso el otro, el guapito ese del PSOE, ni me acuerdo de su nombre, qué más da, pero sí, tal vez sea mejor votar a uno de estos dos, que haya un cambio sí, pero tranquilo, que no se note mucho en lo esencial, que no se joda "la recuperación", que todo cambie, sí, pero para que todo siga igual..."

Los votantes como yo llevamos perdiendo años, elección tras elección. Y se acepta. Faltaría más. Ese es el juego democrático, ¿no? Pero lo que ya no es aceptable, lo que es insoportable es el postureo social indecente de algunos. Lo inaguantable es llevar escuchando meses a tanto indignadito de salón para que ahora, a la hora de la verdad, vuelva a inclinarse por la vieja política, por la casta parasitaria, por el sistema fallido. Pues no. El discurso deshonesto no hay por qué respetarlo: no me vendas motos, excusas, ni datos artificialmente retorcidos, votante del PP. No me deslumbres con tu imbecilismo adanista, votante de Ciudadanos. No apeles a tu pasado izquierdista (re)construido, votante del PSOE. Tenéis todo el derecho a votar otra vez a los mismos, a defender el sistema, a defender las políticas liberales que van dejando en los huesos al estado de bienestar. Pero no intentes además apropiarte de la oposición intelectual hacia aquello que con tu voto legitimas: corrupción política a favor de los poderosos, recortes sociales que afectan a los más desfavorecidos y trabajo precario y sin derechos para millones de españoles. Eso es lo que votas. Porque tú, con tu voto, servirás de sostén al sistema. Porque tú, con tu voto, defenderás el tipo de política y de políticos que nos hundió en el barro. Porque tú, con tu voto, solo pretendes, de nuevo, ver si el que se salva eres tú, sin mirar al de al lado, y sin sufrir mucho por él.

31 octubre 2015

Cambiar de piel

Recuerdo escucharlo, a Alberto, amigo, profesor de filosofía, compañero en mi primer curso como profesor (qué gran año, cuánta buena gente), un tipo inteligente, un dandi, un grande, y recuerdo sorprenderme ante lo que me decía. Hace ya varios años de esto pero parece que fuera ayer cuando lo miraba con extrañeza mientras él reflexionaba en voz alta y se confesaba con absoluta tranquilidad ante mí: “estoy cambiando de piel, Pepe, noto que estoy en periodo de mutación”. Lo decía con esa voz suya, tan personal, tan particular, tan suave como firme, tranquila pero convencida, con un tono que impedía cualquier conato de sarcasmo porque al escucharla entendías que, tras la aparente simpleza del mensaje, se escondía un mundo de experiencias vitales que apenas podías intuir. Se lo veía introspectivo. Era mayor que yo. Más de una década nos separaba. Él sentía que estaba de nuevo ante uno de esos puntos de inflexión que la vida le iba planteando. Con una hija. Con dos divorcios. Algo estaba de nuevo cambiando. Yo sonreí en silencio, incapaz de responder, de aportar nada, confuso, mientras degustaba su Lavagulin, en el salón de su casa, recostado en su sofá, sin comprender exactamente de qué estaba hablando. Esa iba a ser una madrugada de aprendizaje, un aprendizaje dilatado en el tiempo, porque entonces, en aquel momento, poco o nada de lo que me decía me alcanzó realmente. El whisky siguió desapareciendo de aquella botella mientras otro amigo se incorporaba a nuestro encuentro y otros temas, otras historias, terminaron centrando la conversación. Temas e historias con las que yo me sentía cómodo, con las que disfrutaba y que eran las que propiciaba: impersonales, asépticas, divertidas o pretenciosamente trascendentes. Cine o literatura. Filosofía. Ciencia o trabajo. Risas. Boutades. Sarcasmo. Pero todavía a Alberto le daría tiempo para dejarme otra reflexión, que con el tiempo me marcaría y que ya nunca podría olvidar, mientras en mi vida cambiaban paradigmas y se derruían antiguas certezas: “la amistad, al final, no puede sustentarse en la conversación, en los intereses comunes, en la diversión. Eso es una mentira que dura poco. Lo personal, el preocuparse del otro, de lo que siente, conocer y compartir sus miserias, sus debilidades e ilusiones, ser parte de su historia porque él es parte de la tuya, eso termina siendo lo fundamental”. Tal vez no fueran esas sus palabras exactas, pero eso es ya intrascendente, porque esas palabras sí translucen a la perfección la lectura final que yo hice de ellas.

Desde mi adolescencia, una vez superada una niñez enfermiza, dócil y ajustada a las normas, siempre he sido considerado por los más cercanos como alguien visceral, duro con la palabra y directo en el enfrentamiento, alguien que no se paraba a pensar si lo que decía hacía daño porque lo importante era mantener un discurso intelectual honesto. Aunque molestase. Aunque provocara un incendio. Un capullo, vaya. Si algo de lo que escuchaba en mi entorno familiar o entre los amigos más cercanos me parecía una estupidez (o ellos directamente eran los que me parecían estúpidos) hacer ver que eso era lo que pensaba era una de las maneras de presentar al mundo mi DNI social. Era mi tarjeta de presentación en la vida adulta. Uno más. Tan especial, yo. Tan irrelevante. Yo. No he sufrido nunca grandes depresiones, no he aceptado jamás que el dolor me permitiera esconderme del mundo por demasiado tiempo y he procurado disfrutar al máximo de todo aquello que me proporcionaba placer. Pero más allá de un discurso político público que con los años cada vez ha sido más fácilmente identificable como “de izquierdas”, lo cierto es que en la práctica, en la vida real, yo, como tantos progres, siempre me he movido dentro de un esquema de vida diaria ferozmente liberal: individualismo, egotismo y esencialismo. Nada más sencillo (nada más imbécil) que sentirse diferente y especial: en los gustos culturales, en las prácticas sociales y en las putas ortodoxias políticas.

Los años han ido pasando, proporcionándome experiencias vitales tan ricas como dolorosas. Creo que ser profesor de secundaria ha influido de manera decisiva en mi evolución personal, en mi forma de intentar entender a los demás, en comprender que nada se consigue cuando uno se encastilla en sus obsesiones personales, porque carece de sentido intentar superar los problemas sin apoyarse en los demás. El otro existe. Y sin el otro somos realmente poca cosa. La empatía, esa puta empatía de la que todos hablan y pocos entienden ni practican se aprende desde la experiencia. Nada más triste que trabajar con grupos completos de la ESO en los que se vislumbra que muy pocos de los chicos que los forman conocerán la tranquilidad de una vida acomodada. Que muchos de ellos formarán parte de esas frías estadísticas que los considerarán fracasados escolares. Chicos y chicas estupendos que pocos conocerán, a los que nadie preocuparán, y que terminarán pudriéndose en vidas adultas miserables porque, no nos engañemos, es lo que el mundo espera de ellos. Sí, son los años, es el tiempo que pasa, claro, porque solo con el tiempo te das cuenta de que muchas de tus certezas desaparecen, de que los discursos se pudren cuando no tienen raíces fuertes y que ser honesto, coherente y leal con los que te rodean es sin duda la única manera de seguir caminando por el mundo sin vergüenza.

He ido comprendiendo que existe un desajuste real, una contradicción fundamental entre lo que siento y lo que se espera de mí, entre lo que me gustaría ser y la proyección que los otros hacen de mí. Me aburre mi antiguo yo, me aburren aquellas discusiones infinitas donde quedar por encima era mucho más importante que escuchar lo que el otro decía. Me aburren los guantazos dialécticos gratuitos. Me aburre la soberbia solipsista. Me aburren los que nunca escuchan, los que dicen que escuchan sin escuchar, los que se refugian en un yo misántropo y egocéntrico para esconder su miserable realidad. Lo que haces, lo que dices, solo importa si termina importándole también a alguien más. No porque lo que hagas o digas vaya a ser mejor o peor en función de eso, sino porque de nada vale la lucidez en el vacío, la inteligencia en el desierto, la brillantez en el erial. Me acerco a los cuarenta, los muertos colonizan desde hace años mis sueños, cada vez me apetece menos la contienda estéril, la sórdida esgrima, el enfrentamiento gratuito. Tal vez sea hora de asumir que yo también estoy cambiando de piel, mutando. Sin saber bien a qué.

24 octubre 2015

Un instante. La eternidad.

La observo a través del cristal del vagón del tren que acaba de detenerse en el andén de enfrente. Su cara, surcada por las arrugas de una vida sin retoques de imagen, revela que ha superado ya, sin duda, los cincuenta. Viste con la informalidad que solo permite la seguridad en una misma, y su pelo, cortado a media melena, absolutamente cano, lo recoge sobre su espalda mediante una simple coleta. De repente, justo mientras el tren empieza a frenar en la estación, apoya la cabeza lentamente, con una extraña ternura, sobre el hombro de su pareja. Una leve sonrisa asoma a sus labios y su rostro, mientras se acomoda sobre el cuerpo de él, transmite una inusual y perturbadora mezcla de afecto, abandono, sosiego y seguridad. Su pareja, un hombre corpulento, con el pelo negro y corto, que aparenta acabar de superar los cuarenta, nunca podrá ver lo que yo acabo de presenciar, solo sentirá cómo la cabeza de ella se apoya sobre su hombro, como tantas otras veces, incapaz de vislumbrar cómo para ella la complejidad del mundo, de la historia, de sus vidas, acaba de desaparecer durante una fracción de segundo. La felicidad es un acontecimiento, tan inesperado como efímero. Un instante. Y justo cuando piensas que todo deja de importar, que nada podrá ser ya igual, te das cuenta de que la vida continúa, de que es imposible aferrarte a un momento que ya no existe, que tan solo es ya un recuerdo, tal vez un desvarío más de la memoria. El tren se vuelve a poner en marcha, él la obliga a separarse de su cuerpo, rompe el espacio-tiempo, le comenta cualquier banalidad, ella ríe de manera forzada. Sólo le quedará el recuerdo. No estará segura de él.