19 abril 2014

Gotas de cine (3): Centauros del desierto

 
Ethan cabalga lentamente, con su sobrina entre sus brazos. Se dirige al rancho de los Jorgensen. Tal vez el último lugar en el mundo que pueda considerar un refugio, triste remedo del que durante un instante pensó que podría volver a ser su hogar, el rancho de su hermano, el rancho de Martha, antes de que primero el pasado y después la violencia destruyesen para siempre lo que nunca fue otra cosa que un sueño equivocado, tan ingenuo como doloroso. Tal vez durante un instante es capaz de vislumbrar la verdad, de asumir que su tiempo llega a su fin. Que su existencia carece ya de ningún sentido. Nada tiene que hacer, nadie a quien querer, nadie que lo necesite, sólo le resta dejar pasar los días recordando lo que se fue, lo que dejó marchar, lo que nunca se atrevió a intentar. Se siente viejo, terrible y desesperadamente viejo, se sabe ya de otra época, pertenece a una realidad que ha de desaparecer para que sus huesos sirvan como abono legendario de un país que le debe tanto como tanto se siente ya avergonzado de él. Ha cumplido con su obsesión. Ha recuperado a Debbie. Su enfermiza búsqueda del paradero de la última hija de la que fuera el amor de su vida, la mujer de su hermano, Martha, ha llegado a su fin. No siente satisfacción alguna, no puede sentirla, está muerto por dentro, desde hace mucho tiempo, desde que miró con horror los restos ennegrecidos de aquellos cuerpos humeantes. Años han pasado desde entonces, años de búsqueda perturbada, años persiguiendo a una sombra que se le escapaba siempre entre los dedos, años rastreando a Scar, siniestro reflejo de sí mismo. Ahora todo ha acabado. Scar está muerto. Como él. Aunque aún respire. Baja del caballo y camina hacia la puerta del rancho con Debbie aún entre sus brazos. La deposita con delicadeza en el suelo para que el matrimonio Jorgensen pueda hacerse cargo de ella y acompañarla a través de la puerta, con cariño, hacia el hogar, hacia ese hogar fuera de plano, oscuro, en negro, que no vemos pero que como espectadores percibimos trascendente. Esa puerta es la divisoria final, la frontera entre el pasado y el futuro, entre un tiempo que se fue y otro que está llegando. Ethan se aparta, deja paso a Martin y a Laurie, jóvenes dispuestos a dejar atrás traumas de generaciones pasadas, que ni notan su presencia, que parecen haber olvidado ya su existencia. El tiempo se dilata. Es entonces cuando Ethan parece mirarnos, desafiante, durante un instante, a nosotros. Nos mira desde el pasado y no espera nada, nada nos pide, no le importa nuestro juicio, en absoluto. Nos da la espalda y se aleja, bamboleante. De vuelta a un pasado que ya no existe.

2 comentarios:

  1. Pepe, tú sabes muy bien que todo eso a Ethan le importa tres cojones, porque él es como el otro, aquel que mató a Liberty Valance aun sabiendo como sabía que eso representaba perder a la mujer que amaba. Y es que estos dos son héroes, es decir, solitarios, gente que por delante de todo pone sus principios y su andante caballería, como don Quijote, gandores/perdedores que ganan sus batallas o las pierden, pero, aun perdiéndolas, ganan la gloria, pero al precio de palmarla o quedar arrinconados cuando las aguas vuelven a su cauce. Les da igual: hicieron lo que debían y punto. Yo, a la escena final, le veo otro matiz: Ethan se da la vuelta y ahí le espera su mundo, su desierto infinito de solitario indomable. Es un centauro del desierto (esta es una de esas películas en las que el título en español mejora el original). Mañana será otro día, ya vendrán otras.

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  2. Pues en esta ocasión, Pablo, no estoy de acuerdo contigo. Para mí Centauros del desierto es una película mucho más compleja que El hombre que mató a Liberty Valance. Y por ello el personaje Ethan Edwards difiere completamente del de Tom Doniphon (el héroe de El hombre que mató a Liberty Valance). Ethan no "hace lo que tiene que hacer y punto". Ethan se alimenta del odio, es puro rencor, es un producto de su tiempo y persigue a Scar más que por liberar a Debbie para vengarse de él, para matar al hombre que mató a su familia. No soporta la idea de que ese indio haya hecho suyo a la hija de su amada Martha, a su sobrina, a la que tal vez debiera haber sido su hija. Centauros del desierto es una película brutal, terrible, que apenas es capaz de respirar dentro del encorsetamiento habitual del cine de Hollywwod de la época. Con una narración circular que convierte en inútil la búsqueda obsesiva y demente de Ethan, que finalmente no sólo no mata a Scar, su doppelgänger, sino que debe lidiar con su incapacidad para acabar con su sobrina para así terminar con el horror de su propia existencia. Al verla, al levantarla con sus brazos, al mirarla a los ojos Ethan, tal vez en un último arrebato de lucidez, comprende que no puede matarla, que no puede meterle una bala entre las cejas, más allá de aquello en lo que se ha convertido aquella cría a la que conoció (algo que hemos intuido en la escena del fuerte). Y la devuelve al mundo, a la civilización, siendo consciente de que ese regreso al "mundo civilizado" será un nuevo infierno para ella (algo que Ford desarrolla con maestría en Dos cabalgan juntos). Después se para, nos mira, a través de la puerta, deja a los jóvenes caminar hacia el futuro, se da la vuelta... No camina hacia su mundo porque su mundo ya no existe. No regresa a ningún sitio porque ya nadie lo espera. Simplemente desaparece. Una línea en la historia. Apenas un apunte.
    (Perdón por el retraso en contestarte)

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