31 enero 2008

La estafa social de los 400 euros

Por fin un artículo de prensa, aparecido hoy en Público, hace una reflexión pausada y profunda sobre el “regalo” de 400 euros que Zapatero promete entregarnos a todos los españoles a cargo del dinero público (en el caso de ganar las elecciones, un importante matiz). Bueno, no a todos, ni mucho menos, sino sólo a los contribuyentes cuya declaración de la renta les haya salido a pagar. Un clarificador, comprensible e ilustrativo artículo. Y profundamente liberal. Por supuesto. Como la misma medida zapateril.

A medida que pasa el tiempo y reflexiono más sobre la medida menos me gusta, más lamentable me parece, más chantajista y caciquil y desde luego, aunque bajo el foco de la teoría económica pueda explicarse como progresiva, menos moralmente progresista me parece. Como explica muy bien Carlos Mulas-Granados, autor del artículo, la medida se puede entender como progresiva porque, respecto al dinero contante y sonante que cada contribuyente desembolsó, los 400 euros suponen un mayor tanto por ciento para aquéllos que posean rentas más bajas que para aquéllos que las tengan más altas. Y además, intenta compensar la subida de la vida que han supuesto las grandes alzas en los precios de hidrocarburos e hipotecas. Perfecto. Y después de cobrar los 400 euros (ya sea por vía directa o mediante bajada de los impuestos), qué. ¿Qué va a pasar? ¿De qué sirven estas ayudas directas que tal cuál entran salen del bolsillo de los más pobres para tapar deudas y descubiertos, y que se convertirán en calderilla para alguna cena para los más ricos? Y sobre todo, ¿forman parte de algún plan a largo plazo, fundamentado, meditado, que favorezca a los contribuyentes netos de este país? ¿o es el chocolate del loro que sirve para satisfacer las demandas inmediatas de una clase media baja que ve como sus sueños de vivir por encima de las posibilidades de sus tristes sueldos se van al traste en cuanto la economía global se ha resfriado? ¿Y si enferma un poco más? ¿800? ¿Y de dónde saldrán?

El coste total del “invento” será de unos 5.000 millones de euros, una cuarta parte del superávit que dicen tiene el Estado este año. El planteamiento que debiera hacerse desde los sectores que se autodenominan progresistas del PSOE, es que como es posible que su gobierno se jacte de contar con superávit a costa de los impuestos de los contribuyentes, cuando hay enormes carencias, déficits y problemas en sectores sociales claves: educación, sanidad, servicios asistenciales, sector público de la vivienda, etc. Por poner sólo un ejemplo: el presupuesto para educación del Gobierno en el año 2008, en aquellos aspectos que no competen a las autonomías, es de sólo 2.831,33 millones de euros, poco más de la mitad del coste de la medida anunciada. O, siguiendo con la educación, el presupuesto educativo de la Comunidad de Madrid para 2008 es de 4781 millones de euros, una cifra aún inferior a la que supone el “obsequio” progresista de Zapatero.

Es evidente, desde un óptica progresista, de izquierdas, o como demonios quiera llamarse, que ese dinero debiera servir, junto a los otros 15.000 millones del superávit, para vertebrar socialmente este país, para invertir en servicios básicos que no se queden en meras pagas directas (como el famoso cheque-bebe). Pagas éstas que no tienen en cuenta la situación social y económica de aquéllos que las reciben, que son de nula progresividad fiscal, y que en ningún caso forman parte de un plan específico conocido de ingresos directos, que sirva para luchar contra las injusticias sociales que genera nuestro sistema económico, y al que se podrían asemejar en su forma pero no en su ideología (como sería la discusión acerca de la viabilidad de una renta básica universal para todos los ciudadanos).

Ese superávit, invertido en uno solo de los campos señalados (educación, sanidad, vivienda...) serviría para impulsar definitivamente soluciones de largo recorrido que mejoraran la vida de todos los españoles. Pero claro, no serían medidas cuyos resultados se vieran a corto plazo. No servirían para ganar unas elecciones, no servirían para movilizar al electorado. Y esto es algo que un político, sea del signo que sea, no puede soportar. De esta forma Zapatero dispone con alegría del dinero de nuestros impuestos, cometiendo el peor error que un gestor y representante del pueblo puede cometer: utilizarlo alegremente para perpetuarse en el poder, para chantajear a los votantes, revisando y renovando los viejos métodos caciquiles de compra del voto de manera torticera.

Sólo hay que fijarse en lo claro que lo tiene el autor del artículo, y lo que aconseja al Gobierno: "Sin embargo, es cierto que la medida podría haberse extendido a los autónomos. Aunque ellos tributan con un sistema distinto, sería bueno que el Gobierno considerara incluirlos de alguna forma en la rebaja fiscal, porque tienen rentas medias, han sufrido el alza de precios como los demás, y además son un importante conjunto de votantes"

¿Se puede decir con mayor claridad?

23 enero 2008

Obscena desfachatez

Aznar hace un par de días (ver el vídeo hasta el final):



Aznar en 2003, en la célebre entrevista con Buruaga, afirmando sin pudor que en Irak había armas de destrucción masiva. No había ninguna duda, ninguna:



"Un gobernante que ha engañado conscientemente a los ciudadanos queda inhabilitado para seguir gobernando"

Siempre podrá justificarse en que él no iba a seguir gobernando. Podía mentirnos sin pudor. por nuestro bien. Por nuestro gran futuro de alianza con las grandes potencias. Por la foto de las Azores.

Menudo hijo de puta. Vaya derecha que nos ha dejado como herencia.

20 enero 2008

Más de dos años

Me comenta un amigo que el tono del blog es excesivamente crítico, que la línea seguida es muy negativa, que nada hay que parezca gustarme, y que a todo le pongo pegas. Me afectó lo que me dijo. Durante unos días me ha rondado por la cabeza. Analizando la crítica, estudiándola, valorándola. No termina de convencerme. No. Aunque la respeto por venir de quién viene. Pero al final me parece que es como cuando me dicen que soy muy pesado, o que mis posts son muy largos. Nada me dicen esos comentarios sobre el estilo, el ritmo, los argumentos, mi manera de enfocar el mundo, mi pelea contra las ideas estáticas y las convenciones ideológicas. Nada, me quedo en blanco ante ellos, desanimado. Porque sobre eso sí admito la crítica, aún siendo dolorosa, porque de eso va este blog, sólo de eso, de opinar y discutir, y de que opinando los demás discutan sobre lo que escribo. Directamente, o a través de conversaciones posteriores.

Decía Albiac, en alguna de sus obras, que él había consagrado su vida a la puntuación. Yo le entiendo. A la perfección. Puedes tener cosas que decir, interesantes incluso, pero el cómo lo cuentas, el estilo, la estética. Eso es lo importante. Al menos para mí. No soy escritor. Seguramente no lo seré nunca. Los proyectos quedarán arrinconados en algún disco duro de algún ordenador en algún callejón oscuro. Los “nov1”, “nov2”, “proyecto” “ideas”, “guióncorto” esperan en vano que me acerque a ellos para desarrollarlos, para darles la vida definitiva, otorgarles una existencia más allá de sus explosivos orígenes, repletos de ilusión, diversión y whisky. A partes iguales.

Pero una cosa es arrugarse ante el previsible fracaso, una cosa es aceptar las limitaciones personales, dejar pasar el tiempo, y otra cosa es dejar de ejercitar el arte de escribir. Mejor o peor. Y pensar, reflexionar, criticar… escribiendo. Asumiendo que el motor que me mueve a encender el ordenador suele ser el cabreo, la irritación, el enojo e incluso el berrinche puntual. Pero también que gracias a este blog me pauso, estructuro lo que pienso, doy formato a mi visión del mundo, me sirve para ordenar ideas y, fundamentalmente, me divierte y me entretiene, haciéndome escribir con continuidad y autoexigencia.

Hace años que siempre repito lo mismo: sólo la pasión, sólo la emoción, merecen la pena en la vida. Ser capaz de sentir, de cabrearte, de conmoverte, por algo, por lo que sea, ya hace que las cosas merezcan la pena. El estatismo, el conformismo vital, la falta de ímpetu son el gran mal, son el horror. Y todos hemos estado ahí, en algún momento, cayendo al abismo, siendo devorados por las llamas de lo gris. Me afectan las críticas, por supuesto, más me gustarían si fueran halagos. Pero ni lo uno ni lo otro son el verdadero leitmotiv de esta cosa que tiene ya más dos años de vida. Siempre fue el mismo, y continúa siéndolo: conseguir discutir y compartir mis ideas.

Y a veces, pocas, funciona.

10 enero 2008

Preguntas sin respuestas (enero 2008)

  • ¿Por qué en este país no se puede hablar de República sin que te miren o bien como un osado izquierdista radical, compañero de pañuelo palestino y camisa del Che, o bien como un peligroso elemento subversivo, nostálgico de la II República y deseoso de matar curas y violar monjas?
  • ¿Por qué se suele confundir conversación banal y social con conversación insufrible donde se cuentan miserias personales sobre las que uno no tiene el menor interés?
  • ¿Por qué el clásico postvacacional navideño:"¿qué tal, como te lo has pasado?" ha sido sustituido por el entrometido y molesto:”¿qué tal, dónde has estado?”... Cuando en el fondo nos importa un carajo...
  • ¿Por qué entre los profesores el comentario más escuchado tras unas largas vacaciones es: "¡qué pesados están los niños! ¡han vuelto fatal!"?... ¿Se han fijado el estado lastimoso y desmotivado en el que muchos de ellos mismos vuelven?
  • ¿Por qué la SGAE se va a llevar calentito el importe del canon digital cuando la gran mayoría de los españoles no se descarga una puñetera película española en todo el año?
  • ¿Por qué tengo la sensación de que mi generación ve cada vez menos cine y cada vez más series de televisión, de que para ellos el cine ya no es una necesidad cultural a reivindicar, que ni siquiera hay ya que fingir interés por él para no parecer un paleto integral?
  • ¿Por qué nadie hace un estudio serio sobre los padres actuales, su enorme debilidad y laxitud, su exasperante incapacidad de actuar con una serie de principios lógicos y razonables; un estudio que hablase de la triste educación utilitarista y resultadista que se da a los chavales en casa, la errática y fallida técnica de castigos y premio imposibles, y la soledad real a la que se ve abocada la generación MP3?
  • ¿Por qué no decimos de una vez todos los que lo pensemos que invertir en ladrillo es una jodida inmoralidad es este país, y que gran parte de la culpa de lo que sucede con el tema de la vivienda la tienen nuestros padres, los padres de los mileuristas, los sociatas de los 80 y los que no lo eran, que ciegos de capitalismo y rentabilidad quisieron y quieren duplicar e incluso triplicar sus ahorros sin asomo de sonrojo mediante la venta y alquiler de pisos?
  • ¿Por qué los que pagan impuestos y cumplen las reglas son tontos y los que no, son unos espabilados, unos simpáticos pícaros? ¿Por qué esta sociedad premia y favorece así a los mierdas?
  • ¿Por qué se derrumba un colegio privado que se subvenciona con dinero público (los llaman concertados) y en la prensa ese detalle casi no aparece y, lo más importante, no significa nada? ¿Qué hubiera pasado y que se habría dicho si fuera público? ¿Cómo encima tienen la desfachatez de hablar de “milagro divino” y de insinuar que la Comunidad de Madrid debe ayudar a arreglar los desperfectos cuando habían construido esa aberración arquitectónica sin los permisos en regla?

01 enero 2008

Contradicciones navideñas

  • La guardia civil intercepta a dos inmigrantes que intentaban cruzar a nado el Estrecho de Gibraltar. Serán devueltos a sus países de origen. Una nota a pie de página en el periódico. Mientras, David Meca es entrevistado en la Ser, como un héroe. Su gesta: cruzará de nuevo a nado el Estrecho. Paradojas.
  • Recuerdo las palabras de Solbes mientras pago 1,35 euros por una botella de agua de 33 cl en la estación del AVE. Pago con 1,40 y recojo con avidez los cinco céntimos de vuelta. ¿Problemas con la interiorización? Sí, pero no míos, ni de los demás consumidores.
  • El euríbor por todo lo alto, las hipotecas disparadas, los analistas advirtiendo entre dientes de una posible crisis de consumo, por falta de liquidez, en las familias españolas. La calle Preciados de Madrid es un hervidero de personas. Casi no se puede caminar. Las luces de los comercios atraen como la miel a las tontas moscas que gastan sin medida. Ya se sabe, estamos en fiestas, ¿qué otra cosa hacer?. Mi cuñado me habla de la cantidad de gente que conoce que pide créditos para consumir más. La visa se dispara. Ya se pagará mañana. Menudo mañana les espera a algunos, pienso, mientras entro a comprar lo que sea en uno de esos comercios.
  • Abrazo a quien no quiero, dejo de ver a quien realmente me apetece, como hasta el hastío, pero bebo menos de lo habitual. Es la Navidad.
  • Son las ocho de la mañana. Los dos jóvenes, vecinos de la casa que me acoge en fin de año, discuten, se muerden, se insultan, se gritan. Acaban de celebrar la despedida del año. Recuerdo sus voces horas antes cuando me impedían dormir, mientras destrozaban canciones con sus voces ebrias. Después de la disputa se duermen. Odiándose. Yo me levanto. Mientras me lavo los dientes pienso en el espíritu de la Navidad. Y en las tetas que provocaron la discusión.
  • Existen límites antropológicos, seres a medio desarrollar que siguieron creciendo sin que su cerebro se enterase; y mucho menos su capacidad de dicción y comprensión del lenguaje. Conozco a uno en casa de mi hermana. Es hembra.
  • Una nueva sobrina llega al mundo. Todo el mundo extrae conclusiones sobre su físico, su parecido, su genética dominante; los adultos se agolpan sobre ella, la miran, la escudriñan, estudian sus movimientos, elaboran tesis. Yo no veo nada de lo que ellos ven. Pero me encanta el miniwhisky tranquilo en casa de los satisfechos padres. Un ratito sólo. Pasarán meses.
  • Camino por Sevilla antes de volver a mi añorado Madrid. Redescubro la ciudad donde nací gracias a un fantástico paseo, vislumbro rincones que no visitaré, bares en los que no entraré, cafeterías donde no discutiré. La miro con otros ojos, que se apenan por lo que no hicieron a los veinte años. El Aljarafe encorseta y marca sin que uno se dé siquiera cuenta. Aún hoy, pienso con pena. De vuelta monto en el autobús de las montañas, y entiendo alguna de las cosas que siempre detesté de mi ciudad. Los gritos verduleros ensordecen mis pensamientos.