Mostrando entradas con la etiqueta Blog. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Blog. Mostrar todas las entradas

20 enero 2008

Más de dos años

Me comenta un amigo que el tono del blog es excesivamente crítico, que la línea seguida es muy negativa, que nada hay que parezca gustarme, y que a todo le pongo pegas. Me afectó lo que me dijo. Durante unos días me ha rondado por la cabeza. Analizando la crítica, estudiándola, valorándola. No termina de convencerme. No. Aunque la respeto por venir de quién viene. Pero al final me parece que es como cuando me dicen que soy muy pesado, o que mis posts son muy largos. Nada me dicen esos comentarios sobre el estilo, el ritmo, los argumentos, mi manera de enfocar el mundo, mi pelea contra las ideas estáticas y las convenciones ideológicas. Nada, me quedo en blanco ante ellos, desanimado. Porque sobre eso sí admito la crítica, aún siendo dolorosa, porque de eso va este blog, sólo de eso, de opinar y discutir, y de que opinando los demás discutan sobre lo que escribo. Directamente, o a través de conversaciones posteriores.

Decía Albiac, en alguna de sus obras, que él había consagrado su vida a la puntuación. Yo le entiendo. A la perfección. Puedes tener cosas que decir, interesantes incluso, pero el cómo lo cuentas, el estilo, la estética. Eso es lo importante. Al menos para mí. No soy escritor. Seguramente no lo seré nunca. Los proyectos quedarán arrinconados en algún disco duro de algún ordenador en algún callejón oscuro. Los “nov1”, “nov2”, “proyecto” “ideas”, “guióncorto” esperan en vano que me acerque a ellos para desarrollarlos, para darles la vida definitiva, otorgarles una existencia más allá de sus explosivos orígenes, repletos de ilusión, diversión y whisky. A partes iguales.

Pero una cosa es arrugarse ante el previsible fracaso, una cosa es aceptar las limitaciones personales, dejar pasar el tiempo, y otra cosa es dejar de ejercitar el arte de escribir. Mejor o peor. Y pensar, reflexionar, criticar… escribiendo. Asumiendo que el motor que me mueve a encender el ordenador suele ser el cabreo, la irritación, el enojo e incluso el berrinche puntual. Pero también que gracias a este blog me pauso, estructuro lo que pienso, doy formato a mi visión del mundo, me sirve para ordenar ideas y, fundamentalmente, me divierte y me entretiene, haciéndome escribir con continuidad y autoexigencia.

Hace años que siempre repito lo mismo: sólo la pasión, sólo la emoción, merecen la pena en la vida. Ser capaz de sentir, de cabrearte, de conmoverte, por algo, por lo que sea, ya hace que las cosas merezcan la pena. El estatismo, el conformismo vital, la falta de ímpetu son el gran mal, son el horror. Y todos hemos estado ahí, en algún momento, cayendo al abismo, siendo devorados por las llamas de lo gris. Me afectan las críticas, por supuesto, más me gustarían si fueran halagos. Pero ni lo uno ni lo otro son el verdadero leitmotiv de esta cosa que tiene ya más dos años de vida. Siempre fue el mismo, y continúa siéndolo: conseguir discutir y compartir mis ideas.

Y a veces, pocas, funciona.

13 diciembre 2005

Motivos y ambiciones

Comienzo esta historia con cierta aprensión y respeto. Recuerdo la primera vez que me decidí a escribir una especie de diario hace ya más de ocho años y como experimenté entonces una sensación parecida. Esa sensación de vértigo y duda ante los motivos que me llevaron entonces a hacerlo es, en parte, parecida a la que hoy siento al empezar esta aventura, pero no es la misma. Los nuevos motivos difieren de aquéllos y el punto de exhibicionismo que supone esta idea de publicar en la red lo que pienso es algo que me preocupa, perturba y lo hace completamente diferente. Por otro lado el diario sirvió principalmente para contar y escribir sobre sentimientos y sensaciones personales que guardé para mí y, sólo ocasionalmente, derivó en una especie de semilla de lo que ahora quiero empezar a indagar aquí : la posibilidad de reflexionar, escribiendo, sobre aquello que me ocupa y me preocupa, aquello que hace que me considere y sienta quien soy, tan alejado de asfixiantes, simplistas y algo patéticas clasificaciones basadas en el trabajo, la edad, los estudios o incluso la afiliación política o religiosa que todos solemos hacer sobre los demás para así, tranquilos, una vez parametrizado al enemigo, poder continuar viviendo en nuestras profundas y bien cavadas trincheras personales, con nuestros hologramas sociales a pleno funcionamiento y sin sentir la necesidad de revisar en alguna ocasión si nuestros formas de vida diarias se asemejan en algo a aquellos que fueron alguna vez nuestros planteamientos vitales y que incluso (ciegamente conscientes) decimos que continúan siéndolos.

Reflexionar escribiendo y por tanto disfrutando sobre política, cine, literatura, actualidad o sobre aquello que me consuma o enerve por dentro. Sin más límites que mi propia pereza y desidia habitual. Con la esperanza de producir algo de forma más o menos continuada y que sirva para que cercanos, amigos y todo aquel que desee aporte discursos, discusiones e incluso consigamos entre algunos extrañas discursiones