13 noviembre 2022

#CadaDíaUnaPelícula

Hace aproximadamente un año, yendo en el metro a trabajar a mi instituto, se me ocurrió la idea publicar tuits diarios solo para recordar y homenajear a algunas de esas películas que tan feliz me han hecho desde hace tanto tiempo. Sobre la marcha, y sin ninguna intención de exhaustividad, la idea terminó concretándose en semanas dedicadas a alguna temática en particular (ya fuera un director, o un género, o lo que se me iba ocurriendo sobre la marcha), de manera que cada día, con el hashtag #CadaDíaUnaPelícula (con el que se pueden encontar en Twittter), publicaba cuatro fotogramas de la película en cuestión y al día siguiente descubría su nombre y colgaba su poster (en español, a ser posible, y del momento en el que se estrenó).

De esta manera, durante un año, he ido homenajeando a películas que, por un motivo u otro, me impactaron, recuerdo ya tan solo con cariño, me parecen buenas o muy buenas o considero que son obras maestras. Sin distinguir entre ellas, tan solo con la intención de festejarlas. El viaje acaba hoy, con el listado de las 367 películas que he ido seleccionado durante todo este tiempo. No descarto retomar la idea con una segunda tanda pero, de momento, toca parar. Fue un placer.

#CadaDíaUnaPelícula

1. Centauros del desierto (John Ford, 1956).     

2. Planeta prohibido (Fred M. Wilcox, 1956)

3. Stalker (Andrei Tarkovsky, 1979).

4. Léolo (Jean-Claude Luzon, 1992)

5. La caza (Carlos Saura, 1966)

6. Fausto (F. W. Murnau, 1926)

7. El crepúsculo de los dioses (Billy Wilder, 1950)

8. Soylent Green (Richard Fleischer, 1973)

9. El gabinete del doctor Caligari (Robert Wiene, 1920)

10. Dead Man (Jim Jarmusch, 1995)

11. Las uvas de la ira (John Ford, 1940)

12. La sal de la tierra (Herbert Biberman, 1954)

13. Dos días, una noche (hermanos Dardenne, 2014)

14. Los sobornados (Fritz Lang, 1953)

15. El tercer hombre (Carol Reed, 1949)

16. Detour (Edgar G. Ulmer, 1945).

17. Cautivos del mal (Vincente Minnelli, 1952).

18. Dos semanas en otra ciudad (Vincente Minnelli, 1962).

#AventurasClásicas

19. El halcón y la flecha (Jacques Tourneur, 1950).

20. Cuando ruge la marabunta (Byron Haskin,1954)

21. Las minas del Rey Salomón (Andrew Marton, 1950)

22. El capitán Blood (Michael Curtiz, 1935)

23. Todos los hermanos eran valientes (Richard Thorpe, 1953).

24. La jungla en armas (Henry Hathaway, 1939).

25. El temible burlón (Robert Siodmak, 1952).

26. Los vikingos (Richard Fleischer, 1958).

#WesternClásico

27. Los que no perdonan (John Huston, 1960).

28. La ley del talión (Delmer Daves, 1956).

29. La legión invencible (John Ford, 1949).

30. Johnny Guitar (Nicholas Ray, 1954).

31. Encubridora (Fritz Lang, 1952).

32. Colorado Jim (Anthony Mann, 1953).

33. Los profesionales (Richard Brooks, 1966).

#CineEspañolClásico

34. Calle Mayor (Juan Antonio Bardem, 1956).

35. Plácido (Luis García Berlanga, 1961).

36. La torre de los siete jorobados (Edgar Neville, 1944).

37. Viridiana (Luis Buñuel, 1961).

38. El espíritu de la colmena (Víctor Erice, 1973).

39. El cochecito (Marco Ferreri, 1960).

40. Bienvenido, Míster Marshall (Luis García Berlanga, 1953)

#CineLatinoamericanoSigloXX

41. Un lugar en el mundo (Adolfo Aristarain, 1992).

42. Estación central de Brasil (Walter Salles, 1998).

43. Martín (Hache) (Adolfo Aristarain, 1997).

44. Ciudad de Dios (Fernando Meirelles, 2002).

45. Los olvidados (Luis Buñuel, 1950).

46. Amores perros (Alejandro González Iñárritu, 2000).

47. La historia oficial (Luis Puenzo, 1985).

#CineHistóricoHollywood

48. Lo que el viento se llevó (Víctor Fleming, 1939).

49. Sinuhé, el egipcio (Michael Curtiz, 1954).

50. Lawrence de Arabia (David Lean, 1962).

51. Ben-Hur (William Wyler, 1959).

52. Espartaco (Stanley Kubrick, 1960).

53. Doctor Zhivago (David Lean, 1965).

54. Casablanca (Michael Curtiz, 1942).

#MusicalesClásicos

55. Cantando bajo la lluvia (Stanley Donen, 1952).

56. Cabaret (Bob Fosse, 1972).

57. Mary Poppins (Robert Stevenson, 1964).

58. Sonrisas y lágrimas (Robert Wise, 1965).

59. Brigadoon (Vincente Minnelli, 1954).

60. My Fair Lady (George Cukor, 1964).

61. Un americano en París (Vincente Minnelli, 1951).

#CineDeAventurasAños80

62. Lady Halcón (Richard Donner, 1985).

63. Los inmortales (Russell Mulcahy, 1986).

64. Willow (Ron Howard, 1988).

65. Indiana Jones y el templo maldito (Steven Spielberg, 1984).

66. Conan, el bárbaro (John Milius, 1982).

67. El guerrero rojo/Red Sonja (Richard Fleischer, 1985).

68. Krull (Peter Yates, 1983).

#CienciaFicciónAños50

69. La invasión de los ladrones de cuerpos (Don Siegel, 1956).

70. La guerra de los mundos (Byron Haskin, 1953).

71. El enigma de otro mundo (Christian Niby, 1951).

72. Viaje al centro de la tierra (Henry Levin, 1959).

73. La humanidad en peligro (Gordon Douglas, 1954).

74. Cuando los mundos chocan (Rudolph Maté, 1951).

75.  Invasores de Marte (William Cameron Menzies, 1953).

#CineNegro

76. Laura (Otto Preminger, 1944).

77. Sed de mal (Orson Welles, 1958).

78. Perdición (Billy Wilder, 1947).

79. El sueño eterno (Howard Hawks, 1946).

80. Perversidad (Fritz Lang, 1945).

81. El halcón maltés (John Huston, 1941).

82. En un lugar solitario (Nicholas Ray, 1950).

#JohnFordFueraDelWestern

83. Four Sons (John Ford, 1928).

84. El delator (John Ford, 1935).

85. Hombres intrépidos (John Ford, 1940).

86. ¡Qué verde era mi valle! (John Ford, 1941).

87. El hombre tranquilo (John Ford, 1952).

88. Mogambo (John Ford, 1953).

89. Siete mujeres (John Ford, 1966).

#CienciaFicciónAños60

90. El tiempo en sus manos (George Pal, 1960).

91. Viaje alucinante (Richard Fleischer, 1966).

92. El planeta de los simios (Franklin J. Schaffner, 1968).

93. 2001, una odisea del espacio (Stanley Kubrick, 1968).

94. IKARIE XB 1 (Jindrich Polák, 1963).

95.  El pueblo de los malditos (Wolf Rilla, 1960).

96.  Farenheit 451 (Francis Truffaut, 1966).

#TruffautGodard

97. Los 400 golpes (François Truffaut, 1959).

98. Al final de la escapada (Jean-Luc Godard, 1960).

99. Jules y Jim (François Truffaut, 1962).

100. Banda aparte (Jean-Luc Godard, 1964).

101. La habitación verde (François Truffaut, 1978).

102. El desprecio (Jean-Luc Godard, 1963).

103. La noche americana (François Truffaut, 1973).

#CienciaFicciónAños70

104. La fuga de Logan (Michael Anderson, 1976).

105. La amenaza de Andrómeda (Robert Wise, 1971).

106. Alien (Ridley Scott, 1979).

107. Mad Max (George Miller, 1979).

108. El último hombre vivo (Boris Sagal, 1971).

109. Sucesos en la IV fase (Saul Bass, 1974).

110. Solaris (Andrei Tarkovski, 1972).

#WesternsModernos

111. El jinete pálido (Clint Eastwood, 1985).

112. La puerta del cielo (Michael Cimino, 1980).

113. Bailando con lobos (Kevin Costner, 1990).

114. Sin perdón (Clint Eastwood, 1992).

115. Silverado (Lawrence Kasdan, 1985).

116. Bone Tomahawk (S. Craig Zahler, 2015).

117. Hostiles (Scott Cooper, 2017).

#AventurasAños90

118. El guerrero número 13 (John McTiernan, 1999).

119. Los demonios de la noche (Stephen Hopkins, 1996).

120. Robin Hood (Kevin Reynolds, 1991).

121. La momia (Stephen Sommers, 1999).

122. Sleepy Hollow (Tim Burton, 1999).

123. Braveheart (Mel Gibson, 1995).

124. La máscara del Zorro (Martin Campbell, 1998).

#MusicalesModernos

125. Grease (Randal Kleiser, 1978).

126. Moulin Rouge (Baz Luhrmann, 2001).

127. Los miserables (Tom Hooper, 2012).

128. Bailar en la oscuridad (Lars von Trier, 2000).

129. Once (John Carney, 2007).

130. All That Jazz (Bob Fosse, 1979).

131. Pesadilla antes de Navidad (Henry Selick, 1993).

#RealismoMágico

132. El año pasado en Marienbad (Alain Resnais, 1961).

133. La ciencia del sueño (Michel Gondry, 2006).

134. Donnie Darko (Richard Kelly, 2001).

135. Ruby Sparks (Jonathan Dayton y Valerie Faris, 2012).

136. Synecdoche, New York (Charlie Kaufman, 2008).

137. Cómo ser John Malkovich (Spike Jonze, 1999).

138. Eduardo Manostijeras (Tim Burton, 1990).

#CienciaFicciónAños80(1)

139. Dune (David Lynch, 1984).

140. Aliens (James Cameron, 1986).

141. Desafío total (Paul Verhoeven, 1990). (¡Era del 90!)

142. Terminator (James Cameron, 1984).

143. Depredador (John McTiernan, 1987).

144. Robocop (Paul Verhoeven, 1987).

144. (repetida)The Abyss (James Cameron, 1989).

#CienciaFicciónAños80(2)

145. Atmósfera cero (Peter Hyams, 1981).

146. Están vivos (John Carpenter, 1988).

147. 2010: Odisea dos (Peter Hyams, 1984).

148. 1997, rescate en Nueva York (John Carpenter, 1981)

149. Brazil (Terry Gilliam, 1985).

150. O-bi, o-ba: el fin de la civilización (Piotr Szulkin, 1985).

151. Gremlins (Joe Dante, 1984).

 #ClásicosDeSemanaSanta

152. Quo vadis? (Mervyn LeRoy, 1951).

153. La túnica sagrada (Henry Koster, 1953).

154. Los diez mandamientos (Cecil B DeMille, 1956).

155. Salomón y la reina de Saba (King Vidor, 1959).

156. Sodoma y Gomorra (Robert Aldrich, 1962).

157. Los últimos días de Pompeya (Mario Bonnard, 1959).

158. El coloso de Rodas (Sergio Leone, 1961).

#JuiciosClásicos

159. Doce hombres sin piedad (Sidney Lumet, 1957).

160. Testigo de cargo (Billy Wilder, 1957).

161. Matar a un ruiseñor (Robert Mulligan, 1962).

162. La herencia del viento (Stanley Kramer, 1960).

163. Anatomía de un asesinato (Otto Preminger, 1959).

164. El sargento negro (John Ford, 1960).

165. ¿Vencedores o vencidos? (Stanley Kramer, 1961).

#CineBélicoClásico

166. Senderos de gloria (Stanley Kubrick, 1957).

167. El puente sobre el río Kwai (David Lean, 1957).

168. La gran evasión (John Sturges, 1963).

169. No eran imprescindibles (John Ford, 1945).

170. La infancia de Iván (Andrei Tarkovsky, 1962).

171. Trenes rigurosamente vigilados (Jirí Menzel, 1966).

172. Los cañones de Navarone (J. Lee Thomson, 1961).

#LoMejorDeSpielberg

173. Tiburón (Steven Spielberg, 1975).

174. En busca de arca perdida (Steven Spielberg, 1981).

175. E. T. el extraterrestre (Steven Spielberg, 1982).

176. El Imperio del sol (Steven Spielberg, 1987).

177. Parque Jurásico (Steven Spielberg, 1993).

178. La lista de Schindler (Steven Spielberg, 1993).

179. Minority Report (Steven Spielberg, 2002).

#CienciaFicciónAños90

180. Horizonte final (Paul W.S. Anderson, 1997).

181. Terminator 2 (James Cameron, 1991).

182. Gattaca (Andrew Niccol, 1997).

183. Starship Troopers (Paul Verhoeven, 1997).

184. Dark City (Alex Proyas, 1998).

185. Matrix (hermanas Wachowski, 1999).

186. 12 monos (Terry Gilliam, 1995).
#CienciaFicciónAños90(2)

187. El quinto elemento (Luc Besson, 1997).

188. Contacto (Robert Zemeckis, 1997).

189. Stargate (Roland Emmerich, 1994).

190. Mimic (Guillermo del Toro, 1997).

191. Alien 3 (David Fincher, 1992).

192. Mars Attacks! (Tim Burton, 1996).

193. Días extraños (Kathryn Bigelow, 1995).

#JuiciosModernos

194. Veredicto final (Sidney Lumet, 1982)

195. Acusados (Jonathan Kaplan, 1988).

196. Algunos hombres buenos (Rob Reiner, 1992).

197. En el nombre del padre (Jim Sheridan, 1993).

198. JFK (Oliver Stone, 1991).

199. Aguas oscuras (Todd Haynes, 2019).

200. El juicio de los 7 de Chicago (Aaron Sorkin, 2020).

#LegendariaCarneDePerro

201. Curso de 1999 (Mark L. Lester, 1990).

202.  The Room (Tommy Wiseau, 2003).

203. El cuchitril de Joe (John Payson, 1996).

204. Campo de batalla: la Tierra (Roger Christian, 2000).

205. Comando (Mark L. Lester, 1985)

206. Cobra (George P. Cosmatos, 1986).

207. Plan 9 del espacio exterior (Ed Wood, 1959).

#DramasDeHollywood

208. El buscavidas (Robert Rossen, 1961).

209. El nadador (Frank Perry, 1968).

210. Eva al desnudo (Joseph L. Mankiewicz, 1950).

211. La torre de los ambiciosos (Robert Wise, 1954).

212. Un tranvía llamado Deseo (Elia Kazan, 1951).

213. Gigante (George Stevens, 1956).

214. El árbol de la vida (Edward Dmytryk, 1957).

#CineBélicoModerno

215. Apocalypse Now (Francis Ford Coppola, 1979).

216. El cazador (Michael Cimino, 1978).

217. La chaqueta metálica (Stanley Kubrick, 1987).

218. Nacido el cuatro de julio (Oliver Stone, 1989).

219. Salvar al soldado Ryan (Steven Spielberg, 1998).

220. 1917 (Sam Mendes, 2019).

221. Gallipoli (Peter Weir, 1981).

#MurnauLangAños20

222. Nosferatu (F. W. Murnau, 2022).

223. La muerte cansada (Fritz Lang, 1921).

224. Phantom (F.W. Murnau, 1922).

225. El Doctor Mabuse (Fritz Lang, 1922).

226. El último (F. W. Murnau, 1924).

227. Metrópolis (Fritz Lang, 1927).

228. Amanecer (F. W. Murnau, 1927).

#ComediasClásicas

229. Sopa de ganso (Leo McCarey, 1933).

230. Ser o no ser (Ernest Lubitsch, 1942).

231. El apartamento (Billy Wilder, 1960).

232. Uno, dos, tres (Billy Wilder, 1961).

233. Historias de Filadelfia (George Cukor, 1940).

234. Sucedió una noche (Frank Capra, 1934).

235. La fiera de mi niña (Howard Hawks, 1938).

#CienciaFicciónAños2000

236. Hijos de los hombres (Alfonso Cuarón, 2006).

237. Sunshine (Danny Boyle, 2007).

238. V de Vendetta (James McTeigue, 2005).

239. Código 46 (Michael Winterbottom, 2003).

240. A. I. Inteligencia Artificial (Steven Spielberg, 2001).

241. Moon (Duncan Jones, 2009).

242. Distrito 9 (Neil Blomkamp, 2009).

#CineIndieAmericanoAños70y80

243. Una mujer bajo la influencia (John Cassavetes, 1974).

244. Malas calles (Martín Scorsese, 1973).

245. Dark Star (John Carpenter, 1974).

246. Haz lo que debas (Spike Lee, 1989).

247. Cabeza borradora (David Lynch, 1977).

248. Sexo, mentiras y cintas de vídeo (Steven Soderbergh, 1989).

249. Sangre fácil (Hermanos Coen, 1984).

#LoMejorDeHowardHawks

250. Luna nueva (Howard Hawks, 1940).

251. Solo los ángeles tienen alas (Howard Hawks, 1939).

252. Río Rojo (Howard Hawks, 1948).

253. Río Bravo (Howard Hawks, 1959).

254. El Dorado (Howard Hawks, 1966).

255. Tener y no tener (Howard Hawks, 1944)

256. Scarface (Howard Hawks, 1932).

#NeorrealismoItaliano

257. Roma, ciudad abierta (Roberto Rossellini, 1945).

258. Ladrón de bicicletas (Vittorio De Sica, 1948).

259. Alemania, año cero (Roberto Rossellini, 1948).

260. Arroz amargo (Giuseppe de Santis, 1949).

261. Stromboli (Roberto Rossellini, 1950).

262. Rocco y sus hermanos (Luchino Visconti, 1960).

263. El limpiabotas (Vittorio De Sica, 1946).

#CineIndieAmericanoAños90

264. Clerks (Kevin Smith, 1994).

265. Las vírgenes suicidas (Sofia Coppola, 1999).

266. Ghost Dog (Jim Jarmush, 1999).

267. Happiness (Todd Solonz, 1998).

268. Academia Rushmore (Wes Anderson, 1998).

269. Bienvenidos a la casa de muñecas (Todd Solondz, 1995).

270. Pi, fe en el caos (Darren Aronofsky, 1998).

#CineDeZombis

271. Soy leyenda (Francis Lawrence, 2007).

272. Guerra Mundial Z (Marc Forster, 2013).

273. 28 días después (Danny Boyle, 2002).

274. Melanie, The Girl With All The Gifts (Colm McCarthy, 2016).

275. Amanecer de los muertos (Zack Snyder, 2004).

276. Shaun of the Dead/Zombies Party (Edgar Wright, 2004).

277. Zombieland (Ruben Fleischer, 2009).

#CineIndieAmericanoAños2000

278. Little Miss Sunshine (Jonathan Dayton y Valerie Faris, 2006).

279. Lost in translation (Sofía Coppola, 2003).

280. ¡Olvídate de mí! (Michel Gondry, 2004).

281. Réquiem por un sueño (Darren Aronofsky, 2000).

282. Adaptation/El ladrón de orquídeas (Spike Jonze, 2002).

283. Memento (Christopher Nolan, 2000).

284. The Royal Tenembaums (Wes Anderson, 2001).

#CienciaFicciónAños2010(1)

285. Interstellar (Christopher Nolan, 2014).

286. Mad Max: Fury Road (George Miller, 2015).

287. La llegada (Denis Villeneuve, 2016).

288. Blade Runner 2049 (Denis Villeneuve, 2017).

289. Origen (Christopher Nolan, 2010).

290. El atlas de las nubes (Hnas. Wachowski y Tom Tykwer, 2012)

291. Al filo del mañana (Doug Liman, 2014).

#CineIndieAmericanoAños2010(1)

292. The Florida Project (Sean Baker, 2017).

293. Comanchería (David Mackenzie, 2016).

294. Boyhood (Richard Linklater, 2014).

295. Tenemos que hablar de Kevin (Lynne Ramsay, 2011).

296. Frances Ha (Noah Baumbach, 2012).

297. Wind River (Taylor Sheridan, 2017).

298. Drive (Nicolas Winding Refn, 2011).

#CineIndieAmericanoAños2010(2)

299. Paterson (Jim Jarmusch, 2016).

300. Frank (Lenny Abrahamson, 2014).

301. Moonrise Kingdom (Wes Anderson, 2012).

302. Nightcrawler (Dan Gilroy, 2014).

303. Take Shelter (Jeff Nichols, 2011).

304. Mistress America (Noah Baumbach, 2015).

305. A Ghost Story (David Lowery, 2017).

#LoMejorDeHaneke

306. El séptimo continente (Michael Haneke, 1989).

307. 71 fragmentos de una cronología del azar (Michael Haneke, 1994).

308. El vídeo de Benny (Michael Haneke, 1992).

309. Funny Games (Michael Haneke, 1997).

310. Caché (Michael Haneke, 2005).

311. La cinta blanca (Michael Haneke,2009).

312. Amor (Michael Haneke, 2012).

#CineEuropeoAños90

313. Los amantes del Pont-Neuf (Leos Carax, 1991).

314. Celebración (Thomas Vinterberg, 1998).

315. Mucho ruido y pocas nueces (Kenneth Branagh, 1993).

316. Trainspotting (Danny Boyle, 1996).

317. Rompiendo las olas (Lars von Trier, 1996).

318. The Full Monty (Peter Cattaneo, 1997)

319. La ciudad de los niños perdidos (Jean-Pierre Jeunet y Marc Caro, 1995).

#CienciaFicciónAños2010(2)

320. Coherence (James Ward Byrkit, 2013).

321. Aniquilacion (Alex Garland, 2018).

322. Un lugar tranquilo (John Krasinski, 2018).

323. Looper (Rian Johnson, 2012).

324. El infinito (Justin Benson y Aaron Moorhead, 2017).

325. Ex Machina (Alex Garland, 2014).

326. Oblivion (Joseph Kosinski, 2013).

#CineDeAcciónAños80

327. La jungla de cristal (John Mc Tiernan, 1988)

328.  Arma letal (Richard Donner, 1987).

329.  Black Rain (Ridley Scott, 1989).

330. Único testigo (Peter Weir, 1985).

331. Melodía de seducción (Harold Becker, 1989).

332. Límite 48 horas (Walter Hill, 1982).

333. Tango y Cash (Andrei Konchalovski, 1989).

#LoMejorDeSamPeckinpah

334. Duelo en la alta sierra (Sam Peckinpah, 1962).

335. Mayor Dundee (Sam Peckinpah, 1965).

336. Grupo salvaje (Sam Peckinpah, 1969).

337. La balada de Cable Hogue (Sam Peckinpah, 1970)

338. La huida (Sam Peckinpah, 1972).

339. Pat Garret and Bill the Kid (Sam Peckinpah, 1973).

340. Quiero la cabeza de Alfredo García (Sam Peckinpah, 1974).

#CineEspañolSigloXXI

341. En la ciudad sin límites (Antonio Hernández, 2002).

342. Magical Girl (Carlos Vermut, 2014).

343. Los lunes al sol (Fernando León de Aranoa, 2002).

344. No habrá paz para los malvados (Enrique Urbizu, 2011).

345. Pa negre (Agustí Villaronga, 2010).

346. Tres días con la familia (Mar Coll, 2009).

347. El mundo es nuestro (Alfonso Sánchez, 2012).

#LaMafiaEnElCine

348. El padrino (Francis Ford Coppola, 1972).

349. El Padrino. Parte II (Francis Ford Coppola, 1974).

350. Uno de los nuestros (Martin Scorsese, 1990).

351. Casino (Martín Scorsese, 1995).

352. Érase una vez en América (Sergio Leone, 1984).

353. Atrapado por su pasado (Brian De Palma, 1993).

354. Los intocables de Eliot Ness (Brian De Palma, 1987).

#CinePostapocalíptico

355. La carretera (John Hillcoat, 2009).

356. Snowpiercer (Bong Joon-ho, 2013).

357. Colonia V (Jeff Renfroe, 2013).

358. La luz de mi vida (Casey Affleck, 2019).

359. ¿Estamos solos? (Reed Morano, 2018).

360. Cargo (Yolanda Ramke y Ben Howlling, 2017).

361. The Divide (Xavier Gens, 2011).

#LasPelículasDeMiVida #MisPelículasFavoritas

362. Fausto (F.W. Murnau, 1926).

363. El espejo (Andrei Tarkovsky, 1975).

364. El hombre que mató a Liberty Valance (John Ford, 1962).

365. Blade runner (Ridley Scott. 1982)

366. Star Wars (George Lucas, Irving Kershner, Richard Marquand, J.J. Abram, Rian Johnson; 1977, 1980, 1983, 1999, 2002, 2005, 2015, 2017, 2019)

367. Centauros del desierto (John Ford, 1956)

15 julio 2022

Esta clase es muy importante

No creo ser un profesor extraordinario. Tampoco memorable. O al menos no memorable de la manera con la que el cine, la literatura y las ensoñaciones de algunos han  pervertido el imaginario social. Pero tampoco tengo duda alguna de que soy un profesor tremendamente útil para mis alumnos. Ya lo he escrito alguna vez pero creo necesario repetirlo: jamás de niño, ni en la adolescencia, ni en los primeros años de la universidad, me planteé una sola vez ser profesor. No tengo pudor en reconocer que voy más allá y, tal vez por mi propio recorrido vital, siempre me provocan cierta desconfianza aquellos que dicen haber sentido el aullido de la vocación desde que eran niños o adolescentes: ¿cómo se puede mirar al futuro pensando en un yo que no existe pero que da clases a los que hoy son como tú? Dejando de lado la anécdota (no deja de ser un prejuicio absurdo porque me he encontrado algunos buenos docentes que dicen haber querido serlo desde que eran pequeños) sigo recordando con extraordinario cariño a aquel chaval que fui y que soñaba, según la noche, con ser un astrofísico en un observatorio perdido del mundo o con hacer rugir a las gradas del Benito Villamarín tras marcar un gol decisivo y legendario con mi Betis. Después, mientras quemaba etapas vitales, también quise hacer cine. Y escribir.  Y estudiar Filosofía tras terminar la carrera de Física y haberme especializado en Astrofísica. Y...

Más allá de los sueños (del que ya no soy) seguí transitando por la vida y, tras desechar la idea de ser investigador científico, llegó la posibilidad de convertirme en docente de Secundaria y Bachillerato. Y ahí saltó la sorpresa: desde que entré en un aula en aquel septiembre de 2006 supe que había encontrado mi lugar en el mundo (laboral), que había sido capaz de conseguir un trabajo que realmente me entusiasma, me llena, en el que me siento útil cada día, al servicio de un derecho social tan básico como es la formación de los más jóvenes. Realmente disfruto con la responsabilidad laboral que tengo. ¿Tiene que ver todo esto algo con la dichosa vocación docente (que para algunos viene a ser una especie de sacerdocio pedagógico)? Venid a contarme otro cuento. Tratad de venderle esa milonga a los que os quieran comprar vuestros pueriles discursos pedagógicos, que siempre tratan de dejar fuera de foco lo sociolaboral en pos de un esencialismo que coloca sobre los hombros de cada docente el peso de todas las fallas del sistema. Es un trabajo. Lo repito: es un trabajo. Y cada mañana, cuando suena la alarma del despertador para ir a trabajar no siento ningún gozo en mi corazón sino una muy razonable cólera por ese despertar abrupto.

En los más de 15 años que llevo dando clases he tratado limitar e incluso asfixiar algunas de las cualidades de carácter que, siendo honesto, parece que poseo para llegar a mis alumnos y conseguir que me escuchen y atiendan a mis explicaciones con cierto interés, ya sea por aprender o como única manera de aprobar. Esa es una de las grandes responsabilidades que todo docente tiene: evitar que su carisma (si cuenta con él, claro) someta a esos adolescentes que lo respetan, impedir que su capacidad de fascinación termine comiéndose su labor diaria, intentar no terminar convertido en personaje, en gurú con público adolescente cautivo, en coach con ínfulas, con más ganas y deseo de epatar y trascender que de enseñar ese "humilde" contenido que ese día, esa clase, esos alumnos tienen que empezar a aprender para ir completando su necesaria formación académica. Convencerse cada día, cada clase, cada minuto de esa clase, que no hay nada más importante que conseguir que ese alumno, el del fondo, también sea capaz de entender eso que hoy está explicando.

Desconfía de todos aquellos profesores que aseguran que no les importa el temario y que a estas edades (en la ESO se escucha mucho) es mucho más importante que los alumnos aprendan "otras cosas". En el fondo, tras esa preocupación impostada por priorizar la gestión de las emociones en el aula, se esconden profesores enfermos de egotismo que no soportan "aburrir" en clase a sus alumnos con la enseñanza sistemática de los contenidos de su materia y alimentan su narcisismo con la exagerada atención que reciben de unos adolescentes que compiten equivocadamente por su interés adulto.

Mientras escribo los estoy viendo. Sé de lo que hablo. Estaban en cada claustro de cada instituto en el que trabajé. Pero resulta absolutamente necesario introducir un matiz a lo escrito porque puede llevar a equívoco: ser profesor de adolescentes es realmente jodido. Solo el que les ha dado clases sabe la extraordinaria dificultad que supone hacerlo, ser consciente de lo que cualquier error de trato o académico con ellos supone, lo difícil que es ganarse su confianza y lo tremendamente sencillo que es perderla. Por eso, ningún docente de Secundaria puede eludir la construcción de un clima de confianza, respeto y afecto con sus grupos de alumnos. Y eso nos obliga (sí, nos obliga) a atender a nuestros alumnos también en relación a sus emociones, a su situación personal, a cómo se siente en cada momento del curso. Por supuesto, eso supone dedicar parte de las clases que hagan falta a la resolución de conflictos o a la aclaración de equívocos que, si no se solucionan, terminarán emponzoñando el proceso de enseñanza-aprendizaje. Pero aquí la clave, lo más importante, es por qué debemos hacer eso, con qué objetivo. Y ese porqué, en mi opinión, es el opuesto del que propugnan los que dicen que "lo importante no es el temario sino que sean capaces de aprender otras cosas". Qué error. Qué tremenda equivocación. Nuestro deber moral y profesional como profesores de la enseñanza pública de un sistema educativo infrafinanciado y socialmente segregador es conseguir paliar y atenuar los problemas personales, familiares y económicos para que ese alumno siga estudiando, siga aprendiendo, siga esforzándose por sacar adelante sus estudios, más allá de las condiciones iniciales de las que partía, para que así tenga una oportunidad (siempre viciada) de futuro. Es decir, la Escuela debe atender a lo "personal" siempre con el objetivo fundamental de facilitar que ese alumno pueda seguir formándose y "aprobando" mientras va adquiriendo unos conocimientos que le permitirán mirar a su alrededor de una manera más crítica. Al final, convertir la Escuela en una especie de (pésima) asistencia social sin objetivo académico a los que no ayuda es, precisamente, a esos alumnos a los que se pretende proteger mientras se los incapacita social y académicamente para tener una oportunidad real de futuro. 

No existen recetas mágicas que permitan mejorar la labor docente. Yo mismo he escrito una serie de consejos para nuevos docentes que considero que deberían ayudar a todo el que empieza en esto, pero en el fondo no están tan alejados de la realidad los que consideran que la docencia tiene más de arte que de técnica. Muchos profesores en activo y pedagogos podrían establecer, en un marco de colaboración leal (que nunca nadie construye), unas líneas de acción que permitieran tanto al futuro docente como al que ya ejerce como tal mejorar, por un lado, la didáctica específica de su materia (eso que tanto se echa en falta) y, por otro, la gestión realista y prosaica de grupos humanos tan particulares como los formados por niños y adolescentes. Y aun así, no habría garantía alguna de éxito. Ninguna. Con el tiempo, cuando recordamos a aquellos que consideramos que fueron nuestros mejores profesores, cuando eliminamos de la ecuación equivocadas consideraciones personales y nos centramos en su capacidad para enseñar y nuestra  capacidad para aprender con ellos, surgen una serie de cuestiones inconmensurables que siempre entrelazan su carisma y su dedicación con su erudición y su control sobre aquello que enseñaban.

Nos quieren enseñar a ser mejores profesores. La idea no parece mala. Después está la realidad. Se destinan ingentes recursos económicos a anoréxicos cursos de formación que extienden la jornada docente con pobres resultados. Igual es hora de denunciar a tantos "formadores de profesores" que, aunque nunca dieron clase en un aula de Secundaria o tan pronto como pudieron se exiliaron de ellas, ofrecen formaciones banales que intentan hacer pasar por rompedoras y alternativas a lo tradicional sin ofrecer una sola prueba de que lo que proponen mejore nada. Y voy más allá. Porque en muchas de las rompedoras e innovadoras formaciones que se imparten es imposible eludir cómo el Mercado se va haciendo cada vez más influyente en las mismas Te lo explico, por si no lo entiendes: si detrás de tu "formación rompedora" y de tu crítica constante a las dinámicas clásicas de las aulas reales de la enseñanza pública está un Banco o una fundación privada permíteme que dude tanto de lo que me dices como, finalmente, de tu honestidad intelectual e ideológica cuando me aseguras que solo lo haces por el bien de los alumnos.

No hay mayor honestidad ni mejor muestra de afecto y respeto hacia nuestros alumnos adolescentes de hoy que dejarlos suficientemente preparados académicamente para encarar el aprendizaje de nuestra materia (o las que se entrelacen con ella) el curso siguiente. A partir de ahí, a partir de ese mínimo irrenunciable, todo lo que podamos añadir a la formación personal e intelectual de esos alumnos será el regalo que un docente entregado a su profesión les hará a esos jóvenes. Aquí es donde mi crítica al enfoque competencial de la educación se hace más rabiosa, al ver cómo se pretende convertir a los saberes en meros instrumentos (herramientas inanes) para obtener ciertas habilidades (evanescentes) cuando todo el sistema educativo debería estar enfocado justamente a lo contrario, a la adquisición de unos conocimientos básicos que permitan a los más jóvenes comprender el mundo que los rodea con cierta profundidad.

Nada mejor para ilustrar de manera concreta estas reflexiones generales sobre Educación que mi crítica a cierta deriva pedagógica en la que veo inmersa la enseñanza de mi materia, Física y Química. Y sé que pisaré algún charco, pero es lo que pienso: los profesores que renuncian de forma general a la instrucción directa para tratar de conseguir que los adolescentes aprendan los complejos y abstractos rudimentos de estas ciencias en la ESO están cometiendo la peor de las deslealtades posibles con ellos. Con estos profesores, los alumnos suelen ser incapaces de discernir lo que realmente está pasando. A diferencia de cuando sufren con los malos profesores que utilizan la instrucción directa (en cuyo caso son perfectamente conscientes de que no están aprendiendo nada), esos alumnos terminan el curso con unas notas excelentes y con una (equivocada) sensación de que controlan la materia. Hasta que en 3º ESO o 4º ESO (o 1º Bach.) se enfrentan en algún momento a la abstracción compleja que el nivel educativo exige y que el enfoque competencial ya no es capaz de enmascarar. Ahí se dan de bruces con la realidad y solo los más capaces o los que pueden pagar un profesor particular (¡ay la equidad!) tienen la posibilidad de enjuagar los déficits de conocimientos previos. No me lo tenéis que contar. Lo he visto. Alumnos que en 4ºESO no habían trabajado en profundidad el concepto de desplazamiento o aceleración ni sabían interpretar una gráfica de movimiento o formular pero me contaban lo bien que se lo habían pasado y las muy buenas notas que habían sacado con proyectos (cartulineros) y trabajos cooperativos en cursos anteriores. Cuando llegan a Bachillerato con esa base formativa las consecuencias todavía son peores.

Termino con una anécdota. Todos los profesores sabemos que tenemos tics en el aula, latiguillos que repetimos con mayor frecuencia de la que nos gusta reconocer. Cada año, al final de curso, cuando la relación con mis alumnos llega a su momento de mayor fluidez y la cercanía y el afecto mutuo es más que evidente, suelen decirme que una de las cosas que más los estresa de mí (y, al mismo tiempo, a muchos ya los divierte) es que entro en el aula a todo tren, arrasando, gritando mi "hola, hola" habitual mientras con cara seria (esa que a medida que avanza el curso va convirtiéndose en media sonrisa imposible de ocultar porque ya sé que ellos saben lo que voy a decir) les advierto: "¡vamos, vamos, que esta clase es muy importante!".

Esta clase es muy importante.

En el fondo nunca les he mentido. Porque así me tomo yo mi profesión. Esa es mi manera de enfocar la docencia. Cada clase es importante, es trascendente; no habrá otra como ella. Esa clase puede ser a primera, antes del recreo o a última. Me es absolutamente indiferente. Esa clase es muy importante. Mucho. Es la mejor oportunidad que tendrán esos alumnos para aprender con profundidad una serie de conocimientos a los que la gran mayoría de ellos jamás podrían acceder sin mi intermediación. Y lo pagamos entre todos. Con nuestros impuestos. Cómo no va a ser importante. Ellos lo merecen.

26 noviembre 2021

Te echo tanto de menos

Echo de menos tu voz, echo de menos tu risa, echo de menos tu parloteo, tu apoyo incondicional a cada paso que di. Echo de menos tus besos, esa ráfaga de amor que convertía en eternos esos segundos en los que tus labios parecían ser incapaces de separarse de mi mejilla. Echo de menos no poder reposar una vez más, como tantas veces desde niño, mi cabeza en tu pecho para olvidarme de todos mis problemas durante unos instantes.
 
Echo de menos no poder llamarte por teléfono, algo tan idiota como eso, algo que un idiota como yo jamás consiguió hacer de manera continuada durante los años que ya no volverán. Me resulta insoportable algo tan banal como saber que nunca más podré empezar a cocinar y llamarte porque he olvidado alguno de los pasos de alguna de aquellas recetas que anoté en aquel verano que lo cambió todo, el verano del 99, cuando decidí romper con tantas cosas y marchar a Tenerife para irme de casa con la excusa de estudiar Astrofísica. A veces releo ese ajado cuaderno azul con el que te perseguí tantas mañanas de aquel caluroso verano sevillano para obligarte a poner números a tus "puñaditos" de sal, perejil o pimentón y me sorprendo sonriendo mientras te veo hoy, como si fuera ayer, dirigiendo con mano firme, inmune al desaliento o la queja, aquel caos que siempre fue nuestra familia. Y sí, hoy "mis lentejas", "mi cocido" y "mis patatas cocidas" son las tuyas. Clonadas. Desde entonces. Pero solo una vez hice coliflor rebozada, mi plato favorito. Fracasé. No era lo mismo. Todavía no me creo que jamás volveré a comer esa coliflor.
 
Echo de menos hacerte reír, mamá. Madre mía, cómo echo de menos hacerte reír. Por algún motivo, entre tantos hermanos, entre aquella tribu de nueve hijos que demandaban continuamente tu atención y tu cuidado, siempre me sentí especialmente querido por ti. Tal vez fue mi infancia enfermiza, esa que te obligó a pasarte noches y noches en vela cuidando de aquel niño enclenque que respiraba como Darth Vader pero soñaba con correr, como Gordillo, la banda del Benito Villamarín. Me gusta pensar que también tuvo algo que ver sentirte respetada, querida y cuidada en los tiempos que, ya como adulto, pasé junto a ti. Libre (seguramente de manera poco justa) de cargas y de responsabilidades familiares, cuando estaba contigo solo te disfrutaba y siempre tuve la sensación que tú hacías lo mismo conmigo.
 
No sé si les ha pasado a otros pero recuerdo cómo, cuando era niño, algunas noches imaginaba, antes de dormir, la posibilidad de tu muerte. La posibilidad de que no estuvieras, la posibilidad de tu ausencia. Recuerdo el dolor que sentía cuando mi imaginación se desbordaba y el escenario mental me superaba. Recuerdo el miedo, el pánico a que dejaras de estar. Nunca me pasó con papá pero eso es algo que nadie mejor que tú puedes entender, mamá. Aunque ya no puedas recordarlo. Mi infancia fuiste tú, tu presencia sanadora, tu cuidado y tu amor incondicional. Ese que nunca dejé de sentir en ningún momento de mi vida.
 
Sabes que siempre fui tremendamente crítico con la familia. Mucho. Con el concepto de familia como institución social y con la nuestra propia en particular (desde una absurda superioridad intelectual). La lucidez. Menudo gilipollas. Pero jamás te fallé en algo que, sin decírmelo directamente, siempre me dejaste claro que era importante para ti: en navidades, para nochebuena, tocaba viajar a Sevilla para pasar unos días en casa. Contigo. Por ti. Y así lo he hecho cada año, cada navidad, a pesar de que en el último lustro todo invitaba a dejar de volver. Hasta este año.
 
Este año no voy a ir a Sevilla en navidades, mamá. Por primera vez en mis 44 años no estaré el 24 de diciembre en el Aljarafe sevillano, en nuestra casa, contigo y con algunos de los hermanos, cenando pavo y champiñones. No voy a ver cómo nos callas a todos y nos echas del salón para ver el mensaje del Rey, ni cómo nos mandas cortar jamón para "los cuñados", ni cómo te fumas ese cigarrito anual que convertías en evento mientras te bebías ese anisete que solo te permitías en estas fechas. Ya no estaré presente cuando la noche empiece a alargarse y antes de irte a la cama nos adviertas 20 veces que tenemos que quitar el brasero (joder, mamá, para cuándo ibas a dejar de usar ese puto brasero) mientras algunos empezamos ya a viajar a otra dimensión en los brazos del alcohol.
 
Y no voy a ir porque tú tampoco ya estarás allí. Porque no soporto estar cuando tú ya no estás.
 
Voy a ir a verte antes de navidades. Y volveré después. Pero no en navidades. En navidades no pienso volver a una casa, la nuestra, que ya no es la tuya. Me resulta absolutamente insoportable.
 
El puto Alzheimer nos ha dejado sin ti. En tan poco tiempo. Estás pero no estás. En Sevilla tus hijas, mis hermanas, te cuidan y te van a ver (se merecen todo) pero yo solo puedo pensar qué pensarías si supieras que ya no vives en tu casa, en tu castillo aljarafeño, en ese piso que convertiste en tu fortaleza. En lo jodida que es la vida. En cómo todo se pudre... Como decía el otro.

Te echo tanto de menos.

16 abril 2021

Ni fachas ni reaccionarios, somos profesores de izquierdas

No es una acusación nueva, es un cliché recurrente que desde hace años me encuentro en redes sociales, foros y blogs cada vez que, tanto otros profesores como yo mismo, nos posicionamos como firmes defensores de un enfoque educativo centrado en la formación intelectual y académica de nuestros alumnos, en la adquisición de una serie de conocimientos relevantes que, una vez asimilados, les permitan no solo alcanzar una comprensión razonable de la sociedad en la que viven, de su historia, de su herencia cultural y científica, sino también tener esa mínima oportunidad que la formación reglada ofrece a todos de tener alguna opción (siempre viciada por el origen socioeconómico) de elección en el futuro laboral. 

De esta forma, cada vez que alguno de nosotros se posicionaba frente a un enfoque competencial de la educación reglada, patrocinado sin pudor por el Mercado y que vacía de sentido y profundidad a la Escuela, o se rebelaba turbado contra esa pueril educación emocional que, inspirándose en los principios putrefactos de la psicología positiva, asegura pretender convertir la felicidad del niño en el centro de la enseñanza cuando el fondo solo anhela imponer conductas y modos de vida porque no es más que un enfoque pedagógico fundamentado en un totalitario adiestramiento conductual, aparecían indefectiblemente ciertas críticas que apelaban a nuestra incapacidad de adaptarnos a la "Educación del siglo XXI" o denunciaban lo rancio y "viejuno" de nuestras posiciones intelectuales. Tiene cierto sentido, somos profesores de trinchera, no estamos como otros (como ellos) en las redes para construir una "marca personal". La mierda esa del branding no casa fácilmente con la dura realidad diaria de nuestra labor en esos centros públicos que jamás pisarán los hijos de algunos que nos critican.

Opresor de la tiza me llamó en una ocasión uno de esos vividores, siempre serviles con el poder político, funcionarios con plaza que con rapidez se percatan de lo bien que se puede vivir emancipándose de las aulas (y de su realidad prosaica, agotadora, de su cuota de fracaso diario) en el exilio dorado de algún centro de formación del profesorado. Tipos que terminan programando cursos intelectualmente anoréxicos para un público docente cautivo al que terminan mirando por encima del hombro por considerarlos profesores incapaces de llevar a la práctica (esa a la que ellos, curiosamente, renunciaron) esas cuatro ideas mal digeridas que permanecen en su memoria tras leer cuatro libros "de referencia" sobre pedagogía transformadora y radical

Solo hay una cosa más peligrosa en nuestro entorno docente que el tonto que no lee nada y opina de todo sin fundamento: el tonto que lee poco, lee mal, lee sin contexto y solo con el objetivo de confirmar su iluminación, para alimentar la vanidad de sentirse diferente al otro, solo para tener la capacidad de citar pobremente a los que verdaderamente pensaron críticamente sobre algo que él apenas es capaz de intuir pero que le permite disfrazarse intelectualmente de erudito en ciertos ámbitos pedagógicos que destilan tanta mediocridad como ínfulas de trascendencia.

Estas últimas semanas este tipo de acusaciones, que habitualmente permanecen subterráneas, limitadas a interacciones entre docentes anónimos y que pretenden deslegitimar cualquier crítica a la supuesta modernidad pedagógica que propugnan ciertos visionarios (siempre de la mano invisible del Mercado), han dado cierta vuelta de tuerca, han tomado una nueva dimensión.

Estos son solo dos ejemplos. Opiniones de trazo grueso provenientes de dos personas de las que jamás hubiera esperado niveles de argumentación tan precarios. El primer tuit es de Jordi Adell, doctor en Filosofía y Ciencias de la Educación. El segundo es de César Rendueles, profesor universitario y autor de ensayos tan estimulantes como Sociofobia

  

No creo que tenga nada que ver con estos tuits errados y desafortunados de Jordi Adell y de César Rendueles (lo intuyo en el caso de Adell y lo tengo absolutamente claro en el caso de Rendueles, al que llevo leyendo muchos años) pero tengo la sensación de que estas dos opiniones (y tantas como estas) son consecuencia de la sorpresa e incomodidad que ha causado en el socialismo oficialista la aparición de un sólido y firme ruido crítico docente contra la nueva ley educativa procedente de profesores de Primaria y Secundaria que no tienen ningún complejo en admitir que son de izquierdas, que son votantes de partidos de izquierdas, pero que contemplan con enorme preocupación tanto algunos aspectos conceptuales de la nueva ley como los rumores que aparecen sobre la modificación del currículo que proyecta realizar el Gobierno.

Somos muchos los docentes que sentimos legítima indignación, rabia y sorpresa ante declaraciones como esta de la ministra Celaá:

"Ya no es suficiente el aprendizaje memorístico y acumulativo"

¿En serio, señora ministra? ¿De verdad cree que en nuestras clases nos limitamos a exigir a nuestros alumnos que aprendan de manera memorística, acumulativa y sin ningún sentido? ¿Y usted después se pondrá en manos de médicos que nunca aprendieron nada útil con nosotros? ¿Qué tiene que decirle a todos mis compañeros de promoción universitaria a los que, como astrofísicos, se rifaron en el extranjero mientras que aquí les fue imposible labrarse un futuro? ¿Que su problema era su "formación enciclopedista" y por eso en 20 años no han podido regresar a su país?

También somos muchos los docentes que leemos con media sonrisa declaraciones tan pretenciosas y estrambóticas como estas de César Coll (uno de los principales encargados de la modificación del actual currículo) a cuenta de lo que los alumnos deben saber o no:

"Lo importante no es saber mucho, sino saber lo que se sabe y lo que no se sabe. Y, sobre todo, tener herramientas para poder aprender lo que no se sabe cuando se tenga la necesidad de saberlo".

Señor Coll, está feo plagiar a Berlanga sin citarlo. Lo de no decir nada pareciendo que dices algo profundo para que nadie note el vacío real de lo que se está transmitiendo resulta cada vez más complicado de esconder. No estamos en los 90. Muchos expertos educativos deberían leer y releer a Sokal con humildad.

En el imaginario pedagógico se ha instalado que cuando un docente fracasa con el método tradicional de enseñanza lo que fracasa es el método, pero cuando fracasa un docente innovador usando metodologías activas, ese fracaso es debido a un mal enfoque del proceso de enseñanza. De esta forma, en el caso del docente tradicional, el método es el problema y será su resistencia al cambio lo que lo convertirá en culpable y mal profesional. En el caso del docente innovador el método nunca se impugna y será disculpado si continúa profundizando en el cambio pedagógico.

Los medios que escriben con pretendida profundidad sobre Educación han conseguido inocular en la sociedad esta idea: no importa que el docente fracase y que su labor no repercuta en un aprendizaje real de sus alumnos si lo hace con el método "cool" que han convertido en dogma. Un docente inútil tradicional siempre servirá como "hombre de paja" para atacar a la vieja Escuela. Lo curioso es que un docente inútil innovador también servirá para lo mismo: no ha sido capaz de deconstruirse lo suficiente como para alcanzar el nirvana de la Nueva Educación.

Todo esto significa dos cosas: hay un método tradicional de enseñar que prioriza la transmisión de conocimientos, sin ignorar ni desdeñar la dificultad que supone aprender, que nunca podrá vencer porque nadie ensalzará sus éxitos y sus fracasos serán expuestos con saña. Y por otro lado, hay una innovación educativa que nunca podrá perder porque sus éxitos serán difundidos y glorificados sin mesura pero nadie la responsabilizará jamás de sus fracasos.

Los socialistas han vuelto a recurrir a los mismos expertos educativos de siempre para reconstruir el mismo proyecto pedagógico que ya fracasó hace 30 años y que (será lo que dirán) terminará fracasando de nuevo por culpa de los mismos de siempre: los profesores. Es lo que tienen las utopías educativas débiles construidas en departamentos universitarios ajenos a la realidad social: no tienen ninguna posibilidad de éxito pero están perfectamente diseñadas para que sus creadores puedan eludir su responsabilidad en el naufragio.

Creo que algunos en el poder creyeron que tras sufrir a la peor derecha en términos educativos de la democracia (Wert y la LOMCE), la izquierda docente crítica iba a quedarse callada ante los disparates pedagógicos de la izquierda oficialista por el peligro que suponen los partidos políticos de derecha cuando son los responsables de organizar la Educación. Pero claro, para ello tendrían que haber optado por defender lo que el PSOE de manera cobarde (una vez más), con el decepcionante y triste silencio de su socio de gobierno (Unidas Podemos), ha vuelto a hurtar al debate público: bajadas de ratio en Primaria y Secundaria, disminución de las horas lectivas de los docentes, exigencia de una enseñanza más personalizada y un verdadero control de las irregularidades y anomalías que provoca en el sistema educativo español la existencia de una enseñaza concertada parasitaria de lo público y pilar incontestable de la segregación socioeconómica y de la degradación de la enseñanza pública.

No, no somos fachas ni reaccionarios. Y lo sabéis. Tal vez eso sea lo que más nerviosos os pone a algunos. Somos profesores de izquierdas. Y para darnos lecciones de compromiso ideológico igual tendríais que demostrar que vuestra trayectoria laboral e ideológica en los claustros de los centros en los que dais clases (¿dais clases?) es tan coherente como las nuestras. Somos perfectamente conscientes de que coincidimos en el diagnóstico de los problemas de nuestro sistema educativo con muchos compañeros conservadores. Y sabemos que utilizáis esa supuesta contradicción contra nosotros. Pero esa contradicción no existe. Muchos de ellos (a diferencia de otros que parecen ser "de los nuestros") trabajan codo con codo con nosotros, dan clases todos los días, se preocupan por sus alumnos y merecen nuestro respeto. Nuestras soluciones ideológicas a los problemas educativos nunca coincidirán exactamente con las suyas. Es más, sabemos que en otro contexto nos tendremos que enfrentar a ellos cuando sus ilegítimas aspiraciones de clase les obliguen a defender chiringuitos educativos privados sufragados con dinero público. Pero hoy día peleamos contra un mismo enemigo: ese asfixiante discurso pedagógico mediáticamente institucionalizado que pretende diluir la importancia intelectual de la Escuela y que se promociona socialmente como progresista cuando su germen ideológico es un cínico neoliberalismo tan superficialmente victimista como profunda y repugnantemente elitista.