09 abril 2016

Votantes de Podemos con nostalgia de redil

Mi padre era un tipo culto, muy culto. También bastante conservador. Intentaba asumir como propios ciertos tics progresistas que finalmente, incapaz de asimilarlos, solo le servían como coartada para presentarse ante los demás como liberal, cuando realmente su rigidez intelectual era una prueba inefable de ese intelectualismo nacionalcatólico (no practicante) criado en las faldas del franquismo. Había un detalle de su trayectoria ideológica que, antes o después, siempre aparecía en cualquier diatriba política: él había votado al PSOE en el 82, él no se movía (decía) por ideologías maximalistas, él era flexible y si ya no apoyaba a los socialistas era porque lo habían decepcionado. Lo decía tan tranquilo, ignorando sin pudor las miserias políticas de aquellos a los que ya por entonces no dejaba de votar. Mientras tanto, compró durante toda su vida el ABC, escuchó con avidez las tertulias políticas radiofónicas de los medios de derecha y votó una vez tras otra al PP mientras su vida discurría con placidez, fiel a una visión del mundo "confortablemente" conservadora. Pero eso sí, siempre mantuvo vivo en público el recuerdo de aquel voto en el 82 a Felipe González, un voto ya convertido en leyenda, descontextualizado históricamente, sin referencia alguna al miedo pasado con el intento del golpe de estado de Tejero, ni al estado de ánimo de un país que, tras la tensión sufrida, intentaba definitivamente tirar hacia delante con una democracia que solo podía identificarse con la renovación que significaba aquel PSOE. De esta manera ese voto a Felipe González en 1982 se convirtió así, para siempre, en su barco de salvación, en su justificación final, en su "ley de Godwin" particular, el arma definitiva con la que podía defender de manera ventajista su posicionamiento ideológico, eminentemente conservador, sin ensuciarse nunca con el fango de las políticas económicas y sociales que defendían aquellos a los que apoyaba con sus votos. Al fin y al cabo ya no podía hacer otra cosa porque, decía, "yo a estos, a los socialistas, a la izquierda, ya los apoyé una vez y me fallaron, no fueron lo que esperaba, ya no me engañan más...". 

En los tiempos acelerados que vivimos, y con una legislatura que parece que ha nacido muerta, empiezo a observar una actitud muy parecida a la de mi padre en ciertos simpatizantes y votantes de Podemos. Su voto a Podemos parece haber sido tan iluminador para ellos como aquel voto mítico al PSOE de mi padre. Como si algunos, en un arrebato místico, impelidos por una obligación moral imposible de eludir, casi como haciendo un favor a los jodidos de España, hubiesen votado a la formación morada solo debido al asfixiante hedor provocado por la corrupción, la mediocridad y el fracaso del putrefacto sistema bipartidista español. Pero ahora, pocos meses después, sin que nada haya cambiado, sin que haya un solo atisbo de que los viejos partidos de la casta se hayan regenerado lo más mínimo (parecen más que nunca enrocados en sus estructuras de poder partidista al servicio de los poderes económicos), es como si estuviesen poco a poco cimentando las bases de un relato personal que les permitiese liberarse de ese gran error. El voto a Podemos en las últimas elecciones puede ser el voto más fácilmente interpretable de nuestra democracia desde aquellas elecciones del 82. Si entonces se votó al PSOE como la única forma de terminar de arrancar y consolidar la democracia en España, los cinco millones de votos a Podemos y sus confluencias significaron un grito de rabia ciudadana destinado a finiquitar las putrefactas estructuras políticas del bipartidismo que habían terminado por fagocitar a nuestra democracia poniéndola al servicio de los poderes financieros. En nuestro país la Gran Crisis al final solo tuvo unos claros perdedores: los asalariados, los parados, los pobres. Los de siempre. Pero en muy poco tiempo, parapetados tras la manipulación grosera de los medios de comunicación, de la casta mediática, de los perros carroñeros de cierto periodismo español liderado por El País y su perro fiel, Metroscopia, ciertos votantes de Podemos muestran un indisimulable deseo de renunciar a ese cambio sustancial del sistema que dijeron defender, añorando el redil bipartidista y miserable del que apenas hace unos meses escaparon. Añoran volver poder votar al PSOE, ese partido de extremo centro capaz de renunciar a sus esencias teóricas para pactar con Ciudadanos, el Podemos de derechas construido al servicio del Ibex 35, o incluso, los más puros y castos, volver a votar a IU o a partidos anticapitalistas. Pretenden regresar a la lucha en la que realmente se sienten cómodos: la del discurso, la pose y el postureo. La batalla de salón con contrincantes imaginarios, ese reducto privado progresista (o revolucionario) que tanta gente de izquierda confundió hace años con el escenario de la batalla real, la que se desarrolla en las calles, en las plazas, en los puestos de trabajo y en los despachos donde se validan la políticas económicas que hicieron de manera abyecta cada vez más ricos a unos pocos mientras los de siempre quedaban a merced de los vaivenes de un Mercado en el que realmente jamás participaron.

Es absolutamente bochornoso intuir en ciertas conversaciones cómo algunos votantes de Podemos buscan encontrar excusas absurdas para poder justificar el abandono de la batalla. En el fondo, como le sucediera a mi padre, necesitan construir un artificio intelectual que les permita regresar a terreno conocido, a su lugar natural. Una cosa es construir discursos vacuos contra la derecha y el neoliberalismo criticando la corrupción intrínseca al sistema, y otra es aceptar que la llegada al poder de otra gente (¿de la gente?) realmente significaría un terremoto social cuyas consecuencias podrían, a corto plazo, afectarles a ellos y a su situación económica. Generarles miedo, indefensión contra la máquina capitalista y los mercados. En el fondo, para ellos, Podemos ya ha cumplido su misión: incomodar al sistema obligándole a ser más discreto, menos evidente, más taimado. Ahora debiera tocar pactar, adaptarse y someterse. Como siempre. Por eso se quejan de la arrogancia de Pablo Iglesias, de la inflexibilidad de Podemos, de que pretendan imponer al PSOE un gobierno proporcional (¡pero esto qué es!). No se paran a pensar realmente lo que dicen, no quieren ver que por mucha indignación que imposten su argumentación es basura, no se sostiene, es tan demagógica como los editoriales de El País de donde la consiguen. Es el PSOE el partido que impide intentar un gobierno relativamente de izquierdas por primera vez en la España moderna. Que enmascara su traición tras un pacto con un partido de centroderecha que serviría para desalojar del poder al otro partido de centroderecha. Porque hay que ver lo que cunde el centro político en nuestro país. Todo le cabe. Que todo cambie para que todo siga igual. Esa es la aspiración de todos los partidos que quieren llegar al poder desde ese asfixiante centro ideológico en el que la (in)decencia política sucumbe.

Mi padre votó una vez al PSOE y políticamente le salió tremendamente rentable. Pudo votar a la derecha toda su vida y encima practicar el postureo social. Una parte de los votantes de Podemos parece querer seguir su senda: utilizar su voto a Podemos el 20D como coartada para volver a votar a los partidos de la casta el resto de su vida con el pretexto de que ellos lo intentaron y aquello no funcionó. Sin que ni siquiera haya existido la posibilidad de fracaso.

No sé lo que pasará. Todo indica que habrá nuevas elecciones o gran coalición y que el sistema conseguirá por fin un gobierno afín a sus intereses (que nunca serán los nuestros). Yo les dejo un mensaje a ese votante de Podemos que reniega antes de intentarlo: "disfruta de tu tranquilidad dentro del sistema, campeón. Te la has ganado".

27 febrero 2016

5 cuñadismos (y 1 tontá)

1) Cuñao: Sí, sí, muy valiente la Rita Maestre poniéndose en tetas en una capilla católica, ¿por qué no hace lo mismo en una mezquita si tiene ovarios?
: Porque lo que se critica es la presencia de capillas católicas en universidades públicas, espacios en los que no tiene sentido que no se respete la aconfesionalidad del Estado...
Cuñao: Bah, gilipolleces, lo que pasa es que no se atreve, a la pijaprogre esta la mandaba yo a algún país árabe una semana para que se le pasase la tontería...

2) Cuñao: Tanto criticar a Rato, a la Púnica, a la Gürtel, al blanqueo de dinero para financiar  al PP, al desfalco de los ERE en Andalucía, todo el puto día con la casta en la boca y ahora viene el alcalde de Zaragoza y compra gomina a cargo del erario público...¡¡Lo ves!! ¡¡Si es que son todos iguales!!
: ¿En serio? ¿Sabes que comparar hechos cuyas consecuencias son absolutamente diferentes para el mantenimiento de este sistema corrupto distorsiona cualquier intento de comprensión y que...?
Cuñao: Que sí, que sí, que lo que tú digas, podemita tenías que ser, pero que vamos, que me da igual, que son todos iguales, son todos unos hijos de puta...

3) Cuñao: Bueno, sí, vale, te lo acepto, Rato habrá defraudado a Hacienda, pero, ¿tú no lo harías si pudieras? Si es que al final todos si pudiéramos lo haríamos, lo que pasa es que cada uno roba en función de lo que puede...
: Pero qué dices, imbécil, intentar responsabilizar globalmente a toda la sociedad de la corrupción estructural del sistema en beneficio de los grande poderes económicos no es más que una manera de distraer la atención, de distorsionar la comprensión de la realidad. Claro que la sociedad debe reflexionar, que las leyes deben ser más contundentes castigando los pequeños fraudes pero estos grandes fraudes significan algo más, nos muestran la misma esencia del sistema...
Cuñao: Aghhhhhh (sonido gutural, despectivo), , , tú que eres un jodido rojo, anda que si no fuera porque a mí me tienen cogido de los huevos con la nómina iba yo a pagar impuestos, y tú igual, no te creas... 

4) Cuñao: Con el paro que tenemos y seguimos aguantando que los putos inmigrantes vengan a quitarnos el trabajo a los españoles. Así no se puede, aceptan salarios de mierda, los cobran en negro y después colapsan los centros de salud... ¡No hay derecho!
: Pero no te das cuenta, tontolaba, que muchos de ellos aceptan trabajos y condiciones laborales que tú, en tu puta vida, aceptarías... Además, si el problema es cobrar en negro y no cumplir los convenios, ¿por qué no te quejas de los empresarios explotadores y de un Gobierno que lo permite?
Cuñao: ¡Anda ya!, pero si vienen nada más que a chupar del bote. Al final siempre se las apañan para que todas las ayudas sociales se las den a ellos, y muchos viven de puta madre, si yo te contara... El otro día me contaba un conocido del hijo de un amigo del cuñao de mi padre que...

5) Cuñao: ¡¡Una injusticia, un escarnio, un robo!! Ningún abuso mayor que el impuesto de sucesiones, qué hijos de puta, ¿cómo es posible tener que pagar dos veces por el mismo patrimonio? Hacienda me roba, me quita lo que es solo mío, lo que mis padres sufrieron tanto por reunir...
: Lo tuyo no tiene cura, cuñao, qué coño vas a pagar tú dos veces nada... Aclaremos la cuestión: mientras vivieron tus padres acumularon un patrimonio y pagaron los impuestos correspondiente por él, sí, claro, pero también gracias a esos impuestos disfrutaron de una sanidad de calidad, tuvieron una jubilación digna, tú pudiste estudiar una carrera... Ahora se han muerto y tú, de la nada, sin ningún mérito (de esos que os molan tanto a los liberales) vas a cobrar una pasta, más de 200000 euros para ti solito... ¿Y te vas a quejar de pagar un impuesto mínimo sobre ese ingreso brutal que te llega sin ningún esfuerzo? ¿Por qué no te quejas también del IVA? ¿O del impuesto de matriculación de tu coche? Vamos, que ese impuesto no tiene nada de especial, es uno más...
Cuñao: Que no, que no, que eso es mío, que eso es lo que mis padres me dejan, toda una vida trabajando y ahora ME lo roban estos cabrones de mierda, para dárselo después a los inmigrantes, a los vagos...


La tontá

Cuñao: ¡A la Luna! ¡Qué coño vamos a llegar a la Luna! Eso es un invento de los americanos, lo sé de buena tinta, si hasta hicieron un documental en el que salía el Kissinger ese diciendo que todo había sido un montaje...
: Ofú, cuñao, que tú no eres real, que eres un cliché en ti mismo, que ese documental era un docufake, un mockumentary, vamos que era mentira, que lo hicieron precisamente para denunciar las conpiranoias de tarados como tú, hay decenas de pruebas de la llegada del ser humano a la Luna...
Cuñao: Jajaja... si es que eres un crédulo, tío, ahora me dirás que lo del cambio climático también es verdad, con el frío que ha hecho esta semana, o que  la homeopatia no vale para nada cuando a mí me funciona de puta madre y la semana pasada me curó de un catarro, o que lo de las vacunas no es una forma de matarnos a todos poco a poco...  ¡¡Ayyy!! Menos mal que hablas conmigo para que puedas escuchar verdades no contaminadas por lo políticamente correcto...

30 enero 2016

Felipe y José María: la vieja casta contraataca

 

Felipe y José María. José María y Felipe. Surgen como ajadas momias de un pasado ya lejano y superado. No es casualidad que sus voces, tantas veces enfrentadas, se coordinen esta vez con enorme precisión para atacar con saña a Podemos. ¿Contra sus propuestas? No, eso es lo que menos les importa, no son tan imbéciles como para creerse las conpiranoias que propagan. Eso no es más que la excusa que necesitaban para volver a ese ruedo mediático que tanto echaban de menos. No, lo que no soportan es a Podemos como nuevo actor sociopolítico que los arrincona ya para siempre en el cajón de la historia. Eso los destroza por dentro. De repente han sentido el gélido hálito del desdén que anuncia su destierro final, y la desmemoria de esa parte del pueblo que representa Podemos lacera dolorosamente a unos egos que hace tiempo ya que solo se sostienen en el vacío de un pasado permanentemente reconstruido. Sus lastimosas declaraciones representan el alarido de rabia final de una generación, la de la transición, que ha sido profundamente desleal con sus hijos y ha pretendido entronizarse en el poder hasta su muerte, construyendo una agenda social y política a su medida que iba dando respuesta tan solo a sus necesidades, a medida que sus miembros envejecían y la revolución dejaba de ser compatible con sus carteras. Las palabras de ambos destilan rencor, exudan decrepitud intelectual y los retratan como líderes de una generación que prefiere mirar a otro sitio mientras sus hijos y sus nietos siguen revolcándose en el lodazal laboral.

Felipe y José María. José María y Felipe. Ellos lo que desean es que la sociedad española continúe por los senderos que ellos desbrozaron. Senderos que parecían muy distantes entre sí pero que, con los años, descubrimos que discurrían ambos paralelos, siguiendo el cauce del río del capitalismo parasitario, ese que naciera en las faldas del franquismo. Las mismas familias, los mismos poderes, los mismos amigos... todos enriqueciéndose a costa de un Estado que los dos fueron vendiendo a precio de saldo. Pero ellos eso no lo recuerdan, tampoco lo aceptan, ¡ellos modernizaron el país!, no se hacen responsables de la gangrena moral que fue desarrollándose en la sociedad española, ni del encanallamiento artificioso que hizo carne en todos nosotros, mientras aprobaban leyes que, una tras otra, iban devaluando nuestros derechos sociales. Quieren morirse escuchando lo grandes que fueron, los importantes logros que alcanzaron, la fuerza y el carisma que tuvieron. Que la sociedad no solo no los olvide en vida sino que los eche de menos al tener que soportar la mediocridad de sus sustitutos, esos a los que aconsejan con desprecio. Y cuentan para ello, para elaborar esa narrativa heroica, esa ficción trascendente que los eleva a los altares de la excepcionalidad, con el apoyo de su numerosa generación, que necesita ese relato para poder justificar su propia evolución ideológica. Por eso han reaccionado con esa virulencia contra Podemos. Porque representa el primer intento de la generación de sus hijos de liberarse del yugo sociológico que les impusieron. Una generación a la que tuvieron adocenada en sus casas hasta los 30 años. Formándose, decían. Una generación a la que nunca criticaron seriamente su indolencia política y social. Porque eso les permitía seguir al mando de todo. Una generación de la que se reían con condescendencia por su debilidad y por su falta de compromiso. Lo que les permitía a ellos seguir manteniendo la ficción de ser los garantes del compromiso social con la democracia mientras la corrupción alimentaba sus cuentas bancarias. Y de repente, tras tantos años de humillación y de desidia, de mileurismo hedonista e imbécil, hartos de hostias, paro y precariedad, algunos de sus hijos, levantaron la cabeza, se miraron los unos a los otros, se encontraron y empezaron a hablar entre ellos de sus verdaderos problemas, de sus ilusiones, de sus prioridades. Y de los cauces políticos para abordarlos, de los nuevos senderos que había que desbrozar para encontrar nuevas soluciones. Dejando por fin atrás ese pasado mitológico que desde la transición habían ido forjando durante décadas sus padres.

Felipe y José María. José María y Felipe. El tiempo los dejó ya atrás. Saben que sus nietos, los nacidos a partir de los 90, los miran y los escuchan con el asombro y la extrañeza con la que ven una vieja película en blanco y negro. Pero se resisten a que los hijos de su generación, esos que nacieron en los 70 y los 80,  renieguen de ellos, no sigan sus consejos, no acaten sus directrices. Ellos que tanto les dieron. Ellos que lo dieron todo por España. Su España, claro. El rencor les corroe las entrañas. No van a rendirse fácilmente. Van a intentar someternos de nuevo, como tantas veces. Quieren seguir controlando las políticas sus viejos partidos zombificados para seguir manejando los hilos de nuestra sociedad del miedo, inmovilista y conservadora. Les gusta así, no quieren que nada cambie y por eso vuelven a la escena, al debate público, a las televisiones, a los periódicos, para dar munición a sus coetáneos, que por primera vez se han visto intimidados por el menosprecio intelectual de las nuevas generaciones, que exigen esta vez estar ellas al timón del cambio social sin la supervisión condescendiente de sus mayores.

Felipe y José María. José María y Felipe. No quieren darse cuenta. Se resisten a aceptarlo. Pero en el fondo ya lo intuyen. El tsunami de la nueva historia política de este país se originó 2011, se hizo movimiento organizado hace solo dos años y aunque fracase, la única certeza es que va a terminar  haciendo añicos a los viejos, caros e inútiles jarrones chinos de nuestra democracia.

21 enero 2016

Un año de libros (2015)

Estos fueron los libros nuevos (sin contar relecturas) que leí durante 2015. Fueron más de 40 y, desgraciadamente, no dispongo este año del tiempo suficiente como para hacer un comentario de cada uno de ellos. No ha sido un mal año de lecturas.
  • El precariado, la nueva clase social (2013)Guy Standing. Ensayo (sociología)
  • El cura y los mandarines (2014)Gregorio Morán. Ensayo (historia y cultura de España)
  • Pensar la historia del cine (2014)Valeria Camporesi. Ensayo (cine)
  • Combates cotidianos (2004)Manu Larcenet. Novela gráfica
  • Alabanza (2014)Alberto Olmos. Novela
  • Sobre la charlatanería (2005)Harry G. Frankfurt. Ensayo (filosofía).
  • Sobre la verdad (2006)Harry G. Frankfurt. Ensayo (filosofía).
  • Nada se opone a la noche (2011)Delphine de Vigan. Novela.
  • Oligarquía financiera y poder político en España (2012)Manuel Puerto Ducet. Ensayo (economía política)
  • ¿Dónde está mi tribu? (2013)Carolina del Olmo. Ensayo (maternidad)
  • Todo está bien (2015)Daniel Ruiz García. Novela.
  • Gracias, Finlandia (2013)Xavier Melgarejo. Ensayo (educación).
  • Provocación (1982)Stanislaw Lem. Novela.
  • El comité de la noche (2014)Belén Gopegui. Novela.
  • Contra los hijos (2015) Lina Meruane. Ensayo (maternidad).
  • Crítica a la nueva sociología de la ciencia (1998) Mario Bunge. Ensayo (filosofía de la ciencia).
  • Sumisión (2015)Michel Houellebecq. Novela.
  • Parecía un buen fichajeMiguel Gutiérrez. Ensayo (fútbol).
  • Imposturas científicas, los malentendidos del caso Sokal (2003)Baodouin Jurdan (coord.). Ensayo (filosofía de la ciencia).
  • Mis almuerzos con Orson welles. Conversaciones entre Henry Jaglom y Orson Welles (2014)Peter Biskind. Ensayo (cine).
  • Esperando a Godot (1952)Samuel Beckett. Teatro.
  • Cicatriz (2015)Sara Mesa. Novela.
  • Medicina sin engaños (2015)J. M. Mulet. Ensayo (ciencia).
  • Nada es crucial (2010)Pablo Gutiérrez. Novela.
  • El hombre detrás de la lluvia (2015)Luis Quiñones. Novela.
  • Notas sobre el cinematógrafo (1975)Robert Bresson. Ensayo (cine).
  • No tan incendiario (2014)Marta Sanz. Ensayo (literatura).
  • Lo que me está pasando. Diarios de un joven emperdedor (2015)Miguel Brieva. Novela gráfica.
  • ¡Está ardiendo una papelera! (2015)Pilar Montero. Ensayo (educación).
  • El bar de las grandes esperanzas (2005)J.R. Moehringer. Novela.
  • Acontecimiento (2015)Javier Moreno. Novela.
  • El impostor (2015)Javier Cercas. Novela.
  • La prensa que se vendió (2015)Luis Santos. Ensayo (periodismo).
  • Manhattan Transfer (1925)John Dos Passos. Novela.
  • La colmena (1951)Camilo José Cela. Novela.
  • La familia de Pascual Duarte (1942)Camilo José Cela. Novela.
  • Idiopatía (2013)Sam Byers. Novela.
  • Bodas de sangre (1933)Federico García Lorca. Teatro.
  • La casa de Bernarda Alba (1936)Federico García Lorca. Teatro.
  • En el enjambre (2013)Byung-Chul Han. Ensayo (filosofía).
  • Psicopolítica (2014)Byung-Chul Han. Ensayo (filosofía).