Aquí cuelgo la segunda tanda de películas nuevas que
vi durante el año que acaba de finalizar. Aclaro, mediante la palabra cine, las que vi en pantalla grande. Están ordenadas cronológicamente, según las fui viendo
- Gente en sitios (2013) – Juan Cavestany. Relato caleidoscópico que se atreve a atrapar el discurrir absurdo y surrealista de nuestra sociedad a través de microhistorias inconexas entre sí, que terminan encontrando un lazo de unión en el humanismo que destilan unos personajes superados por la crisis y por sus vidas. La osada propuesta sale adelante gracias la inteligencia de un autor que sabe lo que quiere contar y cómo quiere contarlo (atención al montaje y esos encuadres nerviosos), dejando que sea el espectador el que al final, tras ver el conjunto, tenga que hacerse preguntas sobre lo que ha visto y su significado. Una de las propuestas más arriesgadas del cine español de los últimos años. Un acierto de película. Muy recomendable.
- Noe (2014) – Darren Aronofsky. A mí me gustó. Con las controversias y el ruido que hubo a su alrededor no se supo entender cómo Aronofsky utiliza la mitología judeocristiana (de la misma forma que otros lo han hecho con la griega) para proponer una sombría y despiadada reflexión sobre el fanatismo y sus consecuencias, aunque venga enmascarada tras epopeya con aires de blockbuster hollywoodiense. Tal vez esto le hizo al final más daño que beneficio. A reivindicar.
- Begin Again (2014) – John Carney (cine). El hipsterismo más buenrollero y luminoso llega a la pantalla con una película (musical) que termina dejando una sonrisa en la boca y un puñado de melodías pegadizas que no se desprenden con facilidad. Espléndidos trabajo de Knightley y Ruffalo en una película muy bien dirigida (la historia está medida al milímetro, al borde siempre del exceso de azúcar) por Carney, que repite el esquema de su opera prima (Once), trasladando la historia a Nueva York y puliendo las pocas aristas sociales que en su primera película aparecían.
- A propósito de LlewyDavis (2013) – Hermanos Cohen. Alabada por muchos la última película de los Cohen a mí dejó más bien frío. Es correcta pero no emociona, se nota en demasía el respeto mitológico que se tiene por la época social y musical que se trata, y los habituales secundarios que suelen brillar con luz propia en el cine de los Cohen aquí se hunden, sólo se intuye lo que podrían haber sido, pero no terminan de cuajar, de tener entidad propia (algo que en el caso del personaje interpretado por Goodman se hace hasta molesto)
- Once (2006) – John Carney. La opera prima de Carney es un musical que nos acerca a dos solitarios habitantes de un Dublín siempre nublado y frío que tratan de convertir sus sueños en canciones. Nunca aburre y termina emocionando gracias a la simpleza de su tratamiento de las relaciones humanas, siempre leales y solidarias, algo que a veces parece más propio de un cuento da hadas que de una historia con visos de realismo social. Me gustó
- Ikarie X-1 (1963) – Jindrich Polak. Hard sci-fi a la vieja usanza comunista. Película checa, anterior a 2001, que narra las vicisitudes de un viaje de exploración espacial en busca de nuevos planetas habitables en el que los eventos extraordinarios son sustituidos por la cotidianeidad de una tripulación de científicos y profesionales conscientes de su obligaciones y de los peligros que su labor conlleva. Muy interesante. Sólo para aficionados al género. Y con un final muy curioso, ya que su manipulación hizo que orginalmente, en su distribución en EEUU, su significado cambiara por completo.
- Oh boy (2012) – Jan Ole Erster. Película indie alemana que tras un arranque ágil e inteligente termina diluyéndose en la irrelevancia de historias sin hilo en torno a un joven bohemio (hijo de papá, por supuesto) incapaz de decidir qué hacer con su vida. Con una premisa demasiado manoseada y sin mucho nuevo que aportar, se olvida con demasiada facilidad para resultar importante.
- Non stop (2014) – Jaume Collet Serra. Ya hace unos años que Liam Neeson (en un giro inesperado en su carrera) ha adoptado el papel de lobo solitario dispuesto a impartir justicia por su propia mano a pérfidos criminales en este subgénero tan propio del cine norteamericano, que suele ofrecer tanto dignas producciones como demasiadas basuras facistoides. En este caso la historia se desarrolla en un avión y el espacio determina por completo la acción pero en ningún momento la trama, los personajes o la dirección permiten que la película vaya más allá de un entretenimiento convencional y reiterativo. Innecesaria
- Capitán América: el soldado de invierno (2014) – Hermanos Russo. Tan aburrida y coñazo como el canon marveliano de superhéroes impone habitualmente. Mucha acción de manual en una historia mal narrada que siempre apela a las emociones más primarias. Sólo la curiosa lectura politica que de ella puede hacerse (como sorprendente crítica a la Patriot Act) puede aportar alguna razón para perder el tiempo con ella. Ruido, explosiones, tensión sexual de parvulario y tetosterona mal usada.
- The amazing Spiderman (2014) – Marc Webb. Indescriptible. Menudo truño se han marcado los de la Sony con el reboot del viejo superhéroe. Si ya la primera apestaba esta no hay por donde cogerla. Penosa por patética. Patética por mala. Y mala, es muy mala, pero de las que hacen daño.
- Arma fatal (2007) – Edgar Wright. Sigo con la trilogía de Wright-Pegg en sentido inverso a cómo se rodaron. Aquí se descojonan del género policial y consiguen una película fresca e irreverente con momentos gloriosos. Decae en la parte final pero el conjunto funciona
- Zombis party (2004) – Edgar Wright. La primera de la trilogía anteriormente citada tal vez sea la más floja de las tres. Aunque el rollo zombi y sus convenciones permiten la risa fácil y provoca situaciones divertidas se nota que el guión no está lo suficientemente pulido y se desperdician personajes que podrían haber sido míticos. Una pena
- Guardianes de la galaxia (2014) – James Gun (cine). Un soplo de aire fresco dentro del cine de superhéroes marvelianos que bebe más de la mitología de Star Wars y las space operas que de los archisabidos presupuestos dramáticos y emocionales (nivel parvulario) en los que se mueve habitualmente la Marvel. Porque ya sabemos que para ser un superhéroe hay que estar un poco tarado, y que estresa mucho tanta responsabilidad y tal, ya, pero claro, si uno de los protagonistas es un mapache cabrón y otro un árbol gigante que parece medio idiota, pues tampoco hay que tomarse todo tan en serio, ¿no?. Pura diversión sin complejos que funciona estupendamente
- The machine (2013) – Caradog James. Ciencia ficción inglesa cuyo argumento gira acerca del clásico crecimiento y toma de conciencia de una inteligencia artificial y del ya tremendamente cansino enfrentamiento entre su uso militar o el respeto a su libertad individual. Consigue una atmósfera adecuada pero se detiene demasiado en aburridas relaciones personales sin ser capaz de trascenderlas para conseguir reflexiones más ambiciosas. Aprobado justito
- Boyhood (2014) – Richard Linklater (cine). Tal vez la mejor película del año. Brillante propuesta de un Linklater obsesionado con mostrar el paso del tiempo en la vida de un niño, desde la infancia hasta la mayoría de edad. Y lo hace a través de retazos (rodados durante más de una decada, mientras los actores crecían al ritmo de sus personajes) que se alejan de los momentos de trascendencia para centrarse en los supuestamente irrelevantes, en algunos de los muchos que pueblan la vida de todos nosotros, mediante los que nos cuenta el difícil tránsito desde la dependencia emocional infantil hasta la primera lucidez adolescente previa a la mucho más gris vida adulta; donde todos sobreviven sin brújula, perdidos. Imprescindible. Maravillosa.
- Hoy empieza todo (1999) – Bertrand Tavernier. Un clásico y una referencia entre los profesores. Historia del día a día de un director de colegio que debe enfrentarse a los terribles obstáculos sociales y administrativos que un centro de este tipo siempre conlleva cuando está situado en zonas marginales. Interesante, pero tal vez se echa en falta una visión menos extrema y más realista (¿crítica?) de la labor docente.
- Los niños salvajes (2013) – Patricia Ferreira. Descripción veraz y cercana de las pulsiones adolescentes y del extraño vacío en el que a veces, durante un tiempo, terminan algunos de estos chicos sumergidos, cuando su mundo se hace demasiado pequeño y son incapaces de mirar más allá de sus deseos más inmediatos. Siempre con esas ganas irrefrenables de dejar de lado obligaciones que no quieren comprender y construyendo excusas para escapar momentáneamente de su realidad. Tristemente la película se estrella en su parte final al deslizarse hacia un drama innecesario que termina ocultando muchos de sus aciertos en el enfoque previo.
- Godzilla (2013) – Gareth Edwards. Curioso tratamiento del viejo monstruo en el que Edwards repite, con mucho más presupuesto, el esquema que le hiciera merecedor de grandes (y exagerados) elogios por su opera prima (Monsters). Pone su cámara y su visión a la altura de unos humanos absolutamente sobrepasados por la capacidad de destrucción y la invulnerabilidad de Godzilla y sus secuaces, dejando de lado (en una decisión controvertida) las peleas de los bichos para mostrar en primer plano tan sólo las consecuencias que estas provocan. Un casting equivocado, momentos de gran belleza visual, música adecuada y una sensación final de fracaso digno.
- La isla mínima (2014) – Alberto Rodríguez (cine) Una joya de uno de los mejores directores españoles del momento que confirma y mejora lo apuntado en sus películas previas. Los actores principales están cojonudos y el tratamiento visual del entorno marismeño de Doñana tiene momentos de una belleza sobrecogedora. Con una atmósfera inquietante, casi onírica, que consigue trasladarnos el miedo de una España que salía del oscuro franquismo con demasiados fantamas latentes, tan sólo la historia cojea un poco, incapaz de soportar completamente el peso de una producción que estaba destinada incluso a ser mejor de lo que ya es. En todo caso, un peliculón.
- No se os puede dejar solos (1981) – C.M. y J.J. Bartolomé. Documental pegado a la historia, que suda a pie de calle y consigue trasladar una verdad dolorosa. Los directores sacaron su cámara y grabaron al desnudo, sin cortapisas, cómo respiraba una sociedad española que unos pocos años atrás había salido de la dictadura con enormes esperanzas pero que veía con preocupación, dolor y enorme desilusión como las promesas de cambios reales en sus vidas se diluían y el clima político y social era cada vez más irrespirable. Un documento imprescindible que a pesar de los años transcurridos no sólo habla de la España de principios de los 80, sino que dialoga con enorme tensión con la España de hoy, tanto por los problemas que plantea como por los jóvenes políticos que intervienen y que decían que venían a intentar solucionarlos (da miedo y cierto asco ver la palabrería de algunos de ellos ya por entonces, con la perspectiva que nos da el paso del tiempo). Imprescindible
- Atado y bien atado (1981) – C.M. y J.J. Bartolomé. Continuación inmediata del documental anterior bajo las mismas premisas y con los mismos (excelentes) resultados.
- El corredor del laberinto (2014) – Wes Ball (cine) Otro necio intento de explotar el cine distópico adolescente con una producción anodina, jóvenes actores hormonados sin registros interpretativos y una historia que parte de una premisa interesante que se diluye ante la miserable mediocridad de todos los que intervienen en este bodrio.
- Perdida (2014) – David Fincher Retorcida y brillate indagación de los entresijos más oscuros de esa santa institución social que es el matrimonio. Fincher hace suyo un material de partida ajeno (es la adaptación de una novela) para rodar de manera distanciada la construcción de la realidad de una pareja formada por un bobo de manual y una psicópata encubierta. Mucho de lo que vemos en imágenes termina siendo finalmente tan falso como falsas son las proyecciones públicas de tantas parejas, y lo real se deforma tanto, según los diferentes puntos de vista, que resulta finalmente imposible aprehenderlo. La historia nos presenta de manera aséptica, sin juicios morales, lo que sienten y piensan (y hacen) cada uno de los miembros de esta pareja que fuera tan "ideal", mostrándonos sin pudor sus miserias, sus carencias, sus vacíos y sus patéticos intentos de disfrazar todo eso hasta que la bomba de sus falsas vidas compartidas explota, desembocando en una parte final fantástica, en la que la película acelera sin el freno echado, de manera desquicida, al ritmo de una Rosamund Pike fantástica, supurando un humor negro doloroso que hiela la sonrisa en la boca. Me encantó.
- The man from Earth (2007) – Richard Schenkman. Una rareza que engancha. Un grupo de amigos se reúne en una cabaña para despedir a uno de ellos que se marcha sin motivo aparente. La velada se alarga mientras beben y comen hasta que en un momento dado el protagonista comienza a contarles algo que cambiará sus vidas para siempre. No deja de ser finalmente un juguete artificioso pero la manera de contar la historia y su tono atrapan. Curiosa.
- The french
connection (1971) – William Friedkin. Un clásico con muy buena prensa que me dejó absolutamente frío. Personajes masculinos arquetípicos algo manidos en una película dirigida con pulso firme por un Friedkin en plena forma que inauguraba su década dorada. Pero la verdad es que me aburrió muchísimo. Es lo que hay.
- Carmina y amen (2014) – Paco León. Carmina es ya en sí misma un género. Paco León ha conseguido con el carminismo una variante extraña y fascinante del berlanguismo. Y esta segunda parte (en la que el director se arriesga con cierto virtuosismo manierista en ciertos momentos que, sorprendentemente, no desentona) no sólo es más de lo mismo sino que expande el universo de Carmina con nuevos personajes (genial y maravillosa Yolanda Ramos con un papel que es un regalo) y una trama delirante que desemboca en un final lógico de uno de los personajes más singulares del cine español.
- Relatos salvajes (2014) – Daimian Szifon (cine). Como anuncia el título la película es una divertida salvajada dividida en seis historias autoconclusivas y sin conexión entre ellas con un único denominador común: la sublimación del legítimo cabreo como motor de la venganza. Como todas estás películas divididas en capítulos es irregular pero continene microhistorias, personajes y situaciones delirantes que permiten no aburrirse en nigún momento y disfrutar de unos actores encantados por interpretar personajes tan extremos sin contención. Muy divertida.
- Trascendence (2014) – Waly Pfister. Indescriptible. Recomiendo ver esta película porque pocas veces en una producción millonaria de Hollywood (en la que al menos siempre parece estar garantizado un acabado impecable) se encuentra uno con tal cantidad de despropósitos. No solo en el montaje (que es auténticamente de traca) sino que somos testigos de una atribulada interpretación de grandes actores que nunca terminan de saber por qué y para qué están haciendo y diciendo lo que hacen y dicen, dentro de una historia sin sentido, mal narrada, pésimamente dirigida y que termina de manera surrealista. Mala de solemnidad
- Magical girl (2014) – Carlos Vermut (cine). Una de las películas más importantes del año. Vermut confirma todo lo que apuntara en su excelente opera prima (Diamond flash) y nos ofrece una película de extraordinaria calidad: dura, difícil, delicada por momentos, con unos personajes extremadamente frágiles a través de los cuales, de manera sutil, se adentra en las tinieblas del alma humana, construyendo un relato coral en el que de manera inevitable, y por mucho que intenten evitarlo, seres extraordinariamente dañados por la vida sólo sobreviven y tienen un respiro a base de hacer daño a otros que están tan jodidos como ellos. Imprescindible
- Pusher 1 (1996) – Nicolas Winding Ref. La película que dio a conocer al después famoso director de la controvertida Drive es un relato sucio de los bajos fondos de la ciudad de Copenhague en el que un traficante de poca monta, tras salirle mal una entrega, se ve inmerso en una carrera contrarreloj para conseguir el dinero que le debe a un pequeño mafioso de la ciudad. Dura, efectista y violenta, la película funciona como un reloj, con personajes verosímiles, y en ella ya se vislumbran algunas de las obsesiones visuales de Winding Ref
- Dos días y una noche (2014) – Hermanos Dardenne (cine). La película que mejor ha retratado los devastadores efectos de la crisis en los trabajadores no cualificados nos llega desde Bélgica. Marion Cotillard, en uno de sus mejores interpretaciones, se transforma en una empleada que justo al reincorporarse a su puesto de trabajo, tras una larga baja por depresión, se encuentra con que su empresa obliga a sus empleados a elegir entre mantener su paga extra o despedir a uno de ellos. Tras una primera votación en la que se deciden por su paga y por tanto aceptan el despido del personaje interpretado por Cotillard, esta tendrá dos días y una noche para hablar uno a uno con sus doce compañeros, y así intentar hacerles cambiar de opinión en la votación definitiva. La película nos muestra de manera dolorosa como la evolución del capitalismo y la destrucción de los lazos (también sindicales) entre los trabajadores sólo nos ha llevado hacia una soledad alienante en la que, tras el cuento del individualismo competitivo, solo se esconden un derrota perpetua y una pérdida de autoestima que entronca con la pérdida de identidad y la corrosión del carácter de las que hablara el sociólogo Sennet. El tono final es a pesar de todo optimista: tal vez debido a la tormenta que nos devora uno a uno nos tendremos que dar cuenta de que solo desde el combate político y social en defensa de nuestros derechos podremos recuperar nuestras vidas. Imprescindible.
- La milla verde (1999) – Frank Darabont. Da igual que sea un cuento, dan igual las buenas intenciones y da igual el buen acabado que tiene la película: la historia da para poco más que un corto y las tres horas de grandilocuente metraje solo sirven para aburrir miserablemente, para sorprenderse ante la falta de profundidad de los personajes y para terminar del ratón hasta los santos cojones. Un pérdida de tiempo.
- Mil maneras de morder el polvo (2014) – Seth MacFarlane. Intrascendente comedia desarrollada en el oeste, donde el creador de Padre de familia y Ted intenta volver a usar su humor grueso y efectivo sin conseguir en esta ocación que apenas esbocemos una sonrisa. Aburrida.
- Interstellar (2014) – Christopher Nolan (cine). Ambiciosa, irregular, emocionante, demasiado discursiva en ocasiones, un McConaughey genial, visualmente espectacular. Película de ciencia ficción con tintes filosóficos en la que, junto a decisiones argumentales cuestionables (e incluso chapuceras), se encuentran algunos de los mejores minutos de cine del año. Imprescindible.
- Cómo entrenar a tu dragón 2 (2014) – Dean Debbis. En esta segunda parte, con los personajes ya construidos y perfilados, sin aristas, la trama se construye a través de una inverosímil reconciliacion familiar del chico protagonista con la madre que creía muerta (y que resulta que se había largado por ahí, en plan ONG, a salvar y cuidar dragones. Por ejemplo). Ante la falta de originalidad se tiende inevitablemente a la acumulación: mas ruido, más dragones, más acción y como resultado: mayor aburrimiento y menor irreverencia. Equivocada.
- Las vidas de Grace (2013) – Deston Cretton. Acercamiento sincero al trabajo de las casas de acogida de niños y adolescentes con problemas socioafectivos. Brie Larson brilla con luz propia y sostiene el peso de una película sencilla, efectiva y digna de verse. Correcta.
- Predestination (2014) – Hermanos Spierig. Tal vez el mayor pifostio temporal de la historia del cine. Un guión surrealista de viajes en el tiempo que termina cobrando sentido al final, sólo para terminar descojonado por el embrollo montado. Un amante de ese subgénero de la ciencia ficción relacionado con las paradojas temporales, no puede dejar de ver una película que deja la trama de Terminator a la altura de un juego de niños.
- Los juegos del hambre: Sinsajo (parte 1) (2014) – Francis Lawrence (cine). Al final, entre tanta basura adolescente que nos ha llegado en los últimos años (que es basura no por ser adolescente, sino por tratarlos como imbéciles) esta saga sea tal vez la más digna y la que mejores interpretaciones tiene. La más honesta a pesar de la superficialidad con la que se ocupa de una historia con cierta complejidad que se banaliza con una equivocada apelación continua a emociones artificales. Aun así, flojita. Como las anteriores.
- 12 años de esclavitud (2013) – Steve McQueen. Intensa, verosímil y dramática visión de la esclavitud en la América pre-guerra civil, que no termina de cuajar en gran película por la falta de unidad argumental y el irregular manejo del paso del tiempo en la dolorosa epopeya del protagonista.
- La por el miedo (2013) – Jordi Cadenas. Un acercamiento sutil al maltrato dentro del hogar, donde familias completas sufren en silencio, con vergüenza y terror, el despotismo de hombres miserables que se arrogan el derecho de controlar sus vidas. La película va de menos a más hasta llegar a un final (en mi opinón) demasiado dramático. No estamos ante una gran película pero sí ante un digno y respetable intento de cine social comprometido.
- Seguridad no garantizada (2011) – Colin Trevorrow. Absurda historia en la que un grupo de periodistas tratan de conseguir un reportaje aprovechándose de un tipo que cree que puede viajar en el tiempo para solucionar errores de su pasado. Buenas intenciones, redenciones forzadas y una indiferencia que crece, lacerante, minuto a minuto, en un espectador que termina hastiado y aburrido ante una propuesta que acaba siendo tan convencional como estúpida
- Dos semanas en otra ciudad (1962) – Vincente Minelli. Es tan buena que hace daño. Una de esas películas-testamento con las que el viejo Hollywood se desnudaba y mostraba por fin su alma cínica y corrompida, sabedor de que su tiempo, por fin, ya había pasado. Minelli había filmado anteriormente Cautivos del mal, otra obra maestra que también mostraba las entrañas de la industria del cine de Hollywood pero con otro filtro, igual de cínico tal vez, pero con la potencia de los que se saben en plena forma y pueden aun disfrazar sus miserias tras la satisfacción final del éxito conseguido. Aquí, en cambio, Minelli ha envejecido, tal vez empieza a verse fuera del sistema, como sabe que les está ocurriendo a otros grandes como Ford, Lang o Hawks. Y ya no esconde nada: traslada al anciano director, interpretado magistralmente por Edward G. Robinson, todo el dolor de una generación de directores que veía cómo se derrumbaba todo a su alrededor mientras ellos aun se veían capaces de alumbrar grandes películas (que sabían, por otro lado, que ya nadie quería ver). Traslada a un maduro Kirk Douglas la tortura que para un actor supone que las luces de neón empiecen a alumbrar a aquellos que vienen por detrás a sustituirlo, mientras sufre la soledad y la deslealtad de aquellos en los que confió. Y el dolor, el dolor de la vieja industria traspasa la pantalla. Peliculón imponente.
- Lucy (2014) – Luc Besson. Basura infinita. Hace ya mucho tiempo que Besson solo dirige y produce basura. Queda ya muy lejos aquella original y divertida El quinto elemento. En este caso además, al sopor que genera la primera parte de la película (la parte de acción, manda narices), hay que unir una segunda parte donde la historia se detiene en elementos pseudocientíficos y absurdos para tratar de dotar de una trascendecia imbécil a una historia que no se sostiene desde el primer minuto. Horrible.
- The equalizer (2014) – Antoine Fuqua. Otro ejemplo más de ese cine de lobos solitarios, justicieros superdotados para el asesinato "justo", que Hollywood produce como churros. Con buena factura y un ritmo adecuado la película entretiene sin ser nada del otro mundo. Y dejando de lado, claro, las implicaciones ideológicas (reaccionarias) que personajes como el Denzel Washington significan.
- Robin Hood (2010) – Ridley Scott. Lo que empieza siendo una agradable variación de la construcción del mito de Robin Hood termina fracasando por un inexplicable montaje que no solo consigue que olvidemos los aciertos iniciales de la historia, sino que convierte la segunda parte de la película en un engendro sin sentido en el que los personajes se diluyen (desaprovechar a Cate Blanchett tiene delito) y en la que se hace patente el desconcertante desinterés que el director parece tener por una producción que se le va de las manos. Un desperdicio.
- El hobbit: la batalla de los cinco ejércitos (2014) – Peter Jackson (cine). Que Jackson había perdido ese toque que le permitió emocionarnos con su épica grandilocuente en la trilogía de El señor de los anillos ya lo sabíamos tras ver las dos primera partes de esta trilogía de El Hobbit. Pero se mantenía la esperanza de que tal vez, al menos, consiguiera un cierre digno a esta segunda trilogía con esta película. No lo consigue. Habría que ser muy generoso para darle el aprobado justito a una película que por tramos aburre, casi nunca emociona y a duras penas nos permite vislumbrar sombras de aquello que antaño nos subyugó a tantos. Una pena.