Aquí comparto la segunda tanda de películas que vi por primera vez durante 2016. Aclaro, mediante la palabra cine, las que vi en pantalla grande. Están ordenadas cronológicamente, según las fui viendo.
- Cien años de perdón (2016) – Daniel Calparsoro. No permanecerá en la memoria del cinéfilo esta muestra rutinaria de un cine español que traslada con éxito los esquemas del cine americano de género. Cine que no molesta, que se deja que ver, que no deja huella y sirve como entretenimiento inocuo porque prefiere no profundizar en las claves de esa sociedad corrupta en la que se desarrolla. La falta de ambición es su gran lastre.
- Los exiliados románticos (2015) – Jonás Trueba. El cine del menor de la saga de los Trueba tiene personalidad propia, es poderoso en su afán de simpleza, y su fuerza radica en lo que parece ser una inconsciencia completamente meditada: Jonás Trueba hace el cine que le sale del corazón, un cine que puede parecer a ojos despistados intrascendente, destartalado o aburrido. Pero es un cine con alma, que transpira verdad, inocula emoción y trasmite una pasión feroz por la vida.
- El futuro (2013) – Luis López Carrasco. Extraña e hipnótica película. No comparto la pasión de cierta crítica nacional por ella. Implica un esfuerzo demasiado intelectualoide por parte del espectador aceptar las lecturas sociopolíticas que se han querido hacer de esta película. Se desarrolla íntegramente en una fiesta, el día que Felipe González gana en las elecciones en 1982, en la que vemos cómo la peña habla, se ríe, se emborracha, discute o se pelea, pero apenas alcanzamos a escuchar fragmentos entrecortados de las conversaciones. Se ha escrito mucho sobre ella, sobre el desencanto por la política, por la Transición y por la España que se estaba construyendo. No termino de verlo. Será problema mío.
- Calle Cloverfield 10 (2016) – Dan Trachtenberg. Aunque el rollito de ser (y no ser) una secuela de Monstruoso, la película de Matt Reeves, termine siendo más una molestia que un beneficio (resulta demasiado evidente el artificio publicitario, termina siendo ridículo) lo cierto es que como película adscrita al subgénero de encierro post-apocalíptico y claustrofóbico en búnker americano (tamaño medio, ¿no tiene cada americano el suyo?) funciona razonablemente bien. Mantiene la tensión, la ambigüedad y el punto de terror atmosférico necesario. Entretenida.
- El viaje de Arlo (2015) – Peter Sohn. Resulta anodina, convencional, repleta de clichés y de roles de género. Un Pixar menor que no cuaja en ningún momento en película notable. Aburrida y convencional.
- Hidden (2015) – Hermanos Duffer. Antes de Stranger things los hermanos Duffer escribieron y dirigieron esta vuelta de tuerca de la clásica historia de encierro familiar tras brote de epidemia mortífera que genera la aparición de zombis. La película crece en interés cuando deja al descubierto su verdadera identidad y la reflexión, al estilo de la clásica Soy leyenda, se impone a una producción más bien pobre y a una historia construida mediante todos los clichés del género. Se deja ver.
- Alma salvaje (2014) – Jean-Marc Vallée. Película intimista, viaje introspectivo, redención de una vida egoísta y absurda a través del esfuerzo físico y la soledad. Todo eso queda estupendo sobre el papel. ¿El resultado? Pura pornografía emocional. El rollito de la superación personal capaz de imponerse a cualquier drama vital encabrona e irrita. Pero qué le mola a Hollywood.
- Midiendo el mundo (2012) – Detler Buck. Qué bonita música. Y qué bonita su historia: las vidas paralelas de Alexander von Humboldt y Carl Friedrich Gauss, dos genios de la ciencia, dos hombres cuya curiosidad era insaciable. La película, solo por eso, y sin llegar a la altura de los hombres de los que habla, merece la pena. No se pueden obviar errores en el tono y en el ritmo de la película. Pero recomendaría una y otra vez acercarse a la vida de estos dos tipos.
- El camino a casa (1999) – Zhang Yimou. Donde algunos ven amor y poesía en un paisaje arrebatador yo solo me encuentro el retrato absurdo de la obsesión irracional de una mujer joven que bordea peligrosamente la idiotez. El director se empeña en mostranos sus carreras, sus coletas y sus lágrimas según un canon romántico pueril que presupone que el amor absoluto implica una deterioro inevitable de las funciones cognitivas superiores. Me da pereza hasta pensar en ella.
- Anarchy: la noche de las bestias (2014) – James DeMonaco. La segunda película de la trilogía de La Purga es la mejor de las tres. Personajes recios, sobria puesta en escena y la cuestión sociopolítica distópica aparece al fin como conflicto y motor de una historia dura y afilada, aunque inevitablemente superficial. Entretenida.
- Embarazados (2015) – Juana Macías. Hay un tendencia reciente en el cine español que termina resultado irritante. Durante un rato, al principio del metraje, se impugnan mediante convincentes argumentos racionales convenciones sociales arraigadas con fuerza en nuestra sociedad, para finalmente sucumbir a la fuerza de la emoción irracional, del instinto primitivo y del conservadurismo social. Pero hay algo peor que eso. Lo peor es que durante esa primera parte apenas sonríes y después, en la segunda, te aburres miserablemente.
- Midnight special (2016) – Jeff Nichols. Uno de los directores norteamericanos más interesantes del momento nos deja una película estupenda de ciencia ficción en la que un niño con poderes es secuestrado por su propio padre para salvarlo de una secta milenarista. Relato audiovisual de calidad que narra con enorme fuerza una hermosa relación padre-hijo. Extrañamente áspera resultará una experiencia incómoda para el espectador despistado. Una de las grandes películas de este año.
- Sisters (2015) – Jason Moore. Película realizada para el lucimiento de sus dos protagonistas, estrellas cómicas de la televisión americana. Es una absurda acumulación de sketches con poca gracia, sin hilo en común y con una historia de aceptación y redención social y familiar vomitiva. Penosa.
- Belle de jour (1967) – Luis Buñuel. Brutal retrato de la clase media acomodada en la Francia de la segunda mitad de siglo XX. La doble moral y la hipocresía no son denunciadas sino expuestas en carne viva. El fracaso vital se mastica con la tristeza y la rabia de la desigualdad social. Brillante.
- La silla de Fernando (2006) – Luis Alegre y David Trueba. En primera persona, sin contraplanos ni imágenes de archivo, Fernando Fernán Gómez, uno de los personajes culturales más importantes de la España del último siglo, desgrana anécdotas, recuerdos y reflexiones sobre la vida, el cine, las relaciones y su carrera. Una delicia.
- Viridiana (1961) – Luis Buñuel. Perversa y venenosa. Cine con mayúsculas que construye un humanismo artificial de origen religioso solo para destruirlo, con saña, con lucidez, de manera reflexiva, sin ambages. Una película extraordinariamente moderna cuya fuerza se agiganta con el paso de los años con un tramo final antológico. Extraordinaria.
- Los olvidados (1950) – Luis Buñuel. Una auténtica obra maestra. Tal vez la mejor película que vi durante 2016. Buñuel construye una historia con vocación atemporal que pone el foco sobre la violencia intrínseca de una juventud criada en los arrabales del sistema, que nada espera de la vida y que por tanto no solo no teme a la muerte sino que la desafía y la invoca. Estremecedora.
- Un perro andaluz (1929) – Luis Buñuel. Ni siquiera es ya necesario opinar sobre esta película. Está ya por encima del bien y del mal. Pertenece a la historia de la cultura del siglo XX. Respira libertad, respira atrevimiento y transmite inteligencia.
- High Rise (2015) – Ben Wheatley. Tras su apariencia de cine convencional esta adaptación de una novela de Ballard esconde una carga de profundidad que la emparenta con Snowpiercer a la hora de plantear una solución radical y subversiva a los conflictos que provoca la sociedad de clases capitalista. Lúcida, incómoda, caótica y desordenada. Muy recomendable.
- Misión imposible 5: nación secreta (2015) – Christopher McQuarrie. Escribo esto pocos meses después de ver la película. Ya casi no recuerdo nada de la trama. Y mi memoria siempre ha sido excelente. Un pasatiempo de baja estofa, un bolo auténtico, que diría mi padre.
- Sangre de héroes (1989) – David Webb Peoples. El guionista de Blade Runner nos deja una película casi conceptual. En un futuro post-apocalíptico un deporte en el que la vida está en juego es utilizado como metáfora para aprehender el significado de la importancia de la vida y del momento. Pero vamos, no te creas ni la mitad de lo que escribo: pura basura sin sentido a la que el tiempo daña hasta sangrar. Mala de solemnidad. Curiosa para los que nos gusta profundizar en la serie Z del cine sde ciencia ficción.
- Kiki, el amor se hace (2016) – Paco León. Comedia agridulce en la que las parafilias son usadas como fuente de humor sin reflexión. El resultado es una película blandita, que no molesta pero no deja poso alguno.
- El pregón (2016) – Dani de la Torre. Ver a Berto Romero actuar siempre es garantía de sonrisas y algunos aciertos de guión permiten realmente su lucimiento personal. Pero más allá de algunos sketches conseguidos la película no se sostiene y se hace más bien pesadita. Para una tarde de sábado sin aspiraciones tal vez pueda funcionar. Se le agradece su falta de ambición. Sabe lo que es y lo que pretende.
- La invitación (2015) – Karyn Kusama. Cine indie que sostiene de manera magistral la tensión durante una hora de película hasta estallar en un climax final de enorme fuerza. Muy entretenida, contiene una curiosa carga de profundidad contra el pensamiento positivo y el intento absurdo de eliminar o apartar cualquier aspecto doloroso de nuestras vidas.
- Maestros de la luz (1992) – Arnold Glassman, Todd McCarthy, Stuar Samuels. Una auténtica gozada. Documental imprescindible para cinéfilos que se centra en el arte de los directores de fotografía, analizando secuencias emblemáticas y los trucos de los más grandes.
- Las hurdes (1933) – Luis Buñuel. La irrelevancia de cierto cine y televisión actual se hace más evidente al contemplar cómo las posibilidades de subversión y revolución del medio audiovisual fueron aprovechadas hace ya 80 años con una audacia y una inteligencia a la que hoy de difícil asistir. No es un documental sobre la miseria, es un llamamiento desesperado a cambiar el mundo.
- Captain fantastic (2016) – Matt Ross (cine). Tan simpática, tan alternativa, tan antisistema. Un puto fraude. Basura progre-guay. Emparentada con la mucho más interesante La costa de los mosquitos, la película plantea una historia artificial en la que una familia occidental decide alejarse de la civilización para educar a sus hijos en plena naturaleza, en la pureza de unos valores no contaminados por la sociedad. Pura ensoñación new age. Ridícula.
- Anomalisa (2015) – Charlie Kaufman, Duke Johnson. Hace daño. Es lo mejor que se puede decir de esta película. Hace daño. Porque habla del paso del tiempo, de las ilusiones rotas, de la vitalidad física que ya no se encuentra, de la ensoñación permanente que ya no erotiza, de una madurez que no se valora. Y de los errores vitales que destrozan vidas y familias. Cine de animación estimulante e inteligente.
- Paulina (2015) – Santiago Mitre. Una película absolutamente errada que ensalza la emoción sin razón y denosta el pensamiento reflexivo y racional en el muy espinoso tema de las violaciones y el dilema posterior sobre la posibilidad de abortar. De manera maniquea presenta el razonamiento crítico sobre las diferencias sociales en un plano meramente teórico, de progres de salón, mientras que la protagonista, al mancharse las manos de realidad social y ser violada por aquellos a los que intentaba ayudar, decide imbuirse de un mesianismo imbécil e irracional que es elevado a la categoría de posibilidad intelectual en un ejemplo clásico de la falacia lógica del falso dilema.
- Dos buenos tipos (2016) – Shane Black. Clasica muestra del cine comercial americano que mezcla comedia y acción. Escrita y dirigida por el guionista de Arma letal su historia está construida con detalle y mimo, deudora de la tradición y con la frescura de la irreverencia. Entretiene
- Independence day: resurgence (2016) – Rolan Emmerich. Basura intergaláctica. No queda nada de lo que al menos hiciera divertida aquella primera y absurda película de los 90, con quel discurso sobre la liberacion mundial con el que tanto nos descojonamos. Aburrida, inconsistente, infantiloide y fragmentaria. El carisma de los personajes está al nivel de Jar Jar Binks.
- Maggie (2015) – Henry Hobson. Acercamiento intimista a la temática zombi entendida como enfermedad sin solución. Un Schwarzenegger contenido ayuda a empatizar con una historia pequeña, extraña, desarrollada en los márgenes del cine de masas. Funciona.
- Buscando a Dory (2016) – Andrew Stanton. Simpática y bien realizada. El toque Pixar de calidad permanece pero no así la sorpresa ni la fascinación con la que vimos sus primeros títulos. Secuela rutinaria. Bonita de ver
- El discreto encanto de la burguesía (1972) – Luis Buñuel. Un divertimento de alta categoría al que se le han buscado interpretaciones por encima de sus posibilidades. Entretiene pero desfallece a medida que el metraje avanza por la indefinición de la propuesta.
- La leyenda de Tarzán (2016) – David Yates. Un enorme despropósito. No hay por dónde coger esta cosa en la que se entremezclan sin solución de continuidad aciertos de producción, errores de guión de principiante, un casting completamente equivocado y una historia descabellada con un final delirante. Qué cosa más mala, madre mía.
- ARQ (2016) – Tony Elliot. Serie B en la línea de Al filo del mañana, la película de Tom Cruise. Una máquina resetea el tiempo y eso permite a los protagonistas buscar una y otra vez sin descanso la solución al MacGuffin que plantea la historia. Entretenida a ratos termina dejando poca huella al finalizar.
- Arrival (2016) – Dennis Villenauve (cine). Una de las mejores películas que vi durante este año. Un relato audiovisual fascinante que juega en la misma liga que Interstellar, por momentos dialoga de tú a tú con 2001 y vapulea a Encuentros en la tercera fase. Excelente.
- Sunset song (2015) – Terence Davis. No me terminó de convencer una de estas películas a las que la crítica "seria" convierte en obra maestra apenas aparece en escena. Visualmente es arrebatadora pero la historia resulta fatigosa y la evolución de los personajes errática.
- Cazafantasmas (2016) – Paul Feig. Remake de la famosa película de los 80. Estuvo envuelta en un escándalo idiota por sustituir a los personajes masculinos por mujeres (cuando tal vez ese cambio sea lo mejor de la propuesta, por la inversión de roles y de clichés de género que permite). Mantiene el tipo, divierte en ocasiones y termina derrapando en su necesidad de ofrecer un insípido espectáculo final anegado de efectos especiales. Pasable.
- Mi amigo el gigante (2016) – Steven Spielberg. Durante un
rato, al principio, la película se sostiene por la complicidad del espectador
pero a partir de cierto momento no deja de caer, de hundirse en la miseria, hasta llegar a la larga
secuencia del castillo de la reina que provoca vergüenza ajena en el
espectador. Puede que sea la peor película que haya dirigido un Spielberg que se muestra rutinario y escaso de ideas en la dirección. Mala sin matices.
- Upstream color (2013) – Shane Carruth. Absoluta anomalía cinematográfica que cuenta de manera oscura una críptica y extraña historia sobre conexiones emocionales entre personas sometidas a un shock. Es perturbadora e inquietante, nada de lo que se cuenta (ni cómo se cuenta) parece tener sentido, pero no solo no puedes dejar de verla sino que engancha y atrae. No es para todo tipo de públicos pero es enormemente atractiva. Puro cine.
- Patterson (2016) – Jim Jarmush (cine). ¿Existe realmente la felicidad? Tal vez solo sea ese estado en el que, cubiertas la necesidades básicas, no estamos sometidos al temporal de la enfermedad y somos capaces de situarnos en la misma frecuencia del momento y el lugar en el que vivimos y de aquellos con los que convivimos. Tan poca cosa, tal vez. Tanto, en el fondo. Jarmush construye su historia sobre esta idea y ofrece una de las películas más importantes del año. Una joya.
- Suicide squad (2016) – David Ayer. Basura infinita. Bodrio superlativo. Todo lo malo de las adaptaciones de superhéroes (ruidosa, pobres efectos especiales, historia caótica y confusa en la que la evolución de los personajes carece de sentido alguno) y ninguna de sus posibles virtudes (no hay humor, no hay ritmo, los personajes que debieran ser carismáticos no tienen espacio suficiente para crecer). Más allá de un montaje absurdo que destroza la continuidad de la historia esta película es de lo peor que vi en años.
- Rogue one (2016) – Gareth Edwards (cine). La disfruté mucho. El enorme valor de esta película es que abre con éxito la puerta a la expansión en la gran pantalla del rico universo de Star Wars con historias en las que el drama de la familia Skywalker no sea el motor fundamental. Nuevos personajes y una versión diferente de una Rebelión a la que siempre observamos desde la perspectiva de los héroes pulcros y a la que ahora miramos a través de los ojos de los curritos de la galaxia, de los que se ensuciaron de verdad las manos.
- Sing street (2016) – John Carney. Estimable película que continúa con la misma fórmula de musical pegado a la realidad que el mismo director utilizara en Once y Begin again. Hay intensidad emocional, una acertada (y melancólica) recreación de unos 80 que empiezan a quedar muy atrás y cierta amargura en la reflexión sobre los sueños rotos.