29 noviembre 2009

Frente al positivismo y al relativismo

Es un tema sobre el que leo con avidez, aunque de manera espaciada, durante los últimos años. Me parece increíble, incluso preocupante y sintomático, que durante mis años de estudios científicos no me lo planteara jamás, más allá de alguna aproximación huera en conversación banal sin apoyo de lecturas ni reflexiones que lo pudiesen justificar. Desde hace mucho tiempo se produce una interesantísima discusión entre el ámbito puramente científico y el de la sociología sobre el verdadero papel de la ciencia, incluso sobre su rol social. Una lucha sin cuartel entre la idea de la ciencia como una verdad o un acercamiento veraz y justificado a la realidad, y la que plantea que, a pesar de sus evidentes consecuencias tecnológicas, la ambición de la ciencia por considerarse como verdad está absolutamente superada, y sólo debe y puede entenderse como uno más de los posibles relatos o ficciones acerca de una realidad natural siempre incognoscible al ser humano, cuya descripción está fuertemente condicionada por el paradigma cultural en el que se desarrolla la práctica científica. En las esquinas de este ring filosófico se encuentran boxeadores extremistas, que se miran con odio a los ojos dispuestos a aprovechar la más mínima debilidad o falla argumental del contrincante. En un lado la relatividad posmoderna, el escepticismo radical, y en el otro el rancio positivismo, la prepotencia científica, nostálgica del determinismo laplaciano.

Y yo deambulo confuso entre ambas trincheras. Y aunque leo y leo sobre el asunto, aunque dialogo con autores que me aportan nuevos razonamientos al tiempo que yo contribuyo con mis propias experiencias y mis estudios, termino siempre volviendo, invariablemente, a una nota a pie de página del libro que Sokal y Brickmont escribieran hace ya más de diez años, Imposturas intelectuales, que define con brevedad y concisión científica el planteamiento que vertebra mi opinión sobre el asunto.

…Los instrumentalistas querrán vindicar que no tenemos forma de saber si las entidades teoréticas “inobservables” existen realmente, o bien que su significado se define únicamente mediante cantidades mensurables; pero esto no implica que consideren estas entidades como “subjetivas”, en el sentido de que su significado esté sensiblemente influido por factores extracientíficos (como la personalidad de los científicos individuales o las características sociales del grupo al que pertenecen). De hecho, los instrumentalistas sencillamente considerarán nuestras teorías científicas como el modo más satisfactorio en que la mente humana, con sus limitaciones biológicas congénitas, es capaz de entender el mundo.

Creo que lo tengo claro. Creo que lo sé. Desde hace tiempo. Es lo que soy, lo que mejor define lo que pienso: soy un instrumentalista.

Y partir de ahí me queda todo un arsenal de textos con el que debatir con muchos autores y discutir conmigo mismo. Sigamos leyendo.

11 noviembre 2009

Otra voz silenciada. Otra coz a la libertad de opinión

Pues parece que la epidemia se extiende. El País ha decidido cargarse a una de las voces más críticas (de las pocas...¿la única?) que aún permanecían entre sus páginas. Le toca el turno a Enric González, que fuera corresponsal del periódico en algunas de las principales ciudades del mundo y al que le habían dado la oportunidad (¡qué error estratégico de Cebrián!) de compartir columna con (el ya repetitivo y demasiado cansino) Boyero. Él mismo lo anunciaba en su columna de ayer con la mala leche que le es habitual (la que hizo que ya le censuraran alguna columna hace unos meses):

"La dirección de este periódico considera que conviene aprovechar al máximo el espacio de papel, cada vez más escaso, y que estas líneas serán de mayor provecho si se dedican a la televisión en lugar de a peroratas más o menos excéntricas. Se me ha ofrecido volver a ser corresponsal en el extranjero, el empleo al que me he dedicado durante casi dos décadas, y he aceptado. Me largo a Jerusalén en enero. Alguna vez dije en este mismo espacio que no hay que preocuparse si desaparece del periódico alguna opinión, porque cada uno tiene ya la suya. Sigo pensándolo. Creo que hace más falta la información y, dentro de mis posibilidades, en el nuevo destino intentaré conseguirla, comprenderla, escribirla y publicarla."

Patada en los cojones, y fuera de la molesta sección de Opinión. Corresponsalía en Jerusalén y todos tan contentos. Es cierto que lo más digno en estos casos (visto desde fuera) es no admitir el cambio y despedirse de la empresa que te degrada. Pero tampoco pidamos a los demás que se conviertan en héroes para que sean nuestras referencias un par de semanas. Cuando ya ni pensemos en ellos, esta gente tiene que seguir comiendo y pagando una hipoteca. Es demasiado complicado ser coherente e íntegro en estos tiempos que corren. Pero no deja de ser triste.

En una cosa se equivoca Enric. Se equivoca cuando dice que en estos momentos hace falta más información que opinión, y que por ello nadie debe sufrir su ausencia. Eso puede ser verdad en general, pero no en su caso particular. En su caso era más necesario para los lectores opinando, argumentando y exponiendo su punto de vista, su visión del mundo, que enviando crónicas desde Oriente Medio. El envío a Jerusalén no parece casual. Es un lugar alejado, donde va a molestar poco y donde su forma de ver el mundo va a adecuarse como anillo al dedo a los intereses estratégicos de la empresa que le paga: que les dé caña a los judíos y se apiade de lo pobres palestinos para regocijo de los pijoprogres sociatas.

¿Por qué no lo mandarían a Venezuela?

¿Quién será el siguiente? ¿En qué medio? Se admiten apuestas.

05 noviembre 2009

Sobre el despido de Reig y la deriva de Público

Hasta el martes no noté que habían echado a Rafael Reig de Público. Cuando abrí el periódico y busqué su Carta con respuesta no la encontré, y en su lugar Isaac Rosa (un tío cuyas columnas en general me interesan) trataba torpemente de salvar la dignidad del la empresa que le paga con una columna deplorable donde empezaba hablando del sexo de los ángeles para terminar, con un último párrafo antológico (modo irónico), enfangándose hasta los tobillos aludiendo a la libertad de opinión de los columnistas del periódico, justo cuando acaban de despedir (dejémonos de eufemismos) a un compañero precisamente por darle más cera de la cuenta a los sociatas de lo que Roures se puede permitir.

Yo fui de los que me alegré de la llegada de Público. Desde el principio lo he comprado con asiduidad alternándolo o compaginándolo con El Mundo y El País. Defiendo y defenderé siempre que era un periódico que aportaba un soplo de aire fresco en la encorsetada y conservadora prensa española: un director de la generación mileurista (Nacho Escolar) un puñado de nuevas y viejas firmas que aportaban una voz global diferente (Reig, Rosa, Orejudo, Fabretti, Lozano...), nuevos espacios de opinión de fondo (hasta ahora reservados siempre en la prensa española a tesis liberales o conservadoramente socialistas) donde voces de la izquierda podían aportar su visión (Vicenç Navarro, Pascual Serrano, Carlos París...), un enfoque diferente de la sección de Cultura gracias a Peio H. Riaño (que todavía sobrevive, ya veremos cuánto tiempo), las mejores páginas de Ciencia de los diarios generalistas españoles (¡qué poco se ha apreciado esto en este país!) y una mirada nueva al panorama de noticias diarias, otorgando espacio a noticias que hasta ahora sólo aparecían en prensa alternativa. Todo ello, por supuesto, vertebrado por un apoyo editorial descarado a Zapatero que, al fin y al cabo, era el que había permitido a Roures montar todo su tinglado mediático en sólo cuatro o cinco años. Ése era el periódico que nació hace dos años. Un proyecto interesante, sin lugar a dudas. Al menos para mí.

Pero en menos de dos años se han cargado toda la ilusión que generaba y el periódico ha ido deslizándose sin remedio hacia posiciones periodísticas más clásicas, menos arriesgadas, intentando posicionarse como alternativa de El País, intentando quitarle parte de su nicho de lectores desencantados que no soportan la deriva sin solución de senil diario de PRISA (algo por otra parte complicado porque para eso viejos lectores prisaicos desencantados el formato y estilo de Público no es demasiado atractivo: demasiado fragmentario, demasiado poco compacto y su lectura no otorga ninguna relevancia social). Primero fue la llegada de Ekaizer (vaya personaje), la salida de Juan Pedro Valentín, el despido de Nacho Escolar como director (que de manera patética y sin un atisbo de dignidad se quedó "intentando" hacer de columnista en el periódico que hasta ayer dirigía, mientras ejerce de tonto útil en las tertulias de Intereconomía), la llegada del un perro viejo rebotado de las huestes prisaicas para dirigir el periódico (Félix Monteira), la desgraciada muerte de Javier Ortiz, ahora el despido de Reig, la permanencia y relevancia de tipos como Manuel Saco o Joan Garí que no hay por donde cogerlos, la llegada de (cuasi)adolescentes a esa sección de Opinión que han negado a Reig...

Demasiados movimientos, demasiados cambios de rumbo, demasiado evidente el planteamiento comercial... Y encima para nada. Porque desde su arranque (espectacular para los tiempos que corren) y tras alcanzar una tirada de 70000 ejemplares (todavía con Escolar) apenas han mejorado esa marca mientras echan por tierra la posibilidad de que nuevos lectores jóvenes se enganchen a su proyecto. No sé, me parece a mí que Roures y compañía no tienen muy claro que la única posibilidad de pervivencia de Público pasaba por lo que pregonaron al principio que querían hacer: enganchar a jóvenes veintañeros y treintañeros que no compraban prensa y que no se sentían identificados con las viejas formas de hacer periodismo. Pero si lo que buscan es lectores de más de 40 que abandonen El País para refugiarse dulcemente en un proyecto progubernamental, conservadoramente socialista y que dé caña continua a los Aguirre, Gallardón, Camps y Rajoy de turno (mientras oculta las inmundicias socialistas), tengo la sensación de que se van a dar un bacatazo brutal. Porque a estos lectores no los van a conseguir nunca.

03 noviembre 2009

Deathbook

A principios de año especulaba yo con la idea de una línea de comunicación con los muertos a cuenta de unas nuevas esquelas de El Mundo donde se podían mandar las condolencias vía sms. Nunca debí hacerlo. Tan sólo tenía que esperar porque, con las nuevas tecnologías, la realidad termina siempre superando cualquier pensamiento más ridículo. El hombre de la sociedad occidental capitalista del siglo XXI en un tarado enfermizo con unas ínfulas constantes de trascender una vida, la suya, demasiado convencional. Y tiene los medios tecnológicos para creer que lo puede conseguir.

Este fin de semana mientras leía en el EPS (esa cosa aburrida y sin alma que ejerce de Semanal de El País y que ahora tienen que promocionar artistas, periodistas o escritores para intentar reflotarla) no me terminaba de creer lo que iba leyendo; pero a medida que leía y leía el reportaje no podía más que imaginar las siniestras posibilidades que el nuevo invento podía llegar a tener. El asunto no es otro que la nueva posibilidad de contratar un servicio de mensajería desde los infiernos (o los cielos, nunca sabe uno) para que una vez que la espiches puedas seguir molestando y dando por saco al personal que se ha quedado en la Tierra, que descansa mientras te echa nostálgicamente de menos y que aprende a vivir sin ti… ¿Vivir sin ti? ¿Y por qué tu ego tiene que sufrir el penoso tránsito de verte desparecer sólo porque seas tan idiota de morirte? ¿Por qué va tolerar la posibilidad de que cuando ya no estés todo en el fondo seguirá igual, que el mundo continuará girando y que tu importancia era menor de lo que te gustaría pensar?

Pues para solucionar estos conflictos irresolubles que al parecer deben dejar sin dormir a mucha gente, han aparecido empresas en Internet que se dedican a guardar tus mensajes, fotos, vídeos y demás morralla personal que la gente acumula o crea para que, una vez que estés muerto, les llegue vía email a aquellos que tú hayas elegido en las fechas indicadas… ¿De verdad a la gente le parece bien morirse y no dejar en paz a los vivos para que puedan rehacer sus vidas? ¿Es normal que año tras año o mes tras mes (hay gente para todo, con mucho tiempo libre en vida) abras el correo y tengas un mensaje de tu muerto recordando lo mucho que te quería o lo feliz que ha sido contigo? ¿O controlando tu vida desde el amor y el chantaje emocional?... No sé como lo veis, pero a mí todo esto me despide un olor nauseabundo a egoísmo desmedido: al final antes de morirte solucionas un doble problema que tú solito te has creado: la necesidad de trascendencia ( y claro, como muy pocos son los elegidos que además de lo del árbol y la familia terminan escribiendo un libro, esta necesidad se está convirtiendo en un monstruo en nuestra sociedad de escaparate continuo) y la indecente necesidad de “ser sinceros”, eso sí, cuando la cosa ya no te puede afectar demasiado (al fin y al cabo ya estás muerto... que se jodan los demás…).

Por supuesto que algunos recordarán en este momento algunos bodrios sentimentales con buenas intenciones (como aquella película de Coixet que a tanta gente entusiasma… ¿por qué?) donde una madre deja grabados emocionantes (¿babosos?) mensajes a sus hijos para ir felicitándolos por cada uno de los cumpleaños que no podrá compartir con ellos; pero a mí me gustaría señalar que la vida real nunca es como una película, y al final este nuevo método de espiritismo virtual supondrá seguramente nuevos sobresaltos en la vida de la gente, por ejemplo cuando los muertos se atrevan a contarles lo que nunca se atrevieron a confesar en vida. Por no hablar del caos mental final que puede tener alguno que sobreviva demasiados años: puede terminar teniendo una bandeja de correo electrónico repleta de mensajes de muertos con mucho tiempo libre. Imaginaos tener que responder emocionalmente a semejante correspondencia.

No puedo dejar de señalar una solución que por sencilla nadie se planteará: siempre se puede no leer (o no escuchar o no ver) aquello que te envían desde ultratumba pero, no nos engañemos, ¿alguien se cree que podremos hacerlo?… ¿Conocéis a mucha gente que no conteste a cualquier pitido del móvil sin ni siquiera mirar quién lo llama o notar si es conveniente o no descolgar el teléfono en ese momento?