Es un tema sobre el que leo con avidez, aunque de manera espaciada, durante los últimos años. Me parece increíble, incluso preocupante y sintomático, que durante mis años de estudios científicos no me lo planteara jamás, más allá de alguna aproximación huera en conversación banal sin apoyo de lecturas ni reflexiones que lo pudiesen justificar. Desde hace mucho tiempo se produce una interesantísima discusión entre el ámbito puramente científico y el de la sociología sobre el verdadero papel de la ciencia, incluso sobre su rol social. Una lucha sin cuartel entre la idea de la ciencia como una verdad o un acercamiento veraz y justificado a la realidad, y la que plantea que, a pesar de sus evidentes consecuencias tecnológicas, la ambición de la ciencia por considerarse como verdad está absolutamente superada, y sólo debe y puede entenderse como uno más de los posibles relatos o ficciones acerca de una realidad natural siempre incognoscible al ser humano, cuya descripción está fuertemente condicionada por el paradigma cultural en el que se desarrolla la práctica científica. En las esquinas de este ring filosófico se encuentran boxeadores extremistas, que se miran con odio a los ojos dispuestos a aprovechar la más mínima debilidad o falla argumental del contrincante. En un lado la relatividad posmoderna, el escepticismo radical, y en el otro el rancio positivismo, la prepotencia científica, nostálgica del determinismo laplaciano.
Y yo deambulo confuso entre ambas trincheras. Y aunque leo y leo sobre el asunto, aunque dialogo con autores que me aportan nuevos razonamientos al tiempo que yo contribuyo con mis propias experiencias y mis estudios, termino siempre volviendo, invariablemente, a una nota a pie de página del libro que Sokal y Brickmont escribieran hace ya más de diez años, Imposturas intelectuales, que define con brevedad y concisión científica el planteamiento que vertebra mi opinión sobre el asunto.
“…Los instrumentalistas querrán vindicar que no tenemos forma de saber si las entidades teoréticas “inobservables” existen realmente, o bien que su significado se define únicamente mediante cantidades mensurables; pero esto no implica que consideren estas entidades como “subjetivas”, en el sentido de que su significado esté sensiblemente influido por factores extracientíficos (como la personalidad de los científicos individuales o las características sociales del grupo al que pertenecen). De hecho, los instrumentalistas sencillamente considerarán nuestras teorías científicas como el modo más satisfactorio en que la mente humana, con sus limitaciones biológicas congénitas, es capaz de entender el mundo.”
Creo que lo tengo claro. Creo que lo sé. Desde hace tiempo. Es lo que soy, lo que mejor define lo que pienso: soy un instrumentalista.
Y partir de ahí me queda todo un arsenal de textos con el que debatir con muchos autores y discutir conmigo mismo. Sigamos leyendo.
Es éste "instrumentalismo" un agnosticismo respecto a la ciencia?
ResponderEliminarDigo agnosticismo como contraposición a la dualidad del "ateísmo - creencia a pies juntillas" en la religión...
ResponderEliminar¡Hola Elena!
ResponderEliminarSí, entiendo lo que planteas, y tal vez por ahí vaya el asunto.
La idea es reflexionar hasta qué punto es sostenible entender la ciencia como una descripción fidedigna de la realidad una vez atravesado el siglo XX. Al tiempo que creo necesario defenderla de ataques inapropiados que quieren arrinconarla a una descripción de la realidad propia de una época y de un contexto social, e influida por una y otro. La ciencia (oficial) no debería en este caso tener mayor relevancia que otros intentos de acceder a la comprensión de la realidad natural. No se discutirían los resultados, sino su ambición de ser verdad.
Yo creo que es mucho más que lo segundo, pero veo imposible asumir la primera propuesta totalizadora
Una idea que suelo utilizar para describir mi planteamiento sería el concepto de campo que Faraday introdujera en el siglo XIX para el electromagnetismo, y que fue aplicado con éxito para describir la interacción gravitatoria. Estaríamos hablando de la clásica descripción de campo gravitatorio como "una perturbación que se genera alrededor de un objeto con masa que sólo se pone de manifiesto cuando otra masa se coloca en sus cercanías y siente una atracción".
Esta descripción de la interacción gravitatoria mediante "campos" es superada con la relatividad einsteniana y su idea de que la interacción gravitatoria se puede explicar mediante "la deformación geométrica del espacio-tiempo en el entorno de las masas".
Por tanto la pregunta que siempre lanzo es: ¿existe (en el sentido literal del verbo) ese campo? ¿existe esa deformación del espacio-tiempo? Ambas cosas parecen incompatibles en un nivel primario de existencia (la naturaleza funcionaría, en todo caso, de una u otra manera)
La respuesta que me doy es que más allá de crencias no lo puedo saber, pero que ambas explicaciones son un intento racional (el único que puede hacer un ser humano) de acercarse a la realidad, de aprehenderla y explicarla, y que los resultados prácticos de las experiencias y estudios que utilizan estas teorías para explicar nuevos fenómenos consiguen espléndidos resultados que nos permiten avanzar y descubrir nuevas relaciones causales en la naturaleza.
No se puede despreciar esta ciencia, o ponerla en un mismo nivel que otros planteamientos más o menos racionales. Pero no veo posible ningún mecanismo de comprobación para aseverar que la realidad sea exactamente como la explicamos, mientras que por otro lado si es posible una comprobación exacta y exhaustiva de la descripción de los mecanismos de la naturaleza. De nuevo un ejemplo sirve para ilustrar esto último: Kepler vs Newton
Un abrazo
Leí la respuesta a mi comentario a las 4:30 de la mañana en mi telefono móvil mientras le daba el pecho a Arlo (mi hijo tiene unos hábitos alimenticios un tanto intempestivos). Me tomó 3 lecturas de la susodicha respuesta entender todas sus implicaciones. Qué bueno, amigo Almeida. Y totalmente deacuerdo con usted, sin que sirva de precedente. La ciencia entendida como nada mas que un intento exahustivo y racional de aproximarse a la verdad.
ResponderEliminarPero siguiendo con lo de la dualidad me dió por pensar sobre religión de nuevo. La religión no intenta aproximarse a la verdad, se limita cubrir con parches los huecos que deja el conocimiento. Ya sabe el señor Almeida de mi recalcitrante ateísmo. Nada consigue hacer fallar su fuerza, ni la idea del alma eterna, ni la del todopoderoso benefactor. Más bien por que a un nivel primoldial no veo ningún sentido a la existencia del alma y que haya un Dios o no mayormente me la refanfinfla. En realidad normalmente cuanto más lo pienso, más atea me vuelvo. Y sin embargo de repente, y quizás debido a la falta de sueño acumulado los últimos 6 meses, las implicaciones del post me plantean un problema: ¿de donde viene la perturbación gravitatoria? o, desde el punto de vista de Einstein: ¿por qué se deforma geométricamente el espacio-tiempo en el entorno de las masas?
¿Por qué?
Han pasado algunas horas desde que lo leí hasta que he tenido tiempo de sentarme a escribir y sigo dándole vueltas. ¿Significa esto que mi instrumentalismo científico me ha convertido al agnosticismo religioso?. Sería un tanto molesto, si así fuera. ¿Qué le digo yo a mi madre? ¡ Me van a deseredar si se enteran!
Pero es que esas preguntas no podrán ser nunca contestadas: podremos acotar el espacio de ignorancia pero nunca eliminarlo del todo, y lo que es más importante, enlazando con lo que estábamos hablando, no veo posible cómo certificar absolutamente que nuestras explicaciones sean un descripción fiel de los mecanismos que conforman la realidad tal cuál podemos observarla.
ResponderEliminarAhora bien, en esa imposibilidad de contestar a todos los porqués yo no encuentro niguna necesidad de dios. Ni siquiera del dios totémico del que hace tantos años me hablara Juanma (amigo) en Tenerife. De hecho esa necesidad termina pareciendo la pataleta de un niño listo que ante la incapacidad de completar su puzzle porque le faltan piezas se las inventa (las corta, las dibuja, las pinta...) para tener finalmente la sensación de plenitud que el ser humano alcanza ante el trabajo terminado, perfecto y sin fisuras. Eso que sólo se encuentra en la vida real durante la infancia, y pocas veces: un 10 en la nota de un examen, un puzzle terminado, una palmadita en la espalda de un adulto... Después encuentras que (¿afortunadamente?) nunca existe la perfección.
Yo no veo por qué no contestar a esas peguntas tiene que hacerme dudar de mi ateísmo (de hecho no lo hace). Ni a ti, claro. El atéismo entra de lleno en el campo de la fe. No digo que no sea útil, para defenderlo o experimentarlo, utilizar la naturaleza y el mundo que nos rodea para hallar alguna prueba que lo apoye (siempre pobremente) pero a la larga es un acto de fe (negativa). Yo lo que defiendo es que más allá de los intentos de explicación natural la ciencia no debe entrar en el campo de la fe, no debe intentar explicar aquello para lo que no está construida. Pero debe defender con uñas y dientes el terreno de la razón y la explicación demostrada (un ejemplo sería la lucha contra el creacionismo). La ciencia y la razón deben atacar todos los intentos de apropiación del espacio público racional por parte de las religiones. Pero no tiene nada que decir a aquellos que una vez aceptados por racionales y probadas las explicaciones científicas (y no hablo tanto, aunque también, de las teorías explicativas, sino de la descripción de los hechos, que también es un papel central de la ciencia), deciden que el origen final de todo ello es alguno de los dioses que pululan por el planeta. No es sólo que no pueda decir nada, es que no debe, porque cuando la ciencia intenta desprestigiar esta opción no se da cuenta de que entra en un terreno pantanoso, que no es el suyo, y en el que la pruebas reales que puede presentar son tan poco concluyentes que terminan volviéndose en su contra.
En definitiva, aunque en muchas conversaciones ocasionales siempre surge la idea de que la opción más lógica y racional para el ser humano es el agnosticismo (que mucha gente utiliza en su acepción más débil para decir sí, pero no no, aunque...) esta opción olvida completamente que la razón humana no funciona con unos y ceros, no funciona sólo con lo que sabe,no es un ordenador, sino que continuamente extrapola ideas a partir de las que más o menos tiene asentadas. Y en esa continua extrapolación nos alejamos del mundo de las ideas racionales y nos adentramos en el mundo de las creencias (porque no hay posibilidad de encontrar pruebas concluyentes), donde algunos desembocan en la certeza y la necesidad de un dios, y otros (es mi caso) desembocan en un ateísmo reparador.