El problema no es que les (nos) bajen el sueldo a los funcionarios. El problema no es que congelen las pensiones. El problema no es que se eliminen prestaciones sociales que ya en su origen fueron innecesarias y demagógicas como el cheque-bebé. El problema no es que el déficit fiscal del que tanto se habla haya aparecido dos años después de que el superávit permitiera veleidades como aquellos puñeteros 400 euros. El problema no es que a la falta de unos ingresos que se podrían haber conseguido mediante impuestos que se no se hubiesen bajado irresponsablementese se le haya unido el coste económico de una masa de parados desesperante e imposible de asumir. El problema no es que la deuda pública haya crecido ayudada en gran medida por las inyecciones de dinero público a unas entidades financieras que han especulado e inflado la burbuja económica, unas ayudas "necesarias" para “tranquilizar” a un mercado que poco tiempo después tiene la desfachatez de devolver la la moneda exigiendo reformas y recortes que reduzcan la deuda contraída precisamente por darles a ellos dinero y conseguir que la economía no se hundiera. El problema (aunque suene a manido) no es que siempre penen y sufran las crisis los mismos en los sistemas capitalistas. El problema no es tener que apretar los puños y contener la indignación cuando a las propuestas presentadas y con casi cinco millones de parados se le añade ese melifluo "se estudiarán nuevas subidas de impuestos a las rentas más altas para contribuir a la reducción del déficit". El problema no es tener que escuchar al portavoz de la patronal perdonando la vida al gobierno y afirmando que las medidas son necesarias y correctas, que les da su apoyo aunque se debía ir más allá y aprovechar el momento para discutir la privatización de la gestión de los servicios públicos. El problema no es recordar la tabarra que llevamos algunos dando hace muchos años en relacion a que las bajadas de impuestos a la larga nunca benefician a la clase trabajadora, que la eliminación del impuesto de patrimonio sólo beneficiaba al que tiene mucho que heredar, que la insultante fiscalidad de las SICAV compromete la democracia de este país y el principio de igualdad, que las rebajas de las tributaciones de las empresas nunca llegan a los trabajadores, que las putas desgravaciones eran otra engañifa mediante la que el mercado inmobiliario se hacía de oro a costa de la especulación y de los impuestos de todos los españoles, que la espiral autodestructiva de parte de la población asalariada intentando comprar y vender viviendas a precios desorbitados terminaría volviéndose como un boomerang contra los pobres ilusos que creyeron las mentiras que les contaron lo que hablaban de inversión y crecimiento exponencial infinito. No. Todo esto se podría soportar, se podría asumir, se podría olvidar, si pudiéramos creer que había servido para algo, para poner las bases de otro tipo de sociedad, de otro tipo de crecimiento económico. Pero todos somos conscientes ya de que no será así. Que todo esto sirve para reforzar aún más el modelo neoliberal de la economía, que los que pensamos que algo podría variar fuimos unos ilusos. Que la doctrina del shock de la que nos hablaba Klein es una realidad incontestable. Y que las crisis sólo sirven para mostrar la verdad desnuda.
Porque el problema real, el que desazona, el que hace que uno se quiera encerrar en sí mismo, escapar de la realidad, salvarse como sea, beber mucho whisky, ver muchas películas, follar hasta cansarse y olvidarse de comprometerse con ninguna causa es saber que esta crisis demuestra (de nuevo) que no hay alternativa. Que el capitalismo en su versión globalizada va a terminar invadiendo y devorando todos los espacios públicos y dejando a los estados un papel asistencial. Que cuando aparece el miedo los vecinos geopolíticos que antes se apoyaban y decían construir un futuro de unión se miran con desconfianza, arremeten unos contra otros y abandonan al débil en su travesía del desiero. Que sólo parece quedar un largo camino de derrotas en batallas perdidas antes de empezar. Que lo que nos pasa hoy volverá a pasar. Que la crisis que acabe con el próximo ciclo de crecimiento provocará terremotos sociales semejantes. Que el estado de bienestar será cada vez más esquelético. Que ya no sabemos cómo combatir porque las armas políticas del siglo XIX son obsoletas en el siglo XXI y hemos sido incapaces de darnos otras para intentar cambiar las cosas.
Que al final Fukuyama va a tener razón aunque desde otra perspectiva a su imbécil triunfalismo, y en un mundo sin alteridad sólo será posible un capitalismo voraz y devastador que consuma todos los recursos de crisis en crisis mientras le alquilamos cada vez más tiempo de nuestras vidas.
Fantástico.
Fantástico.
Efectivamente, Pepe, la rabia no la provoca el recorte efectivo del sueldo. Aunque, reconozcámoslo, la cantidad descontada daría para unos cuantos Jameson.
ResponderEliminarLa rabia, el sentimiento de frustración, las ganas de mandarlo todo a la mierda y sumarse al lema de "El Jueves" ("foyad foyad que el mundo se acaba"), es el comprobar que los análisis históricos, la resistencia contra el capitalismo salvaje (que es el único modo de capitalismo a fin de cuentas), el difundir la evidencia de que el movimiento obrero surge de la necesidad de salvar la vida propia y de su descendencia a que los proletarios se vieron abocados desde el primer momento, no han servido ni servirán para nada.
La rabia del triunfo de unas tesis clásicas que nunca han servido, digan lo que digan econimistas tendenciosos que anteponen ideología a realidad, para poder remontar una crisis.
Los paralelismos con el Crack del 29 son más que evidentes. Las soluciones al 29 fueron intervencionistas, keynesianas, cuando los ajustes de contención del gasto fracasaron lamentablemente ante una crisis de subconsumo.
Los recortes actuales los sufrimos los de siempre: no la aristocracia partitócrata que vive a costa de los demás amparada y amparando unos aparatos de partidos políticos ineficaces y sobredimensionadas.
No los auténticos causantes de la crisis: financieros de todo pelaje, banqueros, empresarios, constructores, industriales, que recibieron dinero a manos llenas de los fondos estatales, para no quebrar, y curiosamente se olvidaron de devolverlo facilitando el crédito, indispensable para que el flujo circular del dinero volviera a ponernos en la senda del crecimiento económico.
Aquellos que son beneficiados de rebaja tras rebaja en las cargas impositivas, que no aportan al sostenimiento de su sociedad en la medida que dbieran por sus niveles de ingresos.
Los que ahora están tranquilos, viendo a nuestros ancianos con sus pensiones de mierda rebajadas. Con recortes en los servicios básicos (sanidad, educación, servicios sociales en general), pues tienen dinero a espuertas para financiarse un hospital paraellos solos.
Y ver a nuestro presidente del gobierno envainársela, una vez más, y no decir que el déficit lo ha causado el intento de mantener la economía el gasto y el crecimiento a flote en un momente en que el empresariado se retiraba a sus cuarteles de invierno, con los bolsillos llenos de fondos públicos, que está hasta los mismísimos de insolidaridad de las clases privilegiadas, que tira la toalla y dimite por asco y por vergüenza ajena, que su política era correcta y que si queremos aceptar la vuelta a un régimen esclavista impuesta por los poderes fácticos, la globalización y las "hordas" conservadoras que dominan la política europea, es asunto nuestro.
Si esto no saca a Europa entera a la calle, no se que puede movilizarla.
Después de ver el pronunciamiento del ZP y, hoy, de los Secretarios Generales de CCOO y UGT, me sentí abocada a un recuerdo histórico, una triste nostalgia, como el que revive después de mucho tiempo una experiencia repetida. Se anuncia oficialmente el comienzo de los malos tiempos, en el que lo público empieza a ir poco a poco al garete ... ¿es que el norte ahora es el sur? He salido de tan lejos -de donde casi nunca se puede contar con el apoyo del Estado, de donde nos costó 5 siglos de historia para empezar a repartir más equitativamente la riqueza, tras una durísima lucha de la izquierda y del pueblo para construir las bases de un Estado del bien estar real, firme y duradero- para ver como ahora aquí se da el paso justo en el sentido contrario, en el sentido del desmantelamiento. Qué triste... sólo espero que reaccionéis a tiempo, antes de que todo efectivamente se pierda, antes de que tengáis que vivir como la clase media vive en Brasil.
ResponderEliminarExiste una alternativa. Se llama vuelta al dinero honrado y al patron oro.
ResponderEliminarPues me alegro que a algunos de vosotros os gustara el texto, aunque la pena es tener que escribirlo en las circunstancias actuales
ResponderEliminarEspero que sigas dando la vara mucho tiempo, compañero...
Un abrazo fuerte, Luciana, y como ya comentamos en su momento creo que, como bien apuntas, no tenemos perspectiva de lo que podemos perder si destruimos el estado del bienestar.
Un gustazo verte por aquí, Basilio y otro fuerte abrazo para ti. Que sepas que, con tu permiso, voy a colgar el vídeo del hermoso vuelo de la CHASAT-II en el blog que tengo con mis alumnos. Historias como ésta son las que tenemos que utilizar para que se motiven y persistan en el camino de la ciencia.
Y por último al estimado anónimo que nos habla del patron oro y del dinero honesto (y sospechando quien puede ser) sólo le diré que tiene lógica lo primero pero lo segundo, es un oxímoron: no encuentro la manera de asumir que el dinero pueda ser honesto. Honestas pueden ser las personas e incluso algunas relaciones laborales establecidas dentro de un marco legal claro y seguro. Pero el dinero...