Aquí comparto la segunda tanda de películas nuevas que
vi durante 2015. Aclaro, mediante la palabra cine, las que vi en pantalla grande. Están ordenadas cronológicamente, según las fui viendo.
- Galaxia prohibida (1978) – Allan Holzman. Es lo que tiene el verano. Al final siempre caigo en el fascinante mundo de la ciencia ficción más abyecta. Pura carne de perro, sí, pero tan disfrutable para su análisis descacharrante... Cine trash, copia barata de Alien, hecha con dos duros y con situaciones y personajes delirantes. Para fans taradetes del género.
- Genesis II (1973) – John Llewlyn Moxey. Tras un holocausto nuclear, un científico queda en hibernación accidental hasta despertar en el año 2133, y encontrarse con un mundo involucionado en el que sus conocimientos son perseguidos por dos pueblos enfrentados: Pax y Tyrania (tela con los nombrecitos, se comieron la cabeza, vaya). Pues lo peor es que lo mejor de este bodrio es su premisa. Lo demás es pura cochambre. Piloto producido por Gene Roddenberry (el creador de Star Trek) para una serie que nunca llegó a realizarse. No me extraña. La puesta en escena es bochornosa. Y no tiene un ápice de humor, sorprendentemente se toma en serio a sí misma. Y ese es su gran error.
- La escopeta nacional (1978) – Luis García Berlanga. Enorme película del maestro Berlanga. Todo lo bueno que se ha dicho sobre ella está absolutamente justificado. Incisiva, lúcida y cínica radiografía de las relaciones de poder de las clases dominantes en esa España que estaba a punto de alumbrar a la democracia. Reveladora.
- Phase IV (1974) – Saul Bass. La única película que dirigió el creador de algunos de los títulos de créditos más extraordinarios de la historia del cine es una inquietante e imaginativa historia, que plantea qué sucedería si el ser humano se tuviese que enfrentar a una hormigas que hubiesen evolucionado intelectualmente. Rodada como si fuese un documental durante gran parte de su metraje consigue mantener una tensión creciente que desemboca en un final abrupto y abierto, en el que cobra sentido el extraño título de la película. Gustará mucho a los amantes del genero.
- Outlander (2008) – Howard McCain. Un tipo viene de otro planeta para justo caer entre vikingos en el siglo VIII. Y encima se le escapa un bicho-alien acojonante que traía consigo y que joderá por completo la vida de sus anfitriones. Una premisa imbécil no tiene por qué siempre derivar en una película estúpida. En este caso, desgraciadamente, sí fue así. Absurda y tediosa. Ofú, qué mala.
- Map to the stars (2014) – David Cronenberg. Desasosegante y malsana indagación de un Hollywood poblado por estúpidos vanidosos, tan inseguros como superficiales. Personajes con densidad (Julianne Moore borda su papel de estrella incapaz de asumir que su fulgor artificial comienza a apagarse) que terminan estando por encima de una trama que, cuando llega el momento de explotar todo su escabroso potencial, opta por un conservadurismo formal y narrativo que hace colapsar la película hasta la irrelevancia final. Interesante en todo caso.
- Fuerza mayor (2014) – Ruben Östluod. Una avalancha en una estación de esquí mientras una familia almuerza al aire libre en un resturante. El padre que al verla abandona sin pensarlo a su mujer y a sus dos hijos para salvarse. Finalmente la avalancha pierde fuerza antes de llegar a donde ellos estaban. Falsa alarma. El padre vuelve a la mesa. Todos siguen comiendo. No se miran a la cara. Un detalle, una situación que jamás debería haberse producido desencadena una enorme crisis de pareja en la que lo que parecía firme y seguro debe reconfigurarse. La influecia de Haneke es evidente pero la pelíucla tiene personalidad propia y diluye la tensión a través del humor. Película sorprendente con un final polémico, abierto a múltiples interpretaciones
- Red (2010) – Robert Scwentke. Otro ejemplo más de ese zombie-cine comercial americano, puramente alimenticio, cuya única baza es la reunión melancólica de viejas estrellas de los 90. En ese caso Bruce Willis y compañía se ven embarcados en una historia pseudocómica de espías retirados que deben volver a la acción. Se ve con más pena que interés.
- El beso de la muerte (1947) – Henry Hathaway. Cine negro clásico de muy alta calidad, al que solo le pesa dar el papel de protagonista a un soso Victor Mature, incapaz de insuflar vida al personaje repleto de matices, dudas y vacilaciones que interpreta. Significó el primer papel en el cine de Richard Widmark, en la piel de un personaje recordado para siempre por los amantes del séptimo arte por encarnar el mal y el cinismo absolutos. Muy buena.
- La doctrina del shock (2009) – Michael Winterbottom. Documental que trata de trasladar a la pantalla (sin el éxito esperado) las ideas y reflexiones que expusiera con clarividencia Naomí Klein en su ensayo con el mismo nombre. La necesaria simplificación de las tesis de Klein acerca del uso del miedo y el caos por parte de las élites económicas, para imponer su plan de recortes y privatizaciones de lo público, se ve agravada por una rutinaria puesta en escena y un abuso de los clichés habituales del género documental que terminan haciendo encallar la propuesta.
- El último lobo (2015) – Jean Jacques Annaud. Había que intentar recuperar la magia de aquel oso que, a finales de lo 80, significara mi primera experiencia emocional real dentro de un cine. El mismo director vuelve a intentar recuperar ese tono pseudodocumental, elegíaco y preciosista, para contarnos la relación entre un lobo y un joven en el marco de la revolución cultural china. Desafortunadamente la magia no aparece, la historia es desarticulada, el ritmo resulta fatigoso y la película es incapaz de despegar en ningún momento. Una pena. Al menos los bellos paisajes y las hermosas imágenes de lobos son realzadas por una emocionante música compuesta por James Horner, en uno de sus últimos trabajos antes del fatídico accidente en el que murió.
- Los último días de Marte (2013) – Ruairí Robinson. Ciencia ficción sobria que, sin estridencias, transita desde la especulación científica hasta el terror, con una historia muchas veces ya vista pero que, en este caso, es defendida con honradez y honestidad. Me gustó.
- Deliverance (1972) – John Boorman. Una de las mejores películas que vi este año. Extraordinaria. Una reflexión terrible sobre el equivocado y ensoñador romanticismo que envuelve siempre a la idea de la vuelta a la esencia del hombre, del retorno a la naturaleza, dejando atrás una civilización pretendidamente alienante. Los actores colaboran con unas interpretaciones excepcionales a una película en la que, desde el principio, el espectador siente que algo va a ir muy mal en ese viaje "artificial" por la salvaje naturaleza. La tensión crece de manera imparable hasta desembocar en una brutal muestra de salvajismo y animalismo humanos, rodada con una frialdad lacerante. A partir de ese momento, ese grupo de amigos se confrontarán de verdad con la naturaleza y comprenderán finalmente por qué el ser humano tuvo que buscar mejores (y más civilizadas) formas de convivencia. Un clásico imprescindible
- Ilusión (2013) – Daniel Castro. Una extravagancia patria que se disfruta durante todo su corto metraje con la sonrisa en la boca. Un idealista, un eterno perdedor pretende hacer una película musical sobre los Pactos de la Moncloa para recuperar el espíritu y la ilusión de la Transición. Y lo que se podría entender como la ridícula propuesta de un loco deja en el aire una pregunta colectiva, una duda trascendente, sobre si también aquello, sobre lo que hemos construido la leyenda de nuestra democracia no era más que una ilusión. Más allá de eso se trata de un comedia amarga sobre la necesidad de encontrar tierra firme en la dura realidad para poder sobrevivir, aunque ello conlleve sacrificar algunos sueños y parezcan traicionarse algunos principios. Muy recomendable.
- La visita (2015) – M. Night Shyamalan (cine). No significó la redención (de bajo coste) de Shyamalan que algunos quisieron vender. Pero al menos tampoco es un bodrio como sí lo era After Earth. Entretenida, con un punto de misterio tenso gracias a un uso inteligente del generalmente cargante found footage, termina convirtiéndose en una convencional historia que no aporta nada al género y te deja con cara de tedio. Intrascendente.
- A quemarropa (1967) – John Boorman. Estupenda muestra de ese cine negro moderno y revisionista que se hizo en los 60, con un Lee Marvin implacable en la caza de aquél que lo traicionara y lo dejara por muerto. Ritmo, dirección firme y tensión narrativa en una película que escarba en lo peor del ser humano y deja finalmente un amargo sabor de boca.
- Frances Ha (2012) – Noah Baumbach. Cine indie, hipster y neoyorkino, que nos muestra a una veinteañera perdida, sin rumbo y con una alarmante incapacidad para tomar decisiones de futuro que, lentamente, va comprendiendo que es imposible refugiarse para siempre en un modo de vida juvenil tan estimulante y libre como precario y un tanto artificial. Me gustó, a pesar de ciertos tics modernitos que harán que más de uno arquee la ceja.
- Young adult (2011) – Jason Reitman. Basura infecta. Reitman une sus fuerzas de nuevo con Diablo Cody para, en este caso, construir un personaje femenino desagradable, egoísta, ambicioso, envidioso y superficial. Revestida con el falso disfraz de comedia, la película es otra muestra más del tipo de cine que nos ofrecen estos dos "creadores". Tras la aparente subversión se esconde el más rancio conservadurismo moral. Y, por supuesto, la única explicación posible que se les ocurre para explicar el carácter miserable de esta mujer es una maternidad frustrada convertida en trauma irresoluble. Vomitiva.
- El corredor del laberinto, las pruebas (2015) – Wes Ball (cine). Palomitera y entretenida continuación de esta saga adolescente cuyo mayor valor es la falta de pretensiones. No recordarás nada especial de ella al terminarla. Solo sirve como pasatiempo.
- El secreto de Adaline (2015) – Lee Toland Krieger. Empalagosa e indigesta historia de corte fantástico en la que una joven, tras un accidente, no puede envejecer. Recorrerá la segunda mitad del siglo XX ocultándose de las autoridades para, finalmente, caer rendida en los brazos del hijo de un antiguo amor. Todo muy romántico (aunque por supuesto no se enamora de un obrero, no, qué va, el tío tiene pasta por castigo), todo muy de clase media-alta sin conflictos, todo muy absurdo, todo ello una basura envuelta en cutre celofán sentimentaloide.
- Mientras seamos jóvenes (2014) – Noah Baumbauch. Tal vez sea la película que más me convence de este director. Radiografía de manera incisiva pero con humor, la crisis de los 40 de una pareja sin hijos que viven en una ciudad como Nueva York, para la que empiezan a ser demasiado mayores. Al mismo tiempo disecciona con cinismo las hipócritas relaciones que se establecen en el mundo del arte (cineastas, en este caso), las envidias, el parasitismo disfrazado de amistad y la vanidad disfrazada de falsa modestia. Interesante.
- Regresión (2015) – Alejandro Amenábar (cine). Menudo pinchazo el de Amenábar. Yo me declaro desde hace años desencantado del cine de un director que me parece más artificio que realidad, y cuyas películas se desmoronan en mi memoria con el paso del tiempo. En esta ocasión, su acercamiento a las iglesias fanáticas de la América profunda deriva en un pastiche desconcertante. Los actores, desnortados, son incapaces de insuflar alma a unos personajes mal construidos, que deambulan por una historia que subraya lo innecesario y arriesga muy poco . Una pena.
- La hora incógnita (1964) – Mariano Ozores. Una de esas rarezas del cine español que nuestro habitual desconocimiento de nuestro propio cine mantenía en el limbo de la historia. Una ciudad española es desalojada por completo (en una secuencia inicial realmente conseguida) durante la noche, debido a la inminente caída de una bomba nuclear. Pero algunas personas, por motivaciones diversas, se quedarán en ella y durante las horas previas a la explosión sus vidas se entrecruzarán en un relato coral, humano y sincero. Interesante.
- El club (2015) – Pablo Larraín (cine). Tal vez sea la película más dura jamás filmada contra la iglesia católica. Porque no ataca a su ornamento, ni a las altas jerarquías de sus estamentos, sino a su propia esencia. El terrible retrato de las miserias humanas de esos sacerdotes que conviven en una casa de retiro, tras ser expulsados de los hábitos por comportamientos delictivos, y que no dudarán en hacer lo que sea para sobrevivir, no es menos demoledor que el de esa nueva iglesia que representa el cura joven que viene a evaluar su situación, cuyo acto final lo convertirá en el mayor hipócrita de todos, haciendo imposible cualquier atisbo de salida digna para ninguno de ellos. La sutileza en el tratamiento formal (despojado por completo de artificios), el feísmo de las imágenes, las difíciles interpretaciones, el tono aséptico y la critica acerada a la doble moral tanto de la vieja como de la nueva iglesia, convierten la visión de esta descarnada película en una experiencia desoladora. Impresionante.
- San Andreas (2015) – Brad Peyton. Qué cosa más mala, joder. Copiando el viejo esquema que tan ridículo ya pareciera en Parque jurásico 3, nada mejor que una crisis (un hijo perdido entre dinosaurios entonces, una hija perdida en una ciudad en la que se produce un terremoto ahora) para que el hombre de la familia marque sus huevazos y vaya recuperando el respeto y el amor de su ex mujer, mientras el nuevo novio de esta se comporta con un gañán, cobarde patético sin matiz alguno. Personajes principales que actúan como idiotas, idiotas que actúan como idiotas secundarios y un fuerte hedor a idiocia generalizada en la producción. Mala hasta hacer daño.
- Requisitos para ser una persona normal (2015) – Leticia Dolera. Dolera construye una película indie a la española que, aunque por momentos te hace sonreír y consigue que sus personajes resulten simpáticos, finalmente encalla en la irrelevancia a causa de la falta de densidad de su historia. Una comedia puede ser liviana pero tiene que tener algo detrás que consiga sostenerla durante más de media hora.
- The martian (2015) – Ridley Scott (cine). Años hace que considero a Scott un director más que amortizado. Su último acercamiento a Alien fue un desastre de proporciones épicas. Tal vez por eso me sorprendió tan agradablemente el dinamismo y la falta de pretensiones estilísticas de su dirección de esta adaptación de la novela de Andy Weir, en la que un astronauta se enfrenta al reto de sobrevivir aislado durante un largo periodo de tiempo en condiciones extremas. La historia, en lugar de centrarse en los aspectos mas dramáticos y manidos de su lucha, prefiere enfocar la trama a partir del optimismo y de la confianza en la ciencia básica para ir resolviendo los problemas que van surgiendo. No hay maniqueísmos, las controversias políticas en relación a su posible (o no) rescate son verosímiles, los personajes secundarios están bien desarrollados y brilla especialmente Matt Damon, en la piel de ese astronauta que tendrá que apelar a todos sus conocimientos científicos y a su espíritu de lucha para sobrevivir. Me lo pasé muy bien viéndola.
- Air (2015) – Christian Cantamessa. Ciencia ficción de serie B, con solo dos personajes en un refugio nuclear que deben despertar de su criogenización periódicamente para controlar el buen funcionamiento de las instalaciones, ya que en ellas se mantienen criogenizados importantes científicos a la espera de que la vida en la superficie del planeta vuelva a ser posible. Un accidente provocará que la desconfianza surja entre esos dos hombres. El miedo y la locura serán el motor de una historia aseada con ritmo cansino. Regulera.
- It follows (2014) – David Robert Mitchell. Impecable película de terror deudora del cine de los 70 y 80, con una puesta en escena gélida y sin concesiones. El uso del plano abierto, donde el vacío asusta por lo que no se puede ver, es todo un acierto. La música otorga atmósfera y densidad y se usan de forma inteligente muchas de las convenciones del género para construir una película que te atrapa y te mantiene en tensión. Muy buena.
- Los minions (2015) – Pierre Coffin y Kyle Balda. Solo para críos muy pequeños. Es una sucesión de gags sin hilo ni continuidad (ni tampoco mucha gracia). Lo más divertido de la película era lo mostrado en el trailer. El resto, un soberano aburrimiento.
- John Wick (2014) – David Leicht y Chad Stahelski. Cine de acción desprejuiciado y esteticista, con un Keanu Reeves que cumple a la perfección en su papel asesino implacable encabronado porque matan a lo último que lo unía a algo parecido a la humanidad. Aunque la historia está muy vista la película entretiene, pero tampoco es esa película revitalizadora del género que algunos han querido vender.
- Loreak (2014) – José María Goneaga. Aburrida y pretenciosa historia centrada en tres mujeres a las que la ausencia de un hombre marcará sus vidas durante años. Con un ritmo pausado que pretende ser trascendente transmite más mentira que emoción. Puro artificio melodramático despojado de aristas sociales, en el que tan solo se salvan los matices del personaje de la madre.
- Las últimas supervivientes (2015) – Todd Straus-Schulson. Una curiosidad muy recomendable para los amantes del cine de terror adolescente de los 80 y 90. Unos jóvenes actuales se encuentran de repente en el interior de una película de terror de culto de los 80 (como en La rosa púrpura del cairo, pero a la inversa) en la que trabajó la madre ya fallecida de una de ellos y, aun conociendo lo que va a suceder, son incapaces de evitar que el asesino psicópata de turno los vaya matando uno a uno, mientras presenciamos una divertida deconstrucción de muchas de las convenciones del género. Divertida.
- El año más violento (2014) – J. C. Chandor. Una de las mejores películas que vi durante el año. Las mafias del transporte y una investigación policial son la excusa para presentarnos a Abel Morales, interpretado por un Oscar Isaac en estado de gracia, un hombre con un enorme volcán interior, siempre al borde del arrebato de ira, que pretende mantener su integridad aun siendo consciente de que será imposible si quiere ver cómo se cumplen sus enormes ambiciones. Un personaje inolvidable en la estela del mítico Michael Corleone. Sensacional película que recuerda al cine del mejor Lumet.
- Negociador (2015) – Borja Cobeaga. Inclasificable película que narra en clave de humor negro (nunca demasiado graciosa y tampoco lo suficientemente negra) las conversaciones de paz entre un enviado del gobierno y miembros de la cúpula de ETA. Se salvan algunos gags bien construidos (aunque recurre demasiado a los clichés vascos) pero al finalizar le deja a uno una sensación general de vacío, de intrascendencia total.
- Frank (2014) – Lenny Abrahamson. Delicada, extraña y sugestiva. La historia de ese grupo de música, liderado por un cantante que esconde su cabeza debajo de una enorme máscara que jamás se quita, se convierte en un poético alegato en defensa del respeto al diferente. Hermosa película.
- Ant-Man (2015) – Peyton Reed. Un historia sobre un superhéroe marvelita de segunda división parecía la excusa perfecta para escapar del cada vez más asfixiante universo compartido por el resto de superhéroes de Marvel, y experimentar con otras formas narrativas. Tal vez por eso contrataron a Edgar Wright para dirigirla. Lamentablemente, la visión más conservadora de Disney y de Marvel, se impuso finalmente y despidieron a Wright para terminar filmando una película frankenstein, en la que se intuye el alma gamberra e iconoclasta de Wright en algunas de las secuencias más divertidas, pero también tenemos que aguantar insertos mal rodados que sirven para introducir a Ant-Man en el abigarrado universo de Los Vengadores. Pasable.
- Ted 2 (2015) – Seth MacFarlane. Todo lo que hacía gracia y sorprendía en la primera desaparece en esta innecesaria continuación de las aventuras de ese oso de peluche cabrón con vida propia. Sus burradas ya no impresionan y bajo el envoltorio subversivo del lenguaje soez se esconde una trama carca y moralista. Un coñazo.
- Patrimonio nacional (1981) – Luis García Berlanga. Estupenda continuación de la saga de los Leguineche que nos sitúa en Madrid, tras la llegada de la democracia. El marqués y su hijo llegan a la capital con la intención de instalarse en el palacete donde vive la mujer del primero y madre del segundo, acérrima franquista, pero ella no les dará una bienvenida calurosa precisamente. El humor y la mala leche de un Berlanga en plena forma están presentes en una película muy bien rodada, que continúa mostrándonos una galería de personajes inolvidables que representan a la perfección la caspa de nuestro país. Muy divertida.
- Sin límites (2011) – Neil Burger. Sin límite de hedor. Basura infinita. Una droga que expande la mente le sirve al personaje encarnado por Bradley Cooper para convertirse en alguien aun más gilipollas de lo que ya era anteriormente. Sus nuevas capacidades intelectuales le sirven, fundamentalmente, para follar, ganar pasta y hacer el imbécil. También escribe un libro. Además, tenemos que aguantar a un director con ínfulas que pretende ir de innovador en lo visual, en una película mal contada, con una trama ridícula y un guión al que se le notan demasiado las costuras.
- Sicario (2015) – Denis Villenueve (cine). De vez en cuando Hollywood recuerda que también puede hacer cine adulto, complejo, de calidad. Sicario es una película que no emociona pero sí estremece. La atmósfera es asfixiante y la lucha contra el tráfico de drogas no es más que un recurso para profundizar de manera sincera en algunas de las emociones humanas más indeseables: el rencor, la falta de empatía, la desidia moral... En las cloacas de la sociedad civilizada nada bueno puede crecer y nadie bueno puede sobrevivir. Excelente.
- A cambio de nada (2015) – Daniel Guzmán. Película sobre la adolescencia que transmite con verosimilitud las dificultades emocionales por las que tienen que atravesar miles de jóvenes, incapaces de encontrar en sus hogares guía moral alguna. Jóvenes que, indefensos, se enfrentan a un mundo real hostil, que tratará de aprovecharse de su ingenuidad y de su fuerza. Los actores jóvenes están muy bien pero la historia, en ocasiones, se tambalea. Situaciones que emocionan por honestas y humanas (la anciana que acoge al chaval es un personaje maravilloso) alternan con otras más flojas, menos pulidas, casi inverosímiles y fuera del buen tono general de la película (un ejemplo sería la secuencia de la fiesta. Toda ella al borde de ridículo). Aun con esos peros el resultado final es satisfactorio.
- Sinsajo. Parte 2 (2015) – Francis Lawrence (cine). Y cuando por fin la historia llega a su fin ha pasado tanto tiempo desde que empezó, se han degradado tanto las posibilidades iniciales de la historia y se ha abusado tanto del drama superficial y de la acción superflua que nada con sustancia queda en el recuerdo. Y eso que dicen que es la mejor de las distopías adolescentes de la época.
- La revolución de los ángeles (2015) – Marc Barbena. ¿Qué sucedería si de manera secuencial, a partir de un primer caso mediático, algunos enfermos terminales sin relación alguna entre ellos, decidiesen ir asesinando a los políticos que han permitido y defendido (además de enriquecerse con ello) el capitalismo clientelar y parasitario que nos llevó a la ruina y a los recortes de derechos sociales? A partir de esta premisa volcánica se construye una película digna que, con muy poco presupuesto, te deja pegado a la pantalla, manteniendo su tesis, sin desfallecer, hasta sus últimas consecuencias. Una rareza sorprendente.
- El Mundo sigue (1963) – Fernando Fernán Gómez. Dura, cínica y terrible historia encuadrada en el submundo urbano de la España negra del franquismo. Al borde de la pobreza y sin esperanza alguna de un futuro inmediato mejor, en esa sociedad enferma y depauperada solo sobrevivirán los miserables y los crápulas; y los que no se preocupen por las cuestiones morales. Una película imprescindible. Desde un punto de vista sociológico y artístico. La secuencia en la que a través de imágenes inconexas se nos cuenta el crecimiento de una niña, vista desde los ojos de su madre, mientras sube corriendo unas escaleras, es una genialidad.
- El puente de los espías (2015) – Steven Spielberg (cine). Spielberg se ha hecho muy mayor. Sus dramas cada vez parecen más antiguos. Y lo que digo no es un halago. Permanecen la maestría a la hora de colocar la cámara para elegir siempre el encuadre más inteligente y los elegantes y maravillosos movimientos sutiles de cámara. Pero la calidad técnica se pone al servicio de una historia cobarde, que intenta usar el pasado para defender un débil punto de vista liberal, propio del clásico progre de salón actual. El diferente uso de tonalidades de color para mostrar a EEUU y a la Europa comunista, la patética demagogia al mostrar el diferente trato dado a los presos por parte de rusos y americanos, o metáforas visuales pueriles como la del salto de la valla terminan hundiendo una película en la que tanto Tom Hanks, como, sobre todo, Mark Rylance realizan unas interpretaciones magníficas. Y encima falta la música de John Williams.
- Eternal (2015) – Tarsem Singh. Empieza pareciendo un mal remake de Seconds (de Frankenheimer), se desliza despues, a media película, por un terreno de nadie, para finalmente terminar siendo una historia digna que se deja ver con cierto interés. Poca cosa, vaya.
- Star Wars, el despertar de la fuerza (2015) – J. J. Abram (cine). Me declaro absolutamente incapaz de realizar una crítica en términos racionales de esta película. A la nueva película de Star Wars solo le pedía que me diera nuevas dosis de emoción sincera por el reencuentro con este universo de ficción que tan feliz me ha hecho durante años. Y cumple con creces lo exigido. Nuevos jóvenes personajes, carismáticos y con recorrido, se unen a los legendarios Han, Luke y Leia en esta nueva aventura que respeta al máximo el legado de la trilogía inicial.
- Mistress America (2015) – Noah Baumbauch. La pareja Baumbauch-Gerwig vuelven a trabajar juntos en esta comedia dramática que, en ciertos momentos, homenajea con acierto al screwball más clásico. Ambos construyen una historia en la que sobrevuela de nuevo el problema de la madurez y la incapacidad de ciertas personas para avanzar en sus vidas. Con una vuelta de tuerca suplementaria para la protagonista: ¿cómo dejar atrás una parte de su vida si todos los que la rodean necesitan que se mantenga así, estancada en el tiempo, inmadura, vitalista, irresponsable y divertida, para así poder recordar la esencia de lo que ellos en algún momento fueron? Me gustó la película.