28 abril 2008

Lucidez inconsciente

Olvidan que no olvidamos. Se piensan que no pensamos. Desean que deseemos. Deseos físicos, tangibles y productivos. Les gusta la uniformidad, el rebaño, la igualdad de fines y objetivos, incluso de medios, y la mínima diversificación, tan sólo aquélla que nos hace sentir diferentes en medio de tantos seres iguales, con vidas clónicas y aburridas. Juegan y manipulan nuestros sueños para convertirlos en bienes de consumo que gustosos cedemos en pos de mayores cotas de felicidad impuesta. O autoimpuesta. La felicidad como fin, un valor en sí mismo, ser feliz como meta inalcanzable. O alcanzable por días a base de visa o crédito. La familia como refugio, como motor social desde la que salir al mundo ya maleado, ya alienado por lo correcto e incorrecto. El tiempo como forma de atemperación. La moderación del miedo. Y no hablo de una corrección moral, ni de una incorrección libertaria, no. Lo correcto e incorrecto sobre lo que has de hacer en el mundo, sobre hasta dónde puedes llegar, hasta dónde dar y, fundamental, desde dónde cobrar. La adolescencia es el paraíso corrupto, la gran mentira, el único momento donde parece que se ejerce la libertad. Una libertad parasitaria de la esclavitud de los adultos que la permiten. Pero eso no lo saben. El único momento donde se puede un portazo, conscientemente inconsciente, a lo que parecen convenciones sociales inaceptables, gilipolleces de adultos que jamás serán aceptadas, verdades asentadas que no son más que carne de perro putrefacta que no se quiere comer. El único momento luminoso donde la lucidez trágica del parásito social descubre la realidad de los adultos, lo que estaba oculto bajo el manto ideal y heroico que con el que la niñez recubre a sus mayores; y entonces si se aguza el oído, si estás atento a la jugada, si aún eres capaz permitirte discernir cuando emerge el titán destructivo y arrasador de entre la capa de roña idiota, hedonista y aún afortunadamente infantil que configura al adolescente, podrás escuchar al niño que fue antes de convertirse en el adulto que no es decir verdades terribles, sin vendas, sin paños calientes, sin limitaciones morales, sin sentido de la piedad (pues suele desconocer la piedad a la hora de enjuiciar salvo si la aplica sobre sí mismo). El adolescente que no opina sino que emite juicios morales sin parar en la autocrítica. El adolescente que lanza una mirada descuidada al mundo que lo rodea y verbaliza las contradicciones que los asustados adultos tratamos de ocultar bajo capas y capas de buena educación y comprensión al prójimo. El adolescente que suelta sus verdades, marcadas por su falta de responsabilidad personal, aún en desarrollo, pero que no por eso son menos ciertas; y te dejan sonriendo, recordándote. O anonadado tal vez por la dureza, o por la lucidez momentánea, dura, pragmática, inmisericorde, que bordea la brutalidad. Y lo que es peor de la que no es consciente siquiera él mismo.

O algo más simple, menos trascendente si se mira de manera superficial, pero más terrible si se analizara en profundidad.:”la verdad, tío, es que las reuniones de adultos me parecen cada vez más ñoñas. No se dice nada, sólo tonterías

15 abril 2008

En defensa de una educación pública para todos

Otra vez estoy aquí. Y otra vez escribo desde el cabreo. Qué le vamos a hacer. Prefiero advertirlo para que los pocos que me leen y que no les gusta el tono crítico esperen a otros posts más floridos y menos visceralmente encabronados que éste.
Vuelvo a casa después de pasar la tarde manifestándome delante de la Consejería de Educación de la Comunidad de Madrid. Éramos muy pocos, demasiado pocos, había más representantes sindicales que profesores no adscritos a ninguna organización reglada Demasiados objetores de tiza. ¿Por qué? ¿Qué pasa? ¿Por qué esta dejadez, esta inercia? Además, ¿por qué coño sólo había profesores en esta primera concentración? ¿Dónde están los padres? ¿Dónde está el grueso de nuestra adormecida sociedad que letalmente se infantiliza y deja que las administraciones tomen decisiones relevantes que afectan al futuro de nuestros hijos y para los que no se les ha votado?
Soy profesor. Soy interino. Hoy estoy trabajando pero puede que mañana decida dejar esta profesión. O no consiga una plaza, a pesar de aprobar la oposición una y otra vez. Puede que mañana ya no haya educación pública en la que optar trabajar. No elegí ser profesor para ser funcionario. Me importa un carajo serlo. Me gustan mis condiciones laborales y me encanta mi trabajo. Me gusta enseñar. No quiero aumentos salariales, ni por supuesto quiero procesos especiales que favorezcan mi ingreso en la docencia mediante mecanismos que no sean las de una oposición justa (justa precisamente porque es injusta para todos por igual). Lo que no quiero es que los futuros (y actuales) profesores de los niños de mi sociedad sean elegidos a dedo, por su opción religiosa, por su enchufe, por su ideología, por su capacidad para aguantar injusticias, por su capacidad para aguantar jornadas laborales imposibles. Cuando el próximo mes haga huelga no será por dinero, ni por privilegios, no será para obtener mejores horarios, ni para trabajar menos. La haré por conciencia, a sabiendas que a la gente le importará un carajo, que infinidad de imbéciles comentarán de manera despectiva que ya están otra vez los profesores de huelga, se preguntarán con media sonrisa cínica qué es lo que querrán éstos si ya tienen “tres meses de vacaciones”. Pues muy simple. No quiero nada, nada para mí. De hecho lo que defenderé es el futuro de sus hijos. Tan sólo defenderé la supervivencia de “mi empresa” que es la de todos, y de una forma libre (lo más posible) de entender la educación. Porque el problema no es citar las carencias y errores en los que cae la educación pública, sino entender cuál es la alternativa privada-concertada a ella. Critiquemos a la pública (tiene tanto que criticar...), pero para mejorarla, no para hacerla desaparecer o convertirla en residual. Ya está bien. Claro que hay personajes despreciables que trabajan como profesores, que se aprovechan de su situación, que son incapaces de entender a los adolescentes...¿y?... la densidad media de ineptos indeseables es parecida en todas las profesiones. Todos hemos tenido profesores inútiles, verdaderos mendrugos incapaces de enseñar, no se puede negar la realidad. Y los seguirá habiendo. Sea la educación privada, concertada o pública. Pero el dilema en Madrid es otro. Es la punta de lanza de lo que puede pasar en toda España tal y como se vuelve de conservador y clasista este país. Y no hablo sólo de los conservadores oficiales de la derecha.
Hoy no saldremos en los medios de comunicación. Éramos demasiado pocos para ser relevantes y demasiado civilizados para quemar contenedores y al menos hacernos notar.
No entiendo qué nos pasa. La llegada de la democracia y el torbellino social que arrastró a este país nos puso educativamente a las puertas de una verdadera educación de calidad financiada con fondos públicos, con los impuestos de todos. Mi generación, la generación mileurista, ha sido educada en su gran mayoría en la escuela pública, y ha sido en número la que más estudios superiores ha desarrollado. Había además la sensación entonces, en los 80 y primeros 90, que sólo los hijos tontos de los ricos iban a la privada para conseguir aprobar. ¿Cómo se nos ha olvidado tan pronto? ¿Cuál ha sido el motivo de tal amnesia colectiva? Y no me vales las excusas logsianas. Los motivos son mucho más profundos y complicados. ¿Cómo no vemos los lastres que la escuela concertada trae consigo? ¿Cómo no vemos que un profesor sin libertad de expresión está lastrado e inutilizado para educar e instruir? ¿Cómo pretendemos que la educación se compartimente en asépticas asignaturas en las que sólo se hable de física, matemáticas o lengua? La educación es abrir puertas de manera continua, aunque sean equivocadas, ¿cómo trabajar con miedo?
En Madrid capital el 60 % de los colegios e institutos de secundaria son privados o concertados.
Según el sindicato STEM, en los últimos años el 70% del nuevo alumnado que en la Comunidad de Madrid empieza a cursar 1º de la ESO lo hacen en centros privados o concertados.

01 abril 2008

Resonancias

"Los jóvenes hoy en día son unos tiranos. Contradicen a sus padres, devoran su comida, y le faltan al respeto a sus maestros"

Sócrates (470 aC-399 aC) Filósofo.

"La mayor parte de ellos (los exámenes) eran incalificables; sin ortografía, sintaxis ni nada parecido; en unas letras ininteligibles, revelando que llegaban a las aulas universitarias, después de seis años de bachillerato, sin la preparación más elemental de la escuela primaria"

Odón de Buey. Catedrático de la Universidad de Barcelona en el siglo XIX

Y hay que recordar los porcentajes de población que podían acceder a la educación en épocas pretéritas. En el caso de los tiempos en los que Odón de Buey era catedrático en Barcelona sólo estudiaba un 1% de los que acceden a la educación en la actualidad (dato extraído de un artículo de Jordi Serrano i Blanquer en el diario Público).

No sé, a mí me parece que esto ya lo había escuchado yo antes en los labios de gente que no está muerta todavía... ¿no?

26 marzo 2008

La adolescencia interrumpida

Adolescentes que ya son viejas, maridos que todavía son niños, jóvenes que apenas superan la treintena y que ya son abuelos de unos nietos a los que deben criar como hijos. Los secuencias vitales de hace más de un siglo se asoman a nuestra modernas ventanas, el tercer mundo aparece detrás de alguna esquina de alguna de nuestras ciudades. Da igual que sea Madrid, Sevilla o Las Palmas de Gran Canaria. Hasta allí se acercan los reporteros de Repor, ese remedo de Callejeros que parece que se ha inventado TVE, y a traición, cerca de la medianoche, me sumergen en esos otros mundos que están dentro del nuestro, coexistiendo, invisibles los unos para los otros, universos paralelos que sólo a veces se rozan para demostrar la futilidad de las ideas perezosamente asentadas; y me muestran unos de esos barrios donde la miseria y la pobreza no proviene tan sólo de la falta de dinero y trabajo, sino que alimentándose con fruición de dicha falta aparecen la dramática ausencia de proyectos vitales, la carencia de estructuras familiares y la inexistencia de una educación básica que desde luego nuestra burguesa escuela de clase media es incapaz de dar a aquellos que más la necesitan.

Y las niñas... a las niñas sólo se les ocurre utilizar el sexo como vía de escape, como parche a su desarraigo existencial, como extraña e inconcebible manera de acortar etapas para ser adultas de pleno derecho, y así de paso eliminar los que son sus reales deberes adolescentes, esos que les perturban, como ir a la escuela cada mañana. Mejor follar. Mejor reír. Mejor jugar. Y entretanto, sin darle mucha importancia, parir. Fin de trayecto. Lo que ellas consideraban deber se transforma en derecho no ejercido; niñas que se regocijan por ser madres, tan sólo para que unos años después se arrepientan de lo que no estudiaron y lamenten que su escasa formación haga de ellas carne de cañón laboral. O para que continúen su ciega carrera y con veintipocos años anden teniendo su tercer o cuarto hijo mientras te cuentan como apenas tienen para subsistir, y son sus padres, los abuelos, los que a costa de sus vidas mantienen el desaguisado. Ser madre primeriza, muchas veces, como lo fueron las suyas, con trece, catorce o quince años. Pero con mentalidades aún más infantiles. Soltar las muñecas con las que jugaron hasta ayer para dedicarse a follar y después parir. Cojonudo. Engendrando hijos que debieran ser sus hermanos, que son educados a veces con dos madres y casi siempre sin ningún padre. Porque eso sí, el hombre que es un niño que folla como un hombre, abandona con demasiada facilidad sus deberes parentales para seguir jugando a que es adulto mientras parasita a sus padres trabajadores, apuntalando así la imagen que nos llega de ellos, la imagen de una microsociedad residual y perezosa, dependiente de subsidios y ayudas. La imagen perfecta que permite tranquilizar conciencias y nos ayuda al resto de ciudadanos a pensar que la culpa de su situación es suya y sólo suya, pues no aprovechan la teóricas oportunidades que se les ofrecen para salir del agujero, del abismo, y permanecen en él solazándose en su miseria, mostrando impúdicamente su atrofia intelectual, regodeándose en el vacío.

Pero la estadística no miente. No hay más tontos entre los pobres que entre los ricos, no es cuestión sólo de capacidades sino que el entorno sociocultural y familiar, ése que quieren eliminar de nuestro vocabulario los adalides de la puñetera cultura del esfuerzo, los liberales de pacotilla que desde el biberón vivieron con las facilidades que da la cuna (ya sea una cuna económica o una cuna que signifique una casa repleta de libros y un ambiente que refuerza el estudio), ese entorno, es un escollo terrible y casi insuperable para demasiados. Y sin duda hay tomarlo en consideración, siempre (siempre), a la hora de hacer políticas educativas efectivas, y crear soluciones laborales reales.

Aunque siempre venga el capullo de turno para recordarnos que él conoce a alguien que superó todas las trabas del mundo para convertirse en lo que es, y eludir el destino que le esperaba. O, incluso él mismo, qué coño. Y si él puede, ya se sabe, todos pueden.

Ya se sabe. Qué bien nos vendemos. Qué cojonudos somos.

17 marzo 2008

Desconexión

Ya está. Hasta dentro de cuatro años no volveremos a tener la ilusión de que la política nos pertenece, y que los que la ejercen como representantes de los ciudadanos están pendientes de nuestras inquietudes, miedos y deseos; de nuestras sensibilidades sociales, de nuestros verdaderos problemas, personales y colectivos. Inclusos aunque sepamos que es mentira, y que sólo les interesa nuestro apoyo en las urnas. Para desarrollar sus propias ideas. O las que se les deja poner en práctica.

Se acabaron las elecciones. Se acabó nuestra pobre acción política. Sólo quedan los foros privados, las barras de bar, las discusiones internas, los gritos en la blogosfera. El ámbito de acción es tan pequeño. Y potencialmente tan grande mediante las redes colectivas...

Y tras la calma llegará la tempestad. El día a día, la zancadilla mediática, las guerras internas que sacudirán a la derecha, las acusaciones, los odios, las discusiones, las mentiras repetidas hasta que parezcan verdad, las nuevas mochilas, las nuevas rupturas de España, el socialismo tan liberal, las solbesoluciones que votaron los que durante años despotricaron de las medidas neoliberales...

¿Estamos preparados? ¿Volvemos a la lucha? ¿Creemos todavía que las cosas pueden ser de otra forma? ¿Seguiremos diciéndolo aún a costa de que los amigos se quejen de las malditas formas? ¿Nos vamos cansando?

No. Tan sólo una desconexión temporal.

02 marzo 2008

Contra el bilingüismo. Contra la segunda lengua extranjera

Cuentan que cuando le dijeron a Ortega que Salvador Madariaga hablaba a la perfección en cinco idiomas, comentó despectivamente: “Eso sólo quiere decir que es tonto en cinco idiomas”. Sin entrar a valorar la figura de Madariaga, o si era tonto o no, la afirmación anterior es un brillante ejercicio crítico que encierra una potente carga de profundidad contra el abuso y el prestigio del aprendizaje de idiomas.

Los idiomas. Si Ortega hubiera hecho la misma afirmación en la España de hoy, los políticos de todo el espectro político, los profesores de idiomas, las asociaciones de padres y las fuerzas del mercado se le hubieran echado encima como lobos hambrientos en busca de carne fresca de intelectual incómodo para llevarse a la boca. En educación no se suele llegar a consensos fáciles entre los grandes partidos políticos de nuestro país, ni entre la facciones conservadores y progresistas de la sociedad, pero curiosamente hay dos aspectos educativos en los todos parecen querer llevar la delantera para colgarse la medalla de la supuesta modernidad: los idiomas y las nuevas tecnologías.

La moda de los idiomas y la importancia que se le da a su aprendizaje ni son casuales, ni están poco meditadas. Son consecuencia directa de un modo práctico y meramente instrumental de entender la escuela, así como de las reformas ocultas que se están haciendo en el currículo educativo de nuestros jóvenes. El bilingüismo copa las portadas de los periódicos, es utilizado como publicidad, sirve como demostración de modernidad y de nivel, prestigia a las entidades públicas y privadas que lo fomentan, además de servir para anestesiar otras posibles reivindicaciones de los padres respecto a la enseñanza de sus hijos. Junto a las matemáticas (con un peso excesivo en el currículo que no se ve reflejado en resultados concretos) y la lengua, el bilingüismo se apodera del discurso educativo: “más matemáticas, más lengua, más idiomas...”, y es que algunos han tomado ya la decisión final de reivindicar sin complejos una escuela utilitarista y pragmática, alejada de “caducos” ideales de otra época, y son conscientes que para que este tipo de escuela impere nada mejor que podar drásticamente aquellas otras asignaturas “inútiles” para el inmediato futuro laboral de los jóvenes. Se busca así hacer prevalecer los saberes meramente técnicos e instrumentales que formen a nuestros chicos para lo que realmente se necesita: trabajadores consumistas que no se compliquen demasiado la vida, y que carezcan de opinión y de criterio. Pero que hablan en varios idiomas. Eso sí. O eso parece.

En ese camino la ayuda del idiota prestigio que trae consigo el bilingüismo y la obsesión que se ha inoculado a los padres con él, reporta funestas consecuencias tanto para la educación integral de los jóvenes como para la igualdad real de los chicos en los centros. Seamos claros, es el momento: el bilingüismo está siendo utilizado en los centros públicos para segregar a su alumnado, para poder formar grupos de élite compuestos por los hijos de los blancos progres de clase media que quieren mantener a duras penas su discurso en defensa de la educación pública, pero que no quieren ver mezclados a sus hijos con los problemas derivados de la inmigración o la pobreza tercermundista que salpica a nuestras aparentemente opulentas sociedades occidentales. No debiera ser necesario comentar que los sectores sociales más conservadores y económicamente poderosos ni siquiera se plantean esos dilemas morales respecto a la educación, se sienten mejores sin más y reivindican su derecho a serlo, por lo que directamente matriculan a sus vástagos en la educación privada o en la privada concertada (dependiendo de diferentes factores socioeconómicos), ya que entienden que la diferencia no está en la calidad de lo que se les enseña sino en el mero hecho de que donde se les enseñe no sea accesible para todos.

Nos encontramos pues con una progresiva estratificación de nuestra educación (pública y privada) que ve como se va difuminando la universalidad y gratuidad de la que partía (y la ingenua idea de igualdad de oportunidades que ofrecían dichos aspectos), y observa cómo comienza a germinar de nuevo una perspectiva individualista e insolidaria de ella que perpetúa y acrecienta las diferencias sociales. Esa realidad es la que este artículo quiere denunciar, particularizando en el bilingüismo que se promociona en nuestras escuelas, y la opción del segundo idioma extranjero para nuestros jóvenes. Esas opciones enmascaran una realidad dramática en la que, a pesar de que muchos de los chicos apenas saben redactar y expresarse en su lengua materna y junto a la excesiva segmentación de saberes que aparece ya en la primaria y que se manifiesta con todo su horror en la secundaria (un alumno de 3º de ESO de la Comunidadde Madrid estudia 12 asignaturas, con sus 12 profesores, en un curso normal), se ofrece la posibilidad de que asignaturas como Ciencias Sociales o Ciencias Naturales se les impartan en inglés. ¿Sólo en inglés? No, en absoluto, los centros de secundaria que no consiguen ser centros bilingües en inglés optan a serlo en francés. O en alemán. Al ruso no optan, de momento. Tiempo al tiempo.

La razón de esta moda es evidente cuando esos centros se viven desde dentro: el bilingüismo permite segregar al alumnado. Los mejores alumnos se agrupan con la excusa de recibir una educación bilingüe, separándoles así de la problemática social de los alumnos con peores entornos sociofamiliares que evidentemente, desestiman esa posibilidad que sólo en teoría (sólo en teoría) se les ofrece. Pero además la formación de grupos sigue segmentándose mediante la posibilidad de estudiar un segundo idioma extranjero (francés) además del obligatorio inglés. Así, la tan cacareada y aplaudida optatividad de ciertas asignaturas se convierte en el mejor y más perverso método posible de selección de alumnado: si a un alumno de 3º de ESO se le ofrece la posibilidad de optar por Francés o por Taller de Artesanía, adivinen... ¿Por qué asignatura optará el chico de la familia normal, sin problemas, que conoce el funcionamiento interno de los centros, que se informa y se preocupa por la educación de ese chico? ¿Y el chico de la familia desestructurada que no tiene interés inmediato por sus estudios, el chico cuyos padres es imposible convocar a una reunión con el tutor porque se desentienden de la educación de su hijo, o porque no pueden permitirse el lujo de pedir un par de horas libres de su trabajo por el miedo de que les echen del mismo? Una vez realizada la elección nada más simple para la dirección del centro que formar los grupos mediante las “inevitables” necesidades organizativas, y así hacer una “selección natural” absolutamente inmoral que determina el futuro de los que ya se señala como desechos sociales. ¿Cómo puede funcionar bien un grupo donde se mezclan alumnos de integración, alumnos repetidores, alumnos con gravísimos problemas familiares y alumnos inmigrantes desarraigados? ¿Le gustaría que su hijo estuviese en él?

Pocas opciones parecen quedar ante esta realidad tácitamente aceptada por todos: por padres, profesores, directivas de los centros, administración... Los únicos que no se dan cuenta de ello son los perjudicados y sus familias, y su inopia permite mantener el tinglado. Contarlo tal vez sólo sirva para hacer un poco de ruido o provocar alguna reflexión, pero mientras tanto la rueda sigue su marcha, carente de sentimientos de culpa, pragmática, sin que nadie se dé por aludido...

21 febrero 2008

Crematorio, el fin del sueño

Crematorio es la última novela de Rafael Chirbes, uno de esos autores ninguneados por los poderes mediáticos de la literatura de nuestro país, un autor comprometido con su tiempo, dueño de una prosa poderosa e hipnótica ajena a artificios innecesarios, un escritor que no pertenece a ninguna de las cuadrillas planetarias o prisaicas que atascan el mercado literario y reciben la promoción necesaria para ser conocidos por el gran público, convirtiendo así sus cansinas y mediocres voces en las únicas que parecen valiosas, incluso en las únicas que existen. Se fomentan autores de medio pelo, escritores que utilizan una literatura superficial, repetitiva y plana, creando la sensación de que, en palabras del propio Chirbes,en España, la novela sea un arte inane, una cosa como de vasito de agua y ansiolíticos en la mesilla de noche”.

Crematorio ha supuesto para mí todo un descubrimiento, un viaje desolado y desolador por nuestra sociedad y por nuestro país, una novela que retrata los paisajes más oscuros de una serie de personajes a los que un impacto emocional los obliga a reflexionar sobre su pasado, sus contradicciones, sus sueños frustrados, su soledad existencial. Al tiempo describe sin concesiones el contexto social e histórico en el que se ha construido la sociedad española actual, el largo camino desde la Transición hasta nuestros días, un camino desagradable y frustrante para aquéllos que sin notarlo siquiera envejecieron, mientras escondían las pruebas de sus pasados (supuestamente) revolucionarios y se convertían en adalides del librecambismo y el capitalismo, sin poder abandonar del todo sus discursos progresistas, demasiado arraigados en su interior como para ser arrojados al exterior sin que esa acción les arrasara sentimentalmente por completo.

La novela nos cuenta las reacciones que produce en su familia y amigos la muerte de Matías, un antiguo comunista partidario de la acción directa y la revolución social en los lejanos sesenta y setenta españoles, que termina reconvertido en sus últimos años en un neoecologista de diseño en la costa valenciana, tras haber pasado por el pesebre socialista de los 80 y haber abandonado toda idea de que la política pueda servir para salvar al mundo. Su muerte nos permite conocer a las personas que le rodearon en vida y mediante los cuales reconstruiremos la vida de Matías y la de sus familia: su hermano Rubén, verdadero eje de la historia convertido con los años, tras compartir brevemente los discursos revolucionarios de Matías, en constructor y especulador inmobiliario; la hija de éste, Silvia, que desprecia profundamente el trabajo de su padre aunque se beneficia miserablemente de él, y que representa a una generación perdida, hija de la Transición, que se quedó sin espacio y no tuvo vitalidad para desarrollar nuevas ideas propias, que renunció a cambiar el mundo y por tanto no pudo nunca fracasar (algo que curiosamente sí le recuerda continuamente de manera cínica a su padre, que los que sí fracasaron fueron ellos), sin reflexionar nunca sobre su propia adaptación y connivencia con el régimen establecido, y la carencia de proyectos vitales colectivos; y Brouard, escritor de éxito minoritario pero muy respetado en los ambientes universitarios, sobre cuya obra el marido de Silvia está escribiendo una tesis, y que fuera gran amigo de juventud de Rubén y en menor medida de Matías, que se encuentra en plena decadencia física e intelectual y que rompió relaciones hace años con Rubén debido al urbanismo salvaje que este último impuso con los años a los paisajes costeros de su añorada adolescencia.

Crematorio es una novela creada a base de monólogos y recuerdo interiores de los personajes. Esas voces internas que Chirbes nos muestra con maestría nos llevan a conocer los pensamientos más profundos de un grupo de personas derrotadas por la vida, que viven en una perpetua ruina sentimental y que atraviesan unos paisajes emocionales arrasados por el tiempo, por las contradicciones, los fracasos personales y las expectativas incumplidas, pero que siempre terminan defendiendo sus posiciones con la seguridad de haber hecho lo correcto, o al menos lo que podían hacer, y reservan las visiones más negativas para los otros, los demás, salvando así finalmente los restos de su propio naufragio, buscando alguna salida imposible de encontrar y reflejando perfectamente una naturaleza humana que casi nunca termina de destruirse, pero no deja nunca de autolesionarse.

El gran acierto de Chirbes, lo que convierte a su novela en una bomba de relojería entre las manos del lector, es su capacidad de indagar en las razones que ofrecen cada unos de estos personajes y conseguir ser honesto con cada uno de ellos, que resulten creíbles, convincentes, verosímiles, y que sólo reconstruyendo finalmente la amalgama de voces, acusaciones y justificaciones de todos (incluidas las de los tres o cuatro secundarios que también transitan por la novela), aparezca el terrible panorama final, al tiempo terrible y lógico, pero sin ser apocalíptico. No hay destrucción, la vida sigue siempre, y sólo queda la constatación final del fracaso total de la generación de la Transición (la del autor), que se enfrenta a una vejez con demasiados fantasmas en el armario, que no encuentra comprensión en la generación de sus hijos (generación a la que por otro lado desprecia porque ha sido incapaz de recoger su testigo y se ha instalado en un individualismo defensivo y apático), que siente que su éxito en la transformación (innegable) de nuestra sociedad le ha apartado de su discurso original, que el éxito hizo que ya no hicieran falta los grandes ideales, que la inercia transformó a muchos de sus miembros en lo que nunca creyeron posible, que, en palabras del autor, “han renunciado a ser alfareros del mundo”. Una generación que va recogiendo velas y que entiende que fuera de este mundo, que de manera no del todo consciente ha ayudado a construir, hace demasiado frío y se está demasiado solo como para mantenerse mucho tiempo. Y considera, no sin razón, que al fin y al cabo todo está mejor de lo que estaba antes. Mucho mejor. Aunque esté tan lejos, tan lejos, de lo que se soñó.

16 febrero 2008

Preguntas sin respuesta (febrero 2008)

  • ¿Cómo es posible que en las oposiciones de 2008 para Castilla-La Mancha las plazas de Psicología y Pedagogía sean (más) de cuatro veces más que la suma de plazas ofertadas de Filosofía y Física y Química? ¿A quién beneficia que nuestros adolescentes se infantilicen, se les diagnostiquen enfermedades mentales imaginarias y no sean educados en las clásicas ramas del saber humano, aquéllas que les debieran hacer más libres, más críticos, más escépticos, más independientes, más sabios?
  • ¿Por qué parece un pecado decir que “No es tierra para hombre viejos” es una película menor de los hermano Coen, donde brilla por su ausencia su habitual brillantez en los diálogos, donde el personaje de Tommy Lee Jones es un auténtico coñazo debido a esa manera simple de ser presentada de manera pretenciosa, y donde la última media hora está mal hilada, tiene secuencias inverosímiles, es aburrida y está fatal contada?
  • ¿Por qué sólo viendo el trailer de la próxima película de Indiana Jones por internet, y mientras escucho de fondo la legendaria marcha compuesta por John Williams, una sonrisa de idiota y total felicidad me aparece en la cara mientras saboreo cada nuevo fotograma de uno de los héroes cinematográficos de mi infancia?
  • ¿Por qué la gente que con todo el derecho del mundo opina sobre los beneficios de la vida en los pueblos y la cercanía vital que se encuentra en las pequeñas comunidades, nunca echa un vistazo a esa maravilla de película de Lars Von Trier llamada Dogville?
  • ¿Y aprovechando su momento cinéfilo por qué no se hacen con la que es posiblemente la mejor película del movimiento dogma, Celebration de Thomas Vinterberg, y reflexionan sobre los claroscuros de la familia, ese entorno cerrado, asfixiante, que obliga a lealtades incomprensibles y a cariños inexplicables?
  • ¿Por qué cada vez me dan más grima política Aguirre y Gallardón y sus peleas internas por el poder, mientras el PSOE de Madrid anda desaparecido del mapa y es incapaz de presenta una alternativa fuerte y de izquierdas en una ciudad y una Comunidad que parecen estar sometidas a un tsunami privatizador?
  • ¿Por qué se incide tanto en que nuestros niños y adolescentes lean, cuando la mitad de los adultos españoles no coge un libro en todo el puto año, y la otra mitad se queda en una media cercana a cuatro miserables libros anuales? ¿Se piensa que los chavales no toman como ejemplos a sus padres que se quedan hasta las tantas de la noche mirando como zombis series españolas de producción indigna o programas que invaden la privacidad de las personas?
  • ¿Por qué resulta tan patético, tan lamentable, tan lastimoso y tan baboso el anuncio de los artistas que fueron y sólo son ya viejos acomodados hoy, apoyando a Zapatero, criticando al PP sin notar (o sin querer notar) que por quien piden el voto es también por gente como Solbes, Chaves, Montilla, Miguel Sebastián...? ¿No se les cae la cara de vergüenza cuando piden el voto útil por el PSOE al electorado de IU?
  • ¿Prometen bajadas de impuestos? ¿Prometen ayudas directas e indiscriminadas sin tener en cuanta el nivel de renta de los beneficiarios? ¿Prometen que ningún inmigrante sin papeles y sin trabajo podrá entrar en nuestro país? ¿Piden contención salarial a los sindicatos en la negociación anual con los empresarios para que no se dejen arrastrar por el “dato coyuntural” del IPC de enero? ¿Se reúnen con la gente del Vaticano sin plantear cambios importantes en relación con la financiación de la Iglesia Católica? ¿ Mantienen y aseguran la concertación de la educación? ¿Son los liberales de derechas? ¿o son los otros liberales de derecha?
  • ¿Cómo es posible en nuestro país que personajes como Arias Cañete suelte con total impunidad lo de los “camareros de antes” o que tipos como Mayor Oreja hable de “la enorme placidez con la que muchas familias vivieron el franquismo” sin que inmediatamente se les aparte de sus puestos de poder representativo?

08 febrero 2008

Juno, el cine indie se hace conservador

Pues vale. Se está convirtiendo en el éxito indie del año. Nominada a los oscars, premiada en Sundance y con una actriz principal (Ellen Page) a la que ha convertido de la noche a la mañana en la nueva Cristina Ricci, la nueva musa del cine independiente. Con un guión que a veces logra mostrar la frescura y el atrevimiento que en todo momento (en todo momento) pretende transmitir, y una convencional y simplemente correcta puesta en escena, Juno es la típica producción de bajo coste norteamericana con secundarios semidesconocidos pero eficaces, y la ya nada sorprendente (e incluso rutinaria) aparición de una cara conocida del cine más comercial (en este caso Jennifer Garner y sus morritos operados), intentando prestigiar su lamentable carrera hollywoodiense con un papel secundario con menos sueldo pero más recorrido “artístico”.

El día del estreno la sala estaba abarrotada. Es lo que tiene Madrid: somos cantidad los culturetas deseosos de alejarnos puntualmente del Hollywood convencional, incluido el de prestigio (¿os he dicho ya que la última de Paul Haggis, “En el valle de Elah” es un auténtico truño, melifluo, panfletario, débil y conservadoramente progresista?), y darnos un revolcón intelectualmente satisfactorio y con un punto masturbatorio en otro tipo de cine no tan devorado por las masas. Ya sea rumano, coreano o americano (pero del otro). Allí estábamos, deseosos de ser especiales viendo algo diferente. Tuve mala suerte, esta vez disentí de los de la tribu. Qué pena. Qué tragedia.

Estábamos con Juno, película que toma su nombre del de la protagonista, una adolescente superlista, superfriki, superespabilada y un poco superidiota, a la que no se le ocurre otra cosa que follar con el empollón de la clase sin utilizar preservativo. No, no parece que fuera una tía superinformada. A partir de este planteamiento tan débil podríamos esperar de una película de cine independiente que, al menos, no se convirtiera en un culebrón antenatresiano vespertino. Y lo cierto es no se convierte en eso. Otra opción sería encontrarse un película que, desde el humor y el sarcasmo, diseccionara las relaciones familiares, el entorno escolar de la vida de esta tía, las puertas que se le cierran si termina decidiendo tener ese niño, las contradicciones que conlleva un embarazo no deseado... Pero tampoco vemos eso en la pantalla. El director y la guionista deciden contarnos la historia chorra y plana de cómo la cría decide tener el hijo y, de forma madura y sin ningún tipo de duda existencial, entregarlo en adopción, tomando así una postura forzada, lineal y tremendamente conservadora. Pero eso sí, bajo el disfraz de sátira social, descarada y mordaz.

La lógica alternativa del aborto es eliminada con una línea de guión y una estúpida secuencia que no merece mayor análisis, y que parece incluso molestar a la guionista, que debe entender que a un espectador medianamente normal se le hace difícil aceptar como creíble lo superinteligente, y superlúcida que es la adolescente protagonista después de haberla visto mostrar su natural y mucho más lógica estupidez adolescente follando sin condón. A partir de ahí la historia se desarrolla en cuatro actos en los que vemos como Juno elige a los futuros padre adoptivos de su hijo, asistimos al desarrollo de su embarazo físico sin que el mismo mine en ningún momento la capacidad de réplica de nuestra potencial tertuliana, para finalizar la historia con una defensa cerrada de la familia (un poco progre, eso sí, y con problemas, pero familia al fin) unida, cercana, accesible y comprensiva. La película se atreve incluso a mirar con cariño y respeto a un personaje tarado y patético como es el de la futura madre adoptiva, a la que salva de su vacía y hueca vida gracias a su desmedida necesidad de ser madre mientras que, curiosamente (y no es casualidad), sólo trata con cierta antipatía al personaje del futuro padre adoptivo, puteado por su mujer, siempre dependiendo de sus caprichos irracionales, atrapado en una vida convencional alejada de sus sueños, y al que la llegada de Juno supone un despertar de su letargo, una posibilidad de otro mundo posible, aunque ello suponga destruir el entorno protector al que su cobardía le ha llevado. Pero para él no hay comprensión. Su negativa final a ser padre le convierte en don nadie inmaduro del que no merece siquiera saberse su futuro al final de la película.

En definitiva una película con algunos diálogos realmente certeros y graciosos, que abusa de intentar convertir a Juno en una especie de RafaNadal dialéctico que responde a todo y a todos con una lucidez desmedida e impropia para su edad, y que demuestra que el cine independiente norteamericano de éxito se ha adaptado a la perfección a su nuevo papel de cantera de Hollywood, muy alejado de ese cine americano de los 80 y 90, realmente marginal e independiente con títulos como Noche en la tierra, o Happiness. Sólo hay que comparar el retrato de familia de ésta última con el que nos muestra Juno. Son dos universos opuestos, a los que sólo une el desgastado y maltrecho calificativo de indie.

31 enero 2008

La estafa social de los 400 euros

Por fin un artículo de prensa, aparecido hoy en Público, hace una reflexión pausada y profunda sobre el “regalo” de 400 euros que Zapatero promete entregarnos a todos los españoles a cargo del dinero público (en el caso de ganar las elecciones, un importante matiz). Bueno, no a todos, ni mucho menos, sino sólo a los contribuyentes cuya declaración de la renta les haya salido a pagar. Un clarificador, comprensible e ilustrativo artículo. Y profundamente liberal. Por supuesto. Como la misma medida zapateril.

A medida que pasa el tiempo y reflexiono más sobre la medida menos me gusta, más lamentable me parece, más chantajista y caciquil y desde luego, aunque bajo el foco de la teoría económica pueda explicarse como progresiva, menos moralmente progresista me parece. Como explica muy bien Carlos Mulas-Granados, autor del artículo, la medida se puede entender como progresiva porque, respecto al dinero contante y sonante que cada contribuyente desembolsó, los 400 euros suponen un mayor tanto por ciento para aquéllos que posean rentas más bajas que para aquéllos que las tengan más altas. Y además, intenta compensar la subida de la vida que han supuesto las grandes alzas en los precios de hidrocarburos e hipotecas. Perfecto. Y después de cobrar los 400 euros (ya sea por vía directa o mediante bajada de los impuestos), qué. ¿Qué va a pasar? ¿De qué sirven estas ayudas directas que tal cuál entran salen del bolsillo de los más pobres para tapar deudas y descubiertos, y que se convertirán en calderilla para alguna cena para los más ricos? Y sobre todo, ¿forman parte de algún plan a largo plazo, fundamentado, meditado, que favorezca a los contribuyentes netos de este país? ¿o es el chocolate del loro que sirve para satisfacer las demandas inmediatas de una clase media baja que ve como sus sueños de vivir por encima de las posibilidades de sus tristes sueldos se van al traste en cuanto la economía global se ha resfriado? ¿Y si enferma un poco más? ¿800? ¿Y de dónde saldrán?

El coste total del “invento” será de unos 5.000 millones de euros, una cuarta parte del superávit que dicen tiene el Estado este año. El planteamiento que debiera hacerse desde los sectores que se autodenominan progresistas del PSOE, es que como es posible que su gobierno se jacte de contar con superávit a costa de los impuestos de los contribuyentes, cuando hay enormes carencias, déficits y problemas en sectores sociales claves: educación, sanidad, servicios asistenciales, sector público de la vivienda, etc. Por poner sólo un ejemplo: el presupuesto para educación del Gobierno en el año 2008, en aquellos aspectos que no competen a las autonomías, es de sólo 2.831,33 millones de euros, poco más de la mitad del coste de la medida anunciada. O, siguiendo con la educación, el presupuesto educativo de la Comunidad de Madrid para 2008 es de 4781 millones de euros, una cifra aún inferior a la que supone el “obsequio” progresista de Zapatero.

Es evidente, desde un óptica progresista, de izquierdas, o como demonios quiera llamarse, que ese dinero debiera servir, junto a los otros 15.000 millones del superávit, para vertebrar socialmente este país, para invertir en servicios básicos que no se queden en meras pagas directas (como el famoso cheque-bebe). Pagas éstas que no tienen en cuenta la situación social y económica de aquéllos que las reciben, que son de nula progresividad fiscal, y que en ningún caso forman parte de un plan específico conocido de ingresos directos, que sirva para luchar contra las injusticias sociales que genera nuestro sistema económico, y al que se podrían asemejar en su forma pero no en su ideología (como sería la discusión acerca de la viabilidad de una renta básica universal para todos los ciudadanos).

Ese superávit, invertido en uno solo de los campos señalados (educación, sanidad, vivienda...) serviría para impulsar definitivamente soluciones de largo recorrido que mejoraran la vida de todos los españoles. Pero claro, no serían medidas cuyos resultados se vieran a corto plazo. No servirían para ganar unas elecciones, no servirían para movilizar al electorado. Y esto es algo que un político, sea del signo que sea, no puede soportar. De esta forma Zapatero dispone con alegría del dinero de nuestros impuestos, cometiendo el peor error que un gestor y representante del pueblo puede cometer: utilizarlo alegremente para perpetuarse en el poder, para chantajear a los votantes, revisando y renovando los viejos métodos caciquiles de compra del voto de manera torticera.

Sólo hay que fijarse en lo claro que lo tiene el autor del artículo, y lo que aconseja al Gobierno: "Sin embargo, es cierto que la medida podría haberse extendido a los autónomos. Aunque ellos tributan con un sistema distinto, sería bueno que el Gobierno considerara incluirlos de alguna forma en la rebaja fiscal, porque tienen rentas medias, han sufrido el alza de precios como los demás, y además son un importante conjunto de votantes"

¿Se puede decir con mayor claridad?