28 mayo 2009

Asambleando la educación

Tarde calurosa en una sala atestada, la educación se debate entre sollozos de niños cuyas lágrimas parecen expresar mejor que nuestras palabras la problemática que allí nos reúne; discursos trasnochados agotan a los oyentes, la retórica marxista huele a viejo muerto a los que la entienden, y suena a inaguantable sermón de la montaña a las nuevas generaciones. Da igual que exprese correctamente la lucha que queremos mantener, los nuevos tiempos exigen nuevas formas de expresión y transmisión de ideas que la izquierda aún no ha encontrado. Las horas pasan y el libre turno de palabra anima el alicaído ambiente, todo se reviste de gravedad extrema, se buscan fórmulas para conseguir que los otros atiendan a nuestras razones, entiendan que jamás, en treinta años de democracia, ha habido un ataque tan brutal, sistemático, coherente y destructivo a los servicios públicos como el que está sucediendo en la Comunidad de Madrid desde hace ya demasiados años. Y el proceso se está acelerando. Dramáticamente. Nos intentamos animar mediante gritos de guerra y cantos a la unidad, pero en el fondo de todos nosotros nos invade la certeza de que la solución no está cerca, y tal vez ni siquiera sea ya posible. Luchamos contra gigantes y como hijos de nuestra sociedad la persistencia en la consecución del objetivo no entra dentro de nuestras cabezas. Si la satisfacción no es inmediata el desánimo cunde y retrocedemos a nuestra infancia refunfuñando absurdamente y escondiendo la cabeza debajo de la almohada global. Todas las intervenciones levantan aplausos, el acto onanista se acerca al orgasmo colectivo, allí estamos los convencidos y nos contamos lo que ya sabemos. La utilidad, al menos, es no saberse solo. Pido el turno de palabra y ataco de lleno a los sindicatos, cuyos máximos representantes (en el sector educativo) de Madrid están presentes en la sala y han soltado sus patochadas habituales recubiertas de retórica guerrillera. Manda huevos, llevo meses incidiendo en que más allá de los sindicatos es la falta de organización social y la ausencia de liderazgo y compromiso de los profesores con su profesión la que permite en parte la sensación de impunidad con la que la Administración trabaja. Pero tampoco los sindicatos pueden eludir su cuota de fracaso y ya se iban de rositas. Por ahí no paso. Me levanto y ataco. A la yugular. Contra CCOO y UGT. Me responde airada una sindicalista que parece respetable, con trayectoria real de trabajo en pos de mejoras educativas. El líder de UGT cuenta su batallitas de antaño (seguro que corrió delante de los grises) ante el desconcierto de un público que no sabe qué coño les está contando el tipo ése. En un aparte al final una representante de IU en la Asamblea de Madrid me cuenta la situación real de soledad de dicho partido cuando propone soluciones al tema de la educación desde una perspectiva de izquierda . Me cuenta con rabia el ominoso y constante silencio de un PSOE corresponsable final de la situación actual, tanto en la Comunidad como en el Gobierno central, cuya lamentable LOE, una de las más pésimas que se han hecho en el ámbito educativo, deja la puerta abierta a los desmanes actuales en Madrid.

Dejamos a algunos amigos y compañeros encerrados en el instituto. A lo largo de toda la Comunidad, a la misma hora, se están encerrando gente en 33 institutos como medida de protesta contra la privatización y el desmantelamiento de la educación pública. Cerca de las once de la noche llegamos a casa. Miramos los periódicos digitales. No hay noticias de nuestras actividades. Debe haber noticias más importantes esa tarde en Madrid. Las hay: manifestación de perros en el Retiro.

Esta tarde a las 18:30 volvemos a las calles de Madrid para defender la escuela pública.

Buscad noticias nuestras entre las múltiples informaciones sobre el triunfo del Barcelona en la Champions. Igual después de lo de los perros. En los periódicos andaremos en las páginas locales, cerca de la zona de los anuncios de prostitución (¿o eran de contactos?)

25 mayo 2009

Todo puede "mejorar"

Leído en El País, aunque está disponible en varios periódicos digitales:

La Comunidad de madrid puntará con estrellas a los institutos

Pues nada. En tres años tendremos la nueva guía Michelín de los centros educativos de Madrid. Podemos echar la imaginación a volar y prever informaciones como las siguientes:

Instituto A: 7 estrellas. Centro de primera. Ningún inmigrante de bajos recursos ni alumnos con problemática sociofamiliar Sólo clase media, media-alta. Trilingüe en Alemán, Chino y Swahili. Cuota de entrada "voluntaria" de 1000 euros. Financiado con fondos públicos.

Instituto B: 3 estrellas. Acaba de convertirse en centro concertado. Aumenta en una estrella su ranking desde que implantó las clases obligatorias de danza clásica y flauta travesera. Posibilidades de mejora. Mantiene un convenio con la administración para enviar a los alumnos más problemáticos al Instituto C, mucho más adecuado para su (des)formación y (sub)desarrollo.

Instituto C: 1 estrella. Centro en franca decadencia. Acepta inmigrantes de todo el espectro socioeconómico y sobrevive a duras penas en un entorno socio cultural depauperado. No tiene programa de bilingüismo, por lo tanto no tiene mecanismo natural de segregación del alumnado. Sin activades extraescolares, los fondos disponibles se utilizan para programas de apoyo a alumnos con desarraigo familiar.

Una lúcida reflexión sobre la nueva ley del aborto

Los que me conocen saben que no es un tema sobre el que tenga una postura extrema, ni siquiera clara. Me genera dudas personales, propias. Que no pueden servir de coartada para negar un derecho a las mujeres ante un futuro no deseado.

Esta carta al director de 20 minutos está escrita por una menor. Se puede argumentar más, hacer más aspavientos, gesticular verbalmente hasta el hastío. Pero poco se puede añadir ante argumentos tan contundentes expuestos con tal sencillez

Sobre el aborto

Supongo que ésta será una de las primeras cartas enviadas a un periódico por una chica menor de edad y, sin embargo, creo que somos nosotras quienes tenemos que tomar cartas en el asunto del aborto. Siento mucho oír a gente mayor y a hombres hablar de ello sin darse cuenta de que la ley del aborto nos afecta a nosotras. Se apela a los sentimientos. Yo apelo a la razón. Las nuevas leyes sólo pueden beneficiar a las mujeres que deseen abortar, lo cuál no obliga a nadie a hacerlo. Simplemente ampara a un sector ya de por sí desprotegido. Conlleva riesgos, como cualquier práctica médica, pero más peligroso sería si se practicara clandestinamente. En cuanto al límite de edad y a la información de los padres, aquellos que estén seguros de la educación que han dado a sus hijos no deben temer que ellos les oculten nada, y aquellos que no han estado a la altura, no deben exigir ser informados. Estas leyes limitarán la gerontocracia y darán más autonomía a las mujeres jóvenes. pero nuestras opiniones no interesan porque son mayoría, sólo interesa reflejar los pocos discordantes.

Venina Svetli (Madrid)

(Las negritas son mías)

23 mayo 2009

Preguntas sin respuestas (mayo 2009)

  • ¿Qué sentido tiene hacer una huelga fantasma, que (casi) nadie conoce, (casi) nadie realiza pero (casi) todos opinan que debería hacerse de otra manera? ¿Por qué esas otras maneras nunca son propuestas por los que tanto critican, o las que proponen son directamente irrealizables por estrambóticas y exageradas?
  • ¿Por qué no me creo y me parecen tristes acomplejados los profesores que están exigiendo siempre medidas diferentes de las tomadas en las reivindicaciones, motivo por el cuál jamás se suman a ninguna de las (pobres) maneras de reivindicar que otros proponen?
  • ¿Escucharé en la COPE, leeré en ABC y La Razón, o escuchare en los políticos del PP y entre la jerarquía religiosa la necesaria indignación por los miles de abusos sexuales, físicos y psicológicos cometidos en los centros religiosos católicos irlandeses? ¿Esa indignación será similar a la mostrada ante la futura ley del aborto? ¿O entre los católicos sólo importan los no nacidos para después dejarlos (nunca mejor dicho y con la peor intención) en las manos de dios y sus secuaces?
  • Si como dice la ministra Aído un feto es un ser vivo pero no un ser humano… ¿Ese ser vivo de qué especie biológica es?
  • Cuándo los tertulianos liberales en particular y los españoles en la barra de un bar en general, despotrican contra los funcionarios y su número excesivo, ¿qué quieren decir exactamente? ¿Que quieren menos médicos, policías o profesores? ¿Que quieren que los servicios que ellos prestan se traspasen a empresas privadas? ¿O que dependan directamente de los vientos cambiantes de los políticos de turno? ¿Seguro? Parafraseando a un buen amigo mío: afinemos, señores, afinemos…
  • ¿Cuál debe ser el motor de las relaciones paterno filiales y familiares en general? ¿La lealtad o la honestidad? Necesito un post para discutir esta idea.
  • ¿Todos los amigos que respiran deben ser aventurados iletrados, nobles hombres de acción? ¿Y todos los erróneamente llamados intelectuales han de ser pedantes gafapastas? Al final parece que nos quedamos con Tom Doniphon mientras admiramos a Greenaway. Paradojas.
  • ¿Cómo es posible que España se hagan más películas por persona que en EEUU, y que de las 173 películas que se hicieron el año pasado 46 no se hayan estrenado y 24 tuvieran menos de 100 espectadores? ¿No debería llevar a una reflexión sobre el modelo de subvenciones actual (no hablo de eliminarlas por completo)? ¿Nadie se pregunta cómo en este país hay tanta operas primas de jóvenes directores que jamás vuelvan a poder hacer una segunda película? ¿Alguien recuerda más de tres nombres de directores españoles de menos de 40 años que no sean Amenábar y (el desaparecido) Fernando León de Aranoa ?
  • ¿Nadie ha notado la extraña contradicción que supone la defensa analfabeta de la mayoría de los actores del cine español del (más culto y profundo) cine europeo en contraposición con el (palomitero y superficial) cine americano, mientras reivindican invariablemente (todos, siempre) como referentes propios a los ya desgastados (y muy europeos, como todos sabemos) Brando, Newman, de Niro y Al Pacino?
  • ¿Para cuándo un ensayo riguroso y significativo sobre los mecanismos y resortes del miedo y la inseguridad en la sociedad occidental, y la extraña facilidad para mantenerlo en segundo plano, latente siempre, dispuesto a ser activado según necesidades varias? ¿Crisis? ¿Virus mortales?... La semana que viene gran final de la Champions

13 mayo 2009

Desgravaciones y vanidades

Llegó Zapatero al debate del estado de la nación y se sacó de la chistera una nueva idea genial: A partir de 2011 la compra de viviendas no desgravará para rentas superiores a 24000 euros anuales.

La idea sorprendió a un Rajoy desconcertado que creía que ZP iba a transitar por el camino de los subsidios y la protección social, pero ya hoy el inane pepero ha comenzado un ataque contra la medida que será secundado por no pocas voces de todo el espectro sociológico.

La medida citada, el hecho de que la compra de la vivienda no pueda desgravar a las rentas medias y altas es una medida de estricta justicia social. Que ZP la anuncie ahora no significa que nuestro insigne socialista haya visto la luz y se haya dado cuenta de la perversión que tal desgravación suponía desde que Aznar la implantara en 1999. No. Ni de coña. ZP lo que busca es incentivar el paralizado mercado de la vivienda y que los temerosos protocompradores aceleren y tomen su decisión prontamente para continuar chupando de la teta estatal al comprar su vivienda. De hecho no es difícil pronosticar que si tal cosa no funcionara, cuando llegara 2011, la medida se eliminara de un plumazo para “reactivar” de nuevo (¿cuántas veces se puede reactivar algo que no funciona?) la compraventa de inmuebles.

La desgravación fiscal (que puede suponer hasta 30000 euros en una hipoteca media a veinte años, y que evidentemente es superior casi siempre) es injusta, innecesaria y finalmente poco práctica porque sirvió en los últimos años para ayudar a inflar los precios finales de los pisos.

No hay una sola razón real en la que se pueda fundamentar que con los impuestos de todos se sufrague parcialmente la compra de una propiedad de uso y disfrute privado que siempre (al menos hasta ahora) termina dando unos beneficios económicos que nunca repercuten en la sociedad, sino directamente en el comprador o en sus familiares.

Para que nos entendamos con un caso práctico. Un tipo con un sueldo más que decente que alcanza casi los 1800 euros mensuales decide que no quiere vivir en Móstoles pagando una hipoteca suave en una casa decente porque él lo que quiere, junto con su pareja, es vivir en el centro de Madrid. Para eso tiene que hipotecarse hasta las cejas y por tanto cuando escucha la medida zapateril se pone de los nervios porque igual ya sin la desgravación la cosa se pondrá muy chunga. ¿Y entonces? ¿Se quejará del precio abusivo? ¿De los márgenes de beneficios brutales?¿De la especulación inmobiliaria? ¿Del cáncer social que supone especular con un bien de primera necesidad? ¡Nooo! Se quejará del Gobierno, por supuesto, pero no porque no impida que esos desmanes se produzcan (eso lo da por normal, él haría lo mismo si pudiera) sino porque le quita la desgravación, le quita la financiación extra a costa de otros ciudadanos que a lo mejor ni siquiera pueden comprarse la casa en Móstoles pero que con sus impuestos sufragan el capricho del tipo éste de vivir en el centro.

Ésa es la basura que significa la desgravación. Por muchos adornos que se le quieran dar.

Pd: por cierto, por si alguien no lo ve, el tipo éste que no se va ni de coña a Móstoles podría ser yo. No vaya a ser que alguien se me ofenda. Que está la gente muy suspicaz últimamente.

24 abril 2009

Transfuguismo indecente

Que la izquierda a la izquierda del PSOE no tiene altavoces en los medios de comunicación de este país ha quedado de nuevo constatado en la manera en la que ha sido reflejada la noticia de la obscena huida de Rosa Aguilar a las filas del PSOE. Una espantada cobarde y rastrera, al encuentro de un nuevo refugio caliente y seguro donde continuar una carrera política que justo ahora se veía amenazada de muerte.

Espectáculo bochornoso fue el que dieron Carlos Alsina y Julia Otero ayer por la tarde en Onda Cero, atreviéndose incluso a criticar (llegando al insulto) las palabras de rabia contenida (aunque educada) de los máximos dirigentes de IU ante la flagrante traición política de la cordobesa. Los intentos de ambos periodistas de otorgar visos de normalidad al transfuguismo de esta mujer, el patético empeño que pusieron para convencer a sus oyentes que lo que pasaba era que en este país todavía estábamos muy atrasados en democracia y que algo como lo que ella había hecho había que tomárselo con normalidad, fue algo pueril. Sólo queda imaginar lo que hubieran dicho de ella si hubiera sido del PP o del PSOE. No es difícil planteárselo: despellejada y colgada de la plaza pública. Como lo fueron Tamayo y Sáez en su día en Madrid.

Rosa Aguilar era la alcaldesa de la única capital de provincia gobernada por IU. Eso era desde luego fruto en parte de su capacidad política, pero no se puede olvidar la herencia que había recibido del trabajo bien hecho de otros miembros de su partido en dicha ciudad (sin ir más lejos del propio Anguita). Se sabía esperanza desde hacía años de muchos compañeros dentro de IU, locos porque cogiera las riendas de un partido que caminaba (y lo empujaban) desde hacía demasiado tiempo hacia el abismo. Pero siempre se negó a dar el paso adelante. Con excusas. Todas. La última vez fue tras el fracaso electoral de las últimas generales, cuando se la invocó de nuevo para que reuniera los restos del partido e intentara recomponerlos. Se negó, por supuesto. Decía que su compromiso era con Córdoba, que ella se había presentado a las elecciones municipales con un proyecto para la ciudad que terminaba en 2012, y que no podía traicionar a los cordobeses. Lo que no especificaba entonces era que lo que no podía era traicionar a los cordobeses por una aventura sin mucho futuro, pero sí por un proyecto que le permitirá vivir de la política en puestos decisorios durante unos cuantos años.

Porque de eso va todo el asunto, de la necesidad de poder, de la ambición de poder. Rosa Aguilar sabía que sus días como alcaldesa de Córdoba estaban contados, limitados a la próxima convocatoria de elecciones. El desgaste de su mandato y la presión de un PP que en Córdoba ya estuvo en las últimas elecciones al borde de la mayoría absoluta, vaticinaban su paso a la oposición en un par de años. Y eso es muy difícil, casi imposible de aceptar para aquellos que han catado las mieles del poder (véase si no lo que le pasó a González en 1996). Los compromisos adquiridos con los ciudadanos que la han votado porque ella se presentó libremente bajo las siglas de un partido político y en representación de unas ideas, se tiran a la basura ante la ambición personal, la avidez desmedida y la vanidad política.

Sé que escucharé voces a su favor. Serán voces templadas, comprensivas, incluso indignadas a su vez por el tono vehemente del post. Porque de eso se trata para muchos en nuestra sociedad actual: no exponerse, no mojarse, intentar hacer ver que se pueden comprender todos los puntos de vista olvidándose, curiosamente, de terminar esos bonitos discursos presentando más o menos claramente el suyo. Más que nada por aclararnos un poco, vaya.

Eso sí, siempre que los estatus establecidos se mantengan. Si no es así ésos mismos rápidamente saltan a la arena para defender lo suyo (su tema) con uñas y dientes. Porque al final todos somos más parecidos de lo que nos creemos. Aunque nos vistamos con el traje de observadores imparciales.

Actualización: la señora Aguilar sigue mejorando su posición dentro del PSOE, aunque sea a costa de arrastrarse y humillarse, intentando destruir la memoria de la que fuera una de las mejores labores de IU: la de no ceder y no apoyar los crímenes de estado.

En El País, hoy, 1 de mayo: "Pediré disculpas a Felipe González por relacionarle con los GAL"

A ver si aprovecha que está poniendo en orden su alma cristiana llena de pecados y empieza a llamar uno a uno a los votantes de IU de Córdoba para pedirles perdón por su lamentable deserción

20 abril 2009

Películas

Una breve conversación ocasional con un compañero del instituto. Por los pasillos. Mientras aceleramos el paso raudos hacia la sala de profesores. Guarida necesaria. Me pregunta si he visto alguna película este fin de semana y le informo sucintamente que estuve en la Filmoteca disfrutando de Los sobornados de Fritz Lang (por cierto, no me cansaré de decirlo: menudo espectáculo de película. De lo mejor del cine negro americano. Sin lugar a dudas). Me mira un segundo, me suelta el ambiguo y confuso calificativo: "tú es que eres un cinéfilo, Pepe". Siempre he desconfiado de ese adjetivo, no me gusta. Por una lado parece halagador, que te da una cierta autoridad moral para establecer una especie de canon cinematográfico; pero ese tipo de planteamientos siempre me han parecido una soberana estupidez. Por otro lado es una forma de decirte educadamente, casi compasivamente, que eres un poco freak. Y también eso me toca una tanto los cojones, para qué os voy engañar. Últimamente parece que cualquier especialización o profundización en un tema es reducida a un problema de "frikismo". Y esa reducción no es inofensiva, tiene un significado social, una especie de necesidad de igualar todas las actividades bajo una paraguas común, de otorgarles a todas la misma importancia final. La miniconversación continúa y en ella trasciende que poseo unas 5oo películas en dvd. Aparece entonces en sus labios una reflexión interesante: "... para qué, al final muchas de ellas sólo se ven una vez...". Salgo con alguna gracieta del momento. Me quedo pensando. No es la primera vez que escucho esa idea.

El argumento es de peso. Parece cobrar mucho más sentido en esta época de descargas ilimitadas (aunque hay que recordar que ni la calidad ni la diversidad de lo que se descarga por internet es tanta como nos quieren vender los gurús digitales). Pero me pregunto si la reflexión se la permitiría también con respecto a los libros. Es evidente que si puede suceder que muchas películas no se vuelvan a ver, aún menos serán los libros que se vuelvan a releer. Pero ahí siguen en muchas estanterías (bueno, no tantas, cada vez menos) de muchas casas. Y lo que es más importante, suelen ser siempre una muestra de erudición, un síntoma positivo que nos habla de la cultura de esa persona.

La banalización del cine como arte, o simplemente cultura (por favor, que nadie quiera colocarle el adjetivo de popular. Como si el teatro o la literatura no lo hubieran sido siempre. Como si lo popular fuera menos valioso), es un proceso que parece no encontrar límite. Curiosamente, internet no ha provocado una revitalización de su estatus sociocultural.

Y como siempre respondo cuando las la miniconversaciones se convierten en conversaciones, y la discusión merece la pena: el punto de partida no debe ser si es necesario o no comprarse esas películas físicamente, en dvd, sino si esas mismas películas yo (yo, no otra persona, sino yo y mis circunstancias) las hubiera visto de no haberlas comprado. Ése es el punto real de partida de esa discusión.

01 abril 2009

En la muerte de Maurice Jarre

Hubo un tiempo, hasta no hace muchos años, en el que la música de cine, creada para acompañar, ilustrar e intensificar las emociones de las imágenes, fue algo muy importante en mi vida. En una época muy distinta a la actual, donde todo contenido cultural que se desee y que pueda convertirse en bits está siempre al alcance de un click de ordenador, la música de cine fue un increíble nexo emocional con un cine que no podía disfrutar entonces con la intensidad que necesitaba.

En ese viaje iniciático mi mochila comenzó a cargarse con nombres de músicos de cine que colonizaron lentamente mi subsconsciente cinéfilo. Alguno ya estaban muertos pero sus creaciones me trasportaban a las imágenes de unas película que nunca agradeceré lo suficiente a mis padres que me enseñaran a poder disfrutarlas. Así me apropié e hice míos a autores clásicos americanos como Alfred Newman (¡Qué verde era mi valle!, La conquista del oeste), Max Steiner (Lo que el viento se llevó, King Kong), Bernard Herrman (Vértigo, Con la muerte en los talones), Dimitri Tiomkin (El Álamo, Sólo ante el peligro) o Miklós Rózsa (Quo Vadis, Ben Hur).

Otros estaban vivos y aunque habían comenzado a componer películas antes de que yo hubiera nacido fueron contemporáneos de mi cinefilia musical, y mientras componían música para películas de mi época yo buceaba en su pasado para encontrar sus grandes creaciones: John Williams (Star Wars, Indiana Jones, Parque Jurásico), Jerry Goldsmith (Alien, La profecía, El Guerrero número 13), John Barry (James Bond original, Memorias de África, Bailando con lobos) o Maurice Jarre (Lawrence de Arabia, Doctor Zhivago, Único testigo)

Y por último aparecerían los últimos en llegar, los que se adueñaron del mundo de las bandas sonoras americanas en el momento en el que yo fui más aficionado y lentamente fueron sustituyendo a los anteriormente citados en los proyectos más importantes de Hollywood. Estaríamos hablando de James Horner, Alan Silvestri, Howard Shore, Hans Zimmer, Michael Kamen...

Hoy día, que ya he perdido los nombres y las obras musicales más importantes que está dando el cine actual, cuando noto como lentamente las BSO´s abandonan el lugar preeminente que tuvieron en mis análisis de las películas y en la manera de deglutirlas, cuando ya no escucho como antaño emocionado los acordes de muchas de ellas, me parece necesario homenajear a uno de los más grandes, cuya muerte recuerda el fin de una generación (la que vino a sustituir a la del cine clásico) que reimpulsó y llevó por nuevos caminos a la música de cine. Jubilados o casi jubilados gente como Williams y Barry, y muerto mi añorado Goldsmith, ahora se une a la lista de desaparecidos un Maurice Jarre que siempre perdurará en nuestras memorias por crear la música que consiguió que un desierto fuera seductor, misterioso y emocionante, conviritíendolo en un personaje más de la inolvidable Lawrence de Arabia

22 marzo 2009

Perrera, de Daniel Ruiz

Los ladridos ahuyentan siempre a los desconocidos. Y sería una pena. Porque sólo permitiendo que los perros te devoren, tolerando que mordisqueen con saña tu cuerpo de lector reclinado absurdamente en el sofá, concediendo a los perros que te despedacen sin pedir socorro, sin juzgar, podrás descubrir que la nueva novela de mi amigo-a pesar de ser cuñado Daniel Ruiz, editada con cariño y valentía por Dum Spiro, es un fresco social que, a medio camino entre lo onírico y lo descarnado, retrata una parte de los restos putrefactos de una sociedad siempre en descomposición, centrando su atención en la manufactura defectuosa de sus productos adolescentes, despojos abandonados a sí mismos, mucho más cerca de las moscas que retratara William Golding que de los dibujos amables de Enid Blyton, mostrándolos desde dentro, escuchando y dando voz a sus motivaciones, sus sentimientos, sus miedos, sin buscar culpables ni justificaciones tranquilizadoras, sólo siguiendo el camino de las baldosas amarillas. Aunque en este caso sólo conduzca al abismo.

Perrera es la segunda novela que le editan a Dani. Recuerdo la joven conmoción que me provocó la lectura de la primera, Chatarra, hace ya más de diez años, debido en parte a la avalancha de recursos estilísticos, metáforas y voces fragmentadas que abigarraban la novela, convirtiéndola en un ingenio barroco, evidentemente deudor del universo lorquiano, que funcionaba con enorme precisión. Vuelve el autor en Perrera a utilizar ese mismo estilo, tal vez de manera menos recargada, otorgando a una historia social un pátina expresionista que termina dominando el escenario, haciendo que su voz se entremezcle con la de los personajes, que a su vez nunca dejan de dialogar consigo mismos, mientras sienten hasta la extenuación y padecen en un silencio que el autor convierte en grito desesperado imposible nunca de escuchar, o en lágrimas que se ocultan para no demostrar una debilidad que es entendida como fracaso vital, y que sólo se permitirá alguno de los personajes en soledad, una soledad atormentada en la que se mueven todos los chicos y que tratan de espantar a manotazos con risas, drogas, insultos y lealtades mal entendidas.

La novela nos traslada a un barrio de extrarradio de una gran ciudad y a pesar de los intentos del autor por plantearla de manera atemporal, es inevitable sentir, casi palpar, que es de los propios años de su adolescencia de los que habla. No de manera tontamente autobiográfica, sino recogiendo el espíritu de una época (diferente a la de ahora, distinta a las de antes, igual en muchos sentidos a tantas) donde la calle era todavía territorio a conquistar y los chavales, hijos del baby boom, poblaban las aceras, las plazas, las salas de máquinas y los institutos, formando no bandas, sino grupos compactos, de lealtades inquebrantables, amistades que trascendían los meros lazos afectivos o los gustos compartidos para erigirse en un sentimiento absoluto de pertenencia, que servía al tiempo de identificación para empezar a interactuar en sociedad.

En este barrio viven el Lucio, el Cucho y el Panceta, tres chicos entre los 16 y los 17 años que formaban parte de un grupo del barrio que giraba en torno a Marcelo, primo de Lucio, y cuya muerte ha significado una auténtica conmoción en ellos, trastocando sus roles en la calle, dejándolos a la intemperie, sin protección, teniendo ahora ellos que proteger incluso a un Chamaquito, hermano pequeño de Marcelo, al que la vida le ha ido dando hostias sin parar, dejándolo primero sin padres, después sin su hermano mayor, para terminar con menos de 12 años viviendo solo con su abuela, mujer en límite de la demencia y a las puertas de la muerte. En este panorama los amigos viven el instante, inmersos en la eternidad adolescente, apurando cada segundo de libertad del que disponen, enamorándose, buscando follar con devoción, drogándose, jugando y conversando, sobre todo conversando, mucho, todo el tiempo. Es ahí donde la historia seduce con mayor intensidad al lector, trasladándole literalmente el lenguaje soez y malhablado de los adolescentes, pero otorgándole un barniz de extraña belleza, de musicalidad, fruto tal vez de la nostalgia del propio autor por la libertad verbal que la vida adulta castra para siempre.

Marcelo, el primo, hermano y amigo muerto, gravita continuamente sobre toda la novela. Él era un héroe, un líder, un “Chico de la motocoppoliano que a diferencia de éste no podrá volver jamás, y que ha dejado desamparados a los suyos, sin una guía para transitar por los difíciles recovecos de la perrera social. El que fuera su perro, hasta ahora cuidado con devoción por su hermano Chamaco, aparece muerto, reventado, masacrado por alguien que ignoraba o no daba importancia al significado que ese chucho tenía para el niño, y por ende para el grupo de chicos: era el último vestigio de Marcelo, su recuerdo vital, y su muerte tendrá que ser absurdamente vengada en un camino sin retorno hacia el desastre.

Ese es el punto de partida de una novela que deja al lector exhausto, sin respiración, alternando entre los improperios que los chavales se sueltan ( “tú eres una maricona, y tú un comemierda, y tú madre es una guarra, y tu abuela más guarra que tu madre…” se dicen amigablemente el Cucho y el Panceta al comienzo de la historia) y la belleza de la metáforas con las que el autor nos transmite los sentimientos de los personajes (“sintió un estilete aguijoneándole el pecho al escuchar el nombre de el Lobo…”,) o su acciones (“las palabras se le derraman de la boca con dificultad, como una canica a la que le costara deslizarse por una superficie abrupta”, “Lucio ya no estaba allí, Lucio ya no pertenecía a este mundo, ahora Lucio viajaba por los trasteros de la tierra, descendía por panteones y pasillos oscuros, torcía por recovecos insondables donde de momento hacía frío, al instante apretaba el calor, todo ello sin mirar, sin ver, como un ciego que ha perdido la cautela y se entrega sumiso a su deficiencia sin echar cuenta al resto de sentidos…”)

Hay que señalar también el que puede ser el defecto más notable de la novela, relacionado con ciertos anacronismos que el escritor no es capaz de evitar. Así no parece lógico que siendo uno de los ejes espaciales de la historia una sala de máquinas (“los chapolos” como se los llama en ella), donde se reúnen los chicos del barrio que pertenecen a los distintos grupos y pasan las horas jugando a las máquinas o al futbolín, se utilicen euros para jugar en ellos cuando es evidente que la importancia de estos lugares decayó por completo como centro de reunión (siendo sustituida por los cibers) una vez los Pc´s y las consolas invadieron los hogares españoles. Del mismo modo leemos como los personajes tienen que llegar a casa para llamar desde el teléfono fijo a sus amigos, o que los institutos aún mantienen cierta ilusión de libertad y en la hora que quieren los chicos pueden hacer una rabona para invitar a una chica a un café (cuando en la actualidad y, desde antes de la entrada en vigor del euro, son espacios propios de la pesadilla foucaltiana en los que los chavales son encerrados a primera hora y no pueden salir y entrar libremente.) El tema del euro va a complicar mucho la pretensión de los escritores de no ubicar sus historias en un tiempo concreto.

Pero que detalles nimios no oculten una novela cuya lectura es altamente recomendable para todos aquellos que quieran prescindir de las historias contadas de manera convencional y quieran adentrarse en el universo poético de Daniel Ruiz, cuya tercera novela está ya en camino y yo la espero con ilusión.

16 marzo 2009

Hasta cuándo

Hay opciones. Hay multitud de centros públicos a los que llevar a los hijos. Si a unos padres les obligan a llevarlos a un concertado pueden y deben exigir que en ellos se cumpla la ley. Tan sólo eso.

Sé que no es del todo justo cargar sobre los hombros de los padres la responsabilidad de defender la educación pública. Pero es increíble que sin pararse a pensar en las consecuencias que conlleva, metan a sus vástagos en centros concertados que pueden incluso estar absolutamente en contra de sus propias ideas, que ejercen la segregación social y practican de manera habitual el chantaje emocional a padres que si tuvieran a esos mismos hijos en un público estarían reclamando sus derechos de manera continua. Sólo por miedo, por mantenerlos alejados de los problemas que la televisión les cuenta que tienen los centros de titularidad pública, por la excusa del nivel académico (la mayor, la más increíble de las falacias argumentales) o para generar la ilusión de una diferencia social con los otros (eso sí, mientras la hipoteca ahoga).

El reportaje de Cuatro es sólo la punta del iceberg. Un ejemplo más de cómo la televisión podría ser un increíble y poderoso instrumento de denuncia pero que siempre, en todas las ocasiones, por la superficialidad en el tratamiento, la falta de pretensiones o de presupuesto, fracasa en su vertiente social.

Imaginad que se pudiera utilizar el presupuesto de un solo programa de La Noria (de esos en los que paga a delincuentes condenados como Roldán, Mario Conde o el antiguo alcalde de Marbella) en realizar una serie de reportajes de investigación sobre la educación en España. Ese podría ser el verdadero informe Pisa.

Son nueve minutos. Ahí estudian nuestros hijos. A salvo de contaminaciones.