Tarde calurosa en una sala atestada, la educación se debate entre sollozos de niños cuyas lágrimas parecen expresar mejor que nuestras palabras la problemática que allí nos reúne; discursos trasnochados agotan a los oyentes, la retórica marxista huele a viejo muerto a los que la entienden, y suena a inaguantable sermón de la montaña a las nuevas generaciones. Da igual que exprese correctamente la lucha que queremos mantener, los nuevos tiempos exigen nuevas formas de expresión y transmisión de ideas que la izquierda aún no ha encontrado. Las horas pasan y el libre turno de palabra anima el alicaído ambiente, todo se reviste de gravedad extrema, se buscan fórmulas para conseguir que los otros atiendan a nuestras razones, entiendan que jamás, en treinta años de democracia, ha habido un ataque tan brutal, sistemático, coherente y destructivo a los servicios públicos como el que está sucediendo en la Comunidad de Madrid desde hace ya demasiados años. Y el proceso se está acelerando. Dramáticamente. Nos intentamos animar mediante gritos de guerra y cantos a la unidad, pero en el fondo de todos nosotros nos invade la certeza de que la solución no está cerca, y tal vez ni siquiera sea ya posible. Luchamos contra gigantes y como hijos de nuestra sociedad la persistencia en la consecución del objetivo no entra dentro de nuestras cabezas. Si la satisfacción no es inmediata el desánimo cunde y retrocedemos a nuestra infancia refunfuñando absurdamente y escondiendo la cabeza debajo de la almohada global. Todas las intervenciones levantan aplausos, el acto onanista se acerca al orgasmo colectivo, allí estamos los convencidos y nos contamos lo que ya sabemos. La utilidad, al menos, es no saberse solo. Pido el turno de palabra y ataco de lleno a los sindicatos, cuyos máximos representantes (en el sector educativo) de Madrid están presentes en la sala y han soltado sus patochadas habituales recubiertas de retórica guerrillera. Manda huevos, llevo meses incidiendo en que más allá de los sindicatos es la falta de organización social y la ausencia de liderazgo y compromiso de los profesores con su profesión la que permite en parte la sensación de impunidad con la que la Administración trabaja. Pero tampoco los sindicatos pueden eludir su cuota de fracaso y ya se iban de rositas. Por ahí no paso. Me levanto y ataco. A la yugular. Contra CCOO y UGT. Me responde airada una sindicalista que parece respetable, con trayectoria real de trabajo en pos de mejoras educativas. El líder de UGT cuenta su batallitas de antaño (seguro que corrió delante de los grises) ante el desconcierto de un público que no sabe qué coño les está contando el tipo ése. En un aparte al final una representante de IU en la Asamblea de Madrid me cuenta la situación real de soledad de dicho partido cuando propone soluciones al tema de la educación desde una perspectiva de izquierda . Me cuenta con rabia el ominoso y constante silencio de un PSOE corresponsable final de la situación actual, tanto en la Comunidad como en el Gobierno central, cuya lamentable LOE, una de las más pésimas que se han hecho en el ámbito educativo, deja la puerta abierta a los desmanes actuales en Madrid.
Dejamos a algunos amigos y compañeros encerrados en el instituto. A lo largo de toda la Comunidad , a la misma hora, se están encerrando gente en 33 institutos como medida de protesta contra la privatización y el desmantelamiento de la educación pública. Cerca de las once de la noche llegamos a casa. Miramos los periódicos digitales. No hay noticias de nuestras actividades. Debe haber noticias más importantes esa tarde en Madrid. Las hay: manifestación de perros en el Retiro.
Esta tarde a las 18:30 volvemos a las calles de Madrid para defender la escuela pública.
Buscad noticias nuestras entre las múltiples informaciones sobre el triunfo del Barcelona en la Champions. Igual después de lo de los perros. En los periódicos andaremos en las páginas locales, cerca de la zona de los anuncios de prostitución (¿o eran de contactos?)
Convendría cambiar algunas rutinas gastadas, también bastantes discursos, alguno de los que denuncias incluidos. Resulta que curioso que quienes defendemos la pública lo hagamos disfrutando de sanidad privada y desde el privilegiado estatuto de funcionarios.
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