03 abril 2021

Sobre la dificultad de enseñar y el esfuerzo que supone aprender

Como profesor (de ciencias, en mi caso), una de las cuestiones básicas que rápidamente debes comprender para que tus clases sean medianamente útiles es darte cuenta de la importancia y la potencia que tienen las (equivocadas) ideas previas que tienen nuestros alumnos de la ESO y Bachillerato respecto a por qué se producen ciertos fenómenos naturales (caída de los cuerpos, estaciones, percepción de la luz...) o el significado de magnitudes como el peso, la aceleración, el calor o la temperatura.
 
Tan equivocada resulta esa creencia racionalista de que definiendo estricta y claramente los conceptos y después utilizándolos en problemas-tipo el alumno medio debe empezar a manejar con soltura intelectual esos conocimientos como pretender que cada alumno puede construir esos conocimientos de manera individual (o colectiva) a través de un "hacer" huero que algunos consideran que convierte en prácticamente innecesaria la transmisión de saberes.
 
El profesor debe usar esas ideas previas, manosearlas, retorcerlas lo máximo posible, llevarlas a contradicción irresoluble. Los estudiantes no van a abandonarlas fácilmente ni por una definición estricta ni por una fórmula matemática. Serán incluso capaces de compaginar lo que ya pensaban previamente con la resolución de los problemas que plantees a poco que no te impongas la necesidad continua de reforzar el aprendizaje de esos conceptos. Profundiza en esas contradicciones que conllevan, provoca intelectualmente a tus alumnos, que se rían de sí mismos, que se sorprendan ante la inconsistencia de lo que pensaban que era una verdad absoluta. Solo así, lentamente, una mayoría comenzará a asimilar que esa idea previa carece de sentido y a tener la posibilidad de sustituirla por esa nueva que pretendes explicarles.
 
¿Y después? Lo cierto es que es mucho más fácil para muchos de ellos comprender, aceptar y recordar que lo que pensaban era un error que aprender, interiorizar y entender la complejidad de aquello que daban por sentado y que ha resultado ser mucho más complicado que lo que pensaban. Porque esto segundo supone un esfuerzo personal de aprendizaje que hay que estar realmente dispuesto a realizar.
 
Es decir, la prosaica realidad nos muestra que si lo haces muy bien como profesor tu mayor triunfo será conseguir que tus alumnos sean capaces de renunciar a prejuicios profundamente asentados en sus cabezas (ya incluso a esas edades). Que empiecen a dudar, a hacerse preguntas. Si además consigues que entiendan el porqué de su error previo y el significado real de aquello que explicas, tu trabajo como docente será realmente bueno. En serio. Muy bueno. Aunque no hayan construido un mural con cartulinas repletas de información copiada la tarde anterior de Wikipedia.
 
Cuando hablamos de enseñar no solo se trata de que los alumnos aprendan lo que no saben sino también de que entiendan lo equivocados que están respecto a lo que creen saber y que asuman lo mucho que desconocen. Este planteamiento educativo, ajeno por completo a esa errónea dicotomía entre "ciencias o letras" (que a veces todavía se alimenta en nuestros centros educativos), conlleva entender que solo se puede opinar de algo cuando se tiene cierto conocimiento científicamente consensuado sobre ello, y que además, resulta muy beneficioso adquirir un vocabulario adecuado para expresar las ideas propias con suficiente profundidad.
 
Respetar el conocimiento no significa someterse a ningún poder tecnocrático. Al contrario, significa hacerte con las herramientas adecuadas para enfrentarte a ese cuñadismo pseudocientífico en el que vivimos sumergidos y que pretende imponer sus puntos de vista sin que nadie le pueda confrontar. En el fondo, su objetivo fundamental es someter la opinión del que humildemente admite cierta ignorancia sobre un tema particular a la suya, para elevarse sobre él e imponerle su voluntad, sus sesgos cognitivos e incluso su maximalismo ideológico. 
 
"La temperatura no mide el calor de los cuerpos","el frío no existe","los cuerpos no tienen ni calor ni frío"... Tus alumnos sonríen, se sorprenden, alucinan fugazmente con los ejemplos, te dicen que esa misma tarde "meterán la mano en el congelador" para explicarles a sus padres que el congelador no les "da" frío ninguno, que es su propia mano la que está transmitiendo calor, perdiendo energía y que, al moverse más despacio las partículas que la forman, disminuye finalmente su temperatura y por eso "sienten" frío. Un alumno se sube a la mesa del profesor y tira al mismo tiempo un hoja de papel y una goma. Está completamente seguro seguro de que la goma caerá más rápido porque pesa más. Sus compañeros piensan lo mismo pero, ¿seguro que será así? ¿La velocidad de caída depende de la masa de un cuerpo? Mete en dos cajas iguales un "tocholibro" y un bolígrafo, ciérralas adecuadamente y déjalas caer desde la misma altura para observar cuál llega antes al suelo... ¿Curioso, no? ¿Qué es una reacción química sino una reorganización de los átomos existentes dentro de sustancias que desaparecen para construir nuevas sustancias con nuevas propiedades? ¿Cuando cambias de amigos y creas nuevos grupos desapareces como persona o eres la misma persona construyendo nuevas relaciones completamente diferentes a las anteriores? ¿Desparecen entonces lo átomos de cada elemento químico en una reacción?...  ¿Pueden tus alumnos convertirse en partículas de una sustancia en diferentes estados de la materia según la energía que van adquiriendo?: 
 
— "Vamos a convertirnos en un grupo de partículas. Ahora sois partículas de un gas, ¿cómo os moveríais?"
 
— "¡¡Cada uno "a su bola", profe, somos partículas-zombi y nos vamos chocando entre nosotros y con las paredes!! " (y lo hacen, vaya que si lo hacen...). 
 
En ese momento, mientras el aula hierve, mientras los haces pensar, mientras ellos se ríen y empiezan a desmadrarse, mientras intentas explicarles la realidad a través de ejemplos que les pueden servir para visualizar fenómenos naturales complejos, mientras intentas construir imágenes mentales que les permitan acceder a un nuevo nivel de conocimientos tú, como profesor, debes controlar el ritmo educativo de esa aula, surfear la ola emocional que tú mismo brevemente has provocado, bajar las revoluciones, reducir tus expectativas y tus ensoñaciones, recordar que el evento solo es útil como herramienta puntual, pararlo todo y convertir en lenguaje científico esas analogías, impedir que el aprendizaje se diluya en lo anecdóticamente experiencial, promover la adquisición de un vocabulario que les permita a tus alumnos la próxima vez no tener que jugar para entender sino apoyarse en lo ya conocido para profundizar. No te crezcas, no empieces a pensar en ese hilo de Twitter que mañana vas a escribir explicando al mundo ese nuevo método revolucionario, esa gamificación, esa actividad colaborativa, ese nuevo proyecto con el que tus alumnos parecen haber caído en tus redes y parecen haber sido capaces de aprender mucho mejor que todas las generaciones previas de alumnos (y mucho mejor, claro, que todos los alumnos de tus compañeros). Porque lo más jodido de todo esto, de nuestro día a día laboral docente, es aprender a convivir con cierto nivel de fracaso diario, asumir que muchos olvidarán mañana lo que aprendieron hoy, que a poco que te descuides recordarán lo bien que se lo pasaron el otro día en tu clase haciendo algo diferente pero si profundizas (¿quieres profundizar?), comprobarás que algunos no recordarán hoy ya casi nada de lo que ayer parecieron entender tan bien. Pero que esto no te lleve al desánimo ni al derrotismo, en absoluto, recuerda que tu labor es de zapa, que eres uno más de todos esos docentes que van a ayudar a la formación intelectual de esos alumnos, que debes aportarles cada día un nuevo refuerzo a lo que parecieron aprender ayer, un nuevo granito de arena que sumar a su formación, seguir enseñando con interés, dedicación, profesionalidad y cierta modestia. Porque el trabajo bien hecho siempre suma aunque no luzca, aunque se note y se valore mucho menos de lo que a todos nos gustaría. 
 
En mi opinión, los profesores de Física y Química (aquí, brevemente, me centro explícitamente en mi materia para clarificar mi tesis) no valoramos del todo la enorme dificultad que entraña entender (y explicar a esos niveles educativos, por tanto) conceptos como posición, espacio, desplazamiento, velocidad o aceleración en 2º y 3º ESO. Que cualquier explicación es necesariamente limitada, que jamás una fórmula permite acercarse a la comprensión real de estos conceptos. Tal vez por eso desconfío tanto de los que alegremente pretenden sustituir la explicación por el hacer, o de los que defienden la integración de conocimientos en proyectos interdisciplinares que siempre quedan preciosos sobre el papel pero que, en general, limitan la profundización real de un alumno en los conocimientos de una materia. Son los mismos que suelen minusvalorar (por "tradicional") la importancia de un profesor dándole vueltas, una y otra vez, a un solo concepto, a una idea, con un ejemplo tras otro, con un enfoque y después con otro diferente, dentro de una actividad o mediante una analogía, solo para ir consiguiendo, con enorme esfuerzo, ver cómo se van encendiendo, una a una, las miradas de casi todos sus alumnos cuando alcanzan por fin a intuir (nunca todos de la misma manera) algo de aquello que se está trabajando. 
 
Es mi experiencia, primero como alumno, ahora como profesor: en el mejor de los casos (es decir, con un buen profesor que es capaz de conectar con sus alumnos), el alumno nunca termina de comprender todo lo que se le explica en el aula. Ni falta que hace. Los docentes deben dominar la materia que enseñan pero ello no los capacita inmediatamente para el "arte de enseñar". Han de ser capaces de ponerse en el lugar del otro, del alumno al que presentan por primera vez esos conocimientos tan complejos que para él, adulto e instruido, ya son tan simples. Este es el motivo fundamental por el que para nuestros adolescentes la enseñanza presencial es imprescindible: solo el profesor que mientras explica es capaz de interpretar los silencios, las miradas e incluso la respiración de sus alumnos será capaz de resultarles de utilidad. La exigencia intelectual no está reñida con la atención a la diversidad de un aula plural en la que muchos alumnos realmente intentan comprender lo que explicas pero ello les supone un enorme esfuerzo (que jamás se debe minusvalorar). Y tal vez por eso considero tan importante el silencio en el aula, ese silencio que provoca la atención plena de los alumnos cuando un profesor capta su atención y les explica, ese silencio tan equivocadamente interpretado, denostado y despreciado por tantos en la actualidad. 
 
No existe alternativa alguna a ese silencio (comprometido con su aprendizaje) de los alumnos cuando un profesor explica un concepto nuevo en clase usando todas las herramientas de comunicación de las que dispone. Solo ese silencio activo es promesa de un aprendizaje real. Tras la explicación, tras ese momento de confianza del alumno hacia su profesor, será el momento de las dudas, de la (re)construcción del conocimiento a través de sus (precarias) preguntas y nuestras (pobres) respuestas. Será la hora del (rico) balbuceo intelectual, del intercambio de ideas. Es evidente que ese silencio del alumno proviene, idealmente, de su plena disposición hacia el aprendizaje. Si ese silencio nace del miedo, emana del (absurdo) desprecio adolescente hacia el adulto que pretende enseñarle algo o, simplemente, surge del desinterés, nunca será un silencio productivo. 
 
La posibilidad de aprendizaje real llegará después. En primer lugar en soledad, cuando el alumno se enfrente a lo que ha creído intuir que entiende perfectamente en clase y termine dándose cuenta de que no es así, de que no es capaz ni de reproducir ni de construir esos conocimientos por sí mismo. Después volverá a clase, volverá a su profesor, con preguntas, con inquietudes: "profe, contigo en clase lo entiendo todo pero después, en casa, no soy capaz de hacer nada". Los adolescentes siempre tienden al relato exagerado, falto de matices pero también inteligentemente exculpatorio. Lo que parece un halago también supone una descarga de responsabilidad, supone un problema recurrente que el docente debe saber reconocer y manejar en las siguientes clases. También se debe entender como una de esas reflexiones lúcidas adolescentes que transmite con nitidez la dificultad real que supone aprender.
 
Lo cierto es que, en el mejor de los casos, el aula apenas supone una posibilidad para el alumno. Solo eso. La posibilidad de un aprendizaje real. Una intuición. La intuición de que comprende lo que explica un buen profesor. La intuición de que tiene sentido lo explicado, de que con ello podrá crecer. Aprender. Y de que a medida que profundice en ese aprendizaje más posibilidades tendrá de compartirlo con sus compañeros, de convertirlo en materia de discusión intelectual, en una experiencia colectiva. El aula no es suficiente. Nunca lo fue. Pero es la clave de todo. El aula nos abre la primera puerta a un aprendizaje diferente. Será después (a veces mucho después) cuando el interés y el esfuerzo de cada alumno por darle sentido a lo intuido terminarán por darle valor a nuestra labor.

28 marzo 2021

"Mirar": una obligación moral docente

Hace unas semanas una compañera, amiga y excelente orientadora de mi instituto, me comentaba de manera jocosa que parecía tener un imán para que me vinieran los alumnos a contarme problemas personales que en algunas ocasiones les afectan profundamente y en otras tan solo provocan situaciones pasajeras de caos emocional que nosotros, como adultos, solo podríamos calificar como irrelevantes pero que la adolescencia distorsiona y hay que saber respetar y manejar con cierto tacto. Me hizo reflexionar sobre por qué me sucede eso. Y sobre cómo a mí no me cuesta nada, en mi día a día docente, compatibilizar mi preocupación personal por mis alumnos con la exigencia intelectual que intento proyectar desde mis clases, una exigencia que planteo desde hace años en mi discurso público a través de la defensa explícita del conocimiento como motor de la Escuela y de mi crítica hacia ciertos planteamientos de innovación pedagógica que considero letales para nuestros estudiantes.
 
En este punto me parece necesario dejar patente que, en mi opinión, el objetivo fundamental de la Escuela debe ser la formación intelectual y cultural de nuestros jóvenes y no su bienestar emocional. Es decir, la adquisición de unos conocimientos básicos que no solo les permitan convertirse en adultos con posibilidad de construir un criterio propio con fundamento (ideal), sino también forjarse una carrera profesional que no dependa por completo de sus orígenes socioeconómicos (pragmatismo). Y de ahí mi defensa cerrada de la Escuela pública. Una defensa que algunos olvidan. 
 
Pero esa formación académica (que supone esfuerzo y un gran compromiso del alumno con sus estudios) no es sencilla para muchos adolescentes. Tanto por sus capacidades como por los condicionantes socioculturales, socioeconómicos, sociofamiliares y coyunturales que afectan profundamente a sus vidas. En Secundaria y Bachillerato damos clases a personas muy jóvenes que ya no son niños (no hay mayor error para un docente que tratarlos como tal) pero que están muy lejos aún de ser adultos. Protoadultos, en ocasiones luminosos e inquietantemente lúcidos, otras veces insoportablemente pretenciosos y victimistas. Siempre en permanente construcción de un yo social precario e inestable, dependiente de todo tipo de opiniones y juicios extremos propios de la edad.
 
Todos hemos sido adolescentes en los mismos institutos y conocemos de primera mano la crueldad que acompaña a muchas de las relaciones que se construyen en esas edades, la repulsiva (y granítica) jerarquización social que se establece y la construcción de absurdos enfrentamientos personales. Con los años, ya como adultos, desde la lejanía temporal, tendemos a relativizar la jungla social adolescente e incluso a romantizarla, a considerarla como una etapa de aprendizaje personal, sin atender a los detalles, al daño provocado, al dolor sentido. Olvidamos el sufrimiento de muchos mientras unos pocos, en cambio, tienden a exagerarlo para seguir alimentando su marca personal social.
 
El acoso escolar es mucho más complejo de detectar y evaluar de lo que a la opinión pública le gustaría. Suele estar repleto de matices, de grises, de tiempos muertos, de ambigüedades. A todos nos encanta juzgar a posteriori, y mucho más cuando el relato te lo ofrecen compactado en una crónica periodística o montado en una película con la música adecuada. Pero lo realmente jodido (y mucho más complicado) es bajar un escalón y pretender valorar, paliar e impedir el dolor provocado por los "microacosos" diarios que tantos alumnos sufren en el día a día de sus vidas escolares.
 
¿Cuándo decidimos como sociedad que a un adolescente por ser diferente, no ser "popu", ser gordo, ser flaco, tener gafas, leer, llevar demasiadas veces la misma ropa, ser buen estudiante (o no serlo y además no pertenecer al grupo socialmente adecuado), ser introvertido o ser un friki se le iba a poder humillar, putear y despreciar? Y ni siquiera estoy hablando de homofobia, racismo o machismo (palabras mayores, más drámáticas, más miserables). No, la pregunta es cuándo y por qué decidimos asumir que chicos y chicas de estas edades, a los que obligamos a convivir en un mismo espacio durante años, deben sufrir estas vivencias como una especie de "rito de paso madurativo" dentro de nuestras escuelas e institutos. Está claro que lo pase fuera no lo podemos controlar pero, ¿lo que pasa dentro tampoco?
 
Creo que es necesario reflexionar sobre nuestro papel como profesores en el control y contención de los acosos y de los microacosos escolares que se producen en nuestros institutos. Considero que jugamos un papel clave para minimizar su impacto en las vidas de nuestros alumnos y que no siempre estamos a la altura. Me explico.
 
Somos profesores. Nuestro objetivo fundamental es enseñar, implicar a los alumnos en su aprendizaje, que adquieran conocimientos, que estén suficientemente preparados para los siguientes cursos. Pero si nos cansamos de decir (porque es verdad) que nuestra labor está en las antípodas del youtuberismo docente, toca asumir las consecuencias: damos clases a adolescentes y tenemos la obligación, como Escuela, de que su aprendizaje se desarrolle en un espacio lo más libre posible de los condicionantes sociales que surgen por la imposición de su coincidencia física. Si como sociedad los obligamos a reunirse en nuestras aulas es nuestra obligación protegerlos de los aspectos más negativos de esa interacción.
 
Cada curso, desde hace años, suelto la misma chapa el primer día a todos mis grupos: "solo hay una cosa peor que faltarme al respeto a mí como profesor: faltarle el respeto a vuestros compañeros. En mis clases no hay ninguna pregunta tonta pero siempre hay tontos que se ríen de las preguntas". En esa doble advertencia intento resumir mi absoluto rechazo a cualquier intento de control emocional por parte de unos pocos del clima social de mi aula. Como docentes nos toca asumir una responsabilidad moral que va mucho más allá de ser brillantes explicando nuestras materias. Y que en ningún caso es incompatible con la exigencia académica. Tenemos que obligarnos a "mirar" a nuestros alumnos. Y hay compañeros que "miran", compañeros incapaces de "mirar" y otros (demasiados) que eligen no hacerlo. 
 
¿A qué me refiero con lo de "mirar"? En el fondo todo docente sabe perfectamente de lo que hablo. Aunque le joda y prefiera que no se lo recuerden. "Mirar" a nuestros alumnos significa pararte a interaccionar con ellos, convertirte en un adulto secundario de su vida en el que poder confiar para un situación puntual. "Mirar" significa no considerar irrelevantes unas lágrimas sin explicación, una respuesta extemporánea, una provocación gratuita. Significa preocuparte por las situaciones personales de tus alumnos (porque también determinan sus estudios). "Mirar" significa preguntarles por las causas de su bajo rendimiento y escucharlos sin juzgar (ni justificar). "Mirar" significa estar pendiente de sus interacciones sociales cuando caminas por los pasillos, no bajar la cabeza, no inhibirte de manera cobarde. "Mirar" significa no dejar pasar (y hacer como que no has escuchado nada) ninguna actitud o detalle machista, homófobo o racista para no meterte en problemas.
 
"Mirar" significa entrar por la puerta de tu instituto y entender que, durante cada minuto que pasas allí, parte de tu responsabilidad laboral es procurar que esos adolescentes no se hagan daño entre sí, que no profundicen dentro del espacio educativo en sus relaciones tóxicas. "Mirar" supone llegar a las evaluaciones y, al menos, conocer el nombre de tus alumnos antes de intentar balbucear una opinión sobre su bajo rendimiento. "Mirar" significa estar dispuesto a "perder" parte de ese tiempo del que no disponemos (porque nuestro ritmo laboral, a pesar de lo que piensan nuestros haters, es frenético) en conversar unos minutos con ese alumno para entender qué le está pasando.
 
"Mirar" significa estar dispuesto a cruzar puntualmente cierta fronteras peligrosas pero también supone aceptar nuestras naturales limitaciones profesionales (y renunciar a cualquier pretensión redentora). "Mirar" supone conocer crudas realidades personales y terribles situaciones familiares cuya solución escapa por completo de nosotros, entender que apenas podrás poner un parche temporal a la vida de ciertos chavales pero que intentar hacerlo supone una obligación moral ineludible. ¿Cómo dices? ¿Qué no es para lo que crees que te contrataron cuando sacaste la plaza? Hazles un favor. Haznos un favor. Hazte youtuber.
 
Eso sí, es primordial ser prosaico cuando "miramos" a nuestros alumnos: no solo ser capaz de trabajar desde cierta lejanía emocional sino también entender que hacerlo así es es lo más adecuado. Pocas cosas más equivocadas que el mesianismo docente. Pocas cosas más equivocadas que el sentimentalismo impostado. Nada más ruin que tratar de apropiarse del dolor de los alumnos para sufrir de manera vicaria por ellos. Solo hay algo peor que el docente que "no mira": el docente emocionalmente totalitario. Ese que te dice que "llora" en su casa por algún alumno. Que no puede dormir... Desconfía de él.

13 diciembre 2020

Celebrando los 15 años de Discursiones (2): Educación

13 de diciembre de 2005. 13 de diciembre de 2020.
 
Sigo celebrando los 15 años de Discursiones y toca elegir otros 15 posts, pero ahora relacionados con el ámbito educativo. Así es, mi trabajo como profesor de Secundaria ha ido contaminando inevitablemente a Discursiones hasta convertir las reflexiones sobre Educación en uno de sus motores principales. 
 
Recuerdo hoy como si fuera ayer cómo, en aquel septiembre de 2006, subía nervioso la cuesta Moyano hacia mi primer instituto como profesor, mi primera e intensa experiencia docente, mi primera y entrañable tutoría en aquel IES enclavado en el Parque del Retiro. Un instituto donde no solo empezaría a entender cómo funciona la docencia sino en el que conocería a un puñado de tipos que todavía hoy resisten como (grandes) amigos. La vida y sus paradojas. 
 
Jamás pensé de chaval que mi futuro pudiera estar ligado a la docencia. Nunca tuve ninguna vocación (esa que algunos hoy convierten en una especie de requisito indispensable, casi un sentimiento religioso). Ser profesor nunca fue de adolescente ni mi objetivo ni mi sueño. Estudié Física, me especialicé en Astrofísica, disfruté mucho de lo que aprendí pero, tras terminar la carrera, tenía claro que la investigación no me resultaba atractiva. Llegué a Madrid a lomos de una relación personal. Nueva etapa y nueva vida. En poco tiempo me convertí en profesor de la enseñanza pública casi sin darme cuenta. Recuerdo aquellos primeros días en los que descubrí el aula y empecé a comprender el significado y la dificultad de dar clases, de conectar con adolescentes. Recuerdo cómo empecé a disfrutarlo. Y cómo entendí que había encontrado, como decía aquella película, mi lugar en el mundo: estaba donde quería estar. Estoy donde debo estar. En las aulas. 
 
Pero soy como soy, siempre me gustó leer, discutir y reflexionar sobre lo que me parece importante. Diseccionarlo, estudiarlo, entenderlo. Y la Escuela es una de esas pocas instituciones que realmente vertebran nuestra sociedad, con un enorme poder simbólico. Su concepción y su control son siempre políticos. Reflexionar sobre su importancia, sus problemas y sus contradicciones se convirtió en una exigencia personal. Lentamente, a medida que las intuiciones se convertían en certezas y sumaba lecturas, decepciones y conversaciones a la experiencia personal, la Educación fue llegando al blog de manera natural. 
 
Estos son los 15 posts más relevantes sobre Educación que he publicado durante estos 15 años. No están ordenados cronológicamente sino que los he agrupado de manera un tanto caótica por temática.
 
1. Entender el papel del profesor en el aula y nuestro rol como enseñantes ha sido una constante durante estos años. En este post reflexiono sobre la necesaria conexión con los adolescentes para poder enseñar. ¿Lo emocional afecta? Sí, pero cómo y para qué.

El profesor en la encrucijada

«Un profesor no puede pretender convertir su labor en una actividad onanista, enfocada en sí mismo, olvidando que el objeto de su trabajo son los alumnos y recurriendo a la necia excusa de que “son ellos, con su indolencia y su pasividad, los que se pierden la posibilidad de acceder a los niveles superiores del conocimiento que él les ofrece."»

"Ni los alumnos ni sus familias van a asumir regresar a estadios anteriores donde el respeto por la figura del docente venía dada porque sí, sólo por consideración a rancias jerarquías sociales. Por lo que ese respeto el profesor va a tener que ganárselo cada día a base de duro trabajo y de su capacidad para conectar con cada uno de los grupos de alumnos a los que va a tener que impartir clases."

"Solo una lectura maniquea de lo argumentado puede tergiversar lo aquí expuesto para presentarlo como una defensa del profesor buenrollista o con complejo de paternidad perdida, cuyo único interés es conectar con sus alumnos y hacerse colega de ellos para esconder sus miserias profesionales. Nada más lejos de mi intención. De lo que hablo es de la existencia en las actuales aulas de la ESO de una condición previa necesaria (pero por supuesto no suficiente) para que un docente tenga siquiera la posibilidad de encarar su labor con una mínima posibilidad de éxito"

2. Todo profesor de instituto sabe que si el tutor del grupo al que da clases "funciona", su trabajo durante el curso será mucho más sencillo. Los tutores de la ESO desempeñan el papel más importante y complicado en la vida de los institutos. Había que explicar por qué.

El tutor de la ESO en el laberinto: reflexiones a pie de aula

"Solo siendo tutor he sentido el agrio sabor de la derrota en mi boca, he tenido que asimilar la inutilidad de la batalla individual, la necesidad de convertir la enseñanza en un proyecto colectivo en el que los profesores se impliquen y los padres no se conviertan en estériles enemigos. Pronto sentí la frustración que conlleva el ingenuo intento de salvar a ciertos alumnos, en los que al determinismo social y familiar se les une una lacerante incapacidad de responsabilidad personal que los convierte en carne de cañón educativa."

"En este mundo de trincheras que es la educación, la labor tutorial supone en ocasiones una gran paradoja, ya que la humanidad y el buen hacer de profesores de la vieja escuela terminan convirtiéndolos en buenos tutores, mientras que jóvenes seguidores de las nuevas pedagogías, believers fanatizados de la educación emocional, fracasan ante realidades complejas que los convierten en inútiles totales frente a grupos de alumnos que desprecian sus pobres intentos de acercamiento." 

3. Este es uno de los posts más difíciles que he escrito sobre Educación. Tocaba criticar a algunos de mis compañeros, explicar el porqué de esa crítica y advertir de cómo esa crítica podría ser manipulada.

La discreta mediocridad del profesorado

"Hoy en día la sociedad ya no es capaz de determinar exactamente qué quiere de la escuela. Las viejas ficciones ya no sirven. No hay proyecto común en relación a ella. Sólo quedan los restos descompuestos de aquel viejo relato colectivo que la quiso colocar el centro de la acción social como elemento fundamental para la cohesión y la igualdad de oportunidades. Inmersos desde hace décadas en un letal individualismo, tan sólo pretendemos utilizarla como plataforma credencialista que legitime la exclusión y sirva de soporte en la construcción de una tan feroz como estúpida competitividad social, en la que unos sólo pueden triunfar si los demás fracasan y se hunden"

"Nunca hay autocrítica. Jamás. No he encontrado a un solo profesor o profesora que haya asumido públicamente nunca que la responsabilidad del fracaso educativo de alguno de sus alumnos pueda ser debido a su pésima labor" 

4. Demasiadas veces leí y escuché a supuestos expertos educativos dar pautas inútiles a los nuevos profesores: puro humo, entelequias construidas muy lejos de las aulas cuya aplicación llevaría al nuevo docente directo al fracaso. Aquí trato de ayudar, con unos consejos prosaicos, a los profesores novatos. Sin recetas mágicas.

10 consejos (prácticos) para un profesor novato

"Mis consejos están muy lejos de las grandes intenciones y ambiciones hipertrofiadas y ampulosas de esos gurús pedagógicos que no han pisado un aula en su vida y se arrogan el derecho de darnos lecciones a los profesores cada día a través de los medios de comunicación y de los cursos de (de)formación. Personajes oscuros que se disfrazan de subversivos y dinamizadores de nuevos enfoques educativos cuando están a sueldo de fundaciones privadas de bancos y empresas que los utilizan para reenfocar los objetivos de la Educación y tratar de ponerla al servicio de sus necesidades. Vendemotos pedagógicos que subliman sus frustraciones y dan rienda suelta a sus egos en cursos de formación de un profesorado cautivo que tiene que soportar cómo se lo infantiliza para deconstruir su autoridad intelectual y así convertirlo en un guiñapo maleable en manos de advenedizos con ínfulas." 

5. Hay una cruzada maniquea contra la transmisión de conocimientos fomentada por el capital y la confusión ideológica de muchos. Desde la izquierda, reivindico el conocimiento como eje central de la Escuela y denuncio la traición a la juventud que supone no defenderlo. 

Contra el desprecio del conocimiento

"Vivimos en un tiempo en el que el antiintelectualismo se ha infiltrado en todas las capas sociales, el conocimiento se banaliza y la persona instruida en cualquier saber debe disfrazarse coloquialmente de friki para poder sobrevivir en su entorno social."

«Se identifica de manera deshonesta y artera "transmitir conocimiento" con una escuela decadente, del "siglo XIX", mientras que "potenciar la creatividad" del alumno, aunque nadie sepa exactamente qué significa eso [...], supone transitar hacia una luminosa modernidad

"Lo racional ha perdido de nuevo la batalla, no solo contra lo emocional sino también contra una frivolidad hedonista que provoca arcadas. Se desprecia sin tapujos cualquier amago de conocimiento demostrado, de dato contrastado o de opinión argumentada. No hace falta saber, dicen. Y llevan años intentando trasladar ese lema, propio de imbéciles, a la escuela. Se denuesta la "transmisión de conocimientos" (¡anatema!) cuando es la única manera de ser leales con las nuevas generaciones, para que maticen su arrogante (y natural) adanismo adolescente con la comprensión de una historia previa a su vidas donde se ofrecieron muchas posibles soluciones a muchas de las preguntas y desafíos intelectuales y vitales a los que ellos se han de enfrentar. No se trata de acotar esas soluciones, sino de ampliar los horizontes de las posibles respuestas."

6. No se puede ni se debe renunciar a las emociones en el aula porque son claves para el aprendizaje. Por eso es importante que no se apropien de ellas los que defienden una "educación emocional" huera, sin contenidos y totalitaria que busca de manera estéril la "felicidad del niño".

Peligros y contradicciones de la nueva educación emocional

"Se buscan consumidores dóciles y trabajadores entrenados (el puto coaching) emocionalmente para tolerar la frustración. Consumidores poco exigentes, sin criterio propio, sin rabia. Trabajadores adiestrados (¿amaestrados?) en las competencias q el Mercado considera aprovechables"

«Sin conocimientos, sin posibilidades económicas de alcanzar estudios superiores de nivel, las clases populares (vamos, los pobres) vuelven a estar de nuevo condenadas. Pero eso sí, estarán "educados", "entrenados" no solo para soportar su miseria y "comprenderla", sino también para  justificarla. No sabrán nada de nada pero creerán que lo que les pasa es normal, natural. Y ese será el gran triunfo de la nueva educación, esa que promete hacerlos felices a todos tan solo mientras sean niños y adolescentes, para después abandonarlos en manos de un Mercado que pueda disponer de ellos "eficazmente"»

"La enseñanza de contenidos es la única que, paradójicamente, deja espacio al alumno para la crítica y la rebelión. Para el uso de la razón y de la reflexión. No se puede enseñar nada desde la nada. No se puede aprender nada cuando la nada inunda las aulas [...] La educación psicoafectiva [...] intenta modelar emocionalmente a los alumnos y (re)construirlos según valores pretendidamente positivos."

7. ¿Para qué enseñamos? La paradoja se hace carne entre los innoducators, profesores que convierten la innovación educativa en una forma narcisista de construirse una identidad social: si afirman sin pudor que la enseñanza tradicional sirvió para crear ciudadanos obedientes al servicio del viejo capitalismo, ¿no es su "Nueva Educación" la mutación que demanda el Sistema para sobrevivir?

La Educación amenazada

"No hace falta que sepan tanto, no hace falta que tantos realicen estudios superiores, no es necesario pretender un conocimiento profundo de la realidad, lo que se necesita es que los jóvenes sean flexibles y dinámicos, dóciles en lo político y emprendedores en lo económico."

"[Los innoducators] han construido una Escuela virtual, una Escuela-burbuja descontextualizada socialmente, un juguete con el que disfrutar de experiencias que les llenan como docentes, más allá de las consecuencias reales que sus acciones tendrán en sus alumnos a largo plazo."

"Mientras los profesores innovadores, esos que en las redes se autodenominan innoducators, no me expliquen cómo es posible que su formación renovadora, sus proyectos educativos, sus premios a los mejores profesores y su crítica a la Escuela tradicional van a cambiar la Educación para cambiar el mundo; mientras no me expliquen cómo superar la contradicción que supone que su formación renovadora, sus proyectos educativos, sus premios a los mejores profesores y su crítica a la Escuela tradicional son financiados y promovidos por el neoliberalismo más carroñero, por fondos de inversión especulativos o por empresas que parasitan a la Enseñanza y mueven continuamente los hilos para apropiarse de una parte cada vez más suculenta de la formación obligatoria, será difícil que su ímpetu de cambio resulte creíble. Mientras que la única consecuencia de sus planteamientos educativos sea convertir a la Escuela en una burbuja de felicidad y creatividad para unos niños y adolescentes que, después de atiborrarse de soma constructivista y colaborativo, serán arrojados del paraíso para convertirse en carne de cañón (flexible y sumisa) de un mercado laboral precarizado, será difícil que su relato transformador resulte mínimamente verosímil."

8. Es una cuestión recurrente cuando se discute públicamente sobre Educación: ¿qué opiniones se deben tener en cuenta? En este post aclaro mi posición: en ningún caso solo se debe escuchar a los docentes que opinan en base a su experiencia. Pero ello no implica que la opinión de cualquiera tenga el mismo valor que la suya. La cosa es más compleja.

Campo de batalla: la Educación

"¿Es honesto afirmar que todos los docentes, por el hecho de serlo, son expertos en Educación y, por tanto, voces lúcidas a las que escuchar con atención y respeto cuando se discute sobre los problemas de la Enseñanza en España? [...] No todos los que enseñan cada día son voces interesantes ni autorizadas para hablar sobre la enseñanza. Sí es verdad que conocen la realidad de las aulas (faltaría más, las pisan cada día) pero ese hecho no implica automáticamente que de sus experiencias sean capaces de extraer una sabiduría que vaya más allá de la supervivencia profesional. Y todo esto es algo que desde nuestras trincheras muchas veces, interesadamente, obviamos."

"Vivimos tiempos en donde lo emocional impera y ese exceso de sentimentalidad se ha extendido, inevitablemente, a unos profesionales hartos de la avalancha de opiniones externas, delirantes e interesadas, que les intentan explicar cómo realizar su trabajo. Como consecuencia, de manera reactiva, casi defensiva, se ha construido un discurso dentro de cierto sector del profesorado que, a falta de las matizaciones necesarias, pretende trasladar a la sociedad el mensaje de que nadie puede hablar de la educación, ni pedir cuentas a los profesores sobre su labor porque estos son los únicos que poseen el bagaje necesario, debido a su experiencia, para enjuiciar dicha labor."

"No podemos permitirnos asumir que lo experiencial se convierta automáticamente en dogma porque hay un montón de profesionales de la enseñanza cuyas voces son absolutamente inútiles en cualquier debate educativo con cierto nivel de profundidad. Hay voces lúcidas de padres, periodistas, sociólogos o pedagogos preocupados por la educación que deben ser tenidas en consideración, más allá de que lo que defiendan parezca poner en cuestión, en un primer momento, nuestro prurito profesional." 

9. El bilingüismo segregador y elitista de la enseñanza madrileña no habría triunfado sin la dolorosa complicidad de padres y profesores de izquierda que, criticando en privado el programa bilingüe diseñado (¿para ellos?), ayudaron a su éxito con su insólito colaboracionismo.

Los padres progresistas y el Bilingüismo: la traición final a la Educación Pública en Madrid

"El Bilingüismo segregador y elitista de la Educación Pública madrileña jamás podría haber triunfado sin la dolorosa complicidad de la gran mayoría de esos padres y profesores de izquierdas, progresistas que, siendo extremadamente críticos en privado con el programa bilingüe diseñado (¿para ellos?) por Esperanza Aguirre y Lucía Figar, han contribuido decisivamente a su éxito con su insólito colaboracionismo"

"La clave, como ya pasaba en la concertada y en la privada, pasaba a ser el tipo de compañeros que tendría en el aula ese hijo convertido en proyecto de futuro. Dejémonos de hipocresías: la clave era a qué compañeros de clase evitaba ese hijo criado en modo burbuja. A nadie le importó lo suficiente. No fue casualidad. Una generación criada en el analfabetismo idiomático extranjero de la España de los 70 y 80 creyó redimir su mediocridad a la hora de aprender idiomas mediante los palabros que en inglés declamaban sus retoños. Así trataban inicialmente de justificar pobremente el porqué de su traición a la enseñanza pública. Después, llegarían argumentos más peregrinos."

"Esos padres [...] decidieron ser elitistas mientras, paradójicamente, no dejaban pasar ninguna ocasión para criticar a los otros, a los padres de la concertada, por serlo. Decidieron despreciar la transmisión de conocimientos y el aprendizaje fluido y natural en la propia lengua. Algunos, incluso, argumentaban que tampoco era tan importante lo que se aprendía en el colegio y en la ESO, que ya aprenderían en serio en el Bachillerato y en la Universidad, y que, mientras tanto, menudo nivel de inglés estaban adquiriendo sus hijos. Preferían hacer como que no se daban cuenta de que para que sus hijos de clase media diesen clases en grupos social y académicamente homogéneos dentro del AVE bilingüe, tenía que haber otro tren desvencijado en el que agrupar a todos aquellos alumnos sin recursos, con  problemáticas sociales, sin apoyos familiares, con necesidades especiales o que llegaban de otros países con el curso avanzado."

10. Toca recordar a la Marea Verde. Ya empieza a sonar a "batallita boomer" pero fue real: en Madrid los profesores de la pública nos enfrentamos hace casi 10 años a Esperanza Aguirre y a Lucía Figar, nos enfrentamos una concepción de la Educación clasista y segregadora. Teníamos la razón, luchamos, nos creímos invencibles y, por supuesto, perdimos. Vaya que si perdimos...

Profesores encabronados: más allá de la indignación

"Aguirre busca conseguir una educación de varias velocidades en Madrid, en la que a la cola esté una educación pública que, aún contando con buenos profesionales (que los hay, y muchos), no podrá competir en ofrecer una calidad educativa acorde con lo que nuestra sociedad nos exige. Y en la que lentamente se irán introduciendo las empresas u fundaciones privadas para ofrecer esos servicios que ahora se van a impedir realizar a los funcionarios públicos con sueldos dignos y que ellas, subcontratadas, realizarán a un menor coste."

11. Seguimos con la Marea Verde. Docentes millennials y centennials, leeros esto cuando vuestros mayores pretendan construir una épica de lucha laboral que nunca existió. Estos son los tipos de esquiroles con los que me he ido encontrando en CADA huelga educativa durante estos últimos quince años. Y, cuidado, al final me temo que todos terminaremos  cayendo de una manera u otra, con una excusa u otra, dentro de alguno de los perfiles descritos

Esquiroles contra la Marea Verde. Apuntes para una taxonomía esquirola

«El esquirol ruin: suele ser relativamente joven, menor de 40 años, urbanita, sin demasiadas cargas familiares. Lleva años contando sus aventuras en países exóticos o sus vacaciones a todo tren en playas o alojamientos rurales. Cuando llegan las huelgas, aunque ideológicamente de manera superficial parece compartir las reivindicaciones, nunca termina de ver claro públicamente la utilidad de las mismas: "esta no es la estrategia a seguir" o "no sirve de nada", argumentan con cara de circunstancias, sin profundizar demasiado en ninguna argumentación. Finalmente, en privado, a alguno de los que sí hará la huelga le comentará, misterioso, exigiendo comprensión, que ahora mismo no puede permitirse perder ese dinero por una cuestión personal e insoslayable pero que sin duda los apoya. Que es terrible lo que están haciendo. Un crack. En unos meses se olvidará de las contradicciones y la coherencia y te empezará a contar dónde va a pasar el verano, en ese país extranjero, tan exótico, tan lejano, por un precio bajísimo, casi un regalo...»

12. He trabajado en muchos institutos y casi siempre fui tutor de 4º de ESO. En el curso 2010-2011 lo fui de un grupo de alumnos maravilloso en el IES Iturralde y, 2 años después, aquellos alumnos me escribieron para invitarme a su graduación de 2º de Bachillerato. De repente, me vi allí, encima de aquel destartalado escenario, sonriendo a mis antiguos alumnos 

Orgullo de profe

"Chicos y chicas estupendos, cada uno con sus particularidades, con sus capacidades, con su idiosincrasia, con sus ideas y sus inquietudes. Reflejo de la sociedad en la que vivimos, sustancia de esa educación pública en la que creo y por la que trabajo. Un motivo más para seguir en la brecha"

13. Como profesor, el mayor desafío que he tenido es aquella Física de 2º de Bachillerato en Humanes que todos los alumnos de ciencias tenían que "elegir" obligatoriamente por cuestiones de organización del centro, después de no haber dado prácticamente nada de Física el curso anterior debido a la baja laboral de su profesora. Ellos nunca serán del todo conscientes de cómo me maté aquel año para que ellos pudiesen superar las dificultades que suponía aquel curso y de lo tremendamente orgulloso que estoy tanto de mi trabajo como de su esfuerzo y dedicación durante aquel curso.

Historias de una graduación de la enseñanza pública

"El curso ha sido largo y complicado. Los he visto sufrir, llorar, encabronarse, someterse, rebelarse, volver a sufrir, y a llorar. Pero sobre todo los he visto luchar. A casi todos. Luchar, una  y otra vez,  enfrentándose  a sus propias capacidades, desafiando a miserables determinismos socioeconómicos, enfrentándose a un sistema que los impulsa hacia otras labores y hacia otros estudios, que los quiere apartar de los estudios superiores, que ignora sus sueños y sus necesidades. Ellos sí se enfrentan en soledad, solo con sus armas, a la exigencia educativa. Muchos otros, cuando sufren, gracias a su posición socioeconómica, disponen de todo tipo de ayudas para superar las dificultades, mientras que ellos solo cuentan con su esfuerzo, con su cabezonería y con su grupo de amigos."

"Creo firmemente en que son las pequeñas batallas el espacio en el que más podemos aportar. Dar una oportunidad de futuro a los que todo lo tienen en contra, sin traicionarles, sin regalos, sin buenismos condescendientes es una de las vías que la enseñanza nos permite. 

14. Nuevo IES, nuevos alumnos. Gran parte de la sociedad no se plantea (ni puede) elegir centro educativo para sus hijos. Otros eligen (con dinero público) y construyen burbujas socioeconómicas para sus retoños. Y luego estás tú, como profesor, que te enfrentas a ese alumno que te mira desde el primer día con una mezcla de indiferencia y provocación desde la última fila. Él no te conoce pero tú hace años que lo sabes todo de él.

Carta abierta a un alumno al borde del abismo

"Eres un lidercillo, tienes carisma e ingenio. Nada especialmente relevante. Pero te vas dando cuenta de que algo falla. Hasta tú, que siempre intentas reírte de los que estudian, y despreciarlos, y minusvalorarlos, empiezas a percibir que algo chirría en el relato de tu vida."

"Tras tantos cursos oyéndote decir lo mismo, las mismas palabras que surgen de diferentes labios y que retumban en mis oídos una y otra vez, me toca a mí preguntarte a ti, que tienes tantas caras, tantos nombres diferentes, en tantos institutos distintos: ¿cuándo vas a aceptar que tus quejas solo te sirven al final como excusa para enmascarar tu pereza, tu incapacidad para el compromiso y el esfuerzo?"

"Sería toda una experiencia visualizar a los hijos de esa multitud, tan conservadora como progre, que estructura a la clase media de este país, y que suele mirarte con desprecio, sometidos a las vicisitudes de tu vida. Pero eso ni tú ni yo lo vamos a ver. Entérate de una puta vez. Sí, tú lo tienes mucho más difícil. Ellos lo tienen mucho más fácil. Tú solo tenías una oportunidad. La que estás desperdiciando." 

15. Este es, sin duda, el post educativo más triste que escribí. También me recuerda cada día por qué la rabia política es un motor en mi vida docente: no me olvido de este alumno, no me olvido de su "fracaso", ni olvido que su fracaso es el de todos nosotros como sociedad.

Uno de tantos: crónica de un fracaso educativo

"Empiezo a olvidar su cara. ¿No les pasa eso a todos los profesores? A medida que pasa el tiempo muchas caras se olvidan, los nombres se entremezclan y solo permanecen las experiencias, las situaciones, las historias compartidas con ellos. Otro alumno más entre centenares de ellos."

"Se sentó desde el primer día allí, al fondo del aula, escupiéndome desde su disposición espacial su desconfianza, su desdén hacia el sistema, su falta de interés, el asco que la cárcel educativa le provocaba."

"¿Qué me encontré? Dolor, un dolor agudo, una sensación continua de malestar vital combatida a duras penas con un prematuro consumo de drogas que permitía enmascarar el fracaso personal que suponía el fracaso académico, cuando era  precisamente el éxito académico lo que hubiera permitido justificar (equivocadamente) el sacrificio de una madre que había decidido esclavizarse laboralmente para que su hijo tuviese una oportunidad de futuro. El padre no existía (casualidad, ¿no?). Con el tsunami de la crisis habían perdido su casa, ahora vivían los dos, madre e hijo, en una misma habitación realquilada. Pero ella, la madre, nunca estaba presente, por fin había vuelto a conseguir un trabajo, de interna, cuidando a un anciano. No dormía en casa seis de cada siete noches a la semana. Cobraba una miseria. Capitalismo, lo llaman."