Viajar. Se ha convertido en un obsesión en sí misma para nuestra generación. Encerrados en asfixiantes horarios laborales que limitan el tiempo de ocio casi a la nada de lunes a viernes durante once meses al año, nuestra generación, la mileurista, descubrió pronto que había algo que nuestros padres jamás habían podido hacer y que los avances tecnológicos, la desaparición de la fronteras en Europa y el abaratamiento de los viajes internacionales y nacionales permitían realizar ocasionalmente con una rentabilidad personal y social muy importante. Convirtió el viajar en un signo de estatus, de relevancia entre amigos y familia. Mediante mecanismos aprendidos en sus años universitarios, estos jóvenes están avezados en la caza de las mejores y más baratas ofertas de vuelos y viajes, desligadas muchas veces de las agencias de viajes y con un coste económico que sin ser bajo, es rentable desde el punto de vista de la importancia que se otorga al hecho de escapar de la rutina durante unos días. Escapar... Sólo esa idea debería hacernos reflexionar sobre lo gris y monótona que resulta la vida diaria para tantos jóvenes que hace muy poco planeaban, ambiciosos, conseguir unas vidas completamente diferentes a las de sus padres, emocionalmente más ricas y laboralmente más emocionantes. Y a los que al final sólo les queda escapar.
Los mileuristas (escribiré un post próximamente sobre ellos (nosotros), cuando termine la lectura del libro de Espido Freire que los (nos) retrata) ansían esfumarse, escabullirse de sus obligaciones diarias, pero se han acostumbrado a que todo lo que realizan tenga y deba tener un valor añadido (algo grabado con fuego en nuestra conciencia capitalista). Viajar no sólo aporta la posibilidad de disfrutar de otros entornos y experiencias diferentes, sino que introduce nuevas variables en las conductas y relaciones sociales intrínsecamente relacionadas con el acto de viajar, pero fuera por completo de su ámbito inmediato. Viajar no es sólo viajar. Viajar es también tener la posibilidad posterior de contarlo. De hecho ya muchos sólo parecen viajar para eso, para contarlo. A este hecho les ha ayudado otra de las obsesiones de nuestra generación, que además han extendido a sus mayores y a sus hermanos pequeños. Se trata por supuesto del gusto por todo tipo de artefactos tecnológicos de última generación Gracias a ellos pueden registrar cada momento de sus emocionantes, extraordinarios y sorprendentes desplazamientos. Cada vez en busca de destinos más exóticos con los que poder impresionar (e impresionarse). Desde hace unos años hemos pasado de aquellos amigos, aficionados a la fotografía, que se tiraban horas para hacer un instantánea que consideraban mágica y especial, o de los miembros de la familia que eran los encargados (por tener cierto gusto e interés) de realizar las fotografías de los eventos familiares y que poseían cámaras tradicionales con un número limitado de fotos que tirar (principalmente por la pasta que costaban los revelados), a que cada miembro de la familia y cada miembro de un grupo de amigos tenga un cámara de fotos digital con la que hacer cientos de fotos (literal) en un fin de semana cualquiera de turismo. Todos ellos con una dedicación y un fervor que para sí hubiera deseado hasta el mismísimo Robert Capa. El asunto empeora con las cámaras de vídeo. La gente ya se perfecciona. Yo he sido testigo enla Casa-Museo de César Manrique, en Lanzarote, de cómo un tipo grababa en vídeo cada obra de la casa del artista (le daba igual que fuera un urinario o la piscina) mientras comentaba la jugada al micrófono del artefacto y hacía chistecitos idiotas con la intención (seguro) de luego atormentar a sus conocidos con las hermosas e impactantes imágenes de sus vacaciones. Mientas esto sucedía, su hija realizaba fotos por doquier con su cámara digital, importándole un carajo lo que fotografiaba y su mujer retransmitía en directo a su hermana, a través del móvil (gritando por supuesto) la belleza de los maravillosos paisajes lunares que esa isla proporciona Al escucharla entraban ganas de cometer un crimen basado en objetivos criterios estéticos.
Porque al final lo que permanece es esa actitud: se trata de viajar siempre que uno pueda, irse a dónde sea. Quedarse en casa es de tontos, de pobres. Sólo se queda uno en casa si no puede evitarlo. Da igual si existe motivación de algún tipo para ese viaje, si hay algo de real interés salvo el del mismo hecho de viajar. Y, por supuesto, después, contarlo a la vuelta. Mediante imágenes. Cientos a ser posible. Además, no hay que ser muy listo para saber que existen pocos genios o artesanos cualificados en cualquier arte en general. Es decir, lo de menos es la calidad de lo que muestres sino que lo muestres muchas veces, desde muchos ángulos distintos, muchas poses, muchas risas, muchas puestas de sol que fueron maravillosas pero que en imagen sólo son anodinas, muchos edificios y monumentos que descontextualizados carecen de toda importancia y presencia. Muchas veces muchas mismas cosas. Pero da igual. Algunas veces, pocas, encuentras una fotografía maravillosa, o simpática, o impactante entre toda la morralla que te enseñan, pero hay que tener una constancia y una paciencia infinita para esperarla y apreciarla. A veces, cuando llega esa joya, el sentido de la vista y de la estética está ya tan colapsado que ni siquiera se tiene fuerza para valorarla. ¿Por qué esa necesidad de vivir a través de lo que cuentas a los demás? No me vale la excusa de que se quiere compartir lo vivido. Es mentira. Es una falacia para mentes idiotas. ¿Nos estamos transformando en unos replicantes humanos capaces sólo de sentir a través de las imágenes?
Siempre ha existido gente con ímpetu viajero. Con un ansia descomunal por descubrir y sentir la realidad de otros lugares, de apoderarse de sensaciones y costumbres diferentes, de conocer parajes y paisajes singulares. Yo creo que todos poseemos algo de ese ímpetu en mayor o menor medida. A todos no gusta salir de nuestro entorno habitual y plantarnos en lugares diferentes. Descubrir la belleza de otras ciudades o sentir el aire fresco en una montaña perdida. Pero lo que no me creo es esta avalancha de Admunsens y Scotts urbanitas. Me parece un tara más de esta sociedad nuestra que nos obliga a sublimar nuestros problemas reales con dosis de imbecilidades varias, que tomamos dóciles y gustosos porque somos incapaces de decidir con madurez y criterio cuáles son nuestras preferencias, nuestras prioridades y nuestros hobbies, más allá de lo que la masa impone que es la moda.
Desde que hace unos meses Carol anunció que en navidades iría a Australia para visitar a su amiga Elena, y que yo había decidido que no iba a ir con ella he experimentado con cierta sorna el grado de tontería que se ha generado entre todos en torno al tema de los viajes, la relevancia que ha cobrado y el tótem en el que se ha convertido entre la gente de nuestra edad. Obviando comentarios de familiares y amigos muy cercanos cuya lógica confianza les permite soltarme lo que les dé la gana desde el cariño y la amistad, lo cierto es que todas las personas que, por un motivo u otro, se han enterado de la situación que se planteaba han reaccionado de la misma forma (eliminando los malévolos que han visto en ello algún problema oculto en nuestra relación): “¿tú no vas? ¿por qué? ¡qué tonto!... Anda que si yo pudiera...” Con dos cojones. Da igual que yo, educado, les respondiera que me parecían muchas horas de avión, que significaba utilizar todas las vacaciones de navidad, que en este momento por circunstancias personales me parecía que era un viaje demasiado lejos y demasiado largo para afrontarlo. También que a mí Australia tampoco me llamaba mucho... Da igual, el gesto de sorpresa en la cara no se les iba. A viajar no se renuncia. Definitivamente, yo era un gilipollas. Viajar (y encima a un lugar exótico como ése) significa demasiado emocionalmente en nuestra perdida generación para desperdiciar un cartucho de elefante como éste. Hasta ahora, tras las pertinentes explicaciones, me callo y cambio de asunto. Lo que pienso realmente lo estoy exponiendo aquí por primera vez. Vamos a ver: ¿por qué cojones tengo que ir yo a Australia? ¿En mi trayectoria vital ese país significa algo que compense y dé sentido a ese desplazamiento? A Australia sólo me liga el factor humano. El enorme placer que supondría volver a ver a Elena. El gustazo que significaría tomarme unos whiskies con ella y Rhyall. Charlar con ellos. Pero nada relacionado con esa zona del mundo. En mi vida, antes o después de conocer a Carol, nunca me habría planteado viajar allá. Entonces, ¿por qué tengo que ir? ¿sólo por ese motivo? Bueno, pero es que por ese motivo debería viajar antes a Francia a ver a mi hermano Migue, o podría irme a Colorado a tomarme otro copazo con Juanma. ¿Porque una oportunidad así no se puede desperdiciar? Como que oportunidad. Un viaje como ése cuesta 1500 euros del ala. Allá aquél al que le parezca poco. Para mí, desde luego, que todavía no he cobrado mi primera nómina, es una pasta, pero a todos los lúcidos que me miran con cara de pasmarote cuando les digo que no voy les invito que retiren ese dinero de sus cartillas y disfruten de ese viaje inaplazable. ¿Que podría conocer un sitio completamente diferente? Pues lo siento señores, a mí me gusta viajar pero ese ímpetu tan marcado no lo tengo. No me voy a marcar cada año un viaje de este tipo y la verdad es que si lo racionalizo, por cuestiones personales, literarias, sentimentales y culturales preferiría afrontar un viaje ala Patagonia argentina o un recorrido de meses por toda Latinoamérica. Que está claro. Que me cuesta bastante viajar lejos. Punto. Que es un viaje muy largo. Punto. Que es una pena no ver a Elena. Sí. Pero seguro que ella disfruta con la presencia de su amiga y yo, mientras, me tomaré muchos whiskies con mis hermanos en Sevilla. Y qué le vamos a hacer, lo siento, seré feliz y me lo pasaré muy bien. A pesar de no haber viajado a las antípodas. A pesar de no poder contar nada exótico a la vuelta.
Los mileuristas (escribiré un post próximamente sobre ellos (nosotros), cuando termine la lectura del libro de Espido Freire que los (nos) retrata) ansían esfumarse, escabullirse de sus obligaciones diarias, pero se han acostumbrado a que todo lo que realizan tenga y deba tener un valor añadido (algo grabado con fuego en nuestra conciencia capitalista). Viajar no sólo aporta la posibilidad de disfrutar de otros entornos y experiencias diferentes, sino que introduce nuevas variables en las conductas y relaciones sociales intrínsecamente relacionadas con el acto de viajar, pero fuera por completo de su ámbito inmediato. Viajar no es sólo viajar. Viajar es también tener la posibilidad posterior de contarlo. De hecho ya muchos sólo parecen viajar para eso, para contarlo. A este hecho les ha ayudado otra de las obsesiones de nuestra generación, que además han extendido a sus mayores y a sus hermanos pequeños. Se trata por supuesto del gusto por todo tipo de artefactos tecnológicos de última generación Gracias a ellos pueden registrar cada momento de sus emocionantes, extraordinarios y sorprendentes desplazamientos. Cada vez en busca de destinos más exóticos con los que poder impresionar (e impresionarse). Desde hace unos años hemos pasado de aquellos amigos, aficionados a la fotografía, que se tiraban horas para hacer un instantánea que consideraban mágica y especial, o de los miembros de la familia que eran los encargados (por tener cierto gusto e interés) de realizar las fotografías de los eventos familiares y que poseían cámaras tradicionales con un número limitado de fotos que tirar (principalmente por la pasta que costaban los revelados), a que cada miembro de la familia y cada miembro de un grupo de amigos tenga un cámara de fotos digital con la que hacer cientos de fotos (literal) en un fin de semana cualquiera de turismo. Todos ellos con una dedicación y un fervor que para sí hubiera deseado hasta el mismísimo Robert Capa. El asunto empeora con las cámaras de vídeo. La gente ya se perfecciona. Yo he sido testigo en
Porque al final lo que permanece es esa actitud: se trata de viajar siempre que uno pueda, irse a dónde sea. Quedarse en casa es de tontos, de pobres. Sólo se queda uno en casa si no puede evitarlo. Da igual si existe motivación de algún tipo para ese viaje, si hay algo de real interés salvo el del mismo hecho de viajar. Y, por supuesto, después, contarlo a la vuelta. Mediante imágenes. Cientos a ser posible. Además, no hay que ser muy listo para saber que existen pocos genios o artesanos cualificados en cualquier arte en general. Es decir, lo de menos es la calidad de lo que muestres sino que lo muestres muchas veces, desde muchos ángulos distintos, muchas poses, muchas risas, muchas puestas de sol que fueron maravillosas pero que en imagen sólo son anodinas, muchos edificios y monumentos que descontextualizados carecen de toda importancia y presencia. Muchas veces muchas mismas cosas. Pero da igual. Algunas veces, pocas, encuentras una fotografía maravillosa, o simpática, o impactante entre toda la morralla que te enseñan, pero hay que tener una constancia y una paciencia infinita para esperarla y apreciarla. A veces, cuando llega esa joya, el sentido de la vista y de la estética está ya tan colapsado que ni siquiera se tiene fuerza para valorarla. ¿Por qué esa necesidad de vivir a través de lo que cuentas a los demás? No me vale la excusa de que se quiere compartir lo vivido. Es mentira. Es una falacia para mentes idiotas. ¿Nos estamos transformando en unos replicantes humanos capaces sólo de sentir a través de las imágenes?
Siempre ha existido gente con ímpetu viajero. Con un ansia descomunal por descubrir y sentir la realidad de otros lugares, de apoderarse de sensaciones y costumbres diferentes, de conocer parajes y paisajes singulares. Yo creo que todos poseemos algo de ese ímpetu en mayor o menor medida. A todos no gusta salir de nuestro entorno habitual y plantarnos en lugares diferentes. Descubrir la belleza de otras ciudades o sentir el aire fresco en una montaña perdida. Pero lo que no me creo es esta avalancha de Admunsens y Scotts urbanitas. Me parece un tara más de esta sociedad nuestra que nos obliga a sublimar nuestros problemas reales con dosis de imbecilidades varias, que tomamos dóciles y gustosos porque somos incapaces de decidir con madurez y criterio cuáles son nuestras preferencias, nuestras prioridades y nuestros hobbies, más allá de lo que la masa impone que es la moda.
Desde que hace unos meses Carol anunció que en navidades iría a Australia para visitar a su amiga Elena, y que yo había decidido que no iba a ir con ella he experimentado con cierta sorna el grado de tontería que se ha generado entre todos en torno al tema de los viajes, la relevancia que ha cobrado y el tótem en el que se ha convertido entre la gente de nuestra edad. Obviando comentarios de familiares y amigos muy cercanos cuya lógica confianza les permite soltarme lo que les dé la gana desde el cariño y la amistad, lo cierto es que todas las personas que, por un motivo u otro, se han enterado de la situación que se planteaba han reaccionado de la misma forma (eliminando los malévolos que han visto en ello algún problema oculto en nuestra relación): “¿tú no vas? ¿por qué? ¡qué tonto!... Anda que si yo pudiera...” Con dos cojones. Da igual que yo, educado, les respondiera que me parecían muchas horas de avión, que significaba utilizar todas las vacaciones de navidad, que en este momento por circunstancias personales me parecía que era un viaje demasiado lejos y demasiado largo para afrontarlo. También que a mí Australia tampoco me llamaba mucho... Da igual, el gesto de sorpresa en la cara no se les iba. A viajar no se renuncia. Definitivamente, yo era un gilipollas. Viajar (y encima a un lugar exótico como ése) significa demasiado emocionalmente en nuestra perdida generación para desperdiciar un cartucho de elefante como éste. Hasta ahora, tras las pertinentes explicaciones, me callo y cambio de asunto. Lo que pienso realmente lo estoy exponiendo aquí por primera vez. Vamos a ver: ¿por qué cojones tengo que ir yo a Australia? ¿En mi trayectoria vital ese país significa algo que compense y dé sentido a ese desplazamiento? A Australia sólo me liga el factor humano. El enorme placer que supondría volver a ver a Elena. El gustazo que significaría tomarme unos whiskies con ella y Rhyall. Charlar con ellos. Pero nada relacionado con esa zona del mundo. En mi vida, antes o después de conocer a Carol, nunca me habría planteado viajar allá. Entonces, ¿por qué tengo que ir? ¿sólo por ese motivo? Bueno, pero es que por ese motivo debería viajar antes a Francia a ver a mi hermano Migue, o podría irme a Colorado a tomarme otro copazo con Juanma. ¿Porque una oportunidad así no se puede desperdiciar? Como que oportunidad. Un viaje como ése cuesta 1500 euros del ala. Allá aquél al que le parezca poco. Para mí, desde luego, que todavía no he cobrado mi primera nómina, es una pasta, pero a todos los lúcidos que me miran con cara de pasmarote cuando les digo que no voy les invito que retiren ese dinero de sus cartillas y disfruten de ese viaje inaplazable. ¿Que podría conocer un sitio completamente diferente? Pues lo siento señores, a mí me gusta viajar pero ese ímpetu tan marcado no lo tengo. No me voy a marcar cada año un viaje de este tipo y la verdad es que si lo racionalizo, por cuestiones personales, literarias, sentimentales y culturales preferiría afrontar un viaje a
WAWWWWW! parece que has explotado, siento lo que me toca, por que seguro que fui uno de los que te dijo que "yo en tu lugar iria".
ResponderEliminarPero yo seguir'e queriendo viajar a cualquier sitio nuevo, y si es pagado por es trabajo...mejor.
Y bueno, saludines desde Bonn a los dos, voy a estar casi todo el mes de noviembre en Espagna, entre Granada y Madrid. Pero no se si podremos veros ya que estaremos liados con congresos y un monton de visitas. Ya os conatar'e m'as cuando vuelva.
Espero un post contando los primeros d'ias de "escuela"
Pasaoslo bien. Un beso para ti y otro para Carol.
Miguel Requena.
Pues mira que tiene razon Pepe en algunas cosas, que no en todo eh!!.(no vaya a ser que se le suba a la cabeza, que luego le sufro yo)... Lo de Australia no se si se lo vamos a perdonar (Ele,Ryhall y yo), pero como hay que aceptar a la gente con su idiosicrasia, pues eso, que le querremos de todas formas, a pesar de que nos abandone en el otro lado del mundo("este lado" para Ele y Ryhall), y que le vayamos a echar de menos, aunque eso sí, yo tendre 5000 fotos que enseñarle y 245000 anecdotas para subsistir toda la segunda evalaución y que sienta al enemigo en casa..jejeje. ¡Preparate!
ResponderEliminarjaja, no hombre Migue, explotar tampoco.Lo que pasa es que ésta es mi manera de escribir. El post está dividido en dos partes, la primera me sirve para analizar una actitud que evidentemente está presente en nuestra sociedad (Tenías que ver como estaba el parque de animales de Cazorla este fin de semana, yo soy ciervo y me hago el harakiri. Algunos tipos, gritando por supuesto y fumando sin parar, se encabronaban porque eso "bichos de mierda" no se movían lo suficiente. Vamos que querían ver un documental de Félix Rodríguez de la Fuente en vivo)
ResponderEliminarLa segunda me servía para ejemplificar en primera persona lo que mostraba en la primera respecto a la obsesión viajera. No sirve para nada particularizar, yo tengo claro quienes de mi entorno viajan por placer y quienes más por moda, y lo hemos hablado alguna vez. Se detecta fácilmente. Pero esta experiencia (y de ahí la importancia) ha ido más allá de mi entorno cercano (que también ha participado, por supuesto) y se ha expandido por todo mi entorno social posible. Y seguro que continuará.
Un abrazo y ya nos vemos
Estoy de acuerdo contigo, no soporto a los turistas, ¡me vuelven loca con sus cámaras infernales y sus estúpidos comentarios! Los que más me cabrean, eso sí, son los que hacen viajes "exóticos" y se plantan en complejos hoteleros en los que no se enteran de nada de lo que pasa a su alrededor. Podrían estar en Cuba, en Mozambique, o en Tailandia y les daría igual, por que lo único que hacen es tomar cubatas al lado de la piscina del hotel. Luego, salen en un autobús con otros gordos sonrosados como ellos y toman fotos a diestro y siniestro, como si la gente que vive en países subdesarrollados fueran animales de zoo puestos ahí para que puedan hacer comentarios a sus amigos sobre la horrible desigualdad que reina en el mundo. Me dan ganas de vomitar.
ResponderEliminarPor eso, como alternativa, últimamente, cuando veo algo que me gusta, cierro los ojos muy despacito y lo grabo en esa maravillosa cámara que es la memoria. El otro día a un grupo de delfines les dio por ponerse jugar al lado de las rocas donde estábamos comiendo y se pusieron a saltar y hacer ruiditos, como saludándonos. Ni siquiera sacamos la cámara, pero siempre les recordaremos... ¿y sabes qué? me encantaría poder incluirte en esa imagen mental. Qué pena que la memoria no tenga "cortar y pegar" como el photoshop.
Te vamos a echar de menos. De verdad.
Gracias, Elena.
ResponderEliminarPeporrooooo ¿entonces te veremos en navidad?
ResponderEliminarMe he entretenido mucho leyento tu texto, la verdad es que esa perspectiva del nuevo "viajero" me parece bastante acertada.
Yo en cierta medida viajo para escapar, la verdad sea dicha, pero no para contarlo luego, sino para vivirlo yo allí. Para mí es un placer, mi mayor placer... viajar, conocer gente nueva, lugares alucinantes, comidas picantes, mares negros, salsa cubana... Tienes razón a que es una vía de escape para mucha gente, quizá lo sea para mí también, no me lo he planteado de esa manera, pero ¿sabes qué? que es lo que más me gusta de este mundo.
Quizá lo mío sea algo más profundo... porque uno de mis sueños es coger una maleta y perderme, ha habido un par de veces en mi vida en que estuve a punto de hacerlo... aunque luego la gente y el contexto de mi vida me hicieron reflexionar.
Un abrazo caballero ;)
Pues sí, Manolo, estaré en navidades por tierras sevillanas para que me invites por fin a tu casa y me invites a un whisky :)
ResponderEliminarEso sí, como empieces a enseñarme fotos de tus viajes.... ;)
Interesante tu análisis de la postura frente al tema de los viajes. Intuyo que tus posturas han sido empujadas y/o asentadas por la presión mediática-familiar-social de rechazo e incomprensión ante tu falta de entusiasmo por ir a Australia. Tus argumentos están ahí, en el artículo. Apuesto a que poca gente habrá intentado siquiera preguntarte y así comprender el por qué de tu negativa. El viaje es el viaje. Y en bloque hay que aceptar meterse en el avión y largarse adonde sea. Poco importa el por qué de tu negativa. Socialmente está bien visto, es un éxito el viajar a lugares recónditos, y quienes tienen la opción y no lo hacen son bichos raros. No me extraña que se te hayan echado al cuello. Son nuevas tendencias de nuestros paraísos occidentales. Y los enterados y los faroleros ya sabemos que no perdonan. Son auténticos pistoleros que nos dicen lo que hay que hacer y lo que no hay que hacer, todo siempre desde sus patrones de pensamiento, no vayan a equivocarse e intenten llegar a comprender y aceptar las razones del prójimo.
ResponderEliminarCreo que la clave en este tema del viaje está en el provecho que se obtiene del mismo. Y secundariamente está el cómo se transmite. El viaje por placer se está convirtiendo además en foco de banales conversaciones que superficialmente tratan sobre el viaje realizado. Con eso y con todo, no caigo en el conformismo ni incluso el pesimismo ante la falta de interés o ímpetu que te despiertan ciertos viajes. Un viaje es ante todo algo muy personal. A compartir sólo, o con las personas que accidentalmente han participado en el mismo. Por propia experiencia, me resulta muy difícil llegar a transmitir todo lo que he visto, experimentado o vivido en algunos días de visitas en parajes extraños, a personas que no tienen la más mínima relación o conocimiento de dicho lugar, pero sobre todo personas sin el más mínimo interés. Preciso a dónde voy. En la narración o descripción del viaje se presentan dos aspectos a tener en cuenta, entre tantos y tantos otros por supuesto:
En primer lugar, como bien dices, la tortura interminable de miles fotos que nos importan un rábano y que la gente te muestra como trofeos de un safari, trofeos acreditativos de su presencia en dicho lugar. Para que tomes nota que es una persona de mundo. Este efecto negativo es fácil de subsanar con el remedio mágico que me dio carol hace ya algún tiempo: el best of. Seleccionar o pedir una selección de las fotos que la persona considere más representativas de su viaje y punto. Del mismo modo que a quemarropa pretenden acribillarte con fotos que te importan un carajo, a quemarropa se formula educadamente la demanda del best of.
En segundo lugar, y a esto es a lo que iba, en tanto que actor pasivo respecto a cuestiones sobre mis recientes viajes, me encuentro con la siguiente situación: la falta absoluta de verdadero interés por parte de los interpelantes a la hora de preguntar por el desarrollo o contenido de los mismos. La pregunta o preguntas se limitan al “¿qué tal?”, “¿te gustó?”. Y poco más. Y cuando intentas desarrollar un poco más las ideas que se te vienen a la cabeza la persona con quien hablas cierra todas las posibilidades de análisis con un “qué guay” o un “qué suerte tienes”. El escudo deflector se activa y ya nada le interesa más. Hablemos de sus vidas o sus trabajos. Nada de preguntar con más detalle lo que has visitado, qué impresión has tenido de la ciudad o de la gente, diferencias a remarcar en términos de costumbres o hábitos, información sobre el medio de llegar a dicho lugar, información sobre la población o el país, costumbres alimenticias…en fin, tantas cosas que se pueden preguntar, y tan poco interés en el personal. En los últimos cuatro años he tenido la suerte de visitar numerosos y variados lugares de Europa. Sólo conozco dos personas que se hayan detenido una media hora a sacarme toda la información que había chupado de dichos lugares: un tal juanma hermano, y un tal igor amigo.
En esta respuesta, o quizás simple opinión sobre el tema, me posiciono como un defensor de los viajes. Faltaría más. Flashes que se me vienen a la cabeza en este ratito de escritura del mail: Pasearse por los jardines de Luxemburgo, deambular el domingo por el barrio del Marais, perderte por las callejuelas de Montmartre o esperar el anochecer en la isla de Saint-Louis contemplando el suave paso del Sena por el centro de Paris. Disfrutar de la maravillosa campaña irlandesa o del hervidero del centro de Dublín. Perderte en la noche escocesa de Edimburgo. Descubrir los encantos de la ciudad de Bruselas, con su preciosa Gran Plaza. La inmensidad de los Cárpatos, sus siniestros y oscuros bosques. Observar el inmenso contraste entre viejos edificios comunistas y nuevas tendencias arquitecturales en el centro de Bucarest. Transitar por el barrio rojo de Ámsterdam, o navegar por algunos de sus innumerables canales. Estar en el corazón del museo de los vikingos u observar toda la ciudad de Oslo desde alguna de las colinas circundantes de la ciudad. Sentirte un verdadero privilegiado por disfrutar de joyas auténticas como Venecia o Brujas, dos de las ciudades más bonitas que jamás haya visitado…En fin, tantos y tantos momentos que quedan para ti, para siempre, en la retina. Momentos y lugares, viajes que me van a acompañar el resto de mi vida. Para mi el viaje es un placer, un enriquecimiento y una aventura. Un placer el descubrir tantos y tan diferentes lugares. Un enriquecimiento, por lo que aprendes de cada ciudad que visitas: su historia, sus fechas claves, sus monumentos, sus museos, sus parques, sus paisajes, sus gentes…Y sobre todo una aventura. En absoluto los viajes constituyen el eje entorno al cual organizo mi vida. Son un aderezo totalmente encantador a una rutina de la que no reniego para nada. Es más, tras cada viaje retomo mi vida cotidiana aún con más énfasis y aún apreciando más el ritmo de la misma. Mis pequeños hábitos son sagrados, lo confieso. Y mi trabajo, que me encanta, me deja bastante tiempo libre para mis ocios y placeres personales. Un privilegio. Pero el viaje constituye una pequeña ruptura, un paréntesis en tu vida cotidiana, un cambio de aires, de gente, de entorno físico, de idioma, incluso la seguridad material (tu cama, tu water, tu ducha, tu cocina…) parece que se tambalea por momentos. Todo es diferente y a todo hay que adaptarse para pasar unos días agradables y sacar todo el mejor provecho posible del lugar de marras. Incluso el tema del idioma, comunicar en una lengua diferente, me parece un reto interesante a realizar. Son sólo unos días… Todo este cambio de circunstancias lo considero seductor. Muy seductor.
Insisto, para terminar. Creo que el error, ya lo decía, está en un aprovechamiento mínimo del viaje desde un punto de vista cultural o social (hacer todo lo posible por acercarte a la esencia del lugar que visitas en contraposición a irte de copas para contar que te cogiste la gran borrachera en el ombligo del mundo) en el inane comentario posterior (a menudo provocado por la falta de interés del interlocutor) y en la paliza de fotos, la tabarra de la infinita exposición que de poco o nada sirve salvo para dar dolores de cabeza (error a subsanar con la técnica del best of). Con todo esto, y siempre que no haya taras o complejos que impidan el disfrute del viaje, el mismo es un auténtico estímulo…Chupen información, analícenla y compártanla en cada viaje que realicen. No se queden en el “muy chulo todo”. Ahí estaré yo al acecho para sacar todo lo que pueda de ustedes.
Un abrazo.
Por fin te puedo contestar Migue, siento la tardanza pero la actualidad diaria más el viaje a Sevilla, impone nuevos ritmos que hay que aceptar
ResponderEliminarEn primer lugar aclaro que no ha sido la presión sociofamiliar en absoluto la que me llevó a escribir el post. La idea sobre el viajar como moda superficial y vacía es una idea que me ronda desde hace muchos años. De hecho la primera mitad del mensaje sería lo que pienso sobre ella y la segunda mitad uno de mis habituales desahogos (que tan bien tú conoces)
Lógicamente difiero de tu percepción de los viajes y ni siquiera me atrevería a aventurar la categoría de los tuyos respecto a mi teoría, principalmente porque te suelo meter entre las personas que conozco que tienen ese ímpetu viajero, pero por otro lado ese ímpetu lo has desarrollado por completo una vez que nos separamos, hace ya unos años, y por tanto no he podido estudiar su gestación.
Centrándome en el asunto que quiero discutir contigo. No estoy de acuerdo sobre la totalidad de lo que dices que significan los viajes y casi respeto a aquéllos que te preguntan de manera superficial por ellos. No veo otra forma de hacerlo. Por un lado describes lo personal e instransferible que resultan esos viajes, la sensación de desarraigo respecto a tus rutinas (propias), lo emocionante que te resultan y lo valioso de la experiencia. Estoy seguro, completamente seguro que lo que cuentas es cierto y real. Pero la parte emotiva y sensitiva de una experiencia así es algo propio, instransferible y sólo personal. A una persona que te escuche con respeto le puedes tan sólo relatar brevemente esas sensaciones pero de manera pobre, porque esas emociones intensas que se sienten difícilmente se consiguen describir con palabras. Ya es difícil hacerlo con el soporte de una novela o una película bajo el brazo (que es algo que sí puedes compartir) que imagina lo mismo con un viaje que no se puede de ninguna manera emular por parte del que te escucha.
Por lo tanto nos queda la mera información sobre el lugar y el conocimiento que estos viajes pueden otorgar.Y la verdad es que aquí es donde considero que el turista es un ente que difícilmente absorberá nada de la realidad, de las costumbres y de la historia de la sociedad que le acoge durante unos pocos días. Nada importante, claro. Salvo que hablemos de una estancia de meses, la información real que se extrae de un viaje es muy pequeña, es fragmentada y tremendamente subjetiva pues es fruto tan sólo de experiencias minúsculas y de interacciones sociales superficiales. Sé que no estarás de acuerdo conmigo en esto pero analiza que pensará un turista de Sevilla si visita la ciudad en semana santa o en la feria. U otro que visite Madrid y durante una semana vaya del Prado a la Gran Vía, desde allí visite el Madrid de los Austrias, vaya a las cuevas de la Plaza Mayor y cada día deguste el tradicional cocido madrileño en distintas zonas de la ciudad mientras observa a los parroquianos y cree aprender algo de sus vidas. Realmente lo que mejor aprende el turista cuando viaja es lo relativo de las costumbres y los usos sociales, y si es inteligente desde su posición debil de viajero en tierras extrañas, aprenderá algo de un valor incalculable, como es el respeto a la libertad y a las costumbres de los demás. Pero a la hora de extraer información sobre un lugar y sus tradiciones puede que dos horas leyendo una enciclopedia sea más realista y efectivo que un viaje. ¿Que no se verá entonces la majestuosidad en vivo del Partenon y que sólo eso merece el viaje? Absolutamente de acuerdo. No soy en nada insensible a esas emociones. Porque igual que muchos las siento al admirar paisajes u obras de ese calibre. Pero eso, repito, son emociones no información. Sobre el Partenon y la sociedad griega aprenderé mucho más en otros lugares, menos románticos tal vez, pero más efectivos.
Con esto no creo minusvalorar el importante y fundamental papel de los viajes como fuente y motor de dichas búsquedas y como promotor de nuevos virajes vitales en el ser humano.
Un abrazo, celebro y doy la bienvenida a tu participación activa en el blog, algo que espero que se repita con asiduidad.
No estoy completamente en desacuerdo con lo que dices. Correcta la distinción entre la parte emotiva y la parte informativa que extraes de un viaje. Cuando me refiero al interés que puede suscitar un viaje X en una persona Y me refiero, evidentemente, a la parte informativa. Ni por un momento puedo llegar a pensar que las sensaciones que se tienen o las emociones que se viven pueden llegar a suscitar una gran curiosidad en un primer momento en la persona Y. Tras varias cervecitas todo puede pasar, por supuesto. Pero preciso, por si no quedó claro antes, que esta no es la esfera a compartir, sobre todo y fundamentalmente por la dificultad de verbalizar estas emociones, tarea ardua.
ResponderEliminarRespecto a la parte informativa, en mi caso, me pongo como ejemplo, me lanzo a rascar todo lo que pueda de una persona que ha visitado un destino desconocido para mí. Simple curiosidad. Y por supuesto admitiendo que la impresión o el conocimiento que se puede obtener de un corto viaje no es de una gran envergadura, respecto a la ciudad, el país, las costumbres o demás. Pero sí te llevas bastante, o parte, o algo, en variados ámbitos. El ejemplo de Sevilla que me pones…La Semana Santa o La Feria es Sevilla en estado puro. Son algunas de sus señas de identidad, manifestaciones en donde el sevillanismo de todas las clases se da cita, y donde puedes captar una parte importante de la esencia de esta ciudad: colegueo y compadreo de postín, culto a la apariencia, camaradería bienquedista a rabiar, velado desprecio a las personas desconocedoras de los usos y costumbres locales, exaltación de sentimientos religiosos extrañamente ocultos a lo largo de todo el año… Cierto es que habría que estar con el ojo muy abierto para captar todo esto, y no quedar hechizado y transportado por el éxtasis pseudofolclorico del momento, cosa que imagino sucederá con frecuencia con los extraños del lugar…Cuña personal, manifestaciones éstas en las que me siento como un elefante en una cacharrería.
Sigo. Parte informativa, la que nos atañe. Un vago conocimiento es mejor que un conocimiento cero. Ciertas imágenes, visitas o informaciones pueden ayudarte a pergeñar una idea del destino. Aún siendo somera. Aún no he conocido a la persona que se documente a fondo sobre la historia, costumbres o usos sociales de una ciudad, antes de que la misma se ponga en su camino. Ejemplo al canto. Recientemente recibí la visita de un amigo. Me vino con un libraco de Paris inmenso. En varios días visitamos barrios distintos. Y en cada barrio escudriñamos iglesias, parques, calles, rincones, vistas, referencias…Y por las noches el personaje se quedaba leyendo el libraco, tragando información de lo que habíamos visto y preparándome la emboscada del día posterior. Ni de coña este tipo se habría leído un tercio de ese libraco si no hubiese venido a Paris (de hecho no se lo hubiera comprado). Más sus experiencias y vivencias personales. ¿Qué quiero decir con esto? Por falta de tiempo, por privilegiar otras lecturas, otras actividades etc., el contacto con una ciudad diferente, la entrega a la apertura y al conocimiento de datos históricos, a la absorción (aún siendo somera, acepto) de usos y costumbres sociales sólo se realiza cuando acudes a dicho destino. Esto es de cajón.
No nos vendamos motos. La idea es que no nos acercaremos a la realidad de Buenos Aires, Montevideo, Oslo, Paris, Bucarest, Edimburgo o más cerca, Córdoba, Valencia o Gijón, hasta que por circunstancias múltiples nuestros caminos se crucen (aparte de la información que de cuando en cuando pueda aparecer en la prensa, que sí nos informa parcialmente). Ni nos compraremos el libraco de 20 euros sobre Atenas con toda la historia del Partenón hasta que no vayamos allí. Y no trabajaremos el libraco de Paris o Buenos Aires hasta que no lo visitemos. Información no exhaustiva, de acuerdo. Pero es algo más que nada, y sobre todo información contextualizada.
Termino ya. Otro error a analizar, quizás ya en otras circunstancias, error extremadamente nocivo, sería el turista, viajante frecuente, autodenominado conocedor de mundo, de arterias y venas regadas de ilimitado enteradismo, que, fruto de dichos viajes comienza a dar banales lecciones de experto en la vida, siendo la columna vertebral de todo su discurso el siguiente comentario: “Hasta que no sales de tu país no te das cuenta de lo que pasa en el mundo”. Esta es la absurda enseña de estos energúmenos. Estos gurus revelan, tajantes, lo que existe fuera de las fronteras, sin ambages ni medias tintas. Los he encontrado a menudo, sobre todo en Sevilla, cuna patria de faroleros. Estos tipos, con esa actitud de estar por encima de los demás, ayudan a despertar discursos antivisitas y antisalidas del país. Propongo que cuando nos encontremos con estos nuevos profetas de la Verdad de lo que existe fuera actuemos como Bill Murray en Atrapado en el tiempo, al encontrar al pesadísimo amigo de la infancia… (juanma, copyright de la referencia)
Un abrazo fuerte. Nos veremos en breve. A ver si no pierdo el ímpetu (sic).
Que la fuerza nos acompañe.
Gracias José Almeida, necesitaba sentir que no me he vuelto loco.
ResponderEliminarUn saludo
Buen análisis, es algo que vengo pensando hace un tiempo.
ResponderEliminarCreo que esta bien viajar, conocer y sorprenderse. Me alegra que estemos en una generación donde sea mucho mas accesible.
Ahora yo me planteo, por qué los medios gastan tanto en promocionar el viajar, idolatrizar a los que viajan. Estoy cansado de ver post, publicaciones, publicidades donde incitan a la gente a salir de la zona de confort mediantes viajes. Ponen en un pedestal a quien se anima a ir a algun lugar bien exótico y a quien llega más lejos.
Opino que ahí hay un error, no es necesario viajar para salir de la zona de confort, para experimentar nuevas cosas, se puede viajar y vivir aventuras en tu lugar. He visto mucha gente que ni siquiera disfruta del todo viajar.
Ahora viene teoría conspiracionista, será que es la manera que tiene el sistema de mantenernos como esclavos, en nuestros trabajos, añorando esa sensación de libertad, la cual vamos a poder comprar y disfrutar por un rato despues de tanto esfuerzo.
Saludos
Buen análisis, es algo que vengo pensando hace un tiempo.
ResponderEliminarCreo que esta bien viajar, conocer y sorprenderse. Me alegra que estemos en una generación donde sea mucho mas accesible.
Ahora yo me planteo, por qué los medios gastan tanto en promocionar el viajar, idolatrizar a los que viajan. Estoy cansado de ver post, publicaciones, publicidades donde incitan a la gente a salir de la zona de confort mediantes viajes. Ponen en un pedestal a quien se anima a ir a algun lugar bien exótico y a quien llega más lejos.
Opino que ahí hay un error, no es necesario viajar para salir de la zona de confort, para experimentar nuevas cosas, se puede viajar y vivir aventuras en tu lugar. He visto mucha gente que ni siquiera disfruta del todo viajar.
Ahora viene teoría conspiracionista, será que es la manera que tiene el sistema de mantenernos como esclavos, en nuestros trabajos, añorando esa sensación de libertad, la cual vamos a poder comprar y disfrutar por un rato despues de tanto esfuerzo.
Saludos
Acabo de compartir tu publicación. Estoy completamente de acuerdo. Además de todo, incentivar a viajar se volvió solo una estrategia de marketing donde lo único que les interesa es hacerte comprar un pasaje, un hotel y comida.
ResponderEliminarMe alegro de que te haya gustado. Que un post escrito ya hace tanto tiempo reviva siempre es motivo de alegría.Y seguramente sea porque no solo no ha perdido vigencia la tesis sino que todo ha ido a peor.
EliminarSaludos
yo tengo la misma impresión que tu tienes, viajar es un moda, eh escuchado amigos que no han tenido la oportunidad de realizar viajes y suelen decir que no han hecho nada con su vida, que hay que viajar y hacerlo joven, si antes había que casarse antes de los 30 ahora hay que viajar para que tu vida tenga sentido. Una moda, una tendencia social impuesta por los medios de comunicación.
ResponderEliminarY la situación, con los años, no mejora: evadirse de la realidad mediante la construcción de un artificio narrativo. Lo triste, en el caso de los amigos que dices, no es que no hayan viajado, sino que su vida les parezca tan vacía que necesiten de una ensoñación retrospectiva.
EliminarMe parece entrañable cuando habláis de las interminables fotos que os ponían vuestros amigos en 2006, ahora es mucho mejor, te ves las suyas y las de personas que te importan mucho menos que ellos en las redes sociales. Si no queríamos taza, pues tazón.
ResponderEliminarTodavía oigo reírse a mis amigas el día que dije que "viajar esta sobrevalorado". Estoy muy de acuerdo con todo el articulo, creo que simplemente es una escapatoria a una vida totalmente alienada.
No obstante, creo que dentro de 40 años veremos todo esto de los viajes compulsivos como un gran error, como una fuente de contaminación y un desastre para las ciudades.
Es cierto. A veces, cuando gracias a comentarios como el tuyo (que se agradecen siempre) vuelvo a este post que tiene ya tantos años, pienso en eso que dices, en cómo todo ha ido a peor con la explosión de las redes sociales y la necesidad perpetua de exhibición narcisista.
Eliminar10 años despues leo tu blog pero cuanto coincido. Soy de Rosario, Argentina, tengo 34 años y solo conozco Brasil para pasar unos dias en la playa. Mi entorno ha viajado a cuánto rincon del mundo exista. Increible. Si lees esto contactame via facebook.
Eliminarwauuuu cuanta verdad,, lo que tu dices aca en sudamerica empezo hace algunos años atrás 2010 aprox creo y como siempre copiamos lo que viene del primer mundo vamos desfasados.. ya que culturalmente he históricamente siempre hemos sido influenciados culturalmente, somos como los hermanos chicos de Europa y EEUU países que nos venden constantemente sus estilos de vida.. ( algo que ha venido cambiado por la globalizacion con el Internet) el tema de los viejes lo veo como muchas cosas que las personas hacen por y es mas que nada por cuestiones de status esa sensación de posicionarse sobre otros, asi lo veo yo, mas que por los viajes... porque hay gente que se va a encerrar a un lugar en otro continente haciendo lo mismo que puede hacer en una playa mas cercana? por dar un ejemplo
ResponderEliminarHola José!! soy de Argentina y comparto totalmente lo que comentás en tu blog. hoy día la gente expone su vida a cada momento y ni hablar en los viajes, nosotros tuvimos otro orden de prioridades, me parece mucho más importanete tener un techo propio que quemar la plata en viajes, de todos modos si vienes a la Patagonia, te maravillarás!! Saludos
ResponderEliminarFue escrito hace mucho tiempo pero pienso que este post no pierde fuerza, cada vez es más actual. La necesidad de exponer nuestras vidas públicamente hace cada vez más importante mostrarnos alejados de nuestras rutinas para proyectar cierta ilusión de felicidad. Y para eso nada mejor que "el viaje". Me alegro de que te haya gustado.
EliminarToda la razón estimado, es la moda imperante en estos tiempos, ahora es mas importante viajar que tener una casa, total los viejos se mueren y se las dejan, los jóvenes de hoy sólo piensan en aparentar y esta es una de las formas favoritas de hacerlo, ni siquiera es por un gusto personal, es por un modelo impuesto por el sistema capitalista para enfriar las mentes básicas de la gente, total como dices los 11 meses restantes trabajan como brutos para pagar las salidas jajajajja, saludos, me encantó tu post.
ResponderEliminares uno de los mejores post qeu lei en mi vida. al fin alguien dice lo que yo pienso... pero es dificil para algunos zombies sociales entrados en la carrera intermianble del rico rata, que viaja y pone fotos en instagram. y si vos lo escribiste en el 2006 pero hoy esta mas vigente que nunca. pareciere que la gente quiere escapar de dodne solo se pone... de mostrar lo que cree que al resto le interesa. de demostrar lo que no es... a costa de pertenecer a ese todo. se nota que tocaste suceptibilidades porqeu algunos te saltan al cuello... ladran sanchos...
ResponderEliminar¡Muchas gracias!
Eliminarvivir 350 dias como un mendigo...para pasr 10 dias como un millonario.... no me cierra la balanza. jajaja
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