Por entonces tenía un cuaderno de pastas azules donde escribía de manera caótica, intentando reflejar lo imposible: el paso del tiempo. De aquel 21 de septiembre sólo tengo una pequeña anotación, casi un mensaje de twiter o facebook del siglo XX:
“Estoy aquí. No hay palabras”
Hace ya diez años. Diez años que han pasado volando. Diez años desde que llegué al aeropuerto de Tenerife cargado con kilos de maletas e ilusiones.
Hay vidas que transcurren de manera lineal, sin grandes sobresaltos. La mía en general ha sido así. Como la de tantos. Pero a veces en las vidas de algunos hay un momento, un día, una decisión vital que marca indeleblemente el futuro. Un punto de inflexión que cambia todo. Para mí fue abandonar Sevilla (al final para siempre) y embarcarme en una aventura complicada que supuso el verdadero tránsito de la adolescencia (adultescencia si soy consecuente con mi propia terminología) a la vida adulta. Nunca podré estar lo suficientemente satisfecho de haberme arriesgado, de haber roto correosos y desgastados lazos familiares y emocionales, y de haber viajado a una isla de la cuál sólo me han quedado recuerdos cojonudos.
Desde aquí mando un abrazo a todos los godos (y algunos guanches) que andan desperdigados por el mundo y que durante casi tres años fueron mi primer refugio emocional una vez abandonado realmente el nido.
Y el más fuerte de ellos a la goda que comparte desde entonces mi vida
Como diría uno de ellos: seguimos caminando...
Como diría uno de ellos: seguimos caminando...
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