No creo que pueda haber mejor ensayo para comprender las
entrañas de la bestia. Cleptopía debiera ser lectura obligatoria para todo aquél
que quiera comprender sin ambages, sin medias tintas, el porqué estamos en la
situación en la que hoy nos vemos. Lo curioso es que está escrito desde el
corazón de los EEUU y circunscribe lo que cuenta a lo local, política y económicamente.
Pero su relato de la crisis, ese relato visceral, emocional, argumentado y
totalitario se convierte finalmente en el relato de nuestra crisis, en el relato de la crisis mundial,
en el relato de la crisis del capitalismo de casino, de la gran estafa, de la
mentira neoliberal.
“Otro ciclo diabólico para los ciudadanos ordinarios; otro
crimen perpetrado por los ingenieros de la clase estafadora. Un ciudadano de
Pensilvania como Robert Lukens ve cómo su negocio se desmorona por culpa de los
precios del petróleo. Pero esos precios no han subido por sí solos: un puñado
de bancos de inversión los han estado inflando a voluntad, gracias a que unos
cuantos políticos les vendieron el poder de manipular el mercado. Lukens no
tiene voz en todo esto y se limita a pagar lo que tiene que pagar. Parte de ese
dinero va a los bolsillos de esos mismos bancos que lo privan de su existencia
política, y otra parte, cada vez más importante, a las petroleras de Oriente Medio.
Y como ahora gana menos dinero, Lukens paga menos impuestos al estado de
Pensilvania, cuyo déficit presupuestario no deja de engordar. La siguiente
noticia es que el gobernador Ed Rendell está de gira por la zona tratando de
vender sus autopistas a los mismos países petroleros que se están embolsando
los dólares de Bob Lukens. Es una máquina de extirpar suavemente riqueza del
corazón de un país y es también una imagen perfecta de los que somos hoy en día
como nación.” (Taibbi, 2010:249)
Llegué a este ensayo gracias a Javi, hace ya unos meses. Espero
que otros puedan leerlo gracias a mí porque pocas veces se ha expuesto de una manera tan cruda el funcionamiento del modelo capitalista real (no el utópico), su dependencia política, las burbujas que genera y las consecuencias que provoca, al tiempo que se describe el desolador panorama de una opinión pública idiotizada que se complace en revolcarse en el fango de su miseria intelectual, culpabilizando de manera simplista e infantiloide (por los motivos equivocados, previamente manipulados) a los responsables políticos de la trinchera contraria, esas trincheras que ellos, con los huesos de sus cadáveres sociales, ayudan a construir y reforzar
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