Desde Zéro de conduite (Jean Vigo, 1933)...
... Pasando por Los 400 golpes (François Truffaut, 1959)...
... Por If... (Lindsay Anderson, 1968)...
... Para terminar en La clase (Laurent Cantet, 2008)
... O casi ochenta años en los que el cine deja constancia de cómo la escuela es vivida como una cárcel represora por demasiados niños que no comprenden su utilidad, no soportan sus arbitrariedades, ni las jerarquías impuestas, ni la falta de respeto a sus personas y a su intelecto...
El cine como testigo de un fracaso social, de una esperanza siempre al borde de la putrefacción, de unas formas de enseñanza que siempre se sienten como anacrónicas y alejadas del presente, incapaces de adaptarse a las necesidades educativas de su tiempo.
Y en lugar de preocuparnos por esto, por mejorar nuestras formas de enseñar y de relacionarnos todos, profesores y alumnos, en los diferentes entornos educativos, nuestro tiempo nos obliga a dedicarnos a salvar los restos del naufragio, a eludir los graves problemas que asolan a los sistemas tradicionales de enseñanza para defender en primer lugar su propia existencia, como garantía de superviviencia de esa mínima posibilidad de justicia social que la escuela, aunque sea pobremente, intenta al menos garantizar.
Bueno, Pepe, si te fijas, "La clase" introduce un elemento nuevo. Tradicionalmente, en el cine la escuela como institución solía aparecer como ese marco represivo y limitador del que tú hablas, con muchas variantes: la denuncia de la escuela-cárcel, las típicas memorias estudiantiles en plan comedia con gamberradas y anécdotas, la parábola tipo "If" con gran rebelión estudiantil, las que incluían una figura (en general, un profesor innovador y rebelde) que traía aire fresco... Por regla general, esas películas solían ser benévolas con el alumnado: o bien eran víctimas, o bien eran rebeldes con causa o simplemente unos tíos simpáticos; sin embargo, "La clase", sin salvar la imagen de la escuela como marco, sí que tiene la innovación de no presentar a los alumnos como angelitos, sino que su cámara casi documental saca a los inocentes y majos como inocentes y majos y a los violentos o cínicos redomados como violentos o cínicos redomados y formando parte del problema. En este aspecto, la película, que es un intneto de retratar los problemas de la escuela real de hoy, tiene a mi juicio la valentía de dejarse de eufemismos. Esas cosas suceden, tú y yo lo sabemos como profesores que somos. También nuestra condición de profesores nos hace ver en su dimensión exacta la imagen del profesor de esa película: para el profano, podrá aparecer como un tío majo que hace lo que puede con esos chicos tan difíciles, mientras que el profesional lo verá claramente como un muchacho bastante inepto en el uso de los recursos para cotrolar una clase. Esto es un nuevo rasgo de valentía, ya que ese profesor es trasunto del autor del libro en que se basa la película. ¡Hay tantas cosas...! Fracasamos en muchas, pero, como tú dices, el hecho de abrir todos los días y enseñar todos los días es ya por sí solo un éxito que de cuyo alcance yo creo que ni nos damos cuenta nosotros mismos.
ResponderEliminarEs interesante lo que apuntas, de hecho el gran valor de "La clase" es precisamente ése, desplazar el punto de vista desde los alumnos al profesor, por lo que la fotografía que se consigue es completamente diferente a lo habitual. Pero eso sí, permanecen los problemas que ya estaban apuntados en el resto de películas y si cabe, en mi opinión, aún se muestran con mayor intensidad, porque ya no es tan fácil excusarlos en profesores que parecen psicópatas o babosos sino que los profesores aparecen como unos profesionales cualesquiera, desbordados o pasotas (¿mediocres? ¿incapaces?)enfrentados a unos niños que siguen igual de desnortados pero que además son presentados (y ésa es la novedad) con todos sus matices, sin eludir su falta de responsabilidad, su mala educación y la dificultad intrínseca que conlleva su enseñanza en el día a día
ResponderEliminar