Estos son los libros nuevos (sin contar relecturas) que leí durante el año que ya terminó. Un año complicado, difícil, donde en muchas ocasiones leer fue demasiado complicado. Es lo que hay.
- La casa de hojas – Mark Z. Danielewski. La historia central es apasionante (a ratos) y no deja de tener interés en ningún momento el juego espacio-temporal en el que sumerge al lector. La novela como artefacto posmoderno, las notas a pie de página, las historias colaterales, las digresiones pedantes, terminan cansando un poco pero no sería una novela tan interesante y perdurable sin todo eso. Recomendable.
- Intemperie – Jesús Carrasco. No he hablado con nadie de esta novela al que no le haya parecido una maravilla absoluta. Y para mí es incomprensible: ruralismo telúrico para urbanitas nostálgicos, que parecen echar de menos un campo y un tiempo que afortunadamente no conocerán. Historia mínima y personajes arquetípicos para volver a acercarse a una manida España negra aderezada, en este caso, con una imponente pedantería que provoca impulsos homicidas con las minuciosas descripciones.
- La ridícula idea de no volver a verte – Rosa Montero. Un híbrido extraño entre ensayo (sobre Marie Curie) y novela autobiográfica mediante el que la autora intenta exorcizar los demonios provocados por la muerte de su pareja. Sincera y efectiva, transmite el dolor y la necesidad de continuar caminando. Me gustó.
- La trabajadora – Elvira Navarro. El comienzo es tan bueno, tan brutal, tan desconcertante, que la historia deshilvanada que se construye a partir de ese inicio empequeñece con el pasar de las páginas, hasta una cierta irrelevancia final. Una novela con mucho potencial que terminó cayéndoseme de las manos.
- La transmigración de los cuerpos – Yuri Herrera. Curiosa historia que utiliza como marco una epidemia que tiene paralizado a un país. Con tintes de realismo mágico y de novela negra uno tiene cierta sensación de déjà vu, tanto con el estilo como con lo que cuenta. Y al final la terminé de leer con un regusto agridulce, sin emoción alguna.
- ¿Y tú qué miras? La televisión que no ves – Mariola Cubells. La autora, con gran experiencia en el medio televisivo, destripa y muestra las entrañas de la bestia catódica: sus miserias, las envidias, la presión por el share, la mediocridad imperante… Y también transmite cierta amargura por lo que podría haber sido la televisión (y en ocasiones consigue ser), por el potencial perdido, por las capacidades humanas infrautilizadas en productos de bajo coste y alta rentabilidad inmediata. Interesante, aunque le falta profundidad.
- El hombre sin rostro – Luis Manuel Ruiz. El autor lo tiene casi todo: los personajes, la época, ese sabor pulp de la vieja literatura fantástica, unos personajes carismáticos y bien esbozados… Pero algo no termina de funcionar, de cuajar, algo falta para que una historia que debiera haberme hecho disfrutar mucho tan solo me termine agradando en ciertos momentos. Habrá que esperar a las próximas entregas para volver a encontrarnos con unos personajes con mucho recorrido.
- Escarnio – Coradino Vega. Una novela que se hace demasiado corta. Ambientada en el oscuro mundo universitario de mitad de los 90, la opresión intelectual que vive el protagonista de la historia sirve como metáfora de una España que por mucho que intente vestirse con el traje de la modernidad sigue conservando los viejos harapos de un pasado nunca del todo cerrado. Me gustó.
- Los productos naturales ¡Vaya timo! – J. M. Mulet. Un repaso somero por las variadas e imaginativas formas en las que la imbecilidad ha tomado cuerpo en este nuevo siglo: la superchería, el pensamiento mágico y las pseudociencias siempre han existido; lo nuevo es la cantidad de gente que defiende con naturalidad esta ingente cantidad de basura intelectual sin que parezca preocupar a nadie.
- Lecciones de cine – Laurent Tirard. Conversaciones con algunos de los mejores directores de cine activos a finales de los 90, en las que se profundiza más en sus emociones e influencias al encarar los rodajes que en cuestiones técnicas más superfluas. Masterclass en las que se aprende mucho de cine leyendo lo que piensan algunos de los grandes. Interesante.
- El crimen del palodú – Julio Muñoz Gijón. Continuación de las aventuras de Villanueva y Jiménez en esa Sevilla tan hiperbólica como reconocible que el autor reconstruye. En este caso los asesinatos (rancios) que la pareja debe resolver se producen en el contexto de la feria de Sevilla. Y es que señores, no nos engañemos, que por motivos económicos Sevilla prescinda de la Cruzcampo para pasarse a la Mahou es, sin duda, motivo para montar ya un 15M en la ciudad. Para sevillanos sin prejuicios y sin ambiciones de leer literatura.
- Superficiales – Nicholas Carr. Uno de los ensayos de referencia de ese movimiento que intenta advertir sobre ciertas consecuencias negativas que el uso intensivo de Internet provoca. El autor utiliza multitud de ejemplos y ciertos estudios científicos (en ocasiones interpretados de manera demasiado especulativa) para construir su tesis: la red está provocando un cambio en la capacidad humana de procesar la información, impidiendo aprendizajes profundos y sustituyendo el pensamiento reflexivo por un tipo de pensamiento multitarea superficial. Muy interesante.
- Persépolis – Marjane Satrapi. El cómic narra la vida de una chica iraní (de familia acomodada) que vive en primera persona todos los cambios y conflictos que supusieron la llegada del régimen de Jomeini. Sus páginas son la mejor denuncia del fundamentalismo religioso convertido en eje social de un país en permanente conflicto, así como de la desidia e incomprensión internacional ante los horrores a los que es sometido una población considerada “enemiga”. Fantástico.
- Yo soy Espartaco – Kirk Douglas. Se lee de un tirón. Con la facilidad que nos da conocer tan bien el mundo del viejo Hollywood que relata y con la certeza de que lo que cuenta Kirk Douglas en primera persona sobre la gestación de Espartaco tiene tanto de mitológico (y por tanto falso) como la historia que relata el propio film.
- Crisis S. A. El saqueo neoliberal – Ana Tudela. Ensayo guerrillero que intenta poner números al fraude económico que supone la traslación a la población (no solo a ese ente abstracto que es el Estado) de las deudas privadas de un capitalismo especulativo que jamás asume las posibles pérdidas que su actividad puede generar.
- Indies, hispters y gafapastas – Víctor Lenore. La furia de un converso siempre trae consigo descubrimientos interesantes. En este panfleto visceral, Lenore carga contra los modernitos y contra el clasismo hipster. Y aunque tal vez acierta en la crítica a ese individualismo elitista construido a partir de unos gustos dudosos (aunque carece de matices y profundidad en la argumentación), parecen precipitadas y poco reflexivas algunas de las alternativas que propone.
- La novela de la no ideología – David Becerra Mayo. Un ensayo valioso en el que, a partir de la errónea concepción que se suele tener de la "novela ideológica" (izquierdista, con mensaje, moralista...), se pone el acento en esa otra literatura que se considera "no ideológica", cuando tan solo se puede considerar así porque es interpretada a través del prisma de la ideología dominante: liberal, individualista y emocional.
- El prisionero de Sevilla Este – Julio Muñoz Gijón. Tal vez la más floja de la trilogía sobre la "sevillanía y las buenas maneras". A pesar de ello, el whisky y esa rancia sevillanía que destila de nuevo la historia consiguieron que volviera a reírme mucho con algunos de los giros de la historia. Para convencidos.
- Comer sin miedo – J. M. Mulet. El autor sabe de lo que habla, sabe que lo que dice es polémico y arremete sin piedad y con mucha ironía contra los mitos que el pijoecologismo ha terminado por imponer como verdad innegociable a la hora de alimentarnos. Un ensayo muy valioso, necesario y que se apoya en la ciencia para desmontar tópicos y falacias extendidas.
- Bolonia no existe: la destrucción la universidad española – Varios autores. Una colección de artículos escritos en el momento en el que, bajo el paraguas del gobierno socialista de Zapatero, se implantaba Bolonia en la universidad española, con la oposición de alumnos y profesores. A pesar de las buenas intenciones y de que los artículos están escritos con un enfoque crítico en mi opinión, absolutamente correcto, lo cierto es que destilan un letal academicismo que, mezclado con la ausencia de argumentos verdaderamente originales y de calado, hacen que su lectura sea absolutamente irrelevante. Decepcionante.
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