Que la izquierda a la izquierda del PSOE no tiene altavoces en los medios de comunicación de este país ha quedado de nuevo constatado en la manera en la que ha sido reflejada la noticia de la obscena huida de Rosa Aguilar a las filas del PSOE. Una espantada cobarde y rastrera, al encuentro de un nuevo refugio caliente y seguro donde continuar una carrera política que justo ahora se veía amenazada de muerte.
Espectáculo bochornoso fue el que dieron Carlos Alsina y Julia Otero ayer por la tarde en Onda Cero, atreviéndose incluso a criticar (llegando al insulto) las palabras de rabia contenida (aunque educada) de los máximos dirigentes de IU ante la flagrante traición política de la cordobesa. Los intentos de ambos periodistas de otorgar visos de normalidad al transfuguismo de esta mujer, el patético empeño que pusieron para convencer a sus oyentes que lo que pasaba era que en este país todavía estábamos muy atrasados en democracia y que algo como lo que ella había hecho había que tomárselo con normalidad, fue algo pueril. Sólo queda imaginar lo que hubieran dicho de ella si hubiera sido del PP o del PSOE. No es difícil planteárselo: despellejada y colgada de la plaza pública. Como lo fueron Tamayo y Sáez en su día en Madrid.
Rosa Aguilar era la alcaldesa de la única capital de provincia gobernada por IU. Eso era desde luego fruto en parte de su capacidad política, pero no se puede olvidar la herencia que había recibido del trabajo bien hecho de otros miembros de su partido en dicha ciudad (sin ir más lejos del propio Anguita). Se sabía esperanza desde hacía años de muchos compañeros dentro de IU, locos porque cogiera las riendas de un partido que caminaba (y lo empujaban) desde hacía demasiado tiempo hacia el abismo. Pero siempre se negó a dar el paso adelante. Con excusas. Todas. La última vez fue tras el fracaso electoral de las últimas generales, cuando se la invocó de nuevo para que reuniera los restos del partido e intentara recomponerlos. Se negó, por supuesto. Decía que su compromiso era con Córdoba, que ella se había presentado a las elecciones municipales con un proyecto para la ciudad que terminaba en 2012, y que no podía traicionar a los cordobeses. Lo que no especificaba entonces era que lo que no podía era traicionar a los cordobeses por una aventura sin mucho futuro, pero sí por un proyecto que le permitirá vivir de la política en puestos decisorios durante unos cuantos años.
Porque de eso va todo el asunto, de la necesidad de poder, de la ambición de poder. Rosa Aguilar sabía que sus días como alcaldesa de Córdoba estaban contados, limitados a la próxima convocatoria de elecciones. El desgaste de su mandato y la presión de un PP que en Córdoba ya estuvo en las últimas elecciones al borde de la mayoría absoluta, vaticinaban su paso a la oposición en un par de años. Y eso es muy difícil, casi imposible de aceptar para aquellos que han catado las mieles del poder (véase si no lo que le pasó a González en 1996). Los compromisos adquiridos con los ciudadanos que la han votado porque ella se presentó libremente bajo las siglas de un partido político y en representación de unas ideas, se tiran a la basura ante la ambición personal, la avidez desmedida y la vanidad política.
Sé que escucharé voces a su favor. Serán voces templadas, comprensivas, incluso indignadas a su vez por el tono vehemente del post. Porque de eso se trata para muchos en nuestra sociedad actual: no exponerse, no mojarse, intentar hacer ver que se pueden comprender todos los puntos de vista olvidándose, curiosamente, de terminar esos bonitos discursos presentando más o menos claramente el suyo. Más que nada por aclararnos un poco, vaya.
Eso sí, siempre que los estatus establecidos se mantengan. Si no es así ésos mismos rápidamente saltan a la arena para defender lo suyo (su tema) con uñas y dientes. Porque al final todos somos más parecidos de lo que nos creemos. Aunque nos vistamos con el traje de observadores imparciales.
Actualización: la señora Aguilar sigue mejorando su posición dentro del PSOE, aunque sea a costa de arrastrarse y humillarse, intentando destruir la memoria de la que fuera una de las mejores labores de IU: la de no ceder y no apoyar los crímenes de estado.
En El País, hoy, 1 de mayo: "Pediré disculpas a Felipe González por relacionarle con los GAL"
A ver si aprovecha que está poniendo en orden su alma cristiana llena de pecados y empieza a llamar uno a uno a los votantes de IU de Córdoba para pedirles perdón por su lamentable deserción
Porque de eso va todo el asunto, de la necesidad de poder, de la ambición de poder. Rosa Aguilar sabía que sus días como alcaldesa de Córdoba estaban contados, limitados a la próxima convocatoria de elecciones. El desgaste de su mandato y la presión de un PP que en Córdoba ya estuvo en las últimas elecciones al borde de la mayoría absoluta, vaticinaban su paso a la oposición en un par de años. Y eso es muy difícil, casi imposible de aceptar para aquellos que han catado las mieles del poder (véase si no lo que le pasó a González en 1996). Los compromisos adquiridos con los ciudadanos que la han votado porque ella se presentó libremente bajo las siglas de un partido político y en representación de unas ideas, se tiran a la basura ante la ambición personal, la avidez desmedida y la vanidad política.
Actualización: la señora Aguilar sigue mejorando su posición dentro del PSOE, aunque sea a costa de arrastrarse y humillarse, intentando destruir la memoria de la que fuera una de las mejores labores de IU: la de no ceder y no apoyar los crímenes de estado.
En El País, hoy, 1 de mayo: "Pediré disculpas a Felipe González por relacionarle con los GAL"
A ver si aprovecha que está poniendo en orden su alma cristiana llena de pecados y empieza a llamar uno a uno a los votantes de IU de Córdoba para pedirles perdón por su lamentable deserción