01 septiembre 2010

El suicidio de la SER (y 2)

Una vez consumado el expediente a Paco y la suspensión de empleo y sueldo (que la final sería despido) internet fue un hervidero de información. Yo no había visto nunca nada parecido respecto a un evento como éste, en principio menor. El periodista, convertido en noticia, comenzó a ser objetivo de confidenciales y carne de redes sociales como Facebook y Twiter. Por un lado en Facebook se abrieron al menos una decena de página para apoyar a Paco y, ya de paso, despotricar contra Anido y De la Morena (que pasaba por allí y sobre el que ya no se oculta la animadversión que sienten por él muchos de los que fueron sus fieles oyentes) hasta que la selección natural unió a casi todos los admiradores de Paco en una página de apoyo común que además de reforzar la sensación de desamparo por la pérdida de un amigo de las ondas, sirvió para que sus seguidores se organizaran y recogieran la información y los enlaces mediante los que nos informábamos casi hora a hora sobre cómo se desarrollaba la historia (antes incluso que las propias empresas radiofónicas pudiesen informar de manera oficial). Lo único parecido que había visto, aunque a pequeña escala, fue la retransmisión mediante Twiter (recogido pos algunos periódicos digitales) de los despidos de ese proyecto que nació fracasado que fue Factual y donde los periodistas, en ese interregno laboral en el que pertenecían a una empresa que había decidido mandarles a la calle de mala manera, recobraron parte del ímpetu sometido y narraron en primera persona sus reuniones con la persona que se encargaba de comunicarles su despido, utilizando el sarcasmo y la mala leche en sus descripciones.

Volviendo al tema de la SER hay que incidir también en el papel que jugó el Twiter personal de varios periodistas, ya que muchas de las informaciones (directamente o mediante alusiones) surgieron precisamente de gente como Juanma Castaño, Trecet o Pedrerol que por diferentes motivos se vieron con la libertad de contar detalles del culebrón. Los internautas en apoyo a Paco se autodenominaron “los limones” y consiguieron que mucha gente del equipo de Paco que seguían aún trabajando en la SER los citaran subrepticiamente, como un guiño privado de que apoyaban a su jefe, a pesar de los histéricos intentos de la dirección de la cadena por cortar ese tipo de muestras de apoyo (que por otro lado nos debería hacer reflexionar sobre el grado de sometimiento que vivimos bajo el yugo del sistema liberal , así como la poca práctica que se tiene a la hora de emitir opiniones libres, para que lo que no deja de ser casi un juego infantil en comparación con actuaciones similares en tiempos de guerra o dictaduras fuera jaleado con enorme excitación por los jóvenes seguidores de Facebook). Fue durante esos días cuando, en un movimiento penoso y patético, la SER llegó a cortar incluso los canales de comunicación habituales con sus oyentes en los siguientes carruseles o en su página web, y censuró las opiniones enviadas a otros programas de la cadena que recibían avalanchas de mensajes comentando el asunto.

Lo demás ya es conocido: Paco González empezó a deshojar la margarita, las ofertas llegaron desde todos los sitos posibles y, en mi opinión, su destino natural hubiera sido tal vez Onda Cero, pero al parecer sólo le ofrecían el puesto a él y a unos pocos más, Y Paco, arrastrado por la marea y en plan mesiánico seguía imponiendo como condición indispensable que todos aquellos miembros de su equipo que se quisieran marchar con él tenían que tener acomodo en su nuevo destino, reduciendo por fin las posibilidades a una única cadena, desesperada como estaba por recuperar relevancia, oyentes y anunciantes, por lo que en un nuevo golpe de timón como sólo los curas saben hacer y vender, la COPE echó sin contemplaciones a José Antonio Abellán (que era jefe de deportes de la cadena y único superviviente de la época dorada Losantiana) y abrazó sin complejos a unos periodistas con los que espera volver a triunfar.

¿Y por qué tal revuelo por unos periodistas que en principio son de un escalón menor en la profesión por ser deportivos? ¿A qué viene tanto jaleo, dirán algunos? Pues muy sencillo. El primer motivo es tal vez a priori el más importante: económico. Este movimiento tan brutal de profesionales de una radio a la competencia genera una incertidumbre en un sector que no se puede olvidar que vive de los anunciantes y, desde hace años, en permanente crisis. Se estima que el Carrusel, mientras estaba comandado por Paco González y Pepe Domingo Castaño, facturaba un treinta por ciento de la publicidad de la SER. Y eso es mucho, mucho dinero (no es casual que tanto en la SER como en la COPE abrieran el sábado sus programas deportivos haciendo una lista de manera orgullosa y ¿temerosa? de las empresas que seguían con ellos). Ahora todo el mundo esperará los primeros EGM (que, a pesar de que esté más que evidenciada su incapacidad para mostrar la realidad de las audiencias, sigue siendo el termómetro por el que se mueven los contratos publicitarios en la radio española) para comprobar quién es el ganador de esta cruenta batalla que puede dejar todavía muchos más cadáveres por el camino.

Hasta ahí el motivo económico. Muy importante, claro. Pero por sí mismo no lograría explicar la magnitud del ruido mediático montado. Hay otro motivo que para mí es fundamental: el sentimental, lo emocional. Parece que la SER ha minusvalorado la importancia de este motivo refugiada en su prepotencia y en su orgullo de marca. Le puede costar caro. La SER siempre se ha mostrado orgullosa de que los oyentes la elegían a ella por encima de sus estrellas: se fue Sarda y llego Nierga y La ventana continuó siendo líder, murió Llamas y llegó Barceló y Hora 25 siguió comandando las noches políticas radiofónicas; se fue Gabilondo (quizás la despedida que se esperaba mas traumática) y llegó Francino y la SER continuó liderando sin discusión las mañanas…. Podrían tener derecho a pensar que sin Paco y Pepe Domingo (¿y sin Lama?) la marca Carrusel continuará arrastrando a unos oyentes que seguirán fieles a la cadena que les da de comer ideológicamente. Viendo lo visto parecería que no les falta razón para pensarlo pero… Yo creo que se equivocan. No tienen en cuenta que estamos hablando básicamente de fútbol, y en este terreno el componente ideológico, tan importante en el mantenimiento de las audiencias en el resto de la programación, se diluye enormemente. Está más que demostrado que la pasión por el fútbol y su seguimiento no es racional, y desde luego mucho menos ideológico (en términos de trincheras, claor, si hablamos de lo del opio del pueblo y demás entraríamos en otra discusión...). Un ejemplo lo podría estudiar la SER investigando en su propia historia. La cadena de PRISA cedió el liderazgo en deportes durante muchos años después de que José María García abandonara la cadena a principios de los 80 para formar parte del ese proyecto que parecía imposible y terminó haciéndose realidad que fue Antena 3 radio, y durante más de una década lideró sin discusión las ondas deportivas hasta que la SER, tras una larga travesía del desierto, reinventó el modelo deportivo radiofónico y con una plantilla de jóvenes periodistas liderados por De la Morena y Paco González consiguió revertir la situación (ayudada por el antenicidio del 92, claro está). ¿Cómo lo consiguieron? Convenciendo a la audiencia de que el fútbol no era espacio para la ideología, ni para la política, que el periodismo deportivo tenía que abandonar el terreno de la denuncia y la investigación y centrarse en moldear los sueño y las pasiones, en ofrecer un espacio libre de tensiones al oyente, sólo discusiones artificiales y buen rollo, un Brigadoon sentimental donde encontrar noticias blancas y entrevistas hueras, donde evadirte de la realidad, emocionarte gratuitamente y no complicarte la vida. Y triunfaron. Apabullaron. Conectaron a la perfección con lo que demandaban las nuevas generaciones que ya en lo 90 estaban hartos de sus padres y de la vieja escuela, más huraña y guerrillera, que representaba un tremendamente gastado y desprestigiado García, y plantaron la semilla de lo que es hoy la enorme y profusa selva que significa en los medios el periodismo deportivo, ése que llena horas y horas de radio y televisión, páginas y páginas de periódicos tradicionales y digitales sin ofrecer apenas nada de información, jugando a un sensacionalismo light y derivando en una enorme y continua tertulia de forofos de bar que raya en demasiadas ocasiones lo impúdico.

Pero en este panorama putrefacto lo cierto es que Paco y Pepe Domingo consiguieron que su Carrusel apenas se viera contaminado por la enfermedad general. Evidentemente nunca mintieron y se atuvieron a la idea original: diversión, espectáculo y felicidad, sin complicaciones, pero año a año consiguieron que todos los que los escuchábamos los adoptáramos, los hiciéramos de la familia, perdonáramos sus defectos (qué pesado puede ser el Poli y que estridente Tomás Guasch) y valoráramos su evidentes virtudes (ritmo, pasión, entretenimiento…). Y con eso no se juega. Son de los nuestros y hablamos de fútbol. ¿Cuál sería la razón para que la audiencia no marchara tras ellos? La SER juega con la ventaja que le da el hecho de que finalmente hayan fichado por la COPE porque a cierto oyente le va a ser muy difícil sintonizar la radio de los curas y aguantar su línea editorial en los intermedios y previas de los programas. Ya veremos, yo por mi parte lo tengo claro: cuando empiece el próximo partido silenciaré el televisor, encenderé la radio, conectaré la COPE y escucharé el “hola, hola...” de Pepe Domingo. Sabré que estoy en casa.

31 agosto 2010

El suicidio de la SER (1)

Gracias Dani, por darme una excusa con la que volver

Apasionante. Es lo primero que se me ocurre para definir lo que ha sucedido este verano y ha terminado con el trasvase de casi cincuenta periodistas y colaboradores deportivos (a la espera de algún peso pesado más) desde la SER a la COPE. Apasionante para los que desde hace muchos años intentamos profundizar en las cloacas de los medios de comunicación para intentar descubrir rastros de verdad en aquello que nos cuentan. A estas alturas no voy a aburrir haciendo sólo una crónica de lo sucedido, es fácilmente rastreable por la red a partir de ese 12 de mayo en que los habituales del Carrusel de la SER descubríamos sorprendidos que Paco (González) no se encontraba al frente de su equipo para retransmitir la final europea de Atleti. Y nos descubríamos además tontamente estafados, desorientados, como si Paquito fuera uno de los nuestros, alguien que siempre iba a estar ahí, en la SER, haciéndonos pasar un rato divertido, y no un periodista a sueldo de una empresa periodística (como tantos) y sujeto como todos a la precaria estabilidad laboral y profesional que el mercado nos hace disfrutar. El enfrentamiento de Paco con Daniel Anido y otros jefecillos de la SER a cuento de cómo sería el  Carrusel del Mundial (impidiendo que el equipo se desplazara  en la primera fase al menos a Sudáfrica y obligándole a hacer un a gira por una serie de establecimientos de Carrefour para retransmitir los partidos de España) fue el detonante final para dinamitar una situación que era cada vez más insostenible y venía de mucho más atrás. El expediente a Paco, que lo apartaba temporalmente (hasta que fue definitivo) de su puesto de trabajo por presunta indisciplina no fue más que la última batalla de una guerra a tres bandas que de manera soterrada se había venido produciendo en Gran Vía 32, desde hacía mucho, mucho tiempo. Por un lado habría que hablar de la difícil relación de Paco (y en general del gran parte del equipo de Carrusel bajo la dirección de Paco) y De la Morena. Desde hacía muchos años era conocido el enfrentamiento entre las dos figuras del deporta en la SER. Los dos se sentían con fuerza, con las espaldas muy bien cubiertas por audiencias millonarias y, con el tiempo, sus relaciones se habían deteriorado hasta tal punto que parecían comandar dos equipos de deportes diferentes dentro de la misma cadena. Con los años lo que había sido un equipo joven y cohesionado que se hizo fuerte y solidario en el enfrentamiento titánico de mediados de los 90 con José María García, se empezó a hacer pedazos justo cuando sus estrellas tuvieron que gestionar la incontestable victoria y el liderazgo en la radio deportiva española. Las rencillas, los egos y los celos comenzaron a aparecer y los bandos se terminarían por definir con el tiempo. Sólo desde esta perspectiva se pueden comprender los enfrentamientos de De la Morena con Pepe Domingo Castaño (que dejó de poner su famosa rúbrica a El larguero para ser sustituido por un menos incómodo Juanma Trueba) o el destierro interior de José Antonio Alcalá (nuevo presentador del programa nocturno deportivo de la COPE) que tras ser quemado por De la Morena en cruentas guerras contra Clemente y la Federación sus continuos piques (incluso en antena) con el propio Joserra terminaron casi con su presencia en los micrófonos de la SER, apartado y ninguneado, sólo protegido por Paco y su Carrusel. Estos enfrentamientos internos del equipo de deportes imagino que ayudaron a la bunkerización del equipo de Carrusel dentro de la SER en torno a la figura que los protegía contra viento y marea (Paco) en un proceso que empezó a disgustar profundamente a los jerifaltes de la cadena. Una cosa es obvia: el Carrusel se había convertido en un show, un espectáculo radiofónico, una fiesta de amigos, cuya excusa era el fútbol pero en el que lo que menos importaba muchas veces era el propio partido que retransmitían. Esto se hacía patente sobre todo en la ya famosa primera hora del Carrusel de los sábados (libre, excesiva y a veces extraordinariamente brillante), en los partidos amistosos de la selección donde el único interés consistía en la brillantez de la pullas entre los distintos miembros del equipo que parecían ejecutar a la perfección una serie de roles para delicia del oyente cómplice al que se le permitía participar en la juerga a través de mensajes de móvil y, sobre todo, en las retransmisiones de la Superbowl que se convirtieron en un  auténtico desfase incontrolable. Y el tiempo pasaba, y el Carrusel, y Paco, hacían lo que les venía en gana sin tener en cuenta quejas de oyentes ofendidos por algunas de sus chanzas ni las advertencias de los de arriba para que moderaran el tono de sus retransmisiones. Se sentían invulnerables. Estaban en un error. La situación se fue enquistando y tras un extraño movimiento el verano pasado por el cuál Paco negoció con la COPE el desembarco de todo su equipo (y que finalmente fue abortado por diferentes causas), al ambiente se tornó casi irrespirable. Iba a hacer falta poca cosa para que todo explotara y, lógicamente, termino sucediendo. En primer lugar una de las almas de Carrusel, Jorge Hevia, fue suspendido de empleo y sueldo, por despreciar a antiguos anunciantes de la cadena en antena en la retransmisión de este año de la Superbowl. Como espectador de la historia, como oyente, reconozco que me he reído a carcajadas con ese momento de radio fantástico, descojonante y descocado, donde un oyente hace por un momento de periodista mediante un mensaje y los periodistas olvidan quien y qué les permite su sueldo, dejándose llevar, y actuando como un grupo de amigos que se reúnen y despotrican de las exigencias idiotas de su trabajo. En este enlace, se escucha como Hevia arremete contra las encimeras y el tractor que Pepe Domingo Castaño se tirara años publicitando como si fueran lo mejor del mundo, en lo que era un magnífico ejemplo de cómo un publicista se atreve con todo y puede vender las cosas más inverosímiles. Ese fue uno de los puntos de inflexión. En otros tiempos el asunto se hubiera arreglado con una bronca privada y una disculpa pública pero parece que por fin la cadena decidió cortar las alas al excesivamente libre Carrusel de Paco y dar ejemplo de quien mandaba en la cadena con la defenestración de uno de los periodistas más queridos por el equipo. Las relaciones se deterioraron entonces todavía más y la crisis además puso encima de la mesa otros problemas: la SER (que ahora ataca a la COPE de manera indecente e infantil por “robarles periodistas”) arrastra consigo la crisis que ya parece eterna de PRISA (y que en mi opinión terminará con la PRISA que conocemos y hará que deje de estar en manos de los Polanco) y con la excusa de la crisis global quiso hacer recortes en la plantilla estable del Carrusel. Por lo que se cuenta (es imposible de verificar pero nadie de la SER lo ha desmentido y ello es sintomático) el propio Paco accedió a bajarse sus sueldo para que ninguno de sus compañeros se viera en la calle (cosa que si fuera cierta supondría un principio de subversión capitalista a tener en cuenta en toda esta historia) y con eso y su carisma personal consiguió (imagino que dándose cuenta) una posición de superioridad moral entre sus compañeros que arrastraría consigo el día de la ya famosa reunión con Anido que desembocaría en su despido. Lo demás, no por ser conocido no merece otra reflexión.

Continuará

26 julio 2010

Derrota

La derrota. Hacía muchos años sin su amargo sabor en mi paladar. Lejos queda el muro mecánico que el tipo del jersey rosa me impusiera el segundo año de carrera, mientras andaba enzarzado en aquello de la matanza del padre al tiempo que, sin remordimientos, dirigía mi nave hacia donde cantaban las sirenas del placer, alejándome de la travesía prefijada por ese otro yo, que parecía guiarme hacia los mares tranquilos de los estudios, la autodisciplina y la aburrida sensatez. Lejos quedan también las derrotas infligidas por las malditas enfermedades que devoraron familias e ilusiones justo cuando alzaba el vuelo final y marchaba hacia la ciudad telúrica, aquélla en la que sólo faltaba yo, como me cantaba por entonces Sabina. La balsa se deslizó durante años sobre el aceite de los proyectos cumplidos, los retos superados, y la satisfacción constante, sin acercarme nunca al abismo del fracaso, en plenitud, sin cadenas, ni obligaciones. Nunca fui tan libre como cuando nada tuve ni nada esperé tener. Pero los retos superados siempre significan nuevas sendas que transitar, sendas que me devolvieron al mundo, a aceptar evaluaciones externas, a volver al redil. Y sin notarlo, sin darme cuenta, desbrocé el camino, abrí la ruta para que pudiera regresar a buscarme, posibilité su llegada: la derrota me alcanzó, me arrasó, dejándome a un lado del camino, paralizado, sin saber qué hacer ni cómo responder, perdido, aturdido. Y sin entender que lo peor aún no había pasado. Detrás de ella caminaba despacio, sin prisas, lasciva y decadente, su eterna compañera: la angustia, tan olvidada en mi memoria que era casi irreconocible; por ello, mucho más peligrosa. Pero ella sí me conocía, venía en mi busca, era su objetivo, y se paró justo delante de mí. Intenté no mirarla de frente, evadirme de ella, lo intenté todo... inútilmente. Al levantar finalmente la mirada la vi frente a mí, con una sonrisa sardónica atravesando su rostro, poderosa, ofreciéndome su mano y su pecho, una mano que no pude rechazar, un abrazo que no supe evitar...

Perder el momento, la oportunidad, la posibilidad de seguir creciendo sin parar en aguas estancadas. Tanto tiempo después, la derrota y la angustia me esperaban agazapadas, entre los recovecos de mi cabeza, ésa que nunca para y analiza sin descanso todas las posibilidades, las malas decisiones tomadas en los cruces de caminos, ésas que sólo después se descubren como erróneas; la equivocada seguridad de sentirse seguro, de victoria en victoria hasta la derrota final. La tristeza, el desconcierto. La extrañeza que generan los arrebatos de angustia que me exilian del mundo, del lugar y el tiempo donde estoy, y me arrastran al infierno interior donde el peor juez posible, yo mismo, sentencia siempre en mi contra y ofrece mi cabeza en una ceremonia de purificación tribal.

Sólo queda resurgir, sólo eso me queda, pero mientras tanto me arrastro entre los restos de ese otro yo quebrado, analizando en los ratos de lucidez cuál será en esta ocasión la mejor manera de seguir adelante, de renacer, de no caer en lo que tantos auguran. Siempre, en estas ocasiones, recuerdo a Umbral citando a Baudelaire: “ser sublime, sin interrupción”. Lo demás es dejar pasar el tiempo, lo demás es perder. No es mi intención. Todavía no.

13 julio 2010

Reconectando

Volver a lo que de verdad importa. Volver escapando del agujero temporal. Escapar volviendo a aquello que me hace feliz… Por fin, surgiendo de la nada, aparece radiante y seductora una tarde sin tensiones o responsabilidades, para ser libre, otra vez, como tantas veces... Y la sigo a ella, tan loca, cálida y espléndida como siempre; la sigo por las calles de Madrid en busca de unos chavales que han conseguido lo que todos soñamos cuando fuimos niños, cuando la noche invadía nuestras cabezas y en ese estadio repleto cogíamos el último balón, en el último minuto y las horas de calle, de partidos eternos, de frustraciones, alegrías y risas nos convertían en los gladiadores modernos que levantaban los brazos disfrutando del inalcanzable triunfo… Y mientras el alcohol se desliza suavemente por mi cuerpo reconquistando antiguas fortalezas abandonadas durante meses, siento como vuelve la sensación del verano, el largo y cálido verano, el verano que cura heridas y reabre posibilidades… Y me siento tan jodidamente bien…

28 junio 2010

Tontolabas

Aparecen como setas. Están por todas partes. Proliferan especialmente en televisión. Pero también los ves en el metro, en el bus, por la calle. Nos invade una nueva generación de tontolabas. Heredera de otras en la historia. Desde el principio de los tiempos. Su idiocia me molesta, y me culpo por ello porque no debiera, al menos la suya no hace daño, salvo a la inteligencia

Estoy hablando de los portadores del plástico. Sí, de esos que llevan esas pulseras horteras de plástico cuyo precio de fabricación no debe superar los veinte céntimos y que están arrasando entre los tontolabas de este país. Se gastan cuarenta o cincuenta euros en una pulsera de plástico de colores chillones con un ¿holograma? que al parecer emite ¿frecuencias? que ¿reaccionan positivamente con el campo de energía del cuerpo?

Evidentemente es mentira. Tan sólo hace falta un ensayo científico de medio pelo para entender que carece de base científica el rollo ése de que mejora tu equilibrio y estabilidad corporal. Pero no es suficiente, porque la gente quiere creer, en lo que sea, y si encima se lo venden bien, lo convierten en un producto “cool” y consiguen que una serie de tontolabas famosos como futbolistas, presentadores de televisión e incluso tertulianos políticos aparezcan con ella en la muñeca, la moda se convierte en epidemia y los tontolabas de todo el país unen sus voces en una único grito, cuál vuvucela gigante, defendiendo su derecho a ser y parecer idiota. Y lo tienen. Es el derecho universal mejor reconocido en las sociedades de consumo modernas.

El problema es que he convertido a mi pesar, en una prueba irrefutable de que estoy ante un tontolaba, el hecho de ver a alguien con ella puesta. Y si encima intenta convencerte de que funciona, de que no sabe por qué, pero que él se siente mejor, no puedo más que confirmar en silencio mi diagnóstico. Y es peligroso. Porque la plaga se extiende y no sabe uno cuál será el próximo conocido que aparezca con una de ellas puesta y, sorprendido, descubras su verdadera identidad, ésa que siempre pretendió ocultar o tú nunca quisiste apreciar.

23 junio 2010

Fin de curso

Se acaba otro curso y todo indica que también mi etapa en mi destierro rural. Dos años sorprendentes en los que he disfrutado enormemente de mi profesión, a pesar de que la distancia ha sido un tremendo incoveniente en el día a día. Cuando un curso acaba uno no puede dejar de rememorar todos los finales de curso que tuvo en su época de estudiante y en cierta manera una de las mejores cosas que tiene dedicarse a la labor de profesor, es recuperar parcialmente las sensaciones de antaño, absorber la energía que los chicos transmiten y resoplar de alivio después de unas semanas de tensiones, exámenes y calificaciones cuando llega el final de junio. Fin de curso. Game over, again. Por primera vez he repetido instituto y durante dos años he sido el profesor de un mismo grupo de alumnos a los que he guiado por el mundo de la Física. Lo he pasado muy bien. Realmente bien. Me apenan aquellos compañeros que son incapaces de reírse, empatizar y compartir vivencias con los chavales al tiempo que se les exige y se les enseña. A mí afortunadamente me es muy sencillo compaginar ambas cosas y he de reconocer que este año un grupo de cuarto ha hecho que realmente me emocionara en la despedida. Me voy de Colmenar. Buena gente. Buenos compañeros que ya son amigos. Buenos alumnos a los que costará olvidar. No me puedo quejar. O sí... Puñetera oposición...

08 junio 2010

No hago huelga pero...

No hago huelga pero… considero que el recorte de los sueldos de los funcionarios que impone el decretazo del gobierno “socialista” de Zapatero es injusto, equívoco y mezquino. Injusto porque quita el dinero a un colectivo que nunca vio aumentar su poder adquisitivo en época de bonanza, y que es el único que asegura la limpieza fiscal de sus nóminas. Equívoco porque sirve para colocar en el centro del problema económico del país a un colectivo que no supone más que un 9.5 % del total de la población trabajadora, índice éste muy por debajo de la media europea y que no justifica la inquina y la persecución moral que sufre. Y mezquino porque hace pagar parte de los costes de la crisis a quienes por su labor y sueldo nunca tuvieron posibilidad de participar en el festín financiero especulativo al que otros sí acudieron a devorar con ansia.

No hago huelga pero… considero que la reacción social del resto de los trabajadores ante el recorte de sueldo de los funcionarios ha sido, en general, miserable y cicatera, fruto de una animadversión de fuerte raigambre fomentada por el imaginario popular, por una inexplicable envidia que surge fundamentalmente en épocas de crisis como ésta y por los poderes económicos que tratan siempre de introducir sus zarpas en el pastel de los servicios sociales que ofrece el Estado. Esta actitud sólo es entendible si analizamos críticamente la evolución social de los últimos años, el auge del individualismo y la idea del “sálvese quien pueda” que tan útil resulta para mantener a la masa asalariada trabajadora paralizada, sin capacidad de lucha colectiva, expectante. Cada trabajador parece sólo preocuparse por sí mismo, pendiente del movimiento de los cercanos para evitar zancadillas o ponerlas él mismo para medrar y mejorar y, de manera imbécil, sólo parece despertar de su letargo reivindicativo para despotricar de los funcionarios, cerrando los ojos de manera infantil y necia a la necesaria labor que casi todos nosotros realizamos. Ahora no es el momento pero llegará el día donde se tenga que volver a revindicar nuestro trabajo, aún a costa de sacar a la luz y denunciar las miserias de los trabajos de otros y de los beneficios de los de siempre. Será la hora de conseguir el respeto de nuestros iguales, de diferenciarnos y no dejar que nos presenten como funcionarios sin mentar nuestra labor específica y lo que nos costaría esa labor, esos servicios que prestamos, si los realizaran empresas sin competencia pública que nos cobraran por cada uno de esos servicios. No es el momento.

No hago huelga pero… considero que sería bueno recordar que el problema de déficit de España (que no es sólo público sino también de carácter privado) no es posible que haya sido provocado (ni siquiera en un bajo tanto por ciento) por nuestros sueldos. Unos sueldos que en su gran mayoría se sitúan en la media (tirando a la baja si nos atenemos al nivel de formación de muchos empleados públicos) de la del resto de españolitos de a pie. Sería el momento, ahora que tantos tertulianos liberales parecen “olvidar” premeditadamente el origen meramente especulativo de la crisis, de recordar la ayudas millonarias a bancos que siguen sin dar créditos a Pymes que se ahogan ante la cínica mirada del capital global, recordar el gasto en mantener en precario equilibrio los puestos de trabajo del hiperinflado sector de la construcción mediante inyecciones de dinero público a través proyectos como el del Plan E, recordar la pérdida de recaudación a través de los impuestos por la quiebra de la burbuja inmobiliaria y la incapacidad para limitar el fraude fiscal (también el legal, tipo SICAV) o recordar el coste de las ayudas sociales destinadas a paliar la horrorosa plaga del paro que asola el país. Recordar y no olvidar.

No hago huelga pero… espero que los funcionarios no olviden las circunstancias en las que se produce esta bajada de sueldo: la traición de una Administración incapaz y contaminada por infinidad de asesores de confianza política, un Gobierno que raya la ineptitud y no es capaz de tomar medidas alternativas y socialistas a las ya manidas liberales, siempre relacionadas con recortes sociales, pérdidas de derechos laborales y privatización (que son las que tomaría, sin duda, la oposición), y la certeza de que cómo no reaccionemos y reactivemos las luchas colectivas el futuro se presenta desolador.

No hago huelga porque... soy incapaz de salir a la calle a reclamar sólo por lo mío y sólo por mi sueldo y mis condiciones laborales, eludiendo una realidad que nos muestra que los más afectados por la crisis no somos nosotros sino los casi cinco millones de parados, las familias hipotecadas que son incapaces de salir adelante, la gente que trabaja sin cobrar por las deudas que acumulan sus empresas (muchas de estas deudas son impagos de la propia Administración), la gente que ha visto reducido su sueldo unilateralmente bajo amenazas de despido o Expedientes de Regulación, o aumentadas sus horas de trabajo y se mantienen callados, amedrentados al no disponer de paraguas sindicales que los defiendan.

No hago huelga porque… no nos podemos permitir seguir luchando por separado para después mordernos los unos a los otros. Y por ello espero que por una vez los sindicatos cumplan con su parte o seamos capaces de movilizarnos sin ellos para encontrar la manera de descubrir alguna vía de ataque que sirva para canalizar esos sentimientos entremezclados de cabreo, rabia y perplejidad que tienen la gran mayoría de los trabajadores españoles. Estoy a la espera de huelgas generales, globales, indefinidas donde los trabajadores nos unamos de una puñetera vez y levantemos la voz contra este Gobierno débil e inútil, contra una oposición canalla y ventajista, contra un sistema que nos ha dado de lado y ha provocado las mayores brechas en la historia de las sociedades modernas entre ricos y pobres, y contra los poderes fácticos económicos que ejercen de supragobiernos convirtiendo nuestros parlamentos en meros gestores de temas intrascendentes y transformando nuestras democracias en dictaduras blandas gobernadas por el capital.

Y realmente levantemos la voz para hacernos oír.

28 mayo 2010

33

33 son los que llegan para no volver. 33 no es un número lostiano lo cuál se agradece para poder perder la fe. 33 fueron ya los de ella hace 3 (el segundo divisor de 33). 33 es un no primo que el alumno despistado y poco constante en la aplicación de reglas termina por decidir que lo es. 33 se cumplen el 28, y ése tampoco es un número de Lost: puede que en algún momento significara algo pero ya no hará falta saberlo, sólo creer y sentir, en ningún momento razonar. 33 supone que un tercio de mi vida ya la pasé fuera de la ciudad que me vio nacer: dato que sólo podrá crecer o estancarse pero no disminuir. 33 son las excusas para escribir. 33 los motivos para dejar de hacerlo y volver a lo que de verdad es prioridad. 33 es un tercio de lo que me bajará en neto aproximadamente mi nómina. Que a los 33 murió Cristo no deja de ser una leyenda bien vendida por las agencias de publicidad cristianas. 33 es el tercer múltiplo de 11 y a los 11 yo sufría de asma el triple de lo que sufro estos días en la estepa colmenarete: ese tercio sigue siendo francamente molesto. 33 es un año menos de los que vivió mi hermana Mercedes y la mitad, casi, de lo que vivió mi padre. 33 son los años con los que mi madre se quedó embarazada de mí. 33 ya cumplieron todos mis hermanos salvo un galo irreductible que siempre anda pisándome los talones y su fiel padawan, ése que sin ser hermano lo siento desde siempre como tal. 33 son las películas de Ford que tengo (de momento). 33 son las hostias que metería a más de uno si fuera la persona violenta que no soy. 33 los abrazos y besos que debiera dar y para los que nunca encuentro el momento adecuado. 33 las copas que debiera tomarme hoy aunque seguiré adoptando el rol de abstemio ocasional. 33 días faltan para las vacaciones. 33 es un número cualquiera, uno más, otro más que sólo cobra un significado especial durante 24 horas. 33 hoy. El tiempo.

12 mayo 2010

Sin alternativas

El problema no es que les (nos) bajen el sueldo a los funcionarios. El problema no es que congelen las pensiones. El problema no es que se eliminen prestaciones sociales que ya en su origen fueron innecesarias y demagógicas como el cheque-bebé. El problema no es que el déficit fiscal del que tanto se habla haya aparecido dos años después de que el superávit permitiera veleidades como aquellos puñeteros 400 euros. El problema no es que a la falta de unos ingresos que se podrían haber conseguido mediante impuestos que se no se hubiesen bajado irresponsablementese se le haya unido el coste económico de una masa de parados desesperante e imposible de asumir. El problema no es que la deuda pública haya crecido ayudada en gran medida por las inyecciones de dinero público a unas entidades financieras que han especulado e inflado la burbuja económica, unas ayudas "necesarias" para “tranquilizar” a un mercado que poco tiempo después tiene la desfachatez de devolver la la moneda exigiendo reformas y recortes que reduzcan la deuda contraída precisamente por darles a ellos dinero y conseguir que la economía no se hundiera. El problema (aunque suene a manido) no es que siempre penen y sufran las crisis los mismos en los sistemas capitalistas. El problema no es tener que apretar los puños y contener la indignación cuando a las propuestas presentadas y con casi cinco millones de parados se le añade ese melifluo "se estudiarán nuevas subidas de impuestos a las rentas más altas para contribuir a la reducción del déficit". El problema no es tener que escuchar al portavoz de la patronal perdonando la vida al gobierno y afirmando que las medidas son necesarias y correctas, que les da su apoyo aunque se debía ir más allá y aprovechar el momento para discutir la privatización de la gestión de los servicios públicos. El problema no es recordar la tabarra que llevamos algunos dando hace muchos años en relacion a que las bajadas de impuestos a la larga nunca benefician a la clase trabajadora, que la eliminación del impuesto de patrimonio sólo beneficiaba al que tiene mucho que heredar, que la insultante fiscalidad de las SICAV compromete la democracia de este país y el principio de igualdad, que las rebajas de las tributaciones de las empresas nunca llegan a los trabajadores, que las putas desgravaciones eran otra engañifa mediante la que el mercado inmobiliario se hacía de oro a costa de la especulación y de los impuestos de todos los españoles, que la espiral autodestructiva de parte de la población asalariada intentando comprar y vender viviendas a precios desorbitados terminaría volviéndose como un boomerang contra los pobres ilusos que creyeron las mentiras que les contaron lo que hablaban de inversión y crecimiento exponencial infinito. No. Todo esto se podría soportar, se podría asumir, se podría olvidar, si pudiéramos creer que había servido para algo, para poner las bases de otro tipo de sociedad, de otro tipo de crecimiento económico. Pero todos somos conscientes ya de que no será así. Que todo esto sirve para reforzar aún más el modelo neoliberal de la economía, que los que pensamos que algo podría variar fuimos unos ilusos. Que la doctrina del shock de la que nos hablaba Klein es una realidad incontestable. Y que las crisis sólo sirven para mostrar la verdad desnuda.

Porque el problema real, el que desazona, el que hace que uno se quiera encerrar en sí mismo, escapar de la realidad, salvarse como sea, beber mucho whisky, ver muchas películas, follar hasta cansarse y olvidarse de comprometerse con ninguna causa es saber que esta crisis demuestra (de nuevo) que no hay alternativa. Que el capitalismo en su versión globalizada va a terminar invadiendo y devorando todos los espacios públicos y dejando a los estados un papel asistencial. Que cuando aparece el miedo los vecinos geopolíticos que antes se apoyaban y decían construir un futuro de unión se miran con desconfianza, arremeten unos contra otros y abandonan al débil en su travesía del desiero. Que sólo parece quedar un largo camino de derrotas en batallas perdidas antes de empezar. Que lo que nos pasa hoy volverá a pasar. Que la crisis que acabe con el próximo ciclo de crecimiento provocará terremotos sociales semejantes. Que el estado de bienestar será cada vez más esquelético. Que ya no sabemos cómo combatir porque las armas políticas del siglo XIX son obsoletas en el siglo XXI y hemos sido incapaces de darnos otras para intentar cambiar las cosas.

Que al final Fukuyama va a tener razón aunque desde otra perspectiva a su imbécil triunfalismo, y en un mundo sin alteridad sólo será posible un capitalismo voraz y devastador que consuma todos los recursos de crisis en crisis mientras le alquilamos cada vez más tiempo de nuestras vidas.

Fantástico.

28 abril 2010

El profesor que miraba fijamente a la gallina

Ayer El País nos ilustró de nuevo con uno de esos artículos melifluos en los que lentamente, mientras parece tan sólo informar sobre el fracaso educativo en nuestro país, va intentando inocular en el lector la posibilidad de soluciones "radicales" al problema. Entresaco algunas de las mejores y más "divertidas" ideas expresadas por los "expertos" consultados, para que su lectura ordenada nos lleve al meollo de la tesis. Dejo que sea el avispado lector el que note la transversalidad ideológica de las voces elegidas, y cómo consiguen sus ¿dispares? intereses confluir en una camino único que aboca a la educación obligatoria a un cambio de paradigma que la despoje de sus ambiciones humanistas y culturales y la transforme en un aparcadero infantil, un espacio temporal meramente preparatorio para el mercado laboral (con excepciones, claro, pero ya sabemos quién no podrá acceder a ellas) :

Mariano Fernández Enguita, catedrático de Sociología de la Universidad de Salamanca deja caer: "Nuestro fracaso educativo nos cuesta en conjunto el triple que la crisis"

La Fundación Primero de Mayo, de CC OO propone imaginativas soluciones al problema: "acabar con la "rigidez" del sistema y ofrecer a los estudiantes con problemas alternativas al abandono o "la denostada e ineficaz repetición". A su juicio, si los recursos destinados a los repetidores se empleasen en clases de refuerzo, el sistema ahorraría y los alumnos mejorarían.

Enguita parece de acuerdo con eliminar la repetición de curso y lo argumenta (menos mal que los expertos nos iluminan): "En términos lógicos es una barbaridad que por no superar una parte menor de los objetivos se haya de repetir el 100%"

Juan Antonio Gómez Trinidad, diputado del PP aporta su granito de arena para no dejar puntada sin hilo, ni perder de vista el objetivo final de la educación a la que nos quieren abocar: "Todos los jóvenes deben saber expresarse correctamente, ser capaces de recurrir una multa y conocer sus derechos, una serie de destrezas básicas que serán más necesarias que los contenidos que hemos diseñado en el siglo XIX"

Y para terminar en un suelto nuestra querida ex ministra de Educación, Mercedes Cabrera procura que no olvidemos para qué sirve la educación y quién debe decidir sobre su futuro: "Tenemos la obligación de actuar para que el sistema educativo acompañe, o mejor dicho preceda y prepare el cambio social. Sin dramatismos, pero con constancia; escuchando a quienes son parte fundamental de él, a los profesores pero también a los estudiantes y a quienes desde fuera, desde la sociedad y el mundo de la empresa y el trabajo, tienen tanto que decir sobre qué debería ser la educación en el siglo XXI; evitando quiebras y vértigos al sistema educativo, pero sin ahorrar propuestas de renovación."

Pues esto es lo que hay. Nuestro presente educativo. Y la idea de un pacto educativo entre estas voces sólo puede provocar escalofríos. Como un amigo me comenta, ha llegado el momento de la emancipación social de la gallina. Así es señores. La gallina tiene el perfil necesario para ser nuestra próxima titulada de la ESO. No se rían. No se extrañen. No he enloquecido. Sólo piensen en ella: imagínensela, ahí, sentada en su silla, en el aula, tranquila, sin molestar. Según las programaciones de muchas asignaturas de la ESO ya tiene por lo menos tres puntos por comportamiento. Es cierto, a veces se pondrá pesada y cacareará sin control. No pasa nada, se le baja un poco la nota, pero no hay que preocuparse, con esfuerzo, constancia y por sus huevos (de gallina, se entiende) conseguirá el aprobado. ¿Que no lo consigue? Tampoco importa, se la pasa de curso para que no se estrese, porque ya sabemos que una gallina estresada no pone huevos y eso sería perjudicial para el desarrollo integral de su personalidad gallinácea. Tal vez no aprenda a recurrir multas (objetivo fundamental de la educación, como nuestro estimado político pepero nos ha mostrado) pero nuestra gallina tendrá un horizonte laboral claro, enriquecido por una formación pedagógica continua e integral, adaptada a sus necesidades, y mediante la cual podrá adquirir las destrezas y habilidades básicas que toda gallina requiere para sobrevivir en el difícil mundo del corral, sirviéndole para impedir que caiga rendida ante cualquier gallo fanfarrón que le haga ojitos. No. Nuestra gallina tendrá estudios, no querrá convertirse en una simple ama de casa y parir decenas de polluelos sin futuro que el Estado tenga que alimentar. No. Nuestra gallina accederá a un módulo de grado medio enfocado al mundo laboral y afín a sus intereses y capacidades (“Módulo de ponedora de huevos enriquecidos con proteínas ESO”), demostrando así al mundo la inutilidad de los contenidos diseñados en el siglo XIX y siendo todo un referente, casi un mito diría, una leyenda incluso, para los futuros estudiantes del siglo XXI.

20 abril 2010

Delirios de cafeína

Hoy en 20minutos una madre incapaz y con un problema irresoluble recurre al consultorio psicológico del periódico:

"Hola María Jesús, mi hija tiene 13 años y ya me dice que quiere tomar café después de las comidas, a mí me parece muy pronto. Creo también que me engaña cuando la pregunto si bebe por ahí. ¿Cómo puedo descubirlo, pero mejor, cómo puedo reconducirla para que no beba tan pronto? [...]"

Respuesta de la experta:

"Haces bien en estar atento a estos temas, pues el consumo de alcohol y sustancias estimulantes se ha disparado en los menores y muchos chicos y chicas con 13 años empiezan con sus primeras "hazañas". El café no está indicado para una niña de esa edad; [...]. En relación a si bebe o no, me temo que si quiere tomar café es más que posible que esté bebiendo [...]" (las negritas son mías)

"... si quiere tomar café es más que posible que esté bebiendo..." Y se te queda tan ancha. Yo siempre lo supe. La primera vez que pedí café a mi madre noté el miedo en sus ojos, pero también lo irremediable de la nueva situación. Quería probar el café. Iba a ser un alcohólico. Seguro. Si algún día tengo un hijo pequeño y me pide café sabré que ya está perdido. Futuro drogadicto. Junto al café le serviré un chupito de Jameson. Por lo menos que sea capaz de apreciar la calidad.

Desde esta mañana miro a mi alrededor con otros ojos, como si me hubiera colocado unas gafas con las que descubrir una realidad que estaba ante mí sin que yo lo notara. Estoy aterrorizado. Esta sociedad está repleta de peligrosos drogadictos bebedores de café. Se camuflan, quieren hacernos creer que tomar esa perniciosa infusión es natural, pero a mí ya no me pueden engañar, la psicóloga me ha hecho ver la luz. Nuestra civilización caerá consumida en una peligrosa espiral de autodestrucción. Todo comienza con el consumo de esa peligrosa droga de diseño: la cafeína. Probar el resto de drogas una vez probado el traicionero café es cuestión de tiempo.

Me acabo de levantar de la siesta. Me he tomado un café. Me siento nervioso. Tenso. Necesito algo más. He abierto la espita. Mi cuerpo me exige un whisky. O varios... ¡Maldito café!

08 abril 2010

Revelaciones

"¿Soy el único que desconfía de las películas galardonadas por el público en los festivales de cine? Cualquiera diría que los asistentes de a pie están empeñados en ejercer durante los certámentes como quitacolumnistas de lo que consumen a diario en las salas comerciales y la pequeña pantalla, distinguiendo a la postre casi sin excepción la película más pueril de entre las programadas."

Diego Salgado en Cahiers du Cinema a propósito
de la película Siempre hay tiempo de Ana Rosa Diego

La fina línea que separa la pedantería del análisis lúcido La asfixia de la coacción invisible, que exige respetar de manera acrítica y artificial, buscando la aquiescencia y la complicidad de la masa, que reivindica su mediocridad como canon rector, su ignorancia como derecho inalienable y su inviolable honra como elemento amenazador: cualquier ofensa será origen de linchamiento público (el conocimiento y la erudición como síntomas de enfermedad o frikismo, que deben llevarse en silencio, sin ostentanción y hasta con cierta vergüenza). Con su coro de intelectuales que asumen el signo de los tiempos y se postulan como tutores de la vulgaridad en nombre de una extraña democratización de las obras culturales. La visceralidad sincera cimentada en argumentos como máximo elemento perturbador, que a veces permite vislumbrar las sombras, intuir Matrix. El esnobismo como amenaza latente, siempre parcialmente presente, la otra cara de la moneda, tan difícil a veces de discernir.

Una crítica que estimula y se moja sin disparar desde una trinchera. Un soplo de aire fresco.

04 abril 2010

Miseria moral

A través de Europa Press el insigne coordinador general de IU, el señor Cayo Lara:

"El coordinador federal de Izquierda Unida (IU), Cayo Lara, ha explicado que cuando vio la primera imagen del disidente cubano Guillermo Fariñas el día que éste anunció que iba a ponerse en huelga de hambre, "estaba tan delgado que parece que venía ya de cuarenta o cincuenta días en huelga de hambre". "Que se busque en la hemeroteca las fotografías que aparecieron de Fariñas", propuso en una entrevista con Europa Press."

No sé si lo que más asco me da es la indiferencia que manifiesta, lo molesto que parece que es para él tratar el asunto, la incapacidad del partido que representa para desligarse de las viejas consignas o saber que a esta gente llevo dándole mi voto muchos (demasiados) años ante el miserable, execrable e infecto panorama político nacional.

21 marzo 2010

Sobre educación, profesores, bilingüismo...

Esta mañana en el post de Perlas boloñesas recibí un comentario que me invitaba a reflexionar sobre los porqués del deterioro educativo en Madrid. Rápidamente comprendí que el tema requería de mayor espacio para la reflexión, que no podía dejarlo en un simple comentario Entre otras ideas de valor Elba planteaba lo siguiente:

"...Intentaré concretar: me dirijo a ti para preguntarte, como profesor y persona implicada en la difusión de la cultura que pareces ser, si puedes explicarme por qué no se produce una oposición dentro del sector educativo hacia las continuas barbaridades que nos caen del cielo político. El que los padres veamos en un bilingüismo pobremente aplicado la esperanza de salvación ante todos los fantasmas que nos hacen ver en la educación pública me parece hasta lógico, porque no conocemos, no sabemos, y nos dejamos llevar fácilmente (y pido disculpas para quienes no lo vean así y no se consideren dentro de esta masa de incultos en la que yo nado), pero que ni siquiera los profesores digan ¡hasta aquí hemos llegado! no consigo entenderlo."


"... imponer el bilingüismo importido por profesores que no son bilingües, además de otras consideraciones que no incluyo por conseguir abreviar, me parece un error tan gravísimo, tan maquiavélico y tan obvio que no entiendo cómo no son los propios profesores los que se nieguen a hacerlo. Si un alumno medio de la ESO ahora mismo ya no entiende las instrucciones de la lavadora, ¿las va a entender si le explican geografía e historia en inglés?"

El problema que plantea Elba es fundamental en la situación actual de la educación pública de España (no sólo Madrid), un punto de inflexión, y espero que para después del verano tanto ella como el que quiera pueda disponer aquí de un artículo más largo analizando las posibles consecuencias de la implantación en nuestras aulas de este bilingüismo segregador, absurdamente elitista y nocivo para la formación en contenidos y para el dominio de la lengua española, que, unido a la nueva moda de educar en competencias (preparar trabajadores) reduciendo contenidos, permite vislumbrar un futuro nada halagüeño para una educación pública que tendrá que lidiar con todas la dificultades que traerán semejantes despropósitos.

Ni Francia, ni Alemania (por poner dos ejemplos de peso) plantean modelos tan radicales en el aprendizaje de los idiomas, y los modelos de enseñanza bilingüe funcionan en aquellos países donde su implantación es reflejo de un verdadero bilingüismo social (véase los países nórdicos), cosa que evidentemente no sucede en España. La astracanada es intentar crear un bilingüismo artificial desde la escuela en una sociedad en la que el inglés no se utiliza porque falta costumbre y necesidad. Y eso no va a cambiar de la noche a la mañana. Lo que sí va a pasar es que una o dos generaciones de españoles van ser objeto de un experimento cuyos resultados no han sido contrastados por ningún estudio serio y que  la transversalidad social va a hacer de este modelo un elemento más de estratificación socioeconómica (¿los hijos de quién accederán a este modelo educativo?).

La implantación del bilingüismo en Madrid es una estrategia política (nunca un error aunque tal vez sí tenga algo de maquiavélico) que va a servir para desactivar completamente los mínimos intentos de contestación desde el ámbito educativo a la destrucción del tejido público educativo. Va a provocar recelos y disputas entre los propios profesores puesto que los que se adapten al modelo y se habiliten para impartir las materias en inglés (o para parecer que lo hacen) cobrarán más y darán clase a los mejores grupos en los que se convertirán en los mejores institutos, lo que unido al refuerzo (económico e institucional) que se ha hecho de la figura del director convirtiéndolo definitivamente en una marioneta de los poderes políticos permitirá que la poca energía que quede en los centros se gaste en reyertas (que preveo sangrientas) internas. De esta manera se dispondrá del margen de maniobra necesario para completar el proceso de privatización en el que anda embarcado el PP de Madrid (no estoy muy seguro por cierto, por informaciones que nos van llegando, que el PSOE hiciera algo muy distinto) desde hace muchos años. Convertir la educación en un negocio es una demanda (legítima o no, eso sería objeto de otra discusión) liberal para conseguir de esta manera reducir el gasto público trasladando parte de los costes (que en conjunto se aumentan mediante la introducción de banalidades en forma de extraescolares y demás bagatelas) al consumidor directo, unos padres que (dicho con todo el respeto) sirven de “tontos útiles” en toda esta historia, ya que a pesar de haber sido ellos mismos, en su gran mayoría, educados gratuitamente a través de los impuestos en escuelas públicas ahora, deseosos de demostrar el amor y la preocupación por sus hijos de la única manera que esta sociedad permite (es decir mediante el gasto y el consumo), e imbuidos de ese miedo visceral que se ha conseguido inocular a la población en esta sociedad decadente que demanda continuamente más seguridad aún a costa de asumir la pérdida de libertades y derechos, matriculan masiva y compulsivamente a sus hijos en la privada-concertada en busca no ya de una mejor calidad educativa (eso es lo que se dice, pero mi experiencia me demuestra que no suele ser el motivo real del abandono de la educación pública. Por otro lado todo el que conoce la educación sabe que no es una verdad objetiva que el nivel de formación que se ofrece en la privada-concertada sea superior al que ofrece la pública en condiciones similares) sino en un desesperado intento por conseguir que  sus retoños no entren en contacto directo con problemas sociales a los que afortunadamente la pública intenta dar respuesta.

Respecto a lo que Elba comenta sobre los profesores está claro que evidencia una realidad constatable cada día en los institutos: su tremenda apatía política que afortunadamente no es siempre trasladable al ámbito profesional. A pesar de lo que se intenta transmitir a la sociedad mi experiencia en diferentes centros me lleva a concluir que el profesorado en general es gente que intenta cumplir con su labor de la forma más correcta posible, aunque en un tema tan sensible como la educación siempre se echa de menos más compromiso, más responsabilidad y menos quejas en un colectivo que tiende siempre a un victimismo exasperante. Pero la apatía política (que debe entenderse no en términos de adscripciones a partidos o sindicatos sino en términos de activismo social y preocupación por las consecuencias sociales de la labor desarrollada) es manifiesta, es brutal, y el silencio del profesorado ante los envites de la administración y el general desafecto e incluso desprecio de la sociedad es ensordecedor. A pequeña escala la actitud de este colectivo no es más que una muestra representativa de esa sociedad insolidaria y vacía que tan sólo se preocupa por su propio bienestar. Porque aquí es donde quería llegar, la responsabilidad de los profesores es importante, ellos deberían ser una luz que sirviera para ayudar a esclarecer los verdaderos problemas educativos que nunca son los que airea la prensa amarilla (en ella englobaríamos a 100% de la prensa generalista española) ni los que provocan los políticos. Pero no se nos puede olvidar que al final la educación publica es un servicio que nos ofrecemos a nosotros mismo a través del estado, y por tanto toda la sociedad como padres potenciales, padres con hijos en edad escolar o padres que lo fueron, deberían preocuparse y luchar en los conflictos planteados.

Al final en nuestra sociedad cada uno termina viviendo sus propias ficciones y los padres se dejan dominar por sus miedos y no por los datos objetivos que les dicen que la educación pública funciona tan bien (o tan mal) con la privada-concertada pero que al menos en ella sus hijos no van a estar en manos de profesores coartados por las directrices ideológicas de las empresas o cultos religiosos que controlan las segundas y restringen la esencia de la educación: la libertad para poder expresar ideas (algo que debería ser innegociable en democracia). Y para que quede claro lo que planteo, cómo los profesores han asumido a la perfección ser intrascendentes como colectivo y han decidido eludir la responsabilidad de defender aquello en lo que trabajan, es necesario conocer el altísimo porcentaje de profesores de la pública que llevan a sus hijos a la privada-concertada, defendiendo su elección (como no dudo que harán los que metan a sus hijos en los programas bilingües) con las mismas ideas peregrinas que el resto de la sociedad, pero poniendo de manifiesto una incoherencia laboral e ideológica de tal magnitud que al menos nos sirve para empezar a comprender la magnitud del problema y las razones ocultas por las que nada de lo que pasa provoca contestación de ningún tipo, y sólo una enorme desazón, soledad y rabia en los pocos que todavía pretendemos intentar pensar en una educación realmente pública y de cierta calidad

19 marzo 2010

Regresión musical

Por este motivo y gracias a 90 eurazos (por persona) no estoy este fin de semana visitando a la familia en Sevilla

Nostalgias personales obligan

13 marzo 2010

Diez razones (subjetivas) para odiar a Spielberg


  • El puñetero oso de Inteligencia Artificial: la secuencia sin sentido en la que recoge los pelos de la madre adoptiva del niño-robot para, de manera meliflua, casi una hora de metraje después, poder utilizarlos en una clonación inverosímil que permite a Spielberg un final que raya la pornografía sentimental (y produce arcadas al espectador).
  • El final de La lista de Schindler: el grosero tránsito de la elegante, distanciada y adulta fotografía en blanco y negro con la que se destapa el horror nazi a un vulgar y chillón color para mostrarnos el homenaje, artificioso e impostado, de actores, familiares y supervivientes colocando una piedra en una tumba al son de la sensiblera música de John Williams.
  • El niño raptado de Minority report: el insistente uso de las imágenes del niño en el lago vistas por un Cruise yonkarra que sirven para justificar sus facistoides métodos y para que el espectador comprenda que, finalmente, habrá redención para ese padre con sentimiento de culpa.
  • La guerra de los mundos, toda ella, enterita, menudo bodrio, infumable: otra vez Cruise dispuesto a demostrar que se puede ser un padre de mierda incapaz de conectar con tus hijos en la vida cotidiana pero que, ante un ataque alienígena (algo de lo más habitual, vamos), hará lo que sea por su afligida prole para lograr la medalla de "padre del año". De nuevo la obsesión por la familia de Spielberg nos deja momentos, miradas y secuencias que nos revolverán el estómago.
  • El final de Salvar al soldado Ryan: Spielberg plagiándose a sí mismo con la secuencia que cierra la película, en la que un Ryan envejecido visita con su familia la tumba del tipo que lo salvó (matando por el camino a los otros siete u ocho miembros de su compañía, cuyos felices familiares nunca nos muestran…) para que al espectador no se le vaya a ocurrir reflexionar sobre la inutilidad de la guerra y de los supuestos actos heroicos que ha presenciado.
  • Esa cosa espantosa, empalagosa, azucarada y deplorable llamada Always: ¿alguien se acuerda de ella? Normal…
  • El Peter Pan más detestable de la historia: esa cara de panocha de Robin Williams haciendo el imbécil al principio de Hook simulando un duelo de pistoleros con un compañero de trabajo para mostrarnos la alienación capitalista del personaje. Otra vez las arcadas…
  • El plano retocado por ordenador de ET, veinte años después: para evitar que posteriores generaciones pudieran considerar que se había planteado la (horrenda e inverosímil) posibilidad de que unos policías apuntaran con sus armas a un grupo de niños en bicicleta. Menudo personaje...
  • El mundo perdido: o cómo conseguir destrozar el recuerdo de una buena película construyendo una secuela innecesaria, aburrida, con personajes planos y acartonados que consiguen que sean los velocirraptores los seres con más personalidad de los que deambulan por esa isla.
  • Y aunque suene a herejía, la plúmbea, pretenciosa, insoportable e intrascendente Encuentros en la tercera fase: pocas películas han envejecido tan mal como ésta en los últimos treinta años

28 febrero 2010

Relecturas

Las conversaciones imposibles. Las que nunca terminan porque se parten de presupuestos diferentes de imposible comunión. La desazón de saber que jamás se convencerá de nada al otro, y que conseguirlo debe ser el inaplazable objetivo a conquistar. No hablamos de arte o de religión, de literatura o de cine, hablamos de cómo configurar una sociedad, de cómo mejorar una parte pequeña de las cosas. Imposible. Envejecer. Empiezo a desconfiar de la gente que relee. O que dice releer. ¿Cómo se puede sólo releer cuando se tienen menos de cuarenta años? No soporto a la gente que dice o escribe que él ya sólo relee. Es irracional, lo sé, e incluso injusto, pero me parecen pedantes y condescendientes. La condescendencia es otra de las cosas que detesto. A veces los condescendientes se camuflan y visten con ropajes humildes y sencillos. Todo comprensión. Tolerantes, es la moda. Prefiero a los viscerales, a los que defienden lo que piensan y atacan lo que no les gusta. Son más sinceros, menos taimados, miden menos sus probabilidades de supervivencia social. Hay que ser muy presuntuoso para considerar que en poco más de quince años de vida adulta se ha leído lo que se tenía que leer, se ha descubierto lo que se tenía que descubrir y uno está ya en la situación de despreciar lo que crea la época en la que vive, salvo mínimas excepciones interesadas. “Releo a Plutarco y a Virgilio, no tengo tiempo para lo que se escribe hoy”, explica Pérez Reverte en una entrevista. Y yo admiro su cultura y su dominio de los clásicos, al tiempo que no puedo evitar apenarme por los síntomas de vejez que su declaración supone. Pero al menos él camina hacia los sesenta años. El problema es cuando este tipo de declaraciones las suelta un tipo que no llega a los cuarenta. Tal vez sea porque sin darse mucha cuenta uno deja de leer, de tener ganas de estar al tanto, de tomar al pulso a la sociedad en la que se vive; y se ve más la tele, y se pasa más tiempo jugando con los hijos o tomando cervezas. Nada de ello es criticable pero la excusa de la relectura sirve para encubrir un vacío, una vacilación interior. Una duda que se oculta en la intimidad. Cuando ya no sientes el impulso, cuando falla el ímpetu, cuando el tiempo pasa y te arrolla.

25 febrero 2010

Descubriendo Twin Peaks

Debo ser de los pocos que nunca supo quién narices mató a Laura Palmer, aunque la sensual e hipnótica música de la serie se introdujera en mi subsconciente allá por los 90, recordándome que me estaba perdiendo algo diferente

En pleno proceso de reivindicación de David Lynch, alejándome de mis propios prejuicios y adentrándome en uno de los universos más fértiles que ha dado el cine americano, os dejo con uno de los más grandes momentos que la televisión me ha dado. Albert le explica al sheriff Truman su "ideología"




Voy a echar mucho de menos al agente Cooper

07 febrero 2010

Un día de furia

Es jueves, el único día que mi horario me permite escapar de mi exilio rural un poco antes y así llegar a casa a una hora decente para almorzar. Llego a la parada del autobús que une la estepa con la civilización justo cuando éste comienza a distinguirse al fondo de la calle. Subo rápido las escaleras y al ir a saludar al autobusero el primer proyectil horrísono impacta en mi cerebro vía nervio auditivo: sin yo saberlo hoy Julio Iglesias ofrecía un concierto gratuito sólo en mi autobús, y a esta hora, para celebrar sus cien años en el mundo del espectáculo. Qué suerte la mía. Miro al autobusero y observo que no pasa de los 25 años. ¿Cómo es posible? ¿Cuál es el trauma infantil que provocó esta perversión musical y el placer sádico de compartirla con los viajeros? Igual perdió la mano de su madre de pequeño en un concierto de Julio, o quizás es uno de sus hijos perdidos, fruto de una noche de pasión con una groupie. Huyo veloz hacia el fondo del bus y despacio me voy acomodando: me quito el abrigo, los guantes, la braga que me protege el cuello en este duro invierno, y las dejo en el asiento del fondo, yo me siento en el del exterior y saco el Ipod, el periódico y el libro, al tiempo que apoyo las dos rodillas sobre la parte posterior del asiento delantero (aún libre) y me dispongo a disfrutar de una hora tranquila de lectura. No será así. Los jueves a esa hora mucha gente de los pueblos viaja hacia Madrid, por lo que a medida que vamos llegando a las paradas a recogerla yo me hago el dormido y finjo dar cabezadas al aire para evitar que nadie intente sentarse en el asiento contiguo (podrá parecer misantropía, pero yo alego defensa propia: es un coñazo aguantar la cháchara de una señora que quiere contarte la vida de su hijo, o a un señor que apesta a campo y tabaco y habla como mugen las vacas). De pronto aparece. Camina velozmente hacia mis posiciones de defensa y se sienta sola un par de filas por detrás de mí. Es menuda, no pasará de lo veinte, cara pálida, pelo largo, lacio y sin gracia, y la pobre (qué mala suerte) debe tener algún tipo de problema o tara en su extremidad superior derecha porque siempre la lleva a la altura de la oreja. Por ese motivo, imagino, y para aprovechar el gesto, siempre va con un jodido móvil pegado a esa oreja que nunca he llegado a vislumbrar. La pena es que la tara no le impide hablar. Bueno, hablar. Esta chica no habla por el móvil: vocifera, grita, vocea, usa las palabras como proyectiles contra el aparato. Llora, ríe y vive a través de ese móvil, e impúdicamente comparte su intimidad más miserable con sus sufridos compañeros de viaje. Es una Truman rural, autodidacta y encantada de serlo. Siento mi cuerpo mientras se tensa, sé que voy a sufrir. Recuerdo otros jueves: su voz aflautada que se pega a mi piel, el grado de nerviosismo que su cháchara entrecortada provoca, los minutos que pasan sin que jamás corte la comunicación inalámbrica, su vida retransmitida al detalle, su trabajo de mierda en el que libra uno de cada dos domingos, el jefe que la putea, el puto gato que no quería acoger pero su novio la obligó a ello tras diez minutos de discusión airada…Su novio, el Jonathan, madre mía, qué personaje debe ser, ya he compuesto un retrato robot a través de sus discusiones telefónicas, espectaculares, dramáticas, de ésas que si estuvieran juntos terminarían en un polvo brutal de reconciliación (temo que algún día imite a Meg Ryan y lo hagan a través del móvil), el Jonathan, yo lo imagino como una especie de chimpancé enloquecido, un Maguila local, siempre gritando y gruñendo al otro lado del teléfono, mientras la chica trata de apaciguarlo, de atenuar sus temores, su celos (¡¡sus celos!!), como aquella vez que nerviosa trataba de evitar que hiciera dos kilómetros a pie para ir a recogerla a la parada porque ella tenía que ir directa al trabajo, y se lo repitió, vaya si se lo repitió, no menos de diez veces, con las mismas palabras, con los mismos argumentos, como una roca, sólo que elevando su voz chillona un poco más en cada ocasión. Hoy el Jonathan debe estar más nervioso de lo habitual porque la chica está más alterada, lo cuál se traduce en un tono y un volumen de voz que rozan lo denunciable, mientras intenta contarle que su abuela también la jode mogollón, pero que ella aguanta, y se lo cuenta, nos lo cuenta, con detalle, hasta que viendo que el otro está aún más tarado que ella decide conectar el piloto automático y empezar a repetir la consigna, la frase que debe servir para cortocircuitar la ira de Maguila: "¡cálmate Jonathan! ¡Cálmate!" Una y otra vez, una y otra vez, pero esta vez no sirve, y el otro no se calma y ella grita cada vez más, y yo enciendo el Ipod pero la música no consigue que la deje de escuchar, y ella sigue con la cantinela, "¡Jonathan que te calmes!" Y sigue, y sigue repitiéndose, gritando, me giro hacia ella, para mirarla, no puedo creer lo que está pasando, ya parece una broma, suelto un bufido y algún taco en voz alta, una señora de 50 años que se había cabreado al subirse al bus con ella porque se le había colado, me mira cómplice, pero en ese momento su móvil suena y se transforma en otra agente de Matrix, su vida es apasionante, y excitada le comenta a su interlocutor (y amablemente a todos nosotros al constatar nuestro enorme interés) nosequé de unas compras y de cómo estaba el tiempo este año, me remuevo en mi asiento, no debiera poder ser peor, pero sí, lo puede ser, porque en ese momento una negra alta y hermosa que se había sentado delante de la tía del Jonathan responde al “agradable” sonido de su móvil y comienza a charlotear en un idioma ininteligible con un volumen de voz tan brutal que enmascara la conversación de la cincuentona, y un bebé berrea y berrea sin parar en la zona delantera del autobús, y Julio Iglesias continúa desgranando uno a uno sus grandes éxitos inmortales, y el Jonathan que no se calma ni aunque le peguen un tiro, y Madrid que todavía está a 15 kilómetros… Me acurruco en mi asiento mientras pensamientos homicidas invaden mi cerebro y pienso en Michael Douglas, y casi comprendo y aplaudo su día de furia…

31 enero 2010

Perlas boloñesas 2

"El rol de la escuela en la sociedad debe modificarse. Hasta ahora se le ha exigido que formara en valores y transmitiera conocimientos. La educación en valores es un asunto controvertido en el que el Estado debiera dejar plena libertad a los padres y los centros para buscar lugares de encuentro y colaboración. Respecto a los saberes sería necesario desterrar un currículo heredado del siglo XX, y reescribirlo a la luz de las competencias imprescindibles en el siglo XXI"

[...] En cuanto al modelo tradicional de transmisión de conocimiento, es una tarea anacrónica en el siglo XXI: el conocimiento ya no pertenece a los profesores, está en internet.

Nieves Segovia (directora general de la Institución Educativa SEK)
Las negritas son mías

Esto de desterrar currículos y tradición, de presentar el presente como la única luz que ilumina las vidas y el aprendizaje, de abandonar lo escrito anteriormente y conformar una sociedad nueva y sin prejuicios, libre (en principio) del pasado aunque presa de la familia y sus aliados, sin faros ni guías educativas, abandonada a un yo débil y desolador, para ser moldeada a imagen y semejanza de las necesidades del poder (sea éste político, religioso, económico o una asociación de ellos) ya se ha intentado muchas veces en la historia. Precisamente el siglo XX contiene buenos ejemplos que no deberíamos olvidar.

Una última perla que la autora nos deja al final del artículo publicado en El Mundo:

"[...] ¿Qué papel juega la sociedad? Por desgracia el actual sistema de financiación de la enseñanza, directamente a los centros en vez de a las familias, dificulta la exigencia y sentido de la propiedad respecto del sistema educativo."

17 enero 2010

Deconstruyendo Avatar

Cuando uno termina de ver Avatar en 3D, si es sincero consigo mismo, no puede dejar de sentirse deslumbrado, casi apabullado, por la parafernalia tecnológica a la que acaba de asistir: un espectáculo visual de primera magnitud en la que en algunos momentos del metraje uno se siente transportado a un lugar cinematográfico por el que sabe que nunca ha transitado. Los minutos en los que el personaje que interpreta Sam Worthington, ya transmutado en su avatar alienígena, pasea y descubre Pandora, el planeta surgido de la imaginación de James Cameron y de los cientos de programadores informáticos embarcados en esta película, son deslumbrantes, y durante un rato el espectador se convierte en un trasunto del protagonista, siente lo mismo que él porque el impacto de la novedad es el mismo, se maravilla con la belleza arrebatadora y prodigiosa de una flora y fauna ante la que no puede más que abandonar sus reservas y dejarse arrastrar gustosamente, sin dudas ni vacilaciones, por lo que ven sus ojos: una increíble exhibición visual conseguida mediante las nueva técnicas tridimensionales en las que la película se recrea hasta el hastío, consciente de su capacidad de impacto. Cameron es un buen director y sabe lo que quiere ofrecer, aunque se le note demasiado la larga inactividad tanto en la dirección de actores, como en el nervio narrativo y en el montaje, excesivamente tedioso y repetitivo, dotado de poco ritmo. Pero ha pasado de ser un honesto y creativo director de cine de acción y fantástico a autopostularse como el creador y pope de una nueva cruzada tecnológica que dé al cine una nueva ocasión de resurgir de las cenizas (y van…). Y eso tiene un precio.

Una vez acabada la película, a medida que pasan los días y la primera impresión va desvaneciéndose dejando paso a una lenta digestión cinéfila, Avatar va perdiendo fuelle en el recuerdo, y comienzan a verse sus enormes defectos: la debilidad de su planteamiento argumental, el nulo desarrollo de personajes y la trampa de la técnica tridimensional. Una técnica que resulta innecesaria, superflua e incluso inútil en multitud de momentos, además de convertirse en una rémora para la fluidez de la imagen ya que impide movimientos de cámara que dotan de complejidad al arte cinematográfico, apostando todo al impacto de la profundidad de campo, algo que en ocasiones resulta incluso molesto por artificioso, evidenciando al tiempo las claras limitaciones que la nueva técnica conlleva y el potencial que tiene como fuente de impacto y emociones en el espectador.

Si se analiza la película mediante parámetros clásicos y evidentemente aún vigentes (es decir, valorando el argumento, la trama y el desarrollo de personajes) es imposible aseverar que estemos ante una buena película de ciencia ficción. Ni de lejos. La dirección de Cameron es torpe, en ocasiones desmañada, se lo ve sin ese pulso firme de antaño, perdiendo grandes ocasiones para dotar a sus criaturas de ese plus que permite la identificación inmediata con el héroe y sus conflictos, algo que caracterizó siempre su cine, y aunque es de agradecer que evite la tentación de utilizar esa cámara nerviosa y sucia que se ha impuesto en el cine de acción en los últimos tiempos intentando emular pobremente la estética de los videojuegos para conseguir que el espectador se vea involucrado no sólo emocionalmente sino físicamente en la historia, y que tan buenos réditos comerciales ha otorgado a directores tan horribles como Michael Bay y Roland Emmerich (e incluso yo diría que ha dado una inmerecida fama que preveo que el tiempo diluirá sin compasión a gente que no dejar de tener cierto interés como Paul Grengrass o J.J Abrams, cuyo Star Trek se derrumba lastimosamente en una segunda visión), no consigue dotar de tensión a los momentos de acción ni de sentimiento a los momentos de emoción, siendo especialmente pueriles los grandilocuentes discursos que lanza a la tribu de los Na´vi su nuevo e improvisado líder tras domesticar al Turok Matok (cuya aparición previa, y las dos o tres líneas de guión que sirven para presentar su importancia posterior recuerdan al peor Spielberg, al de los pelos recogidos sin ningún motivo por el oso parlante de IA).

Pero aún siendo negativa la dirección técnica de Cameron (que, como ya le pasara a Lucas, no ha medido bien que la inactividad pasa factura en el ejercicio de la dirección) lo peor que se puede decir de su labor es su incompetencia a la hora de dotar de carácter a sus personajes. Podría pensarse que el hecho de que los Na´vi sean personajes generados por ordenador disculparía la incapacidad de Jack (Sam Worthington) y Neiyiri (Zoe Saldana) para expresar emociones y conseguir transmitírselas al espectador, pero es obligado recordar al maravilloso Gollum creado por Peter Jackson para no aceptar que ese motivo sirva como excusa. Esta realidad se ve confirmada por los deslucidos y desaprovechados personajes secundarios que pululan tristemente por el metraje. Respecto a ellos es menester una comparación que sirva para medir el valor de estos secundarios, haciendo hincapié en recordar que parte del mérito de algunas de las mejores películas de Cameron estribaba precisamente en la fuerza y peso de estos personajes, en su capacidad para dotarlos de una aureola casi mitológica a pesar de no aparecer muchos minutos delante de la cámara. En este sentido, respecto a la propia filmografía de Cameron, Avatar bebe de las fuentes originales de Aliens, la potente secuela del Alien de Ridley Scott que dirigiera en 1986 con excelentes resultados. Y la comparación viene al caso no tanto por la historia (que de alguna manera sirve como espejo de ésta, como doppelganger redentor) sino por la traslación de algunos personajes que transitan de una película a la otra perdiendo el alma por el camino. Dos personajes sirven como ejemplo: Carter Burke (Paul Reiser) y Vasquez (Jennette Goldstein) de Aliens que aquí se insertan con características demasiado similares bajo los nombres de Parker Selfridge (Giovanni Ribsi) y Trudy Chacon (Michelle Rodríguez).
Nada queda de la ambigüedad, sutileza, cinismo y doble moral de Burke, el enviado de la Corporación dispuesto a hacerse con un Alien a costa de lo que sea para la división militar de la compañía para la que trabaja, en el insustancial, apocado, anodino y trivial Selfridge de Avatar; y es penoso intuir el potencial del personaje de Chacon en la caricatura que deambula en helicóptero por Pandora, sin personalidad y obligada a soltar frases idiotas que intentan justificar la imposible evolución psicológica de un personaje al que el guión, la dirección y el montaje destrozan, y sólo parece un pálido reflejo de aquella Vasquez de Aliens que marcara a toda una generación adolescente allá por los 80.

Y qué decir sobre el argumento que no se haya dicho ya. Tal vez lo más interesante sea señalar lo curioso que es que, en este caso, deslumbrada por la novedad tecnológica, por el impacto visual y por los fuegos artificiales del nuevo juguete, la crítica en general aún dejando constancia de la basura de historia que se está contando, no ha puesto el dedo en esa herida, eludiendo el análisis crítico y dejando que la emoción adolescente se impusiera sobre el criterio racional. No hay que dejar de valorar la capacidad de Cameron a la hora de captar el momento anímico de la sociedad occidental (tal vez ese haya sido su gran logro con esta película) ofreciéndole un espectáculo catártico que sirviera al tiempo para evadirse de una realidad cada día más oscura y para descomprimir la responsabilidad colectiva en la destrucción del planeta e histórica en la desaparición y aniquilamiento de otras culturas. Para eso nada mejor que abandonar el discurso militarista, individualista y liberal que tanto le sirviera en su cine en los 80 y ofrecer una visión edulcorada, políticamente correcta y en sintonía con la meliflua preocupación ecologista que está invadiendo nuestras sociedades en la última década. Aprovechándose de la dificultad de criticar argumentos que defiendan tesis que se consideren correctas en el discurso ideológico dominante, pretende que pase desapercibida la puerilidad de una historia que roza la indigencia intelectual, una especie frankenstein argumental realizado a partir de retazos e ideas de otras obras, con referencias groseras que rozan el plagio a Bailando con lobos, Un hombre llamado caballo, Pocahontas, Dune o El último samurai, lo que no sería malo en sí mismo si no fuera porque es incapaz de aportar nuevos matices, cierta densidad emocional o reflexiva en las casi tres horas de excesivo metraje ,y lo único que ofrece a cambio es una extraña e inquietante preocupación ecologista que bordea peligrosamente un misticismo dogmático y casi totalitario con reminiscencias new age que se esconde entre emociones primarias de enorme candidez para enganchar a tono tipo de público.

Pero todo queda oculto tras Pandora, tras su asombrosa hermosura, su olor y textura que casi llegamos a sentir, que nos embriaga y nos abruma, conseguida mediante la obtención de un nuevo rol para el espectador que le hace partícipe, rehén de lo que ve, de un mundo que no existe pero que se nos hace real, físico, tangible y maravilloso. Una técnica tridimensional que abre la puerta a un resurgir de una industria, la cinematográfica, que habrá tomado nota no sólo de los beneficios directos de esta película sino también del mucho menor número de entradas vendidas necesarias para hacer rentable una película de presupuesto brutal que se ve beneficiada por el suplemento que gustosamente el público paga para tener un nueva experiencia que no puede conseguir en su hogar, pese a todos los modernos equipos de home cinema que han ido apareciendo en el mercado en los últimos años.

He aquí el meollo del significado de Avatar. No es casual que Cameron hable de ella como su Star Wars (ya hay ideas sobre dos secuelas que se pondrían en marcha si Avatar es capaz de sacar grandes beneficios, como así parece que está siendo). Esta película va a significar un nuevo punto de inflexión para el cine norteamericano, un nuevo salto hacia delante en su imparable camino hacia la infantilización de las grandes propuestas de los grandes estudios, tema que ya traté en mi anterior post: Cinecaína. Porque Avatar es eso: cinecaína en estado puro, cinecaína en vena, una potente droga visual que apabulla al consumidor hasta inutilizar su capacidad racional, crítica y reflexiva, despojándolo de cualquier recurso intelectual y retrotrayéndolo a un estado de perpetua adolescencia emocional. Se abre la puerta para una nueva edad de oro en la producción de blockbusters tridimensionales que arrasarán en taquilla, aunque no se puede obviar el enorme coste de producción que tienen aún estas películas y el gasto que tienen que hacer las salas para adaptarse al nuevo formato. Este aumento general de los costes va a hacer que las grandes compañías caminen sobre el alambre y traten de apostar sobre seguro, lo que significará necesariamente un menor número de propuestas y que éstas sean más conservadoras (el riesgo va a ser una utopía en Hollywood), ya que la algarabía general no debe hacer olvidar que el público del siglo XXI es un público que no es fiel a nada salvo a sus emociones más inmediatas (algo para lo que se le ha educado) y dará la espalda al formato en cuanto no encuentre sensaciones cada vez más extremas. Además como esas sensaciones no las podrá obtener en el hogar porque sus equipos de cine no están adaptados para el formato 3D, continuará la reducción de beneficios por venta de DVD y Blue Ray (¿alguien soportará ver Pandora en 2D tras haber caminado sobre él gracias al 3D?) y no habrá forma de parar las descargas en la red.

11 enero 2010

Perlas boloñesas 1

"El aprendizaje cooperativo […] es una pedagogía para la democracia que otorga el poder a los estudiantes y no tanto a una figura autoritaria (el profesor)"


Pinchar en la fotografía para verla de mayor tamaño


Extraído de un manual de formación de profesores
para el nuevo sistema universitario


En el segundo dibujo-esquema: "control emocional, aprender a negociar, aprender a perder"

Lo curioso del constructivismo pedagógico es que tras el mensaje primario que enaltece el conocimiento y el aprendizaje grupal y colaborativo, y critica la enseñanza clásica centrada en la autoridad (¿autoritaria? ¿Por qué la autoridad debe ser autoritaria?) del profesor para ceder el protagonismo a un pretendido dinamismo del alumno, no se empeña demasiado en ocultar "ese segundo nivel de trabajo": conductismo de manual para el disciplinamiento de individuos necesarios, adecuados y conformados al sistema socioeconómico vigente