El domingo 26 de febrero volví a ser tío. Habían pasado más de dieciséis años desde que lo fuera por primera vez. Mi edad de entonces y las circunstancias hicieron que a ese sobrino lo terminara sintiendo y queriendo como hermano. Ahora, con éste, no sucederá así. Será sólo eso, ni más ni menos, mi sobrino. Mi hermana Espe, la de la bata verde, la que parece que fue ayer cuando estudiaba su carrera junto a mí sufriendo los rigores familiares, la que siempre me hace reír cuando se permite sacar lo más negro de su humor, acaba de dar a luz un ente pequeño y sonrosado que no abre todavía sus ojos pero sobre el cuál llevamos posando los nuestros con una extraña mezcla admiración y sorpresa desde el domingo por la noche. Manda huevos, Espe madre. Desde aquí un abrazo fuerte y una felicitación a los babeantes padres. Ya se darán cuenta con el tiempo que acaban de firmar la más larga de las hipotecas de su vida aunque espero que sea la que soporten con mayor felicidad.
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