“Asegurarnos que lo alumnos comprendan que la ciencia es un producto cultural de la sociedad en la que se desarrolla, fruto de ella y al tiempo motor de cambio e influencia de dicha sociedad”. Esto aseguraba yo hace pocos días delante de un tribunal. Creo en ello y lo defiendo, pero esta idea no parece tener la suficiente fuerza para atravesar las endurecidas, utilitaristas y encorsetadas mentes ¿pensantes? que rigen los destinos educativos. Como escribe Merchán la escuela ha pasado de hablar de reforma a hablar de gestión eficiente, y como si de una empresa se tratase, en los últimos años se está imponiendo un discurso economicista y capitalista referido a la educación, que nos habla de optimizar resultados, obtener dividendos tangibles, gestionar con eficiencia, conseguir a toda costa resultados positivos, y cotizar esos resultados entre la acrítica y embebida opinión pública.
Pero tras las oscuridades y los malos augurios respecto a nuestra educación a nivel general, surge el brillo de un año trabajado con placer, disfrutado intensamente, con tensión y responsabilidad. Un año escolar que acaba y que supone de nuevo partir, dejando atrás algunas semillas que espero que no sean pisoteadas por profesores ciegos y sin empatía, ni por familias incapaces de educar en el estudio y en la vida. Un año en el que de nuevo he sido tutor y en el que espero no haber defraudado a mis alumnos, y que ellos hayan comprendido que estudiar no está reñido a veces con disfrutar, y que la asignatura de física y la química no es ese ogro deformado y terrible en la que la están intentando convertir (con la impagable ayuda de profesores avejentados, o sin ilusión, o con ínfulas extrañas) para promocionar materias más técnicas, menos racionales, más pragmáticas, buscando poblar el mundo de epsilons y boicoteando la formación de posibles alfas, incontrolados e innecesarios. Donde espero (aunque es difícil conocer los resultados tan a corto plazo) que también hayan recibido el mensaje de que los profesores (como a otro nivel los padres) no son tan importantes ni tan trascendentes, que pasan por sus vidas jodiéndoles un año, o si tienen suerte le hacen más interesante y divertida alguna asignatura en particular, pero que al final su educación, su formación, la conseguirán través de sus lecturas, de sus vivencias, de sus amigos, de sus ilusiones y de su capacidad de ambicionar lo que quieren sin dejarse cerrar puertas por los vampiros energéticos y los parásitos estancados que los rodearán, y sin abrir más puertas que las que ellos en cada momento estén dispuestos a cruzar.
Fin de curso. Game over.
estoy seguro de que los alumnos habrán captado el mensaje y les habrá servido como "lanzadera" para la vida que les espera y que como dices, van a dirigir, adquiriendo una formación importantísima en aquello que les inquiete o en aquello que vivan y aprendan también fuera del ámbito escolar o familiar. pero aún necesitamos más profesores con esta forma de ver la enseñanza y que sepan transmitir los verdaderos valores que van a necesitar sus alumnos.
ResponderEliminarAunque no suela dejar comentarios, desde aquí también se te sigue leyendo. Es un gusto que por mi blog se pase gente de tu talla. Tus comentarios siempre son de una profundidad y una claridad envidiable, ayudando a dar una visión más amplia de los temas tratados.
un abrazo