Por fin lo acepta, entiende que su tiempo se ha agotado,
comprende que es el fin, tal vez vislumbra que en su búsqueda desesperada de
tiempo, de más tiempo para vivir, para sentir, encontró la humanidad por la que
desesperaba. Porque ya es humano, se reconoce como tal, ya no tiene que seguir
interpretando las emociones que le arrebataron, no tiene que rebuscar entre sus
recuerdos implantados alguno que dote de sentido a su existencia. Ya no. Enfrente
tiene a su implacable enemigo, el que ha ido matando sin compasión, sin dudas, de manera
profesional, a cada uno de sus compañeros. También a su amada Pris, cuyo
maquillaje se entremezcla con su sangre artificial sobre su rostro. El policía,
el blade runner sin sentimientos, está acabado, se encuentra roto, derrotado, intimidado,
lo mira con terror, sin comprender aún por qué acaba de salvarlo de caer al
abismo. O sí. Se acurruca junto a la pared, sólo puede haber un motivo, esa
muerte tan simple, tan fácil, era insuficiente para compensar el daño
inflingido, sólo le cabe esperar la muerte, sí, pero de otro tipo, más
dolorosa, con mayor sufrimiento, acorde con el que él ha provocado. El gigante
rubio, el replicante invencible, con el torso desnudo y el clavo lacerando su
mano para impedir que deje de sentir los últimos instantes de su vida, se acerca
lentamente a él. Roy clava sus ojos sobre Deckard. Deckard le devuelve la mirada mientras Roy
se sienta frente a él. La lluvia inmisericorde elimina los últimos vestigios de
la existencia de Pris. El rostro de Roy queda limpio de muerte. Ahora tan sólo desborda vida. Comienza
a hablar, despacio, casi masticando las palabras, se dirige a Deckard pero en el fondo entendemos que nos
habla a nosotros, a cada uno de nosotros, en privado, de manera íntima, nos
habla ya desde la certeza de ser humano, desde la lucidez final, y nos habla a
los que vivimos con miedo, siempre con miedo, a los que vivimos como esclavos,
como él vivió. Las bellas gotas musicales compuestas por un inspirado Vangelis
se funden con las de la lluvia sobre la cara del replicante, construyendo el
contexto mágico de una secuencia que nos perturbará el alma para siempre. Las
palabras que brotan de los labios de Roy martillearán nuestras cabezas durante
años, quedarán retenidas en la memoria, formarán parte de nuestro equipaje
sentimental, más allá del tiempo, más allá de la vida, más allá de Orión…
Yo he visto cosas que vosotros no creeríais…
atacar naves en llamas más allá de Orión.
He visto Rayos-C brillar en la oscuridad, cerca de la puerta de
Tannhäuser.
Todos esos momentos se perderán…
en el tiempo… como lágrimas en la lluvia…
Es hora de morir.
Impecable, Pepe: la película impresiona por miles de cosas y llega el final y resulta, con esta escena, que te puede impresionar todavía más. Tu análisis, además, es perfecto: impresiona por lo que tú dices. Procedo ahora a meterte el dedo en el ojo. Primero: Scott es un director irregular, con películas buenas y esta sublime frente a bodrios com "Black Hawk derribado", con la que se le notaba que perdía el culo por ganar el Óscar (que, al final, no le dieron) mediante la trampa de un guión patriotero. La vi en una "prémier" que se hizo aquí en los cines Diversia de Alcobendas (no sé por qué conductos me llegó la invitación); ¡qué tostón!, no me eché a roncar porque el señor Scott estaba en la proyección y, como buen español, me horroriza ofender a los invitados. Segundo: la propia "Blade runner", película que me encanta, se encargó de estropearla él solito (aunque me suena que a lo mejor fue la productora) con ese pegote de final que le casca, con el señor Deckard iniciando su romance en plan week-end con la guapísima replicante por la que está colado, la cual, ¡oh maravillas de la técnica!, no tiene las limitaciones de caducidad de sus congéneres. ¡Qué memez! La película debía haber terminado en la escena de la muerte de Roy, aunque hubiese quedado sin resolver el muy secundario tema del enamoramiento, que para algo existen los finales abiertos y las presuposiciones. Tercera y "refinitiva": está muy bien que Roy perdone la vida a Deckard, quien así entiende al final que, al lado de sus piezas, en realidad no era más que un miserable capullo (lección de humildad para el género humano), pero a mí, qué quieres que te diga, me hubiera gustado más que lo hubiese tirado edificio abajo (soy así de animal) por haber liquidado a sus compañeros: los ajustes de cuentas son los ajustes de cuentas. Un abrazo.
ResponderEliminar¿Scott, irregular? Hace unos años hubiera dicho lo mismo pero a día de hoy casi diría que es un director intrascendente, que estuvo en el sitio correcto en el momento adecuado (y se supo rodear de artistas de nivel) para hacer dos grandes películas (que le deben mucho a su idea estética de cine, eso no se le puede negar): Alien y Blade Runner. Lo demás, salvando Los duelistas y tal vez Gladiator (como puro entretenimiento) es absolutamente prescindible.
EliminarAhora bien, lo que dices del final de pegote no es culpa suya. Tanto la decisión de poner la voz en off de Deckard para que todo quedara clarito y masticado, como la de incluir un final feliz artificial y forzado, fueron decisiones de los productores y Scott estaba en contra de ellas. Con los años, en el 1991 y en 2007, propuso dos nuevos "montajes del director"· en los que esa voz en off y ese final desaparecían y la película acababa cuando entran Deckard y Rachel en el ascensor, quedando claro además (y esto genera gran controversia entre los aficionados) que Deckard era otro replicante. Pero esa ya es otra cuestión
¿Intrascendente alguien que ha pergeñado Blade Runner, Alien, y los Duelistas? Irregular si, pero intrascendente es pasarse siete pueblos, Pepe.
ResponderEliminarYa sabes que pienso que parte de sus películas se las dirigió Tony, (la Tormenta infecta, la teniente "Demmy", 1492, el bodriobrimiento, o Robin Bluff), pero, tras las tres magistrales anteriormente citadas, tiene otro bloque de películas que mantienen el tipo. Gladiator y el Reino de los cielos mejoran reinterpretadas en clave de western.
Black Hawk derribado me ha convencido más en una revisión reciente que cuando la vi por primera vez. Calificarla de oportunismo patriotero es como acusar de imperialista a "Dios Ford" por sus películas del oeste (salvando las distancias: Ford es Ford, y Kurosawa su profeta). El infantilismo de los combatientes refleja el infantilismo creciente de la sociedad que los proporciona. No aborda el conflicto local, pero si el aparato militar de los Estados Unidos. Tiene ritmo y entretiene. No es una obra maestra ni de lejos, pero supera tostones como La Colina de la Hamburguesa.
Un abrazo. (Honorio)
Vale, reconozco que es muy fácil superar "La Colina de la Hamburguesa"... ;) :)
ResponderEliminarjeje... Pues sí, Honorio, intrascendente. Porque como ya he explicado, y aunque en general defiendo la "tesis de autor" en el cine (es decir que el director es el creador y máximo responsable de la película), la trayectoria posterior de Scott me lleva a pensar que lo único que tiene es un estilo propio esteticista (construido a golpe de videoclip) pero vacío, insustancial e intrascendente, y que fue la confluencia con otros grandes artistas de la puesta en escena, la imaginación visual, la música, el guión, etc lo que le permitió dirigir con éxito dos enormes películas de ciencia ficción. Y poco más. Y casi nada más
ResponderEliminarY sí, Black Hawk derribado es basura (además de oportunista y patriotera). Preciosista, tal vez, pero basura al fin y al cabo :)
Está bien, tú lo has querido. ¿Espada o pistola? ("Los Duelistas"; 1977)
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