“El cine barato y sin tiempo es el refugio negro y cálido de los que vagamos al atardecer por la ciudades de nieblas, el rincón vaginal donde el hombre acorralado por la vida va a parar cada anochecer, cuando todo queda en suspenso y él ve con claridad indeseada que sus existencia no va a ninguna parte, que no tiene amigos ni dinero ni amantes ni nada que hacer en todo el planeta. Son esos claros que hace la existencia, de pronto, esos remansos donde se enlaguna el tiempo, ocasiones que debieran aprovecharse para meditar en el propio destino y en el destino de la humanidad, pero que nadie aprovecha, pues nadie quiere ver con demasiada evidencia lo que hay cuando cierran las tiendas, se van los amigos y se duermen las preocupaciones: nada”
28 agosto 2007
En la muerte final de Umbral
“El cine barato y sin tiempo es el refugio negro y cálido de los que vagamos al atardecer por la ciudades de nieblas, el rincón vaginal donde el hombre acorralado por la vida va a parar cada anochecer, cuando todo queda en suspenso y él ve con claridad indeseada que sus existencia no va a ninguna parte, que no tiene amigos ni dinero ni amantes ni nada que hacer en todo el planeta. Son esos claros que hace la existencia, de pronto, esos remansos donde se enlaguna el tiempo, ocasiones que debieran aprovecharse para meditar en el propio destino y en el destino de la humanidad, pero que nadie aprovecha, pues nadie quiere ver con demasiada evidencia lo que hay cuando cierran las tiendas, se van los amigos y se duermen las preocupaciones: nada”
19 julio 2007
Léolo
Proyectamos Léolo, una petición de un alumno que no asistió. Una película de Jean Claude Luzon, estrenada en el 1992 y considerada ya de culto por muchos. Por mí entre ellos. Muchas películas van desgastándose en mi cerebro con el paso del tiempo, van perdiendo fuerza al desaparecer el impacto inicial; algunas llega incluso a avergonzarme o extrañar el hecho de haberlas defendido o alabado. No pasa eso con Léolo. Su impacto crece y crece con vigor dentro de mí. Sentado, entre tinieblas, casi en soledad, paladeé de nuevo cada fotograma. Porque sueño no lo estoy, porque sueño no lo estoy, porque sueño...
Léolo en un niño que resplandece entre la inmundicia y sordidez del entorno que le rodea, el barrio miserable donde su extraña y enferma familia sobrevive. No es una historia de pobreza y redención. Es un poema visual, un homenaje a la resistencia humana ante lo inevitable, un tratado terrible sobre la locura y en última instancia una apasionada defensa de la necesidad de escribir, sin ninguna razón, sin ningún objetivo, sin la vanidad del que piensa que hace algo trascendente, sin el exhibicionismo del que vuelca su alma en un papel con ánimo de permanencia. Léolo escribe para salvarse de la locura que acecha a su familia, un grupo de despojos sociales abocados a un terrible y cercano final, mientras viven un presente oscuro y pavoroso donde lentamente, uno a uno, van sucumbiendo a las tinieblas de la sinrazón. Un islote mantiene a la familia en pie, sólo uno, pero poderoso: la madre y esposa, grande e incansable en su cruzada por mantener a flote los restos del naufragio, y que asiste, sin ceder a la desesperación, a la destrucción de su familia. Sólo Léolo parece aguantar, ayudado por una imaginación desbordante que le aleja de la miseria que le rodea y que, paradójicamente, también le impide relacionarse con los demás de manera natural. A salvo, sí, pero en soledad. Siempre solo. El niño que defiende con ardor que no es hijo de su loco padre y que fue un tomate fertilizado en Sicilia el que inseminó a su madre, pasea su infancia ante nuestros ojos, al lado de un enorme y rico grupo de freaks que el director retrata con enorme cariño, con una curiosa mezcla de sutileza y vulgaridad. El niño que quería obligar a su madre a que le llamara por su nuevo nombre, Léolo, por sus ascendencia italiana, ve como finalmente la realidad putrefacta invade paulatinamente más y más recovecos de su vida, apartando a su imaginación, arrinconándola, destruyendo su imperio interior que va siendo conquistado por una sordidez vital indeseable y destructiva. Hasta que llega una noche que ya no la encuentra como refugio, una noche que ya no encuentra a Italia, no encuentra a su amor, y se queda solo, solo con su locura.
Al final sólo queda el grito desesperado de una madre que se aferra a un último intento de salvar a su niño de las garras de la inconsciencia, adentrándose en su universo interior, aceptando que sólo ahí puede sobrevivir. Una madre que grita por fin lo que tantas veces le pidieron, un nombre, sólo un nombre:¡¡¡Léolo!!!
Las luces de la sala se encienden poco a poco... Porque sueño no lo estoy, porque sueño no lo estoy, porque sueño...
18 julio 2007
La conjura de los necios (¿o son miserables?)
El periodista es cuestión no es un cualquiera, el artículo no se escribe en algún patético blog burdamente liberal o conservador de Periodista Digital, ni es una columna del absurdo Jorge Valín en Libertad Digital. No, el periodista no es un joven desconocido con ansias de hacerse valer en el renovado panorama mediático conservador, ni un vocero agitador de los que están haciendo carrera en los últimos tiempos. No, el tipo en cuestión es académico de la lengua española, ha sido director de éxito de varios periódicos, donde escribe semejante sandez es en la revista cultural semanal que cada jueves se vende con El Mundo, y su nombre es Luis María Ansón. Sólo un necio indocumentado o un miserable que únicamente busca la confrontación directa y enardecer de manera indigna a las masas, manipulando a su antojo la realidad y los datos, puede escribir lo entrecomillado anteriormente. Y Ansón no es un necio.
“El Gobierno actual quiere educar a los adolescentes no para la ciudadanía sino para que voten al PSOE y se alineen contra
El ejemplo sirve para constatar nuevamente el bajísimo nivel actual del periodismo de este país, capaz de escribir lo que le viene en gana sin que se le ocurra en ningún momento contrastar las tonterías que dice. Un periodismo que vive de las rentas en un presente tremendamente cochambroso, de momias varias por un lado, y jóvenes con más ganas de hacer méritos ante ellas que de promover la necesaria regeneración y renovación de las plumas de la prensa escrita nacional por otro. Entre los que fueron y ya no son (aunque hagan malabarismos para mantenerse en el candelero) y los que debieran ser pero malgastan su tiempo y sus columnas al servicio de los otros, la prensa escrita muere un poco cada día.
Alejándome ya de los patéticos estertores de periodistas amortizados y con un pie en la tumba escrita, se hace necesario un primer análisis de Educación para
No es cuestión de apoyar sin paliativos que sea la escuela la que se deba ocupar de dichas enseñanzas. Pero no por los motivos que
No tengo ninguna esperanza especial con la nueva asignatura. Lo cierto es que no es más que un parche que sirve para discutir y gritar mucho y muy alto (igual que con el tema de la religión en las escuelas), pero no sirve para solucionar nada en el proceso de descomposición de la educación pública en este país. Una descomposición producto, entre otras cosas, de la tradicional cobardía, falta de ambición y preocupación real de unos gobernantes y los intereses espurios de otros, de los miedos y el racismo sociológico de las nuevas generaciones de padres patéticamente protectores con sus hijos, y de la falta de profesionalidad, la pereza, y las malas prácticas de ciertos profesores de la educación pública, excesivamente acomodados y verdaderos parásitos sociales algunos de ellos en espera de la jubilación dorada, exigiendo derechos y asumiendo pocas responsabilidades.
16 julio 2007
Un país de feos: los portadores de grasa
Y ahí, debajo de la sombrilla, tras una gafas oscuras, bajo la camiseta e impregnado de crema protectora, uno observa desfilar a España. No la de los políticos, ni la de los nacionalismos. Ni la de los medios de comunicación. No
En esta ocasión me centraré tan sólo en los poseedores de grasas superfluas. Afortunadamente alguna vez alguna chica de buen ver atravesaba mi campo visual oxigenando mi extenuante investigación. Lo repito, somos un jodido país de feos y cuidamos nuestros cuerpos menos que Espinete. Es una verdad incómoda. El modelo de cuerpo que nos vende la televisión no existe, deben ser cyborgs construidos para que pensemos que es posible una barriga tipo tabla de planchar. Pero desde mi silla, bajo mi sombrilla, el hombre medio español a partir de los cuarenta es un tipo que se tambalea sobre unas chanclas baratas, que viste (por decir algo) algún terrible bañador de un único color (estridente a poder ser) o floreado, cuyo elástico suele quedar a la altura de la última zona sin grasa de su cuerpo (es decir por encima de sus partes nobles), y que a veces se protege con una gorra demasiado pequeña para su cabeza que le han regalado en el taller donde le hacen la puesta a punto al coche. Por encima del elástico del bañador emerge orgullosa la panza, el mondongo, la barriga cervecera y descuidada, que se presenta con diferentes variantes, todas ellas realmente nada sensuales. Me obligué a catalogarlas en una mañana en la que olvidé los periódicos en casa. Éste es un resumen de mi investigación:
- En primer lugar aparecen las barrigas pequeñas, incipientes y fofas, que son las que suelen presentar aquellos que, sin abusar de la comida, hace años que dejaron de hacer deporte (aunque seguramente cada año renuevan la ilusión de que volverán a hacerlo). Son los protogordos, a los que cualquier descuido alimenticio convertirá en candidato a ocupar algún rango superior en el escalafón. Su caminar es algo más rápido que los de sus compañeros, pero al sentarse o agacharse no pueden ocultar la fatal flaccidez de unas carnes que vivieron tiempos de mayor tensión.
- Posteriormente aparecen las que denomino barrigas contundentes. Su aspecto es compacto, surgen desde debajo del tórax, formando una parábola eterna que promete un futuro memorable y un presente repleto de hamburguesas. Estas barrigas obligan a sus dueños a adoptar la clásica postura paseante del gordo, con sus manos entrelazadas tras la espalda para equilibrar el exceso de grasa localizado en la zona delantera, y conseguir que su centro de masa se desplace un tanto hacia atrás, permitiéndole así continuar erguidos.
- Tras ellas nos encontramos con las superbarrigas, que sólo se muestran en todo su esplendor en las zonas costeras pues el resto del año suelen ocultarse bajo ropas amplias. La presentan tipos de una estatura más bien pequeña, cuya cabeza aún siendo de tamaño normal ya empieza a parecer al observador extrañamente pequeña debido a la desproporción con el resto de su cuerpo. En estos especímenes se observa el comienzo de una extraña fusión entre la cabeza y el tórax, además de la desaparición gradual del cuello. Sus carnes, libres de ataduras corpóreas, se balancean desafiantes, orgullosas, oscilando vehementemente al ritmo del caminar necesariamente firme (para no terminar rodando) de sus dueños por la arena. Estos barrigudos suelen ser más coquetos que el resto y se atreven incluso con algún complemento que acompaña a su horrible bañador: una camisa barata, a cuadros, con los botones sin abrochar (por imperativo físico), que al principio del paseo vuela libre mecida por el viento, pero que tras unos minutos bajo el sol es inevitablemente atrapada por el sudor de la grasa que intenta contener, quedando húmedamente abrazada para siempre a las carnes de su dueño.
- Por último sólo quedan las hiperbarrigas. Son arrigas etéreas en las que la mirada se queda atrapada por el balanceo rítmico de sus carnes. El bañador de los afortunados que las poseen casi se hace innecesario, pues queda semioculto, casi invisible a unos ojos inexpertos, escondido por una cascada de carne que como una enredadera busca el suelo en su movimiento, asumiendo el inevitable tributo gravitatorio con majestuosidad y orgullo. Estos tipos ya no consiguen enlazar sus manos tras la espalda (demasiado amplia), pero suelen poseer unas fuertes y cortas piernas que consiguen soportar el peso del cuerpo y su cadencioso vaivén. A veces se agrupan en manadas y su presencia conjunta evoca alguna imagen documental de una playa repleta de leones marinos. El tiempo se ralentiza a su paso. Sus brazos, no proporcionados al resto de su enorme cuerpo, se balancean desvalidos, a ambos lados de tan memorable masa, y la única imagen que le viene a uno a la cabeza es la de un Jabba The Hutt en tanga, de turismo en alguna playa perdida de Tatooine.
26 junio 2007
La infame visita del Rey de Arabia
Y lo peor es la cantidad de gente que hace el idiota siguiendo los dictados de los intereses inmediatos mediáticos de nuestras empresas de comunicación, y se solidarizan y se molestan sólo (eso es lo importante, sólo) por aquello en lo que inciden nuestros magnos editorialistas y periodistas. El problema no es la información, su defecto o exceso, sino el tratamiento y la relevancia que se le da.
Por cierto nuestros reyes andan ahora por China, de viaje promocional y comercial. Otro ejemplo de país amante de las libertades y garante de los derechos humanos. Tras tanta transición, tanto halago por su intervención en el intento del golpe de estado, tanta unanimidad en elogiar su figura y su talla política, ahora el Rey de España, en su vejez, ha quedado para esto, para abrazar sátrapas e hijos de puta en bodas, recepciones o partidos de fútbol, y para ser un jodido representante comercial de las grandes corporaciones españolas. Guay, ¿no? El Jefe y máxima representación del Estado español
12 junio 2007
Sobre el cierre de la iglesia roja de Vallecas
25 mayo 2007
Treinta años de Star Wars
Pero nada de eso importa. El tiempo depende del sistema de referencia que se utilice, y en eso uno es muy personal. Star Wars no nació para mí en ese mayo del 77, ni cuando dicen que acudí a su estreno. Nació el 28 de febrero de 1989. En ese momento tenía solamente 11 años, a unos meses de cumplir los
Posteriormente, con la dificultad que suponía no tener reproductor de VHS, llegaron las visiones de El Retorno del Jedi y, algún año más tarde, tras incluso haberme leído la versión novelada de la película, pude ver el comienzo de la saga (la que después sería llamada Una nueva esperanza pero que entonces sólo se conocía por
El hecho ya comentado de no tener reproductor de vídeo fue curiosamente clave para mantener viva y pura la llama de la afición. Si lo hubiéramos tenido, tal vez me habría pasado como a tantos otros que con la edad inadecuada dispusieron del vídeo para literalmente quemar y visionar mil veces las películas hasta el lógico hartazgo final. Eso no me pasó a mí. Esperaba con la dedicación, devoción y paciencia de misionero que me pusieran cualquiera de las tres películas por televisión. Esperaba que un domingo que me quedara en casa a estudiar, y sin haber leído la prensa, aparecieran esa mágicas letras amarillas a las tres y media en un zapping rápido por los bodrios habituales que programaban a esas horas... siempre la misma idea... quizás fuera hoy... Fue por entonces, con 13 o 14 años, cuando descubrí las posibilidades de la música de cine para transportarme allí donde yo quisiera, con unos auriculares, en una cama, en una casa en la que habitaban once personas y en la que estar solo era físicamente imposible. Fue en un supermercado, rebuscando en una caja de cintas a bajo precio, cuando encontré una que literalmente me hizo estremecer. Era una grabación de John Williams con
Con los años descubrí que George me permitiría tener muchas veces esa música en distintos formatos y grabaciones, pero aquellos momentos de descubrimiento fueron impresionantes e inolvidables. La música de cine desde entonces se convirtió en otra de mis aficiones, por su capacidad de despertarme emociones cinematográficas sin necesidad de estar viendo físicamente las películas.
Han, Leia, Vader, Luke, Obi-Wan, Chewbacca, Yoda, R2D2, C3PO... llevan ya casi veinte años acompañándome, fieles compañeros de viaje, abandonados en mi cerebro, esperando siempre ser devueltos al primer plano por alguna circunstancia casual, como ha sido hoy el día de su cumpleaños, para entrar de nuevo con fuerza en alguno de mis días. He disfrutado mucho con Star Wars, mucho. Con mis colecciones, viendo las películas, esperando las secuelas, reconfortándome con su música. No hay tanta magia en la vida diaria para no reconocer lo genial que es sentir sin más, sin causas objetivas racionales, sin análisis crítico o intelectual. Disfrutar. Sonreír. Recordar. Sin nostalgia.
Hoy, 30 años después de su estreno, le rindo éste, mi pequeño homenaje.
06 mayo 2007
Lo que piensa Aguirre sobre la educación
Ahí está la clave, si la responsable del gobierno y de la redistribución de los impuestos en Madrid piensa que la escuela concertada enseña valores como el mérito, el estudio y el esfuerzo, me gustaría preguntarle qué considera entonces que enseña la pública: ¿el valor del enchufe, la pereza y la cultura del mínimo esfuerzo?
Lo más peligroso no es que lo piense. Dudo que lo haga. Es peor. Lo que pretende es que esa idea se extienda entre la población, que la recuerden esos padres asustadizos y temerosos que a la hora de elegir sigan optando por potenciar el gran negocio de la concertada y dejando de lado lo que debiera ser un bien social y comunitario: la defensa de una misma educación pública para todos, que reciba los impuestos que todos pagamos, redistribuya las problemáticas sociales, y se ajuste a las necesidades de los niños de este país para que reciban la mejor formación posible
28 abril 2007
Historias docentes
09 abril 2007
Regreso telúrico
El segundo día fue cuando volví a Benijo. Descender con el coche por la costa de Anaga admirando sus acantilados recortados, contemplando esos pueblecitos que parecen siempre a punto de deslizarse por las laderas de las montañas volcánicas, disfrutando de la visión de ese mar tan azul que incluso daña a los ojos, fue de nuevo, años después, un espectáculo natural inigualable. Bajar del coche para subir a pie parsimoniosamente al Restaurante el Frontón, testigo de tantas conversaciones y tantos silencios, y atalaya inigualable desde la que disfrutar de esa costa, fue todo un ceremonial, emocional y emocionante, que finalizó mediante un vistazo fascinado desde su terraza a
Aparecen indelebles, tal y como eran, aquellas personas que pasaron por tu vida en semejantes lugares. Transitan por mi memoria igual que hace cinco años aún cuando algunos estén más calvos, otros más gordos, a algunos ya ni los vea y otros se hayan convertido parte casi de mi día a día, o incluso de mi familia. Y lo mejor es que el tiempo sólo me deja lo mejor de cada uno de ellos, lo interesante, lo divertido, lo valioso. Y mientras el anís transitaba raudo por mi garganta y la segunda copa aparecía por arte de magia en mi mano, mi mente, juguetona y excitada, los veía. Os veía. Y os recordaba como sólo ella ya es capaz de recrearos: el pesimismo entrañable y la sinceridad descarnada de Danisev; las risas, los gritos y las conversaciones infinitas de Juanma; la amistad, las vivencias compartidas y los tranchetes de Sergio; la pausa, las sonrisas y los intensos regresos de DaniMad; los silencios repletos de palabras de Roi; el trabajo y la perseverancia de Lola; la no amistad más amigable y enriquecedora posible de Jaime; la obsesión por las mujeres y los proyectos de Jon; la sobriedad, la tranquilidad y la constancia de Iñaki; el catolicismo militante junto a una cara más oscura y divertida de DaniMur; la bravura y las borracheras de Ibán; el esfuerzo, el entusiasmo y la vehemencia de Paula; la voz suave y cálida de Maca; la alegría y las ganas de vivir y viajar de Migue; el negro y el anarquismo como extraña forma de vida de MigueCNT; las ganas de juerga y la sorpresa ante otra vida de SergioR; los silencios inquietantes y las miradas vacías de Alex; el aire fresco no astrofísico que supuso Annia; las visitas repletas de conversaciones y madrugadas de copas de mi hermano Juanma; el trascendente paseo a Benijo con mi hermano Migue; la ayuda desinteresada y las borracheras más radicales y repletas de adrenalina de mis compañeros del Tuti; el rencuentro final con Nola; las frustraciones y la lealtad de Judith; la conversión momentánea a otra forma de disfrutar la vida de Luis... y por supuesto Carolina, sus conversaciones infinitas, la sonrisa perpetua en su boca, su capacidad innata para superar dificultades y acometer crisis personales de las que salir renovada, sus saltos al vacío, su feminismo desafiante, su visceralidad ante los desacuerdos, los últimos seis años junto a ella...
El anís se acababa. Carolina requería ya mi atención, ésa que cada cierto tiempo disperso. La playa de Benijo (sus rocas más bien) esperaban un último paseo antes de abandonar el lugar. No había tiempo ni ganas para recordar el lado oscuro de aquéllos que recordaba con cariño, además ¿para qué? Todos hemos sido, somos y seremos miserables en algún momento de nuestras vida, cometemos y cometeremos errores, se producen desacuerdos, alejamientos, vacíos, odios puntuales... Todo eso el tiempo lo diluye. Es de idiotas recordar lo malo cuando hay tanto bueno que no se debe olvidar.
Al día siguiente desde la ventanilla del avión que me traía hasta mi presente eché un vistazo final a mi pasado, satisfecho y feliz, reconociendo errores, pero plenamente consciente de que soy quien soy, mejor o peor, gracias a esos tres años pasados en Tenerife, esa isla que se iba convirtiendo lentamente en un puntito en el horizonte y a la que sabía que no volvería en mucho, mucho tiempo.