Estas son las películas nuevas (no tengo en cuenta las
revisiones) que vi durante el año que acaba de finalizar. Aclaro, mediante la
palabra cine, las que vi en pantalla grande. Están ordenadas
cronológicamente, según las fui viendo. Separo la lista en dos partes para
hacer más digerible su lectura.
- El lobo de Wall Street (2013) – Martin Scorsese (cine). Un Scorsese pata negra. Su mejor película en muchos años, tal vez desde Casino. Absolutamente frenética y con un Di Caprio volcado. El espectador queda apabullado ante el cinismo que destila la historia, el desenfreno, el descontrol y la falta de escrúpulos y de raciocionio de cierta parte del mundo de las finanzas. Un apunte:como siempre pasa con el cine de Scorsese, a pesar de la dudosa moralidad de los personajes y de los delitos que cometen defraudando tanto a ciudadanos individuales como al fisco, el director parece no poder evitar sentir simpatía por estos hijos de puta individualistas, miserables y egoístas, y conseguir que nosotros hagamos otro tanto. Al final terminamos convertidos los simple mortales en meros espectadores patéticos de las andanzas de "los que se arriesgan" a vivir de otra manera. Y Scorsese "nos filma". Dos veces. Cuando muestra al tipo del FBI en el metro. Y como asistentes imbéciles de la charla motivacional que al final imparte el personaje que interpreta Di Caprio.
- Riddick (2013) – David Twhoy. Tras el fracaso y desatino con ínfulas que supuso la secuela (Las crónicas de Riddick) de la simpática película de serie B orginal (Pitch Black) el director, con mucho menos presupuesto, vuelve a las premisas modestas de los inicios sin conseguir más que entretener a duras penas repitiendo patrones y fórmulas desgastadas. Lo mejor: volver a ver Kate Sackhoff (la inolvidable Starbuck de Galáctica) con un personaje a su medida
- The grandmaster (2013) – Wong Kar Wai (cine). Una decepción de uno de los mejores y más sugestivos directores de los últimos 30 años. O tal vez sea mi problema habitual con los biopics y mi incapacidad para aceptar sus premisas. Me aburrí. Visualmente tan hermosa como finalmente irrelevante.
- La gran belleza (2012) – Paolo Sorrentino. Una auténtica gozada. Sorrentino, transmutado en un Fellini del siglo XXI nos traslada con mano firme la decadencia y el vacío que rodean a las élites presuntamente intelectuales de una Roma desconcertante y onírica. Peliculón.
- Blue Jasmine – Woody Allen (cine). Una Cate Blanchett antológica sostiene casi en soledad la mejor película de Allen en años. Un retrato demoledor sobre la condición humana en la que nadie se salva y los ricos se comportan de manera tan miserable, egoísta y estúpida como los pobres. Aunque, por supuesto, las consecuencias nunca sean las mismas para todos. Y eso le importe un carajo a Allen.
- Scoop (2006) – Woody Allen. Emocionado por volver a ver una película de Woody Allen potable (Blue Jasmine) me lancé a ver esta otra que tenia en la agenda desde hacía años debido a la desconfianza que me generaba. Un error. Un auténtico bodrio del que apenas se pueden salvar destellos de un viejo maestro al que su hiperactividad le ha hecho engendrar demasiada mierda intrascendente durante la última década. Si hay alguien que tiene todo el puto derecho a hacerlo, por cierto, es él.
- La gran familia española (2013) – Daniel Sánchez Arévalo. Un aburrimiento absoluto con momentos bochornosos que provocan vergüenza ajena en un guión que parece construido a retazos, con retales ingeniosos pero sin continuidad ni inteligencia. Una película fallida de un director cuya ópera prima me encantó y que película a película se aleja de lo que prometía ser.
- La herida (2013) – Fernando Franco. Excelente película sobre el día a día de una borderline que intenta sobrevivir a los desastres que provoca su enfermedad a los que la rodean y a ella misma. Consigue trasladar al espectador todo el dolor y la angustia que provoca esa enfermedad a través de una brutal interpretación de Marián Alvarez, su protagonista, a la que el director, en su opera prima, cede toda la responsabilidad de sostener una historia dramática sobre el daño y la incomprensión que provocan las enfermedades mentales. Una auténtica joya de ese cine español que nunca ve el gilipollas ese que suele comentar que en España sólo se hacen película sobre la Guerra Civil. Pero claro, qué se puede esperar de él, si es eso, un gilipollas.
- Nebraska (2013) – Alexander Payne (cine). Un director en mi opinión sobrevalorado que consigue aquí su película más auténtica, emocionante, humana y sincera con el relato de un viaje en el que padre e hijo terminan finalmente reencontrándose y volviéndose a conocer. Hay momentos impagables como el de esos primos paletos de la América más profunda riéndose de la duración del viaje en coche o esa familia (masculina) al completo viendo la televisión en silencio mientras beben cerveza. Muy recomendable
- Fantástico Mr. Fox (2009) – Wes Anderson. Adaptación animada utilizando la técnica de stop-motion de un relato del inevitable (en EEUU) Roald Dahl. Sin ser ni de lejos la película que más me gusta de Anderson, sus obsesiones y su manera de ver el mundo son absolutamente reconocibles y nos permiten disfrutar a sus seguidores de esa manera tan particular que tiene de entender las relaciones humanas y de aceptar las desgracias sobrevenidas. Para fans.
- Bienvenidos al fin del mundo (2013) – Edgar Wright. Un despiporre. Por fin conseguí encontrarme con la pareja Wright- Pegg (director-actor principal) en la última película de su particular trilogía sobre las difíciles relaciones adultas entre hombres, enmarcadas en delirantes historias que utilizan las convenciones habituales de los géneros clásicos del cine (norteamericano) para trastocarlas. Con ese humor tan particular de los ingleses lo que empieza siendo el reencuentro adulto de un grupo de amigos de la adolescencia termina convirtiéndose en una revisión delirante, enloquecida y muy divertida de La invasión de los ladrones de cuerpos. Muy grande.
- Leningrad cowboys go America (1989) – Aki Kourismaki. Surrealista y divertida road movie en la que un grupo de música finlandés con atuendos y modos de rockers viaja de Finlandia a EEUU con el objetivo de triunfar mientras su manager vive a costa de ellos. Nada de lo que se pueda contar haría justicia a una película episódica y fragmentaria que no subraya su humor sino que tan sólo parece enunciarlo, como posibilidad. Extraña y fascinante
- Her (2013) – Spike Jonze (cine). Venga, va. El hipsterismo y los modernitos adoptaron a esta película como su himno cinematográfico del año. Es inexplicable. A pesar de lo mucho que me gustaron anteriores película de Jonze, Her es una auténtica basura, de principio a fin, sin nada que la salve. Desde la propuesta de un futuro con una sociedad sin conflictos en la que el tedio impera y las emociones se dibujan con trazo grueso, hasta la falta de verosimilitud en el desarrollo de una inteligencia artificial tan idiota, superficial y vacía como el personaje que interpreta Phoenix. Y con secuencias que provocan vergüeza ajena como el "momento de sexo" con final fundido a negro. Superficial, grandilocuente e intrascendente a pesar de sus penosos deseos de parecer profunda. Un producto típico de nuestro tiempo. Ideal para amantes de Apple y para hipsters en proceso de encontrar un sentido a su vida.
- Thor 2: el mundo oscuro (2013) – Alan Taylor. Convencional secuela de la que fuera convencional película original. Más de lo mismo. Más de la misma épica forzada. Más grandilocuencia marveliana. Más de los mismos intentos por convertir aburridos conflictos familiares en motor de decisiones absurdas. Más de la misma capacidad para aburrir. Soberanamente. Y de la misma capacidad para construir personajes planos a los que se trata de dotar de cierto interés con giros de guión inexplicables. Un coñazo.
- The bling ring (2013) – Sofía Coppola. La hija del gran jefe continúa su carrera ajena a críticas maldicientes. Se ha convertido en la cronista oficial de los padecimientos emocionales que sufren los que ninguna penuria física padecen porque son ricos. Por ser hijos de ricos o por ejercer trabajos triviales que el capitalismo premia con desmesura. Y más allá de juicios de valor imbéciles lo cierto es que sus películas son un testimonio fílmico de calidad que nos acercan a la triste realidad de personas crecidas con todas las comodidades (putos pijos, sí) que se enfrentan al mundo sin entenderlo, educados por familias de tarados o abandonados afectivamente mientras crecen alienados por la moda y la necesidad de encajar en un entorno hostil y cruel.
- El gran hotel Budapest (2014) – Wes Anderson (cine). Una gozada. Un gustazo. Delicioso homenaje a los viejos maestros de la comedia americana, filtrados por la personalidad de un Anderson en estado de gracia que tiene el don de conseguir que el espectador abandone su realidad para aceptar dócilmente las premisas argumentales de un universo, tan excéntrico como extraordinario, de uno de los directores más especiales de los últimos años.
- Dallas Buyers Club (2013) – Jean Marc Vallée. Lo que no deja de ser un biopic que podría ir destinado a las tardes de sábado Antena3 se convierte, gracias al esfuerzo de Matthew McConaughey, en una película medianamente digna que denuncia el abandono social y médico que durante años sufrieron los enfermos de SIDA. Como película nunca termina de levantar el vuelo, incapaz de trascender el drama de la historia personal para convertirse en algo más.
- Tres bodas de más (2013) – Javier Ruiz Caldera. Simpática aunque inofensiva comedia que enmascara tras cierto espíritu transgresor heredado del cine de los Farrelly el habitual conservadurismo social que parece obligar a las mujeres a buscar con desesperación una pareja masculina que las “termine de completar” en su camino vital. Cansina.
- Enemy (2013) – Dennis Villeneuve (cine). Partiendo de una extraña y atractiva premisa (encontrar que existe una persona que es físicamente exactamente igual que tú viviendo en la misma ciudad) la película intenta explotar el juego de los espejos sin terminar de funcionar. Tal vez porque el director termina obsesionándose demasiado con la recreación de atmósferas, con la ciudad, con los sonidos, con la puesta en escena, sin comprender que debe ocuparse de la verosimilitud de una historia que no avanza, que se queda sin agarraderos y que termina despeñándose.
- Stockholm (2013) – Rodrigo Sorogoyen. Una sorprendente propuesta que presenta en la misma historia dos caras bien diferenciadas: una que parece amable y convencional, un flirteo bobalicón entre dos jóvenes dirigido por el chico. Y otra oscura, subversiva y rebelde. Una historia de espejos que deforman la realidad, de intercambio de roles, de visiones alternativas del cuento que siempre nos contaron. Cine inteligente que no deja indiferente. Muy recomendable.
- Vivir es fácil con los ojos cerrados (2013) – David Trueba. Para mí resulta inexplicable ciertos consensos artificiales que a veces consigue cierto tipo de cine español. La película de Trueba no sólo es aburrida sino que es deslavazada y absurda. Cine de buenas intenciones, blandito y difuso, que nada puede transmitir porque en el fondo poco hay tras el ornamento (también en la fotografía, de una calidez artificiosa y molesta). Más que aburrir irrita por insustancial
- After Earth (2013) – M. Night Shyamalan. Aburrimiento colosal. No digo que sea una basura completa porque a la película la salvan destellos de dirección y una música eficaz. Pero lo cierto es que estamos ante un auténtico peñazo intragable a mayor gloria de los Smith (padre e hijo), con demasiados fallos, sin emoción y sin grandeza. Con una secuencia final entre padre e hijo que provoca molestias intestinales durante horas. Joder, vale, sí: menuda puta mierda.
- 8 apellidos vascos (2014) – Emilio Martínez Lázaro (cine). Sé que lo que corresponde es denostar a esta película para así mostrarme como uno de esos seres espiritualmente elevados que sobrelleva a duras penas convivir con los gustos miserables del poblacho. Vale, pero no. La película no deja de ser una colección de tópicos, por supuesto, mediante los que a duras penas se sostiene un hilo argumental entre sketchs montados de una manera bastante pobre. Pero el conjunto se deja ver, con personajes que resultan simpáticos y reconocibles, cercanos al esperpento. Para pasar el rato
- Byzantium (2012) – Neil Jordan. Un acercamiento adulto al mito vampírico. Se agradece entre tanta birria adolescente. Excelentemente dirigida por un Jordan al que siempre se le echa de menos, los problemas existenciales clásicos del vampirismo son presentados a través de una puesta en escena suntuosa y decadente. Buen recuerdo de esta película.
- Guadalquivir (2013) – Joaquín Gutiérrez Acha . Documental que ha despertado numerosas alabanzas y que, lamentablemente, terminó convirtiéndose para mí en un auténtico suplicio. No solamente por lo artificial de su propuesta narrativa sino también por el equivocado uso de una voz en off descriptiva (la de Estrella Morente) que, por pomposa, afectada y relamida, termina convirtiendo lo que debiera ser un hermoso documental de naturaleza en un indigesto artefacto audiovisual
- Snowpiercer (2013) – Bong Joon-Ho. Una inteligente distopía enmascarada tras una convencional película de acción con toques asiáticos. Una de las películas más recomendables del año cuya carga política pasará desapercibida porque ni los unos, creadores y distribuidores, se atrevieron a explicitarla más, ni los otros, los espectadores, estarán dispuestos o capacitados para ver más allá de la acción convencional y reflexionar sobre un final violento que apuesta por una solución radical al viejo conflicto marxista.
- Con la pata quebrada (2013) – Diego Galán. Documental que repasa el papel de la mujer en el cine español a lo largo de su historia para constatar su rol sumiso, secundario y complaciente. A pesar del enorme valor de la propuesta se echa a faltar un montaje y un planteamiento mucho más radicales para construir un discurso más combativo con el que remover conciencias en nuestra sociedad.
- Robocop (2013) – José Padhilla. Funciona a ratos, no molesta, pero se olvidará con facilidad. Como todos los remakes de películas de los 80. A todos les falta la mala baba de entonces, el cinismo con el que aquellos directores analizaban la sociedad americana. Ya no están esas comisarías llenas de humo y de café, ni esas calles que respiraban violencia, ni ese lenguaje soez. Mientras, por el contrario, a todas estas películas les sobra asepsia, les sobran efectos digitales, les sobra contención. Como le pasaba también al remake de Desafío total de hace un par de años.
- Al filo del mañana (2014) – Doug Liman (cine). Producción de calidad que sirve para pasar un buen rato. Durante la primera hora resultan entretenidas las idas y venidas en el tiempo del protagonista, muriendo una y otra vez para aprender a pasar “las fases” de la batalla (la película copia el esquema clásico de superar fases de un videojuego mediante prueba y error). Después el director pretende ponerse más intenso y dramático y la película pierde toda su gracia. Hay que reconocer que Tom Cruise es una de las pocas estrellas de verdad que le quedan a un Hollywood sin recambio generacional
- Saving Mr. Banks (2013) – John Lee Hancock. Sólo recomendada para los que, como yo, disfrutaron en su infancia viendo una y otra vez Mary Poppins. El más bien aburrido relato de cómo convenció Walt Disney a la autora de las novelas de la niñera más famosa de la historia, se enriquece con la recreación de la construcción de las famosas canciones del musical y por la emocionante historia de la triste infancia australiana de la autora. Música conmovedora de Thomas Newman
- Frozen (2013) – Chris Buck y Jennifer Lee. Refrescante y curiosa película de Disney. La más casposa y conservadora de las productoras de Hollywood parece aquí querer dar un carpetazo a su propia historia ridiculizando algunas de las convenciones narrativas que siempre usó para articular la historia de amor en torno a dos hermanas (mandando al carajo a los putos principes) que necesitan aceptarse y conocerse para poder seguir con sus vidas y dotarlas de sentido.
- La LEGO película (2014) – Phillip Lord y Chris Miller. Divertida e irreverente recreación del mundo de LEGO en torno a la clásica historia de superación de alguien que debe descubrir su valor para poder cambiar su mundo. Lo mejor: las apariciones de un Batman muy particular. Entretenida
- X-Men: días del futuro pasado (2014) – Bryan Singer (cine). Más de lo mismo. Mucho ruido, muchas explosiones, mucha pretendida intensidad emocional, muchos (muchísimos) superhéroes que pasan por allí sin que tampoco sepan muy bien por qué, ni para qué. Mientras sufren de la hostia, eso sí. Para pasar el rato. Al menos no aburre del todo.
- Estación lunar 44 (1990) – Roland Emerich. Madre mía, menudo engendro. Lo único bueno para Emerich es saber que ya era muy malo cuando empezó, que no fue que Hollywood le convirtiera en un director de mierda, que siempre fue así. Ciencia ficción de serie Z que intenta colocar todos los clichés del género que tan bien habían funcionado en la década anterior en un batiburrillo sin ton ni son donde nunca se entiende la trama del todo y que en el fondo pronto reconoces que te importa un carajo. Basta con fliparlo ante la "calidad" de las interpretaciones, de la puesta en escena, de la historia y del montaje de ciertas secuencias. El momento del ascensor, ya al final, está entre lo más bochornoso que jamás vi en pelicula alguna. Basura cósmica.
- Spring breakers (2013) – Harmony Korine. Pretende ser subversiva, diferente y transgresora. Pero al final el nihilismo adolescente de un grupo de niñatas que terminan aliándose con un gilipollas de medio pelo para dejar atrás sus aburridas vidas en pos de emociones alternativas termina convirtiendose en un mero ejercicio de estilo, vacío y superfluo, incapaz de aportar nada en un momento histórico donde ya resulta complicado colar juegos de artificio como si fueran reflexiones importantes sobre la sociedad actual. Innecesaria.
- Colonia V (2013) – Jeff Renfroe. Ciencia ficción de serie B postapocalíptica que retoma la manoseada idea del enfrentamiento entre un grupo de humanos que sobrevive a duras penas refugiado del eterno invierno que lo rodea y otro grupo de humanos que se han convertido en bestias caníbales. Más de lo mismo sin mucha imaginación y poco talento. Para una tarde de domingo sin nada que hacer.
- La gran estafa Americana (2013) – David O. Russell. Producción de calidad, director de moda, actores solventes, una clásica historia de pillos jugándosela entre sí… Pues sí, vale, pero un auténtico coñazo, vamos. De principio a fin. No puedo entender el prestigio de películas zombis como ésta que nada cuentan, que a nadie parecen dirigirse. Porque nadie en un par de años la recordará.
- El amanecer del planeta de los simios (2014) – Matt Reeves (cine) El reboot de El Planeta de los simios está resultando muy interesante. Tras una primera película muy digna esta segunda parte se adentra en el enfrentamiento entre una civilización, la simia, en los albores y otra, la humana, en decadencia, tras sufrir los estragos de una enfermedad que la ha diezmado hasta casi la desaparición. Con evidentes lecturás sociopolíticas la película no pierde el pulso casi en ningún momento, alternando la acción con la reflexión en un entretenimiento de alto nivel. Recomendable
- El abuelo que saltó por la ventana y se largó (2013) – Felix Herngren (cine). Curiosa producción sueca que sigue los pasos de un tipo al que la casualidad y su manifiesta imbecilidad hacen que interactúe con personalidades políticas y sociales claves del siglo XX en momentos trascendentes de la historia. Un Forrest Gump con más mala leche al que le falta cohesión narrativa. Una pena, porque termina acusando la incapacidad del guión para encontrar una continuidad lógica entre los sketchs que finalmente desconecta al espectador del historia.