Como ya hiciera antes Aguirre en Madrid las concesiones de licencias de televisión otorgadas en Valencia por el PP rayan la desvergüenza. Tras otorgar una de las televisiones de ámbito autonómico a los curas, cuatro locales a Libertad Digital, cuatro a El Mundo (una de ellas en la propia capital) y otras cuatro al grupo Intereconomía del neocon Ariza (ojo a este tío, cuidado con él) y sólo dar una Localia (y en Onteniente, rentabilísimo lugar como todo el mundo sabe) se permiten el lujo de hablar de pluralidad y equidad en las concesiones.
La derecha ha perdido el miedo a Polanco o mejor dicho ha decidido quitarse la careta de centrada y liberal. Entiende que el poder mediático está mejor en manos de compañeros de negocios e ideología (¿no son ya sinónimos?) y que ello es valiosísimo para afianzarse en el poder. Saben que nunca serán apoyados por Prisa por mucho que le den y le permitan. Ya antes lo sabían pero no se atrevían a hacer lo que deseaban. Parece que ya es el momento. Fuera complejos. Se abre por tanto una nueva etapa en las decisiones respecto a los medios de comunicación que va a ir aclarando la catadura de nuestros políticos y sus servidumbres. Las de unos y las de otros. No sirven las medias tintas, el amiguismo está instalado a ambos lados del lodazal de los partidos. Ya se habla con desfachatez de tres por cientos o de tamayazos inducidos por empresarios cercanos al PP que están emergiendo de la nada y se posicionan en el nuevo mundo que se abre a los medios de comunicación con la televisión digital. Se habla, se conoce y se permite. Ya nada importa. Fuera caretas. A la sociedad civil no parece importarle. Se deja arrastrar, posicionar y manipular de manera casi infantil. El PP ya no se avergüenza de mostrar su verdadera cara y abandona sus hermosos discursos sobre la libertad e independencia de los medios. El PSOE, perro viejo, sigue navegando en los brazos de Polancone. Los medios y periodistas que fueron críticos con las prebendas socialistas al grupo Prisa se callan cínicamente, jalean patéticamente sus concesiones y publicitan con grandes letras sus triunfos en concursos públicos vomitivos convirtiéndose así en estómagos agradecidos, en perfecta simbiosis con quienes los eligen para así mantener los respectivos chiringuitos.
Igual que fueron indecentes y repugnantes las relaciones que surgieron entre el mundo polanquiano y los sucesivos gobiernos felipistas, las actuales y ya no escondidas relaciones babosas de Pedro J. con Aznar o la defensa que el mismo periodista hace de su amigo Zaplana (que fue cazado hace años en unas bochornosas conversaciones reconociendo sus verdaderas inclinaciones económico-políticas) al mismo tiempo que acusa a Montilla de amiguismo, destilan un cierto olor nauseabundo del que es difícil escabullirse.
Nada queda salvo conocer el por qué de lo que sucede, de cómo nos lo cuentan y de las implicaciones que conlleva.
Pero nos vamos a comer mucha pero mucha mierda en los próximos tiempos.
La derecha ha perdido el miedo a Polanco o mejor dicho ha decidido quitarse la careta de centrada y liberal. Entiende que el poder mediático está mejor en manos de compañeros de negocios e ideología (¿no son ya sinónimos?) y que ello es valiosísimo para afianzarse en el poder. Saben que nunca serán apoyados por Prisa por mucho que le den y le permitan. Ya antes lo sabían pero no se atrevían a hacer lo que deseaban. Parece que ya es el momento. Fuera complejos. Se abre por tanto una nueva etapa en las decisiones respecto a los medios de comunicación que va a ir aclarando la catadura de nuestros políticos y sus servidumbres. Las de unos y las de otros. No sirven las medias tintas, el amiguismo está instalado a ambos lados del lodazal de los partidos. Ya se habla con desfachatez de tres por cientos o de tamayazos inducidos por empresarios cercanos al PP que están emergiendo de la nada y se posicionan en el nuevo mundo que se abre a los medios de comunicación con la televisión digital. Se habla, se conoce y se permite. Ya nada importa. Fuera caretas. A la sociedad civil no parece importarle. Se deja arrastrar, posicionar y manipular de manera casi infantil. El PP ya no se avergüenza de mostrar su verdadera cara y abandona sus hermosos discursos sobre la libertad e independencia de los medios. El PSOE, perro viejo, sigue navegando en los brazos de Polancone. Los medios y periodistas que fueron críticos con las prebendas socialistas al grupo Prisa se callan cínicamente, jalean patéticamente sus concesiones y publicitan con grandes letras sus triunfos en concursos públicos vomitivos convirtiéndose así en estómagos agradecidos, en perfecta simbiosis con quienes los eligen para así mantener los respectivos chiringuitos.
Igual que fueron indecentes y repugnantes las relaciones que surgieron entre el mundo polanquiano y los sucesivos gobiernos felipistas, las actuales y ya no escondidas relaciones babosas de Pedro J. con Aznar o la defensa que el mismo periodista hace de su amigo Zaplana (que fue cazado hace años en unas bochornosas conversaciones reconociendo sus verdaderas inclinaciones económico-políticas) al mismo tiempo que acusa a Montilla de amiguismo, destilan un cierto olor nauseabundo del que es difícil escabullirse.
Nada queda salvo conocer el por qué de lo que sucede, de cómo nos lo cuentan y de las implicaciones que conlleva.
Pero nos vamos a comer mucha pero mucha mierda en los próximos tiempos.
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