Es descorazonador el nivel medio del político de nuestro país. Y peor es pensar que en otros países la media no mejora lo que aquí tenemos. Rajoy se ha despachado a gusto, se ha quedado tranquilo, y alguna de las pocas neuronas científicas que le quedaban en el cerebro se le debe haber suicidado, angustiada y avergonzada, al escuchar las palabras que salían por la boquita de nuestro atrevido climatólogo nacional:
"Yo de este asunto sé poco, pero mi primo supongo que sabrá. Y entonces dijo: 'Oiga, he traído aquí a diez de los más importantes científicos del mundo y ninguno me ha garantizado el tiempo que iba a hacer mañana en Sevilla'. ¿Cómo alguien puede decir lo que va a pasar en el mundo dentro de 300 años?"
Vaya pedazo de par de cojones. Como el primo es físico algo del tema sabrá, ¿no? Pues no don Mariano, pues no, podría saber algo del tema si durante su carrera científica hubiera trabajado en asuntos relacionado con el clima y su evolución, y no es el caso. El primo de don Mariano, Javier Brey, resulta que es uno de los físicos españoles más brillantes en su campo, la física estadística, además de profesor de la Universidad de Sevilla, donde yo estudié. Pero, salvo que la evolución del clima en el planeta sea su afición desconocida, no es un experto climático, y sus opiniones carecen de valor añadido, más allá de que lo que diga sea tan respetable como lo que dicen otros miles de científicos, no expertos en el tema, de este país.
La sociedad aparta a los científicos, no hay espacio ni prestigio social para ellos ni para el desarrollo de una cultura general científica en la población, no se hace ningún esfuerzo en la formación de una opinión adulta sobre los temas científicos que nos afectan globalmente, pero cuando se necesita una figura relevante, o una opinión, que confirme cualquier estupidez política, siempre existirá la voz de algún científico de cámara, afín al poder y a sus favores, dispuesto a contradecir o apoyar lo que le venga en gana. Es el problema de considerar a los científicos como voces autorizadas para todo, como una especie de magos o gurús de una nueva religión que deposita en ellos una fe ciega basada en la ignorancia general de todos en temas que a todos nos afectan.
“...Si no se puede saber el tiempo de mañana en Sevilla, ¿cómo se va a saber lo que pasa de dentro de 300 años?... Qué atrevida es la ignorancia. Bastaría con leerse alguno de las decenas de libros divulgativos que han salido en los últimos años para saber que una cosa es predecir con exactitud el tiempo local y puntual de un lugar, y otra cosa es conocer la evolución global del clima, su tendencia, en una zona determinada del planeta. Qué simple. Qué fácil. Qué difícil para un analfabeto científico.
Yo soy licenciado en Física. De modo que ya sabéis, cuando queráis conocer por qué se extingue la rana dorada en Panamá, no lo dudéis, preguntadme, seguro que tengo una opinión muy científica y muy válida que lo explique. Soy una voz autorizada, un experto en la materia, mis estudios astrofísicos así lo acreditan.
"Yo de este asunto sé poco, pero mi primo supongo que sabrá. Y entonces dijo: 'Oiga, he traído aquí a diez de los más importantes científicos del mundo y ninguno me ha garantizado el tiempo que iba a hacer mañana en Sevilla'. ¿Cómo alguien puede decir lo que va a pasar en el mundo dentro de 300 años?"
Vaya pedazo de par de cojones. Como el primo es físico algo del tema sabrá, ¿no? Pues no don Mariano, pues no, podría saber algo del tema si durante su carrera científica hubiera trabajado en asuntos relacionado con el clima y su evolución, y no es el caso. El primo de don Mariano, Javier Brey, resulta que es uno de los físicos españoles más brillantes en su campo, la física estadística, además de profesor de la Universidad de Sevilla, donde yo estudié. Pero, salvo que la evolución del clima en el planeta sea su afición desconocida, no es un experto climático, y sus opiniones carecen de valor añadido, más allá de que lo que diga sea tan respetable como lo que dicen otros miles de científicos, no expertos en el tema, de este país.
La sociedad aparta a los científicos, no hay espacio ni prestigio social para ellos ni para el desarrollo de una cultura general científica en la población, no se hace ningún esfuerzo en la formación de una opinión adulta sobre los temas científicos que nos afectan globalmente, pero cuando se necesita una figura relevante, o una opinión, que confirme cualquier estupidez política, siempre existirá la voz de algún científico de cámara, afín al poder y a sus favores, dispuesto a contradecir o apoyar lo que le venga en gana. Es el problema de considerar a los científicos como voces autorizadas para todo, como una especie de magos o gurús de una nueva religión que deposita en ellos una fe ciega basada en la ignorancia general de todos en temas que a todos nos afectan.
“...Si no se puede saber el tiempo de mañana en Sevilla, ¿cómo se va a saber lo que pasa de dentro de 300 años?... Qué atrevida es la ignorancia. Bastaría con leerse alguno de las decenas de libros divulgativos que han salido en los últimos años para saber que una cosa es predecir con exactitud el tiempo local y puntual de un lugar, y otra cosa es conocer la evolución global del clima, su tendencia, en una zona determinada del planeta. Qué simple. Qué fácil. Qué difícil para un analfabeto científico.
Yo soy licenciado en Física. De modo que ya sabéis, cuando queráis conocer por qué se extingue la rana dorada en Panamá, no lo dudéis, preguntadme, seguro que tengo una opinión muy científica y muy válida que lo explique. Soy una voz autorizada, un experto en la materia, mis estudios astrofísicos así lo acreditan.