28 febrero 2006

Pablo

El domingo 26 de febrero volví a ser tío. Habían pasado más de dieciséis años desde que lo fuera por primera vez. Mi edad de entonces y las circunstancias hicieron que a ese sobrino lo terminara sintiendo y queriendo como hermano. Ahora, con éste, no sucederá así. Será sólo eso, ni más ni menos, mi sobrino. Mi hermana Espe, la de la bata verde, la que parece que fue ayer cuando estudiaba su carrera junto a mí sufriendo los rigores familiares, la que siempre me hace reír cuando se permite sacar lo más negro de su humor, acaba de dar a luz un ente pequeño y sonrosado que no abre todavía sus ojos pero sobre el cuál llevamos posando los nuestros con una extraña mezcla admiración y sorpresa desde el domingo por la noche. Manda huevos, Espe madre. Desde aquí un abrazo fuerte y una felicitación a los babeantes padres. Ya se darán cuenta con el tiempo que acaban de firmar la más larga de las hipotecas de su vida aunque espero que sea la que soporten con mayor felicidad.

22 febrero 2006

Una historia de Madrid

Una calle semidesértica de Lavapiés. Comienza a caer la noche y el flujo diario, incansable y molesto de apestosas camionetas repletas de mercancía mayorista ya casi ha desaparecido. A lo lejos, en algún cruce oculto a la vista, se escucha aún el giro precipitado y ruidoso de una de ellas en su empeño por finiquitar su tarea, contribuyendo al desasosiego y hastío general. Un claxon estridente no permite escuchar el último susurro de un barrio que se lamenta y mira con desesperación hacia su alcalde, pidiendo una solución al eterno caos de ruido y tráfico en el que lo han convertido. Ya he dejado atrás la dolorida plaza de Tirso de Molina que se pregunta desolada cuando la dejarán por fin sin obras y elegante. Ando solo, embebido en mis propios pensamientos. Al fondo de la calle se observa una figura tambaleante rodeada de un grupo de niños que se jalean entre ellos con alegría y jolgorio. Me temo lo peor. Reduzco el paso. Hoy he tenido un mal día, estoy cansado. No quiero problemas y comienzo a intuir que van a ser inevitables. La prueba evidente es el andar beodo del hombre. El tipo consigue incluso caminar hacia atrás en algunas de sus interminables eses. Los niños siguen rodeándolo mientras se ríen, animando con su risa a un par de ellos que se acercan al borracho con decisión. Es una risa horrible, cruel, infantil y terrible. Es una risa que surge de la posibilidad de humillación del otro, del débil. Es la risa colectiva del poder instantáneo y absoluto. Una señora atraviesa la escena, pasa entre los niños, no levanta la mirada del suelo y continúa su camino. Estoy alcanzando al grupo. El desgraciado es un ecuatoriano de unos cuarenta años, con el rostro demacrado y la mirada perdida, que va agarrado a un tetra-brick de vino tinto barato en el único gesto coordinado que parece poder realizar. Casi choca conmigo en una de sus eses inesperadas pero logro evitarlo mientras nuestra secuencia de acción-evasión provoca una risotada cercana a la histeria en los críos. Se ve que lo están pasando fenomenal. Miro al borracho con una mezcla de piedad, pena y asco. No le hablo, no le digo nada. Los niños una vez he pasado continúan con su juego que no es otro que ponerle y quitarle una gorra al borracho mientras le empujan y le insultan. Todo un alarde de imaginación e inteligencia. No hay ninguna compasión, ni siquiera un atisbo de ella en ninguno de ellos. No son mayores de doce años, de sus espalada cuelgan las mochilas del colegio, visten ropas y complementos de los que habitualmente se sirven los chiquillos para sentirse bien, diferentes. Son ocho o nueves que configuran un grupo que produce cierto escalofrío. Cualquiera de ellos podría ser alumno mío. Son terriblemente crueles, saben que su poder está en el grupo. Sin premeditación, sin dobleces ni justificaciones estériles, hacen el mal, machacan y ridiculizan a ese tío porque pueden y porque les divierte. Son niños, eso que erróneamente siempre representamos con candor y simpatía. Son cachorros, maleados más que educados, acaparadores, egoístas y crueles por instinto. Sólo la educación, la razón, la empatía y el pragmatismo permiten que nos moldeemos, pero en esta ocasión nadie parece que vaya a ejercer su responsabilidad con esos mocosos. La tribu hace tiempo desistió de ejercer su autoridad. Por lo tanto están solos, nadie de su entorno los vigila y los demás, el resto de la tribu, tenemos claro que sólo debemos ocuparnos de nuestros asuntos e intervenir en los problemas de desconocidos sólo si ello no conlleva ningún problema o peligro. No es el caso. Los señores de las moscas están desbocados. Agacho la cabeza y sigo mi camino. Adelanto a los monstruitos, ya voy a alejarme. Mi orgullo o tal vez un atisbo de dignidad me revuelve por dentro. Me giro, les suelto un grito estentóreo y extemporáneo. Nada creíble, más bien forzado: ¡¡¿¿dejadle ya en paz, no??!! Me miran, se miran, evalúan la situación como carroñeros que son. Me evalúan, les estoy jodiendo su rato de diversión y no les gusta. Tampoco ven nada por lo que realmente asustarse. Huelen mi indecisión y ése es su triunfo. Yo ya he cumplido, parecen alejarse de él un momento. Continúo mi camino. Igual que la señora antes que yo. Tras unos pocos pasos las risas comienzan a sonar de nuevo, se vuelven a escuchar los bufidos del ecuatoriano, el tipo está al límite del coma etílico por el alcohol ingerido y el esfuerzo que le está suponiendo la defensa de sus agresores. Vuelve a estar solo e indefenso. Aprieto un poco los puños, respiro hondo, me estudio. Hoy ha sido un mal día, ha sido un día de mierda, hoy no toca. Hoy no me pringo. No giro la cabeza, no vuelvo a mirar, ando con rapidez, tan sólo me permito un último vistazo al doblar la esquina que me llevará a mi casa caliente y acogedora. La escena de caza sigue igual. Hoy soy un mierda. Hoy me ha tocado ser un mierda. No me ha tocado, he elegido ser un mierda. Por miedo, por pereza, por falta de empatía y de compromiso. Por falta de humanidad.

Entro en el portal.

05 febrero 2006

Nada

Hologramas vencidos. Con las rodillas dobladas, sumisos. Derrotados sin compasión. Por nosotros mismos. Nada va quedando de lo que pretendimos ser a medida que el tiempo nos destroza y desnuda. Despojándonos de la dignidad que creímos tener. Humillándonos lentamente, pelea a pelea, batalla a batalla, siempre perdiendo, siempre sometidos, escuchando de miserables ya convencidos que no hay esperanza, que luchar es idiota. Inútil. Siempre escuchándonos. Y terminas varado en la orilla de la soledad, temeroso de continuar por senderos que habrás de recorrer sin compañía. En ese punto de inflexión donde sabes que lo más fácil será no pensar, no tener principios ni ideología, ser uno más. Y olvidar. Apartando lo incómodo de lo que creíste ser, ocultándolo bajo tupidas capas de incoherencias coherentemente diseñadas para ello. Nada importa y sabes que es verdad. Nada importa, a nadie importa y eres consciente de esa realidad. Pero infantilmente te resistes y te encabronas, y con ello mantienes la capacidad de provocar destrucción y caos en tu entorno. Para nada. No vale la pena, nada vas a ganar. Comienzas a comprender que hace tiempo que perdiste y que la inercia es la que te mantiene. Porque nada cambia, todo sigue igual, la mierda no desaparece, se multiplica y al final terminarás acudiendo a ella, como todos. Pero el el discurso sí prevalece, prevalecerá siempre, a pesar de que las vergüenzas se muestren sin descaro. Es el momento entonces de las las excusas, infinitas, inacabables, lógicas, repugnantes, miserables, patéticas. El camino entonces se muestra nítido, implacable: frente a un televisor, trabajando sin descanso, frente a un whisky en la barra desolada de un bar vacío, formando una familia o buscando desesperado algo de compañía. Ya no te soportas, ya no te gustas, hace tiempo que dejaste de buscarte porque sabes que es mejor no encontrarte. Lo esencial es que los otros no lo sepan, no se enteren, no lo noten. Otros que se miran a sí mismos como tú. El tiempo. Las ideas. Nada queda. El holograma que cultivaste desaparece. Se desvanece. Como lágrimas en la lluvia. Y cuando nada debiera quedar, cuando el vacío reclame su corona, habrá que sobrellevar la derrota final, la más dolorosa, la constatación terrible de que sólo una cosa no hay... el olvido.

15 enero 2006

La indigente

Ha transcurrido ya un tiempo pero sigo pensando en ella. Era mendiga, vivía en Barcelona y allí murió a manos de unos animales sin excusas que, al parecer, habitaban entre nosotros en los cuerpos de dos tiernos adolescentes de clase media acomodada. Ellos no merecen mi atención. Se retrataron groseramente y son fácilmente condenables. Nadie, salvo sus padres, se atrevería a justificarlos. A ellos y a su maldad limitamos la horrorosa tragedia de esa mujer. Tal vez ése sea el error. Ella y su tragedia sí merecen especial atención. Ella y su entorno social y familiar. Ella y su fracaso. Creo que fue en El País donde leí una breve reseña que describía su vida. Perteneciente a una familia pobre, sus estudios, constancia y ambición la habían llevado a posiciones de relevancia en alguna empresa importante de la ciudad. Después llegó la droga. Terrible y destructiva. Suave en los comienzos, amistosa cuando existe control pero perversa y manipuladora cuando es ella quien lo lleva. Y esa mujer cayó en la ciénaga. Y siguió cayendo. Perdió todo lo que tenía y seguramente lo que no tenía. Se refugió en su familia. Imagino las situaciones violentas que generó, lo repugnante que pudo llegar a ser rebosando miseria de enfermedad y ansia de drogadicta. Seguro que le aguantaron lo que pudieron. O no. Seguro que la intentaron querer. O no. Seguro que intentaron apoyarla. O no. Esa frontera es la que me interesa, el límite en el cual se acaba la capacidad de amar, de ayudar o de apoyar. La echaron de casa. Sus amigos no pudieron sacarla de la ciénaga; o igual se cansaron de intentarlo. Vivió en la calle y durante mucho tiempo siguió viviendo en el barrio de sus padres, en su barrio de siempre, en su entorno conocido. El ser humano siempre, instintivamente, busca refugio donde conoce. Animal de costumbres. En este caso imagino el drama de familia, vecinos y amigos teniendo que soportar su visión, sucia, enferma, maleducada. Incómoda. Imagino los cambios de acera, las miradas acusadoras, las situaciones violentas. Su presencia recordando el fracaso de todos, de la tribu. Debió ser insoportable. Los imagino como a la hermana de Gregorio Samsa (siempre me ha perturbado ese personaje creado por Kafka) sintiendo odio por la enferma tras no poder conseguir su salvación, deseando el fin de su presencia en el barrio, buscando apartarla de allí, alejarla. Para ellos ya estaba muerta. En ese proceso pusieron su granito de arena para hacer efectivo ese pensamiento. Lo consiguieron tal vez. Se marchó de allí. Terminó muriendo, curiosamente, en el cajero de un banco, en otro barrio que no era el familiar, pero que también era suyo. Terminó muriendo en el cajero de un banco que había enfrente de su antigua empresa, cerrando así un círculo maldito que comenzó con triunfo y prestigio social y acabó con las burlas y las gracias de unos animales.

El límite ¿Hasta dónde estamos dispuestos a dar por aquéllos que creemos o decimos amar? ¿Hasta donde llegaríamos? ¿Por convicción? ¿Por compromiso social?

¿Cuál es el límite de nuestra propia miseria aguantando la miseria de los otros, de los nuestros? Esa mujer descubrió el suyo y el de los demás infinitamente antes de que hicieran efectiva su muerte física. Seguro que murió mucho antes. Muchas veces. Cada día que continuó malviviendo y mendigando en las mismas esquinas donde correteó de niña.

10 enero 2006

El recuerdo

La nostalgia instantánea, destructiva y mortal. La que te deja deshecho y sin capacidad de reacción durante unos pocos minutos. La que no avisa y llega desde la nada, sin motivo real o consciente, desde un sueño perturbador o al escuchar una música particular. La que te lleva sin preámbulos al esbozo de un sollozo interno irreprimible.Y después, suavemente se va. La nostalgia por alguien que no está, que se fue. La música, siempre es la música la que a ella me devuelve. Duele sin hacer daño, hiere sin matar y desaparece para volver. Tal vez sólo eso sea el recuerdo o la tristeza: la sorpresa instantánea al constatar la terrible presencia de una ausencia. Y tras ella, nada. Nada. Tan sólo queda la música. Y quedo, de nuevo, solo con ella.

02 enero 2006

Las concesiones televisivas del PP valenciano

Como ya hiciera antes Aguirre en Madrid las concesiones de licencias de televisión otorgadas en Valencia por el PP rayan la desvergüenza. Tras otorgar una de las televisiones de ámbito autonómico a los curas, cuatro locales a Libertad Digital, cuatro a El Mundo (una de ellas en la propia capital) y otras cuatro al grupo Intereconomía del neocon Ariza (ojo a este tío, cuidado con él) y sólo dar una Localia (y en Onteniente, rentabilísimo lugar como todo el mundo sabe) se permiten el lujo de hablar de pluralidad y equidad en las concesiones.

La derecha ha perdido el miedo a Polanco o mejor dicho ha decidido quitarse la careta de centrada y liberal. Entiende que el poder mediático está mejor en manos de compañeros de negocios e ideología (¿no son ya sinónimos?) y que ello es valiosísimo para afianzarse en el poder. Saben que nunca serán apoyados por Prisa por mucho que le den y le permitan. Ya antes lo sabían pero no se atrevían a hacer lo que deseaban. Parece que ya es el momento. Fuera complejos. Se abre por tanto una nueva etapa en las decisiones respecto a los medios de comunicación que va a ir aclarando la catadura de nuestros políticos y sus servidumbres. Las de unos y las de otros. No sirven las medias tintas, el amiguismo está instalado a ambos lados del lodazal de los partidos. Ya se habla con desfachatez de tres por cientos o de tamayazos inducidos por empresarios cercanos al PP que están emergiendo de la nada y se posicionan en el nuevo mundo que se abre a los medios de comunicación con la televisión digital. Se habla, se conoce y se permite. Ya nada importa. Fuera caretas. A la sociedad civil no parece importarle. Se deja arrastrar, posicionar y manipular de manera casi infantil. El PP ya no se avergüenza de mostrar su verdadera cara y abandona sus hermosos discursos sobre la libertad e independencia de los medios. El PSOE, perro viejo, sigue navegando en los brazos de Polancone. Los medios y periodistas que fueron críticos con las prebendas socialistas al grupo Prisa se callan cínicamente, jalean patéticamente sus concesiones y publicitan con grandes letras sus triunfos en concursos públicos vomitivos convirtiéndose así en estómagos agradecidos, en perfecta simbiosis con quienes los eligen para así mantener los respectivos chiringuitos.

Igual que fueron indecentes y repugnantes las relaciones que surgieron entre el mundo polanquiano y los sucesivos gobiernos felipistas, las actuales y ya no escondidas relaciones babosas de Pedro J. con Aznar o la defensa que el mismo periodista hace de su amigo Zaplana (que fue cazado hace años en unas bochornosas conversaciones reconociendo sus verdaderas inclinaciones económico-políticas) al mismo tiempo que acusa a Montilla de amiguismo, destilan un cierto olor nauseabundo del que es difícil escabullirse.

Nada queda salvo conocer el por qué de lo que sucede, de cómo nos lo cuentan y de las implicaciones que conlleva.

Pero nos vamos a comer mucha pero mucha mierda en los próximos tiempos.

31 diciembre 2005

Cuando la izquierda se asume liberal

Ha pasado bastante desapercibida en esta ocasión la reunión de la OMC en Hong Kong. Como siempre se reunía la mayoría de los países del mundo en busca de acuerdos comerciales. No voy ahora a explicar lo que pienso sobre estas reuniones, sobre la representatividad real que tienen los pueblos en ellas o sobre los acuerdos y pactos ocultos que se producen. Lo más sorprendente y relevante de este evento surge en la constatación de una corriente que lleva años desarrollándose a partir de la explosión del movimiento antiglobalización. Sin ser, lógicamente, algo que haya surgido de manera imprevista o casual, lo cierto es que resulta un giro radical el enfoque de las protestas y peticiones que los grupos de izquierda y los defensores de los derechos de los países menos desarrollados han expresado tanto fuera como dentro de las reuniones. Al final han terminado asumiendo las más radicales de las tesis capitalistas y neoliberales exigiendo el final del proteccionismo del primer mundo a su agricultura y exigiendo, por tanto, más mercado, mayor libertad de comercio y menos intervencionismo. En un primer análisis estas peticiones no deberían sorprender e incluso podrían parecer lógicas: hartos de la invasión de productos y servicios (atención a los servicios y a las empresas de trabajo inmaterial porque ahí está lo sustancial de la economía en este principio de siglo, en su expansión hacia el tercer mundo) exigen que sus productos agrícolas, más competitivos en cuanto a precios que los occidentales, no compitan de manera desleal contra productos desarrollados bajo el paraguas de estados subvencionadores. El argumento, lógico, conlleva un corolario descorazonador y destructivo: ¿ésta es la solución que la izquierda presenta a la globalización económica y a la cada vez mayor capacidad de control del mercado por parte de las empresas transnacionales? ¿Más mercado? ¿Menos controles? ¿Quién se beneficiaría a la larga? ¿No es curioso que coincidan en la solución del problema del Tercer Mundo con ideólogos neoliberales como el francés Revel? Llevamos años asistiendo al manoseo de un discurso añejo, antiguo e inútil por parte de las izquierdas oficiales. Andan ancladas en soflamas, ideas y consignas de hace más de treinta años, intentando adaptarlas a su conveniencia a nuevas situaciones que, ciertamente, requieren nuevas ideas y tratados teóricos que aporten nuevas soluciones. Estando Marx más vigente que nunca en su idea de la economía como motor de la historia, las políticas de sus herederos ideológicos no se pueden limitar a eslóganes contra la burguesía (por parte de burgueses como los que se critica), a la defensa, teórica más que real, de un estado social y solidario (cuando ya el estado no deja de ser un mero registrador de flujos económicos y un sofocador de los incendios sociales que la desmesura del capital produce) y en utilizar una actitud de contención, retrocediendo despacio, respecto de la inevitable pérdida de derechos sociales adquiridos. Todo esto lo entremezcla con una ceguera voluntaria y consciente que le permite considerarse legitimada moralmente para despreciar y estigmatizar a los oficialmente conservadores y liberales, que por otra parte, ven como sus ideas se desarrollan independientemente de los gobernantes en el poder. Está claro que este discurso, que esta política ya no servía pero, ¿la solución global va a ser hacernos mas liberales a escala mundial o se trata, tan sólo, de un enfoque posibilista ante las grandes desigualdades mundiales? Esta última idea es la que parece más acertada ante el hecho de que ya parece imposible solucionar nada propugnando un mundo más justo, con organizaciones democráticas más fuertes, con una sociedad civil mundial más poderosa y con un redistribución de la riqueza más racional. Se hace necesario y coherente (piensan) abandonar los sueños y las utopías y terminar reclamando un mercado liberal que al menos sea real. El monstruo coronado por sus enemigos. Adiós al Estado social.
No seré yo quien me queje de aparcar las utopías, sé y soy consciente que el soñar en ellas hace que uno abandone demasiado los problemas del día a día. Pero a mí este giro me asusta y me descoloca, aún entendiendo su génesis. Imaginemos por un momento la posibilidad del siguiente escenario:
Las subvenciones agrícolas de EEUU y Europa son eliminadas en pos de una mayor competencia real. Inevitablemente el tejido agrícola de Occidente es destruído o reconvertido. Las empresas supranacionales se hacen con el poder de la agricultura y su comercio que negocian directamente con países del Tercer Mundo que siempre se encontrarán en posición de desventaja en dichas negociaciones. En el proceso seguro que países pobres pero fuertes como Brasil o la India se desarrollan acercándose a niveles de Primer Mundo pero tanto ellos como el resto del Tercer Mundo se terminan convirtiendo en el granero de los países más ricos que, a su vez, están totalmente supeditados a los intereses económicos de las grandes compañías aunque siempre tratarán de exigir controles, sanidad y precios competitivos. Pero, ¿a quién? A las multinacionales, claro, que siempre mirarán por su propio beneficio. Ya nada impedirá volver a exprimir al máximo la capacidad de los graneros, de imponer precios, de exigir transformaciones agrícolas que rentabilicen al máximo los cultivos. Los agricultores de Europa aún pueden hoy ejercer presión a sus gobiernos, aún mantienen el derecho a huelga, aún pueden conseguir, aunque sea pobremente, que sus reivindicaciones lleguen al resto de los ciudadanos pero... ¿A quién se quejará el agricultor asiático o sudamericano? ¿Qué capacidad de presión real tendrá? ¿Con qué mecanismos?
Igual las propuestas que se presentan ahora no sean más que una solución a corto plazo que enquiste el problema para siempre.
No defiendo con esto las subvenciones a la agricultura occidental, comprendo el cinismo que suponen y la rabia que producen, pero la solución que se propone parece olvidar que directamente se entra en el campo de juego del capital y del mercado y que ahí dentro hay jugadores muy experimentados que no desaprovecharán las puertas abiertas que tan inocentemente se comienzan a abrir.

15 diciembre 2005

Catalanofobia, nacionalvictimismos y otras tonterías

De nuevo se acerca la navidad y con ella las clásicas y destructivas reuniones familiares, los cánticos de villancicos con aliento alcohólico, las invasivas campañas publicitarias y por supuesto el regreso de la juventud, lozanía y desparpajo adolescente de Ana Obregón presentando las campanadas de fin de año en la Puerta del Sol.

Este año la navidad llega tras meses de discusiones políticas a causa del proyecto de estatuto catalán. Durante todo este tiempo he seguido con gran atención toda la polémica generada, he leído los artículos más conflictivos, su interpretación en diarios de distinta ideología como El País o El Mundo y he participado en lógicas y desordenadas discusiones con amigos sobre el asunto. A pesar de ello se me hace necesario estructurar lo que pienso.
Impepinablemente uno llega a la conclusión de estamos siendo gobernados por una pléyade de incompetentes, mediocres y analfabetos funcionales que, además, se consideran con la capacidad de engañar y manipular la opinión pública con descaro y sin vergüenza (como ejemplo véase el último video que ha hecho circular el PSOE entre sus dirigentes sobre como han de expresarse en público y ante las cámaras...indescriptible). En ellos nunca se puede saber si lo que se encuentra es simple estulticia de fábrica o una más dañina imbecilidad interesada. Los nacionalistas catalanes de ERC (todavía recuerdo que hubo gente que me decía que Carod Rovira era un político de talla... ufff) ayudados por las ansias de poder de los socialistas catalanes y el resentimiento por la pérdida de dicho poder de CiU han presentado un proyecto de estatuto miserable, insolidario, excesivamente intervencionista en lo social y que modifica unilateralmente las reglas de juego del resto de España. La mierda de la discusión sobre el término nación (como ya pasó antes con la palabra matrimonio cuando las hordas cristianoconservadoras peperas se opusieron a las uniones gay) ha servido durante un tiempo para encubrir la realidad de lo que piden los político catalanes. Escogiendo sólo las exigencias más relevantes, en cuanto que nos afectan a todos, y obviando temas tan dolorosos como el de la educación, enumero a continuación algunas de sus peticiones: exigen el derecho a recaudar los impuestos propios y decidir mediante un acuerdo con el gobierno central cuánto han de aportar al fondo común español en concepto de solidaridad (¿caridad?) siendo aún más importante sobre este asunto la exigencia de capacidad normativa sobre dichos impuestos; pretenden, por otro lado, decidir ellos solos la cuota de inmigrantes que les es necesaria, sin especificar los métodos de actuación para determinar dicha cuota y mantenerla (¿qué harían para el control, pondrían una valla como en Marruecos pero en la frontera con Aragón o enviarían a los sin papeles en vuelos secretos, como los de la CIA, a Extremadura?), se arrogan la elección de los jueces en su territorio y proponen el TSJC como última instancia recurrible en él, quedando el Supremo para la simple unificación de criterios, casi como órgano consultivo; exigen y endurecen las normas sobre la obligación del uso del catalán en todos los ámbitos sociales (¡¡viva la libertad de la izquierda!!) incidiendo principalmente para ello (con castigos económicos... ¿coacción?) en la empresas que operen en su territorio, al mismo tiempo que contemplan la posibilidad de que las relaciones con la administración central se puedan hacer en catalán (en Málaga debieran estar preparados por tanto para poder recibir documentación en dicho idioma....¿alguno de éstos habrá visto la película Brazil de Terry William y les inspiró?) El modelo que se defiende no es el modelo federalista como tantas veces tengo que escuchar a amigos que me hacen referencia a los EEUU (nuestra población total es como la del estado de California, hablar aquí de otro federalismo que no sea el propio del estado de las autonomías me parece una posición de progre de salón, pero bueno...) sino confederal, no se pretende un estado federal con los mismos derechos básicos para todos los estados/autonomías sino uno confederal con relaciones de privilegio para Cataluña.
Lo anterior es un resumen de la lectura que yo hago de los asuntos más polémicos del proyecto, proyecto que no debiera haber llegado nunca así redactado al Parlamento si partidos políticos como PSOE e IU hubieran recordado que representan no sólo a personas de Cataluña sino que sus siglas representan a muchos otros en otras partes del país. En este punto se presenta uno de los problemas más graves que origina este simulacro de democracia que tenemos. Todos los impresentables se arrogan los votos que les dieron sus electores como si fueran suyos y como ya hiciera el PP con sus 10 millones de votantes/españoles que apoyaban la intervención en la guerra de Irak porque le habían votado dos años antes, ahora tenemos que oír como algunos tratan de respaldar sus decisiones diciendo que el 85% del parlamento catalán y por tanto de los catalanes respaldan este proyecto... bazofia.
Y a la espera de que el proyecto pase los trámites pertinentes en el congreso, a la espera de saber si podemos confiar en si lo que dice Zapatero es cierto y la financiación del país la podemos seguir decidiendo entre todos (confianza que se hace difícil por ser él uno de impulsores, por omisión de dirección, de dicho proyecto), a la espera de que los honorables peperos se olviden de su indignado patriotismo constitucional y por ejemplo dejen de hacer en Valencia lo que critican en Cataluña, a la espera crítica de que el Tribunal Supremo siga siendo garantía de unidad de criterio y justicia sin depender de donde somos y a la espera de que se discuta con inteligencia lo que queremos ser y como nos queremos organizar, sin acritud y civilizadamente...
Aparecen la actitudes idiotas, las respuestas infantiles los desahogos seniles o lo que es lo mismo aparecen de manera inaudita los repugnantes boicots. La moda ahora es no comprar cava catalán, o butifarra, se envían listas de productos alternativos... Y lo hace tu hermana, tu primo, tu amigo ¡¡¡¿¿¿Estamos tontos o qué???!!! Gente que no ha leído o escuchado más que los gruesos titulares, que dejan deslizar sus vidas de su casa a su trabajo y de ahí a su televisión, gente incapaz de preocuparse o preguntarse los porqués profundos de lo que le sucede alrededor, de cuáles son las causas que provocan que sus sueldos estén al nivel de 1997, o de que sus viviendas estén un 25% sobrevaloradas y por ello vayan a estar hipotecados hasta que se mueran, o de que está pasando para que gobierne la ideología que gobierne la gestión de la economía siga siendo la misma, o de qué se esconde detrás de las deslocalizaciones de empresas o de algo tan primario y básico para ellos como preocuparse de cual es la razón por la cual Canal+ no se da en abierto cuando una vicepresidenta del gobierno se lo prometió... Esta misma gente se convierte de la noche a la mañana en activistas de salón y te defienden con vehemencia el boicot a los productos catalanes....¿pero que tendrán que ver los ciudadanos catalanes, tan engañados, alienados y manipulados como ellos con los delirios de algunos que lo único que tratan es de forrarse (como en su día dijo literalmente Zaplana... Que este tío siga en política evidencia la enfermedad del sistema) y mantenerse en el poder? Si son culpables de algo es de falta de interés político, dejadez y cierto egoísmo pero no mayor que el de los andaluces que mantienen el clientelismo de Chaves y los informativonodos de Canal Sur o los gallegos que permitieron que un gobernante franquista y por ende perteneciente a la élite de una dictadura represora les gobernara durante más de diez años ¿Por qué no boicoteamos en su día los percebes gallegos en protesta retrospectiva por la dictadura? Y lo que más miedo me da es la cara de la gente cuando te defiende que no comprará cava catalán este año. Su cara constreñida, su gesto de concentración, la mirada endurecida, la actitud beligerante, rezumando reflexión política por cada poro de su piel, coño,casi que parecen dispuestos a montarse en una barca de Greenpeace para bloquear por mar el comercio de los irredentos catalanes...
Y qué decir mientras de los nacionalistas. Ahí van dos perlas que permite contemplarlos en toda su espléndida idiotez:
- Hughet, político de ERC y consejero de la Generalitat defiende (por dos veces) desde su posición de historiador (palabras suyas) que el boicot a los productos catalanes y la catalanofobia general son comparables a la persecución a los judíos por parte de los nazis...
Sin comentarios. Remito a la inconmensurable repuesta de Lucrecio/Albiac en su blog el 13 de diciembre:
-Paulino Rivero, líder de Coalición Canaria, pide la transferencia de las competencias en meteorología al gobierno a causa de la mala predicción hecha por el Instituto Meteorológico sobre la tormenta tropical de hace algunas semanas... ¿¿¿???... Desde luego cuando se meten a científicos es que lo bordan...

13 diciembre 2005

Motivos y ambiciones

Comienzo esta historia con cierta aprensión y respeto. Recuerdo la primera vez que me decidí a escribir una especie de diario hace ya más de ocho años y como experimenté entonces una sensación parecida. Esa sensación de vértigo y duda ante los motivos que me llevaron entonces a hacerlo es, en parte, parecida a la que hoy siento al empezar esta aventura, pero no es la misma. Los nuevos motivos difieren de aquéllos y el punto de exhibicionismo que supone esta idea de publicar en la red lo que pienso es algo que me preocupa, perturba y lo hace completamente diferente. Por otro lado el diario sirvió principalmente para contar y escribir sobre sentimientos y sensaciones personales que guardé para mí y, sólo ocasionalmente, derivó en una especie de semilla de lo que ahora quiero empezar a indagar aquí : la posibilidad de reflexionar, escribiendo, sobre aquello que me ocupa y me preocupa, aquello que hace que me considere y sienta quien soy, tan alejado de asfixiantes, simplistas y algo patéticas clasificaciones basadas en el trabajo, la edad, los estudios o incluso la afiliación política o religiosa que todos solemos hacer sobre los demás para así, tranquilos, una vez parametrizado al enemigo, poder continuar viviendo en nuestras profundas y bien cavadas trincheras personales, con nuestros hologramas sociales a pleno funcionamiento y sin sentir la necesidad de revisar en alguna ocasión si nuestros formas de vida diarias se asemejan en algo a aquellos que fueron alguna vez nuestros planteamientos vitales y que incluso (ciegamente conscientes) decimos que continúan siéndolos.

Reflexionar escribiendo y por tanto disfrutando sobre política, cine, literatura, actualidad o sobre aquello que me consuma o enerve por dentro. Sin más límites que mi propia pereza y desidia habitual. Con la esperanza de producir algo de forma más o menos continuada y que sirva para que cercanos, amigos y todo aquel que desee aporte discursos, discusiones e incluso consigamos entre algunos extrañas discursiones