21 septiembre 2008

Sobre la polémica de Carlos Boyero, El País y el cine experimental

Con una semana de retraso he llegado a la polémica suscitada por la Carta al Director enviada a El País por una serie de profesionales del cine español, entre los que destacan, entre otros, Víctor Erice, José Luis Guerín y la plana mayor de los colaboradores de Cahiers du Cinéma (versión española). La carta en cuestión, de imprescindible lectura y que de manera íntegra se ofrece en un blog expresamente creado por esta plataforma que ha conseguido ya más de 250 adhesiones, critica la cobertura que el citado periódico hace de los festivales de cine y el tratamiento que da al cine más experimental, particularizando en los artículos escritos por Carlos Boyero, y poniendo como ejemplo su crítica a la última película de Abbas Kiarostami presentada en el último Festival de Venecia.

Era de esperar. Mientras escribió en El Mundo, Boyero pudo esquivar el acoso del establishment cultural español, escribía en un periódico que la gente progresista, la gente de bien, no debía leer, y por tanto no se debía reconocer su existencia, ni sus críticas, para no parecer que se le daba cobertura a la influencia de la caspa que representaba el infame Pedro J. y sus secuaces. Pero he aquí que su diario de cabecera, el único que podían llevar bajo el brazo orgullosamente, o al menos sin vergüenza, fichó a Boyero con el rango de estrella, en un golpe mediático que respondía en cierta manera al fichaje anterior de Santiago Segurola por parte de la empresa editora de El Mundo. La cosa, entonces, cambiaba. Ya no se podía obviar lo que escribía Boyero, puesto que aparecía en el diario de referencia, el diario culto, el diario que establece e impone el patrón cultural de nuestro país. De repente, algunos de mis amigos que no habían leído a Boyero en su vida se sorprendían ante la virulencia de sus críticas y lo lacerante de su sarcasmo, al tiempo que los internautas de El País le repetían las mismas preguntas que llevaba años contestando en los encuentros digitales de El Mundo y se sorprendían ante la libertad y la incorrección cultural de sus respuestas. Vamos, se sorprendían y desconcertaban, curiosamente, ante la “novedad” que significaba un tío de más de cincuenta años que lleva diciendo lo mismo y de la misma manera toda su vida. Cosas de leer tan sólo el diario oficial.

Estaba claro que era cuestión de tiempo que las críticas a Boyero y a la sección de cine de El País apareciesen, pero lo que sin sorprender no deja maravillar, es la capacidad que tiene el sector que se autoconsidera más progresista de nuestra sociedad para autoproclamarse adalid de la verdadera cultura, desechando así otras opciones e ideas tan respetables como las suyas. Sólo hay que analizar extractos de la famosa carta para constatar el autoritarismo cultural que se desprende de ella, y al tiempo apenarse por la incapacidad que tienen sus firmantes de escapar del mundo ficticio que han creado en el que todas las fuerzas oscuras conspiran contra ellos.

En el caso de la reciente Mostra de Venecia, el cronista de turno, Carlos Boyero, imitándose a sí mismo -tratando de tarados, cursis, snobs, plastas y otras lindezas a cuantos cineastas y críticos puedan discrepar de sus opiniones-, además de reiterarnos día tras día su inmenso hastío, no ha tenido reparo alguno en pregonar su abandono de la proyección de la última película de Abbas Kiarostami

"Resulta paradójico que un periódico de referencia, que hace gala de su interés por la cultura, cada vez con una mayor frecuencia excluya de ésta al cine, al que tiende a reducir a mero entretenimiento de masas, pasto de las televisiones”

Es decir ellos deciden lo que debiera o no debiera publicar El País porque deciden qué es y qué no es lo que se puede definir como cultura. Con dos narices.

En la difícil situación que en tantos aspectos atraviesa hoy el cine español -particularmente en el de la producción y difusión de las películas más interesantes que se vienen haciendo entre nosotros-, sería justo y necesario, para que sus lectores sepan a qué atenerse, conocer cuál es la verdadera actitud de “El País” a este respecto. Aclarar si –insultos y descalificaciones aparte- su postura coincide básicamente con la que se desprende de los textos de su cronista”.

Vamos, que con una tremenda desfachatez exigen al periódico que se manifieste a favor o en contra de lo que escribe Boyero, exigiendo que se posicione, pero... ¿cómo qué? ¿por qué? ¿para qué?...¿Qué pretenden, que El País publique un comunicado en el que declare ampulosamente que defiende el cine experimental y el cine de autor?¿Es sólo a mí al que le parece delirante esta actitud totalitaria ante la libertad y la independencia de una de las pocas secciones que parece respirar cierta autonomía en ese periódico?

Pero hay más, son capaces de superarse:

Si así fuera, si el acuerdo de una u otra manera existiera, estaría algo más claro cuál es el sentido de su compromiso primero: apoyar de tarde en tarde, a modo de pequeño detalle redentor, algún asomo de diversidad para dedicarse sobre todo a sostener y publicitar la producción cinematográfica más acorde –salvo las excepciones de rigor- con el dictado mayoritario de los ejecutivos de Televisión y los intereses de aquellos productores, distribuidores y exhibidores que determinan el destino de nuestro cine.”

Lee uno este extracto y respira libertad. Claro que sí. Si el periódico calla o defiende la libertad de su periodista para escribir sobre la experiencias que tiene cuando ve una película, sin pararse a considerar (como debiera) que aunque no le haya gustado debe mentir para apoyar el cine arriesgado y experimental (ya que así promociona la CULTURA, con mayúsculas), El País estará evidenciando que está vendido al capital, a la industria, al mal. No hay lugar para que sea el criterio del lector el que decida si es cierto o no tamaña acusación (y a lo peor, no por los motivos que ellos esgrimen). No, ellos lo interpretan por nosotros, juzgan y condenan.

La reflexión que yo me hago es la siguiente: si mañana El País despide a Boyero y en su lugar contrata, por ejemplo , a Carlos F. Heredero (actual director de Cahiers du Cinéma versión española), ¿ya no estaría vendido a la caterva de productores, distribuidores y exhibidores cuya única obsesión es destruir nuestro cine? ¿ya no estaría vendido al capital?... ¿Pero estos señores no conocen los intereses empresariales y la trayectoria de PRISA, empresa que edita El País? ¿Creen en serio que es una empresa que apoya la “diversidad” en contra de la “concentración”? Claro que no son tontos y que no creen semejante sandez, lo que quieren es el apoyo de El País para distribuir y exhibir las películas que ellos consideran interesantes y que curiosamente son las mismas que les dan de comer. Lo necesitan desesperadamente si no quieren desaparecer, pero son demasiado arrogantes para reconocerlo e intentar argumentar para conseguir dicho apoyo, y recurren a la amenaza inútil de arrebatarle a El País el carnet de defensor de la progresía cultural. Paradójico. Cuando es el El País el que otorga ese tipo de carnets habitualmente.

No hay nada bochornoso en defender aquello en lo que cree, pero sí en exigir a los demás que hagan lo mismo sin más argumentos que el de una pretendida autoridad indemostrable en la materia.
Yo, que transito sin problemas de Boyero a Cahiers du cinema, de Oti Rodríguez Marchante al desaparecido Ángel Fernández Santos, de Ford a Tarkovski, o de Coppola a Imamura, lo único que me producen este tipo de exabruptos públicos es pena y compasión. Porque tras estos arrebatos de autoafirmación cultural y reivindicación de lo minoritario como arte tan sólo por el hecho de serlo, se esconde la frustración de no ser ni estar en la posición de aquellos que se critica. Porque no es que se quiera cambiar el mundo, no. Tan sólo es la rabia pon no ser ellos los que ocupan las posiciones de privilegio en él.

Por cierto, la película de marras, la de Kiarostami, son casi dos horas de imágenes de primeros planos de 113 mujeres mientras ven (y escuchan) la representación de un cuento persa sobre una heroína. Sólo se muestran imágenes de esas mujeres, sus emociones al ver la obra, sus gestos, sus reacciones... casi dos horas... igual es una obra de arte incomprendida pero entonces, ¿cuántas como ella están distribuyéndose ahora mismo en internet sin que nadie las defienda?... ¿O en el fondo la cuestión final de todo la controversia entre arte de masas y arte minoritario estriba en que los que defienden a las “estrellas” del segundo pretenden que ocupen el lugar de privilegio de las "estrellas" del primero?

16 septiembre 2008

Los bares de Madrid

Vivir Madrid es, de alguna manera, vivir sus bares. El centro de esta ciudad renueva su oferta puntualmente, casi mes a mes, a veces parece que cada semana, aunque tal vez lo único nuevo de ese lugar al que se llega sólo por caminar por esa esquina aún inexplorada, es la presencia de uno mismo en él... Los bares, las cervecerías, los restaurantes, las tabernas, las tascas, las cafeterías, los cafés, son lugares de encuentro, de acogida, de renovación, de reunión, de risas (y lágrimas ocasionales), de charlas varias, intrascendentes tantas veces y, por supuesto, lugar de conversaciones, coloquios y debates. Hace años que me di cuenta (desde que dispuse de dinero para entrar por fin en ellos desde el exilio obligado y joven del botellón) de que yo era un auténtico rastreador de cafés y bares con algo especial, un cazador en busca de un ambiente, una oscuridad, unas mesas, una música. Un rastreador de momentos futuros. Paseando por la ciudad, como el domador de versos, deambulando por sus calles, redescubriendo sus esquinas, mi sexto sentido está siempre alerta, dispuesto, evaluando casi sin querer cada nuevo sito que se abre o descubro, estudiándolo, analizando sus posibilidades, en segundos, casi sin darme cuenta. Porque no todos ellos sirven, la gran mayoría es desechado, pues me susurran al oído o me escupen a la cara rápidamente lo que quiero saber y puedo esperar de ellos.

Una de las necesidades más extrañas del ser humano es su afán por clasificar. Clasificar, etiquetar y crear categorías de todo aquello que lo rodea. También se puede clasificar a las personas por el tipo de local al que les gusta acudir, ya sea de manera habitual o para un encuentro ocasional, o incluso por la bebida que toman con más placer, o la hora a la que prefieren quedar. En mi experiencia todo ello suele tener una relación directa con el tipo de socialización que prefieren: más divertida, superficial, profunda, pretenciosa...

Pero lo que los años me han hecho ver con claridad es que no son sólo las personas las que eligen las conversaciones que van a tener, sino que es el lugar, con su ambiente, semioscuro o luminoso, con música o en silencio, jazzístico o más bien rockero, de copas o cervecero, lo que decide el giro que una conversación va a deparar: si será íntima, o cachonda, profunda o superficial, entrañable o soporífera...

En mis últimos tiempos como rastreador, he obtenido dos nuevas piezas. La primera es un café en las cercanías de la Filmoteca (con la que comparte además el nombre) que parece tener escrito en su entrada: ven y conversa sobre cine, tras ver la película, con un ambiente informal pero cómodo, más de media tarde que de noche.

El otro es un bar de copas y café en un esquina de la calle Huertas, oscuro, mesitas bajas, ambiente un tanto decadente, con multitud de antiguos teléfonos que acechan desde las paredes a la espera de una llamada desde otro tiempo, con una música suave que favorece la charla tranquila, que alterna con fluidez diferentes voces españolas, entre las que sobresale por la insistencia de su presencia la de Sabina, y también la de Serrat. Allí esta última semana acabé dos veces: la primera para despedir a un amigo que abandona la ciudad de manera temporal en busca de las verdes praderas inglesas, y la segunda para pasar una larga tarde, prolongada hasta la noche, regada de whiskys que iban cayendo con una cadencia suave, mientras conversaba sobre Newton y Descartes, sobre Borelli y Hooke, sobre fluxiones e infinitésimos, Leibniz y Huygens, del tío Nocilla, Asimov y su psicohistoria...

Las mejores historias se desarrollan en los bares. Los mejores encuentros. Las peores despedidas. Las risas.

El rastreador sigue al acecho

18 julio 2008

Sam Peckinpah, el genio solitario

Un francotirador del cine. Un genio medio loco, alcohólico, irascible, brutal en ocasiones, siempre atormentado, que vivió a caballo entre dos mundos, dos épocas, dos formas de entender el cine y la industria, y que murió finalmente antes de cumplir los sesenta años allá por 1984, después de hacer un puñado de películas extraordinarias. Sam Peckinpah, un cineasta pasional y apasionado, un director que volcaba en el cine su mundo interior, sus miedos, su sentido de la justicia, su idea de la vida, derramando siempre el celuloide, extrayendo las entrañas más íntimas y viscerales a los argumentos que trató, salpicando al espectador de furia y sangre, pero siempre dejando un poso de poesía y lirismo. Dejó huella, consiguió rápidamente lo más difícil para un director, para un creador: ser reconocible, poseer un estilo que no por mil veces imitado ha dejado de ser su impronta, su marca, ésa que intentaron convertir otros en lo único importante de su cine, olvidando a propósito (o debido a su ceguera) el alma con la que dotaba a las imágenes de sus películas. Su estilo fue personal, innovador, radical en su propuesta estética. Su gusto por la violencia filmada, la morbosa contemplación de la muerte, el placer por la cámara lenta detallista que no sugería sino que mostraba en toda su crudeza la danza final del ser humano cuando se le arrebata su vida sin contemplaciones, la coreografía de la violencia, creada con un sentido del ritmo exquisito y que apabullaba a un espectador al que dejaba anonadado ante el espectáculo amoral que se le ofrecía. Su marca. Lo era, desde luego. Pero muchos no quisieron ver que esa marca, ese estilo, era el marco desde el que respiraba el poeta, el director capaz de hacer de un detalle un mundo, de una mirada una historia, de una frase un modo de vida. Peckinpah se erige así como uno de los grandes narradores de un Hollywood al que odió sin poder renunciar a él, un perdedor natural, un desertor de la felicidad que otorgó a sus personajes un halo épico y una ética propia: la ética y la épica de los perdedores, los malditos, los olvidados por la historia, los que nunca se podrían redimir. Sus westerns (todos ellos) son obras maestras, aunque en ocasiones puedan no ser redondos (bien por las complicaciones en la producción o por la propia personalidad de un director que siempre tenía la necesidad de perseguir fantasmas), y sirvieron para redimensionar un género agonizante, asesinado por la pérdida de inocencia de la sociedad norteamericana que lo engendró y por la relectura económica, facilona y en su gran mayoría deleznable de los spaghetti westerns.

Se han escrito decenas de artículos sobre sus películas más famosas, Grupo salvaje y La huida. Nunca se ha mostrado más violencia en una película que la que existe durante la primera hora de metraje de Perros de paja, una violencia latente dentro de una comunidad pequeña, que va ahogando y asfixiando al tiempo al protagonista y al espectador hasta desembocar en una brutal y desaforada violencia física liberadora. Duelo en la alta sierra era un canto hermoso a la lealtad y al apego a un mundo que se escapaba. La primera secuencia que abre La balada de Cable Hogue, donde Jason Robards conversa con Dios mientras camina por el desierto a la espera de una muerte segura, significa una de las presentaciones más entrañables y particulares de un personaje en el cine. Pero me quedo con dos planos particulares de  Pat Garret and Billy the Kid para mostrar y valorar la sensibilidad y la capacidad narrativa de este loco borracho, su sensibilidad, su gusto por la belleza estética y la emoción contenida de su cine.

El primero es cuando Billy ha escapado de la cárcel huyendo de su viejo amigo Garret. Cabalga solo, de noche, y al atravesar un riachuelo se para en medio de él para colocarse algo de abrigo, anochece y la luna refleja la imagen invertida del pistolero en el agua, un segundo no más, lo suficiente para mostrarnos un bellísimo plano de un personaje que se nos muestra atormentado, perdido, sin presente ni futuro, incapaz de cambiar y adaptarse a un mundo que le está sobrepasando y quiere deshacerse de él, un personaje en el que resuenan los ecos del Ethan de Centauros del desierto, que se se siente solo, terriblemente solo, desorientado durante un segundo, sólo un segundo, pero que se niega a desaparecer, y que posteriormente decidirá enfrentarse a su pasado y volver a la única vida que conoce y puede vivir, la que le llevará a la muerte.

El segundo plano muestra la muerte de un sheriff a punto de la jubilación al que Garret ha pedido ayuda para localizar y detener a uno de los secuaces de Bill. El sheriff, junto a su mujer (una espléndida y madura Kathy Jurado, que fuera inolvidable secundaria mexicana en películas como Solo ante el peligro o El rostro impenetrable), accederá a ello con desgana y miedo, sólo para recibir más tarde el balazo que le supondrá una muerte inútil, antiheroica, destrozando así los cánones del western, pero al tiempo recomponiéndolos en una nueva lectura, más humana, más profunda, mientras suenan los primeros acordes de Knock, knock, knockin´on the heaven´s door de Bob Dylan, tema que continúa sonando en una secuencia enorme, intensa, acompañando al sheriff que tambaleante se acerca a sentarse al borde de un lago cercano para morir mientras mira, desconcertado, a su desesperada mujer.


Peckinpah
pervivirá siempre. A pesar de la indiferencia con la que a veces se le trata frente al recuerdo de clásicos y contemporáneos que no significaron ni significarán la mitad que él. El cine no puede olvidarse de uno de los mejores cineastas americanos de la segunda mitad de siglo XX.

17 julio 2008

17 de Julio

El cine, los libros, el amor como ideal, Titanic, Cenicientalmeida, la costura, el cuartito verde, Braveheart, compañera de loza, el tío de las llaves, Mulder, su Mulder, la soledad, el aislamiento, el futuro abortado, las lágrimas, las risas, Lo que el viento se llevó, la espada que me regaló, los sueños, la ensoñación perpetua, los años, seis años, el trágico error, el Diario de Sevilla, la que se quedaría para siempre, la que se fue por sorpresa, el riego, el campo, su campo, para siempre...

29 junio 2008

Game over

Se acabó el curso. Por fin llegan unas vacaciones, merecidas y valoradas, que significan un descanso mental y físico que necesitaba. Las oposiciones acabadas, con el resultado incierto de siempre. Incierto no porque no vaya a probarlas, no, sino porque mientras la asignatura de física y química dependa para su mantenimiento y ampliación de la pléyade de perezosos universales y de analfabetos científicos funcionales de la que están poblados las altas esferas decisorias y los claustros de profesores, nunca podrá ser resucitada y reimpulsada al verdadero lugar que merece, y tendremos que matarnos entre nosotros y con los interinos de larga duración, “los pata negra”, por obtener alguna de las miserables plazas con las que intentaremos minimizar el asesinato científico, la eutanasia activa a la educación científica de la población general, a la que está abocada nuestra pretenciosa sociedad de la información y del conocimiento... ¿conocimiento?

Asegurarnos que lo alumnos comprendan que la ciencia es un producto cultural de la sociedad en la que se desarrolla, fruto de ella y al tiempo motor de cambio e influencia de dicha sociedad”. Esto aseguraba yo hace pocos días delante de un tribunal. Creo en ello y lo defiendo, pero esta idea no parece tener la suficiente fuerza para atravesar las endurecidas, utilitaristas y encorsetadas mentes ¿pensantes? que rigen los destinos educativos. Como escribe Merchán la escuela ha pasado de hablar de reforma a hablar de gestión eficiente, y como si de una empresa se tratase, en los últimos años se está imponiendo un discurso economicista y capitalista referido a la educación, que nos habla de optimizar resultados, obtener dividendos tangibles, gestionar con eficiencia, conseguir a toda costa resultados positivos, y cotizar esos resultados entre la acrítica y embebida opinión pública.

Pero tras las oscuridades y los malos augurios respecto a nuestra educación a nivel general, surge el brillo de un año trabajado con placer, disfrutado intensamente, con tensión y responsabilidad. Un año escolar que acaba y que supone de nuevo partir, dejando atrás algunas semillas que espero que no sean pisoteadas por profesores ciegos y sin empatía, ni por familias incapaces de educar en el estudio y en la vida. Un año en el que de nuevo he sido tutor y en el que espero no haber defraudado a mis alumnos, y que ellos hayan comprendido que estudiar no está reñido a veces con disfrutar, y que la asignatura de física y la química no es ese ogro deformado y terrible en la que la están intentando convertir (con la impagable ayuda de profesores avejentados, o sin ilusión, o con ínfulas extrañas) para promocionar materias más técnicas, menos racionales, más pragmáticas, buscando poblar el mundo de epsilons y boicoteando la formación de posibles alfas, incontrolados e innecesarios. Donde espero (aunque es difícil conocer los resultados tan a corto plazo) que también hayan recibido el mensaje de que los profesores (como a otro nivel los padres) no son tan importantes ni tan trascendentes, que pasan por sus vidas jodiéndoles un año, o si tienen suerte le hacen más interesante y divertida alguna asignatura en particular, pero que al final su educación, su formación, la conseguirán través de sus lecturas, de sus vivencias, de sus amigos, de sus ilusiones y de su capacidad de ambicionar lo que quieren sin dejarse cerrar puertas por los vampiros energéticos y los parásitos estancados que los rodearán, y sin abrir más puertas que las que ellos en cada momento estén dispuestos a cruzar.

Fin de curso. Game over.

21 mayo 2008

De nuevo, huelga

Y hoy volvemos a la calle, exigiendo lo que ya escribía hace dos semanas, exigiendo que se deje de privatizar la educación, exigiendo el fin de la concertación. Porque motivos hay.

Al menos parece que otras voces se empiezan a alzar. Aquí, enlazo el artículo que Belen Gopegi escribió ayer en Público sobre nuestras reivindicaciones, que debieran ser las de todos. Un magnífico artículo.

Por cierto, una muestra más de por qué este periódico, a pesar de todos sus defectos, es útil e interesante. La sección de Dominio público es de lo mejorcito de la prensa nacional escrita.

06 mayo 2008

Motivos para una huelga en defensa de la educación pública de Madrid

Hoy, como profesor de Educación Secundaria de Madrid, estoy en huelga. No pido una mejora de sueldo. No quiero mejorar mis condiciones laborales personales. Ni siquiera exijo un reconocimiento social que ciertamente no necesito. De hecho no estoy en huelga para reivindicar que mi estatus personal inmediato mejore. No, nada de eso. Estoy en huelga por otros motivos, estoy en huelga para intentar defender que la educación en este país, y particularmente en la Comunidad Autónoma de Madrid, vuelva a ser pública, sufragada con los impuestos de todos lo contribuyentes y gestionada por la Administración correspondiente mediante los necesarios controles que la permitan ser lo más independiente y justa posible. Porque la educación pública en Madrid se desangra desde hace años, muere de inanición, asesinada lentamente para favorecer unos intereses ideológicos y económicos que, de manera perversa, aprovechando y fomentando los peores miedos y los instintos más conservadores de los padres, se han implantado en las cabezas y las voluntades de los ciudadanos, haciendo del proceso de privatización y desmantelamiento de la educación pública algo inevitable, una imperiosa y extraña necesidad, abriendo así de una manera que parece casi irreversible la puerta el sector privado. Un sector privado que a través de empresas y/o cultos religiosos está decidido a hacer negocio y sacar beneficios económicos con la educación, desde luego sin intentar convertirla en un semillero de futuros ciudadanos educados en libertad y pensamiento crítico.
Yo, en definitiva, estoy en huelga en contra de la concertación de la educación por múltiples motivos que intento resumir a continuación:
  • Los contribuyentes no deberían aceptar que el dinero de sus impuestos vaya a manos de empresas privadas que gestionan la educación de los niños como si fuera un negocio más. Hace muchos años algunos países europeos entendieron que la gestión de cierto asuntos delicados como la sanidad y la educación debía estar en manos del Estado para intentar fomentar y promover sociedades más justas, y que todos los ciudadanos tuvieran una mínima formación de calidad que les permitiera competir en nuestra complicada sociedad con una mínima igualdad de oportunidades. Parece que se nos ha olvidado.
  • Ya que parece defenderse con tanto entusiasmo el modelo capitalista carece de sentido que la empresa (la Administración, nuestros representantes votados democráticamente) que paga a los empleados (los profesores) no sea la encargada de seleccionarlos mediante los criterios que considere más justos. Esto es precisamente lo que sucede en la educación concertada donde los profesores son contratados por la empresas concesionarias de los colegios e institutos sin pruebas selectivas, mediante criterio subjetivos, a pesar de que sus sueldos los pagamos todos los contribuyentes. A esta incongruencia hay que sumarle la cesión gratuita de suelo público a empresas privadas para que construyan nuevos centros educativos concertados en lugar de construirlos directamente públicos, puesto que son necesarios. De nuevo renuncia de la Administración a responsabilizarse de la educación . Y sospechosa sumisión a intereses privados.
  • No se puede negar que la educación obligatoria es un asunto delicado que conlleva inevitables consecuencias por el hecho de tratar a seres humanos en desarrollo. Su ejercicio sirve finalmente para formar e instruir a personas, y no se puede obviar ni eludir que es imposible, completamente imposible, educar ni instruir en su totalidad desde el miedo a que tus prácticas en el aula no sean consideradas por la dirección del centro adecuadas a lo exigido por sus criterios ideológicos o morales, a pesar de que dicha labor se adecue a los principios de libertad que nos otorga la Constitución que rige este país. No se puede educar desde el miedo y la coacción.
  • Al ritmo de concertación y privatización que lleva la Comunidad de Madrid ser joven e intentar entrar en la educación pública como profesor se va a convertir en algo imposible en demasiadas ramas del saber (Física y Química, Filosofía, Biología y Geología...) por lo que mientras esta educación va a ver cómo sus plantillas envejecen sin un repuesto natural, los colegios e institutos concertados se están llenando de recién licenciados jóvenes que son utilizados, exprimidos y explotados hasta que revientan y sus ilusiones se agotan, para ser después sustituidos por nuevos obreros de la educación. Trabajadores sin voz, sin experiencia, sin posibilidad de oponerse a las injusticias que genera la educación que les da de comer, sin posibilidad de escapar del círculo vicioso que les lleva a defender un tipo de educación (la privada-concertada) en la que muchos no creen, y que luchan denodadamente (pero en silencio, para no comprometer sus puestos actuales) por entrar en la “denostada” educación pública.
  • Con el tiempo, si continúa la tendencia actual, la educación pública se convertirá en una educación residual, propia sólo de las clases más desfavorecidas y de aquéllos que antepongan su propia ideología a la educación de sus hijos. Este hecho no debiera ser deseable por nadie cuyos hijos deban educarse en los próximos veinte o treinta años, aunque desde luego será un chollo para los que hacen negocio con ella. ¿Alguien cree que cuando la educación pública no sea competitiva los precios de la concertada-privada se mantendrán en los niveles actuales? ¿Se dan cuenta aquéllos que defienden y se les llena la boca con lo de la “libertad de los padres” a la hora de elegir la educación de sus hijos que están hipotecando parte de las rentas futuras de éstos, cuando tengan que pagar, de verdad, y mucho, para meter a los que serán sus nietos en colegios e institutos decentes?
  • En Madrid más del 80% de los centros concertados son católicos. Desde luego no parece que ese tanto por ciento signifique que más del 80% de los padres que llevan a sus hijos a concertados son católicos practicantes que desean que sacerdotes y afines sean los encargados de gestionar el presente y el futuro inmediato de sus hijos. Mi amplia experiencia dando clases particulares antes de ser profesor de instituto me lo demostró. La realidad es otra. Muchos padres, atemorizados por los mensajes mediáticos que le llegan desde el exterior, desconocedores por completo de la realidad educativa de infinidad de centros públicos de Madrid que funcionan a la perfección, y confundidos ante la idea de dar a sus hijos “un poquito más” que lo que el vecino le da al suyo, optan por el camino más rápido, más fácil, más seductor, y en lugar de exigir una pública competitiva, que mejore y no se estanque, priorizan otros intereses como son la selección del alumnado, la segregación del alumnado inmigrante (sobre todo del conflictivo y del que llega a lo largo del curso) y se engañan (¡es falso, totalmente falso!) creyendo que sus hijos reciben además una educación de mayor calidad y con mayor disciplina.
  • El profesorado de la pública, tampoco está haciendo las cosas demasiado bien en muchos aspectos. Mis propios compañeros, adormecidos mediante regalos envenenados consistentes en pequeñas subidas salariales o zarandajas similares, demasiado tranquilos por la estabilidad de su empleo hasta su jubilación, son incapaces de asumir la responsabilidad que su posición social exige y liderar la defensa y mejora del servicio público que ofrecen. Un detalle sorprendente y clarificador de la falta de compromiso del actual profesorado, apático y apoltronado, sería conocer con exactitud cuántos de estos trabajadores de la función pública meten a sus hijos en la educación concertada o privada. Sería un dato terrible. ¿No estás incapacitado para ejercer tu labor como profesor de la educación pública si desconfías de los propios servicios que tú ofreces?
  • Tampoco se puede olvidar citar críticamente la labor de los sindicatos de educación de la Comunidad de Madrid, incapaces de defender de manera constante y firme unas pocas ideas coherentes y lógicas sin ceder a los chantajes y las prebendas que tanto la Administración actual de Madrid como la anterior les han ido haciendo en forma de poder sindical y fondos para estúpidos cursos de (des)formación del profesorado. Han permitido por acción o inacción, por miedo o complicidad, llegar a una situación dantesca como la actual escudándose en la desidia de la plantilla de profesores de Madrid y de la sociedad madrileña en general, sin hacer en ningún momento una autocrítica seria sobre sus métodos de representación y sus intereses espurios ocultos; así como sus múltiples liberados, objetores de tiza que se distancian del día a día de los centros y sólo aparecen como fantasmas ocasionales para convocar a huelgas que desconvocan a su antojo según llegan a acuerdos de mínimos miserables, que en nada tienen que ver con las exigencias de sus afiliados, ni por supuesto de los demás trabajadores que nos sumamos a ésta y otras huelgas sin pertenecer a ningún sindicato. En estos días no se puede olvidar mencionar la actitud pesebrera y miserable de ANPE y CSI-CSIF, verdaderos quintacolumnistas infiltrados por la Administración actual de Madrid para boicotear y desactivar los posibles brotes de rabia incontenible que surgen de vez en cuando entre los profesores. Brotes provocados por decisiones políticas privatizadoras y liberales, y cínicas declaraciones que denigran nuestra labor y la desprestigian socialmente. Tampoco se puede olvidar que CCOO y UGT, aún manteniendo todavía la convocatoria de huelga, no tienen demasiada credibilidad: es conocido que tras estas movilizaciones se esconden también luchas intestinas intersindicales en busca de mayores cuotas de poder (habría que salvar a algunos sindicalistas que trabajan y creen realmente en lo que hacen aunque son continuamente prostituidos en pos de oscuros “acuerdos políticos). Si los sindicatos fallan, detrás tenemos que estar todos los ciudadanos, presionándolos a ellos y a nuestros representantes públicos para que no se olviden que todos están ahí para defender nuestros derechos, no para subastarlos al mejor postor.
Hay motivos. Por supuesto. Hoy yo estoy en huelga para intentar aportar mi granito de arena a la defensa de la educación pública universal y gratuita... ¿Y tú?

28 abril 2008

Lucidez inconsciente

Olvidan que no olvidamos. Se piensan que no pensamos. Desean que deseemos. Deseos físicos, tangibles y productivos. Les gusta la uniformidad, el rebaño, la igualdad de fines y objetivos, incluso de medios, y la mínima diversificación, tan sólo aquélla que nos hace sentir diferentes en medio de tantos seres iguales, con vidas clónicas y aburridas. Juegan y manipulan nuestros sueños para convertirlos en bienes de consumo que gustosos cedemos en pos de mayores cotas de felicidad impuesta. O autoimpuesta. La felicidad como fin, un valor en sí mismo, ser feliz como meta inalcanzable. O alcanzable por días a base de visa o crédito. La familia como refugio, como motor social desde la que salir al mundo ya maleado, ya alienado por lo correcto e incorrecto. El tiempo como forma de atemperación. La moderación del miedo. Y no hablo de una corrección moral, ni de una incorrección libertaria, no. Lo correcto e incorrecto sobre lo que has de hacer en el mundo, sobre hasta dónde puedes llegar, hasta dónde dar y, fundamental, desde dónde cobrar. La adolescencia es el paraíso corrupto, la gran mentira, el único momento donde parece que se ejerce la libertad. Una libertad parasitaria de la esclavitud de los adultos que la permiten. Pero eso no lo saben. El único momento donde se puede un portazo, conscientemente inconsciente, a lo que parecen convenciones sociales inaceptables, gilipolleces de adultos que jamás serán aceptadas, verdades asentadas que no son más que carne de perro putrefacta que no se quiere comer. El único momento luminoso donde la lucidez trágica del parásito social descubre la realidad de los adultos, lo que estaba oculto bajo el manto ideal y heroico que con el que la niñez recubre a sus mayores; y entonces si se aguza el oído, si estás atento a la jugada, si aún eres capaz permitirte discernir cuando emerge el titán destructivo y arrasador de entre la capa de roña idiota, hedonista y aún afortunadamente infantil que configura al adolescente, podrás escuchar al niño que fue antes de convertirse en el adulto que no es decir verdades terribles, sin vendas, sin paños calientes, sin limitaciones morales, sin sentido de la piedad (pues suele desconocer la piedad a la hora de enjuiciar salvo si la aplica sobre sí mismo). El adolescente que no opina sino que emite juicios morales sin parar en la autocrítica. El adolescente que lanza una mirada descuidada al mundo que lo rodea y verbaliza las contradicciones que los asustados adultos tratamos de ocultar bajo capas y capas de buena educación y comprensión al prójimo. El adolescente que suelta sus verdades, marcadas por su falta de responsabilidad personal, aún en desarrollo, pero que no por eso son menos ciertas; y te dejan sonriendo, recordándote. O anonadado tal vez por la dureza, o por la lucidez momentánea, dura, pragmática, inmisericorde, que bordea la brutalidad. Y lo que es peor de la que no es consciente siquiera él mismo.

O algo más simple, menos trascendente si se mira de manera superficial, pero más terrible si se analizara en profundidad.:”la verdad, tío, es que las reuniones de adultos me parecen cada vez más ñoñas. No se dice nada, sólo tonterías

15 abril 2008

En defensa de una educación pública para todos

Otra vez estoy aquí. Y otra vez escribo desde el cabreo. Qué le vamos a hacer. Prefiero advertirlo para que los pocos que me leen y que no les gusta el tono crítico esperen a otros posts más floridos y menos visceralmente encabronados que éste.
Vuelvo a casa después de pasar la tarde manifestándome delante de la Consejería de Educación de la Comunidad de Madrid. Éramos muy pocos, demasiado pocos, había más representantes sindicales que profesores no adscritos a ninguna organización reglada Demasiados objetores de tiza. ¿Por qué? ¿Qué pasa? ¿Por qué esta dejadez, esta inercia? Además, ¿por qué coño sólo había profesores en esta primera concentración? ¿Dónde están los padres? ¿Dónde está el grueso de nuestra adormecida sociedad que letalmente se infantiliza y deja que las administraciones tomen decisiones relevantes que afectan al futuro de nuestros hijos y para los que no se les ha votado?
Soy profesor. Soy interino. Hoy estoy trabajando pero puede que mañana decida dejar esta profesión. O no consiga una plaza, a pesar de aprobar la oposición una y otra vez. Puede que mañana ya no haya educación pública en la que optar trabajar. No elegí ser profesor para ser funcionario. Me importa un carajo serlo. Me gustan mis condiciones laborales y me encanta mi trabajo. Me gusta enseñar. No quiero aumentos salariales, ni por supuesto quiero procesos especiales que favorezcan mi ingreso en la docencia mediante mecanismos que no sean las de una oposición justa (justa precisamente porque es injusta para todos por igual). Lo que no quiero es que los futuros (y actuales) profesores de los niños de mi sociedad sean elegidos a dedo, por su opción religiosa, por su enchufe, por su ideología, por su capacidad para aguantar injusticias, por su capacidad para aguantar jornadas laborales imposibles. Cuando el próximo mes haga huelga no será por dinero, ni por privilegios, no será para obtener mejores horarios, ni para trabajar menos. La haré por conciencia, a sabiendas que a la gente le importará un carajo, que infinidad de imbéciles comentarán de manera despectiva que ya están otra vez los profesores de huelga, se preguntarán con media sonrisa cínica qué es lo que querrán éstos si ya tienen “tres meses de vacaciones”. Pues muy simple. No quiero nada, nada para mí. De hecho lo que defenderé es el futuro de sus hijos. Tan sólo defenderé la supervivencia de “mi empresa” que es la de todos, y de una forma libre (lo más posible) de entender la educación. Porque el problema no es citar las carencias y errores en los que cae la educación pública, sino entender cuál es la alternativa privada-concertada a ella. Critiquemos a la pública (tiene tanto que criticar...), pero para mejorarla, no para hacerla desaparecer o convertirla en residual. Ya está bien. Claro que hay personajes despreciables que trabajan como profesores, que se aprovechan de su situación, que son incapaces de entender a los adolescentes...¿y?... la densidad media de ineptos indeseables es parecida en todas las profesiones. Todos hemos tenido profesores inútiles, verdaderos mendrugos incapaces de enseñar, no se puede negar la realidad. Y los seguirá habiendo. Sea la educación privada, concertada o pública. Pero el dilema en Madrid es otro. Es la punta de lanza de lo que puede pasar en toda España tal y como se vuelve de conservador y clasista este país. Y no hablo sólo de los conservadores oficiales de la derecha.
Hoy no saldremos en los medios de comunicación. Éramos demasiado pocos para ser relevantes y demasiado civilizados para quemar contenedores y al menos hacernos notar.
No entiendo qué nos pasa. La llegada de la democracia y el torbellino social que arrastró a este país nos puso educativamente a las puertas de una verdadera educación de calidad financiada con fondos públicos, con los impuestos de todos. Mi generación, la generación mileurista, ha sido educada en su gran mayoría en la escuela pública, y ha sido en número la que más estudios superiores ha desarrollado. Había además la sensación entonces, en los 80 y primeros 90, que sólo los hijos tontos de los ricos iban a la privada para conseguir aprobar. ¿Cómo se nos ha olvidado tan pronto? ¿Cuál ha sido el motivo de tal amnesia colectiva? Y no me vales las excusas logsianas. Los motivos son mucho más profundos y complicados. ¿Cómo no vemos los lastres que la escuela concertada trae consigo? ¿Cómo no vemos que un profesor sin libertad de expresión está lastrado e inutilizado para educar e instruir? ¿Cómo pretendemos que la educación se compartimente en asépticas asignaturas en las que sólo se hable de física, matemáticas o lengua? La educación es abrir puertas de manera continua, aunque sean equivocadas, ¿cómo trabajar con miedo?
En Madrid capital el 60 % de los colegios e institutos de secundaria son privados o concertados.
Según el sindicato STEM, en los últimos años el 70% del nuevo alumnado que en la Comunidad de Madrid empieza a cursar 1º de la ESO lo hacen en centros privados o concertados.

01 abril 2008

Resonancias

"Los jóvenes hoy en día son unos tiranos. Contradicen a sus padres, devoran su comida, y le faltan al respeto a sus maestros"

Sócrates (470 aC-399 aC) Filósofo.

"La mayor parte de ellos (los exámenes) eran incalificables; sin ortografía, sintaxis ni nada parecido; en unas letras ininteligibles, revelando que llegaban a las aulas universitarias, después de seis años de bachillerato, sin la preparación más elemental de la escuela primaria"

Odón de Buey. Catedrático de la Universidad de Barcelona en el siglo XIX

Y hay que recordar los porcentajes de población que podían acceder a la educación en épocas pretéritas. En el caso de los tiempos en los que Odón de Buey era catedrático en Barcelona sólo estudiaba un 1% de los que acceden a la educación en la actualidad (dato extraído de un artículo de Jordi Serrano i Blanquer en el diario Público).

No sé, a mí me parece que esto ya lo había escuchado yo antes en los labios de gente que no está muerta todavía... ¿no?