10 septiembre 2009

Cinecaína

Una de las señas de identidad más significativas de cualquier época histórica son sus “productos” culturales y el público (consumidor si nos atenemos a las nuevas formas nada inocentes de denominación social que convierten a todo en producto de consumo) al que va dirigido. La literatura, la arquitectura, la pintura o el teatro han sido reflejo, causa o consecuencia de los cambios sociales de las diferentes culturas de la humanidad, adaptándose sin cesar a las exigencias de su público potencial, al tiempo que abrían nuevos senderos creativos para hallar lenguajes y formas de expresión que subvirtieran el orden cultural establecido. De esta manera han ofrecido siempre al hombre social una puerta desde la que atreverse a reflexionar sobre su propia existencia en todas sus vertientes, mientras encontraban (o ansiaban hacerlo) nuevos caladeros de público donde fortificarse.

En relación a lo expuesto, por todos es conocido que el cine en el momento de su creación renunció a las grandes aspiraciones de sus hermanos artísticos mayores y se orientó directamente a cubrir las necesidades de entretenimiento de las masas, con el objetivo (que consiguió) de convertirse en el pasatiempo preferido del más importante sujeto político del momento histórico, actor fundamental en el devenir del siglo XX. La rebelión de las masas suponía la necesidad de éstas de acceder a esos ratos y actividades de ocio de los que siempre habían dispuesto las clases adineradas y que ellos sólo habían podido entrever a través del teatro y la literatura popular. En este sentido el teatro, con una evolución evidentemente intelectual y clasista, demasiado complejo e inaccesible para las masas semianalfabetas, no podía adaptarse a una nueva demanda que consiguió que el cine y el pueblo se unieran en una de las más rápidas y efectivas asociaciones culturales entre arte y clase social de la historia de la humanidad (introduciendo, por supuesto, un instrumento terriblemente efectivo de manipulación social, aspecto éste que no es objeto de este post).

Con el tiempo el cine, el patito feo de las artes, el entretenimiento del pueblo, fue tomando conciencia de sus enormes posibilidades artísticas, de las puertas que se abrían a la hora de convertirse tanto en un instrumento de feroz precisión o pausada reflexión en lo social, como en una oportunidad de desarrollo de nuevas formas de creatividad que le permitirían alcanzar novedosas maneras de expresión en territorios hasta ese momento no transitados. Aparecieron así los primeros movimientos propios del cine como el expresionismo alemán (deudor del movimiento pictórico del mismo nombre pero con características propias), cineastas con clara vocación de autor y con complejos universos propios como Dreyer, Eisenstein, o Sjöström, y por supuesto, el cine como industria, cuyo mejor representante fue el cine clásico americano en el que múltiples autores, sin perder de vista los gustos del consumidor medio y las necesidades comerciales de sus obras, encontraron pequeños respiraderos y se permitieron experimentar con el nuevo medio. Las obras en algunos casos empezaron a ir más allá de la mera narración de historias para situarse en un plano superior, donde lo narrado se hilaba con diferentes estilos de formas de narración que permitían identificar la preocupaciones y obsesiones de los autores, y encontrar en sus películas diversas lecturas que enriquecían su visión (y revisión).

El siguiente paso era evidente: la diversificación y el número de obras, estilos y autores se hizo tan grande en pocos años que surgió la inevitable especialización y la (hoy tan extrañamente denostada) cinefilia. Los sesenta y los setenta son la época dorada del cine como tema de discusión artística, filosófica, política y social. En su seno surgen los primeros cineastas que dialogan con el pasado del arte al que se dedican y a través de ese diálogo fértil subvierten los primeros cánones establecidos para bucear en otras posibilidades estéticas, narrativas y visuales. De esta manera irrumpe la (siempre citada) Nouvelle Vague, a la que acompañaría en Europa el trabajo de un puñado de cineastas y movimientos cinematográficos que introducen en sus películas una vertiente de intelectualidad y autoconciencia del medio que significaba una auténtica novedad en el arte cinematográfico. Estaríamos refiriéndonos (citando rápida y de manera descuidada) a directores como Antonioni, Manuel de Oliveira, Fellini o Tarkovski, a Cassavetes en EEUU, a movimientos como el Nuevo cine alemán (Fassbinder, Herzog…) e incluso el New Hollywood donde, aunque la parte comercial de los productos cinematográficos sigue siendo el aspecto más relevante de los proyectos que se llevaron a cabo, se hizo evidente la muerte del modo de producción clásico, y durante una década un grupo de directores y guionistas (Coppola, Scorsese…) desafiaron al sistema de producción industrial y crearon una serie de películas inolvidables.

Pero el cine es un arte de vida acelerada. Parecería como si intentara compensar su nacimiento tardío con una evolución desaforada y frenética que le hace quemar etapas velozmente, devorando estados intermedios que en otras disciplinas han durado siglos y que su caso se limitan a unas pocas décadas. Tras el periodo citado la civilización occidental sucumbe a la cultura del estímulo perpetuo demandando espectáculos cada vez más abigarrados que sacien sus enormes ansias de emociones. La nueva era viene apadrinada cinematográficamente por la pareja Lucas-Spielberg, que descubren además al capital las enormes posibilidades de negocio que existen en los aledaños del cine, más allá de las salas, abriendo las puertas a un nuevo caladero de espectadores potenciales: los adolescentes. Hasta ese momento los adolescentes no habían interesado a una industria que se despedía de los niños a la espera de que se convirtieran en adultos y siguieran consumiendo cine, formaran familias y entonces fueran ellos los que llevaran a las salas a sus hijos pequeños. La adolescencia como tal, era un período corto y estéril desde el punto de vista comercial. Pero en los 80 eso comienza a cambiar: las transformaciones sociales, los nuevos conceptos de familia, la necesidad de una mayor formación y estudios para entrar con más posibilidades en el mercado laboral y decenas de motivos trillados y conocidos provocaron que, por un lado, los año propios de la adolescencia comenzaran a aumentar y por otro, al aumentar los recursos económicos familiares para el ocio, crecieran también los excedentes que quedaban en los bolsillos de estos adolescentes, que estaban locos por encontrar productos donde fundirlo.

Seducidos por la enorme rentabilidad económica de las primeras películas fantásticas de Lucas y Spielberg el cine vuelve, una vez más, a cambiar de dirección y abandona al espectador adulto, maduro y crítico. Prefiere orientarse hacia un público adolescente que no quiere reflexión sino que demanda emoción, exigiendo historias que sacien su inagotable apetito de sorpresas maravillosas pero que al tiempo ya no sean infantiles. El adolescente aparece por primera vez en la historia como un consumidor con posibles al que hay que redirigir los productos de consumo, y de esta forma el cine comienza a perder el mínimo enfoque artístico y maduro que había adquirido en las inmediatas décadas anteriores para volver a retomar su papel primigenio de pasatiempo de masas. Esta regresión que comienza a advertirse en los 80 se hace plenamente constatable en el cine de los 90, cuando la tendencia se convierte en paradigma gracias, entre otras motivos, a la irrupción de los nuevos medios informáticos que permitieron el asentamiento definitivo del adolescente como consumidor global de lo que ya no sólo era industria del cine sino industria del entretenimiento (con ramificaciones que terminarían dejando al cine en un segundo y tercer plano como los juegos de ordenadores, los videojuegos, Internet, la música a través de la red…).

Lógicamente, la búsqueda de beneficios ingentes e inmediatos (el camino por el que discurre gran parte de la producción cinematográfica en los últimos años, fundamentalmente la de Hollywood) no podía limitarse para siempre a un solo tipo de público. Había que crecer, pero la solución ya no pasaba por volver a proponer obras más complejas para un público adulto. No era necesario. El objetivo, aprovechando el estado de adultescencia generalizado, la eterna adolescencia en la que queremos vivir el mayor tiempo posible, fue no perder al público conseguido en los 80 y 90, no dejarle envejecer, no dejar que se aburriera de ver el mismo tipo de películas. Conseguir que siempre fuera un público adolescente a pesar de que hubiera superado los treinta y se acercara ya a los cuarenta. Alimentando durante dos décadas al espectador-masa con un tipo de cine-estímulo, educándolo en él desde su infancia, generando sinergias destructivas en esa (des)formación con los videojuegos y demás parafernalia tecnológica, se ha alcanzado la siguiente evolución del cine, el nuevo paradigma, lo que vengo a llamar Cinecaína. La Cinecaína comparte los fundamentos e instrumentos básicos con el cine de toda la vida, pero ya no busca ni por asomo crear arte o provocar reflexión y emoción razonada a un espectador maduro y crítico. No exige una interacción intelectual, ni tampoco una implicación emocional y racional. La Cinecaína es una poderosa droga visual que ha generado un nuevo tipo de espectador, un yonquiespectador que limita su acercamiento a los cines (o en su hogar) a un tipo de película que le eleva la adrenalina hasta niveles insospechados o lo arrastra a un carrusel de emociones primarias durante las dos horas escasas de metraje. La Cinecaína ofrece a este espectador dosis ingentes de estímulos continuos que lo convierten en un receptor totalmente pasivo, un recipiente sin alma que no tiene ninguna posibilidad (ni necesidad) de reflexionar sobre lo que se le propone. No hay que reducir estos estímulos de los que hablo a meramente visuales o sonoros (que son los más evidentes en las películas de acción o fantásticas), la Cinecaína tiene un amplio catálogo de recursos que le permite ofrecer en cada una de sus películas las dosis necesarias de romance, comedia, acción y drama; dosis que siempre se suceden las unas a las otras a velocidad de vértigo, mediante un bombardeo continuo y acelerado que impide que el yonquiespectador pueda siquiera removerse en su silla. Este nuevo tipo de espectador es fácilmente identificable puesto que, como adultescente tipo, utiliza siempre las mismas expresiones simples y razonamientos lineales que lleva usando veinte años a la hora de valorar películas, despojándolas ya de todo atisbo reflexivo. De esta manera a expresiones como “cojonuda” “de puta madre” o “la ostia” que utiliza cuando las sensaciones han sido positivas contrapone otras como “un coñazo” “aburrida” o “muy lenta” cuando lo que ha visto no le ha convencido. No va más allá. No puede ir más allá, no tiene recursos para ello puesto que la capacidad crítica la tiene atrofiada tras años de no usarla para valorar las películas. No es necesario reseñar que este neoespectador es totalmente incapaz no ya de entender, sino de aguantar sentado un par de horas viendo películas que no contengan Cinecaína, y reacciona ante ellas con odio y rencor, como el niño ante lo que cree un enigma irresoluble.

El yonquiespectador se convierte así en un trasunto del Alex de La Naranja mecánica, cuando recibe terapia de choque a través de estímulos visuales. Con el tiempo la cadencia convencional de estímulos ya no es suficiente para despertar su atención y necesita cada vez dosis más altas de Cinecaína para poder colocarse satisfactoriamente. Necesita cada vez más y cada vez se hace más exigente. La industria ha generado un consumidor monstruo que la está devorando desde dentro obligándola a producir películas cada vez más costosas que ni siquiera llaman la atención de unos espectadores en estado semicatatónico a los que ya no les importa el envoltorio de su droga favorita, ni su estética, ni los actores, ni la calidad visual de lo que ve, sino tan sólo las emociones básicas e inmediatas que pueden conseguir con ella, por lo que abandonan los canales tradicionales y oficiales de venta de Cinecaína y acuden a otros camellos con menos escrúpulos y más baratos que les permiten un consumo inmediato y compulsivo (Internet y las descargas piratas).

La única esperanza está precisamente en esa evolución continua del cine que permite pensar que la irrupción de nuevas formas de producción más baratas, democráticas, y con mayores posibilidades de difusión, (ligadas a la red y mediante el uso de cámaras digitales) pueda suponer una nueva explosión de creatividad artística. Porque lo que es patente, como ya pasó en los 60 cuando se enfrentó a la televisión, es que el cine está entrando en una decadencia espantosa y la única solución que parece tener la industria convencional (como también pasara entonces) son producciones hipertrofiadas dirigidas a un espectador zombi que ya no reacciona.

07 septiembre 2009

Paradojas

El coste total de las ayudas de 420 euros mensuales a los parados, aprobada por el Gobierno de Zapatero en agosto era, en un primer momento, de 640 millones de euros.

Si finalmente se amplía la fecha límite para la percepción de dichas ayudas (desde la que el desempleado no está cobrando el paro) hasta el 1 de enero de 2009 la medida implicará un gasto adicional de unos 700 millones de euros.

Por lo cuál, ofrecer un alivio a costa de nuestros impuestos a los verdaderos damnificados de una crisis económica que se ha producido por la ambición desmesurada de los poseedores de capital y por la falta de control de los gobiernos de todo el mundo, supone un gasto para nuestro Estado de unos 1300 millones de euros.

Los medios de comunicación y la calle hablan de despilfarro, de populismo, de déficit fiscal, de subidas de impuestos impopulares (¿impopulares? ¿para quién?)…

Hace menos de un año el Gobierno consideró necesario poner a disposición de los bancos y cajas de nuestro país dinero público para “inyectar liquidez a lo mercados” y que no se produjera un caos económico y social por el hecho de que los bancos no dispusieran de fondos para otorgar crédito y hacer frente a sus deudas. Ese dinero no se utilizó para comprar acciones de esos bancos y cajas, no, sino para comprarles deuda, esos activos tóxicos de los que tan bien nos informó Leopoldo Abadía y que éstos no sabían ya donde colocar. El dinero de nuestros impuestos sirvió para sostener a los bancos y cajas, pero que yo sepa la contratación de hipotecas se endureció desde entonces hasta límites insospechados. Se lo llevaron calentito para tapar sus propios agujeros. No se escucharon más que débiles críticas desde sectores de la izquierda a las que nadie, por supuesto, hizo mucho caso. De hecho se escuchó mucho más alto y más veces a los "analistas liberales" que advertían, por si acaso, que no se atreviera el Gobierno (como si quisiera haberlo hecho, vamos) a decir a los bancos lo qué tenían que hacer con su dinero. Recordemos, dinero del que disponían gracias a nuestros impuestos. Paradojas

El coste total de esta operación de inyección de capital fue de unos 20000 millones de euros



1300 millones de euros para ayudar los que están más jodidos Vs 20000 millones de euros para los bancos.

El coste de la medida que favorece que los desempleados puedan disponer de un poco de aire durante unos meses para sobrevivir supone apenas el 6,5 % de lo que costó la medida de apoyo a los bancos



Los españoles somos una panda de gilipollas manipulados hasta la saciedad por los poderes fácticos para que jaleemos sus chorradas

Pero que discutamos la necesidad de medidas de apoyo a los más desfavorecidos en una situación como la actual me parece que va más allá de lo racional.

Pd: El gasto público en carteles (absolutamente necesario ¿a alguien le cabe la menor duda?) promocionando las obras del PlanE parece que alcanza los 45 millones de euros.

14 agosto 2009

Postales (veraniegas) 3: alimento friedmanita

Masticaba dinero. De reojo y mientras disfrutaba de un tumbet mallorquín noté como una niña, en la mesa de al lado, se llevaba una y otra vez a la boca, con evidente placer, un billete grande, de los de 500 euros pero en tamaño maxi. Tras un segundo de estúpida confusión comprendí que era una golosina, una chuchería tipo cucurucho de helado a la que habían dado forma de billete y que se había convertido en el postre de la escuálida niña que anteriormente lloriqueaba porque no quería terminar su plato. Al rato, a unos 50 metros, observé cuál era la procedencia de tan capitalista manjar: una caravana de las que marchan de feria en feria y de pueblo en pueblo que parecía haber naufragado en ese pueblo del interior de Mallorca y que, como le pasara al barco de Chanquete, parecía destinada eternamente a la inmovilidad, integrada e invisible a primera vista en el paisaje urbano de la plaza del pueblo. Delante de ella cinco o seis niños conversaban alegremente mientras engullían con fruición más billetes de diferentes tamaños, recortándolos con sus pequeños dientes, dándoles formas extrañas, tal vez codiciando lo que podrían comprar con aquello que comían si fuera real…

Hace ya casi un mes de este suceso y de vez en cuando me encuentro a mí mismo recordando el suceso, divertido. Es como una pesadilla marxista, una metáfora irónica de cómo el capitalismo se nos introduce en vena desde pequeños (como aquellas monedas de chocolate, doradas por fuera, que comíamos en nuestra infancia), y se mama, y se respira en el ambiente, y se huele, y se acepta, se fomenta. Siempre presente. En cualquiera de nuestras acciones. El dinero. Sirviendo incluso como alimento. Nuestro soylent green.

Coda: "¡Enséñame la pasta!"

Cuba Gooding Jr. Jerry Maguire

30 julio 2009

Postales (veraniegas) 2

Hemos pasado una semana en la isla de Mallorca disfrutando de sus playas de arena blanca y aguas (casi) transparentes, y sufriendo las hordas de turistas (incluidos nosotros) que la desbordan. En una pequeña cala rocosa con gran encanto situada al norte, una roca en mitad del agua me recuerda la enorme roca-tapón de la playa de mi adolescencia que este año, en breves día, volveré a visitar. En este caso se trata de su hermana pequeña. Pequeña para los adultos pero enorme para seis o siete niñas que no superan los siete u ocho años como máximo y que a última hora de la tarde trepan como monos experimentados una y otra vez hasta su cumbre, evitando las resbaladizas trampas que les impone la roca, encontrando huecos imposibles donde colocar sus pequeños pies desnudos para impulsarse hasta la cumbre y desde allí tirarse al agua de cabeza o de pie, para emerger lo más rápidamente posible y de nuevo volver a empezar. Una y otra vez, todas, entre risas, en varios idiomas, siendo las más torpes (las mayores) animadas por las más ágiles (las pequeñas) en un juego sin fin, físico, divertido, ajeno a las convenciones habituales de género que atan a las crías desde demasiado pequeñitas a idiotas bikinis cuyas partes superiores no tienen nada que cubrir, a imbéciles vuelta y vuelta al sol tostándose para la consecución de un moreno pasivo que nada tiene que ver con la infancia, al abandono prematuro del juego físico que los chicos siguen monopolizando en competiciones absurdas que las desplazan, a las riñas de algunos adultos por ser demasiado poco femeninas…

El sol comenzó a retirarse y Carol y yo comenzamos a preparar nuestra marcha. Mientras hacíamos el petate las mirábamos y allí seguían, ascendiendo, alcanzando la cima, tirándose al mar, nadando de nuevo hasta la base de la roca, volviendo a ascender, una y otra vez, todas, entre risas, una y otra vez.

Coda: La mujer tiene un alma en extremo cotidiana y sólo es feliz zurciendo la ropa blanca o acudiendo al dancing, le horripila el genio, sólo ama lo mediocre.
Ortega y Gasset

10 julio 2009

Postales (veraniegas) 1

Paseamos por la cueva de Nerja, un espectáculo kárstico de proporciones inimaginables del que el gran público sólo puede disfrutar (¿afortunadamente?) una pequeña parte. Las estalactitas se entrelazan caprichosamente entre ellas y con las estalagmitas para conformar extraños monumentos y grutas imposibles que la imaginación trasforma en diversas formas fantasmagóricas que habitan sólo en nuestros sueños o en la peor de nuestras pesadillas. El paseo debería ser especial, mágico, uno no se puede más que sobrecoger ante esa obra de arte natural que el capricho, la calcita y el agua infiltrada durante millones de años ha creado, y que nuestros antepasados hace miles de años convirtieron en refugio y hogar ocasional. Pero es imposible. Un centenar o más de personas avanza con nosotros hacia las profundidades de la tierra, no puedo evadirme de ellos, de sus chanclas, de sus gritos, de sus risas sin sentido o sus chanzas idiotas, del tío con el torso desnudo que se queja inmediatamente por el frío, cuando cualquier imbécil puede entender que al comenzar a descender a una cueva como ésta la temperatura desciende al menos unos diez grados y la humedad se apodera del ambiente, de la gorda del bañador con sus tres retoños y sus chanclas que tras dar el primer paso dentro de la cueva despotrica contra ella y recuerda a todo el que quiera escucharla su pretendida claustrofobia, de las cámaras de fotos y de vídeo, tantas que parecen superar al número de visitantes, portadas por zombis con gorra y barrigas ostentosas que convertirán en imágenes vulgares lo que la naturaleza les ofrece pero ellos no ven, críos de doce y trece años que se dedican a corretear entre nosotros toqueteando rocas que se ven mancilladas por sus irreverentes manos, flashes que surgen por doquier iluminando la oscuridad y desobedeciendo las mínimas normas de decoro y mantenimiento de una cueva natural, obreros que golpean duramente con sus martillos las juntas de un escenario improvisado en mitad de una sala para que los pijos del pueblo y los alrededores, mas las autoridades competentes, escuchen al músico de turno en un “escenario incomparable”, escenario que debiera rebelarse derrumbándose sobre sí mismo y sobre ellos si es que la justicia natural realmente existiera… Y de nuevo esa sensación que me invade, que me hace acelerar el paso y querer salir de un lugar que minutos antes me apasionaba, escapar desesperado, como ya me pasó en Praga, como en Altamira, como en Cazorla viendo aquellos pobres ciervos rodeados de tipos que fumaban compulsivamente y vociferaban en mitad del campo, como en París cuando visité Notre Dame y la muchedumbre me recordó cuando borracho atravesaba las turbas semanasanteras sevillanas y tenía que abrirme paso con codazos para caminar… Ellos no eran más que mi propio reflejo, ellos eran yo, como en el cuento aquél, turistas ociosos, despreocupados y aburridos buscando alguna excusa cultural con la que pasar parte del día antes de comer o emborracharse, aglomerándose como ratas o cucarachas ante el ocio preprogramado que la cultura nos dicta: deslumbrándose con las mismas cosas, repitiendo las mismas actitudes, con la misma superficialidad… Turistas del siglo XXI, la gran plaga.

Coda
: "Le voy a contar una revelación que he tenido en el tiempo que llevo aquí. Esta me sobrevino cuando intenté clasificar su especie. Me di cuenta de que en realidad no son mamíferos. Verá los mamíferos logran un equilibrio perfecto entre ellos y el hábitat que les rodea. Pero los humanos van a un hábitat y se multiplican hasta que ya no quedan más recursos y tienen que marcharse a otra zona. Hay un organismo que hace exactamente lo mismo que el humano. ¿Sabe cuál es? Un virus, sí, los humanos son un virus, son el cáncer de este planeta y nosotros somos esa cura".

Agente Smith. Matrix

08 julio 2009

Reloaded

Una veintena de alumnos de 1º de la ESO trabajan (bajo coacción, por supuesto) durante una clase de ese engendro llamado aquí en Madrid MAE (Medidas de Atención Educativa) que existe como alternativa a la clase de religión y que se traduce, en este caso, en que cuatro niños (en otras clases a veces son menos, a veces uno tan sólo, otras incluso ninguno) marchan a recibir su dosis semanal de adoctrinamiento y catequesis a cargo del erario público, mientras los demás se quedan en clase a cargo de un profesor (yo, por ejemplo) al que todos pagamos con los impuestos no para que dé clase de su especialidad, ni para que aporte su granito de arena educativo en la formación de las nuevas generaciones, sino para que ejerza de improvisado segurata y consiga que unos alumnos a los que habitualmente ni conoce (algo que entraña una dificultad añadida) porque no les da clases, trabajen otras asignaturas (vamos, que hagan los deberes), lean, o al menos no perturben a sus compañeros. Una herencia católica encantadora de nuestro sistema público de enseñanza. De esta forma la gran mayoría de los chicos pierden una hora a la semana en 1º, dos horas semanales en 2º, una horita más en 3º y dos espléndidas horas en 4º. Teniendo en cuenta que el calendario lectivo de nuestro país propone que el curso disponga de unos 175 días, estaríamos hablando de que los chicos que no eligen religión “pierden” al lo largo de toda su Educación Secundaria Obligatoria en torno a 210 horas. Más de 200 horas que se podrían aprovechar para que los temarios imposibles de acabar (como los de Física y Química, sin ir más lejos) fueran dados con rigor y exactitud en unas muy necesitadas horas extras semanales.

Me he dispersado, lo sé, pero en algún momento tenía que escribir ese cálculo y provocar una reflexión al que me lee. Estaba con los veinte alumnos que pierden su tiempo gracias a la cobardía de ciertos políticos en ese cosa llamada MAE. Normalmente tras media hora de un silencio más o menos conseguido, termino charlando con ellos, sobre sus vidas, sus fobias con la asignaturas, su proyecto de futuro educativo o algunos aspectos sociales que me parecen relevantes poner encima de la mesa para que se vayan planteando pequeñas disyuntivas éticas. Ese día realizo una pequeña encuesta. Pido que levanten la mano aquellos que dispongan de un televisor en su habitación. Son niños y niñas que acaban de cumplir en su gran mayoría 12 años. Una marea de brazos se alza de inmediato. Todos menos uno tiene un televisor en la habitación y, por supuesto, no solo para jugar a la consola sino con conexión a la TDT o la televisión analógica. Es decir, a la Play o la Wii, a la PSP o a la Nintendo DS, al móvil y al ordenador con conexión a Internet, estos chicos unen la posibilidad de disfrutar de la excelsa y cultural parrilla televisiva de nuestro país en la soledad de su habitación. Después sólo me hace falta comentar de manera jocosa que por lo menos no encenderán la tele o el ordenador por la noche, o que apagarán el móvil para dormir, para que aparezcan múltiples comentarios absolutamente escandalizados ante la somera posibilidad de desconectarse del móvil por la noche (siempre le puede llegar un mensaje de un amigo, o amiga, o novio, o novia a las tres de la mañana que debe ser inmediatamente contestado). Por otro lado varias voces se alzan orgullosas fardando de jugar a la Play o ver la tele a las tantas sin que los panolis de sus padres se enteren de nada.

Sólo uno levantó la mano para decir que no tenía televisión (ni por supuesto Play u ordenador) en su cuarto. Rápidamente la masa lo devoró con risas y comentarios hirientes que trataban de transmitirle lo idiota que les parecía y lo tristemente impopular que era. Poco cool, aunque sea de los pocos que lee y se expresa oralmente de manera correcta.

No me costó mucho desviar la atención de la jauría vacilando a la mayoría y haciendo que se rieran de sí mismos como sólo los críos de esa edad se pueden permitir. Después el sonido del timbre significó que mi presencia ya no era bien recibida en ese aula y que los pequeños depredadores esperaban otra pieza para ver si podían catar carne de profe esa mañana.

Me molestan los falsos recuerdos, no soy nada proclive a esa nostalgia imbécil y mitificadora que tanta gente de mi generación muestra sobre su infancia y adolescencia. Mis amigos (que no fueron pocos ni del mismo extracto social) casi nunca cogieron un libro a no ser que fuera estrictamente necesario, ya se jugaba mucho al ordenador a los 15 años, los colegios e institutos no eran tan diferentes respecto a las actitudes y maneras de relacionarse de los chicos a los de ahora. Pero están los detalles, las pequeñas diferencias que generan los abismos generacionales con evidentes consecuencias sociológicas. Y éste puede ser uno de ellos. Tremendamente significativo.

Un televisor en cada cuarto. A los 12 años. Eso, objetivamente, no es bueno para la formación de un niño. La televisión emite demasiada bazofia que ya aliena diariamente a los adultos para no entender el daño irreparable que hará en las mentes de estos críos. Es dañino para la salud mental de los niños aunque evidentemente permita a los padres vivir mejor sin polémicas estériles y disfrutando de la soledad del salón para ver en su propio televisor lo que a ellos les da la gana sin tener que autoimponerse una censura necesaria si estuvieran compartiendo esa visión con sus hijos. La imagen sí es nueva. Diferente. El niño no es que no duerma ni descanse lo que debe porque se queda con sus padres viendo las serie o la película de turno hasta las tantas. No. Se acuesta modoso, temprano, se encierra en su cuarto y conecta sus cachivaches tecnológicos. Es entonces cuando comienza su otra vida, la que para él tiene sentido, la verdadera: la vida en Matrix

29 junio 2009

La noche

Más allá de las tres de la mañana. Las calles de Madrid están atestadas. Jóvenes y no tan jóvenes deambulan como zombis en busca de un refugio donde agotar sus ansias finales de alcohol y diversión. La ciudad los rehuye como a leprosos, las puertas de los garitos están ya medio echadas, la música aún resuena pero la amenaza ya se deja sentir en el interior mediante luces insidiosas que de repente iluminan lo que nunca debió ser otra cosa que oscuridad; los porteros o dueños, con caras de circunstancias, aluden a unas normas que obligan al cierre sin tener en cuenta ni el clima ni el espíritu necesariamente trasnochador de una ciudad viva. Los refugios escasean, los pocos bares con licencias especiales de apertura están atestados y en su exterior decenas de personas suplican pasar a por su último anhelo, la quimera final, la última posibilidad de que esa noche sea la noche, no una noche más en la que el alcohol de nuevo invada lentamente la sangre y el letargo se imponga de manera ventajista y cobarde a la excitación que inicialmente el dulce líquido proporcionó. No, aún la noche puede ser la noche, esa noche que genera recuerdos, anécdotas, encuentros inesperados, conversaciones emocionantes o descubrimientos insospechados. Un último intento, una tentativa más que sólo un despreciativo Caronte con músculos y mirada maliciosa puede ofrecer. Y mientras él elige a los afortunados que podrán darse esa última oportunidad los demás continuamos nuestro triste caminar.

Cada vez más en silencio, con menos risas, con más cansancio, hasta esa última esquina desolada donde la despedida es un tanto forzada, casi sin palabras. La peor de ellas, la impuesta por otros, por las circunstancias, por una ciudad terminal que envejece por días, más segura y más silenciosa.

Esa noche, esta vez, no fue la noche.

03 junio 2009

Rigor periodístico

Hace unos días en dos periódicos diferentes aparecían sendas noticias sobre la utilización en el aula de las nuevas tecnologías en la educación por parte de los profesores de secundaria

Así presentaba el gratuito ADN la noticia. Era espectacular: el 70% de los profesores ya estaba adaptado a los nuevos tiempos. Eso significaría que España se situaría a la cabeza del mundo en el uso de estas novedosas técnicas educativas. Un dato brutal.


Ese mismo día Público se hacía eco del mismo informe (que está señalado con color en ambas noticias para comprobar que las informaciones provienen de la misma fuente) pero desgraciadamente reducía el tanto por ciento de profesores "tecnologizados" a un más triste (aunque incluso excesivo) 30%. Eso sí, simplificando al máximo la información en un patético titular y reintroduciendo al PC en el aula (uno se imagina al pobre profe arrastrando un 486 por los pasillos del instituto)


¿Qué falla? ¿Quién tiene razón? Igual es que ambos periódicos en su afán reduccionista adelgazan la información hasta hacerla contradictoria mediante titulares grandilocuentes. Si uno se va a la fuente original se encuentra con que:
  • Más del 70% de los profesores utiliza las nuevas tecnología y el 26,40% lo hace semanalmente.
Y más o menos eso se puede entender cuando se empieza a leer el interior de las noticias. Porque dentro de ese 70% estará el profesor que ha puesto a sus alumnos un video de youtube o una animación de algún fenómeno estudiado al final de curso, para pasar como mejor se pueda esos cansino últimos días. Pero eso no significa que utilice las TIC para su trabajo de manera habitual. Algo que se reduce a un más lógico 26% cuando se habla de uso semanal.

¿Tan difícil es escribir un titular atractivo, informativo y riguroso?

29 mayo 2009

Fracasando

Primero se llevaron a los negros,
pero a mi no me importó
porque yo no lo era.

Enseguida se llevaron a los judíos,
pero a mí no me importó,
porque yo tampoco lo era.

Después detuvieron a los curas,
pero como yo no soy religioso,
tampoco me importó.

Luego apresaron a unos comunistas,
pero como yo no soy comunista,
tampoco me importó.

Ahora me llevan a mí
pero ya es tarde.

Este poema al parecer erróneamente atribuido desde siempre a Bertolt Brecht y que sería obra de Martin Niemöller, se lo dedico a los diferentes sectores de la comunidad educativa y de la sociedad madrileña en general que, estando de boquilla, a la hora del café, entre bastidores, o en pequeños corrillos en contra de las políticas educativas privatizadoras del PP en Madrid decidieron ayer que no podían sacrificar una hermosa tarde de primavera para manifestarse junto a sus compañeros por las calles de Madrid, aportando así una vez más con su desidia a que todo siga igual y tenga aún un mayor margen de empeoramiento.

Hay un dicho, éste español, que también puede servir para resumir lo que opino:

A cada cerdo le llega su San Martín.

28 mayo 2009

Asambleando la educación

Tarde calurosa en una sala atestada, la educación se debate entre sollozos de niños cuyas lágrimas parecen expresar mejor que nuestras palabras la problemática que allí nos reúne; discursos trasnochados agotan a los oyentes, la retórica marxista huele a viejo muerto a los que la entienden, y suena a inaguantable sermón de la montaña a las nuevas generaciones. Da igual que exprese correctamente la lucha que queremos mantener, los nuevos tiempos exigen nuevas formas de expresión y transmisión de ideas que la izquierda aún no ha encontrado. Las horas pasan y el libre turno de palabra anima el alicaído ambiente, todo se reviste de gravedad extrema, se buscan fórmulas para conseguir que los otros atiendan a nuestras razones, entiendan que jamás, en treinta años de democracia, ha habido un ataque tan brutal, sistemático, coherente y destructivo a los servicios públicos como el que está sucediendo en la Comunidad de Madrid desde hace ya demasiados años. Y el proceso se está acelerando. Dramáticamente. Nos intentamos animar mediante gritos de guerra y cantos a la unidad, pero en el fondo de todos nosotros nos invade la certeza de que la solución no está cerca, y tal vez ni siquiera sea ya posible. Luchamos contra gigantes y como hijos de nuestra sociedad la persistencia en la consecución del objetivo no entra dentro de nuestras cabezas. Si la satisfacción no es inmediata el desánimo cunde y retrocedemos a nuestra infancia refunfuñando absurdamente y escondiendo la cabeza debajo de la almohada global. Todas las intervenciones levantan aplausos, el acto onanista se acerca al orgasmo colectivo, allí estamos los convencidos y nos contamos lo que ya sabemos. La utilidad, al menos, es no saberse solo. Pido el turno de palabra y ataco de lleno a los sindicatos, cuyos máximos representantes (en el sector educativo) de Madrid están presentes en la sala y han soltado sus patochadas habituales recubiertas de retórica guerrillera. Manda huevos, llevo meses incidiendo en que más allá de los sindicatos es la falta de organización social y la ausencia de liderazgo y compromiso de los profesores con su profesión la que permite en parte la sensación de impunidad con la que la Administración trabaja. Pero tampoco los sindicatos pueden eludir su cuota de fracaso y ya se iban de rositas. Por ahí no paso. Me levanto y ataco. A la yugular. Contra CCOO y UGT. Me responde airada una sindicalista que parece respetable, con trayectoria real de trabajo en pos de mejoras educativas. El líder de UGT cuenta su batallitas de antaño (seguro que corrió delante de los grises) ante el desconcierto de un público que no sabe qué coño les está contando el tipo ése. En un aparte al final una representante de IU en la Asamblea de Madrid me cuenta la situación real de soledad de dicho partido cuando propone soluciones al tema de la educación desde una perspectiva de izquierda . Me cuenta con rabia el ominoso y constante silencio de un PSOE corresponsable final de la situación actual, tanto en la Comunidad como en el Gobierno central, cuya lamentable LOE, una de las más pésimas que se han hecho en el ámbito educativo, deja la puerta abierta a los desmanes actuales en Madrid.

Dejamos a algunos amigos y compañeros encerrados en el instituto. A lo largo de toda la Comunidad, a la misma hora, se están encerrando gente en 33 institutos como medida de protesta contra la privatización y el desmantelamiento de la educación pública. Cerca de las once de la noche llegamos a casa. Miramos los periódicos digitales. No hay noticias de nuestras actividades. Debe haber noticias más importantes esa tarde en Madrid. Las hay: manifestación de perros en el Retiro.

Esta tarde a las 18:30 volvemos a las calles de Madrid para defender la escuela pública.

Buscad noticias nuestras entre las múltiples informaciones sobre el triunfo del Barcelona en la Champions. Igual después de lo de los perros. En los periódicos andaremos en las páginas locales, cerca de la zona de los anuncios de prostitución (¿o eran de contactos?)

25 mayo 2009

Todo puede "mejorar"

Leído en El País, aunque está disponible en varios periódicos digitales:

La Comunidad de madrid puntará con estrellas a los institutos

Pues nada. En tres años tendremos la nueva guía Michelín de los centros educativos de Madrid. Podemos echar la imaginación a volar y prever informaciones como las siguientes:

Instituto A: 7 estrellas. Centro de primera. Ningún inmigrante de bajos recursos ni alumnos con problemática sociofamiliar Sólo clase media, media-alta. Trilingüe en Alemán, Chino y Swahili. Cuota de entrada "voluntaria" de 1000 euros. Financiado con fondos públicos.

Instituto B: 3 estrellas. Acaba de convertirse en centro concertado. Aumenta en una estrella su ranking desde que implantó las clases obligatorias de danza clásica y flauta travesera. Posibilidades de mejora. Mantiene un convenio con la administración para enviar a los alumnos más problemáticos al Instituto C, mucho más adecuado para su (des)formación y (sub)desarrollo.

Instituto C: 1 estrella. Centro en franca decadencia. Acepta inmigrantes de todo el espectro socioeconómico y sobrevive a duras penas en un entorno socio cultural depauperado. No tiene programa de bilingüismo, por lo tanto no tiene mecanismo natural de segregación del alumnado. Sin activades extraescolares, los fondos disponibles se utilizan para programas de apoyo a alumnos con desarraigo familiar.

Una lúcida reflexión sobre la nueva ley del aborto

Los que me conocen saben que no es un tema sobre el que tenga una postura extrema, ni siquiera clara. Me genera dudas personales, propias. Que no pueden servir de coartada para negar un derecho a las mujeres ante un futuro no deseado.

Esta carta al director de 20 minutos está escrita por una menor. Se puede argumentar más, hacer más aspavientos, gesticular verbalmente hasta el hastío. Pero poco se puede añadir ante argumentos tan contundentes expuestos con tal sencillez

Sobre el aborto

Supongo que ésta será una de las primeras cartas enviadas a un periódico por una chica menor de edad y, sin embargo, creo que somos nosotras quienes tenemos que tomar cartas en el asunto del aborto. Siento mucho oír a gente mayor y a hombres hablar de ello sin darse cuenta de que la ley del aborto nos afecta a nosotras. Se apela a los sentimientos. Yo apelo a la razón. Las nuevas leyes sólo pueden beneficiar a las mujeres que deseen abortar, lo cuál no obliga a nadie a hacerlo. Simplemente ampara a un sector ya de por sí desprotegido. Conlleva riesgos, como cualquier práctica médica, pero más peligroso sería si se practicara clandestinamente. En cuanto al límite de edad y a la información de los padres, aquellos que estén seguros de la educación que han dado a sus hijos no deben temer que ellos les oculten nada, y aquellos que no han estado a la altura, no deben exigir ser informados. Estas leyes limitarán la gerontocracia y darán más autonomía a las mujeres jóvenes. pero nuestras opiniones no interesan porque son mayoría, sólo interesa reflejar los pocos discordantes.

Venina Svetli (Madrid)

(Las negritas son mías)

23 mayo 2009

Preguntas sin respuestas (mayo 2009)

  • ¿Qué sentido tiene hacer una huelga fantasma, que (casi) nadie conoce, (casi) nadie realiza pero (casi) todos opinan que debería hacerse de otra manera? ¿Por qué esas otras maneras nunca son propuestas por los que tanto critican, o las que proponen son directamente irrealizables por estrambóticas y exageradas?
  • ¿Por qué no me creo y me parecen tristes acomplejados los profesores que están exigiendo siempre medidas diferentes de las tomadas en las reivindicaciones, motivo por el cuál jamás se suman a ninguna de las (pobres) maneras de reivindicar que otros proponen?
  • ¿Escucharé en la COPE, leeré en ABC y La Razón, o escuchare en los políticos del PP y entre la jerarquía religiosa la necesaria indignación por los miles de abusos sexuales, físicos y psicológicos cometidos en los centros religiosos católicos irlandeses? ¿Esa indignación será similar a la mostrada ante la futura ley del aborto? ¿O entre los católicos sólo importan los no nacidos para después dejarlos (nunca mejor dicho y con la peor intención) en las manos de dios y sus secuaces?
  • Si como dice la ministra Aído un feto es un ser vivo pero no un ser humano… ¿Ese ser vivo de qué especie biológica es?
  • Cuándo los tertulianos liberales en particular y los españoles en la barra de un bar en general, despotrican contra los funcionarios y su número excesivo, ¿qué quieren decir exactamente? ¿Que quieren menos médicos, policías o profesores? ¿Que quieren que los servicios que ellos prestan se traspasen a empresas privadas? ¿O que dependan directamente de los vientos cambiantes de los políticos de turno? ¿Seguro? Parafraseando a un buen amigo mío: afinemos, señores, afinemos…
  • ¿Cuál debe ser el motor de las relaciones paterno filiales y familiares en general? ¿La lealtad o la honestidad? Necesito un post para discutir esta idea.
  • ¿Todos los amigos que respiran deben ser aventurados iletrados, nobles hombres de acción? ¿Y todos los erróneamente llamados intelectuales han de ser pedantes gafapastas? Al final parece que nos quedamos con Tom Doniphon mientras admiramos a Greenaway. Paradojas.
  • ¿Cómo es posible que España se hagan más películas por persona que en EEUU, y que de las 173 películas que se hicieron el año pasado 46 no se hayan estrenado y 24 tuvieran menos de 100 espectadores? ¿No debería llevar a una reflexión sobre el modelo de subvenciones actual (no hablo de eliminarlas por completo)? ¿Nadie se pregunta cómo en este país hay tanta operas primas de jóvenes directores que jamás vuelvan a poder hacer una segunda película? ¿Alguien recuerda más de tres nombres de directores españoles de menos de 40 años que no sean Amenábar y (el desaparecido) Fernando León de Aranoa ?
  • ¿Nadie ha notado la extraña contradicción que supone la defensa analfabeta de la mayoría de los actores del cine español del (más culto y profundo) cine europeo en contraposición con el (palomitero y superficial) cine americano, mientras reivindican invariablemente (todos, siempre) como referentes propios a los ya desgastados (y muy europeos, como todos sabemos) Brando, Newman, de Niro y Al Pacino?
  • ¿Para cuándo un ensayo riguroso y significativo sobre los mecanismos y resortes del miedo y la inseguridad en la sociedad occidental, y la extraña facilidad para mantenerlo en segundo plano, latente siempre, dispuesto a ser activado según necesidades varias? ¿Crisis? ¿Virus mortales?... La semana que viene gran final de la Champions

13 mayo 2009

Desgravaciones y vanidades

Llegó Zapatero al debate del estado de la nación y se sacó de la chistera una nueva idea genial: A partir de 2011 la compra de viviendas no desgravará para rentas superiores a 24000 euros anuales.

La idea sorprendió a un Rajoy desconcertado que creía que ZP iba a transitar por el camino de los subsidios y la protección social, pero ya hoy el inane pepero ha comenzado un ataque contra la medida que será secundado por no pocas voces de todo el espectro sociológico.

La medida citada, el hecho de que la compra de la vivienda no pueda desgravar a las rentas medias y altas es una medida de estricta justicia social. Que ZP la anuncie ahora no significa que nuestro insigne socialista haya visto la luz y se haya dado cuenta de la perversión que tal desgravación suponía desde que Aznar la implantara en 1999. No. Ni de coña. ZP lo que busca es incentivar el paralizado mercado de la vivienda y que los temerosos protocompradores aceleren y tomen su decisión prontamente para continuar chupando de la teta estatal al comprar su vivienda. De hecho no es difícil pronosticar que si tal cosa no funcionara, cuando llegara 2011, la medida se eliminara de un plumazo para “reactivar” de nuevo (¿cuántas veces se puede reactivar algo que no funciona?) la compraventa de inmuebles.

La desgravación fiscal (que puede suponer hasta 30000 euros en una hipoteca media a veinte años, y que evidentemente es superior casi siempre) es injusta, innecesaria y finalmente poco práctica porque sirvió en los últimos años para ayudar a inflar los precios finales de los pisos.

No hay una sola razón real en la que se pueda fundamentar que con los impuestos de todos se sufrague parcialmente la compra de una propiedad de uso y disfrute privado que siempre (al menos hasta ahora) termina dando unos beneficios económicos que nunca repercuten en la sociedad, sino directamente en el comprador o en sus familiares.

Para que nos entendamos con un caso práctico. Un tipo con un sueldo más que decente que alcanza casi los 1800 euros mensuales decide que no quiere vivir en Móstoles pagando una hipoteca suave en una casa decente porque él lo que quiere, junto con su pareja, es vivir en el centro de Madrid. Para eso tiene que hipotecarse hasta las cejas y por tanto cuando escucha la medida zapateril se pone de los nervios porque igual ya sin la desgravación la cosa se pondrá muy chunga. ¿Y entonces? ¿Se quejará del precio abusivo? ¿De los márgenes de beneficios brutales?¿De la especulación inmobiliaria? ¿Del cáncer social que supone especular con un bien de primera necesidad? ¡Nooo! Se quejará del Gobierno, por supuesto, pero no porque no impida que esos desmanes se produzcan (eso lo da por normal, él haría lo mismo si pudiera) sino porque le quita la desgravación, le quita la financiación extra a costa de otros ciudadanos que a lo mejor ni siquiera pueden comprarse la casa en Móstoles pero que con sus impuestos sufragan el capricho del tipo éste de vivir en el centro.

Ésa es la basura que significa la desgravación. Por muchos adornos que se le quieran dar.

Pd: por cierto, por si alguien no lo ve, el tipo éste que no se va ni de coña a Móstoles podría ser yo. No vaya a ser que alguien se me ofenda. Que está la gente muy suspicaz últimamente.

24 abril 2009

Transfuguismo indecente

Que la izquierda a la izquierda del PSOE no tiene altavoces en los medios de comunicación de este país ha quedado de nuevo constatado en la manera en la que ha sido reflejada la noticia de la obscena huida de Rosa Aguilar a las filas del PSOE. Una espantada cobarde y rastrera, al encuentro de un nuevo refugio caliente y seguro donde continuar una carrera política que justo ahora se veía amenazada de muerte.

Espectáculo bochornoso fue el que dieron Carlos Alsina y Julia Otero ayer por la tarde en Onda Cero, atreviéndose incluso a criticar (llegando al insulto) las palabras de rabia contenida (aunque educada) de los máximos dirigentes de IU ante la flagrante traición política de la cordobesa. Los intentos de ambos periodistas de otorgar visos de normalidad al transfuguismo de esta mujer, el patético empeño que pusieron para convencer a sus oyentes que lo que pasaba era que en este país todavía estábamos muy atrasados en democracia y que algo como lo que ella había hecho había que tomárselo con normalidad, fue algo pueril. Sólo queda imaginar lo que hubieran dicho de ella si hubiera sido del PP o del PSOE. No es difícil planteárselo: despellejada y colgada de la plaza pública. Como lo fueron Tamayo y Sáez en su día en Madrid.

Rosa Aguilar era la alcaldesa de la única capital de provincia gobernada por IU. Eso era desde luego fruto en parte de su capacidad política, pero no se puede olvidar la herencia que había recibido del trabajo bien hecho de otros miembros de su partido en dicha ciudad (sin ir más lejos del propio Anguita). Se sabía esperanza desde hacía años de muchos compañeros dentro de IU, locos porque cogiera las riendas de un partido que caminaba (y lo empujaban) desde hacía demasiado tiempo hacia el abismo. Pero siempre se negó a dar el paso adelante. Con excusas. Todas. La última vez fue tras el fracaso electoral de las últimas generales, cuando se la invocó de nuevo para que reuniera los restos del partido e intentara recomponerlos. Se negó, por supuesto. Decía que su compromiso era con Córdoba, que ella se había presentado a las elecciones municipales con un proyecto para la ciudad que terminaba en 2012, y que no podía traicionar a los cordobeses. Lo que no especificaba entonces era que lo que no podía era traicionar a los cordobeses por una aventura sin mucho futuro, pero sí por un proyecto que le permitirá vivir de la política en puestos decisorios durante unos cuantos años.

Porque de eso va todo el asunto, de la necesidad de poder, de la ambición de poder. Rosa Aguilar sabía que sus días como alcaldesa de Córdoba estaban contados, limitados a la próxima convocatoria de elecciones. El desgaste de su mandato y la presión de un PP que en Córdoba ya estuvo en las últimas elecciones al borde de la mayoría absoluta, vaticinaban su paso a la oposición en un par de años. Y eso es muy difícil, casi imposible de aceptar para aquellos que han catado las mieles del poder (véase si no lo que le pasó a González en 1996). Los compromisos adquiridos con los ciudadanos que la han votado porque ella se presentó libremente bajo las siglas de un partido político y en representación de unas ideas, se tiran a la basura ante la ambición personal, la avidez desmedida y la vanidad política.

Sé que escucharé voces a su favor. Serán voces templadas, comprensivas, incluso indignadas a su vez por el tono vehemente del post. Porque de eso se trata para muchos en nuestra sociedad actual: no exponerse, no mojarse, intentar hacer ver que se pueden comprender todos los puntos de vista olvidándose, curiosamente, de terminar esos bonitos discursos presentando más o menos claramente el suyo. Más que nada por aclararnos un poco, vaya.

Eso sí, siempre que los estatus establecidos se mantengan. Si no es así ésos mismos rápidamente saltan a la arena para defender lo suyo (su tema) con uñas y dientes. Porque al final todos somos más parecidos de lo que nos creemos. Aunque nos vistamos con el traje de observadores imparciales.

Actualización: la señora Aguilar sigue mejorando su posición dentro del PSOE, aunque sea a costa de arrastrarse y humillarse, intentando destruir la memoria de la que fuera una de las mejores labores de IU: la de no ceder y no apoyar los crímenes de estado.

En El País, hoy, 1 de mayo: "Pediré disculpas a Felipe González por relacionarle con los GAL"

A ver si aprovecha que está poniendo en orden su alma cristiana llena de pecados y empieza a llamar uno a uno a los votantes de IU de Córdoba para pedirles perdón por su lamentable deserción

20 abril 2009

Películas

Una breve conversación ocasional con un compañero del instituto. Por los pasillos. Mientras aceleramos el paso raudos hacia la sala de profesores. Guarida necesaria. Me pregunta si he visto alguna película este fin de semana y le informo sucintamente que estuve en la Filmoteca disfrutando de Los sobornados de Fritz Lang (por cierto, no me cansaré de decirlo: menudo espectáculo de película. De lo mejor del cine negro americano. Sin lugar a dudas). Me mira un segundo, me suelta el ambiguo y confuso calificativo: "tú es que eres un cinéfilo, Pepe". Siempre he desconfiado de ese adjetivo, no me gusta. Por una lado parece halagador, que te da una cierta autoridad moral para establecer una especie de canon cinematográfico; pero ese tipo de planteamientos siempre me han parecido una soberana estupidez. Por otro lado es una forma de decirte educadamente, casi compasivamente, que eres un poco freak. Y también eso me toca una tanto los cojones, para qué os voy engañar. Últimamente parece que cualquier especialización o profundización en un tema es reducida a un problema de "frikismo". Y esa reducción no es inofensiva, tiene un significado social, una especie de necesidad de igualar todas las actividades bajo una paraguas común, de otorgarles a todas la misma importancia final. La miniconversación continúa y en ella trasciende que poseo unas 5oo películas en dvd. Aparece entonces en sus labios una reflexión interesante: "... para qué, al final muchas de ellas sólo se ven una vez...". Salgo con alguna gracieta del momento. Me quedo pensando. No es la primera vez que escucho esa idea.

El argumento es de peso. Parece cobrar mucho más sentido en esta época de descargas ilimitadas (aunque hay que recordar que ni la calidad ni la diversidad de lo que se descarga por internet es tanta como nos quieren vender los gurús digitales). Pero me pregunto si la reflexión se la permitiría también con respecto a los libros. Es evidente que si puede suceder que muchas películas no se vuelvan a ver, aún menos serán los libros que se vuelvan a releer. Pero ahí siguen en muchas estanterías (bueno, no tantas, cada vez menos) de muchas casas. Y lo que es más importante, suelen ser siempre una muestra de erudición, un síntoma positivo que nos habla de la cultura de esa persona.

La banalización del cine como arte, o simplemente cultura (por favor, que nadie quiera colocarle el adjetivo de popular. Como si el teatro o la literatura no lo hubieran sido siempre. Como si lo popular fuera menos valioso), es un proceso que parece no encontrar límite. Curiosamente, internet no ha provocado una revitalización de su estatus sociocultural.

Y como siempre respondo cuando las la miniconversaciones se convierten en conversaciones, y la discusión merece la pena: el punto de partida no debe ser si es necesario o no comprarse esas películas físicamente, en dvd, sino si esas mismas películas yo (yo, no otra persona, sino yo y mis circunstancias) las hubiera visto de no haberlas comprado. Ése es el punto real de partida de esa discusión.

01 abril 2009

En la muerte de Maurice Jarre

Hubo un tiempo, hasta no hace muchos años, en el que la música de cine, creada para acompañar, ilustrar e intensificar las emociones de las imágenes, fue algo muy importante en mi vida. En una época muy distinta a la actual, donde todo contenido cultural que se desee y que pueda convertirse en bits está siempre al alcance de un click de ordenador, la música de cine fue un increíble nexo emocional con un cine que no podía disfrutar entonces con la intensidad que necesitaba.

En ese viaje iniciático mi mochila comenzó a cargarse con nombres de músicos de cine que colonizaron lentamente mi subsconsciente cinéfilo. Alguno ya estaban muertos pero sus creaciones me trasportaban a las imágenes de unas película que nunca agradeceré lo suficiente a mis padres que me enseñaran a poder disfrutarlas. Así me apropié e hice míos a autores clásicos americanos como Alfred Newman (¡Qué verde era mi valle!, La conquista del oeste), Max Steiner (Lo que el viento se llevó, King Kong), Bernard Herrman (Vértigo, Con la muerte en los talones), Dimitri Tiomkin (El Álamo, Sólo ante el peligro) o Miklós Rózsa (Quo Vadis, Ben Hur).

Otros estaban vivos y aunque habían comenzado a componer películas antes de que yo hubiera nacido fueron contemporáneos de mi cinefilia musical, y mientras componían música para películas de mi época yo buceaba en su pasado para encontrar sus grandes creaciones: John Williams (Star Wars, Indiana Jones, Parque Jurásico), Jerry Goldsmith (Alien, La profecía, El Guerrero número 13), John Barry (James Bond original, Memorias de África, Bailando con lobos) o Maurice Jarre (Lawrence de Arabia, Doctor Zhivago, Único testigo)

Y por último aparecerían los últimos en llegar, los que se adueñaron del mundo de las bandas sonoras americanas en el momento en el que yo fui más aficionado y lentamente fueron sustituyendo a los anteriormente citados en los proyectos más importantes de Hollywood. Estaríamos hablando de James Horner, Alan Silvestri, Howard Shore, Hans Zimmer, Michael Kamen...

Hoy día, que ya he perdido los nombres y las obras musicales más importantes que está dando el cine actual, cuando noto como lentamente las BSO´s abandonan el lugar preeminente que tuvieron en mis análisis de las películas y en la manera de deglutirlas, cuando ya no escucho como antaño emocionado los acordes de muchas de ellas, me parece necesario homenajear a uno de los más grandes, cuya muerte recuerda el fin de una generación (la que vino a sustituir a la del cine clásico) que reimpulsó y llevó por nuevos caminos a la música de cine. Jubilados o casi jubilados gente como Williams y Barry, y muerto mi añorado Goldsmith, ahora se une a la lista de desaparecidos un Maurice Jarre que siempre perdurará en nuestras memorias por crear la música que consiguió que un desierto fuera seductor, misterioso y emocionante, conviritíendolo en un personaje más de la inolvidable Lawrence de Arabia

22 marzo 2009

Perrera, de Daniel Ruiz

Los ladridos ahuyentan siempre a los desconocidos. Y sería una pena. Porque sólo permitiendo que los perros te devoren, tolerando que mordisqueen con saña tu cuerpo de lector reclinado absurdamente en el sofá, concediendo a los perros que te despedacen sin pedir socorro, sin juzgar, podrás descubrir que la nueva novela de mi amigo-a pesar de ser cuñado Daniel Ruiz, editada con cariño y valentía por Dum Spiro, es un fresco social que, a medio camino entre lo onírico y lo descarnado, retrata una parte de los restos putrefactos de una sociedad siempre en descomposición, centrando su atención en la manufactura defectuosa de sus productos adolescentes, despojos abandonados a sí mismos, mucho más cerca de las moscas que retratara William Golding que de los dibujos amables de Enid Blyton, mostrándolos desde dentro, escuchando y dando voz a sus motivaciones, sus sentimientos, sus miedos, sin buscar culpables ni justificaciones tranquilizadoras, sólo siguiendo el camino de las baldosas amarillas. Aunque en este caso sólo conduzca al abismo.

Perrera es la segunda novela que le editan a Dani. Recuerdo la joven conmoción que me provocó la lectura de la primera, Chatarra, hace ya más de diez años, debido en parte a la avalancha de recursos estilísticos, metáforas y voces fragmentadas que abigarraban la novela, convirtiéndola en un ingenio barroco, evidentemente deudor del universo lorquiano, que funcionaba con enorme precisión. Vuelve el autor en Perrera a utilizar ese mismo estilo, tal vez de manera menos recargada, otorgando a una historia social un pátina expresionista que termina dominando el escenario, haciendo que su voz se entremezcle con la de los personajes, que a su vez nunca dejan de dialogar consigo mismos, mientras sienten hasta la extenuación y padecen en un silencio que el autor convierte en grito desesperado imposible nunca de escuchar, o en lágrimas que se ocultan para no demostrar una debilidad que es entendida como fracaso vital, y que sólo se permitirá alguno de los personajes en soledad, una soledad atormentada en la que se mueven todos los chicos y que tratan de espantar a manotazos con risas, drogas, insultos y lealtades mal entendidas.

La novela nos traslada a un barrio de extrarradio de una gran ciudad y a pesar de los intentos del autor por plantearla de manera atemporal, es inevitable sentir, casi palpar, que es de los propios años de su adolescencia de los que habla. No de manera tontamente autobiográfica, sino recogiendo el espíritu de una época (diferente a la de ahora, distinta a las de antes, igual en muchos sentidos a tantas) donde la calle era todavía territorio a conquistar y los chavales, hijos del baby boom, poblaban las aceras, las plazas, las salas de máquinas y los institutos, formando no bandas, sino grupos compactos, de lealtades inquebrantables, amistades que trascendían los meros lazos afectivos o los gustos compartidos para erigirse en un sentimiento absoluto de pertenencia, que servía al tiempo de identificación para empezar a interactuar en sociedad.

En este barrio viven el Lucio, el Cucho y el Panceta, tres chicos entre los 16 y los 17 años que formaban parte de un grupo del barrio que giraba en torno a Marcelo, primo de Lucio, y cuya muerte ha significado una auténtica conmoción en ellos, trastocando sus roles en la calle, dejándolos a la intemperie, sin protección, teniendo ahora ellos que proteger incluso a un Chamaquito, hermano pequeño de Marcelo, al que la vida le ha ido dando hostias sin parar, dejándolo primero sin padres, después sin su hermano mayor, para terminar con menos de 12 años viviendo solo con su abuela, mujer en límite de la demencia y a las puertas de la muerte. En este panorama los amigos viven el instante, inmersos en la eternidad adolescente, apurando cada segundo de libertad del que disponen, enamorándose, buscando follar con devoción, drogándose, jugando y conversando, sobre todo conversando, mucho, todo el tiempo. Es ahí donde la historia seduce con mayor intensidad al lector, trasladándole literalmente el lenguaje soez y malhablado de los adolescentes, pero otorgándole un barniz de extraña belleza, de musicalidad, fruto tal vez de la nostalgia del propio autor por la libertad verbal que la vida adulta castra para siempre.

Marcelo, el primo, hermano y amigo muerto, gravita continuamente sobre toda la novela. Él era un héroe, un líder, un “Chico de la motocoppoliano que a diferencia de éste no podrá volver jamás, y que ha dejado desamparados a los suyos, sin una guía para transitar por los difíciles recovecos de la perrera social. El que fuera su perro, hasta ahora cuidado con devoción por su hermano Chamaco, aparece muerto, reventado, masacrado por alguien que ignoraba o no daba importancia al significado que ese chucho tenía para el niño, y por ende para el grupo de chicos: era el último vestigio de Marcelo, su recuerdo vital, y su muerte tendrá que ser absurdamente vengada en un camino sin retorno hacia el desastre.

Ese es el punto de partida de una novela que deja al lector exhausto, sin respiración, alternando entre los improperios que los chavales se sueltan ( “tú eres una maricona, y tú un comemierda, y tú madre es una guarra, y tu abuela más guarra que tu madre…” se dicen amigablemente el Cucho y el Panceta al comienzo de la historia) y la belleza de la metáforas con las que el autor nos transmite los sentimientos de los personajes (“sintió un estilete aguijoneándole el pecho al escuchar el nombre de el Lobo…”,) o su acciones (“las palabras se le derraman de la boca con dificultad, como una canica a la que le costara deslizarse por una superficie abrupta”, “Lucio ya no estaba allí, Lucio ya no pertenecía a este mundo, ahora Lucio viajaba por los trasteros de la tierra, descendía por panteones y pasillos oscuros, torcía por recovecos insondables donde de momento hacía frío, al instante apretaba el calor, todo ello sin mirar, sin ver, como un ciego que ha perdido la cautela y se entrega sumiso a su deficiencia sin echar cuenta al resto de sentidos…”)

Hay que señalar también el que puede ser el defecto más notable de la novela, relacionado con ciertos anacronismos que el escritor no es capaz de evitar. Así no parece lógico que siendo uno de los ejes espaciales de la historia una sala de máquinas (“los chapolos” como se los llama en ella), donde se reúnen los chicos del barrio que pertenecen a los distintos grupos y pasan las horas jugando a las máquinas o al futbolín, se utilicen euros para jugar en ellos cuando es evidente que la importancia de estos lugares decayó por completo como centro de reunión (siendo sustituida por los cibers) una vez los Pc´s y las consolas invadieron los hogares españoles. Del mismo modo leemos como los personajes tienen que llegar a casa para llamar desde el teléfono fijo a sus amigos, o que los institutos aún mantienen cierta ilusión de libertad y en la hora que quieren los chicos pueden hacer una rabona para invitar a una chica a un café (cuando en la actualidad y, desde antes de la entrada en vigor del euro, son espacios propios de la pesadilla foucaltiana en los que los chavales son encerrados a primera hora y no pueden salir y entrar libremente.) El tema del euro va a complicar mucho la pretensión de los escritores de no ubicar sus historias en un tiempo concreto.

Pero que detalles nimios no oculten una novela cuya lectura es altamente recomendable para todos aquellos que quieran prescindir de las historias contadas de manera convencional y quieran adentrarse en el universo poético de Daniel Ruiz, cuya tercera novela está ya en camino y yo la espero con ilusión.

16 marzo 2009

Hasta cuándo

Hay opciones. Hay multitud de centros públicos a los que llevar a los hijos. Si a unos padres les obligan a llevarlos a un concertado pueden y deben exigir que en ellos se cumpla la ley. Tan sólo eso.

Sé que no es del todo justo cargar sobre los hombros de los padres la responsabilidad de defender la educación pública. Pero es increíble que sin pararse a pensar en las consecuencias que conlleva, metan a sus vástagos en centros concertados que pueden incluso estar absolutamente en contra de sus propias ideas, que ejercen la segregación social y practican de manera habitual el chantaje emocional a padres que si tuvieran a esos mismos hijos en un público estarían reclamando sus derechos de manera continua. Sólo por miedo, por mantenerlos alejados de los problemas que la televisión les cuenta que tienen los centros de titularidad pública, por la excusa del nivel académico (la mayor, la más increíble de las falacias argumentales) o para generar la ilusión de una diferencia social con los otros (eso sí, mientras la hipoteca ahoga).

El reportaje de Cuatro es sólo la punta del iceberg. Un ejemplo más de cómo la televisión podría ser un increíble y poderoso instrumento de denuncia pero que siempre, en todas las ocasiones, por la superficialidad en el tratamiento, la falta de pretensiones o de presupuesto, fracasa en su vertiente social.

Imaginad que se pudiera utilizar el presupuesto de un solo programa de La Noria (de esos en los que paga a delincuentes condenados como Roldán, Mario Conde o el antiguo alcalde de Marbella) en realizar una serie de reportajes de investigación sobre la educación en España. Ese podría ser el verdadero informe Pisa.

Son nueve minutos. Ahí estudian nuestros hijos. A salvo de contaminaciones.


03 marzo 2009

Imbecilidades mediáticas 2

Hoy en Público, en su (generalmente) estimable sección de Ciencias, se descuelgan con la siguiente noticia.

...

Si uno continúa con la línea de razonamiento de semejante titular uno llega a la sorprendente y transgresora conclusión de que....¡¡¡los niños que no saben nadar se ahogan más!!!... Increíble...

Y tener que esperar hasta principios del siglo XXI para saberlo... Hay que ver lo que se hace de rogar la ciencia a la hora de dar respuestas a semejantes conflictos diarios. Menos mal que nuestros periodistas están al tanto de la ciencia puntera mundial para informarnos de avances tan relevantes como éstos.

Lo sé, lo sé, me pasa lo mismo, estáis nerviosos ante las nuevas cuestiones que explotan en nuestros cerebros ante semejante revelación, preguntas que tras este estudio el ser humano ya está en disposición de contestarse interrelacionando múltiples variables y disciplinas científicas:

  • ¿Qué sucederá con un niño que no sabe nadar y que es abandonado en la mitad de un piscina olímpica?
  • ¿Y con un niño que sabe nadar pero se le abandona en mitad del océano?
  • Un niño al que un accidente dejó paralítico tras aprender a nadar, ¿tendrá más o menos posibilidades de salvarse que uno que no sabe manejarse en el líquido elemento si ambos son abandonados en esa misma piscina olímpica?
  • ¿Afecta el hecho de no poder respirar en las muertes ocasionales de pacientes asmáticos?
  • Si el corazón de un humano se para por completo, ¿hay posibilidad de que se muera?
  • ¿Existe alguna relación entre la ceguera de un conductor de coche y los accidentes que pueda tener en carretera?
  • Un suicida, ¿realmente quiere matarse?

En el antetítulo explican que se trata de un estudo insólito. Nada más lejos de la realidad.

Lo insólito es que un estudio idiota (y a lo peor interesado, ¿estará financiado por alguna escuela de natación?) salga reflejado en un periódico que pretende ser serio.

Me encanta el principio del ¿artículo?: Lo dice la ciencia...

Con dos cojones.

Pero, en fin, yo me he reído mucha esta mañana al leerlo.

08 febrero 2009

Instantes

El cruel invierno de este año no da respiro. El fin de semana nos deja con la pequeña alegría de un Betis que por fin superó a su eterno rival. El dolor de garganta ataca ferozmente mi hogar, dejando a sus víctimas maltrechas, en pijama, y sin salir a la calle. Aisladas. Levantándose mañana tras mañana con un calcetín introducido en la boca. Veo The Wall y sus imágenes permanecen aún en mi memoria con fuerza inusitada, el dolor de la caída a los infiernos, el muro de contención que aísla a la estrella de la realidad. El muro que delimita la pesadilla totalitaria. Un muro parecido al que mi incomprensión del inglés construye alrededor de una película donde la música de Pink Floyd sirve de hilo conductor emocional, y sus letras resuenan en mis oídos sin encontrar la puerta de la interpretación en mi cerebro.

Aislados. Tras el muro.

El post sobre La clase, de nuevo, tendrá que esperar.

26 enero 2009

¿Cuál es el límite?

A ningún lector habitual de prensa le pueden ya sorprender las promociones y regalos que, cada día, los periódicos españoles se empeñan en ofrecer. Las nuevas generaciones, tras lo visto los últimos años, deben considerar que el periódico es esa antigualla de papel malo que te regalan por comprar en el quiosco vajillas, películas, cuberterías, vasos de cristal, todo tipo de colecciones de libros, coleccionables,mp3, camisetas... Al poco de llegar a Madrid recuerdo mi sorpresa (aún no se había atrofiado mi capacidad de asombro) con una promoción de La Razón por la que cada mañana, al comprar el diario, te daban un cajita de cartón con un croissant...

En las últimas semanas, inmersos en una crisis que afecta especialmente la venta de la prensa tradicional, hemos observado como los grandes diarios se han lanzado desesperadamente a fidelizar a sus compradores habituales. Películas que hace unos años (o meses) nos las hubieran ofrecido a 5, 6 0 7 euros como si fuera una oferta especial, ahora directamente las regalan (como hacen el ABC o El Mundo), o prácticamente las regalan (los casos de El País o Público).

Pero no basta, las portadas traseras de los diarios aparecen cada día trufadas de pequeños cupones que ya nadie arranca y que recuerdan a los distraídos, las colecciones y promociones antiguas que siguen su marcha y de las que casi nadie se acuerda.

Y claro, entre tanta oferta, ofrecer algo diferente puede parecer complicado, pero para eso están los encargados de marketing de los periódicos, que no dejan de estrujarse el cerebro para conseguir encontrar alguna fuente complementaria de ingresos. Aunque a veces los resultados sean cuando menos sorprendentes o surrealistas , por no decir, directamente, de mal gusto.

Aquí tenemos lo que ofrece EL Mundo desde hace unos meses


Un lector distraído que (de manera sana) no se pare demasiado en la página de las esquelas, al encontrarse con esto no tiene otra que exclamar: ¡lo han conseguido! ¡Línea directa con los muertos! ¡Línea directa con el cielo (o con el infierno... no, eso no, que ya no existe, que lástima…), y uno lo ve ahí, abalanzándose sobre su móvil, para mandar un SMS a algún conocido fenecido; y encabronándose porque no le responden... ¡qué mala educación tienen los muertos!

Si este distraído lector mirara la página con más detenimiento encontraría la solución a tamaño disparate.


Vamos, que aquí de lo que se trata es de hacer negocio como sea, y una vez que se ha perdido la ética desde hace años con los anuncios de prostitución, ahora se recurre a esta nueva vía, aunque sea muerta.

No sé, ¿A nadie más le parece un poquito de mal gusto? ¿Condolencias por un muerto a través de un miserable mensaje de móvil? Seguro que por Internet ya circula alguno tipo que puedes reenviar a varios familiares al tiempo, para no quebrarte la cabeza. Como en fin de año. Qué triste.

Y menos ruin, aunque no por eso menos lastimoso es el siguiente cuponcito que lleva días apareciendo en la contraportada de El País.



No les basta con las películas, las vajillas, las cuberterías, los gps, los mp3 y los coleccionables, no, además te regalan el café. Vamos, que te compras La Razón de antaño y El País de ahora y te vas desayunado a trabajar con café y croissant.

Ya sé que pueden promocionar la venta de los diarios como les dé la gana, pero uno de los argumentos que siempre han esgrimido los defensores de la prensa de pago frente a la gratuita o anoréxica, era la respetabilidad que le otorgaba su propia asunción de ser el cuarto poder, el control de las sociedades democráticas.

Pero el respeto parece que se pierde un tanto cuando un ve a la gente salir del quiosco después de comprar un par de periódicos sin poder mirarse a los pies de las cosas que acarrea, y casi sin mirar las portadas de los periódicos porque están desenvolviendo alguno de los cachivaches promocionados.

Y, ojo, yo seguiré aprovechándome de ellos para completar mi filmoteca a precio de risa. Pero que no se engañen, una vez que se acostumbra al comprador a una forma de consumo donde lo que parece que menos importa es el producto que realmente se quiere vender, a ver cómo lo desacostumbras. Porque es evidente que este modelo no puede funcionar porque es imposible que a la larga sea rentable debido a la gran competencia. Pero por otro lado no se puede eliminar o reducir sin más porque tienes a los yonkis enganchados a los "regalos", exigiendo además, que sus dosis sean novedosas y sorprendentes, porque ya no se enganchan a cualquier cosa. Menuda espiral autodestructiva.

18 enero 2009

Periodismo de altura

Leído hoy en El Mundo, edición Madrid, pág 26, a toda página:

Tregua unilateral de Israel
  • Hamas rechaza la medida si no incluye la retirada del Ejército israelí
  • Tel Aviv advierte de que responderá a todo ataque del grupo islamista
Tregua unilateral... el significado de tregua en el Drae nos habla de cese de hostilidades por determinado tiempo entre los enemigos que están en guerra... ¿Qué narices tiene que ver eso con lo que podemos leer en el interior del artículo que declara Olmert, primer ministro israelí?:

"Los objetivos se han cumplido en su totalidad..."

¿De qué tregua nos hablan? Si se han cumplido los objetivos que se tenían marcados al comenzar la ofensiva militar, ¿no estamos ante el fin de dicha ofensiva debido a una victoria total? Y si lo que hay es una tregua, ¿la otra parte no tendría que estar de acuerdo?...

Y lo del subtítulo ya es de traca: "Hamas rechaza la tregua"... ¿Eso qué quiere decir? ¿que rechaza que los israelíes dejen de atacarlos? Vamos, que los palestinos, remedando a Gila, llaman por teléfono a los israelíes, y les dicen que no, que de eso nada, que no los pueden dejar de matar a no ser que además se marchen de la zona... Los israelíes, consternados, les contestarían que eso es lo que hay, que no se van a ir pero que van a dejar de bombardearlos y matarlos, que ya se han cargado a los que querían y que ahora toca aparentar humanidad y todo ese rollo que se han pasado por el forro de los cojones durante el tiempo que les ha venido en gana, que lo entiendan, pero los palestinos, muy enfadados y molestos, que no, que no, que si no os vais tenéis que seguir matándonos...

De locos.

Aquí no hay una guerra, no hay dos partes porque la desproporción es brutal, pero como el que lee prensa a diario sabe que nada es dejado al azar y que los titulares son la mejor y más directa forma de manipulación de las noticias, parece necesario denunciar a El Mundo y a su chabacana y miserable deformación de la información mediante este titular.

04 enero 2009

Historias de fútbol

En la frontera de Lavapiés, ya en La Latina, se encuentra el bar al que acudo en peregrinación desde hace más de seis años, siempre que los compromisos sociales me lo permiten, para ver los partidos del Madrid. Es un bar cualquiera, típico de esta ciudad, de los que habitualmente despotrico, sin nada especial, sin ningún erotismo, donde de pie apoyado en la barra disfruto de una pasión que transversalmente recorre mi vida desde niño. Siempre llevo conmigo el periódico o alguna revista para evitar en el descanso conversaciones que no quiero mantener o risas que no quiero compartir. Lo sé, es raro, tal vez han sido los años o la costumbre, pero la cuestión que desde hace ya mucho tiempo, desde que abandoné el hogar de mis padres y perdí la posibilidad de compartir las tardes de fútbol (previas incluidas) con mis hermanos y mi padre, me gusta ver el fútbol solo, o al menos en silencio, sin comentarios inoportunos, sin interpelaciones molestas, sin valoraciones pretenciosas de los que creen saber mucho de fútbol, sin fastidiosos exabruptos que tener que comentar o reír. De fútbol no se sabe, no se debería hablar demasiado y desde luego tampoco debiera deprimir o enfurecer a los adultos más allá del momento del partido (los niños y sus pasiones desbordadas son otra historia; yo mismo fui uno de ellos). El fútbol es puro sentimiento, sólo eso: pasión, estética, sufrimiento, épica; gloria o fracaso. Y nada mejor que el silencio para disfrutarlo, escuchando la narración del partido por la tele o la radio en casa o, en el bar, escuchando las conversaciones o gritos de otros sin entrar al trapo.

Más de seis años viendo fútbol de manera periódica en este bar, sin amigos que perturben, dan para mucho. Sirve incluso para estudiar nuestro comportamiento social, cómo funcionamos en grupo e individualmente. Para generar complicidades extrañas con personas que por motivos diversos también acuden al bar en soledad a ver a su equipo, y con los que basta un saludo con la mirada o una palabra suelta para que poco a poco vayan convirtiéndose en personajes necesarios que interpretan su papel en el plató en el que se desarrolla este ritual semanal. Para observar con curiosidad desplazamientos raciales, no necesariamente racistas, respecto a la ubicación de los clientes en el bar: el local siempre ha tenido dos pantallas a ambos lados de una barra cuadricular en la que, aleatoriamente, según el orden de llegada, se iban colocando los diferentes parroquianos habituales. En mi caso, como buen animal de costumbres, pasase lo que pasase, una vez que me decidí por una de las dos pantallas, siempre acudía (y acudo) a ella, encontrando mi espacio vital delante de ella para ver con comodidad el partido. Con el paso de los años, y de manera gradual, casi sin notarlo, he terminado rodeado de toda la facción inmigrante que acude al bar y tiene al Madrid como su equipo de cabecera, auténticos y fervorosos aficionados a él que sienten a su equipo como si hubiesen nacido en el barrio de Chamartín. Mientras, al otro lado de la barra, en torno a la otra pantalla se han hecho fuertes los blancos, los autóctonos, los parroquianos de siempre, los habituales del bar de toda la vida, generándose poco a poco una división racial que, no por inofensiva, deja de ser significativa.

Las anécdotas en estos seis años han sido variadas, algunas entrañables, otras curiosas y divertidas. Contaré dos que se mantienen con fuerza en mi memoria y siempre me hacen sonreír mentalmente cuando las recuerdo:

--Era el último partido de la liga de Capello (la de hace dos años), que enfrentaba al Madrid con el Mallorca en casa, y en el que el equipo blanco, tras estar toda la liga por detrás del Barcelona y después de una remontada repleta de victorias inverosímiles en los últimos minutos de cada partido, se presentaba líder. Sólo tenía que ganar ese partido y era campeón de liga. En el descanso perdía. No recuerdo si era 0-1 o 0-2. El bar estaba repleto, yo estaba apoyado en la barra, con mi whisky, tenso. En la segunda parte el Madrid terminó remontando y proclamándose campeón de liga. Aquello era un delirio, el éxtasis en un bar de Madrid, por la cosa más idiota del mundo, sí, pero y qué. Pura felicidad gratuita. Terminó el partido y mientras aplaudía y saltaba de puro júbilo, observé a un tipo, muy alto y delgado, negro como el tizón, vestido con una túnica blanca que iba a juego con el pequeño gorrito que coronaba su cabeza darse la vuelta delante mía con lo ojos vidriosos por la emoción, mientras me alargaba la mano con fuerza para chocarla con la mía, una mano que doblaba con creces el tamaño de la mía y que apretó con énfasis mientras desde arriba bajaba hasta mí para darme algo parecido a un abrazo al tiempo que chapurreaba un español incomprensible que mezclaba, en su alegría, con palabras en su propio idioma inaccesibles para mí. Un par de segundos, tan sólo, después los dos volvimos a mirar cómo se abrazaban los jugadores del Madrid, pagamos nuestras consumiciones y salimos del bar cada uno por su lado. Lo más curioso de esta historia es que un año después, en mayo de este año, en el partido que significaba la consecución de la liga de Schuster, un tipo que vestía igual que el del año anterior, igual de alto e igual de negro, estuvo delante mía durante las dos horas del encuentro. Al finalizar, y entre las palmas generalizadas se dio la vuelta y me estrechó su mano con fuerza. Lo miré a los ojos intentando confirmar si era el mismo tipo que el año anterior, un segundo no más, después, claro, cada uno siguió su camino.

--Una tarde de liga cualquiera, un domingo cualquiera, un partido del Madrid cualquiera. La estrategia espacial determina que un cubano mulato que no para de hablar, explicando a todos los que no queremos escucharlo cómo debiera ser la alineación del Madrid, cómo debería jugar, a quién hay que echar y qué tipo de sistema utilizar, coincida con un maduro patriarca gitano de ademanes distinguidos, con un porte especial, que en principio se mantiene apartado en silencio, viendo el partido de pie sin apoyo alguno de barra o banqueta, y con un subsahariano negro, un metro noventa, enorme, regordete y aspecto bonachón, con el pelo rizado y teñido de rubio, que comienza a conversar con el gitano y el cubano de jugadores, tácticas, historias de otros tiempo futboleros y demás parafernalias que acompañan siempre a las discusiones sobre fútbol. Un autóctono más bien bajito, blanco, con el pelo largo y una revista en la mano para que nadie se le acerque a hablar en el descanso los mira divertido. La estampa no deja de ser curiosa: el cubano, el gitano y el subsahariano discuten con nervio y tensión, tremendamente molestos por lo que el Madrid les está ofreciendo esa tarde, cabreados pero a la expectativa de ese gol que transforme las críticas en halagos. Integración a través del fútbol, pasajera sí, tal vez, pero al menos algo que los une un rato, más allá de los vanos intentos de lo hipipogres de Lavapiés y sus bares exóticos.

Esta tarde el chaval subsahariano, el negro con el pelo teñido, no estaba, sí el gitano. En el descanso una mano me ha tocado el hombro y al levantar (mucho) la cabeza apareció ante mis ojos, ofreciéndome su mano mientras me preguntaba por el resultado del partido. Sonriendo se lo he dicho mientras el patriarca le quitaba (literalmente) el espacio a un chaval que había ido al servicio para ofrecérselo con gestos exagerados al negro, mientras le decía algo así como “moreno, moreno, ponte aquí que hay sitio… a ver lo que hacemos en la segunda parte porque esto no tiene buena pinta…

Yo he bajado los ojos a mi revista y he seguido escuchándolos.