Es extraño. En cada ocasión más. Reencontrarme con mi pasado. Otra vez. Ver las caras por las calles de tantas personas ajenas ya a ti pero que, por diferentes motivos, perviven con una fuerza inusitada en la memoria. Provocando una curiosa desazón que nunca soy capaz de explicar y comunicar. Tampoco podré aquí. Apenas será un balbuceo inconexo que paliará difícilmente la imposibilidad de explicar sensaciones con simples palabras. Pero me sucede cuando vuelvo a casa, a Sevilla, al Aljarafe, al barrio. Cada vez con mayor intensidad. El tiempo terminará diluyendo la sensación. Seguro. Pero aún no. Sucede cuando camino por los mismos lugares que tan bien conocí y de los que tan cansado acabé, y mi mirada descubre caras que reconozco y penetran en una parte de mi memoria que parece perdida, reactivando mecanismos sociales ya innecesarios. Es más raro cuando son las miradas las que se cruzan y siento como a esa persona le sucede como a mí. Una nube de desconcierto atraviesa sus ojos y con rapidez ambos dirigimos nuestros ojos hacia algún punto de la lejanía, dándonos cuenta de que el impulso del saludo es aún más ridículo que el darnos cuenta de lo que ha pasado y obviar el suceso.28 diciembre 2006
Distorsiones
Es extraño. En cada ocasión más. Reencontrarme con mi pasado. Otra vez. Ver las caras por las calles de tantas personas ajenas ya a ti pero que, por diferentes motivos, perviven con una fuerza inusitada en la memoria. Provocando una curiosa desazón que nunca soy capaz de explicar y comunicar. Tampoco podré aquí. Apenas será un balbuceo inconexo que paliará difícilmente la imposibilidad de explicar sensaciones con simples palabras. Pero me sucede cuando vuelvo a casa, a Sevilla, al Aljarafe, al barrio. Cada vez con mayor intensidad. El tiempo terminará diluyendo la sensación. Seguro. Pero aún no. Sucede cuando camino por los mismos lugares que tan bien conocí y de los que tan cansado acabé, y mi mirada descubre caras que reconozco y penetran en una parte de mi memoria que parece perdida, reactivando mecanismos sociales ya innecesarios. Es más raro cuando son las miradas las que se cruzan y siento como a esa persona le sucede como a mí. Una nube de desconcierto atraviesa sus ojos y con rapidez ambos dirigimos nuestros ojos hacia algún punto de la lejanía, dándonos cuenta de que el impulso del saludo es aún más ridículo que el darnos cuenta de lo que ha pasado y obviar el suceso.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
Lejos de ser un balbuceo inconexo, como tú dices, a mi me parece que lo has explicado perfectamente.
ResponderEliminarSupongo que es algo así como sentirte, de alguna forma, extranjero en tu propia tierra. No estar integrado en el grupo de personas y vivencias donde un día fuiste uno más de entre todos ellos. Y observarlo con los mismos ojos de siempre, todavía desconcierta más.
Con todo esto me viene a la cabeza esa famosa frase de Heráclito que dice: "Nadie se baña dos veces en el mismo río"... El mundo es un constante devenir, y el cambio de unas cosas afecta a las demás, con mayor o menor intensidad.
Creo que todos pasamos por sensaciones así cuando nos hacemos mayores (que no viejos) y volvemos al lugar donde fuimos más jóvenes, incluso niños.
¡Así es la vida!