"¿Soy el único que desconfía de las películas galardonadas por el público en los festivales de cine? Cualquiera diría que los asistentes de a pie están empeñados en ejercer durante los certámentes como quitacolumnistas de lo que consumen a diario en las salas comerciales y la pequeña pantalla, distinguiendo a la postre casi sin excepción la película más pueril de entre las programadas."
Diego Salgado en Cahiers du Cinema a propósito
de la película Siempre hay tiempo de Ana Rosa Diego
La fina línea que separa la pedantería del análisis lúcido La asfixia de la coacción invisible, que exige respetar de manera acrítica y artificial, buscando la aquiescencia y la complicidad de la masa, que reivindica su mediocridad como canon rector, su ignorancia como derecho inalienable y su inviolable honra como elemento amenazador: cualquier ofensa será origen de linchamiento público (el conocimiento y la erudición como síntomas de enfermedad o frikismo, que deben llevarse en silencio, sin ostentanción y hasta con cierta vergüenza). Con su coro de intelectuales que asumen el signo de los tiempos y se postulan como tutores de la vulgaridad en nombre de una extraña democratización de las obras culturales. La visceralidad sincera cimentada en argumentos como máximo elemento perturbador, que a veces permite vislumbrar las sombras, intuir Matrix. El esnobismo como amenaza latente, siempre parcialmente presente, la otra cara de la moneda, tan difícil a veces de discernir.
Una crítica que estimula y se moja sin disparar desde una trinchera. Un soplo de aire fresco.