No
es verdad, aunque te guste regodearte en tu ridícula singularidad:
la gran mayoría de los que tenéis más de 40 años no habéis conseguido vuestros
"grandes éxitos" laborales a pesar de la enseñanza pública (que los
impuestos de nuestros padres os sufragaron) sino gracias a ella. Aunque
pretendas ahora olvidarlo y busques de manera patética la distinción social
(nunca la calidad educativa) para tus hijos matriculándolos en la enseñanza
privada.
Cuando
criticas y desprecias la importancia de esa enseñanza pública en la que te
formaste durante los años 80 y 90, la que te permitió convertirte en ese imbécil de clase media profesional y acomodada que eres hoy, lo único que
demuestras es tu cobardía moral y tu egolatría sin medida: pretendes que la
gente que te rodea piense que todo lo conseguiste tú solo, solo con tu esfuerzo. Tú
contra todo y contra todos. Contra profesores mediocres, contra compañeros que
obstaculizaban tu aprendizaje y contra una formación académica que siempre
discutes y menosprecias pero de la que sacas pecho en cuanto tienes la oportunidad
para recordar a todos tu magnífico expediente, tus sobresalientes y tus
títulos. Te mola tanto el relato que a veces, a estas alturas, incluso te los
has terminado creyendo.
Pero
en tu interior sabes perfectamente que es falso. Otro como yo te dio
clases cuando eras niño o adolescente. Y como a mí ahora me pasa con mis alumnos, te conoció, se acuerda de ti: supo de tus
dudas, tus contradicciones y tus debilidades, esas que ahora pretendes que nadie
conozca ni recuerde. Se puso todo un sistema educativo a tu servicio para poner
en marcha ese famoso ascensor social que te ha permitido llegar
hasta donde estás hoy. Con decenas de docentes, a los que ya no pones ni cara,
trabajando para ayudarte a superar cada escalón de tu carrera formativa. Sí,
también esos docentes que considerabas mediocres, los grises, los que nunca te
marcaron. Sin ellos tampoco estarías hoy donde estás.
Pero
no, tú prefieres eludir todo tu pasado educativo. Enfermo de egotismo,
prefieres tan solo recordar a ese profesor que era diferente, ese
que has terminado mitificando públicamente, ese tipo que se hace grande en tu
memoria porque te impactó y has decidido convertirlo en parte del relato
heroico de tu vida. Ni siquiera tengo claro que lo hagas para reivindicar su
labor, más bien, lo has convertido en alguien especial tan solo para seguir ensalzándote a ti mismo. Lo elogias seguir elevándote sobre sus hombros y así poder colocarte por encima de todos esos que no se esforzaron tanto como
tú como para poder llegar a donde tú estás. Pura soberbia vital.
Igual
lo que no te gusta tanto es saber cómo sonreiría, con tristeza y desprecio, ese
ya viejo profesor que has convertido en leyenda si supiera que ahora matriculas
a tus hijos en la enseñanza privada, incluso ya en la universitaria, para eludir
cualquier posibilidad de fracaso social de tus retoños, y que incluso vas
renegando de los impuestos que te "roban", aunque sepas que una buena
parte de ellos irán a esa enseñanza pública que seguirá intentando que otros,
como tú hace ya tanto, también tengan una oportunidad de futuro independientemente de su
origen social.
Post ampliado a partir de la base de un hilo escrito en X/Twitter el 19 de agosto de 2020