Estas son las películas nuevas (no tengo en cuenta las revisiones) que vi
durante el año que acaba de finalizar. Aclaro, mediante la palabra "cine",
las que vi en pantalla grande. Están ordenadas cronológicamente, según las fui
viendo. Separo la lista en dos partes para hacer más digerible su lectura.
- Passengers (2017) – Morten Tydum (cine). Todo es equivocado
en ella, desde la puesta en escena hasta la música y la elección de
unos actores que deambulan sin química alguna por la pantalla sin
enterarse de nada. Un gran presupuesto puesto al servicio (¡por fin!) de
una idea original de ciencia ficción para terminar contando una historia
con una trasfondo ruin y machista.
- La
purga 3 (2017) – James DeMonaco. Tras una primera secuela digna
y potente esta tercera termina diluyéndose en la irrelevancia. No queda
mucho más que contar y poco interesa.
- The
neon damon (2016) – Nicholas Winding Refn. Acercamiento crítico al
decadente mundo de las modelos de pasarela a través de una historia
retorcida, depravada y perversa. Peliculón no apto para todos los
paladares.
- Tren
a Busan (2016) – Yeon Sang-Ho. De nuevo los zombis a escena, una vez
más, con la novedad de plantear el espacio (el interior de un tren) como
una limitación física inapelable. No deja de ser convencional y termina
con una moralina tan prescindible como infantiloide.
- Carol
(2015) – Todd Haynes. Una extaordiaria película de corte clásico,
repleta de matices, pequeños gesto y con una interpretacion prodigiosa de
Cate Blanchet. Espléndida.
- Tarde para la ira (2016) – Raúl Arévalo. Se le dio demasiado bombo a una
película que agota su propuesta demasiado pronto y termina exhausta,
apoyándose, eso sí, en una fotografía impecable.
- La
fiesta de las salchichas (2016) – Conrad Vernon y Greg Tiernan. Podría
haber sido maravillosa, descacharrante, realmente subversiva pero entonces
no hubiera sido financiada por Hollywood. La contradiccion capitalista se
hace carne en esta película animada que, a pesar de todo, merece la pena y
sirve para echarse unas risas.
- El
hombre de las mil caras (2016) – Alberto Rodríguez. Un personaje tan
complejo como Paesa se merecía una película tan honesta como esta.
No es perfecta, se pierde en sus propios vericuetos, quizás por emulación
al personaje del que habla y termina enamorándose, pero el trabajo de Eduard
Fernández es impecable. Atención al personaje de Roldán.
Estremece intuir qué poco ha cambiado todo y cómo, políticamente hablando,
seguimos en manos de parecidos ineptos con ínfulas de poder.
- La La
Land (2017) – Damien Chazelle. El producto anual de Hollywood para
redimirse parece buen cine, incluso consigue creerse que lo es pero es
basura disfrazada de calidad, con el discurso neoliberal del éxito a toda
costa tatuado a sangre y fuego en sus personajes. Relato cinematográfico
convencional y maniqueo. Como musical tampoco es nada del otro mundo.
Molesta.
- Cuerpo
de élite (2016) – Joaquín Mazón. Ya, sí, que por qué, que para qué,
que cuál fue la motivación para ver algo como esto. Yo qué sé, una tarde
de enfermedad o un mal día, no lo recuerdo. Recibí justo castigo. Menuda
bazofia.
- Warcraft
(2016) – Duncan Jones. Menudo disparate. Era un proyecto que sonaba
bien: una nueva película de corte fantástico ambientada en el universo del
histórico videojuego. Y como director una joven promesa, Duncan Jones, que
saltaba a las ligas mayores con el objetivo de confirmar las enormes
expectativas que había sobre él. Pues nada, lo dicho, un auténtico
disparate de principio a fin: un montaje caótico, una direccion errática
que a veces parece inexistente y una historia absurda para construir una
película que es un desastre y cuyo fracaso comercial está más que
justificado.
- Múltiple
(2017) – M. N. Shyamalan (cine). El acordeón que es la carrera
de Shyamalan vuelve a tocar notas positivas para un director cuya
gran virtud es la construcción de atmósferas pero necesita de historias
potentes para que sus películas no se despeñen. Película que mantiene la
tensión en el espectador hasta llegar a ese final abierto que expande el
universo particular de esta historia y lo incorpora (en un giro
sorprendente) al universo de aquella otra película de Shyamalan tan
aplaudida, El protegido.
- Que
Dios nos perdone (2016) – Rodrigo Sorogoyen. Me gustó mucho. Funciona
la vuelta de tuerca a la clásica trama de psicópata perseguido por
policías tan podridos moralmente como él. Y se permite jugar
inteligentemente con un espectador demasiado acostumbrado a los cliches de
Hollywood.
- Dr.
Extraño (2016) – Scott Derrickson. Pues poco que decir. Otra película
más de la factoría Marvel. Algo más entretenida de lo habitual pero
igualmente olvidable. Pasatiempo chusquero.
- La
chica del tren (2016) – Tate Taylor. La película es un desastre como
tal. Nada cuadra, todo incomoda, aburre a base de clichés hasta que, justo
antes del final, un giro inesperado eleva el nivel de la trama, el mensaje
(necesario) aparece y el alegato feminista estremece y emociona.
- El
ciudadano ilustre (2016) – Mariano Chon y Gastón Duprat. Excelente
película que muestra el enfrentamiento de un escritor, de reconocido prestigio
entre las élites culturales internacionales, con la realidad del pequeño
pueblo donde se crió, de donde huyó, al que nunca quiso volver y al que
parasitó literariamente durante toda su vida. Tiene muchas capas de
lectura. De lo mejor que vi este año.
- Animales fantásticos y dónde
encontrarlos (2016) – David Yates. El universo creado por J. K.
Rowling se niega a morir cinematográficamente con Harry Potter y vuelve a
la carga con una muestra tan correcta como convencional, que hará las
delicias de sus fans pero nos deja fríos al resto.
- Morgan (2016) – Luke Scott.
Decepcionante. Ciencia ficción con pretensiones incapaz de elevarse sobre
un guión convencional y rutinario.
- El desafío (1997) – Lee Tamahori.
Años con la idea de ver esta película para terminar decepcionado con el
enfrentamiento en la nieve de dos actores errados en sus interpretaciones,
especialmente un Hopkins que deja salir su lado mas histriónico y menos
contenido al servicio de una historia imbécil, machista y con un final de
chiste.
- Animales nocturnos (2016) – Tom
Ford. Extraordinaria e impactante, ya desde sus títulos de crédito iniciales,
difíciles de asimilar para un espectador educado siempre en la belleza de
los cuerpos jóvenes de la pantalla. Historia alambicada y dura rodada con
pulcritud y estilo, con unos actores en estado de gracia que se esmeran en
mostrar a través de su interpretación una visión oscura y dolorosa del ser
humano, de sus necesidades, debilidades y miedos.
- Surcos (1951) – José Antonio
Nieves Conde. Cine de denuncia social auspiciado por falangistas
desencantados con la podredumbre moral del régimen de Franco. Esta
podredumbre moral la representa una ciudad moderna como Madrid, donde solo
los miserables pueden sobrevivir, en contraposición a la idealización del
mundo rural y sus gentes sencillas. Película clave a reivindicar, más allá
de las claves políticas que permitieron su gestación, por el retrato
brutal de miseria que muestra de la España de Franco.
- Yo, Daniel Blake (2016) – Ken
Loach. Cine de denuncia sin resquicio a la esperanza. Sigue las andanzas
de un desempleado con una edad cercana a la de la jubilación en su lucha
contra un Estado indecente que cada es vez es menos "del
Bienestar". Deudora de Kafka la película duele porque respira verdad.
- Kong: Skull island (2017) – Jordan
Vogt-Roberts (cine). Recupera el aroma del viejo cine clásico de
aventuras. Intrascendente pero simpática.
- La doncella (2016) – Park Chan
Wook. Maravillosa historia rodada con una extraordinaria sensibilidad
sobre la retorcida y emocionante relación entre dos mujeres en un entorno
opresivo y asfixiante. Abusa de los giros de guion pero ello no menoscaba
ni un ápice su valor. Estéticamente es una delicia. ¡Qué bien dirige Park Chan Wook!
- Life (2017) – Daniel Espinosa
(cine). Enésima variante de monstruo en el espacio dentro del subgénero
que Alien convirtiera en canon.
No aporta nada nuevo pero resulta un producto digno y entretenido. Bueno,
si no tenemos en cuenta ese final abochornante
- María (y los demás) (2016) – Nely
Reguera. Plana, repleta de tópicos infumables, intensita, irritante y
soporífera. Una pena. Hasta una actriz de la calidad de Bárbara Lennie naufraga.
- Comanchería (2016) – David
McKenzie. Cine que exuda sudor, rabia y derrota. Volvemos a la América
profunda para asistir un relato
duro sobre las consecuencias de la ruina que provoca el sistema
capitalista en cualquier rincón del mundo. Peliculón sin ambages, con una
interpretaciones extraordinarias.
- Moana (2016) – Ron Clemes y Don
Hall. Divertida, diferente, sin absurdas relaciones de pareja. Una gozada
visual y argumental. Cine de animación muy recomendable.
- Alien Covenant (2017) – Ridley
Scott (cine). Prometheus al
menos me encabronó. Esta, en cambio, ni siquiera me llegó ya a molestar.
Me aburrió, me dejó frío, me dio igual. Una pena porque la saga de Alien
(hasta la cuarta) siempre fue muy importante en mi vida cinéfila.
- The box (2009) – Richard Kelly.
Curiosa muestra de ciencia ficción, extraña y cerebral, dirigida por el
tipo responsable de la magnifica Donnie
Darko. Como pasaba con aquella esta película no te deja indiferente,
pero no logra alcanzar ni su calidad ni su trascendencia.
- Hunt for the Wilderpeople (2016) –
Taika Waititi. Una maravilla, una auténtica gozada, cine que respira
humanidad, pasión y cariño. Una joyita a reivindicar.
- Solo el fin del mundo (2016) –
Xavier Dolan. La familia es siempre un espacio de guerra y reconciliación.
Y es en el que mejor se mueve Dolan.
Con delicadeza e inteligencia la película capta las emociones de una
familia rota que nunca volverá a recomponerse aunque sus miembros,
torpemente, nunca dejen de intentarlo. Cine emocionante donde lo que no se
dice es mucho más trascendente que lo que
apenas se logra balbucear.
- 28 semanas después (2007) – Juan
Carlos Fresnadillo. Digna secuela de la excelente película de Boyle que reavivara a principios
de siglo el interés por los zombis. Entretiene y no decepciona. Poco más
que pedirle.
- Los del túnel (2017) – Pepón
Montero. Comedia negra que relata el paso del tiempo en un grupo de
personas afectadas por un evento extraordinario. Al cambiar el foco de
atención habitual (el evento) y ponerlo en cómo degrada el tiempo las
mejores intenciones de los seres humanos, la película se transforma en una
bomba de relojería cuyo detonador será el personaje que interpreta Arturo Valls, miserable y patético,
convertido a su pesar en el retrato
de Dorian Grey de todos los demás. De todos nosotros. Curiosa.
- Logan (2017) – James Mangold. Un
respeto a esta película. Se le nota que está fuera de mercado, que es el final
de algo, que aunque la producción siga estando condicionada por las expectativas
comerciales hay un aroma a final de ciclo que permite una libertad de la
que el cine de superhéroes jamás dispone. A pesar de todo la historia
cojea, le falta garra, le falta un contexto aun más decadente, aun más
degradado. Pero respira honestidad y se le agradece.
- La gran muralla china (2016) –
Zhang Yimou. Una rareza esteticista que también recupera el aroma de aquel
cine clásico de aventuras desprejuiciado en el que la mezcla de culturas
siempre estaba al servicio de la inevitable preponderancia occidental. Y
encima, aquí, le meten también monstruos. Para pasar un tarde de sábado.
- Wonder Woman (2017) – Patty
Jenkins (cine). Refrescante muestra del cine de superhéroes que se aleja
de los clichés masculinos habituales. Aun así, a pesar de todas las
bondades de la historia, de las puertas interesantes que la trama abre
respecto al papel de la mujer en la sociedad o respecto al absurdo de la
guerra, todo queda finalmente supeditado
al habitual espectáculo de pirotecnia y efectos especiales que lastra
hasta el hastío a todas las películas de su pelaje.
- Selfie (2017) – Víctor García León
(cine). Destila una mala hostia considerable. Retrato ácido, enmascarado
de comedia, de una España tan imbécil como su protagonista. Una España
negra que parece disfrutar construyendo trincheras con las que defender un
postureo ideológico, frívolo y estomagante, que nos conforma como sociedad.
- Déjame salir (2017) – Jordan
Peele. Cine de terror con connotaciones sociales que no desfallece a pesar
de sus giros. Entretiene y te deja pensando en la mala leche que destila
su mensaje. Interesante.
- Es por tu bien (2017) – Carlos
Therón. No merece la pena. Ni para opinar sobre ella. El cine español está
sometido a la dictadura de las televisiones y la audiencia que les genera.
Por eso produce subproductos como este. Vergüenza ajena.
- Colossal (2017) – Nacho Vigalondo.
Tal vez sea la mejor película de Vigalondo,
la más madura. Lo que empieza pareciendo una película más del Holywood más
superficial, cine para adolescentes palomiteros, se va transformando sutilmente
en una película que indaga dolorosamente en las relaciones de pareja, en
la enfermiza necesidad de controlar a la persona que amas a través del
chantaje emocional.
- La reina de España (2016) –
Fernando Trueba. Todo lo que era alegría, dinamismo y sorpresa en La niña de tus ojos se convierte
en fórmula y desidia en esta. Una absoluta decepción, un naufragio
cinematográfico del que nadie se salva. Tristeza.
- Okja (2017) – Bong Joon-ho. Un autentico
bodrio al que el ruido provocado por el hecho de estrenarse directamente
en Netflix ayudó para
promocionarse como cine de calidad y comprometido. Un cuento imbécil
animalista incapaz de asumir sus propias contradicciones. Humaniza de
manera tramposa a los animales (bueno, solo a los que le interesa) para
ofrecer al espectador un relato emocional tan pobre como deplorable.
- Soy un cyborg (2006) – Park Chan
Wook. Uno de los directores cuyas películas más me han impactado en los
últimos 15 años convierte una simple historia sobre dos adolescentes
socialmente inadaptados en pura poesía, en una oda a la comprensión y a la
tolerancia. Puro cine.
- 20th century women (2016) – Mike
Mills. Los retratos femeninos en el cine actual cada vez son más
matizados, complejos y poliédricos. La mujer deja de ser un personaje
plano, usado poco más que como estereotipo, para convertirse en alguien
multidimensional, que respira, siente y reflexiona. Esta película podría
parecer otra muestra de ello pero, a pesar de resultar interesante, el
filtro masculino, el yugo de género, sigue presente en la construcción de
esos personajes femeninos.
- Proyecto Lázaro (2016) – Mateo
Gil. Muestra de un cine de ciencia ficción cuyas ambiciones superan con
creces la capacidad y las limitaciones de los que se enfrentan a la tarea.
Parte de una idea prometedora que termina derrumbándose debido al abuso de
un sentimentalismo estúpido y convencional. En lugar de explorar las
contradicciones que un avance como el que presenta la historia podría
suponer (volver de la muerte) prefieren encallarse en el dolor y en la
pérdida. Menudo coñazo.
- Golpe en la pequeña China (1986) –
John Carpenter. La película contiene todos y cada uno de los motivos
habituales por los que se ha convertido en leyenda el cine de los 80. Tal
vez fue la incapacidad de apelar a la nostalgia pero me pareció una
película sin ritmo, absurda y finalmente aburrida. Curioso.
- Ghost in the shell (2017) – Ruper
Sanders. Recuerdo el impacto (y la incomprensión) que me supuso ver el
anime original en su momento. La clave era la reflexión sobre lo que
significaba ser humano (en la línea de Blade Runner). No encontré nada de
esto en esta película. Provoca una enorme tristeza asistir a la
simplificación audiovisual de aquello que sabes complejo.